CUANDO ALGUIEN TE QUIERE, TE CUIDA Aprendieron que en este mundo la familia se elige, se cuida y defiende, así como también que hay que sobrevivir. Estos son los principales valores que tienen los personajes de Somos una familia. Esta película japonesa explora la peculiar vida de una familia por elección, que rompe con las normas sociales y legales, pero de una manera tan altruista que no lleva a juicios morales. No es hasta el final que uno termina de entender ciertos aspectos que en el transcurso del film generaban intriga. Sin embargo, aun con estos datos pareciera que no se sabe bien cómo llegaron a estar todos juntos viviendo en esa casa. Es como si el viento los hubiera arrimado para pasar la crueldad del mundo con menos dolor. Porque en definitiva lo que logra la película es transmitir el cuidado por el otro. Los cuatro adultos parecen haber elegido esa manera de vivir, o como dice uno de ellos: es lo que aprendieron. Los que generan más ruido son los niños, Porque desde ellos es que vemos un constante aprendizaje tanto de la familia como del entorno, ellos son los que están midiendo la repercusión de sus actos y el valor que se les da. El hecho de robar es algo que al principio el niño realiza como un juego, pero que lo pone en duda cuando su “hermana” empieza a ayudarlo. Somos una familia es una crítica a la hipocresía de lo que significa ser una familia. Muestra que los lazos de afecto pueden ser muy fuertes si se dan de manera natural. También ataca al discurso familiar, que se alimenta con frases como “mi hija ahora…” o fotos familiares muy bellas que esconden por debajo fuertes enfrentamientos y conversaciones postergadas. Hay, a su vez, un panorama de la situación laboral que se vive actualmente. El ejemplo más claro son dos empleadas que discuten quién se quedará con el puesto, mientras que el empleador espera que decidan por él para no hacerse cargo de la situación. La familia está atravesada por ese dinero que aparece a cuentagotas, por esa comida que se gana día a día, de la que no tienen garantía de tenerla mañana. Este aspecto no les influye a nivel relación. Las clemencias los vuelven más unidos, porque todo lo que está bien está en esa casa. Por eso la fotografía es un aspecto esencial en el film, ya que se rescatan momentos familiares que nunca tendrán lugar en un álbum de fotos. Todo lo que son es para ellos, para el afuera literalmente no existen, no sólo por el abandono social sino también por la adquisición de una identidad ficticia.
“AGARRAME QUE LO MATO” Cuando los trailers venden mucho es mejor sospechar del resultado. Aquí hay un film que demuestra cómo puede extenderse la expectativa hasta no poder más. Y aunque la actriz protagónica se luce en su ductilidad, en el resultado no termina de apreciarse del todo. María, una joven que está en su último año escolar, tiene muchos problemas para relacionarse: no tiene amigos, la única chica con la que contacta no le tiene mucho aprecio, los compañeros de la escuela la maltratan. Además, su padre es muy exigente con ella y su madre sobreprotectora, pero sometida a las resoluciones de él. María tiene todas las características que se necesitan para explotar y ahí es donde se pone la ficha. En este sentido, es notable la relación que se puede sostener con la película Carrie. No mires trabaja con el suspenso, con una lógica que indica que pronto va a pasar algo. Lo cierto es que si ese algo no pasa, todo lo demás pierde un poco el sentido. Esta apuesta tiene sólo dos vertientes posibles: un resultado sorprendente o uno vergonzoso. Lamentablemente termina siendo el segundo. El film tiene un buen comienzo. La capacidad de India Eisley para representar dos personalidades totalmente distintas está muy bien. El problema aparece cuando las escenas empiezan a tener sus resoluciones. Ella (¿ellas?) va/n en busca de venganza a cada uno de los que le/s hizo daño. El impacto que tiene cada una de esas escenas es contundente desde lo sanguinario, pero no genera crisis ni sorprende demasiado. En cuanto a la historia, vemos cómo Maria responde a una situación de opresión que tiene como principal foco el padre. La represalia con él era de esperarse más trágica y movilizadora, sin embargo se resuelve de una manera bastante simple, desaprovechando las potencialidades. Un tema que aparece en paralelo es la belleza. Varios son los elementos que apuntan a que esto entre en debate. El padre es cirujano plástico, a ella siempre se le está recriminando por su aspecto, e incluso el eje de la película está dado por el espejo. Pero todos estos elementos están enfocados y trabajados sólo para un dato relevante en la trama que aquí no adelantaremos. No mires desaprovecha la oportunidad de profundizar en este tópico y como en el resto del relato, se queda en meras insinuaciones.
