El director sueco de origen egipcio Tarik Saleh ofrece en su tercer filme una panorámica de un tema universal como es la corrupción, la impunidad y sus daños colaterales. El realizador eligió el policial negro para narrar una historia que comienza con el crimen de una cantante en un hotel cinco estrellas de El Cairo. El relato de las razones de esa muerte y otras sucesivas acompañan al surgimiento de la Primavera Arabe, hecho que en el filme ocurre en paralelo y que se sugiere desde el inicio, primero con breves indicios, hasta la explosión final. Saleh, que reveló que la inspiración para el filme le llegó a raíz de un hecho real, muestra sin golpes bajos un episodio violento y complejo que involucra a todos los estratos sociales y los espacios de poder, tanto empresarial como gubernamental. Sin embargo, el director se ubica en un punto intermedio y deja que el espectador juzgue las acciones de los personajes. Inclusive el protagonista, Noredin, un detective con varios de los rasgos del género -duro, solitario, parco- es parte de un sistema que el director describe como corrupto y en el que las reglas las dictan el interés de unos pocos. Pero una nueva muerte determina que Noredin cuestione todo lo que consideró normal hasta ese momento y decida enfrentarlo.
Victor, un escritor con tanto ego como inseguridad y que siente que lo castran su madre, su padre y su hermano, y Sarah, una chica demasiado inteligente como para dejarlo pasar cuando ve su potencial, aunque todo entre ellos empiece mal. En torno a esa pareja gira "Mr. and Mrs. Adelman", la comedia del actor Nicolas Bedos, también protagonista y guionista de esta ópera prima. En esta singular comedia, Bedos no reniega de ningún tópico del segmento romántico, pero tampoco se priva del humor negro, las ironías crueles, el melodrama y la crítica social, cultural y política. El filme recorre 40 años de la relación de los dos personajes a partir de que se conocen a principios de los 70 cuando él, casi borracho, reniega de su suerte como escritor en la barra de un bar. Es el artista de una familia de industriales millonarios. Ella, hija de judíos de clase media que se enamora a primera vista y sabe que pasará el resto de su vida con ese hombre que vomita en el primer encuentro. El director mantiene el ritmo en las casi dos horas del filme, y se permite reírse de todos y de todo, desde los clichés visuales con los que el cine suele representar la felicidad de una pareja hasta el supuesto amor incondicional que deben sentir los padres por sus hijos.
La directora Isabel Coixet aseguró que "La librería" fue la película que siempre quiso filmar. Esta realizadora que generalmente elige tramas intensas, en esta ocasión encaró un relato ambientado en la placidez de un pueblo costero en la Inglaterra de posguerra. Como en "La vida secreta de las palabras" o "Nadie quiere la noche", el personaje protagónico es una mujer en un contexto hostil. Florence Green es una viuda que apuesta su escaso capital a abrir la única librería del lugar, una iniciativa que chocará contra los planes de una aristócrata que quiere convertir la casa en un centro de arte. El filme es la adaptación de una novela de Penelope Fitzgerald, y Coixet crea una atmósfera propia para este trabajo que recuerda los climas de algunos clásicos ingleses, con intrigas y diferencias de clase, y los conflictos íntimos y pequeñas tragedias de algunos autores contemporáneos. Para lograr esa complejidad contó con un elenco extraordinario encabezado por Emily Mortimer en el rol de la heroína y Patricia Clarkson como su antagonista. Como mediador entre ellas aparece el personaje interpretado por Bill Nighy, un excéntrico, un aristócrata que vive recluido en su casa con la única compañía de su interés por la lectura. Alrededor de ellos gira un universo en el que todo se dice a media voz y con buenos modales, aunque debajo fluyan el la arrogancia y el egoísmo.
Valeria Bertucelli volvió del Festival de Sundance con un muy merecido premio a mejor actriz por su trabajo en "La reina del miedo". La actriz también debutó como directora y escribió esta película cuyo personaje protagónico es Robertina, una reconocida actriz en pleno proceso para estrenar un unipersonal en un teatro comercial. Pero Robertina también es una mujer con una vida complicada: actualmente sola, no sabe si su marido se fue de viaje o la abandonó; su mejor amigo vive en Dinamarca y tiene una enfermedad terminal, tiene un perro intrigante que le ladra obsesivamente a la oscuridad, el control que ejerce sobre lo que pasa en su casa también es obsesivo, pero al mismo tiempo caótico. Y lo peor: tiene todo casi listo para su estreno, la publicidad callejera, la marquesina del teatro, la escenografía y el vestuario, pero no puede explicar muy bien de qué se trata el texto. Bertucelli recurrió el tipo de humor y la gestualidad austera que suele mostrar como actriz y en eso radica la eficacia de su trabajo: lo que propone y cómo lo resuelve e interpreta resulta hilarante aunque sean situaciones angustiantes, pero no se esfuerza en hacer reír. También en la forma de abordar lo que podría ser un drama y en el cierre de todas las subtramas, aún las que parecen más prescindibles para esta reina del miedo que en algún momento tendrá que patear el tablero para, paradójicamente, poner las cosas en su lugar.
