Te esperaré", marcas de la historia La historia familiar -sus conflictos, la ideología, los afectos, el abandono, entre otros temas- es el eje de "Te esperaré", la película que reunió por quinta vez a Darío Grandinetti y el director Alberto Lecchi. La historia comienza en 1938 con una pareja teniendo sexo en el campo. Ruido de balas, promesa de amor y él parte a la batalla. Ochenta años después, en Argentina, se verá qué consecuencias tuvo aquella historia fugaz de dos adolescentes sobre dos generaciones. Los afectados son Ariel Creu (Grandinetti), su hijo Federico (Juan Grandinetti) y el escritor español Juan Benítez (Juan Echanove), que llega al país para completar su trilogía sobre Miguel Creu, un militante que luchó en el bando republicano y del cual se dice que "estuvo en todas las revoluciones del siglo XX". Emigrado a Argentina continuó con su convicción política y se involucró en la militancia de los 70. Décadas después, sus restos son identificados por antropólogos forenses. Lecchi construyó un relato potente por su significado, con buenas actuaciones y un guión que hace un efectivo equilibrio entre la tragedia personal, las emociones, la historia y las convicciones que trascienden el tiempo y las generaciones.
"Loving Vincent" podría haber sido un biopic sobre Van Gogh, pero esta coproducción entre Reino Unido y Polonia es mucho más que eso. Los directores Dorota Kobiela -artista plástica que debuta en su ópera prima- y Hugh Welchman, concibieron "Loving Vincent" como un lienzo en el cual la protagonista es la técnica revolucionaria de Van Gogh al servicio de una narración extraordinaria. El filme demandó el trabajo de más de cien personas que durante cinco años pintaron a mano casi 65 mil fotogramas que evocan el imaginario del artista holandés y muchos de sus cuadros más famosos, como la habitación de Arlés o los campos de trigo. Las obras son el soporte de una narración a cargo de actores cuyas imágenes fueron tratadas con la misma técnica y que representan a algunos de los personajes del pintor en sus obras, como el doctor Gachet o su hija Margherite, dos de los protagonistas del filme. La narración se basa en más de 800 cartas a partir de las cuales los directores hacen foco en las circunstancias de la muerte de Van Gogh. Así, a ritmo de thriller, se cuenta desde el conocido episodio de la oreja hasta su muerte, que en la película investiga el hijo del cartero Roulin, también retratado por Van Gogh. Se describe además el vínculo con su hermano, su frustración, sus problemas económicos y sobre todo la relación con su padre, que, según se sugiere, sería el origen de su mayor frustración.
Los amores trágicos La adolescencia atravesada por la militancia es el eje de "Sinfonía para Ana", la primera película argumental de los documentalistas Virna Molina y Ernesto Ardito. El filme se basa en una novela de Gaby Miek que se inspiró en hechos reales. Los protagonistas son un grupo de alumnos de entre 14 y 17 del Colegio Nacional Buenos Aires años comprometidos con el peronismo revolucionario de la década del 70. La trama comienza a mediados de ese año y continúa en 1976, con la dictadura en marcha, la represión y las personas que comenzaban a desaparecer, entre ellos, muchos de los alumnos de ese colegio. El contexto histórico de violencia creciente contrasta con la vida privada de los protagonistas, tres chicos que, además de militar, están descubriendo el primer amor y la sexualidad. En medio queda la familia como testigo y víctima de la realidad, especialmente en el caso de quienes no pudieron irse de Argentina a tiempo. Molina y Ardito con tacto exquisito reconstruyen el contexto histórico con su tragedia y con la misma delicadeza se interna en esas relaciones y amistades con final abrupto. Todos los aspectos técnicos y las actuaciones cuidadas al extremo completan un trabajo que aborda nuevamente aquel período y lo hace de forma original.