QUÉ HAY DEBAJO DEL PREJUICIO Siempre existen las apariencias que engañan, esas buenas producciones que se esconden debajo de un póster, tráiler o sinopsis no tan atractiva. Lo fue en su momento la serie Mujeres desesperadas, que bajo un manto de banalidad mostraba dilemas y personajes complejos. Con Amor sobre ruedas pasa algo así. No es posible ocultar que tiene detalles un tanto embarazosos, pero es un film que logra momentos muy buenos. Y si esto se da es por tener como actriz protagónica a Alexandra Lamy. Jocelyn (Franck Dubosc) es uno de los hombres más importantes de una empresa de productos para deportes. Este puesto lo lleva a mostrarse como el estereotipo de un hombre de poder. Pero no le sale muy bien, por suerte. Para mantener su propio ser se ve con la necesidad de realizar un juego: mentir. Son las fabulaciones las que lo mantienen entretenido, pero también las que le permiten salirse de su vida por un rato. El modo de vida que mantiene Jocelyn, está condenado a la fluidez constante y el cambio porque no tiene manera de sostener en el tiempo las mentiras que lleva adelante. Es por eso que al conocer a Florence llega al ridículo con tal de poder mantener a la única mujer que lo enamoró. La película se compone de una primera parte en la que por condescendencia al amor y por la buena utilización del humor uno, como espectador, deja pasar ciertas escenas un poco desprolijas. Pero en la segunda mitad todo toma más fuerza tras mostrar el poder que tiene Florence sobre las situaciones. Alexandra Lamy siempre logra personajes que enamoran, que provocan impacto por su carisma y naturalidad. Franck Dubosc la acompaña muy bien, mostrándose juntos como una pareja que cautiva. Amor sobre ruedas realiza pequeños pasos antes de que esta pareja muestre señales de enamoramiento y es tras esto que ese desenlace se torna más fuerte. A través de ello, el personaje empieza a ser más llamativo. Florence es la que logra que Jocelyn acepte su vida y se deje ver. Sin embargo, ambos se complejizan a medida que el film avanza. En cuanto a los personajes secundarios, el amigo y la asistente de Jocelyn, tienen a su cargo escenas en las que se lucen por la buena utilización del humor. La combinación de los diferentes estilos, él muy serio y ella con poco filtro, generan una buena comicidad.
ENAMORADO DEL PATRIARCADO No sólo podríamos decir que atrasa discusiones, sino que tampoco es gracioso el humor que propone Enamorado de mi mujer. Cuando uno piensa que se han erradicado ciertas películas de mal gusto, aparece algo así y te das cuenta que aún no hemos avanzado tanto como sociedad. Este film es un gran horror argumentalmente, pero a eso le suma un guión flojo. Daniel está casado con Isabella y no parece entrar nunca en crisis con su pareja. Sin embargo, cuando su amigo Patrick y su nueva novia van a cenar, él empieza a fantasear con la joven muchacha. No es tan claro, pero por el tipo de historias que Daniel se imagina, es posible observar que su matrimonio está pasando por una crisis. El gran problema de esto es que se vuelve a incursionar en planteos patriarcales. Ya el hecho de que un adulto mayor se babosee de una mujer que podría ser su hija es de mal gusto. Pero si a esto le sumamos que ella cumple con el estereotipo de mujer que medios construyen y se la presenta como un simple cuerpo bonito, es peor aún. Ni hablar de la falta de voz que tienen las mujeres. El rol de ellas es pasivo, conformista, determinado por la decisión de ellos. Las pasiones son del hombre, mientras que ellas esperan. La esposa tiene un rol controlador y él está supuestamente sometido a ella. Pero como siempre las contradicciones del patriarcado son algo corriente, porque da la casualidad que Isabella no es necesariamente la que fantasea, la que tiene libertad. Ella “toma tantas decisiones” que al fin y al cabo la única que vemos es la de estar al lado de su marido. Y de la joven poco sabemos de su boca. Un poco nos cuenta Patrick y otro tanto, la idealización de Daniel. La idea de matrimonio que plantea el film queda un tanto vieja para los debates actuales, además de que causa rechazo. El humor tiene un estilo a film de hace viente años. Y más allá de las diferentes opiniones sobre el patriarcado, tampoco se salva desde los recursos narrativos que presenta. Desde el comienzo, Enamorado de mi mujer plantea una modalidad básica: pequeño diálogo, imaginación de Daniel y una vuelta caótica a la realidad (generalmente no muy bien trabajada). Esto se va repitiendo durante todo el film y va generando una sensación de previsibilidad. Pero además, a los momentos de imaginación de Daniel le faltan mucha fuerza, no son más que un planteo idealizado insípido y superficial. Es tan así que una película de poca duración como esta pasa a ser tediosa e interminable.
