EL CULPABLE SIEMPRE ESTÁ POR FUERA DE LO PREVISIBLE Con un relato en torno a la desaparición de un joven, Sin dejar huellas muestra la investigación del caso y los obstáculos que se le interponen. Como en todo policial, a este film no le pueden faltar los giros sobre las diferentes posibilidades y los sospechosos. Retoma elementos ya utilizados en otros films del género, pero realiza algunos giros interesantes. Luego de que un adolescente no apareciera por su casa, Solange, su madre, da el parte a la policía. Francois, es el detective que lleva adelante el caso. Pero este hombre está lejos de saber contener a la mujer, pues apenas puede con su vida. La condición del policía es un elemento fundamental para el film, porque su estado alterado da lugar a cierta negligencia y falta de apreciación de algunas circunstancias. La figura del investigador retoma el típico indisciplinado dentro del servicio: toma alcohol a morir, aún durante la jornada laboral; tiene malas contestaciones; anda solo por la vida; y le encanta hacer chistes fuera de tono con las mujeres de su entorno, abusando de su figura de poder. Por momentos, da el aspecto de Gregory House. Pero más que la mera referencia o el atractivo por la personalidad, estas características aparecen en pos del enigma policial. En el film hay tres historias que conviven. Por un lado, la familia del joven desaparecido, de la cual no se sabe demasiado hasta entrar en el final. Luego está el detective y su familia: en este sentido, el peso aparece por las dificultades que tiene Francois para relacionarse con su hijo y el traspaso que realiza de su vida al caso policial al encontrarse con la desaparición de un adolescente de una edad parecida. Y por último, está el ex profesor del chico, otro personaje que se lleva la atención por su pensamiento excéntrico, pudiendo verse en él cómo la fantasía literaria, los libros que frecuenta leer, irrumpen en su vida para trastocar sus criterios. Sin dejar huellas mantiene la intriga sobre este triángulo. Sabe romper los límites del caso, involucrando al detective en la resolución. De esta manera, la película despega de la investigación en cuestión para poder también realizar una crítica a los crímenes que parecen menores y quedan impunes por no conocerse. Su cierre se da una manera un tanto forzada, pero juega con esto para poder poner al final una resolución que resignifique algunas de las pistas que ha dejado el transcurso de la investigación.
NI ADORNOS, NI REGALOS: “QUIERO TIEMPO, PERO TIEMPO NO APURADO” Se acercan las Fiestas y llegan propuestas acordes al “espíritu” navideño: aunque la ocasión es meramente comercial, la nueva aparición de El Grinch está muy bien. Esquiva la inevitable sombra de su predecesora para dar un film mucho más colorido y con características de las familias actuales. Ya varios son los contenidos que se han realizado sobre este gruñón de aspecto verde, que odia la Navidad y a los Quién (pobladores del lugar), pero, sin dudas, el más presente hasta ahora fue el interpretado por Jim Carrey en 2000. Los encuentros entre esta y la nueva película de animación son varios porque ambos están basados en el mismo cuento y retoman partes textuales. El Grinch renovado ya no parece tan feo, y es que tampoco es un ser monstruoso. Mientras que al anterior ya le era innata su diferencia con los demás y la sociedad, lo único que hizo fue resaltar eso y aislarlo. Para esta nueva producción, la exclusión se debe a su niñez en el orfanato y a una sociedad que le fue indiferente. El Grinch de 2018 es parte de la cultura de la imagen, usa gel de brillo intenso para mantener su color, se cepilla y seca el pelo. Su figura es una construcción. Se crea un personaje siniestro para poder sobrevivir ante la soledad. Aunque aparenta ser espantoso, no lo es en lo más mínimo y nadie en el pueblo cree eso. Este Grinch es atractivo por su excentricidad, toma un café rutinario por las mañanas, come en una mesa gigante, toca el piano y juega al ajedrez. El perro, su amigo y mascota, es el toque que le otorga una impronta a esta nueva versión. Antes no había tenido tanto protagonismo su coequiper perruno. Ahora aparece con una gran impronta. Viene a ser como una mano derecha, trabaja para él pero tiene la autoridad de un amigo confiable para replicar sus dichos. En este sentido, son notables las referencias a la sociedad actual sobre la humanización de los perros. Entre ellos hay buenos