En particular, lentamente el cine argentino va ganando en número en cuanto a estrenos en este raro período pandémico y dentro de esa avanzada, llega una película realmente consistente y vistosa, llamada «El perfecto David». Opera prima de un cineasta que viene del mundo de la publicidad, esta cinta presenta un escenario austero y frío, en el cual se juega una vinculación extraña y poco natural, entre un joven fisicoculturista y su madre, quienes parecen embarcados en una misión de perfeccionamiento corporal que va más allá de lo visible. La dirección de Felipe Gomez Aparicio tiene claro lo que desea presentar en este recorrido. Su relato es fresco, original y a la vez, inquietante. David (Mauricio Di Yorio, excelente) es un adolescente obsesionado con su cuerpo. Dedica gran cantidad de horas al entrenamiento y al cuidado de su cuerpo. Su tarea es supervisada estrictamente por su madre, Juana (Umbra Colombo, también destacadísima) quien es una cuidadosa mujer que parece tener el foco exclusivamente en su hijo. Ambos poseen un vínculo fuerte, edípico, pero a la vez, distante y gélido. La fotografía y el sonido acentúan el escenario donde la relación se juega. David tiene atisbos de parecer un joven más de su grupo, pero en algunas escenas con sus compañeros de colegio, nos damos cuenta de que no lo es tanto. Hay en él un silencioso doloroso que se puede percibir desde la butaca. Algo no está bien, a pesar de que hay esfuerzos en él por controlar sus impulsos. Incluso su apetito sexual parece desdibujado, aunque podemos ver que intenta satisfacer ese costado rudimentariamente. De hecho, todo está ordenando de acuerdo a su primera prioridad, que es el cuidado y desarrollo de su mejor versión física posible. Con un torneo cercano, las acciones de Juana irán en aumento, sumando presión a través de lo químico para mejorar las posibilidades de victoria de su hijo. No soy psicoanalista pero este film debe ofrecer mucho para mirar con detalle, dado que la estructura que presenta, es llamativa y en cierta manera, impactante. La cuestión de Juana con el arte, esa construcción que elabora en su hijo como adonis, es sin dudas, un eje en el cual se vertebran los conflictos que atraviesan al joven. «El perfecto David» podrá leerse como un estudio de personajes y relaciones. Y está bien. Me gusta que puede resumir la naturaleza de su conflicto y escalarlo, en un tiempo adecuado. Es cierto que no todo queda resuelto y redondo en el cierre (ni mucho menos, desde ya) pero si que la película cumple en llegar al climax en el momento justo, con la premisa de dejar al espectador sereno, expectante y lleno de conjeturas sobre cómo podía continuar la historia. Intérpretes prometedores, buen montaje, destacada dirección. Muy buen trabajo de Gomez Aparicio, de lo mejor del cine nacional este año, sin dudas.
Entré a sala a ver «House of Gucci» con mucha expectativa. El portentoso elenco y la dirección de Ridley Scott presagiaban un nuevo hit dentro de uno de sus géneros favoritos: el drama mafioso familiar. Sin embargo, luego de más de dos horas y media de metraje, mi sensación es que la cinta no es un producto equilibrado, sino un equipo que gira exclusivamente en torno a la luminosa Lady Gaga, la reina de todas las miradas en esta realización. Ya hemos visto que Gaga, posee una capacidad interpretativa descollante. Lo ha demostrado en «A star is born» y aquí vuelve a ratificar todas sus condiciones, jugando a una chica italiana de clase popular, que seduce y conquista a uno de los grandes herederos del emporio Gucci en una trama plagada de intrigas, descontrol y asesinato. La historia es quizás, una más de aquellas mujeres que se fijan un objetivo en la vida, y se comprometen más allá de sus límites para lograrlo (¿se acuerdan de «To die for» de Gus Van Sant con Nicole Kidman?). Lady Gaga aquí es Patrizia Riggiani, una fémina que conoce a Maurizio (Adam Driver) y en dos o tres pasos define su estrategia para enamorarlo. El forma parte de una prestigiosa familia que reina en el campo de la moda, y convertirse en su esposa, es el primer escalón que ella se propone. Dentro de la trama, la primera parte presenta el inicio del romance (una relación de alto voltaje, anticipamos) de la pareja principal (con algunos condimentos como Maurizio trabajando con el padre de su mujer) para luego ir presentando a los grandes nombres que trae esta cinta: Al Pacino, Jared Leto, Jeremy Irons. Ante todo, la familia unida (?). Lo que vendrá después, debo decir que ya se lo imaginan. Una trama donde el deseo de poder crece y se va devorando a cada personaje a su tiempo. Es interesante ver la composición de Driver, quien logra mostrar