Sensatez y sentimiento Ridley Scott pone en el centro de la escena dos atributos opuestos: la codicia y la sensibilidad. Esta idea que podría haber resultado maniquea, en la perspectiva de Scott se transforma en un acercamiento a intentar comprender el comportamiento de Paul Getty, quien en su momento fue considerado el hombre más rico del mundo. El filme se inspira en la historia real del secuestro en la década del 70 de Paul Getty III, nieto preferido del millonario. Cabe aclarar que el personaje del anciano que estuvo a cargo de Kevin Spacey y ahora es interpretado magistralmente por Christopher Plummer. El hecho conmocionó a los medios y la atención se focalizó en el pedido de rescate de 17 millones de dólares -suma que según se dice en el filme, Getty podría ganar en un día- y su negativa a pagar. "¿Cuánto está dispuesto a pagar por la vida de su nieto?", le pregunta un periodista. "Nada", responde con una media sonrisa quien es capaz de regatear centavos con un vendedor ambulante y de gastar millones de dólares en una pintura. Sin embargo no se desentiende y pone a cargo de la investigación y una eventual negociación secreta a su jefe de seguridad, un ex agente de la CIA, interpretado por Mark Wahlberg, mientras Scott no emite juicios sobre los personajes y deja esa responsabilidad al espectador.
En busca de su destino Los secretos se esconden mejor en una playa solitaria, con una vida aislada y la comunicación con el mundo reducida solo a la subsistencia. Pero un día ese equilibrio se rompe con la llegada de tres jóvenes que planean abrir un parador en esa playa. Darío Grandinetti interpreta a un pescador hosco, que vive de su trabajo, pero al que pocos conocen realmente. Poco a poco la mujer del trío de chicos emprendedores intenta hacer contacto con el personaje de Grandinetti. Ella es la impulsora del emprendimiento pero también la más crítica y realista cuando ve que el negocio no funciona. Sus dos compañeros de la aventura, a cargo de Juan Grandinetti y Matías Marmorato, la secundan el primero como cocinero del bar y aspirante a novio, y el otro como "socio capitalista" en base a un emprendimiento personal. La soledad y el aislamiento son el marco ideal para esta película de José Glusman que cruza dos personajes -el de Esquivel y el de Grandinetti- unidos por un futuro incierto y preguntas sin respuesta.
Conspiración rockera El universo cinematográfico del director Nicanor Loreti es rico en personaje excéntricos. Así lo demostró en trabajos anteriores, "Diablo" y "Kryptonita" y en la serie "Nafta Súper". Ahora, como en los dos últimos casos, vuelve a contar con Diego Capusotto en un rol protagónico. Con la excepción de las más convencionales películas de "Socios por accidente" y con un relato menos extravagante que "Kryptonita", Loreti construye sin embargo un filme con su sello personal. Sin temor a los desbordes, en "27: El club de los malditos", Loreti apuesta a una mezcla de acción, policial duro y barrial y ciencia ficción para contar una historia que va y viene en el tiempo. Capusotto compone con convicción a un policía al borde de la suspensión en su trabajo, alcohólico, fumador y provocador, que recibe la misión de investigar la muerte del líder una banda punk sólo porque quien debía hacerlo no estaba disponible. Una única testigo, personaje a cargo de Sofía Gala, tiene la clave de lo que pasó esa noche en la que el músico cayó desde el último piso de su edificio. Todo indica que fue un crimen, uno más en la larga lista de músicos que murieron a los 27 años, como Sid Vicious, Janis Joplin o Amy Winehouse, y que, según el guión de Loreti, sería parte de una conspiración que comenzó con Jim Morrison.