chistes y sobre todo saben transmitir el valor de una buena amistad. Aún aislados, la fecha célebre les llega sin poder evitarlo. El hecho de robar la Navidad representa para ellos la idea de sacar todos los objetos para así desaparecer el encuentro. La crítica al consumismo de la Navidad es clara y sigue estando, pero en este caso trae aparejadas nuevas formas. Ya no se trata sólo de marcar cómo la Navidad ronda sobre los objetos materiales. Ahora aparece también la niña, quien reclama tiempo para que su madre logre descansar. Hay un buen trabajo en el contraste entre lo que quiere mostrar la madre (una persona que todo lo puede, una supermamá) y lo que perciben sus hijos, en especial la más grande (una mujer cansada, que no da abasto con las tareas). En paralelo con el dúo que quiere arruinar de la Navidad, aparece la ilusión de los niños con respecto a esta fecha. En este caso, se forma una banda de chicos y chicas que intentan atrapar a Papá Noel. Sus conversaciones son acertadas y simpáticas, con frases al estilo: “No puedo decirte el porqué, yo no te cuestioné a vos cuando me necesitabas”. Sin dudas esta nueva versión de El Grinch es mucho más colorida y tiene un enfoque muy distinto que aquella con Jim Carrrey. La dinámica y el movimiento son algunas de las características que representan al film. No hay vacíos, el ritmo es constante. La música realiza un gran aporte a esto, es variada y oportuna.
LA NIÑEZ COMO FUENTE DE DUDAS Y COMPLEJIDAD Después de haber hecho varios cortometrajes sólidos y premiados, Natural Arpajou realiza su primer largometraje. En Yo niña presenta la vida de una niña en una familia que intenta mantenerse por fuera del sistema capitalista. La película es contada de forma atractiva, por la fotografía y por los diálogos que plantea, pero por sobre todo por una visión global que no impone un punto de vista moral. El film puede dividirse en tres partes bien marcadas. Durante la primera parece idílica la forma en la que viven, principalmente por la belleza del lugar en el que están. Pero a medida que van sucediendo eventualidades se complejiza su visión. Ante ciertas situaciones que dificultan forzosamente su estadía ahí, la familia debe mudarse. El paso por la ciudad, la parte del medio del film, genera un corte en ellos. Aún sin abandonar sus convicciones empiezan a visualizar algunas limitaciones de la forma en la que vivían. La tercera parte del film es la vuelta de la familia al lugar. Estas divisiones no sólo le dan fluidez al film sino que también le permiten repensar diferentes discursos y formas de vivir. El film genera diferentes climas en los que podemos acceder a una visión más compleja sobre la vida de estas personas. No hay un criterio de verdad que se superponga sobre otros. Se habla del capitalismo, es cierto, y de la dificultad de vivir por fuera de este sistema. Pero la manera en la que se cuenta no sólo es respetuosa sino que permite pensar la problemática desde varios aspectos. La niña es el eje de la complejidad del film. Por un lado, es quien detona varios conflictos por su sinceridad y sus travesuras. Pero, por el otro, siempre pesa sobre el pensamiento de su madre y su padre el hecho de criarla “mal” o de forma perjudicial. La fotografía es un elemento muy importante para el film. Presenta a Armonía en su esplendor. Es mediante la imagen que accedemos a la magia de los lugares. Se nos habla y transmite un poco cuál es el sentimiento que provoca el desapego de lo material y la conexión con la naturaleza. Por medio de la fotografía los diálogos se completan, mostrando todo lo que no se puede poner en palabras. La niña, de modo tan desenvuelto y llamativa por su personalidad le permite a la película no caer en el dramatismo. Desde el juego, el baile y su habla, ella brilla por la naturalidad de su actuación. Andrea Carballo (Julia, la madre) también entrega una actualización muy buena, en la que encara a un personaje que explora varios cambios de ánimo. Ella, junto a su esposo (Esteban Lamothe), tienen diálogos de pocas palabras pero contundentes en forma y en las pausas. Como un último aspecto se puede resaltar la aparición de la artista conocida como Bimbo en el papel de la hermana de Julia. Aquí hay un guiño para los entendidos porque ella hace un papel antagónico a su ideología por fuera de la ficción, aunque en Yo niña lo que se impone es la mirada sobre la infancia como una instancia plagada de dilemas.