una curva consistente en relación a la ambición que su personaje tiene en distintas épocas de la vida. Lady Gaga, debemos decir, siente que la cinta es suya y actoralmente barre con el resto, incluso con los grandes nombres de la industria que la escoltan. Ella es un volcán en erupción todo el tiempo. Se siente Patrizia y termina por convencernos, que si no hubiese sido por su trabajo, difícilmente pudieramos aprobar este trabajo de Ridley Scott. Encontrarán estafas, frases grandilocuentes, traiciones y odios en distintos grados. Cada elemento, por supuesto, bien «coreografiado» por el director, quien trata de administrar con experiencia el tiempo de cada «monstruo» en pantalla, ofreciendole su lente para dichos lucimientos personales. Pero… Leto luce sobreactuado (lo siento Jared pero tenía que decirlo!), Pacino y Irons trabajan a reglamento en roles que podrían tener más color, pero extrañamente Salma Hayek salva su ropa jugando como Pina, otra mujer a la que hay que prestar atención. En cuanto a la dirección artística y la banda de sonido, nada que decir. Excelentes ámbas. Quizás si el metraje hubiese sido más ajustado y la última parte, consistente (el tema del asesinato de Maurizio), hablaríamos de una obra muy destacada en la filmografía de Scott. Sin embargo, me atrevo a decir dos cosas. Por un lado, será muy nominada en la temporada de premios. Segundo, insisto, sin el carisma y la interpretación visceral de Lady Gaga, sería difícil elegir esta historia como una cinta memorable. En lo que obtenga, la actriz y cantante deberá ser reconocida por su aporte central en esta propuesta. Sólo por ella, (al menos esta vez), la experiencia de su visionado es más que satisfactoria, aunque esperabamos más de un elenco que con seguridad, tenía todas las condiciones para obtener un film sobresaliente. No lo fue, pero más allá de eso, la disfrutarán seguramente.
Sabemos que los sesenta tienen un aire nostálgico único. Una década que cambió al mundo, en muchos sentidos, siempre puede ser un buen punto de partida para bucear en cualquier género cinematográfico. Suponemos que esa fue la idea del original Edgar Wright («Shaun of the dead», «Baby driver», «Hot fuzz»), instalar una historia enigmática en dicha década, fusionando el thriller clásico con el terror sobrenatural. Instalar un escenario colorido y excitante como el de la Inglaterra de fines de los sesenta es una gran pasarela para sus personajes. «Last night in Soho» dijimos entonces, es una cinta honesta, enrevesada y potente sobre una aspirante a diseñadora de modas, Eloise (Thomasin McKenzie) quien desde un escenario rural llega a la gran Londres de esa época, para estudiar en la universidad y llevar adelante su sueño. Es una chica que tiene ciertas percepciones «paranormales» e iniciar una vida tan demandante como la citadina, parece un desafío para su emocionalidad. A poco de instalarse en la gran metrópolis, decidirá mudarse a un cuarto en una vieja casona, para poder dedicarse tranquila a su actividad. Pero más pronto que tarde, sus intuiciones y una serie de sueños, la transportarán a unos cuantos años atrás, en un tiempo donde seguirá la historia de Sandie (Anya Taylor-Joy), aspirante a cantante y posible estrella en ascenso. Eloise se adentrará entonces en una serie de episodios diurnos y nocturnos que la llevarán a ir adentrandose en esa tortuosa trama que parece albergar un incierto final que la apelará en su más profunda intimidad. Sandie posee una personalidad magnética y Eloise seguirá su relación con Jack (Matt Smith) para desentrañar qué sucedió con la sufrida mujer. Claro, no será fácil porque mientras ella vive en esta época, sus viajes psíquicos afectarán a su medio y la pondrán en una compleja situación en su ámbito académico. La historia está muy bien narrada, Taylor-Joy seduce y se transforma en el centro de las miradas. McKenzie hace su aporte bien acompañada por los aportes de Smith, Michael Ajao (en el rol de pseudo novio de Eloise) y el gran Terence Stamp en un papel interesante que desconcertará a la audiencia. Desde los aspectos técnicos, la peli es impecable. Gran recreación de Londres en esa época, una soundtrack inspirado y un trabajo de arte destacadísimo. Wright coquetea con el terror durante gran parte del metraje pero condensa sus mejores armas en el clímax de la historia. La atmósfera de misterio planteada puede parecer contenida pero está bien construida y el metraje es disfrutable en toda su extensión. Realmente debo decir que esta es una producción es de las más sólidas de este 2021 y recomiendo no perdersela. Un nuevo acierto de un director que ahora juega decididamente en las grandes ligas.
