POESÍA TRIDIMENSIONAL No todos los proyectos llegan a concretarse, por suerte AB existe y hoy podemos disfrutar de su sensual retórica. Los cineastas Andreas Koefoed e Ivan Fund se fusionaron para dar vida a una historia contada en dos partes en donde queda claro que la multiplicidad de miradas sobre una misma realidad son la base de la riqueza narrativa. Araceli y Belén son un par de amigas que viven en un pueblo alejado de Buenos Aires en donde la vida es serena y apacible. El nacimiento de unos cachorros será el puntapié para comenzar una peregrinación en búsqueda de posibles adopciones. La travesía será la excusa para recorrer e ingresar a las casas de estos vecinos tan particulares quienes desde la intimidad de sus hogares nos pintan un exquisito retrato naturalista. Araceli decide dejar el pueblo para irse a la ciudad, Belén intenta encontrar el fundamento de su vida en la exploración de la fe católica. La parte A nos sumerge en un registro semi documental, una cámara imperfecta que acompaña a las protagonistas desde un punto de vista netamente interpelativo mientras que la parte B deja que nuestra percepción se estimule, no solo por su formato en tres dimensiones sino por su alto contenido poético que muchas veces roza lo filosófico. ¿Quiénes somos?, ¿A dónde vamos? Intimista y sutil, con las palabras justas y bellas imágenes pueblerinas, AB sorprende con un lenguaje cotidiano pero rico en tanto texto cinematográfico. Despojada de costosos artilugios nos abandonamos a su espiritualidad. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
HACIENDO CINE Cae la noche en Bucarest es la cuarta película del rumano Corneliu Porumboiu. Un filme en donde la realización cinematográfica se desnuda ante la mirada de sus espectadores quienes no sólo asisten a la trastienda de la producción sino también a la creciente neurosis de su director. Paul (Gabi Cretan) es un cineasta que, atormentado por la proximidad del fin del rodaje, no encuentra la forma para resolver una escena. La falta de imaginación no es el problema. El tema central de sus desvelos es el sentimiento que ha comenzado a surgir con Alina (Diana Avramut.), la protagonista de su filme. El plan es rodar una escena de desnudo pero durante los ensayos lo que parece evolucionar no es la destreza actoral sino una relación pasional. El conflicto está expuesto. El fin del rodaje significa el fin de sus acalorados encuentros y esto no es, precisamente, lo que Paul desea. Extender el rodaje es la opción, pero ¿cómo? Eso cuesta mucho dinero y más de una justificación. La excusa gana la batalla existencial y la producción se extiende. Lo único que queda es el desenlace. Pronto la realidad se confunde con una ficción velada. ¿Dónde está lo real? Hay un filme que se está haciendo pero nunca se ve, ellos hacen el amor pero tampoco se ve y ella practica las acciones de un guión del que no se conoce la historia. El sistema del “cine dentro del cine” funciona a la perfección porque nunca se ve el rodaje de la película de Paul. Cae la noche en Bucarest cuenta más en sus ausencias que en las propias imágenes y eso habla de un cine evocativo en el cuál el sentido no es la mostración de una habilidad técnica sino la constante actividad auto reflexiva. Con un tiempo marcado por las acciones de la pareja protagonista (Paul y Alina) la trama no se desarrolla según el esquema clásico de la narración sino más bien por un movimiento interno en el que se favorece la representación de una atmosfera sobria. El plano secuencia con el que abre el filme es el prólogo a una obra en la que se habla del cine desde un punto de vista ligado a la nostalgia. ¿Filmar en digital o en 35 mm? Más allá de debatir la elección del soporte, lo que aquí se pone en juego es una decisión estética. Las infinitas posibilidades técnicas de lo digital nunca callarán el sensual “ruido” del celuloide. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
Un padre de familia ve flaquear su estabilidad emocional con la llegada de una guapísima estudiante de intercambio quien pronto se ocupará de sumergirse en el centro más íntimo de las relaciones familiares. A través de la lente de Drake Doremus, Breathe in propone momentos de gran belleza fotográfica y delicadeza estética que le dan al filme pinceladas de originalidad ante la tan repetida temática del amor entre el veterano y la joven lolita. En la piel de un hastiado profesor de música Guy Pearce despliega un rol en el que se lo puede observar menos comprometido que en papeles anteriores; tal vez con el afán de no caer en cliches, supuso que abandonando casi el cien por ciento de la dramaturgia a su rostro iba a poder despegarse de la tan temida repetición. Lo que se repite sin tregua es su rutina y es eso justamente lo que lo deja sin aliento, sin exagerar, Sophie (Felicity Jones) fue a Keith Reynolds (Guy Pearce) lo que un oasis es a un caminante en el desierto. Y cómo tal, sólo se trató de un falso espejismo. Inmersos en el universo de las miradas y el deseo sexual contenido se activa la perversión de un espectador que nunca tendrá lo que espera, al menos no en las dosis que corresponderían a un resultado coherente luego de tanta histeria prefabricada. Apurando el desenlace con escenas tantas veces vistas, se quiebra la ilusión cinematográfica y regresamos abatidos a nuestra butaca desde la cual asistimos a una resolución previsible. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
