Mucho más que un film sobre eutanasia Con admirable fuerza operística, el veterano Marco Bellocchio vuelca en un puñado de historias las emociones contrapuestas que provocó en el pueblo italiano el caso de Eluana Englaro, muerta de forma natural tras haber pasado 17 años en estado vegetativo. El pedido de su padre para desenchufarla había transitado diversos estrados judiciales a lo largo de una década, hasta llegar a la Corte Suprema, en tanto se levantaban las polémicas entre sectores favorables y contrarios a la eutanasia. Médicos, jurisconsultos, familiares, políticos, gente común, cada cual tenía su propia opinión, incluso los propios religiosos disentían entre sí (la Iglesia es contraria a la eutanasia pero también al "encarnizamiento terapéutico" que sólo prolonga artificialmente la vida). La muchacha, finalmente, murió en momentos en que el primer ministro buscaba imponer un decreto obligando a la continuación del tratamiento, un modo de ignorar la decisión que la Corte Suprema había tomado meses antes. "Nos comentaron que se la ve bien, rozagante, y que de hecho estaría en condiciones técnicas de dar a luz", llegó a decir el inefable Berlusconi, para justificar ese decreto. La película de Bellochio no hace la crónica de esos hechos, ni se centra en la historia de los Englaro. La propuesta es otra: reflejar otros casos, diversas posiciones, brindar mayores perspectivas y recordar también los nervios de aquellos momentos, hace apenas tres años. Seguimos entonces la representación de algunos "casos personales" ambientados en distintos lugares de Italia: una actriz que abandonó su profesión para volcarse al rezo histérico, un senador puesto a obedecer a su conciencia o al partido, su hija que tiene razones personales para declararse "pro vida", un médico emperrado en salvar a una drogona que quiere suicidarse, etcétera. Bellocchio hace que cada uno exponga lo suyo. Cada cual siente y nos hace sentir lo que le pasa. El tema es demasiado grave como para imponer una única opinión. Y demasiado angustiante como para clausurar una posibilidad, de esperanza o de piedad, según cada cual vive su propio calvario. Excelente trabajo, angustiante. Liberador, también (dicho sea de paso, en Argentina, a partir del caso Herbón y otros, se impuso el año pasado la Ley de Muerte Digna, que permite a pacientes terminales, o sus familiares, rechazar tratamientos que prolonguen inútilmente sus vidas).
Mediana cosecha de “Historias breves” Buena noticia: tras diversos vaivenes, el ya histórico compendio anual de cortos que coordinan Bebe Kamin, Eddie Calcagno y Paula Rizzi afirma su regularidad. Si esto sigue así, volveremos a tener un "Historias breves" por temporada. Ya se sabe, hay concurso de guiones, el Incaa elige y ayuda a los que a juicio de un jurado parecen más interesantes y factibles de realizar, y se presentan luego al juicio del público, que alienta a algunos e ignora o perdona a varios otros. Mala noticia: la cosecha de este año no es de las mejores. Lo que no significa que sea del todo desechable. Hay por lo menos dos relatos bien destacables: "El conductor", de precisa resolución y buena advertencia (Maximiliano Torres, unos kilómetros en el viaje de una familia malhumorada por la ruta) y "Liebre 105" (Sebastián y Federico Rotstein, creciente angustia de una presumida en el solitario estacionamiento de un shopping, bien actuado pero medio alargado). Sergio Boris y Celina Font en el primero, Giselle Motta en el otro, se lucen debidamente. Un pasito más atrás están "Vida nueva" (Lucas Santa Ana, cordial pintura de un fin de año en familia), "Cuestión de té (María Monserrat Echevarría, un niño percibe como falsos muñecos Ken y Barbie a los mayores que falsean una buena relación de pareja) y "Superficies" (Martín Aliaga, dura representación de un proceso de bullying en una secundaria de varones). Acaso también "El ramal" (Mena Duarte, un crimen liberador en medio de una fiesta obligada). Señalable trabajo con gran cantidad de actores y locaciones tienen estos cortos, y el elenco de adolescentes buscapleitos de "El ramal" es muy atendible. Completan la lista "El olvido" (Fermín Rivera, un hombre reencuentra algo de su infancia perdida en los 70), "El desafío" (Andrés Arduin, variante de una historia campera de ánimas pendencieras) y "De cómo Hipólito Vázquez encontró magia donde no buscaba" (Matías Rubio, un cazatalentos de fútbol encuentra otra forma menos comercial de disfrutarlo).
