Anexo de crítica: -Políticamente incorrecto como siempre, el realizador polaco de 78 años que todavía no puede pisar suelo norteamericano por sus acusaciones legales -por eso filma a París como si fuera Nueva York- se toma apenas 90 minutos para desnudar la hipocresía de la burguesía y demoler con inteligencia, cinismo, acidez y gran sentido del humor, las máscaras de la corrección política a partir de un pleito doméstico entre dos niños, que no son más que el reflejo distorsionado de sus mediocres padres, en un derrotero frenético que va desde la camaradería hacia la despiadada crítica social en un registro prácticamente teatral donde la riqueza en las actuaciones se lleva la mejor parte y la impecable puesta en escena todos los aplausos.-
Renegado de otro planeta Para tener una dimensión aproximada de esta nueva apuesta de los estudios Disney a una franquicia con posibilidades reales de perdurar cinematográficamente hablando, debemos comenzar por decir que John Carter es un personaje proveniente de la literatura, creado por el padre de Tarzán, el escritor Edgar Rice Burroughs. Protagonista de lo que se denominara las series marcianas (no confundir con Ray Bradbury), su primera aparición data del año 1911 en las entregas periódicas, publicadas en la revista All Story Weekly capítulo por capítulo con el título Una princesa de Marte, que luego daría lugar con el correr de los años a un conjunto de novelas hasta completar la serie en 1964 con John Carter de Marte, que luego en el año 77 volvería a resurgir con un comic de la Marvel llamado John Carter:Warlord of Mars. Siempre ubicándonos en el contexto histórico, el valor de este relato, que mezcla algunos elementos de ciencia ficción con fantasía -nutriéndose de características de novelas medievales con caballeros y princesas en apuros- se debe en mayor medida al aspecto visionario de su autor, quien imaginó que mediante un viaje en el plano astral su personaje, un renegado del ejército confederado que descubre una mina de oro, podría viajar interplanetariamente con la particularidad que tanto en un plano como en otro existe una copia idéntica de sí mismo. Así las cosas, el extraño aparece espontáneamente en medio de guerras planetarias en el planeta Barsoon conocido en la tierra como Marte, cuya aridez y sequedad obedece a la desaparición de los océanos. Este antihéroe terrícola convertido en salvador del planeta rojo se enamora de una princesa marciana y lucha codo a codo junto a los nativos verdes de cuatro brazos (voces de Willem Dafoe, Samantha Morton) para librarse del yugo de un poderoso villano que busca desposar a la princesa Dejah Thoris bajo la amenaza de destruir su reino, Helium, a las órdenes de su padre el rey Tardos Mors, en caso de que ella no acepte casarse. A grandes rasgos de eso se ocupa el primer capítulo de esta saga cinematográfica John Carter entre dos mundos, dirigida por Andrew Stanton (Wall E), quien también escribió el guión junto a Mark Andrews y Michael Chabon, donde en una primera mitad un prólogo bien desarrollado nos introduce en la historia de un joven, el mismísimo Edgar Rice Burroughs (Daryl Sabara), que hereda de su tío John Carter una misión y un diario íntimo en donde revela pormenores de su extraña historia de vida para luego trasladarlos a la época de la guerra civil en la que se aventura como soldado desertor de la causa que lo obliga a aniquilar a los indios Apaches y que por un hecho fortuito termina escondido en una cueva para luego aparecer en el planeta ya citado donde cuenta con una ventaja física al no existir gravedad, la cual le permite saltar a grandes alturas, así como desarrollar fuerza muscular por su anatomía. Los parecidos de esta primera parte con Pocashontas (también ocurría algo similar con Avatar) no son casuales, básicamente por la intención de mostrar el choque de culturas entre nativos y un extraño de otro planeta como es el caso de este oriundo de Virginia –lo apodan Vorginia- devenido guerrero por abrazar una causa que sí considera noble: la liberación de un pueblo sojuzgado por el poder de un tirano bajo la mirada atenta de unos seres superiores que parecen digitar los hilos de los destinos de la historia de la humanidad desde sus orígenes hasta sus extinciones planetarias. Estos seres, llamados therms, operarán como equilibrio de fuerzas entre buenos y malos, en una trama rica en aventuras y peripecias para todo público (cabe aclarar que el original literario era mucho más oscuro que esta versió atp) que es justo decir no gana valores cinematográficos extras por el uso del 3d -teniendo en cuenta que su presupuesto arañó la cifra de 250 millones de dólares- más allá de los convencionales, aunque eso no significa que no pueda disfrutarse de la imagen, la profundidad, los decorados y sobre todo del despliegue visual a la hora de resolver escenas de pura acción y adrenalina. Tal vez el elenco elegido no termine de convencer en cuanto al protagonista Taylor Kitsch al que le queda bastante grande el personaje de John Carter (pasó lo mismo con Harrison Ford cuando George Lucas lo eligió para interpretar a Han Solo en la mítica Stars wars que debe mucho a esta serie), así como su interés amoroso Lynn Collins en el rol de princesa Dejah Thoris, quien más allá de su belleza natural dice muy poco en materia interpretativa. Mark Strong como siempre aporta el sello distintivo con un personaje que seguramente dará que hablar en las próximas entregas. Por ahora resta por decir que nace un nuevo producto con pretensiones de convertirse en épica cinematográfica en el futuro, de la mano de un director que sabe de sobra cómo entretener al público menudo y no tan menudo también.
