Muertos demasiado Vivos Me acuerdo que cuando se dio a conocer la idea para Diabólica Tentación, muchas personas empezaron a especular con el carácter bizarro de la historia. La guionista Diablo Cody escribiendo una película de vampiresas y rock en el colegio secundario con Megan Fox a la cabeza generaba mucha especulación. Sin embargo el resultado era muy decepcionante, aburrido y carecía del humor que prometía tener. En el caso de Mi Novio es un Zombie sucede algo parecido, aunque los resultados son mínimamente mejores...
J-Horror pero en el Norte Y Willy del Toro no se cansa de sorprendernos. El pasado año produjo la floja No le Temas a la Oscuridad, una película de fantasmas donde el centro de la historia era una madre y su hija. En Mamá vuelve a repetir la fórmula, pero con otro director, el argentino Andy Muschietti, quien debuta en la dirección tras realizar varios cortometrajes, incluido uno llamado Mamá, en España, que en cierta forma inspiró esta película...
¡Por fin cine experimental y vanguardista! Teoría de Cuerdas, es sin dudas una de las propuestas más radicales que dio este BAFICI. Es verdad que para alguien que va sin haber visto alguna vez un film de estas características y no sabe que va a ver, esta película no va a gustarle. Pero así comenzó en sí el cine y a la vez este es el futuro. Películas abstractas, con mensajes incluidos, pero adaptados a formas plásticas, figuras artísticas distintas. Una variedad de cortos que experimentan y llevan los sentidos a otra parte de la sala. Música e imagen van y no van de la mano en esta propuesta apocalíptica e indescriptible. Hay que verla para disfrutarla. Cierto, es que cada corto es distinto, alguno más concreto que otro, pero si el orden parece casual, les digo que no es así. Si bien se podría haber ordenado diferente, para que los saltos no sean tan contundentes y bruscos, tambien es verdad que la suceción:abstract-concreto-abstracto-concreto sirve para que aquel que no haya visto films de estas características no se sienta tan cansado, o que la vista le sea tan pesada...
Sin Cerebro. Sin Corazón. Sin Valentía En algún lugar, más allá del arco iris, se encuentra una tierra mágica imaginada por L. Frank Baum, que forma parte del escenario de una novela infantil que ha sido numerosas veces llevada al cine, la mayoría de ellas, con poca repercusión. Esto se debe, principalmente, a que en 1939, el director Victor Fleming la convirtió en una de las grandes obras maestras de la historia de la cinematografía universal, inmortalizando a su estrella, y al tema musical de la película...
La Sombra de un Gigante Buenas noches. La película de la que hablaremos a continuación es la historia casi incestuosa de un director de cine obsesionado con las mujeres rubias y la esposa del mismo, que viviendo a la sombra del genio, desea tener una película para sí sola. Todo en el marco del rodaje de una de las obras que cambiaron el género de horror para siempre…
Policía Malo, Policía Bueno La química es fundamental en el cine. Cuando un director se asocia con un actor y sigue trabajando con el mismo intérprete durante un largo periodo de tiempo no se trata solamente de una cuestión de amistad, fórmula o un resultado comercial satisfactorio. Se trata de química, de comprender los códigos de la otra persona, y si una historia funciona bien dentro de esa relación, es porque así debe ser. Sin haber sido amigos - de hecho se odiaban - Kinsky y Herzog han hecho sus mejores películas, juntos. Lo mismo podríamos decir de la relación Wayne-Ford, Mastroianni-Fellini o Guiness-Lean...
Clase de Cine Se deben contar con las manos los directores que pueden confluir un relato original, ambiguo, que consiga despertar interés por las sensaciones que intenta generar, que amalgame una osadía visual, pero a la vez un concepción del armado de los encuadres meticuloso, pensar cada plano en forma individual, cada secuencia como unidad visual, única, pero a la vez que en el producto final signifique mucho más que una escena, conseguir crear personajes extraños que no abusen de su extrañeza, que tenga anclaje en personas reales, pero tomando vida propia, gracias al trabajo de un elenco que no busca destacarse por su rostro bonito sino por un talento para componer, crear, ocultar sentimientos o explotar, mostrando una gama de rostros diferentes según lo que solicite la escena...