LA INTIMIDAD A FLOR DE PIEL El trabajo con la desnudez es impecable, los cuerpos deambulan con tal naturalidad que al verlos de vez en cuando vestidos parecen extraños. En La cama tenemos un film en el que todo el tiempo vemos trabajados temas tabúes como el sexo y la desnudez. Y es que por más que se muestren en todos lados, acá aparecen más cercanos a las realidades cotidianas, en las que no todo está en su lugar ni funciona a la perfección. El pudor puede darse por parte de los espectadores, pero no es la intención del film. Aquí hay una celebración de los cuerpos que no se adaptan a los estereotipos. Cuerpos adultos, con arrugas, pelos y figuras hermosas por sus particularidades. Están al desnudo, y es que esto también está vinculado a la intimidad a la que se accede. Nos adentramos a los detalles más personales de una pareja que se está separando. Es así como La cama retrata la próxima ausencia desde las miradas perdidas y los llantos desesperados. El fin es inminente, ya lo están atravesando y el cartel de venta dentro de su hogar es la visualización de eso. La casa revuelta y los lugares vacios también van construyendo a la separación, en esa idea de caos y remoción de sentimientos. Si hay algo que también sabe trabajar este film es el amor. Y es que aún hay cariño entre estas dos personas. Más allá del dolor, ambos se cuidan uno al otro. En las simples actividades del día la película demuestra que el amor y el deseo no siempre van de la mano. Lo material toma gran impronta en La cama, porque representa a los recuerdos de todo lo que compartieron. Los elementos de la casa, único sitio donde se desarrolla el film, componen un diálogo con los silencios. Hay un trabajo minucioso en la elección de las cosas que se encuentran en la casa. Muestran mediante estás cómo los atravesó el tiempo y lo que vivieron juntos. Así es como uno va reconstruyendo parte de su historia, dejando a la imaginación de cada uno los posibles caminos transitados. Aún nombrando estas cualidades y reforzando el buen trabajo que realizan, no se puede dejar de decir que por momentos el ritmo es bastante lento. Las escenas perduran y provocan una incomodidad interesante, sobre todo por las escenas de sexo, pero la película se extiende más de la cuenta en los tiempos y genera resultados contradictorios: a veces funcionan reforzando al todo y en otras ocasiones generan un desapego.
A UNA SOCIEDAD QUE DA LA ESPALDA LE TOCAMOS LA NUCA Javier Fesser se anima a trabajar una temática que muchas veces se ha visto plagada de prejuicios. A través de un equipo de basquetbol integrado por adultos con discapacidad, Somos campeones logra hablar de una minoría que casi siempre el sistema deja por fuera, más allá de la “integración” que predica. Marco es un entrenador de basquetbol de buena reputación pero de pocos modales. Ese carácter mal llevado, sumado a un poco de alcohol en sangre mientras manejaba, lo llevan a tener que realizar tres meses de servicio a la comunidad. La tarea que se le asigna es dirigir a un equipo de adultos discapacitados. Aún queriendo dejar en reiteradas oportunidades, el temor a cumplir una condena en prisión lo hacen persistir. La obstinación que tiene Marco con el triunfo y la falta de formación pedagógica hacen que a la hora de dirigir a estos jóvenes no realice una adaptación del contenido a enseñar. Pero lejos de ser perjudicial, aunque en una primera instancia parece imposible, esto hace que el techo de los jugadores sea mucho más alto. Lo cierto es que Marco no es realmente el centro de la escena, es sólo el vínculo para conocer a todo un equipo que sabe realmente cómo trabajar el humor. Somos campeones logra mantener el timing desde las conversaciones más disparatadas, las miradas pícaras y los comentarios picantes. Es a través la comedia que el film logra sobrellevar el dramatismo, que muchas veces este tipo de propuestas conlleva. Y es que el drama se torna inevitable porque la sociedad aún no ha avanzado demasiado en debates de este tipo. Más discutido, pero aún vigente, el binomio de la “normalidad” vs “anormalidad” sigue imperando. Desde ahí que siempre la mirada hacia lo distinto sea lo faltante en comparación con lo “normal”. Más que asumido tienen estos adultos la etiqueta que la sociedad les pone, y desde allí es que podemos observar el manejo de otros valores. El humor negro y el sarcasmo son estilos del habla que manejan con sumo dinamismo, y esto es realmente atractivo para los espectadores. Pero además de esto, es posible ver cómo resignifican la idea de ganar. Ser campeones va más allá del triunfo numérico de los partidos, significa sobrellevar las limitaciones. En este sentido, es Marco el que se lleva más aprendizajes de esta experiencia. El equipo lo ayuda a enfrentarse a varios miedos que él tiene. Dado el cambio de lógica, el entrenador empieza a poder ver su vida de una manera muy distinta de la que tenía antes de conocerlos. Somos campeones funciona porque plantea un mayor acercamiento a estos adultos con discapacidad. Cada uno de ellos construye un personaje llamativo, saben cómo trabajar el humor. Por mencionar a un par, Gloria Ramos como Collante y Fran Fuentes como Paquito brillan por la perspicacia de sus comentarios.