Correcto retrato de la pensadora Hannah Arendt Quizá no sea ésta la mejor película de Margarette von Trotta, pero igual es muy interesante, porque su personaje lo es, porque sus reflexiones no dan tregua, porque además, sin simplificarlas demasiado, el guión ayuda a comprenderlas y describe el proceso de elaboración de su más famoso libro: "Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal". Y las reacciones que soportó, por no atenerse al pensamiento único sobre el Holocausto y la barbarie nazi. Como se sabe, Hannah Arendt también fue crítica con los propios líderes judíos e incluso con el propio secuestro de Adolf Eichmann y su juicio en Jerusalén. Correspondía, sostuvo, un jurado internacional como el que condenó a sus compinches en Nuremberg (precisamente, él era uno de los requeridos para Nuremberg, pero logró escapar a tiempo). ¿Cómo discutir esas posiciones, y analizar asimismo algo inesperado, a saber, la mediocridad del asesino? Un fulano que organizó el transporte de millones de víctimas, solo amparándose en la ley entonces vigente. Ni genio del mal, ni sádico criminal. Apenas un burócrata indiferente, complacido en la eficacia de su organización ferroviaria al servicio de su gobierno y de una ley que le parecía correcta, sin entrar en detalles. No es ése el único tema de la película. Se le critica la forma, cercana al telefilm. Pero la obra está bien hecha y dice lo suyo con claridad, que es lo importante. Y asimismo pinta un buen retrato de la pensadora (negaba ser filósofa), profesora, amiga y buena esposa, ella misma también sobreviviente, exiliada y calumniada por su comprensión de los mecanismos mentales de quienes pensaban distinto, desde sus maestros en el campo de la filosofía, hasta sus verdugos en el campo de exterminio. Otro motivo hace interesante a esta película. Su protagonista es Barbara Sukowa. Cuarta colaboración entre Sukowa y von Trotta, desde "Las hermanas alemanas", "Rosa Luxemburgo" (que recibió objeciones similares a las de ésta), y la aquí desconocida "Vision - Aus dem Leben der Hildegard von Bingen", sobre la monja benedictina consagrada como doctora de la Iglesia en la Baja Edad Media.
Pasaron tantos años, y el asunto fue tan manoseado, que los viejos estremecimientos ante el hallazgo de fosas comunes y otras evidencias del horror a veces hoy parecen tamizadas por la política. Este documental de Rodríguez Arias revive aquellas emociones desde un lugar más noble y objetivo, el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, Eaaf. Aunque siempre se destacó su importancia, recién acá vemos la historia de esta organización. Cómo fueron sus primeros pasos, cómo surgió la idea que permitiría recuperar e identificar los cuerpos, el reemplazo de la pala mecánica por los delicados instrumentos de la investigación antropológica, el gran aporte de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, y la llegada de hombres providenciales, como el forense Clide Snow. Lo convocó el gobierno alfonsinista cuando el Juicio a las Juntas, y se quedó tres años, hasta dejar un equipo plenamente formado. Morris Tidball, Erin Stover y Mary-Claire King, son otros nombres claves de aquel momento. Patricia Bernardi, Luis Fonbrider, Mercedes Doretti, Víctor Penchaszadeh y Alejandro Inchaurregui, algunos de los que tomaron la posta, siguen en la lucha y hasta brindan asesoramiento en otros países, empezando por Filipinas y media Latinoamérica. No falta el recuerdo de desentendimientos con funcionarios políticos o empleados de la Morgue Judicial, los vaivenes de algunos gobiernos, el paso enorme que significaron desde 1991 los análisis de ADN, primero en laboratorios de EE.UU. y Gran Bretaña, que colaboraron gratuitamente, y ahora en un laboratorio de Córdoba. El doctor Carlos Vullo es la figura de esta nueva etapa. Se cuentan algunos casos puntuales, como el de la hija de Estela de Carlotto, y se suman fragmentos de la película de Pablo Ratto "El último confín" (de lo mejor en estos temas), el registro de la multitud de esqueletos amontonados en San Vicente, noticieros de CNN (cuando todavía se mencionaba la cifra de "más de 10.000 opositores desaparecidos"), y hay hasta un bloque de "Almorzando con Mirtha Legrand", donde un joven forense explica en el living, sin que nadie lo interrumpa, los detalles de su trabajo. Hasta el momento, la Eaaf recuperó más de 1200 cuerpos de desaparecidos. Al cierre de esta película, 577 de ellos ya habían sido identificados.