Sueño permanente y ruinas circulares; ópera en decadencia y aires circenses son las cualidades que presenta Amapola, un filme coral en donde la protagonista es la excelente fotografía. Mezcla de sueño y realidad, el Hotel ubicado en una isla anónima es el impreciso espacio geográfico donde ocurre el drama de una familia de artistas. Ama (Camila Belle) es una viajera del tiempo que, sin saber que posee ese don, afronta su destino sin temor al fracaso o al dolor. En su periplo casi mágico o irreal su objetivo es encontrar el amor verdadero. Y es en ese momento cuando por obra de la causalidad aparece Luke (François Arnaud). Un chico muy guapo que sin rumbo ni destino brota del río como la ofrenda que alguna vez Ama le pidió al agua en su infancia. De estructura envolvente, lo que la película pretende transmitir es una constante sensación de reminiscencia. La cual intenta evocar a través de movimientos de cámara circulares o personajes, que en el rol de voces autorizadas de la ciencia cuentan (en un tono híper maniqueo) cómo es posible vivir en dos tiempos y espacios distintos al mismo tiempo. Ante la presencia de tanto elenco estelar, las actuaciones quedan desdibujadas, como por ejemplo el papel de Meme (Geraldine Chaplin) quien, con suerte, aparece siete minutos a lo largo de toda la cinta. Se entiende que aunque aparezca en escena tan poco tiempo su rol es vital para el funcionamiento de la trama aún en su ausencia. Pero la realidad es que, muchas veces, la película quiere sostenerse en su figura pero no logra alcanzar un buen resultado. Lo más destacado es la composición pictórica de los planos que recuerdan el pasado dedicado a las artes visuales de Eugenio Zanetti, quien no duda en declarar que su opera prima es una “obra de arte”. En escenas rodadas en el inventado “salón de los tapices” es en donde ésta característica se desarrolla con mayor importancia. Y para reforzar esta idea de la potencia visual de las imágenes, un plano final de una de esas escenas muestra como los cuerpos de los amantes se asemeja a cierta pintura renacentista. Para su realizador Amapola es un cuento fantástico en el que sólo se narran eventos felices de un grupo familiar que vive en un lujoso hotel isleño. Lo cierto es que el filme recrea una ambiente de ensoñación constante el cual se ve reflejado en su cuidada fotografía, pero con aires de grandes pretensiones, el relato queda fragmentario e inconexo. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
EL ORIGEN DEL PERDÓN Una nueva interpretación de La bella durmiente de los hermanos Grimm, pone en escena un punto de vista original: la historia de Maléfica; el hada devenida en bruja que profiere el hechizo del sueño eterno a la joven Aurora. Con el foco puesto del lado del mal, la película narra la vida de una villana sensible. Todo comienza cuando en el apacible Páramo la irrupción de un humano quiebra la estabilidad. El mundo mágico de las hadas es vulnerado por la acción indecorosa de un niño quien con total impunidad roba una piedra del lago. Alterado el microcosmos donde reina la joven Maléfica, ya nada volverá a ser igual. Los ingenuos ojos del pequeño ladrón no sólo extirparon parte de la naturaleza sino también parte del corazón del hada novata. El tiempo pasa, el amor crece y las diferencias emergen. Mientras que el objetivo de él es la ambiciosa empresa de convertirse en rey, el de ella es la preservación de la naturaleza y la paz. Con el mismo empeño con el que la relación se afianza, se potencia la magnitud del futuro daño. Él logró dominar el reino pero a cambio de entregar el tesoro más preciado del hada: sus poderosas alas. Mutilada no sólo de cuerpo sino de identidad, todo vestigio de compasión desaparece de su ser para transformarse en un alma con sed de venganza. Y es aquí donde el filme se permite el desvío del texto fuente para dar rienda suelta a la creatividad. Maléfica es una película que habla del perdón; lejos de enorgullecerse, el conjuro proferido sobre la bella princesa le causa culpa, y el problema se vuelve existencial. Arrastrada por el intenso dolor de haber perdido sus mágicas alas, el odio se apodera de ella. “Ningún poder sobre la Tierra podrá deshacer el hechizo” dijo hace dieciséis años, cuando Aurora era un bebe. Y ahora es ella misma quien lucha