Anexo de crítica: -Un film que hace agua por donde se lo mire más allá de su enorme parecido con 50/50. Amor por siempre (A Little Bit of Heaven) derrapa como historia romántica dado que entre Hudson y el mexicano Gael García Bernal no hay química alguna y su romance no es para nada creible, así como tampoco lo es el forzado deterioro de la protagonista por no mencionar el costado de fantasía o revisión del mito del Fausto que quita todo tipo de seriedad a la historia.-
Anexo de crítica: -Quizás estemos con Drive frente a uno de los mejores films del año aunque parezca exagerado y seguramente su destino termine en la supervivencia de pocas salas. Más allá de su estética neo noir y su distancia emocional es una interesante propuesta a contracorriente de los dictados mainstream, despojado de todo mensaje aleccionador y pirotecnía que no aporta otra cosa que ruido dejando muy poco margen a los códigos del género pero que se siguen llamando películas de acción. Drive es un film sin concesiones y eso puede molestar a más de uno o a aquel espectador que vaya en busca de espectáculo y persecusiones bien filmadas. En resumen: Drive es la tragedia de un personaje hábil para conducir autos por rutas peligrosas pero que está lejos de saber conducir su propia vida dado que el camino elegido es de una sola mano y sin retorno, donde frenar significa morir.-
Lo que pudo haber sido y no será Este documental sinfonía (así se denomina a aquellos proyectos que pretenden retratar a la metrópolis) presentado en la edición número 12 del Bafici tiene como eje el centro porteño en los alrededores del Obelisco y como epicentro la calle Florida. Con una buena edición en el montaje de imágenes que se yuxtaponen y buscan relacionarse, por un lado dialécticamente y por otro simplemente a partir del contraste, por ejemplo movimiento y quietud; ruido y silencio, el film de Sebastián Martínez nunca pierde la brújula y se ocupa de una arista tan visible de la ciudad de Buenos Aires, con su fauna variopinta de vendedores, transeúntes apurados, evangelistas y viejos fantasmas que no la abandonan que, vista en detalle, parece ajena pero gracias a la capacidad de observación del realizador recupera el sentido del conjunto. Ese es el mayor mérito -más allá de los valores estéticos y la armonía en los planos- de su director, que no cayó en el atajo facilista de la mirada turística o “for export” sino que penetró en lo más recóndito, lo más sucio y lo más decadente; la radiografía cruel que nos sigue representando como el país tercermundista que somos donde lo marginal se escurre en cada rincón de la urbe ante la indiferencia de los ojos apurados que prefieren mirar hacia abajo. En Centro, la cámara de Martínez hace todo lo contrario: mira y observa de frente aunque lo que encuentra no es precisamente una postal bella sino la imagen de lo que pudo haber sido y no será.