El Truco Viejo Steven Soderbergh es un director esquizofrénico. Esta no es una acusación. Uno de sus primeros largometrajes, Schizopolis protagonizado y dirigido por él mismo, así lo demuestra. Y esto no incluye el hecho de que se pone diversos seudónimos para ocupar otras ramas técnicas de sus películas, como por ejemplo, Peter Andrews, el supuesto director de fotografía de todos sus films. No, sino porque es un director con múltiples personalidades, un camaleón, que aún con una cierta identidad visual y estética, no consigue nunca tener una autoría única, sino que esta adaptación medio forzada arrastrada al cine “Indie” o al cine industrial, pocas veces terminan dando resultados netamente satisfactorios. Si bien no soy enemigo acérrimo de su filmografía, tampoco encuentro una obra que me fascine en sí. Algunas me resultan más interesantes que otras en todo caso, como Vengar la Sangre, Confesiones de una Prostituta de Lujo, la muy dividida Traffic o La Nueva Gran Estafa, película que defiendo con capa y espada, un ovni en la trilogía protagonizada por George Clooney. El caso de Magic Mike parecería ser el espejo de Confesiones… Esta película que tiene solo un par de años fue protagonizada por Sascha Grey, mítica y aún joven actriz porno interpretando a una “dama de compañía” (para no repetir el patético título en castellano). Un film íntimo y minimalista, sin conflicto al descubierto, sutil, notablemente interpretado, un reflejo sin prejuicios del trabajo de la prostitución entre las clases burguesas neoyorquinas sin caer en golpes bajos, ni sentimentalismo. Apenas con un poco de ironía. Tampoco se trataba de una obra maestra, pero era interesante, con verdadero espíritu Indie. Magic Mike es completamente opuesta. Es pretenciosa, obvia, discursiva, sumamente convencional y previsible. Y lo peor de todo es que Soderbergh con su estética digital, su cansador gusto por la fotografía ocre, trata de ocultador, y las falencias narrativas, quedan más expuestas aún. Alguien me podría decir: “es un cuentito clásico bien narrado”. No, Soderbergh pretende sacarle lo clásico constantemente, le adjudica una intimidad sexual pretenciosamente tabú, pero que ha quedado obtusa desde los tiempos de Showgirls, con la que toca varios puntos en común. Magic Mike es CONVENCIONAL. Mike (Channing Tatum) es un stripper que sueña tener su propia empresa de diseño inmobiliario. Un día conoce a Adam (Pffyster), un joven de 19 años sin rumbo que vive con su hermana mayor. Mike le da la oportunidad de trabajar como stripper en el club que dirige Dallas (McCoughney) y no le va tan mal: gana dinero, obtiene mujeres, pero además del trabajo entra en contacto con otros negocios que ponen en riesgo su vida. El grave problema del film es que nos presenta un universo interesante que no logra profundizar demasiado. Apenas vemos un mero backstage de cómo se entrenan los protagonistas, pero el resto es muy superficial. Soderbergh presenta el club como si fuera Garry Marshall. Todas las coreografías son perfectas, con mucha producción, a las clientas el dinero le crece de las manos y por supuesto son todas jóvenes y atractivas. Vamos, Steven, podes ser un poco menos grasa que Michael Bay cuando querés. Si bien no hay que sacarle méritos al grandote Tatum – que además inspiró el guión de la película con su pasado en el rubro – demostrando que puede actuar y bailar al mismo tiempo, con mayor naturalidad que en el resto de su filmografía, que Pffyster no es tan duro como aparenta en un principio y McCoughney está pasando un gran momento interpretativo – ver Killer Joe y Bernie para comprobarlo - la película no logra levantar. Los conflictos son tan previsibles y forzados que no provocan siquiera que sintamos empatía por los “traumas” de los personajes. Soderbergh en su frialdad no logra definir si filma un drama, una comedia. Es un híbrido sin magia ni alma. Solo con buenas coreografías. Aunque no está mal narrada ni tampoco aburre, las situaciones son tan clisés, los giros tan previsibles que no logra evadir ni un solo lugar común. Y si durante media película creíamos que al menos el director muestra sin prejuicios ni críticas la profesión, al final todo se desbarranca cuando emite una opinión moral al costado económico y ligado a las drogas del negocio nudista. Nuevamente, esto podría ser interesante, sino estuviera tan forzado para darle una progresión dramática a la historia que posiblemente, habiéndolo evitado generaría mayor interés. No descubrimos nada nuevo. Obvio que todo es un negocio, y Dallas desde un principio es un símbolo del capitalismo, pero como el guión nunca logra profundizar al respecto ni se anima a realizar decididamente una crítica socio – político – económica de la “crisis”, esto queda de adorno a la subtrama menos interesante del film: los conflictos y las decepciones amorosas de Mike. ¿Es necesario golpear tanto al personaje? – aunque punto para Soderbergh que no se regodea en ello. Magic Mike es un film superficial que no logra levantar la perdiz, que se fija demasiado en los músculos, la “belleza” externa y los cuerpos, pero le falta algo de cerebro, como a sus personajes. Reitero, hay buenas actuaciones desperdiciadas en personajes esquemáticos y estereotipados. No se consigue por esto mismo la verosimilitud que el director pretende con su repetida estética. Soderbergh en su esquizofrenia indie/industrial pega una de vez en cuando, sin importar con cuanto presupuesto cuente en la mano, algún proyecto interesante que justifique su continuidad cinematográfica. Aunque pareciera que si logra dar en el clavo, le sale más por accidente que por talento. Será hora de probar con otros trucos. Los de Magic Mike son demasiado repetidos.