Fitzcarraldo alucinado “La Guayana colonizó al hombre blanco, no al revés. La naturaleza termina comiéndonos”. Esa línea define la idea detrás de “La ley de la jungla”. El director y guionista de esta comedia francesa ofrece una primera mitad ágil, con ironías, diálogos ingeniosos y reflexiones agudas sobre un pasante del Ministerio de Normas de Francia que es enviado a la Guayana Francesa, territorio galo y único de la Unión Europea en Sudamérica. Su misión es controlar que se cumplan los estándares de calidad de la Unión Europea en el país sudamericano durante la construcción de Guyanieve, un centro comercial con pista de esquí. Al absurdo del proyecto que los inversores discuten en sus pulcras salas de reuniones de Europa y Asia, se opone la idiosincrasia de la sociedad del territorio francés de ultramar. Lo que al principio apuntaba a ser una comedia, con críticas ácidas para europeos y americanos (“Ranas protegidas por euroburócratas no detendrán a Guyanieve”, exclama un guyanés ante la objeción de un francés sobre el dudoso cuidado del medio ambiente; la mención del bizarro puente que une Brasil con Guayana, anunciado en 1997, finalizado en 2011 y que para el estreno del filme, en 2016, todavía no había sido inaugurado) a partir de la segunda mitad decae con una serie de gags y tópicos sobre los afrodisíacos, el canibalismo o una selva que enloquece y que recuerda “El corazón de las tinieblas”. Sin embargo, el director rescata su trabajo con un par de guiños que sugieren que todo lo que se relata en el filme y lo que ocurre a ambos lados del Atlántico, podría ser impostura y pura ficción.
La oscuridad, una bañera como trampa mortal, sombras y figuras esquivas, el mal que se esconde en un campo de maíz o un túnel en desuso, los bosques siniestros, una pareja con un hijo pequeño en una casa en medio de la nada y unos cuántos tópicos mucho más obvios recorren "Se ocultan en la oscuridad", una película que intenta generar terror a partir de unas presencias sobrenaturales cuya imagen se revela a poco de empezar el filme. La historia incluye a un matrimonio joven que llega a un pequeño pueblo, adonde la mujer intentará llevar a término su segundo embarazo y el marido se dedicará a su profesión de médico. Se alojan en una casa amplia con un parque enorme y rodeada de bosques. Paralelamente se muestra cómo la hija de otro matrimonio desaparece misteriosamente. Esa subtrama de alguna manera recorre todo el filme ya que será el indicio de que una supuesta leyenda urbana instalada desde hace tiempo entre algunos pobladores podría ser real. Mientras, las visiones del niño son consideradas fantasías hasta que la amenaza comienza a dejar huella y la complicidad y el silencio de otros se transforma en un peligro mortal para todos.
La fuerza los acompaña "Star Wars" celebra 40 años con "Los últimos Jedi", una brillante película épica, fiel a su propia mitología. El filme llega con momentos más oscuros que otros, el humor intacto y con los personajes de "El despertar de la Fuerza", la última entrega estrenada hace dos años, en busca de su destino y de resolver sus contradicciones. Son los casos de Kylo Ren (Adam Driver), el ex stormtrooper Finn (John Boyega), y sobre todo Luke Skywalker y la ex chatarrera Rey (Daisy Ridley). Fans o memoriosos recordarán el inicio de una saga con ocho películas atravesadas por el conflicto de la batalla entre la Fuerza de los Jedi y el lado oscuro, entre el bien y el mal. Con Rian Johnson como nuevo director y guionista la película comienza con la Resistencia enfrentando a los villanos de la Primera Orden. El aporte de Johnson es poner en primer plano los conflictos internos de los personajes lo que hace de "Los últimos Jedi", además de una película muy entretenida y fiel a la mitología, un intento de profundizar en algunos valores considerados absolutos por los personajes a lo largo de la saga. Johnson lo muestra en la vulnerabilidad y las dudas de quienes se podría suponer líderes a priori. Sin traicionar el ADN de la saga, el director complace tanto a fans como a nuevas generaciones que recién descubren el universo "Star Wars" y que, aún sin la princesa Leia -fallecida en diciembre pasado- tiene un futuro asegurado. Por Rodolfo Bella
Entre tres mundos La familia de Maisa, uno de los personajes protagonistas de “Asuntos de familia”, se divide en varios mundos. El grupo -de origen palestino y parte de ellos viviendo en Israel- está fragmentado, no en sus afectos, sino territorialmente. Ella vive en Ramallah con su marido; uno de los hermanos en Suecia y el otro en Ramallah. Los kilómetros que los separan son una metáfora de la incomunicación que los invade, empezando por los padres de Maisa que ya casi no se hablan. El hijo que vive en Suecia intenta un acercamiento y los invita a pasar unos días, pero cuando llegan repiten el mismo ritual, solo que en lugar de hacerlo frente al televisor lo hacen frente a un lago. El hermano de Ramallah es un artista que no termina de convencerse si merece la pena sacrificar su soltería por más que la candidata parezca la mujer perfecta para él. El conflicto entre palestinos e israelíes no está ausente, pero no se transforma en el tema central, sino que funciona como un condicionante capaz de generar tensiones en una pareja inestable por naturaleza. La directora Maha Haj, premiada en el Festival de Cannes por este filme que marca su debut en el cine, intentó encarar los temas que la preocupan con una cuidada fotografía, un guión dinámico y un humor sensible a los pequeños dramas.