Anexo de crítica: -Con algunos altibajos y excesos narrativos; subrayados innecesarios que le quitan fuerza pero siempre atenta al tono y a crear constantes momentos de emoción al borde del chantaje emocional, Tan fuerte y tan cerca (Extremely Loud and Incredibly Close) podría haber sido mucho más sentimentalista y amarillista de lo que terminó siendo aunque sin lugar a dudas la deslumbrante actuación del protagonista y el apoyo de un elenco sólido de secundarios sube el listón porque más allá de las concesiones del guión la película de Stephen Daldry no hubiese llegado a ser efectiva de contar con otra galería de actores generosos como Tom Hanks.-
Anexo de crítica: -¿Salvar a la humanidad o jugar bromas pesadas con los amigos? Bajo esa insustancial premisa se dilapida nuevamente una propuesta en base al falso documental ya explotado hasta el hartazgo por la maquinaria de la mediocridad llamada Hollywood. No hay ideas en el film, simplemente valores de producción agregado a un entretenimeinto pasatista donde no pasa absolutamente nada durante 40 minutos hasta que llega el descontrol y la furia adolescente por un guión que parece escrito por los mismos adolescentes. Una película que se rie de sí misma pero no por mérito propio ni de su guionista sino por su ridiculez.-
Anexo de crítica: -Deudora en cuanto a lo formal de todos los falsos documentales de terror de la última temporada, esta nueva propuesta de posesiones satánicas redunda en clichés, es elemental a nivel narrativo y no aporta ni siquiera la cuota mínima de tensión o momentos elaborados para el sobresalto de la platea. Sería hora de cambiar y terminar de una vez por todas de vivir del éxito de lo que fuera la original El Proyecto Blair Witch y dejar descansar -aunque sea por unos años- a la inigualable El exorcista.-
Anexo de crítica: -Con ciertas reminiscencias al cine de la Nouvelle Vague, esta opera prima marca el debut de un director con una búsqueda personal propia y estilo poco convencional para hablar desde un lugar singular sobre las ausencias y los conflictos familiares sin agotar el planteo en causas sino más bien abriendo el juego a la incorporación de elementos genéricos para contar una historia que bordea la tragedia.-
El arte de vender Novias, madrinas, 15 años, es el título de este documental atípico que formó parte de la Competencia Argentina en el último Bafici. Hace referencia a la especialidad de la sedería kreal, ubicada en pleno barrio de once, en la calle estratégica donde se encuentran los negocios que venden telas y que son visitados asiduamente por mujeres de todas edades en busca del vestido de sus sueños. La particularidad de este local es sin lugar a dudas el grupo de vendedores, todos ellos con una personalidad e historia diferente como el jugador compulsivo; el loco inofensivo; el coleccionista de estampillas o aquel que se confiesa fanático de los Beatles y de Whitney Houston al mismo tiempo y recita de memoria la lista de temas del disco Abbey Road. Ellos y su carisma muy marcados son los protagonistas de este relato documental que la cámara de los hermanos Diego y Pablo Levy logran capturar en un juego que va desde la impostura a la espontaneidad en un segundo sin perder el eje de la trama: el universo interior de un local tradicional que vende sedas. Los realizadores merecen un reconocimiento doble por este hallazgo ya que por un lado encontraron el tono justo para retratar la actividad de su padre Elías Levy, dueño de la sedería, sin recaer en un típico documental de familia y por otro apelaron a la naturalidad de sus empleados con testimonios bien dosificados a cámara que conjugan humor, ternura, amor por lo que se hace y un magnetismo pocas veces conseguido en este tipo de personajes. El resto es para que el público se deleite con este convite singular, fresco, no solemne y conozca un mundo poco explorado por el cine, que gracias a una cámara lúcida, atenta y no invasiva que deja que cada testimonio fluya, sumado a un montaje prodigioso, realzan la pantalla y contagian ese vigor necesario para volverse inolvidable durante los 60 minutos de metraje. Detrás de las tafetas y los encajes, apilados ordenadamente en el local, se encuentra oculto el relato de una historia familiar rica, tanto la de los cinco empleados como la de su patrón -parco pero de buen corazón según lo que ellos declaran- en anécdotas, porque en definitiva eso es lo que representa este conjunto variopinto, unido por el afecto de décadas en el mismo trabajo, siempre al servicio de las demandas y caprichos de las clientas, aunque conocedores natos de la psicología femenina, quienes a fuerza de creatividad y pasión por el oficio hacen de la sedería Kreal un espacio apto para ser filmado y por supuesto descubierto por aquellos que buscan rarezas en un micro universo donde todo parece igual y repetido como las sedas.