Quizás el nombre Jonathan Hensleigh no te suene familiar, pero es un escritor con mucha experiencia en el cine de aventuras (puso la firma en «Die hard» y también en la serie del joven Indiana Jones, por mencionar sus trabajos más conocidos) , pero que sólo hay hecho tres largos, con éste que analizaremos hoy en su carrera («The punisher» y «Kill the irishman»). Nadie podrá discutirle que sabe hacer guiones de cintas intensas, dinámicas y trepidantes, desde ya. En esta oportunidad, nos trae una propuesta clásica, de héroe enfrentado a la adversidad, en el marco de una cruzada asistencial en el hielo. Para ello, cuenta en su elenco con una de las máximas figuras actuales del género, Liam Neeson. Sabemos que luego de «Taken», las cosas cambiaron radicalmente para el intérprete y que salen periódicamente títulos donde nuestro amigo se ocupa de combatir a los malos, defender a la familia y los valores correctos, en todos los territorios posibles. Le faltaba el clima polar, creo, pero con esta «Riesgo bajo cero», ya estaríamos cumplidos. La historia presenta a un camionero experimentado, con mucha mala suerte, Mike McCann (el ya mencionado Neeson), quien junto a su hermano (Marcus Thomas), son invitados a llevar un cargamento y asistencia a una lejana base polar donde operarios de una empresa, han quedado atrapados. Dado el poco tiempo disponible y atendiendo a las complicaciones del clima y el suelo (ya verán porqué), la tarea no es sencilla. Pero Jim (Laurence Fishbourne), cerebro de la operación, diseña el convoy y parte con pesados camiones a intentar la proeza, a pesar de las condiciones imperantes. Lo que no anticipará, es que todo lo sucedido en la mina donde los trabajadores quedaron atrapados, no es producto de la casualidad, sino que hay un plan corporativo que se pondrá en juego si el rescate es exitoso. La trama ofrecerá entonces un recorrido por escenarios helados donde encontrarán acción y drama, en partes iguales. Neeson conoce su rol a la perfección y a pesar de las limitaciones del diálogo, logra sacar a flote el sentido de la historia, aportando el peso justo de la interpretación en los instantes críticos que ofrecen equilibrio a la propuesta. Desde ya, su recorrido es convencional y predecible, en cierta manera, pero no deja de ser un buen relato de acción y suspenso en un escenario poco transitado por el cine. Ahí es donde se hace fuerte y genera interés en el público. Aprobada y recomendada para este fin de semana. Una más del viejo Liam pero efectiva al ciento por ciento.