La crisis de la media vida Los 40 pueden ser una edad crítica. O así era antes de la aparición de las aplicaciones para citas. Esos dos tópicos aborda “2 amores en París”. Si a los años se suman una separación, la reducción a cero de la autoestima y una personalidad insegura, el escenario puede ser un drama o una comedia. El director Eric Lavaine, de quien hace unos años se estrenó “Entre tragos y amigos” se decidió por la segunda opción. La protagonista es Juliette, bella, sexy e inteligente, pero terriblemente indecisa. Pero Juliette tendrá que aprender a comportarse como una adulta. Después de su separación y cuando creía que el resto de su vida consistiría en recluirse a comer tortas, una amiga la hace descubrir Tinder. A través de la app conoce a un hombre correcto y cortés, y ese primer impulso le hace ver que todavía puede seducir. Así, en una fiesta, conoce a otro hombre que es casi lo opuesto del anterior: impulsivo y pasional. Ambos la aman y le piden casamiento y ella, obviamente no podrá tomar la decisión. Comedia romántica al fin, no faltan las corridas con vestido de novia, escenas en la iglesia, equívocos y situaciones que aunque reiteradas, resultan siempre efectivas para un género con suerte dispar.
La fascinación que ejercen las reinas de Gran Bretaña es notable. Ahora nuevamente es el turno de Victoria con "Victoria y Abdul", otra vez a cargo de Judi Dench quien ya la interpretó en "Mrs. Brown". Varias de ellas fueron representadas en dramas como "La joven Victoria", con Emily Blunt y escrita por Julian Fellowes, un experto en la aristocracia inglesa y famoso por "Downton Abbey"; "Elizabeth" y "Elizabeth: la edad de oro", con Cate Blanchett o "La reina", con Helen Mirren, entre muchas otras. Eso además de documentales y series sobre la monarquía, la última de las cuales es "The Crown", sobre la actual soberana inglesa. La sutileza de Judi Dench para abordar el complejo episodio que narra "Victoria y Abdul" y el tono ligeramente irónico que eligió el director Stephen Frears hacen que resulten más dinámicas las dos horas de intrigas palaciegas y el gesto desafiante de Victoria, que efectivamente ocurrió. Se trata de su estrecha amistad con un sirviente indio y musulmán, cuando en ese momento ella era la emperatriz de India. Ese gesto, según medios ingleses, provocó una revolución entre sus familiares más cercanos que luego de muerte de la monarca intentaron no dejar rastros de la relación. La magnífica puesta en escena y las muy buenas actuaciones y dirección impulsan un relato que -nuevamente- indaga en los vínculos que el entorno de Victoria consideraba inapropiados, tal como ocurrió en "Mrs. Brown". Como en ese caso, el relato de la soledad y la intimidad de una de las mujeres más poderosas del mundo no alcanza para un episodio curioso que a priori ya no tiene demasiadas novedades para revelar.
Sumar las diferencias Racismo, islamofobia, refugiados, radicalización, paranoia, temor a los atentados son ideas difíciles de abordar. La delgada línea que separa la corrección política de los temores reales o infundados sobre estos temas tan actuales en Europa se desdibuja en “Bienvenido a Alemania”. Y eso es posible por el enfoque desde el humor que eligió el director Simon Verhoeven para hablar de la crisis de los refugiados en Alemania y en todo el continente. No por casualidad esta película fue una de las más taquilleras en Alemania en 2016 y una de las diez más exitosas del país. Los protagonistas son un matrimonio de mediada edad y clase media alta y un refugiado de Nigeria que es acogido en la casa por iniciativa de la mujer. Su actitud progresista no le impide tener pesadillas de que su ciudad, Munich, cayó en manos de los extremistas religiosos, mientras que su protegido en espera de una decisión de asilo, intenta y adaptarse a la cultura liberal occidental en cosas cotidianas como que la mujer no necesita ser madre ni esposa para ser feliz o que no es una posesión del varón. En el medio, el director también expone las contradicciones de esa misma cultura a la que el refugiado intenta adaptarse y, comedia dramática y un poco negra al fin, quizás sea el nexo para unir lo que parece destinado a permanecer en los extremos.