UNA AVENTURA DE POCO APRENDIZAJE La atracción que genera la posibilidad de amistad entre dos fieras, como lo son los humanos y los lobos, no pierde vigencia. Pasan los años y siempre hay oportunidades para un nuevo film sobre esta temática; será que lo que vuelve a generar expectativa es la particularidad del vínculo que se puede formar. Alfa habla de esto, pero también explora otras cosas. Y aunque por momentos encuentra resoluciones brillantes, la mayor parte del tiempo se pierde entre algunas imprecisiones. Keda es un joven integrante de una tribu de hace 20.000. Es el hijo del líder y por lo tanto recae en su persona un importante peso por sus actitudes. Llegada su adultez, debe incorporarse a las actividades de los hombres, entre ellas la caza de animales y las exploraciones. En su primera salida, sufre un accidente que lo deja inconsciente y esto le hace creer a los demás que ha muerto. De esta forma el protagonista, al recobrar el conocimiento, se encuentra solo y tiene que emprender la vuelta a su hogar. Se recrea así el tópico del joven que se aleja de su familia para llevar a cabo un camino de crecimiento. En la travesía que comienza es en la que se relaciona con un lobo al que tiene que domesticar. Y es que el film se enfoca en cómo este animal se adapta al hombre y no tanto al revés. Es decir, plantea una distinción entre ellos, que deja por fuera la idea de ser iguales, en una decisión importante que le quita fuerza a la historia. Hay algunos pocos momentos en los que se colocan a la par, y esos son los más interesantes. Hay una apuesta contradictoria en el film. No hay una propuesta contundente en cuanto a las aventuras que vive el protagonista, pero tampoco se termina de explorar el vínculo entre ellos. Es así como las escenas dan la sensación de incompletas o de no estar bien explotadas. Casi que no es posible entablar empatía con el protagonista, aun cuando vemos que tiene varios obstáculos. Y es que a alguna de las trabas con las que se encuentra Keda en su trayecto no se les dedica el tiempo necesario para que logren tener entidad, mientras otras son trabajadas de una manera poco verosímil. En paralelo a lo anterior aparece un aspecto de mucha relevancia para el film: hay una búsqueda constante de una estética especial para Alfa. La fotografía de los paisajes es realmente bella, pero no logra darle énfasis al relato. Pero hay una escena en la que se logra y es memorable: el protagonista queda atrapado en el agua, bajo una capa de hielo, y Alfa corre, junto a él, sobre la superficie tratando de ayudarlo a salir. Vemos en ese momento un trabajo sobre el contraste, haciendo que el momento tome intensidad y que la relación de ellos establezca un lazo. Es posible encontrar algunas similitudes con Una aventura extraordinaria. Entre ella, la más obvia, es la travesía de entablar una relación con un animal poco amigable. Aunque Alfa no explora los primeros planos ni construye una relación tan intensa como supo hacer aquel joven con el tigre. La otra de las relaciones es este juego casi mágico en el que el paisaje se vuelve extraño y uno no sabe si es la belleza hiperbólica o la distorsión propia del estado del protagonista. Pero mientras que en Una aventura extraordinaria esto se daba tras trabajar las condiciones sufridas por el protagonista, en Alfa parecen más bien ser azarosas.