La verdad es que, después del reboot de Paul Feig en 2016, me costó entrar a sala para ver esta nueva entrega de la franquicia. Como todo ochentoso que se precie, las originales (primera y segunda parte), son de mis películas preferidas familiares de ese tiempo. Pasé años tarareando «Who you gonna call?» de aquella icónica canción de Ray Parker Jr, incluso. Dicho esto coincido además con la opinión de la mayoría de mis colegas que tenían dudas sobre el destino de este segundo reinicio de la década. Sin embargo, debo reconocer que si bien, lejos de mis expectativas, «Ghostbusters: afterlife» es un producto digno, nostálgico y familiar, a la altura de lo que debería pedirsele a una saga tan famosa. ¿Por qué digo esto? Esta cinta ofrece pequeños papeles y cameos de gran parte del elenco original (obviamente, sin Harold Ramis quien falleciera en 2014), está producida por su autor original (Ivan Reitman) y rodada por su hijo (Jason, quien viene del mundo indie pero tiene una carrera personal y prestigiosa). Además, continúa la trama original de la primera entrega (esto creo que es lo más novedoso) y se instala en un universo actual donde hay terreno fértil para explorar merced a una mayor complejidad de los films y series familiares en la consideración de la audiencia. Esto es importante saberlo, porque no se si los adolescentes actuales recuerdan «Ghostbusters» pero sí se que todas han visto «Stranger Things». Y hay una evidente conexión que indica que los públicos pueden vincularse intuitivamente. Pero más allá de eso, está el público adulto. Los de más de 40 que crecimos admirando al trío principal (¿quien no ama a Bill Murray de nuestra generación, sin ir más lejos?) y que seguimos comprando incluso (ejem!) juguetes como la ambulancia que tiene el fantasmita tachado en la carrocería… todos ellos se sentirán cómodos y disfrutarán este retorno a las fuentes. La trama presenta a una joven madre que regresa con al pueblo natal de uno de los cazafantasmas «fundadores», en la rural Summerville, con sus hijos para hacerse cargo de sus cosas, enterada de su muerte. A partir de un hallazgo entre los materiales que se encontraban allí, comienzan una comunicación paranormal que abrirá el canal para que los chicos comiencen a descubrir un mundo inédito para ellos: el de los sucesos paranormales. Mientras esto sucede, los hijos de Callie (Carrie Coon) se relacionarán con sus compañeros y compañeras en la escuela y comenzarán a explorar no sólo los fierros que el abuelo tenía, sino también descubrirán que una amenaza que ya atacó en 1984, puede regresar en 2021 si no se hace algo para detenerla. Para preparar y entender el fenómeno, contarán con la ayuda de Paul Rudd, quien juega uno de sus habituales papeles de profesor querible, aquí enamorado de la mamá de los chicos. Completado el power trío (hasta aquí, McKenna Grace y Finn Wolfhard) con la incorporación de Logan Kim como Podcast, los nuevos reclutas podrán lanzarse a la aventura de aprender el uso de las armas para enfrentar fantasmas y por supuesto, investigar no sólo como funciona la maquinaria disponible, sino también integrarse como equipo y aprender sus nuevos roles para la tarea. La etapa siguiente será entonces, adentrarse en el portal (una mina abandonada en el pueblo) que representa el mayor peligro para la humanidad, aunque pocos sean conscientes de ello. El viaje será esperable, divertido aunque bastante similar a las resoluciones tradicionales de la franquicia. Las actuaciones son convencionales, excepto por el trabajo de Grace, quien atrae todas las miradas y le da una altura a su personaje, destacada. El resto acompaña con oficio, pero sin aumentar el voltaje de la propuesta. Después de todo, la cantidad de guiños y alusiones al film original, son suficientes para mantener el entretenimiento a lo largo de todo el metraje. En síntesis, aprobada para todo público y especialmente recomendada para fans de la cultura ochentosa, quienes son los mayores ganadores de este regreso.
Creo que la cuestión que nos apela el visionado de «Redemption day», está relacionada con el tipo de propuesta, más que con la calidad de la misma. Y me atrevo a pensar en que hoy en día los héroes que son taquilleros en el género, plantean o una propuesta violenta y bien coreografiada (desde «John Wick» hasta «The Raid», por ejemplo) o un héroe clásico, maduro, parco, serio pero carismático, ya sea del estilo Liam Neeson o Jason Statham. En ningún caso rescatar el espíritu de los films de acción de los ochenta, como es este caso, parece una buena idea. No hay público para eso, más cuando las cadenas de streaming, incluso, acercan cintas medianamente aceptables que prodigan tiros, balas y explosiones. Y dicho esto, ahora sí, podemos hablar de este trabajo de Hicham Hajji, ópera prima de este marroquí que estudió cine en Canadá y que se le anima al género, en su propio terruño. La historia es la de un soldado que ha vuelto a América después de haber vivido dolorosos momentos en el frente de batalla. Brad (Gary Dourdan) parece haber terminado esa etapa y querer vivir una vida distinta, en compañía de su mujer y su hija. Pero su esposa, de profesión arqueóloga, complica involuntariamente las cosas cuando parte a Marruecos a realizar una tarea quizás trascendente para nuestro tiempo (¿será para tanto?) y cae prisionera de un grupo terrorista que conoce su oficio y quiere obtener rédito de esa captura. Al enterarse de esto, Brad se lanzará a una aventura previsible, que implicará una operación de rescate en terreno hostil, previa discusión política con funcionarios que habilitarán por izquierda dicha incursión. En roles secundarios aparecen Andy García, Martin Donovan y Serinda Swan, quienes han tenido mejores papeles, sin duda. ¿Que esperar entonces de «Redemption Day»? Sin dudas es una cinta convencional, con mucho espíritu clase «B», plagado de actuaciones discretas y un guión limitado y poco imaginativo. Dourdan era una promesa allá, hace tiempo pero… el tiempo ha pasado y su oportunidad parece perdida. Hajji tiene a su favor que conoce el terreno donde rueda bien y en ese sentido, los locales parecen caracterizados con adecuadamente pero lo cierto es que la raíz del conflicto, hoy se resolvería (suponemos) de otra forma. No puedo asegurarlo pero… En definitiva, si sos fan del género y querés una película sencilla, modesta, pasatista y de bajo vuelo, la alternativa es válida. De lo contrario, hay mejores exponentes en Netflix y Amazon Prime, que la superan en calidad.