Un Hombre… y Otra Mujer Después de su paso por Cannes, Nueva York y cuanto festival se cruce en el camino, seguir discutiendo los atributos del último film de Michael Haneke se hace redundante. Sorprende, que haya tenido tanta repercusión acaso, en Estados Unidos, donde fue nominada al Oscar en ambas categorías como Mejor Película y Mejor Película Extranjera (representando ridículamente a Austria, cuando es netamente francesa), su director, su intérprete femenina, y su guión original, el cuál no es demasiado original, y, posiblemente, sea el menos original de la filmografía de su realizador. Lo primero que puedo acotar, es que habiéndose realizado seis años atrás una obra similar, tan sutil, bella y excepcionalmente interpretada como Lejos de Ella, que era un poco más clásica y convencional en su concepción pero cargaba con un hermoso lirismo y sensibilidad – gran trabajo tras cámaras de Sarah Polley – Amour es un film que no debería sorprender tanto por su temática. Sin embargo, en su tratamiento, Haneke impone su estilo desde principio a fin: ya sea por su frialdad, escepticismo, ausencia de elementos ajenos a la narración para generan emoción, su discurso seco y directo; o su estética visual: extensos planos fijos, escenas secuencias, cortes abruptos sobre el eje de cámara, fotografía barroca, elección musical incluso. Tampoco queda afuera, una sutil y no tan importante, pero relevante igualmente, crítica a la burguesía, la manera en que las noticias actuales van entrando en el mundo de los personajes, o una completa crítica acerca del abandono de las generaciones jóvenes con sus padres, o con los ancianos. Una total ceguera sobre enfermedades y miserias cotidianas, que Haneke desnuda a través del patético personaje que le tocó en suerte a Isabelle Huppert, musa del realizador. Haneke despoja al relato de efectismo lacrimógeno mostrando a un personaje que aún siendo sensible puede reflexionar acerca del absurdo de las ceremonias y ritos religiosos en los entierros, cuya frialdad para enfrentar el deterioro de su mujer lo antepone a la emoción, y por eso Huppert queda reducida a una caricatura sensiblera, en donde el director apunta sus filosos dardos para demostrar la superficialidad e hipocresía de los nuevos burgueses, que no son cultos, sino materialistas; que no se preocupan por sus semejantes, a menos que estos los ataquen de alguna forma. En este sentido Haneke muestra la crisis inmobiliaria y le da un contexto afín, común, normal. Pero el centro de la historia no pasa por la relación de Georges con su hija, sino con su esposa, la manera en que la paciencia se va transformando en incertidumbre y violencia. Mientras Anne realiza una involución y deterioro físico, él sufre el mismo síndrome a nivel emocional. Y sin embargo, aún con esa imprevisible pero coherente descarga de violencia, no se puede dejar de analizar que Haneke quiere hablar de un amor puro, de un amor que trasciende valores morales, un amor que es indemne al dolor. El realizador quiere demostrar a sus seguidores que esta vez eligió personajes comunes, y por eso nos los presenta en un cine/teatro, similar (según imagina) al del espectador, y así como cada persona es una más de una multitud, Georges y Anne, son una pareja más que puede figurar entre el mismo público del film. Así como en la última escena de Caché (escondido) el director recorta personajes dentro de un plano general, y apenas los consigue destacar sobre el resto. La presentación de ambos sigue en una progresión paulatina de los tamaños de planos y espacios por donde circulan. Después de este comienzo inspirado, Haneke decide no moverse del departamento del matrimonio, el cual desde un principio parece haber sido forzado y abierto misteriosamente. La muerte, el olor a muerte ronda en el espacio, y a pesar de todo es una trabajo optimista, positivo, acerca de un amor que va más allá del duelo. La química que se genera entre los intérpretes, Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant, es completamente verosímil y naturalista. Sin embargo, cuando la enfermedad se empieza a interponer, la actuación de Riva se limita a un increíble trabajo físico, que está bien reconocido por la Academia, aunque el verdadero protagonista, debido a su imponente y empático trabajo emocional, basado en la represión de acciones y sentimientos, de miradas, de austeridad y laconismo que es típico de su personalidad, pero a la vez cierta calidez y transmisión de amor real es Jean-Louis Trintignant. El protagonista de El Conformista, Rouge y Un Hombre y una Mujer es un monstruo. Su compasión y preocupación por Anne, consigue momentos de tensión extrema, gracias a la actuación del protagonista. A los 82 años es admirable el estado mental y la fuerza física que requiere el personaje. Y Trintignant, una de las máximas leyendas del cine francés, cumple con las expectativas de Haneke, convirtiéndose en un personaje de carne y hueso, espiritual y creíble. Ninguna situación, forzosa o de riesgo, es creada para provocar un efecto. Incluso aquellas escenas que denotan cierta crudeza en el tratamiento narrativo, como la degeneración corporal o la demencia senil, tienen una base real e identificable. Justa ganadora de la Palma de Oro en Cannes Amour nos muestra nuevamente el talento de dos artistas completos, versátiles, de personalidad y carácter. Un actor y un director, que confluyen en esta reflexión sobre la familia, las mujeres, los hombres, la vida y la muerte, las enfermedades y el miedo a la soledad. Un hombre que ha logrado expresar su cinismo y visión del mundo – y ahora muestra un perfil un poco más sensible - en forma única a través de la cámara; y un intérprete que logra borrar los márgenes entre actuación y poner realmente el cuerpo a un personaje.