UN RELATO DE HORROR QUE SE ESCAPA ENTRE LAS MANOS El énfasis que tiene por parte del público la aparición de nuevas películas del género de terror es siempre grande. Esto es observado claramente desde lo comercial y por ende todas las semanas se presenta una nueva propuesta. Lo cierto es que la mayoría parece repetir recetas y La sirena no está muy lejos de esto. Si bien podemos rescatar algunos aspectos en cuanto al guión, estamos ante un film que vuelve a retomar recursos muy utilizados. En principio, es necesario remarcar cómo se vende una estética que luego no se aprecia en el film. Ese póster tan atractivo, que juega con los contrastes, genera una expectativa que luego no se cumplen. Hay una expectativa alta sobre la estética que puede darse a través de una figura tan contradictoria, tal como la literatura sabe aprovechar. Sin embargo, el personaje de la sirena se desperdicia desde el comienzo por mostrarse monstruoso y a medida que avanza la película, la figura de la sirena se estropea totalmente, pudiendo vincular su aspecto y movimientos a otras tantas películas del género. De ahí que la película pierda la oportunidad de hacer algo distinto. Al comienzo, el film presenta la leyenda de la sirena que contacta visualmente y captura a las personas enamoradas. Si bien se trabaja esto literalmente, pero con una “alma en pena” de las profundidades, la película logra darle también otro sentido a la leyenda. Aquel enamorado que captura es casualmente un amante del agua, un nadador que se prepara para competir, logrando mostrar en él esa contradicción que vive en el agua entre la belleza y el terror. Es ahí donde sí hay un punto fuerte: el agua, para él, pasa de ser un lugar de satisfacción para convertirse en un calvario. Se aprovecha ese contraste que convive con el agua, remarcándose el hecho de no ser nuestro hábitat y por lo cual debemos tenerle respeto. Durante el comienzo, el agua funciona como portal, funcionando como interesante recurso porque genera una cierta expectativa por la aparición. Pero luego este aspecto se va perdiendo y el ingreso de esta mujer monstruosa va llevando a una disminución del potencial del relato. En consecuencia, la propuesta de, que inicialmente es atractiva, se va desinflando hasta quedarse en recursos carentes de originalidad.