«Red notice» llama la atención, primeramente, porque es una película que podría ir perfectamente a salas comerciales, sin tener que pertenecer al catálogo de un servicio de streaming. Más allá de las cuestiones que ahora desgranaremos, es una apuesta grande de la «big N» en pos de consolidarse frente a la creciente cantidad de compañías que están alumbrando alternativas para desbancarla. Hasta aquí, había cine arte vendido a Netflix en los pasados años en carácter de exclusividad («Roma» es el ejemplo perfecto), pero nunca un producto (insisto) de primera línea comercial y mainstream había llegado a los hogares tan rápido, siendo que a priori, contaba con potencial para hacer un dividendo en el box office global. Debo decir, primero, que cada vez que veo a The Rock, me envuelve una sensación de incomodidad, porque no logro encontrarle el tono a sus últimos personajes. Sus líneas son básicas, no tiene química con nadie y excepto en contadas oportunidades, carece de diversidad de registro para la interpretación. Sí, ya se, Vin Diesel es peor. Bueno, no me acostumbro. Ustedes sabrán disculpar. Johnson vuelve a convocar a un amigo para rodar, y en este caso se trata de Rawson Marshall Thurber, con quien hizo tándem en «Skyscraper», detrás de cámaras. Con el visto bueno de los productores, se sumó posteriormente al proyecto a dos grandes figuras de la industria actual, Ryan Reynolds y Gal Gadot, apostando a que su popularidad sea suficiente para garantizar calidad, cosa que desgraciadamente, no sucedió. Pero…¿De qué va «Red notice»? La trama presenta a dos ladrones de joyas y obras de arte, que se enfrentan por la obtención de una serie de tres «huevos egipcios», posesión nada menos que de la glamorosa Cleopatra allá a lo lejos y hace tiempo. Al parecer, Dwayne (John, un investigador) quiere poner tras las rejas a Booth (Reynolds), porque cree que podría llegar hasta «el Alfil»(Gadot), figura prominente del crimen y con un trabajo bien hecho, ambos ladrones terminarían en la cárcel. Lo que vendrá entonces, es una serie de pequeñas historias cortas, en distintas ciudades, donde los forzados compañeros tratarán de resolver los problemas derivados de la acción de esta búsqueda de las joyas, mientras lidian con problemas derivados de su forzosa actualidad. Ya se imaginarán, Reynolds en modo «Reynolds», haciendo bromas a reglamento, la seducción embriagante de Gadot, cada vez más segura y ofreciendo confirmación explícita de su rango de súper estrella y Johnson… bueno, también en modo «ídem», haciendo lo que mejor sabe y más le gusta, se ve… La cinta funciona porque la familiaridad y cierta dosis de humor de «pals», logran sostener en la primera parte la atención. Una vez que las piezas están dispuestas, hay menos sorpresas y el relato transcurre en forma más convencional. El guión intenta de a ratos alguna vuelta de tuerca, pero todos son arrestos discretos, que no logran impulsar la calidad de lo que estamos viendo. Como nota de color, uno de los escenarios presentados (recorren varios países), está estructurado en estudio, lo cual, para nosotros en particular, nos hace preguntarnos… ¿no podía haberse cambiado el destino?¿el presupuesto no daba para otro viaje más? Sorprende y seguramente se harán ustedes, preguntas similares. En cuanto al valor de la propuesta, es un film sin demasiadas aspiraciones más que entretener y ser vehículo para el lucimiento de la habilidad especial de cada protagonista. Es decir, en ese sentido no encontrarán nada nuevo aquí y libra por libra, quizás podría esperarse más para una película cuyo presupuesto es de 200 millones de dólares. Entiendo que aquí hay una especie de cross-over entre las viejas aventuras de Indiana Jones, algo de «National Treasure» (con Nicholas Cage, si no la recuerdan) y cualquier cinta de ladrones de guante blanco que recuerdes (por ejemplo «The Thomas Crown affair» aunque hay muchos más). Lo cual no implica que el resultado sea satisfactorio. No sorprende, «Red notice». Seguramente ese equipo podía hacer una cinta más intensa y atractiva que la que verán. Pero está bien, un poco por debajo de lo esperable, cumple.