Otoño de 1960. Por la ruta desértica rumbo a Bariloche, para hacerse cargo de la hostería de la abuela alemana, una familia entabla relación con un médico veterinario experto en genética. La nena de la familia tiene problemas de crecimiento. El profesional se ofrece a tratarla. Hay quienes aceptan, y quien se muestra reticente. Bastante después empezarán a preguntarse algunas cosas. Tal es, básicamente, la intriga. La familia procura afianzarse en terreno hermoso pero exigente, la niña despabilada empieza a sentir curiosidad por ciertos misterios, el vecindario los provee a niveles peligrosos, en el colegio los alumnos mayores mantienen ideas y comportamientos inquietantes, el médico es afable y cerrado al mismo tiempo, seductor de comportamiento extraño pero resultados esperanzadores, con una rara inclinación por las muñecas. ¿Importa saber más, si la nena empieza a crecer? Ya bastante tiene la madre con su propio embarazo. ¿Importa saber también el nombre del médico? ¿Qué hizo quince años atrás en otro lugar? ¿Qué puede hacer todavía en éste, de bueno o de malo? La historia es ficticia, pero el personaje existió de veras, y en el espejo de esa familia podemos apreciar las diferentes etapas de una sociedad, desde el respeto y la admiración hasta el aprovechamiento y la discreta connivencia, y recién cuando la cosa cambia, el juicio moral. Sería tentador aplicarles el test de Milgram sobre deslindamiento de responsabilidades. En su novela "Wakolda", Lucía Puenzo nos dice desde el comienzo quién es el sujeto (un médico que abusó más que otros de la omnipotencia del título para hacer experimentos sin mayor respeto ni protocolo). Pero en su película, quien lleva la historia es la nena. Solo junto a ella, de a poco, iremos conociendo las cosas. El resultado es, en varios aspectos, mucho más interesante. En verdad, casi todas las variaciones fueron para bien. No vemos la perturbadora fascinación infantil que pinta el libro (para ciertos temas la literatura tiene más libertades que el cine) pero en cambio muchas situaciones y algún personaje lateral se hacen más convincentes. Ayudan a ello las excelentes actuaciones de la niña Florencia Bado, Natalia Oreiro, Diego Peretti, el catalán Alex Brendemühl y Elena Roger, la ambientación precisa y el vestuario sencillo pero cuidadosamente de época (respectivamente, Marcelo Cháves y Beatriz Di Benedetto), una fotografía que contrapone sin subrayados la inmensa belleza del lugar con la mísera ruindad de los hombres (no lo parece pero es el primer trabajo de Sebastián Puenzo como director de fotografía), el sonido y la penetrante música. Rodaje en Tunkelen y alrededores. Asesor, Carlos Echeverría, experto conocedor del nazismo en Bariloche ("Pacto de silencio", "Juan, como si nada hubiera sucedido").
Comedia picaresca de bajas calorías Al precio de arruinar su buena fama, un grupo de buenos artistas ha pasado una (esperemos que grata) estadía en la isla Margarita. La excusa fue filmar la película hispano-argentino-venezolana que ahora vemos, y que se anuncia como comedia romántica pero es más bien picaresca de bajas calorías, herencia del vodevil desteñida por el sol del Caribe. El argumento es nimio, aunque permite ilusionarse, porque hace convivir a un joven matrimonio en crisis dueño de un resort especializado en mieleros y similares, sus distinguidos clientes y amigos, la empleada más que apetecible y en dulce e insistente oferta, el cantante melódico berreta que hace el galán cada año con una enamorada distinta, y la bolilla que faltaba: un recién casado que viene solo porque se peleó en el viaje. Sorprende Martina Gusmán haciendo por primera vez una comedia. Pero no hace un personaje humorístico, sino una mujer cansada del marido. Se luce, sobre todo, cuando su rostro expresa esos instantes de sospecha o fastidio propios de una esposa a punto de dar el portazo. Nicolás Cabré se luce, en cambio como el chanta infeliz que llora su soledad viendo "Cristal" por enésima vez, y Paula Kohan también hace un buen aporte como aparición sorpresa. Doble sorpresa en este caso, porque le cae justito a quien no se la esperaba. El lado español es más flojo. El director Roberto Santiago seguramente se insoló, porque ha hecho cosas mejores, incluyendo "El penalti más largo del mundo", sobre cuento de Osvaldo Soriano. El animador Antonio Garrido salva su personaje de galán cantante (salvo cuando canta) pero daba para más. Dafne Fernández es una muñeca encantadora, pero le dieron menos. Y Santi Millán es para darle palo hasta que pague la estadía. En cambio hay otro lado de origen colombiano, ah, lado izquierdo, derecho, frente, derriere, que da gusto contemplar y encima sabe lucirse como comediante en una escena de enamorada triste y borrachita: la mulata María Nela Sinisterra. Un gusto, y vive en la Argentina.