TODA ETAPA DE LA VIDA ES UN DIVINO TESORO Esta nueva comedia francesa presenta a una mujer en crisis, pero que representa un espíritu de este siglo. Karin Viard realiza un protagónico que le sienta muy bien: aunque por momentos parezca un poco forzado, su personaje tiene todo el foco de atención por la impunidad a la hora de hablar. Nathalie es una mujer adulta, pero no tan grande. El momento de su vida la encuentra separada y algo indignada porque su ex ha podido encontrar una compañera, con la cual se lleva muy bien. Su hija está en un momento de esplendor, tanto de su juventud como de su carrera. En lo profesional, Nathalie está entrando en crisis porque de la mano de una joven muchacha aparecen nuevas ideas y renovaciones a la hora de trabajar. Todo esto desemboca en ella una crisis que la lleva a fracturar sus vínculos. Sin embargo, el momento crítico que vive ella está sumamente relacionado con la conciencia de la pérdida de su juventud. Es por esto que el film, desde una figura particular como es Nathalie, se atreve a pensar a toda una sociedad que glorifica una etapa de la vida específica, tratando de hacerla perdurar lo más posible. Esta mujer manifiesta lo que muchos no se atreven, pero desde el desenfreno de no poder cuidar a los que están a su alrededor. El film logra darle palabras a ese cambio en la etapa de las personas. Nathalie habla de la decepción de perder el encanto físico y las ideas renovadoras. Pero desde luego lo dice involucrada en un mundo que la posiciona en ese lugar. Por suerte la película revierte su sentimiento, no sólo para lograr un cierre sino que también para manifestar el grado de reflexión que logra tener y cómo revierte esa pesada creencia. Nathalie no es un personaje políticamente correcto. Está sumamente celosa de su hija al punto de cometer una locura. Pero este sentimiento se llena de una validez enorme, porque expresa lo que muchos sienten pero no dicen. Ella se enfrenta con su mejor amiga y le dice una verdad que no quiere ser escuchada. Le hace la vida un tanto imposible a su ex. Trata a la nueva profesora de la escuela con mucho mal humor y desprestigio. El obvio rechazo de sus vínculos es entendible pero para los espectadores es una heroína. El humor que provoca es inevitable a través de quien se expresa de manera tan genuina. Quien, a su vez, le da voz a muchos que quieren expresar lo mismo pero que lo hacen por razones de adecuación social. Algo celosa sabe trabajar el humor con ese toque agridulce, pero también explora los vínculos. Las relaciones toman vigor desde el aprendizaje del respeto por las ideas del otro y por el cuidado que se dan unos a otros, aun teniendo diferencias y con errores graves. Karin Viard sabe darle su encanto al film. Ella construye un personaje que recorre un momento angustiante, pero que lo transita con mucho humor. Su actuación, tan personal y carismática, sabe darle una sonrisa a los peores momentos. Es así como el film no se pierde de la reflexión y del drama, pero nunca cae en lo melodramático.
UNA MUERTA BELLA PERO SIN VIDA En Cadáver, muchas veces el terror está relacionado con los problemas psicológicos que sufren los personajes. En este caso se vinculan y le dan contenido, pero pierden fuerza por la inverosimilitud que provoca la inmunidad alargada de la protagonista. Megan es una ex policía que ha quedado con algunos traumas psicológicos luego de haber visto cómo mataban a su compañero de servicio sin ella poder reaccionar. La película presenta a un personaje que suponemos estuvo un tiempo en crisis (ha pasado por un centro de adicciones) y que empieza un nuevo trabajo, en la recepción de los cadáveres de una morgue. Ya que la protagonista trabaja de noche, el film aprovecha al máximo el espacio para generar suspenso e impacto. Es así como toda la primera parte de Cadáver explora algunos recursos muy utilizados como las apariciones repentinas y el juego con la oscuridad y las luces. Pero también la estética que se elige funciona muy bien, por lo menos al principio. Por un lado tenemos el lugar, que tiene varias características a favor: la extensión, la pulcritud, los instrumentos quirúrgicos. El sonido de los aparatos para tomar fotografía a los muertos es sumamente importante tras aparecer en un entorno de silencio. Los muertos también le dan una gran impronta, aun sabiendo que están en los cubículos. Y esto toma más énfasis tras la soledad del lugar, son más los muertos que los vivos. Megan es la única moradora de la zona. Hay dos guardias de seguridad pero bastante distanciados de ella. Por otro lado, es importante la fotografía tanto del cadáver tanto como de los objetos del lugar. Estéticamente, tiene mucho impacto ese cuerpo que se encuentra en posición fetal y lleno de moretones. Pero todos estos aspectos se van perdiendo a medida que el film avanza. El pasado de Megan nos deja entender sus reacciones, comprendemos que dude de lo que pasa, que se enfrente a situaciones bastante terroríficas sin miedo y que recorra el lugar sin casi tener dudas. El film muestra desde el comienzo a un personaje inestable, en recuperación. Y toma este punto para hacernos entender por qué este ser sobrenatural que aparece mata a todos pero a ella la esquiva. Sin embargo, este aspecto no termina de convencer. Es poco creíble que la protagonista esté siempre al borde de ser atacada y logre escaparse, no se entiende el porqué de la espera. Y como para redondear esto, en el medio van cayendo algunas víctimas con un fin un tanto contradictorio al que propone el final. Cadáver también utiliza recursos ya bastante vistos como revisar los videos de las cámaras de seguridad para observar movimientos extraños y las escenas en las que se practica el exorcismo. No hay grandes innovaciones en el film, pero sí marca una estética a partir de la exhibición del cuerpo deteriorado. El cadáver en sí tiene un gran potencial visual y es notable cómo se lo explora y profundiza, desde la iluminación y los diferentes ángulos.