En la flor de la vida La crisis de los 50, las frustraciones, los proyectos incumplidos, los fracasos, los amores postergados y los reseteos afectivos son los temas de "50 primaveras" que la directora francesa Blandine Lenoir aborda de forma directa y sin dramatizar. La protagonista es Aurore, a su vez el título original de esta película sobre una mujer -podría también ser un hombre- a la que su médico le explica que a partir de cierta edad todo empieza a declinar. Pero Lenoir quiso hacer una película con y sobre mujeres. A los síntomas claros de la menopausia, se suman una hija posadolescente y embarazada, la renuncia a su trabajo de camarera como consecuencia de la clara subestimación de su nuevo empleador que la relega a estar detrás de la barra de un bar, la ausencia de una pareja estable y otros detalles de esa edad en la que la supuesta sabiduría que da la madurez no le permite a Aurora saber cómo enfrentar la partida de su hija menor. Y Lenoir lo hace todo en tono de comedia, con un guión ágil, un elenco de excelentes actrices y la consistente dirección de una cineasta que sabe de qué quiere hablar. Lenoir, que trabajó como actriz con el argentino Gaspar Noé, intenta representar de forma amable la declinación del cuerpo y las posibilidades, supuestas catástrofes para la sociedad, para el mercado laboral o para enamorarse. "A ustedes, los blancos, la discriminación les llega con la edad; nosotros tenemos la ventaja de que a esa edad ya la conocemos bien y no nos afecta", le dice a Aurora una compañera de trabajo negra. Sin embargo a esa certeza inexorable le opone los sentimientos y la dignidad. Sin golpes bajos ni lágrima fácil, la directora aborda un momento crítico, pero deja abierta la puerta a la iniciativa personal de darle batalla.
Revisar el pasado y las relaciones es una constante en las películas de Claire Denis. La directora francesa lo vuelve a hacer en "Un bello sol interior" inspirado en "Fragmentos de un discurso amoroso", de Roland Barthes. La misma directora advirtió que su película no debía verse como una adaptación de ese texto, pero es partir de allí que construye el universo desolado, histérico, contradictorio, irascible y sensible de Isabelle. Interpretado por Juliette Binoche -y la actriz transmite con sutileza cada uno de esos estados- Isabelle es una artista plástica de mediana edad, bella, atractiva, sexy, inteligente y, sobre todo, que intelectualiza cada una de las ideas, hechos y palabras que le dan forma a su vida. Tal como lo hizo en "Chocolate", "Bella tarea" o "35 Rhums", sus personajes no pierden de vista un pasado que irrumpe de alguna manera en el presente. En el caso de Isabelle, su zozobra emocional también la hace dudar del futuro. Entre flashes de un humor elíptico y amargo, Isabelle tiene sexo, se enamora y se decepciona y construye discursos que intentan desentrañar el misterio y la falibilidad del amor.
"Lego Ninjago: la película", un mundo de juguetes Con Lego el proceso fue el opuesto al habitual, que es lanzar merchandising sobre series o películas animadas exitosas. La industria de los clásicos bloques encastrables se diversificó al asociarse a las majors para generar productos audiovisuales para televisión, franquicias cinematográficas y colecciones cada vez más sofisticadas. Así llegó “Lego Ningajo: La película”, que sucede a la inicial “La gran aventura Lego” y “Lego Batman: La película”. Los directores Charlie Bean y Paul Fisher se lanzaron a su primer largometraje después de una carrera experimentada en algunos de los tanques de Hollywood desinados al segmento infantil. Se trata de una película tradicional y a la vez irreverente para niños, aunque más de un adulto pueda sentir algo de nostalgia al ver los “ladrillitos”. Pero el filme está lejos de la nostalgia. Los cineastas fusionaron el relato convencional de aventuras con un villano tan descaradamente malo que da risa, un adolescente que sufre con estoicismo el desprecio que genera que todo el mundo sepa que es el hijo del villano, una madre proactiva que lo impulsa a seguir adelante a pesar las humillaciones, un gato-monstruo real, un arma “máxima” cuidada con celo por el maestro ninja y ese mismo maestro intentando transmitir sus enseñanzas ancestrales a los cinco protagonistas. A diferencia de muchas películas infantiles hechas a repetición, “Lego Ninjago” tiene la espontaneidad disparatada de un juego de chicos con imaginación y humor, además de una trama que irá develando las relaciones entre ellos y cómo es posible reparar vínculos, sin pase de facturas, pero sí con mucha perseverancia en ese objetivo.
"Viento salvaje", sangre en la nieve El director y guionista Taylor Sheridan regresa al Oeste de Estados Unidos, esta vez nuevamente como guionista y además director, con "Viento salvaje". Sheridan, también actor, fue candidato al Oscar a mejor guión por "Sin nada que perder", con Chris Pine y Jeff Bridges. Ahora se trasladó al norte, a la reserva indígena Wind River (el título original del filme), en Wyoming, para hablar de las desapariciones de mujeres nativas americanas, de lo cual, según los títulos del final, no se lleva registro. El cineasta, que presentó "Viento salvaje" en Sundance y con el cual ganó el premio a mejor director en la sección "Una cierta mirada" del pasado festival de Cannes, construye un thriller con precisión narrativa y buenas actuaciones. La trama se desarrolla y revela su conflicto a partir del primer minuto cuando la cámara sigue a una mujer corriendo en medio de la noche por un campo nevado. A partir de esa escena, Sheridan apela a flashbacks para contar una historia en la que serán claves los lazos y códigos que unen a los protagonistas: un empleado del Servicio Forestal, el sheriff del pueblo y una investigadora del FBI.