Perfecta y pretenciosa Daniel Day-Lewis se despidió del cine con una interpretación tan impecable como las de sus compañeras de elenco en “El hilo fantasma”. Pero esos trabajos precisos desbordan el guión de esta película que estuvo nominada a seis Oscar y tuvo un merecido premio consuelo a mejor vestuario. El director Paul Thomas Anderson, que había mostrado su buen instinto en “The Master” y “Petróleo sangriento”, cambió su estilo visceral por el clima estilizado del mundo de la alta costura en la década del 50. El diseñador Reynolds Woodcock (Day-Lewis) se comporta como un rey en su corte, en la que hasta el ruido de una tostada lo violenta, y marca territorio e impone sus reglas en una atmósfera sofocante. Solo su hermana Cyril (Lesley Manville) parece tener algún poder sobre él, y su nueva musa, Alma (Vicky Krieps) intenta respirar en medio de ese clima “de muerte”, como lo describe uno de los personajes. En su intento de indagar en los comportamientos de los personajes, la película pierde el rumbo en tramas secundarias que suman minutos sin un sentido claro; personajes con características mostradas casi en el límite del estereotipo, de pronto cambian su comportamiento sin una razón que lo justifique; el espectador nunca se entera cuál es el arma secreta de Cyril (“no discutas conmigo, te puedo destruir”, le dice ella a su hermano, y ahí queda todo, o el recuerdo constante que hace Woodcock de su madre, sin que se explique de qué manera influyó esa mujer en su vida, todo en una película correcta en todos los rubros técnicos.
Sensibilidad e ironía Lucie parece tener todo en contra. Aunque su problema más grande sea el control de un cáncer de mama en remisión, ella siente que tiene todo en contra: una madre autoritaria que desacredita sus palabras y sus acciones, con la que además comparte su trabajo; a los 40 se siente fea y poco atractiva y siente que su vida se acabó. A pesar de las circunstancias dramáticas que le impuso al personaje central de su ópera prima, la directora y guionista Anne-Gaëlle Daval se permite abordar todas las desgracias reales o imaginarias que persiguen a Lucie (Florence Foresti) con un humor que aparece como relámpagos en medio de su desolación. El giro de la trama lo da la aparición casual de una especie de terapeuta emocional que propone una alternativa superadora a mujeres en crisis de salud o de autoestima, además de la recuperación del control sobre su cuerpo, aunque esté mutilado por alguna enfermedad. Sin forzar ningún aspecto de la trama ni a favor del dramatismo ni del humor forzado, la película acompaña a la protagonista en el tránsito doloroso de reconocerse y aceptarse. Y aunque por momentos cede a las convenciones, Daval resulta una narradora sensible de las problemáticas y conflictos femeninos entre los que no excluye la relación con los hombres.
El dolor adolescente La adolescencia nunca es fácil. Así lo muestra el director Joaquín Cambre que en "Un viaje a la luna", su ópera prima, eligió explorar hasta el límite la problemática de esa edad. Con calidez y sin estridencias, Cambre aborda los conflictos, los carencias y los deseos de Tomás, interpretado por Angelo Mutti Spinetta, con un solo amigo y una familia con la que tiene una relación bastante singular. Es que su madre, a cargo de Leticia Brédice, para controlar las obsesiones de su hijo lo hace tratar con un terapeuta que lo medica con antipsicóticos . Eso es así hasta que el chico decide en secreto dejar de tomar las pastillas y da rienda suelta a sus fantasías. La crisis sucede de forma paralela al frustrante descubrimiento del amor por una chica más grande que él, que lo seduce y lo aleja al mismo tiempo en un proceso que parece impulsar el siguiente paso del adolescente. Y ese será el episodio definitivo que dará un giro radical a la trama que pasa del drama a la ciencia ficción y que se apodera también de la mente de Tomás. Sin embargo no estará solo en su extravagante viaje, sino que sumará a su familia en una aventura en la que Tomás mostrará otra faceta y que será una suerte de expiación para algunos miembros de su entorno.