EL ABRAZO QUE NOS MANTIENE A FLOTE Con su nuevo largometraje Fernando Spiner muestra ser un director que no se queda con lo conocido y sale en busca de nuevas propuestas. La boya se torna un documental experimental, pero con el objetivo de poder transmitir las sensaciones de una actividad típica geselliana. Aunque la película trabaja con un tema propio de los conocidos de la ciudad de Villa Gesell y haya movilizado a parte de su población, logra traspasar esa barrera. Spiner se propone contar la experiencia del juego que consiste en alcanzar la boya en el mar. Para esto se utilizan diferentes formas de narrar. El eje principal está en poeta, Aníbal Zaldivar. Él no sólo fue uno de los que dedicó y sigue dejando parte de su vida en ese ritual, sino que también se propone junto con sus alumnos y compañeros poder darle palabras, a través de la poesía, al mar. Con este personaje, el director propone una visión distinta a la típica vuelta al pueblo que se desarrolla en la ficción. Es Fernando el que se va de Gesell de joven, pero cuando vuelve no sólo él ha crecido: sus amigos también han avanzado profesionalmente. Gesell es para Fernando un lugar desafiante. Del mar no solo se escuchan poesías. Este es un gran protagonista. Se utilizan drones para grabarlo desde arriba. También hay cámaras que lo visualizan por dentro y es trabajado de forma muy precisa desde los sonidos. La música que recorre el film logra enfatizar las sensaciones que transmiten. El film es un trabajo documental y a la vez un relato de familia y amigos (como dos cosas distintas pero que van de la mano). La boya marcó la niñez de Aníbal y de Fernando, pero también de muchos otros que aparecen hablando en el film. Es una actividad sin más pero, al ser un ritual, representa parte de la vida de un pueblo. Varios artistas de Gessel se suman a través de entrevistas, a dar su opinión sobre el mar. En cuanto a la historia familiar, se trabaja la conexión entre la historia de la boya y el padre de Fernando. Aquí la película suma la averiguación de cómo empieza el ritual, y la intimidad y los lazos son trabajados desde un objeto que flota en el agua y representa un punto de encuentro, explorando los pequeños momentos, esas sensaciones de las que están compuestas las relaciones humanas. Necesariamente, las sensaciones se mezclan con lo que se puede decir de la actividad. Vemos la inmensidad del mar, pero, a su vez, abrazamos junto a los protagonistas la quietud de la boya, que entre tanto movimiento para llegar a ese punto los mantiene en paz por un rato. Y por eso también se apela a la poesía para tratar de contar las experiencias con el mar, porque es tanto lo que guarda consigo ese objeto que no se pueden agotar las instancias para describirlo. La boya es un film para disfrutar de la tranquilidad, del sonido del agua. Invita a permanecer viendo el mar y apreciarlo desde todos los sentidos. Es una película para empezar viendo el paisaje y terminar buceando dentro de cada uno. Nos muestra cómo el cine también puede hacer poesía y cómo esas sensaciones tan especiales y particulares pueden contarse a otra persona.