contra su propia autoridad para que el designio no se cumpla. Así como el propósito de los relatos tradicionales era la divulgación de un conocimiento devenido en moraleja; la enseñanza que transmite Maléfica es que el verdadero amor existe pero no en la forma en la que todos esperamos. Tal vez el sentimiento más intenso provenga de nuestro más acérrimo enemigo, o de aquel de quien no teníamos en cuenta sólo por no saber observar con el suficiente detenimiento. Este es un relato en donde nada es lo que parece, inclusive el beso del príncipe no es la solución. Los malos son compasivos y los buenos algo esconden. Las mujeres dominan los reinos y los reyes se sublevan ante el supremo poder de la magia. Con la ambigüedad que la trama presenta, la película se vuelve interesante desde el punto de vista psicológico. En donde las personalidades de los personajes son el motor de un filme que se corre del modelo tradicional. Sí, es una película de efectos (o efectista) pero también es una cinta que explora el lado oscuro de aquellos seres que creemos impolutos. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
Bejamín Naishtat debuta en el BAFICI con su primer largometraje, Historia del miedo: un filme que narra las diferencias sociales que se evidencian cotidianamente. Una clase trabajadora frente a la abundancia de un sector muy reducido de la sociedad es el eje de esta narración un tanto apresurada. No hablo del tiempo fílmico sino de la ansiedad con la que parecen actuar un grupo heterogéneo de personajes que se polarizan entre, “los pobres” quienes casi no hablan y se dejan llevar por sus pasiones, y “los ricos” que no pueden contener su descarada verborragia , excepto mientras saborean un opulento asado. La estructura se presenta en forma coral, y es Camilo quien con el pretexto de indagar en un mundo que les es por demás ajeno, intenta definir ciertos aspectos socioculturales del tiempo en el que vive, uno de ellos será el concepto del miedo. Con preguntas incómodas a entrevistados tomados por sorpresa y en momentos inoportunos, la cámara de Camilo bucea en el descubrimiento de los pensamientos e ideología de quienes comporten su vida a diario. Con una clara dicotomía entre “el afuera” y “el adentro”, el filme comienza cuando desde un helicóptero se ve un extenso muro de cemento que delimita dos zonas opuestas, por un lado el basural de una villa; por el otro, un barrio privado. Cada polo de esta diferencia se verá afectado una vez que los extremos se unan y permitan esa relación impensada que imposibilita la pesada muralla divisoria. Pero, si bien el cruce se produce, nunca podrán lograr una unión armónica. Comparten espacios a diario, sólo que algunos están para mandar y otros para servir; unos para mirar desde lejos y otros para disfrutar sin valorar. Extensa puede ser la lista de oposiciones, situación que Historia del miedo logra transmitir muy bien. La película es formalmente correcta pero deja algunos espacios vacíos. Se comprende lo que Naishtat quiere comunicar, sin embargo el conjunto revela algunas carencias importantes. Su tema es concreto pero a la hora de desplegarlo y ponerlo en escena, es en donde falla. Con una duración un tanto extensa para este tema tantas veces visitado, la sensación es de final abrupto o círculos sin cerrar. Así como la profunda división que muestra la toma aérea inicial del filme, lo que parece haber transcurrido es un desfile de pequeñas situaciones inconexas. Sin aprovechar del todo la secuencia del apagón, Historia del Miedo deja sabor a poco. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
CRIMEN GLAM Muerte en Buenos Aires, la opera prima de Natalia Meta, transcurre en los extravagantes años ochenta. Entre luces de neón intermitentes y una agitada vida nocturna, la película recupera aquellos años dorados de la escena underground porteña. En un filme donde nunca es de día, el homicidio de un acaudalado empresario pone en evidencia el trabajo diario de una central de policía que, a pesar los cortes de luz programados y la mediocre distribución jerárquica, lleva adelante la resolución de un nuevo caso. Todo comienza a partir del hallazgo del cuerpo, cuerpo que en un silencio infinito ha dejado más de una incógnita. El relato pretende guiar el foco de atención hacía la intriga de develar la identidad del asesino pero el verdadero eje temático no recae en aquel acertijo sino en la extraña relación de un policía novato (Chino Darín) y su jefe (Demian Bichir). Por momentos exagerada y por otros desdibujada, la interacción de estos dos personajes es la columna vertebral de la trama. La siempre excitante figura del recién iniciado versus la experimentada vida de un policía que bordea la locura, presentan una especie de placer anticipado. No sólo porque conforman un binomio laboral asimétrico sino porque también son los protagonistas de un amor