El Fin y los Medios Después de la pésima Aparecidos, una historia de fantasmas ubicada en la Patagonia , que tenía como protagonistas a dos hermanos españoles, que eran perseguidos por militares y recibían la ayuda de espíritus de desaparecidos de la dictadura, el español Paco Cabezas, regresa a filmar a la Argentina una llamativa obra que supuestamente debería suceder en España, pero cuyo escenario son los barrios de Buenos Aires. Al principio es un poco extraño ver a todos los autos con placas españolas, la policía integrada por españoles, y que básicamente la mayor parte del elenco hable con acento español, y que pareciera que los pocos argentinos presentes sean los extranjeros. Pero cuando uno se acostumbra a esta fantasía o realidad paralela que propone Cabezas, sin que le importe demasiado el verosímil del espacio físico, dónde se sitúa la historia es lo menos discutible de Carne de Neón. El protagonista, Ricky, decide darle un regalo a su madre que está por salir de prisión por ejercer la prostitución: un burdel, Hiroshima. Para eso le pide ayuda a Angelito, su mejor amigo, proxeneta y buen conocedor de antros, y ambientes marginales para que lo ayude en su misión. Ricky, Angelito su guardaespaldas, El Niño, salen a buscar inmigrantes ilegales, vendidas como trata de blancas. Al principio, el negocio prospera, hasta que aparece El Chino, un gángster que monopoliza la prostitución de la ciudad y le pide una parte de las ganancias de Hiroshima. Paco Cabezas realiza una suerte de thriller a lo Guy Ritchie, intercalando humor, acción y dramatismo en esta ciudad ficticia. Las nacionalidades que importan son las de las mujeres extranjeras secuestradas para ser usadas como esclavas sexuales. Cabezas apela a los peores golpes bajos posibles y guarda reminiscencias con otras películas: desde una inmigrante africana embarazada (parecida a la de Niños del Hombre), hasta escenas de violaciones y sodomías. Sin embargo, a pesar de todo, el guión tiene una búsqueda formal y una construcción alrededor de la relación madre/padre – hijos/hijas que es bastante interesante. Más allá del sentimentalismo, se nota una intención de parte de Cabezas de generar una suerte de cómic al estilo Sin City, con personajes sólidos y actuaciones verosímiles, a pesar del tono caricaturesco de varios de ellos. La estética videoclipera, está bastante bien aplicada en función de la historia y el mensaje anti trata. La fotografía y dirección de arte remite un tratamiento crudo, similar al que podría aplicar Joe Carnahan o Alejandro González Iñarritú. Esto demuestra, sin duda, las ambiciones y pretensiones de Cabezas. La películas es dinámica, tiene ritmo y humor. Y en este sentido es donde se genera la mayor incomodidad acaso, ya que por momentos, Cabezas se deja tentar por cierta mirada misógina y sexista que contrasta con el mensaje final. La película tiene momentos extremos, pero a la vez la tensión de ciertas escenas son dignas de admirar. Es un trabajo impecable en su factoría técnica, que profundiza en un tema demasiado serio, y que con una estética modernosa, “cool” como trasfondo desorienta por sus contradictorias intenciones. Es realmente destacado el trabajo de Vicente Romero, el cómic relief del film; de Luciano Cáceres como El Niño – trabajo introspectivo, austero, diferente a lo que nos tiene acostumbrados en la televisión argentina – de Darío Grandinetti como el villano de turno y, especialmente de eterna Ángela Molina como la madre de Ricky, una prostituta con Alzheimer. Películas, con tantos golpes, con una visión tan marginal del mundo, tan cruda es blanco fácil de críticas, y más especialmente si se cruzan los géneros, pero al mismo tiempo es imposible no reconocer, que el relato fluye, que todas las intenciones de Cabezas, terminan por tener coherencia en la resolución final del film, y para enfatizar la moraleja. Que para el debate y la reflexión, si en este caso el fin justifica los medios.