De un cine artesanal de barrio a un esteticismo a la moda Raúl Perrone, proclamado cultor de un cine básico y directo, autor respetado entre los amantes del bajo costo y los habitantes de Ituzaingó, donde siempre ambienta sus pequeñas historias de viejos y adolescentes sin iniciativa ni mayor futuro, se ha dejado tentar por el esteticismo y la grandilocuencia. Su nueva película impresiona más por las formas y la larga duración, que por el contenido. Corresponde, quizás, explicar algo. Sus obras son habitualmente breves, y varias de ellas pueden ordenarse en trípticos. La que ahora vemos, con las rutinas de unos skaters de Zona Oeste someramente asediados por la fama de un dealer, los padres, la policía, y la muerte en accidente glorioso, dura 157 minutos, es decir más de dos horas y media, pero como se divide en tres partes y una coda fácilmente puede entenderse que estamos ante un tríptico de menos de una hora cada parte. Lo que no se entiende es el nivel exagerado de algunos elogios que ha recibido, y con los cuales sólo se puede coincidir enteramente en un punto: la película es realmente hipnótica. Quizá cierta tendencia a las reiteraciones y la mínima trama provoquen alguna pérdida de atención en el espectador. En compensación surgen momentos estilizados, envolventes y engañosamente calmos, que fascinan a más de un habitué del cine minimalista. Entre ellos, el famoso director tailandés Apichatpong Weerasethakul, ganador de la Palma de Oro en Cannes, que en carta al productor ejecutivo Pablo Ratto definió la experiencia "como una explosión de energía juvenil que poco a poco se desintegra y te deja con lágrimas fantasmales". Lo de explosión de energía es exagerado, pero este hombre sabe de lágimas y fantasmas, y hasta se ofrece a salir de garante en la difusión internacional de la obra. Quién sabe si Perrone esperaba algo semejante. Tampoco muchos seguidores esperaban que su cine casi casero, artesanal, se volviera tan cuidadoso de las formas y de los climas, e hiciera trascender más allá del naturalismo a sus criaturas. Porque esto último ocurre de veras. Sus retratos de chicos intimamente afligidos por algo inasible tienen más fuerza de lo habitual, gracias a una música enrarecida con dejos alternativos de ópera y cumbia, el uso de intertítulos de tipografia moderna en vez de diálogos sonoros, y el refinado blanco y negro que potencia el atractivo visual de un skatepark bajo autopista y otros lugares. Pero esos retratos apenas cuentan historias. Y la película es bastante larga.
Calma ancestral no apta para público ansioso Esta película puede ser un deleite inefable para unos, y motivo de una buena y profunda siesta para otros, y en ambos casos por la misma razón: la placidez ancestral que se desprende de sus imágenes y sus criaturas, registradas en uno de esos pueblos perdidos en el tiempo y en los montes, pueblos de viejos, donde todo transcurre en calma y las puertas permanecen abiertas sin problema. Apenas hay unos pocos jóvenes, también calmos, y muy de vez en cuando una noche de fiesta. La acción, si así puede llamarse, transcurre a las orillas del rio San Francisco, en el norte de Minas Gerais. Allí pasa sus días una viuda octogenaria, con la cercanía de quienes la aprecian y también la cercanía del espíritu del finado, que en cierto modo no la abandona. Nadie tiene mucho que hacer y casi nadie hace nada, salvo pasar el tiempo, charlar despacio, lanzar al aire un canto que viene de quién sabe qué abuelos, sentarse al fresco de la noche, fantasear un poco, preparar un viaje. "El tiempo no para. Quien para somos nosotros", reflexiona la vieja. Pero como algo natural, distinto al dramatismo de la portuguesa Argentina Santos cuando canta aquel fado que empieza pidiendo "Volta atrás, vida vivida", y culmina con la misma constatación: "Meu Deus, como o tempo passa / dizemos de quando em quando. / Afinal, o tempo fica (queda)/ A gente é que vai passando".