Siempre son interesantes los exponentes israelíes que llegan a nuestra cartelera. Y esta vez no es la excepción, con la ópera prima de Ruthy Pribar que abre esta semana en Buenos Aires. No soy afecto a los dramas o el subgénero que puede construirse a través de la travesía de dolor y cambio físico que implica el tránsito por una enfermedad terminal. Como muchos de ustedes, he visto y reseñado, además, una enorme cantidad de títulos en ese sentido y claramente si no hay un enfoque original, distinto, son films que me cuestan. Lo reconozco. Sin embargo, “Asia” logra mostrarse como una propuesta valiosa y personal. Las cintas que mejor funcionan no son las relacionadas con la agonía y el sufrimiento, sino las que logran transmitir con emoción la vinculación profunda que se produce en la pareja protagónica del film. Muchas veces hay un interés romántico ahí, pero también en otros, se presenta una relación familiar como el epicentro emotivo de la trama. Esto es lo que sucede en “Asia”. La historia nos presenta a una enfermera que fue madre joven que da título al film, (Alena Yiv) y que cría a su hija Vika (Shira Haas), sola. Son dos mujeres que parecen tener una relación más de convivientes y amigas, que de madre e hija. Asia tiene horarios complicados por su trabajo (hace guardias nocturnas) y Vika se va quedando sola, y en esa vuelta se reúne con los chicos del barrio, intentando ser una más.Pero Vika, no lo es. Sufre una enfermedad que, al principio de la película parece controlada y permite cierta organización familiar en virtud de que no impide ciertos desplazamientos y acciones, pero con el correr de las primeras escenas, el cuadro cambia y el deterioro de la salud de Vika se vuelve evidente y preocupante. Desde ya que el diagnóstico es reservado y por mucho esfuerzo de parte de Asia, su destino parece ser el de ir en viaje de ida hacia el deterioro físico en su máxima expresión. Asia, en ese sentido, pasa de tener cierta distancia real hacia su hija, a revincularse en forma intensa y reformular su rol. Pribar logra construir un escenario dinámico donde las emociones van edificando un clima denso, melancólico pero a la vez, humano y potente. Esta es una cinta dirigida con madurez y soltura, que se apoya en los excelentes trabajos de Yiv y Haas (que es una estrella desde “Poco ortodoxa” de Netflix), quienes presentan un brillo particular al construir esa relación fraternal y única que se da entre madre e hija.En síntesis, un drama sólido y vistoso, pleno de candidez y emoción que no deberías dejar pasar, si sos habitué del género.