prohibido. Al menos para los cánones imperantes de aquella década. Si bien lo hasta aquí señalado podría presentar un escenario alentador, la magia inicial va en franco deterioro. Todo aquello que los primeros quince minutos de metraje nos promete, pronto se va diluyendo hasta desaparecer. Mareados por la cocaína, los números de baile en Manila y los excesos de la nocturnidad, el filme se vuelve un objeto más preocupado por la estética que por el guión. Claro está que la presencia de una imagen fotográfica y artística bien definida hace a la calidad del producto final, pero los extremos son peligrosos y en Muerte en Buenos Aires el acabado bonito ha opacado el drama. En raudo vuelo superficial por temas como la falsificación de obras de arte o el narcotráfico, el filme parece perder cada vez más el rumbo. Tambaleando al borde del abismo “zigzagea” errante en una estructura narrativa que le queda grande. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
MAR DE AMOR Alcanzar la felicidad es el deseo de toda la humanidad pero el método para conseguirla es un íntimo proceso de aprendizaje que muchas veces resulta fallido, agotador o imposible. Superar los obstáculos y resurgir son las premisas para conseguir la clave de acceso a este idílico estado de plenitud física y espiritual. Un día gris, un día azul, igual al mar es el filme de Luciana y Malena Terribili quienes se atreven a contar una historia de amor audaz ubicada en el corazón de un barrio gitano en Granada, España. Carmen es una joven gitana que vive presa de su demandante padre y una madre enferma, casi ausente. Sus horas diurnas transcurren en el silencioso encierro que día a día debe soportar encargada de la limpieza de la casa, el aseo de su padre y la comida de toda la familia. Sin un futuro prometedor y con continuos rechazos laborales, Carmen vive al día. Pero todo se transforma por las noches cuando, en profundo secreto, Sheila llega a su departamento para dormir juntas. La oscuridad nocturna es la cómplice de este amor intenso y prohibido que supera todos los límites establecidos. Obligadas a esconderse de las acusadoras miradas externas, las jóvenes deben callar sus risas y confesarse al tono de un susurro. Carmen deberá tomar una decisión; atreverse a dar el salto porque Sheila no quiere perder más el tiempo. Ella necesita vivir su amor libre de prejuicios. Con estilo costumbrista y centrada en un registro documental, la película intenta reflejar, de la manera más objetiva posible, la realidad social de la comunidad gitana en España. El punto de vista se presenta ubicado en remarcar los contrastes existentes entre aquellos que viven inmersos en la vorágine citadina y los otros, ese grupo de excluidos que no tienen más opción que cuidar de los ancianos o limpiar baños. Sensible a la hora de narrar y con imágenes que buscan crear un efecto realista, la identificación con los sueños de la protagonista es inmediata. Cada vez que el ruido de los motores de la moto de Sheila se detienen bajo su ventana, sólo queda esperar ese momento espiritual de celosa oscuridad en donde todo se vuelve posible. Crítica cuando denuncia y perceptiva cuando relata la historia de las dos muchachas, Un día gris, un día azul, igual al mar es la representación de las constantes oposiciones que deben sufrir aquellas personas que por algún inexplicable motivo han quedado relegadas a la periferia de la sociedad. ¿Quién delimita el afuera del adentro? ¿No será que los encerrados son los que creen ser libres? Dominados por la superficialidad de las publicidades que muestran un mundo perfecto inexistente han perdido la capacidad de ver más allá de sus burguesas narices. “Algo bueno tiene que pasar” y ese será el comienzo de una historia de amor que, como el movimiento propio del mar, pueda existir en libertad. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
La palabra “revolución” parece tener una musicalidad especial si se pronuncia en perfecto francés y más aún si nos situamos en los acalorados años setenta. La gran noticia es el último filme de Lionel Baier, un prolífico realizador suizo comprometido con las causas sociales. En este caso, presenta una comedia con matices localistas que retrata la expedición periodística de tres colegas quienes deben viajar a Portugal para indagar sobre la realidad de sus compatriotas inmigrantes en tierras lusitanas. El equipo designado está integrado por tres personajes muy heterogéneos entre sí. Una férrea feminista supersticiosa (Valerie Donzelli), un técnico en sonido próximo a jubilarse (Patrik Lapp) y un experimentado periodista que está comenzando a perder la memoria (Michel Vuillermoz). El cuarto integrante es un portugués que comprende francés quien será contratado como intérprete. El triángulo se vuelve cuadrado, y amalgamado en la dinámica grupal, Pelé (Francisco Belard) abandona su virginidad