MAR DEL PLATA ENTRE BELLAS IMÁGENES Y EL SONIDO DE LOS VIOLINES Con su segundo largometraje, Mariano Laguyas vuelve a homenajear a Mar del Plata, pero siempre desde una mirada crítica de lo que sucede en la ciudad. Notables son las diferencias con su ópera prima Chau, pero en ambas es posible observar la aparición de un registro visual y temático de este lugar costero. Además del cambio de estilo con respecto a su primer film, en El tiempo compartido podemos observar una mejora radical en la estética audiovisual. Los planos son más prolijos y la imágenes toman un peso mayor. Un elemento fundamental del film son las apariencias y su resignificación a partir del conocimiento de más información. Para esto se realiza durante los primeros cinco minutos un recorrido de imágenes que luego aparecerán en el transcurso y tomarán su impronta, pero que en una primera instancia muestran un significado muy distinto. Sin duda el aporte del departamento de arte conformado por Lucas Bombín y Miguel Monforte ha sido de gran importancia para el logro de estos detalles. El aspecto artístico tiene mucha relevancia porque el film propone como herramienta para contar la historia los flashbacks hacia 1995, cuando Magui vivió en Mar del Plata una etapa que la traumó. En la actualidad, con 45 años, ella vuelve a la ciudad y sus recuerdos aparecen con más lucidez. Aquí hay un gran trabajo de adaptación a la época, desde el vestuario, los peinados y los objetos que utilizaban. En esas idas y vueltas en el tiempo también es posible observar cómo aparecen los cambios en la protagonista. Nos encontramos con la visión de una joven y luego la de una adulta. Su pensamiento es distinto por la propia madurez, pero también el cambio en los conocimientos que se adquirieron en esos años hace que un hecho específico varíe rotundamente de significado (sin spoilers). El film nos acerca a un periodo no tan lejano en el tiempo, pero que establece relaciones muy distintas a las que vivimos hoy. El tiempo compartido sabe trabajar los giros en la narración y sale del lugar común. Quizás su falencia sea su tono excesivamente melodramático. Desde las actuaciones y la música se le da demasiada impronta a un estado de tragedia que invade todo el film. Por último, cabe resaltar que dentro del film hay varios recorridos por diferentes partes de Mar del Plata, vistas desde un drone. Se muestran imágenes muy imponentes y bellas de esta ciudad turística. Sin embargo, Laguyas no se queda en la foto de postal, ya que ingresa a los negocios turbios que se han dado en este lugar, aunque de forma indirecta. El tiempo compartido es un título que al menos puede tener dos significados: uno es el del recuerdo y el otro es tipo de negocio que se llevó a cabo durante un tiempo y por el cual mucha gente fue engañada.