La mirada de los otros La vida de Marina es más o menos como la de una chica corriente. Trabaja como cantante en el bar de un hotel, estudia canto lírico, tiene un novio y una perra. Pero Marina no resulta un chica corriente para la familia de su novio, un empresario textil mayor que Marina, quien es una chica trans. Aunque siempre sobrellevó con estoicismo las miradas, los gestos y las palabras ambiguas dirigidas a su sexualidad, después de determinada circunstancia, el equilibrio de su mundo se desvanece en unas horas. El director Sebastián Lelio llevó nuevamente al cine chileno a las primeras planas con esta película que viene de ganar en Berlín y en los Goya y que en marzo competirá por el Oscar a mejor película de habla no inglesa. Lelio, que suele reflejar a mujeres fuertes en sus películas como fue el caso de "Gloria", regresa con un filme sensible y duro al mismo tiempo, que por momentos cede a los clichés de clase y a las escenas de melodrama, pero que tiene una una clara y elogiable intención de mostrar la fortaleza en medio de la adversidad. Marina no se embandera en su condición de trans, sino que la vive con naturalidad. El hallazgo de Lelio es lograr que sea la mirada del otro los que delineen conflictos que en realidad ella no tiene, pero que sí parecen consustanciales a un segmento de la sociedad de la que el director muestra varios defectos, el mayor de los cuales es la hipocresía.
Un héroe actualizado A mediados de los 60, la misma época en la que el movimiento Panteras Negras empezaba a preocupar al gobierno de Nixon, Stan Lee y Jack Kirby lanzaron a Pantera Negra, el primer héroe de origen africano de la historia de Marvel Comics. Era cuestión de tiempo que una de las tramas más arriesgadas de Marvel llegara al cine. Y pasa en un momento clave, cuando Hollywood sigue reclamando una mayor racial y de género. “Pantera Negra” cumple con ambas premisas y suma otras capas de lectura. La 18ª película del Universo Marvel retoma al personaje que debutó en 2016 en “Capitán América: Guerra Civil”. Y ahora, como protagonista de su propio filme, se explica la verdad sobre su país, Wakanda, un estado africano que vive aislado del mundo. Los medios se refieren a Wakanda como un país pobre del Tercer Mundo. Pero no lo es y nadie lo sabe, y el objetivo es que las cosas sigan así. Su riqueza y su secreto es un mineral llamado vibranium que les permitió desarrollar una tecnología inimaginable. El filme comienza con la asunción del príncipe T’Challa tras la muerte del rey de Wakanda. Pero el poder no es fácil y las circunstancias harán que se replantee el hermetismo en el que vive Wakanda. Con un elenco de actores negros encabezado por Chadwick Boseman, Michael B. Jordan y Lupita Nyong’o y sólo un par de intérpretes blancos en roles secundarios, el filme no sólo reivindica los reclamos agrupados en el hashtag #OscarsSoWhite que irrumpió en 2015, sino que suma a los relacionados con los roles femeninos ya que ahora las mujeres son centrales en la trama, al tiempo que esboza ideas sobre dramas tan actuales como el de los refugiados o sugiere otras tan antiguas como el colonialismo.
Más bueno que un oso Hace cinco años "Paddington" irrumpía en el cine con una historia tan tierna como cómica y bien construida. El animalito tiene todos los atributos de un buen oso: es cortés, leal, humor y un corazón noble, y además habla perfecto inglés. Aquella primera película de 2014 se inspiró en un relato de 1958 creado por Michael Bond que comienza en la estación de Paddington de la cual toma su nombre. Allí conoce a su familia adoptiva, los Brown, y con quienes protagoniza una aventura de vida o muerte y una villana interpretada por Nicole Kidman que lo quiere para su colección de animales embalsamados del Museo de Historia Natural. Para quienes no vieron el primer filme -que está disponible en Netflix- en esta secuela se cuenta en la primera escena cómo fue adoptado Paddington por su familia de osos en Perú. A partir de allí, el director Paul King, también responsable de la primera entrega, muestra con la misma eficacia que lo hizo antes aunque sin la sorpresa inicial, cómo el oso ya está completamente integrado en la comunidad hasta que se cruza en su camino un actor en decadencia, a cargo de Hugh Grant. El conflicto se desarrolla en torno a un antiguo libro popup que contiene la clave para que el actor recupere su brillo, pero que Paddington sólo lo quiere para regalárselo a su tía.