Buen registro de probada obra del Grupo Catalinas La epopeya de la Gran Inmigración y su crisol de razas, con todos aquellos que bajaron de los barcos, empezaron de cero e hicieron patria, ha inspirado gran cantidad de obras escénicas generalmente celebratorias o evocativas, y a veces también amargas. En 1990, con las heridas de una reciente debacle nacional, el Grupo Catalinas Sur, de esa esquina de la Boca, creó su propio homenaje, entre tierno y admirado, a sus ancestros. "Venimos de muy lejos" es, desde entonces, una pieza mayor de su repertorio de teatro callejero, y como tal se ha dado en diversos rincones y plazas de la ciudad, y de otras ciudades, y se sigue dando todavía en su galpón de calle Pérez Galdós. En el cincuentenario del barrio, los treinta de la compañía, y los ecos del Día del Inmigrante, que fue ayer, se estrena ahora la película. En ella vemos escenas principales de dicha obra, representadas en distintas partes de Catalinas, otras donde los teatristas discuten acerca de lo que debe mostrarse en la película, y unas más con el boceto de una hilación familiar (el abuelo, el hijo que lo banca y el nieto que está filmando). Enriqueciendo de veras el conjunto, aparecen cada tanto fugaces testimonios documentales de inmigrantes de la Segunda Posguerra e inmigrantes actuales, "cabecitas" que recién están empezando a forjar su propia gesta. Sainete y sátira Esto daba para más, pero al menos lo que hay está bastante bien. Hay partes emotivas, como la canción del comienzo ("Venimo a la Aryentina, queremo laborar"), o la otra sobre las cartas a la familia lejana. Y varias de sainete medianamente logradas. O con grandes títeres, satirizando a la empleada pública y "los milicos" a la manera de un circo político. Y una versión facilona y "políticamente correcta" de aquel raro episodio, cuando en 1882 unos genoveses crearon en serio la Repubblica Independente della Boca ("con amore e libertá, pizza e fainá, dice el cántico) y tuvo que intervenir el propio presidente de la Nación, general Roca. Pequeño detalle que no aparece en la obra: habían informado de la secesión al rey de Italia, al que juraban lealtad. Después otros la fundaron de nuevo, ya solo con intención cultural y humorística. También crearon la Orden del Tornillo, un club de fútbol, famosas cantinas, etcétera. Pero ésa es otra historia.
Cars con alas y módica originalidad Un avioncito fumigador sueña con participar en la gran carrera intercontinental de aviones ultra rápidos. Poco más que si un bote de los que cruzaban el Riachuelo se hubiera inscripto en una competencia de yates Buenos Aires-Punta del Este. Pero como el cine americano practica abundantemente ciertos estímulos tipo "queremos hacer más de lo que esperan de nosotros", "¡tú puedes!", etc, pues allá va nuestro avioncito a la carrera. Comentario corto. Es como "Cars" pero con alas. Comentario largo. Es como "Cars" pero con alas, relativa originalidad, algunos chistes memorables, una escena ideal para que luego los profesores de física desarrollen en clase la relación entre potencia y resistencia, otra escena copiada de una vieja película de guerra donde el piloto queda ciego en pleno vuelo, varios personajes simpáticos, aptos para llenar media estantería de merchandising hasta tanto venga algo mejor, un elogio a la solidaridad deportiva, un par de situaciones medianamente emocionantes y dos propagandas a favor de la U.S. Navy. Ah, también hay un fugaz diálogo de doble sentido para adultos ("sabes de qué hablo"), una historia oculta referida al pasado del instructor de vuelo, empleo adecuado del 3D, y, de vez en cuando, unos conceptos bastante risueños. Por ejemplo, en la India los aviones llaman reciclaje a la reencarnación, y en China comunista el avioncito fumigador es definido como "héroe de la clase trabajadora". Relator de la competencia en la versión doblada al castellano, Gonzalo Bonadeo (en neutro). Director, Klay Hall, conocido por varios capítulos de "El rey de la colina" y otras series. Guionista, Jeffrey Howard, director de arte y diseño de producción Ryan L. Carlson, animador principal Rajendra Praveen, todos ellos provenientes de la factoría "Tinker Bell". Argumento y producción ejecutiva, John Lasseter, garante. Socios, DisneyToon Studios y la hindú Prana Animation Studios. Se pasa el rato.