¿QUÉ MÁS PODEMOS COPIAR? Marito y Peter (Darío Lopilato y Grego Rossello) conforman una pareja de amigos bastante dispareja. Uno intenta ser galán y el otro un nerd. Como adultos aniñados sueñan vivir sin su familia por un rato. Las vacaciones de los padres de Marito son el punto de partida para ambos para llevar a cabo sus anhelos. Aunque cada uno tiene un objetivo distinto. Las ideas de Marito son al estilo Mi pobre angelito, romper las reglas establecidas en lo cotidiano, pero las más inocentes como comer en la cama o bailar en ropa interior por la casa. Peter, sin embargo, quiere hacer una fiesta al estilo yankee, a lo grande. Aquí vemos repetir varias estructuras ya conocidas. Y es que ¿Qué puede pasar? se compone de la reescritura de situaciones a las que ya hemos accedido varias veces en otros film. Es así como también se trae de vuelta la historia de dos jóvenes muy inocentes que logran salir victoriosos de pura suerte. El collage de referencias a otras películas, lejos de utilizarse como recurso de culto, refleja las pocas pretensiones que tiene el film. Más allá de eso, el producto asume sus propias limitaciones y logra desenvolver una historia que genera cierto ritmo. El humor que propone es muy básico y los chistes son simples. Vale resaltar que, a diferencia de algunas películas de este estilo, no hay una agresión directa hacia la mujer. No es utilizada como objeto, para entretener la vista y dar relleno a al vacío argumentativo. Sí es notable la recurrencia a los chistes rancios sobre la comunidad gay. Marito y Peter conforman una pareja querible, quizás por su condición de jóvenes poco lúcidos o por asumir sus deficiencias en el film. Ambos logran buena conexión, aunque sus actuaciones no involucren un compromiso desafiante, ya que repiten papeles interpretados en otras propuestas. Por ejemplo, Darío Lopilato realiza una actuación muy similar a la que hacía en Casados con hijos. En tanto, la dupla de Mirta Busnelli y Osvaldo Santoro, madre y padre de Marito, consigue los momentos de humor más rescatables. Sus apariciones son cortas, pero logran captar la atención por su comicidad acertada y por generar en pocos diálogos una idea de la personalidad de cada uno de ellos. Lo demás es un conjunto de chistes fáciles y efectistas.
ANOCHE SOÑÉ CONTIGO Y ESTABA BIEN DESPIERTA En su debut como directora de un largometraje, María Alché presenta una propuesta que apela a los sentidos para poder explorar la ausencia. Familia sumergida relata la vida después de una pérdida cercana. Aquí el duelo no aparece tanto en palabras pero sí pasa por el cuerpo. Marcela (Mercedes Morán) debe continuar la vida luego de la muerte de su hermana Rina. El film se sumerge junto con ella a ese tránsito en el que el dolor parece haberla inundado. El título Familia sumergida resulta muy acertado para poder darle nombre a un periodo de vida bastante confuso. Como quien ve debajo del agua, todo se observa parecido pero perturbado. Es así como toma relevancia en el film el modo en el que se decide contar estos momentos. Lejos de centrarse en la nostalgia la perturbación de Marcela genera dinámica. La pérdida y el estado anímico de la protagonista es trabajado desde lo onírico. El film en su integridad genera una confusión tal que no nos permite saber si somos parte de un sueño o si realmente lo está viviendo la protagonista. Los ambientes, las actuaciones y la estética nos transportan a situaciones variadas en las que parece haber alguna distorsión. En cuanto a la estética, podemos hacer foco en la casa de la familia. Las confusiones de Marcela bien podrían estar reflejadas ahí. El aire falta en este lugar que comparten los cinco integrantes, muchas veces vistos todos juntos en un mismo espacio. Está lleno de ruidos en paralelo como el de la televisión, el lavarropas, y las conversaciones entre ellos. La luz entra poco, aunque cálido por momentos, generalmente el ambiente aparece bastante oscuro. La cantidad significativa de platas dan la sensación de invasión y de estar acorralado. Junto con esta impresión de asfixia, podemos resaltar la gran cantidad de objetos y cosas presentes en la casa. Las relaciones entre los integrantes de la familia son cariñosas, pero aún así el diálogo no abunda. No hay charlas directas en las que manifiesten el dolor por la muerte. Las angustias se disfrazan y aparecen con otras formas. Es así como se establecen peleas entre hermanos que de fondo mantienen ese estado de malestar. El juego es otro de los recursos que se utiliza como forma de acercamiento entre ellos. Este aspecto permite que los actores se luzcan. Es el caso de Federico Sack al que se lo ve en varios momentos generar cantos bizarros y bailes para que la madre sonría, sin embargo la naturalidad que obtiene no parecen tener un fin en sí mismo más que el disfrute del momento. Estas escenas le sientan muy bien. Si hablamos de Laila Maltz, quizás el análisis es distinto, en sí es una actriz que genera ambientes extraños, incómodos y cómicos a la vez, lo que también puede observarse en otras puestas como en Música para casarse o en la serie Tiempo libre. Aunque sus personajes son distintos, Laila siempre sabe cómo generar humor, aún en situaciones de dolor. Quizás uno de los elementos más importante del film es la sensación de confusión, tanto de la protagonista como de los espectadores. La muerte de Rina desata en Marcela planteos que quizás antes no se había permitido. Desde la utilización del primer plano, en los que podemos verla con miradas perdidas, hasta conversaciones y acciones en las que no tiene filtro aparece esa idea de caos mental mezclado con una genuina manifestación de sus sentimientos. Por otro lado, hay escenas en las que se puede ver de forma más nítida un sentido onírico. Cuando la protagonista parece estar más perdida, aparecen situaciones en las que se mezclan recuerdos con situaciones presentes. Vemos así la yuxtaposición de conversaciones, personajes singulares y situaciones extrañas como el juego de envolverse en una cortina. Dentro de ese dispositivo, Morán logra explotar su figura caracterizando la crisis desde ese cuerpo que deambula en lo que ha quedado luego de la muerte. En Familia sumergida, compone una actuación mucho más desafiante y supera con creces sus performances en El Ángel y El amor menos pensado.