Lo primero que hay que decir acerca de «Desterro» es que no es un película convencional. Dicho esto, podremos avanzar en algunos elementos emergentes que nos parecen destacables, dentro de una propuesta totalmente alejada de lo comercial, planteada como objeto artístico y reflexión a través de la imagen y el sonido. La cinta que pensó y plasmó María Clara Escobar, en sus propios términos es «un sentimiento, una atmósfera a construir». Nada más exacto para definirlo. «Desterro» es una experiencia inmersiva distinta, incómoda y hasta áspera para todos aquellos que estamos habituados al cine de todos los días. Parte de la premisa de una búsqueda, pero es más que eso porque bucea con una singularidad de temáticas complejas en virtud a las emociones que se perciben en dicho ambiente. Todo parte del dolor de Israel (Otto Jr), marido que se encuentra abandonado y desestructurado por la partida abrupta de su mujer, Laura (Carla Kinzo). De hecho, no ha logrado ni procesar ese hecho cuando escucha lo noticia de la aparición del cuerpo de su mujer en otro país (en este caso, Argentina). Todo el bagaje de emociones y sentimientos contradictorios comienzan a desplegarse en virtud de pensar o fantasear sobre cuáles fueron las motivaciones que llevaron a Laura a tomar esa decisión. En ese sentido, se ven en el film dos grandes momentos, uno donde hay una historia definida y narrada bajo la visión onírica de Escobar, y la otra, más plural donde hay en juego otras cosas, en relación a una serie de monólogos muy interesantes que prefiero no anticipar. En términos de lo que se puede percibir, cinematográficamente, «Desterro» es un fresco donde nada es claro ni determinado. La lente de la directora genera enfoques donde los cuerpos hablan y la realidad se deconstruye todo el tiempo. Es difícil explicar como funciona además, la película, porque creo que en cada espectador con apertura, provocará sensaciones diferentes. En lo personal, creo que Escobar hace cine experimental, por así decirlo, ya que no presenta (ni está remotamente interesada, creo) en mostrar una progresión de conflicto tradicional, ni nada cercano a eso. Sí siento que hay una preocupación en crear climas (y aquí juega mucho el sonido) para permitir una conexión con lo que supuestamente es el conflicto central que se nota en cada fotograma. Es innegable que hay mucho diseño de arte en «Desterro» y una gran libertad creativa por parte de su directora, quien jugó su obra con todos esos elementos a su favor. Sin embargo, para todo espectador no familiarizado con este tipo de cine, no es una cinta amistosa y sin dudas, está reservada para quienes posee una perfil familiarizado con el arte, en toda su dimensión o son cinéfilos curiosos a quienes les interesa explorar toda singularidad en la cartelera porteña.
Me tocó reseñar la primera entrega de esta serie, la original «Qu’est-ce qu’on a fait au Bon Dieu?» (2014), título que Philippe de Chauveron presentó en su tierra con gran éxito hace un tiempo. Lo destacado de la propuesta era la crítica social que hacía sobre cómo era vivida la inmigración en Francia, clave jugada en tono de comedia sagaz, en la cual las mayoritarias comunidades extranjeras, estaban representadas en la piel de los yernos elegidos por las hijas del protagonista. Enmarcada en la misma situación, con algunos pequeños cambios cosméticos, la segunda entrega de dicho film sigue siendo la misma. Es decir, busca generar humor a partir de estereotipos y prejuicios domésticos varios, algunos punzantes y otros más livianos. Claude (Christian Clavier) y Marie (Chantal Lauby) siguen al frente de una numerosa familia en la cual, los maridos de las hijas poseen varias ascendencias y en sus propias palabras, se les hace cada día más difícil vivir en el país galo. ¿Las razones? Un poco de todo, pero «Qu’est-ce qu’on a encore fait au bon Dieu?» en esta oportunidad peca por intentar repetir la fórmula anterior, con un nivel similar de gags que apenas llegan a ser simpáticos pero no mucho más. Se nota la intención clara de hacer una película coral, donde cada pareja tenga algunas líneas de lucimiento, aunque debemos decir que el resultado es más desparejo que en el primer capítulo. La simpatía de los personajes secundarios (Frédéric Chau, Noom Diawara, Ary Abittan y siguen las firmas) junto a las hijas de la pareja (la deliciosa Frédérique Bel y la divertida Émilie Caen sin dudas entre las destacadas) es colorida, pero no posee el ritmo que debería tener una comedia frenética enmarcada en esta propuesta. La trama presenta la jubilación de Claude, su proceso de reconversión «laboral» (o justamente, no tenerlo!) y la noticia de que un viejo amigo (ya conocido por todos), le solicita la casa (caserón en realidad) para realizar una boda. Claro, la misma no es lo que la gente espera… Y sin anticipar nada más podemos decir que Chaveuron se intenta desafiar a sí mismo en este film, abriendo su abanico a otros temas sociales importantes (el matrimonio igualitario, en términos de la aceptación familiar), con suerte dispar. Si bien las intenciones son buenas y se percibe un aire constructivo en la historia, lo cierto es que «Dios mío, ¿qué te hemos hecho… ahora?» no cumple las expectativas previas. Sin embargo, debe reconocérsele una búsqueda por visibilizar ciertas cuestiones (por más que lo ubique dentro de una burguesía francesa que puede «digerirlo»), valiosa y constante, donde el humor quizás no de la talla, pero no quita el sentido con el que se pensó esta producción. En síntesis, una oportunidad para ver cómo en el primer mundo se abordan los conflictos étnicos desde una perspectiva amena pero no hilarante.