It", miedo a lo inexplicable Lo inexplicable da miedo. Si fuese posible encarar el tema central de "It" como una noticia -un payaso que hace desaparecer niños- hay una sola pregunta que quedaría sin respuesta. Posiblemente en esa incógnita -como en casi todas las buenas películas de terror- radica el éxito de la película dirigida por el argentino Andrés Muschietti. El filme responde qué, quién, dónde, cómo y cuándo suceden las cosas. Pero no responde por qué ese payaso siniestro que vive en las alcantarillas aparece cada 27 años desde 1908 ni tampoco el móvil de sus crímenes. En eso y en la dirección de Muschietti, que evita los golpes bajos y que sugiere más de lo que muestra, radica la eficacia de esta versión. Durante más de dos horas ese ser siniestro que se hace llamar Pennywise se dedica a torturar psicológicamente y a intentar apropiarse de varios chicos conocidos como Los Perdedores, con el hermano del primer desaparecido como líder del grupo. La primera mitad del filme ambientado en los 80 y no en los 50 como el original, describe cómo afecta el personaje a cada uno de ellos aprovechándose de sus miedos y debilidades hasta que comienza la fase de ataque en la que el grupo decide enfrentarlo. Y allí aparece una nueva incógnita por resolver cuando el final queda abierto a una segunda parte de este filme que tiene mucho para dar y un gran interrogante por responder.
Yo me quiero casar La directora Rama Burshtein, que se hizo conocida hace cinco años con “La esposa prometida”, cambió de registro y regresa con una comedia romántica, con un humor velado y efectivo, buenas actuaciones y un guión entre el disparate y la fe. La obstinada protagonista, Michal, tiene cerca de 30 años, con un pasado secular y luego convertida a la religión ultraortodoxa, como sucedió realmente a Burshtein, nacida en Nueva York, pero que vive desde su infancia en Jerusalén. Michal está por casarse, con la lista de invitados y el salón contratado, pero el novio se arrepiente a último momento. Sin embargo Michal no cambia sus planes y se promete que en ocho días, antes de la octava noche de Janucá, aparecerá el amor de su vida. Mientras, se suceden citas acordadas con hombres de su comunidad, la desesperación de su familia que ve venir la humillación, una visita a la tumba del rabino Najman en busca de inspiración y su trabajo como animadora de un zoológico ambulante. Michal es interpretada por Noa Koler, quien ganó dos premios a mejor actuación. La actriz transita con con vicción los precipicios a los que la somete la fe de su personaje, o su locura, según algunos candidatos. Burshtein estuvo nominada como mejor directora en el festival de Venecia de 2016 por este filme, el segundo estrenado comercialmente en Argentina. En las dos ocasiones se concentró en contar historias que transcurren en la comunidad ultraortodoxa a la que pertenece. Si primero lo hizo con un drama sobre la relación entre un viudo y su cuñada, para su regreso eligió una comedia reflexiva y un humor al borde del delirio para contar una historia sobre la búsqueda del amor sin importar la religión.
El miedo atraviesa a los personajes de "La maestra", película basada en una historia real que el director checo Jan Hrebejk usó para hablar de su país durante la ocupación soviética. La historia transcurre en 1983, en una escuela primaria de Bratislava, seis años antes de la Revolución de Terciopelo que acabaría con el comunismo. La protagonista asume todo el poder que le da estar al frente de un aula con adolescentes. Y lo hace como un dictador: "Nosotros gobernamos", dice ella para justificar su impunidad, porque además de autoritaria es corrupta. Usa su parte de poder para extorsionar a los alumnos y a sus padres: si los hijos quieren conservar o mejorar sus notas todos tienen que trabajar para ella limpiándole la casa o haciéndole los mandados. El conflicto aparece en las primeras escenas, pero gracias a la estructura del relato, un montaje ágil y muy buenos actores, se tarda en descubrir qué pasó con uno de los chicos. El episodio llevó a que su padre pida una reunión con la directora y los otros padres para hablar sobre el comportamiento de la maestra. Hrebejk y su guionista trataron la trama sin subrayar una situación que claramente fue dramática. Al contrario, le aportaron la acidez que mostró su compatriota Milan Kundera en sus primeros trabajos como "La broma" o "El libro de los amores ridículos", en los que hizo universales situaciones personales.