LA VEJEZ ES UNA GRAN OCURRENCIA Podríamos decir que Lucky es una película de personaje, en la que todos los elementos están supeditados a él. La minuciosa y delicada narración que entabla el film le permite explotar el cómo por sobre la historia. Es así que la película vuelve significativas diferentes escenas de la cotidianidad de un hombre en sus últimos años de vida. Hay un proverbio africano que dice “para educar a un niño hace falta una comunidad entera”. Bien se podría aplicar a la vejez. En Lucky, vemos cómo un hombre necesita de todo un pueblo para pasar sus últimos años de vida. Este es un film que logra explorar la amistad. La rebeldía característica de este personaje lo hacen una persona especial y foco de la atención cuando aparece en cualquier lugar. Él representa un espectáculo en sí mismo. La estética del personaje es una de las herramientas que se utiliza para generar una mayor atracción Cuando su cuerpo se ha vuelto débil y arrugado, como podemos verlo en su pijama de pantalón corto y musculosa, en su mente aún cabe un espíritu a lo John Wayne, su ídolo. Su look es característico: un sombrero, camisa oscura, campera con bolsillos, pantalón de jean y botas texanas. Sus creencias y actitudes se han quedado en el tiempo. Le cuesta entender que la mujer ocupe lugares de toma decisión, como también se sorprende cuando dos hombres se besan. Lo vemos realizando una rutina de ejercicios diarios como los haría en su juventud. Es posible observar cómo le es inadmisible ser un hombre y a la vez ser débil y tenerle miedo a la muerte. El ambiente es otro de los aspectos que también funciona describiendo al personaje. Es posible observar los espacios abiertos y desolados, con un estilo desértico del western. La casa es ordenada y austera, con objetos avejentados. Vemos también una televisión moderna en la que aparecen programas de cuando él era joven y un cuadro de cuando él era marino. Lucky es un personaje testarudo, tranquilo pero inquieto, rudo pero también querible. Con sus 90 años empieza a darse cuenta de que ha envejecido y que la muerte le es próxima. Aún viviendo sólo y sin tener una familia, este hombre formó vínculo con las personas con las que contacta a diario, los mozos del café, la kiosquera y los clientes habitué de un bar. Todos aquellos perciben el miedo de aquel hombre y aun sin demostrárselo lo contienen desde la escucha. Las conversaciones que entablan son de carácter simple, pero alcanzan una profundidad tal que se tornan filosóficas. La muerte, la amistad y el amor son algunos de los tópicos que desarrollan. El mal genio de Lucky le da un giro a los diálogos en los que plantea siempre una disputa. Lejos de verlo como algo provocativo, sus amigos entienden el juego que él propone y redoblan sus apuestas peleándolo, pero sin nunca perder la ternura. Los momentos de diálogo que genera el film son atractivos y dejan lucir a cada uno de los personajes. La vejez da lugar a las ocurrencias, y en este caso, las amistades de Lucky desarrollan con él conversaciones disparatadas. Lucky representa a esos personajes que no dejan nunca de sorprender. Uno aprende a quererlo por su sencillez y brillo propio. Quizás una de las escenas en las que más se luce es en la que canta un bolero en castellano. Pero no sería tan llamativa si no contara con un cuidado trabajo de guión.