EL DOLOR ES MÁS LEVE ACOMPAÑADO Hay diferentes tipos de tristezas. Están las que se pueden nombrar y las que se nombran solas, porque atraviesan a la persona, la invaden. Julia y el Zorro narra esta segunda clase de tristeza. Y para esto utiliza varios recursos, desde la iluminación, la fotografía y la escenografía. Desde un ambiente lúgubre presenciamos la relación entre dos mujeres, Julia y Vicky, madre e hija. Durante todo el film es posible observar cómo la vida desborda a Julia: el dolor es palpable, desde las filmaciones oscuras hasta los ambientes que habitan. Julia y el Zorro trabaja de forma sugerente la ausencia que penetra en ambas. Los lugares en los que están, en especial la casa, que se encuentra sumamente deteriorada, permiten acceder a la sensación que ellas están pasando. Al comienzo del film, no es posible saber bien qué le ha pasado a la familia, pero llegan a la casa que tienen para vacacionar y ya empiezan algunos problemas. Han entrado a robar y se encuentran sin heladera, también han hecho algunas pintadas con aerosol. Como un dominó que recién inicia este planteo, es el puntapié para que todo empiece a caer. Un dolor muy grande es el que Julia y Vicky están pasando, pero no es a través del llanto que lo cuentan, sino justamente por el entorno. La comida se pudre, por no mantenerse en la heladera, y es la gran metáfora del sufrimiento que están sintiendo. Pero, a su vez, cada una enfrenta su crisis de diferente manera. Vicky, como un juego, muy propio de su edad. Ella está en plena búsqueda. Tiene una edad en la que la niñez le queda grande y la adolescencia aún no aparece del todo. Ella se aferra a un tiempo pasado como si así se pudiera volver a aquel tiempo en el que su familia era distinta. Por un lado por la ropa, siempre prefiere usar sus prendas viejas. Por el otro, vive recordando momentos, pero nunca desde el drama, siempre los relaciona con alguna actividad del presente como la forma de cocinar. Julia, sin embargo, pasa el tiempo como puede, viviendo el instante. Si Vicky vive en el pasado, Julia está en un presente inmóvil. Como si el tiempo se hubiera parado, ella pasa las horas subsistiendo. Es así como si ni se enterara que no hay comida en la casa, o qué está pasando. A pesar de las diferencias entre ellas, su relación logra llamar la atención por la conexión que entablan, por sus cálidos cuidados. Julia tiene una personalidad que genera simpatía, es ácida, suspicaz y de pocas palabras. Vicky, aunque distinta, tiene contestaciones muy parecidas. Por momentos, la hija es quien sostiene a la madre, intentando mantener ciertas pautas en la casa. Entre ellas aparece Pablo, quien mediante una amistad muy contenedora, renueva el aire. El trabajo con los vínculos le otorga gran fortaleza a este film, porque mediante ellos es que vuelven la vitalidad, los chistes y las charlas, que aunque evasivos para ellos son los que les permiten a la película no caer en el golpe bajo.
DEL HEDONISMO A LA REVOLUCIÓN DEL PUEBLO Esta nueva versión del héroe clásico que roba para el pueblo y para hacer justicia vuelve a trabajar los inicios de este personaje como ya lo hizo Robin Hood: el príncipe de los ladrones. Pero esta vez, el lado romántico no es tan marcado y sí aparece el tono juvenil de la mano de Taron Egerton (Kingsman) como su protagonista. Locksley es un joven de la nobleza que vive el presente sin prestar mucha atención a lo que sucede a su alrededor. Sólo se preocupa por su bienestar, pero nunca a costa de otros. Es recién cuando lo reclutan para pelear en la guerra, que se adentra a las injusticias del mundo y, en especial, de su población. De vuelta a su casa, todo cambia. Su visión y su vida. Tras darlo por muerto, su palacio está vaciado y su mujer se ha casado con otra persona. Pero no sólo eso, si no que en el poblado las diferencias sociales se acrecientan por una renta cada vez más elevada. Ante esto, el film nos presenta a un nuevo dúo entre Robin Hood y el Pequeño Juan (Jaimie Foxx). Estos personajes entablan una relación que va más allá de los justicieros. Si el film logra poner su impronta es necesariamente con esta combinación. Ellos mantienen un vínculo de profesor y alumno, pero al mismo tiempo de amigos. Este Robin Hood tiene mucha confianza en sí mismo pero muy poca idea de cómo combatir a sus adversarios. Es un personaje que peca de exceso de amor propio y ante la exposición de eso por parte de Juan, es cuando logran imponer un humor al estilo de las películas del universo Marvel. La actitud juvenil de este justiciero es la que lo lleva a cometer locuras, pero así también le permiten cumplir con el rol que decide tomar. Este Robin Hood es un personaje rebelde y apasionado, pero no tan idealizado. La crítica al poder religioso en conjunto con la política vuelve a aparecer. Y con esto el film sabe mechar entre la aventura y la acción una pasión por el poder del pueblo. Como bandera de lucha que se extiende, las capuchas negras puestas afuera de cada una de las casas del pueblo aparecen simbolizando a Robín Hood. Estos elementos le permiten a la película construir al héroe más allá de las luchas que entablan. Es trabajado así el empoderamiento que genera un líder revolucionario.