y se enfrenta a la primera gran desilusión al enterarse del fallecimiento de su director preferido. La misión es clara pero los avatares de la convivencia en grupo, sus notables diferencias y la nula información sobre el tema pedido, obligan a los periodistas a cambiar de rumbo y comenzar a vivir sus propias experiencias. Situación que se verá fuertemente incrementada por el estallido de la Revolución de los claveles. La investigación amenazada de muerte frente al albor de los aires revolucionarios, despierta en cada uno de los personajes un sentimiento profundo de cambio interno. El setentoso flower power, la bandera del amor libre y la liberación mental son las bases que sientan el comienzo del cambio. El trabajo ya es anécdota y lo que importa ahora es la vivencia de la experiencia personal. La gran noticia es una comedia europea que con un ritmo propio y un humor sutil, logra momentos de comicidad intelectual pero que se desvanecen lentamente hasta desaparecer por completo. La sucesión de acciones se torna previsible lo que genera un largo trayecto hasta el desenlace. Con exacta y pertinente ambientación, pero sin mucho que contar más que algunas reivindicaciones al género femenino y algún elemento nostálgico, la película decanta por su propio peso. Salvada por la impecable actuación de Donzelli, no todo parece ser tan negativo. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
En una mansión de piedra, ubicada en el centro de un denso bosque costero, habita el presagio de una tragedia. La gran estructura sórdida y fría no fue suficiente contención para evitar el desastre. La soledad, Virginia (Mora Recalde) y una vecina parecen ser las únicas almas con vida en este pueblo olvidado por la civilización. El invierno avanza, la quietud apremia y el viento susurra una predicción que nadie escuchó a tiempo. La linealidad temporal pronto se quiebra y como caída del cielo llega Anabel (Romina Paula), una joven esbelta que en estado de inconciencia es arrojada dentro del fuerte rocoso. Con una puesta en escena en donde todos los cielos fueron recreados digitalmente para generar el efecto de una noche permanente e invariable, y un tiempo fílmico especialmente diseñado para narrar esta historia. El día trajo la oscuridad, es un filme que habla del amor eterno. Como la novedad no radica en este tema universal, inspiración de toda la humanidad, Martín Desalvo innova con su manera de hacer. El estilo particular y el estricto foco en el drama, habilitan a De Salvo a sorprender con las herramientas que el cine le brinda. Desde el inicio se observan rasgos autorales que anticipan la forma del discurso. Una cámara ubicada en la parte superior del cerco principal de entrada a la mansión revela, al menos, dos puntos. Por un lado, la exposición de una manera no tradicional de filmar y por otro, la sutileza al relatar. Empujados involuntariamente entramos en el particular mundo donde habita Virginia. No es casualidad que El día trajo la oscuridad lleve este poético título. El único momento en donde se puede apreciar la luz diurna es cuando llega Anabel, motivo y causa central de la posterior noche infinita. Nada podrá detener lo que ha comenzado. El destino está activado y Virginia aún no lo sabe. Entre diálogos que interrumpen la falsa serenidad descubrimos que ambas mujeres son primas, detalle fundamental para comprender la gravedad del desarrollo del drama. Sumergidos por completo en el ambiente fílmico, el espectador logra ser seducido por la creciente intriga. La inesperada sucesión de indicios como las salidas nocturnas, la falta de apetito y la extrema palidez de Anabel son sólo unas pocas características de las tantas otras que se irán develando en el transcurrir del suspenso. Si de vampiros se trata, todos los clichés quedaron afuera y eso es motivo de celebración. En presencia de ritos mágicos y la clara evidencia de que alguna extraña enfermedad está matando a todas las jóvenes del pueblo, los cazadores se hacen presentes. Recién llegados de un fuera de campo inexacto, el padre de Virginia y su tío (padre de Anabel), aparecen en escena para erradicar el fenómeno. Sin riestras de ajo ni agua bendita, ambos, deben combatir algo más serio que los ataques vampíricos. Deben enfrentarse con la cruda realidad que quienes están causando el daño son sus propias hijas. Otro gran acierto de De Salvo es la construcción de las relaciones entre los personajes. Un drama familiar con tintes de ciencia ficción que se torna profundo y polémico. Ella son primas, pero entre copas el amor brota. Ellos son sus padres pero deberán erradicarlas. Con un doble mensaje, el ambiguo juego temático se debate entre el repudio al incesto, o la eliminación del vampirismo. De una forma u otra deberán desaparecer y el fuego parece ser la única opción disponible. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar