Me cae bien Tom Holland. Creo que es un tipo talentoso. Y la industria ha detectado que tiene un grupo de seguidores enorme, merced a su trabajo en «Spider Man». Es así que era esperable que le llegaran propuestas dentro del género familiar para aprovechar su popularidad en la taquilla. Así es que finalmente, después de mucho tiempo de pre-producción, llega a nuestras salas «Uncharted», versión fílmica de un videojuego al que los gamers de todo el mundo, aman. De hecho, algunos que estaban en la función en la que ví la cinta, estaban realmente enojados con la adaptación que veían, la edad del protagonista… Y yo, que no jugué nunca «Uncharted», descubría bastantes clichés relacionados a aventuras clásicas de los 80′ como la saga de «Indiana Jones». Un entorno desafiante, buenos efectos en relación a los combates y un relato, simple… efectista. Pero mis colegas seguían enojados porque, en sus términos, «no respetaba la esencia del juego original». Sí me pasó de ser jugador, en cambio, de la saga «Resident Evil» de Capcom muchos años. Y cuando me tocó ver, especialmente la última entrega, me gustó volver a esos lugares del primer juego de Playstation 1. Lo disfruté, realmente, más allá que la peli no es un concierto de virtudes y tampoco es un film memorable. ¿Por qué digo esto? Creo que hay que tomar el concepto detrás de las generalidades que ofrece «Uncharted» y respetar la adaptación de guionistas y director. Hay trazos gruesos de los personajes, un universo familiar a los seguidores de la saga y no mucho más. Y no creo que importe. Porque al final de cuentas, la recordaremos (y habrá segunda parte si la taquilla es buena) por lo que es y de dónde viene, o cuál es su fuente de inspiración. Desde ya, la mayor parte de películas inspiradas en videojuegos son de discretas para abajo pero… no es el caso. Esta «Uncharted» es entretenida. La historia es la de nuestro amigo Nathan Drake (Holland) quien es un aventurero conflictuado que será convocado a ser parte de la búsqueda de un tesoro, por Víctor «Sully» Sullivan (Mark Walhberg). Dicha tarea, será obviamente en escenarios interesantes, con una adecuada dosis de acción y gran despliegue visual. Walhberg luce mejor de lo esperado, tiene más humor que Holland, quien parece atado a su rol de ídolo teen arácnido. Los villanos, son nombres desperdiciados (con Antonio Banderas a la cabeza) y el sentido de la trama, es hacer un recorrido de aventura mientras internamente, Drake, hace su proceso para resolver los temas que tiene con su hermano de hace un tiempo atrás. El director de «Venom», Robert Fleischer, intenta dotar a su relato de todos los elementos que conocemos en sus films anteriores («Zombieland», sin ir más lejos) pero falta química en la pareja central para mostrarse como una «buddy movie» de primera línea. Lo es, por una cuestión de presupuesto, no de calidad. Si buscan un rato de esparcimiento sin mayores expectativas y no se conflictúan porque la propuesta, no está «a la altura del videojuego», tienen vía libre para verla. Insisto, está debajo de lo esperado (por elenco, director y producción), pero teniendo en cuenta la realidad de esta cartelera «post-pandémica», pueden considerarla una opción válida.
Creo que las comedias románticas son un género subvalorado. De hecho, la Academia que está por entregar los premios en unos días, siempre ha preferido dramas como sus cintas ganadoras. La audiencia, hoy en día, se enfervoriza con cada lanzamiento de Marvel y DC, mostrando que el cine de aventuras y superhéroes, retribuye muy bien cualquier inversión. Y así podría seguir con muchos ejemplos, para hipotetizar que las «rom com» son un placer culposo. Mucha gente las ve, pero desconoce su importancia en la industria. Pero no, es un género fuerte, que requiere modesta inversión y provee mayores márgenes de ganancia, cuando el producto es de calidad. De hecho, cualquiera de nosotros sabe líneas de «Love, actually», o canta con soltura «Save a little prayer» de «My best friend’s wedding» y no las olvida a pesar de los años transcurridos… Están instaladas en la cultura popular y extrañamente, por la pandemia, apenas un puñado de ellas están llegando a las salas de todo el mundo (exceptuando las que llegan vía streaming a las plataformas digitales, por supuesto). De ellas, la que nos toca analizar hoy en día es «Marry me». Una propuesta bastante tradicional, instalada en el mundo de la música pop con grandes estrellas que encabezan elenco: Jennifer Lopez y Maluma. Hay que decir primero que J-Lo tiene un recorrido en el género, numeroso, como lo demuestran «Second Act», «Maid in Manhattan»,»The wedding planner», «The back-up plan» y más. Son las cintas donde mejor ha funcionado ella como intérprete y donde se siente más cómoda. «Marry me», la nueva cinta de la ascendente Kat Coiro, propone algo sencillo, directo y vistoso: combinar la enorme popularidad de los cantantes y bailarines que encabezan el cast, para traer una nueva versión del clásico cuento de hadas «chico pobre-chica rica y famosa» a la pantalla grande. Entiendo que el proyecto se afirma en el talento musical y carisma de la pareja de cantantes y ese es el punto de partida de la historia, una trama modesta en la cual veremos a Kat (Lopez), tomar una decisión mediática y de vida fuerte, en un momento incómodo. A punto de casarse con Bastian (Maluma) ante un gran auditorio, conoce la noticia que se han filtrado imágenes de su novio con su asistente y han generado un gran escándalo en las redes. Parada en el escenario, elige un hombre al azar de los que portaba carteles con la frase «Marry me» (que era el leiv-motiv del evento) y lo invita a casarse ante el estupor de toda la audiencia. Ese hombre es Charlie (Owen Wilson), un apagado profesor de matemáticos, divorciado y padre de una hija muy ocurrente, Lou (Chloe Coleman, gran acierto del cast), que ha ido al concierto de casamiento, sólo por accidente. En pocos minutos se encuentra casado, aturdido y sin comprender qué sucedió y porqué contrajo matrimonio con una desconocida que es una de las estrellas pop más conocidas del mundo. De ahí en más, veremos una liviana comedia de enredos y descubrimiento, bastante convencional pero que se luce en los cuadros musicales. En lo personal, creo que Wilson tiene poca química con cualquier actriz y J-Lo, no es la excepción. Coiro trabaja muy bien la repercusión mediática y busca rememorar en el público esta cuestión que Julia Robert mostró muy bien haciendo de Anna Smith en «Notting Hill»: cómo no ser devorada por el sistema, cuando se está encumbrada y tan expuesta. Lopez tiene menos recursos pero canta, y lo hace muy bien. Maluma acompaña con soltura, sin problemas y como en toda rom com, el peso también se apoya en los secundarios: John Bradley y Sarah Silverman hacen lo suyo con oficio y aportan algún color necesario para sostener el interés en la trama. Creo que no van a encontrar nada novedoso aquí, tampoco una pareja protagónica explosiva y sí, un film sencillo y discreto que evoca, en cierta manera, aquellas clásicas comedias románticas de los 90′ donde todo lo imposible, se hacía realidad. Si no es tu género favorito, quizás recomendaría que pases de él.
Fue inesperado que en 2017, «Asesinato en el Expreso de Oriente» concitara la atención del gran público. Fue tal el éxito (quizás no lo recuerden así), que multiplicó las ganancias de los estudios de tal manera que estaba confirmada una secuela, poco tiempo después de su estreno. La misma fue programada para 2019, pero por problemas de producción se retrasó y con la pandemia, fue puesta en modo «espera» con todo lo sucedido en este tiempo. Pero al parecer, le ha llegado el momento. «Muerte en el Nilo» arriba a cartelera en forma global con varios puntos en común con su predecedora: un director y protagonista central veterano y confiable (Kenneth Branagh), un gran elenco, la idea de generar una franquicia y por supuesto, un libro ya probado y exitoso. No vamos a hablar de las versiones previas de este relato, que las hay, porque sabemos que el director las ha visto varias veces y dicha influencia se hace presente en la cinta. De hecho, Kenneth parece convencido que hay que ser un purista de ideas y diálogos, muy artificioso y teatral y quizás eso no sea tan «mainstream» en estos días. Creo que no todo el público ha retornado a las salas y el sector más reticente a volver, quizás sea al que esta cinta va dirigida. A ver, los jóvenes y adultos de hasta 40, han regresado a los cines. Los espectadores de mayor edad, no lo han hecho en forma masiva. Ergo, los estudios no arriesgan tanto en este tiempo con este tipo de producciones ni lanzamientos. Prefieren esperar. Pero como «Death in the Nile» ya estaba lista a fines de 2019… no cambiaba demasiado la ecuación. Lo que si se ve, es que pensar en una tercera entrega para la pantalla grande, no sería demasiado posible con el poco público adulto que transita salas hoy en día. Y si bien analizo lo comercial en función de la pandemia (que quizás no sea la idea de esta entrada pero… «el contexto es el texto»), hago la salvedad porque creo que Kenneth se pasa de estructurado. Es probable que con un guión menos restrictivo y más abierto (responsabilidad de Michael Green), que jugara con otros elementos, podría pensarse en un producto de más llegada. La historia vuelve a traer al clásico Poirot, detective belga nacido de la imaginación de Agatha Christie (exitosísima autora de novelas de suspenso y policiales), quien esta vez llegará a un crucero para ser testigo de una conspiración… intrincada. Sabemos que en «El expreso de Oriente» todo sucedía en un tren, aquí, la mayor parte transcurrirá dentro de un fastuoso barco. Como siempre (o en la mayoría de los casos), Poirot se muestra sagaz e incisivo y trata de seguir la pista del asesino bajo condiciones particulares, todas más literarias que cinematográficas (en mi visión). El elenco de sospechosos y sospechosas se completa con una larga y variada lista de personajes secundarios que tienen su rato de lucimiento personal en interrogatorios y diálogos fugaces e intensos (desde Tom Bateman hasta Russel Brand, de Annette Bening hasta Gal Gadot y más, mucho más). Si la pregunta es… ¿es fiel al libro original? La respuesta es «bastante». Incluso, «demasiado» para mí, en este tiempo atribulado. Pero es también cierto decir que Branagh tiene bastante carisma para el rol y si bien todo el relato me parece esquemático, los casi 130 millones de dólares que costó, la hacen dinámica y certera. El film luce elegante por en el diseño de arte, el vestuario y la banda de sonido propuesta. Además, toda la ambientación en Egipto… (que era esperable), está muy bien fotografiada. En pocas palabras, si entraste a la sala y lo tuyo es descubrir el misterio y disfrutar de giros y engaños en una trama sólida, esto te va a gustar. Si por el contrario, sos un espectador más propenso a ser sorprendido o te gustan las versiones que rompen más la propuesta original en la que están basadas, es probable que te sientas un poco defraudado, como yo. En líneas generales, se deja ver y a la vez, es también fácilmente olvidable. Demasiado diría. Veremos si la «saga» logra afirmarse o no. La tiene difícil, anticipamos.
Creo que todos podemos estar de acuerdo que pensar ya en la definición «cine catástrofe» nos coloca en una posición un tanto compleja para analizar cada producto. Partimos de la base que lo que veremos, rara vez tiene algún sustento lógico. Y para valorarlo en forma justa, debemos liberarnos de las ataduras sensatas y medidas con las que analizamos otros filmes, de otros géneros. Y digo esto porque me impacta la crudeza de algunos atacando este film, que es sólo una expresión cabal de la propuesta en la que se alinea. Es decir, no podemos pedirle a Roland Emmerich sutileza, cuidado por el costado lineal y esperable de un relato. Nunca fue su fuerte y a esta altura de su carrera, uno de los 20 directores que más dinero generaron con sus películas en la historia, no iba a comenzar un camino nuevo. Su idea sigue intacta. Habrá envejecido o el público será distinto, pero el hombre es fiel a sus principios de éxito. Es importante decir que tampoco creo que por el sólo hecho de encuadrarse dentro del género, cualquier propuesta cuente con todas las licencias del caso. No, claramente que por ahí tampoco vamos. «Moonfall» tiene sus temas. Parte de una idea no muy original pero efectiva y organiza una gran cantidad de recursos para conmover desde lo visual, como premisa central. Hay una apuesta convencida de que la catarata de efectos, estallidos y desastres climáticos varios podrán mantener la atención de la audiencia a lo largo de todo el metraje. Como hace un tiempo atrás solía suceder. Emmerich se afirma en premisas elementales para organizar su relato. Sentado en mi butaca, tres títulos que sostienen esta visión, desfilaron por mi mente: «Independence Day», «2012» y «The day after tomorrow». Tres megatanques del mismo director que de alguna manera, siento «condensados» en «Moonfall». Puede decirse, que el cineasta repite sus mejores momentos en dichas producciones, intentando emular el sentido heroico que tanto lo distinguía en sus años más taquilleros y apelando a una estructura narrativa, endeble y ruidosa. En «Moonfall» tenemos un problema, Houston. La luna, por razones desconocidas en un principio, comienza a desviar su órbita y este suceso, amenaza seriamente la vida humana. Las autoridades y la comunidad científica al principio descreen de esta posibilidad pero al corto tiempo, las primeras manifestaciones del problema se hacen visibles y la búsqueda de estrategias para enfrentarla, se hacen ostensibles. Así es que en pocos cuadros, la NASA organizará una misión a la luna contrarreloj para evitar su impacto con la Tierra y para ello, buscarán a un gran piloto y astronauta, caído en desgracia: Brian Harper (Patrick Wilson). Junto a él, el astrónomo que descubrió el problema (KC, jugado por John Bradley) y su ex compañera de aventuras (con quien se encuentra enfrentado), Jo Fowler (aka Halle Berry) serán los encargados de intentar detener el colapso de la luna que podría destruir a la humanidad en su conjunto. Si, hay una historia de heroísmo aquí, cierto personaje redimido (o tal vez, dos) y un clima de conspiración que no debería extrañarnos en este tiempo. Emmerich sigue su manual y abusa del CGI como en sus mejores épocas. Destrucción, escape, misión, supervivencia. Esas son las claves que sustentan el film. Desde el punto de vista de los personajes, todos son discretos, a pesar de los esfuerzos que realizan para darle algo de sustento a la historia. El más coherente y carismático es Bradley, a quien la peli le sienta muy bien. Los otros dos protagónicos son limitados, aunque Berry tiende a lagrimear con sentido, un poco más. Sí, no es de las más interesantes de las creaciones del legendario realizador, desde ya. Tiene sus problemas pero, en cierta forma y a pesar de sus dificultades, «Moonfall» logra que los espectadores transiten la trama con cierto interés. No hay grandes momentos, ni demasiadas emociones, pero sí garantía de entretenimiento en la sala. Podrán discutir si sus ideas pasaron o no de moda, pero lo que no se puede negar es que son efectivas. En consecuencia, si aman el cine catástrofe, el maestro, está de vuelta.
Quienes siguen mis reseñas hace una década, saben que me encanta el cine de Woody Allen. No es que me parezca puramente original, en general y mucho más sobre esta última época, sus producciones son rodadas en tierras europeas y versan sobre los mismos tópicos con algunos matices. Siempre encontramos a un culto, misógino, verborrágico y ácido protagonista, que se relaciona, fallidamente, con su medio, cualquiera que sea. Y en esa vuelta, se encuentra siempre el interés romántico puntual, que fracasa, o se quiebra, o se resignifica en un contexto dinámico donde predominan los movimientos parsimoniosos y los escenarios bellos. Lejos del Allen neoyorkino puro de los 70/80/90, en el cual hemos visto sus manías obsesivas en lo urbano y las relaciones complejas. Esta nueva entrega, primero, es celebrada porque se estrena luego de casi dos años de espera (fue filmada antes de la pandemia) y después porque no podemos dejar de decir que estamos viendo la obra de un cineasta de 86 años. Maduro, incisivo y con un humor intelectual y sutil que ya no se encuentra en esta generación, Allen ha construido una carrera que seguramente será rescatada por su coherencia y destacada por haber conseguido los servicios de cientos de actores prestigiosos por pocas monedas. Ha hecho films memorables (y no hago una lista porque sería discutible y no viene al caso) y este, en particular, puede colarse en su top 10, según mi opinión. ¿Es «Rifkin’s festival» una obra maestra? No, desde ya que no. Es otra aguda mirada sobre un hombre experimentado, entrado en años, culto, preparado y frustrado, que debe enfrentarse a una nueva generación de artistas con valores distintos, quienes además, interfieren dramáticamente en su vida. Caldo ideal donde Woody Allen cocina sus personajes, desde ya. La historia es más de lo mismo. Bien hecho, pero no esperen nada demasiado novedoso. Rifkin (Wallace Shawn) es un docente de cine y escritor que nunca pudo concretar su gran anhelo (publicar una novela a la altura de los grandes literatos de este tiempo) y que visita el festival de cine de San Sebastián junto a su esposa, Sue (Gina Gershon), una agente de prensa que ya no está tan unida a su marido como debería. Es más, la pareja está en franca crisis y su llegada a un ambiente festivalero, empeora las cosas. Claro, ahí aparecerá el galo Philippe (Louis Garrel) quien es un cineasta de moda que presenta una producción muy esperada por el público. Fundamentalmente porque tiene un seguimiento medíatico fuerte al haber estado involucrado con la mujer de un ministro francés. Pueden imaginarse el resto. Sue y Philippe se relacionarán y empujarán a Rifkin a analizar no sólo esa circunstancia, sino todo el ambiente que lo rodea en función a la fragilidad de ese mundo donde todo es vano, fugaz y sin brillo. Porque Allen quiere dejar claro que su personaje principal, obsesivo e inconformista, es quien mejor ve las cosas, aunque claro, necesita un analista para ponerlo en blanco sobre negro. Hay más, porque el director quiere que Ritkin tenga también su perfil ganador, así que lo involucrará sentimentalmente, mientras corre de fondo el ritmo de un festival real (San Sebastián) y toda su magia, bien descripta para quienes desconocen ese ambiente. En síntesis, una clásica cinta de autor. En lo personal, sin embargo, destaco el esmero de Allen por dejar todas sus ideas expuestas bajo un manto de fino humor. Incluso las situaciones dramáticas están resueltas con mucha altura y distinción, todo dentro de la perspectiva de sujetos preparados, con mucho mundo y predispuestos a caer siempre, bien parados, suceda lo que suceda. La mirada sobre el ritmo festivalero y algunas actuaciones destacadas (Shawn me parece una revelación en un protagónico), sumado al encanto de un cine que no se hace habitualmente (y no se volverá a hacer cuando Allen deje de rodar), hacen de esta propuesta una de las delicatessen que este verano porteño ofrece en cartelera. Yo, iría por ella sin dudar.
Svyatoslav Podgaevskiy es un nombre que viene asomando en el cine de género desde hace un tiempo. El cineasta ruso ya viene sonando internacionalmente desde «La novia» y «La sirena», productos desparejos pero con promisorias ideas. En un contexto de globalización, el director trabaja con presupuestos acotados e historias conocidas. Pero el enfoque que logra imprimir, aporta cierta frescura visual. No, no estamos frente a la reencarnación de Wes Craven. Pero sí, vemos su progreso lento en el rubro, sostenido y con mayor ventas en el mundo. En esta oportunidad, Podgaevskiy va a narrar una historia sobre un amor despechado. Una joven esposa y madre, Zhenya (Yana Yenzhayeva) decide recurrir a una hechicera gitana para lograr que su amado (Konstantin Beloshapka), un artista confundido emocionalmente, regrese a ella. Claro, todo tiene un precio en la vida. Nada es… digamos, gratis. Para hacer realidad su deseo, tiene que hacer un conjuro llamado «Boda negra». Ups. Suena complicado ¿no? La cuestión es que, dicen los que saben, que hay cierta veracidad en este acto (es decir, hay seguidores que lo practican) y en esta oportunidad, parece tener éxito en relación al pedido de Zhenya. Pero no todo es como debería ser. Si se pudiera decir así. Su esposo regresa a ella con una obsesión descontrolada hacia la mujer, acosandola, persiguiéndola a cada instante y tratando de estar siempre él en control de su atención. Y si bien estamos viendo una cinta de terror, parece que toda la primera parte, el foco está puesto en lo romántico fallido y lo peligroso que es «forzar» a una persona a hacer algo que conscientemente no quiere hacer. Es cuando promedia la cinta que la cosa va in crescendo y ya dejamos atrás las sutilezas y reflexiones acerca de cuál debería ser el límite de cuidado en las relaciones, y nos adentramos en una resolución más lineal, sobre lo que ya sabemos que tiene que ser erradicado: el hechizo que envenenó el destino de esta familia. En ese sentido, la cinta siente el cambio de registro y ofrece una imagen desbalanceada en su relato. Aparece con fuerza el repertorio del director para ofrecer algunos sustos y golpes de efecto, pero nos quedamos con la sensación de que quizás este crossover de géneros, por así decirlo, no logró ensamblarse con precisión. Podría decirse que son casi, dos películas distintas en una, con los mismos protagonistas. ¿Está mal? No, para nada. Es válido en tanto y en cuanto el espectador las disfrute. En lo personal, todo el conflicto de celos y control, a pesar de parecer en cierto modo a una peli romántica onda «adult young», me pareció consistente. La segunda parte es más de lo que habitualmente vemos en la industria y no sorprende demasiado. Aún con acotado presupuesto, este director logra ofrecer un relato aceptable sobre un tópico siempre cautivador para el género: los conjuros y el poder de la magia negra. Si lo tuyo es el género, es probable que «Boda Negra» tenga algo para ofrecer.
Seguramente si recordás, «Sing» (2016) en su momento, fue una forma de incursión nueva de Illumination Studios en un terreno nuevo para ellos: el musical de animación. De aquella producción exitosa, se pudo ver que había público dispuestos a dejarse llevar por una experiencia de este tipo, intensa, divertida y familiar. En la primera entrega de «Sing», conocimos a todos los personajes que integraron el show final de la misma. Todos están y en caso de que sea tu primera aproximación a la ahora franquicia, ya deberías conocerlos a todos. Recordemos que en la versión en inglés (la que vimos), los protagónicos están a cargo de Matthew McConaughey, Reese Witherspoon, Scarlett Johansson, Taron Egerton y sigue la lista (esta vez incluso con el villano jugado por Bobby Cannavale), lo cual garantiza familiaridad y disfrute para el espectador experimentado. Pero como toda buena peli familiar, su secreto debe radicar en ser placentera para todo tipo de público: los peques de la casa y los adultos que los llevan al cine. Y para eso, Garth Jennings, tiene oficio en su haber. El director y guionista de la original, regresa y pone el pie a fondo para que no dejemos de cantar a lo largo de los 110 minutos de metraje. Para ello, se vale de la habilidad de Joby Talbot, quien supervisó la música y armó el score en hace 5 años y repite su trabajo, subiendo un poco la vara, ya que hay pocos momentos donde no haya una canción sonando en la cinta. El trabajo de selección de los intérpretes es lo más destacado de esta producción: estar en sala es no parar de tararear hits. Claro, los más pequeños y las más pequeñas no podrán reconocer el impacto de tamañas composiciones en nuestras ancianas vidas. El argumento no es innovador ni mucho menos. Buster Moon ha logrado afirmarse en su teatro y con sus compañeros y aspira a más. Ante la llegada de una scout de talentos para llevar a su crew a un teatro más grande, se altera y espera con expectativas, pero al ser descartados rápidamente, decide tomar cartas en el asunto. Convencido de que pueden ascender en el «show business», sube a su team a un micro y se va en busca del despótico Mr. Crystal, productor estrella a quien Moon no le cae bien pero… los acordes de una canción tocada en el casting le recuerda a un famoso artista retirado y finalmente accede a financiar el proyecto, si le garantiza que el mismo (que es jugado por Bono, de U2), estará en el mismo… Moon aceptará el convite aunque jamás vio ni tuvo contacto con Clay Calloway (el genio en cuestión) y deberá llegar a él y sumarlo a la obra, junto con escribir y dirigir un ensamble ruidoso en un escenario mucho más grande que en su pequeño teatro. La trama no ofrece más que pequeñas asociaciones simpáticas entre personajes y no hay demasiada intensidad ni humor en ningún tramo. Sí hay mucho por disfrutar y está centrado mayoritariamente en la catarata de éxitos de todos los tiempos que desfilan a cada instante. Es ideal para ver en una buena pantalla con Dolby Digital. Bajo esas condiciones, es una interesante alternativa para este tórrido verano porteño.
Finalmente llegó la nueva entrega del universo «Matrix», a 22 años de su primera entrega. Sí, el tiempo es un tema de discusión aquí. También, me permito decir que la crítica (o gran parte de ella), le ha caído mucho a una franquicia que ha sido absolutamente innovadora en su momento. No todo en la vida es Marvel. Hay que decirlo y eso también implica no sólo respeto por la trayectoria sino también por el intento de renovación de ideas. Y en ese sentido, podremos discutir si te gusta o no la nueva «Matrix». Lo que no podemos negar es que relanzar la historia y desafiar el recuerdo que tenemos de todos sus atributos, no era sencillo. Encontrar un hilo que refleje algo del brillo para reconectar con su mundo, era difícil. Sin embargo, Lana Wachowski en soledad (Lily declinó participar) se las arregló para poner de pie a su criatura más preciada y darle rodaje, probablemente por razones personales (la muerte de sus padres, según sus propias palabras) más que artísticas. La tarea de darle sentido a un universo renovado, iba a generar distintas apreciaciones y era esperable… Pero antes de entrar en dicha matrix, debo decir que ha sido una jugada arriesgada de parte de Warner, de presentarla en el mundo como cierre de la colaboración con HBO Max durante este 2021 (donde cada estreno se producía en simultáneo vía streaming y salas). De hecho, suscribiendote en Estados Unidos, podés ver esta cinta de regalo por 15 u$s que es el precio del abono, sin publicidad. Probablemente pueda deberse a fortalecer más el servicio de streaming premium de la compañía (en USA) más que recuperar la inversión demandada por esta entrega (unos 180 millones de dólares, según trasciende). Por eso, debo decir que este retorno, se impone vivirlo en salas, más allá de las distintas estrategias comerciales con las que se presenta en diferentes partes del mundo. El tiempo ha pasado desde «Revolutions» (2003) y el señor Anderson (Reeves) es un exitoso diseñador de videojuegos que digamos, tiene cierta crisis existencial. Ha aprovechado, en apariencia, mucho de la experiencia que yace en él, de alguna forma, para crear entornos que dejan su dividendo. Está solo y le cuesta conectarse con el mundo en que vive. A Trinity (uh, perdón, en realidad aquí arranca siendo «Tiffany», Carrie-Anne Moss otra vez), en cierta manera, la memoria no le funciona tan bien, y vive su existencia con una familia nueva, una identidad distinta que se pondrá en conflicto cuando accidentalmente se cruce con Neo. Luego de su cruce, comenzaremos a entender que tiene Lana listo para presentar… un escenario donde regresan los agentes y los rebeldes que quieren liberarse de las máquinas. Digamos que la «pax post-Neo» permitió cierto cese de hostilidades, pero eso está a punto de ser revisado. A fondo, diría yo. Y sin adelantar demasiado más, podemos sumar que algunos personajes tendrán ropajes nuevos (Laurence Fishbourne no es de la partida, pero está Yahya Abdul-Mateen II en su lugar) y otros viejos conocidos retornarán (Jada Pinkett Smith como Niobe y Lambert Wilson jugando nuevamente su Mervingio). Sin embargo, el que más me gustó fue el Analista, jugado por el frío Neil Patrick Harris, elemento fundamental para los giros que la trama presenta. La estructura de esta entrega es convencional, pero eso no la hace simple. Ofrece su complejidad filosófica sin filtros, lo que lleva a algunos espectadores a sentirla artificiosa, cuando en realidad, destruye lo establecido (por ejemplo, toda esta cuestión binaria que habíamos visto) y se nutre de lo que pasa en el mundo hoy. La disputa por las libertades individuales, el poder de control de quienes gobiernan, el impacto de los mundos digitales y alguna sorpresa más… También coquetea con el humor negro y critica a la industria, en notas que, desde ya, no son inocentes. Las Wachowski fueron un tsunami creativo en su tiempo (y creo que aún están vigentes, más allá de que tienen sus desniveles creativos en sus últimos productos), pero es cierto que en la industria, se sigue dudando si están vigentes. Quizás sea necesario decir, que más allá de lo confusa que pueda lucir «Resurrections» en algunos tramos en torno a su argumento, sigue siendo un desafío innovador apretar el reset y lanzarse a rediseñar lo que alguna vez fue singular y tan personal. Y Lana, les digo, sale bien parada del test. Es cierto que Keanu y Carrie tienen mucha química para llevar adelante los roles que los consagraron en su tiempo, pero el universo que se soñó para esta nueva Matrix, está a la altura de la trilogía original.
Tuve la suerte de no ver «Spiderman: No way home» dentro del primer grupo de espectadores, lo que me permitió acceder a la película desde otro lugar, sin la emoción que tenían los fans de Marvel y los seguidores del héroe arácnido. Es probable que si la hubiese visto al inicio, quizás mi comentario sería más entusiasta de lo que será ahora. En primer lugar hay que decir que esta mini saga de tres episodios de Spiderman, protagonizados por Tom Holland, han tenido mucho apoyo del público. En mi visión, no superan las de San Raimi en términos de carisma y conexión emocional pero este chico, ha logrado una gran identificación con las audiencias adolescentes y sin embargo, no es un negado para la actuación. De más está decir que detrás de todo esto, hay una compleja negociación entre Sony y Marvel para resolver el destino de este personaje, que finalmente ha encontrado un punto de equilibrio que les permite a ámbas compañías, hacer el negocio correspondiente. Detrás de las cámaras, el hombre responsable de dirigir las tres entregas de la franquicia en esta etapa: Jon Watts. Aunque el nombre importante sigue (para mí) en los créditos como guionista, quizás uno de los máximos responsables del éxito masivo de este perfil de Spiderman, el hábil Chris McKenna. La factoría Marvel eligió cerrar este capítulo con el staff previo y la incorporación más importante fue, la inclusión de Benedict Cumberbatch como Doctor Strange, quien como ya saben, será el responsable de complicar las cosas no sólo en esta cinta, sino en las que vendrán… Ahora si, la trama es la que ya conocen. Peter ha sido descubierto por Mysterio en su caída, y el mundo sabe quien es. Agotado de no tener vida y que eso lo afecte emocionalmente, visita al Doc que mejor sabe de conjuros y hechizos temporales para resolverlo. La receta aplicada, en lugar de resolver el problema, habilita universos alternativos que influirán decididamente en el desarrollo de esta historia y las que vendrán en esta fase 4 del universo Marvel. No les contaré demasiado aunque la cantidad de teasers, trailers y demás, sumados a los días siguientes del estreno ya les deben haber dado una pista de lo que habrá en pantalla para ofrecerles. Sí, creo que sacando la ferocidad de la batalla final, (que es uno de los puntos más altos emocionales más destacados de la franquicia en su totalidad) el resto del film muestra un aire de despedida palpable que quizás conspira contra el dramatismo de los minutos finales. Siento que dentro de la vorágine de eventos sucesivos que sorprenden (o no) al espectador, hay poco lugar para explorar conflictos más personales e íntimos y eso resta luces en el rol de Holland. Zendaya y los secundarios están correctos y los homenajes retros mantienen el interés de los fans en todo momento del film. Celebro también el aporte interpretativo de Cumberbatch y los veteranos que obrarán de villanos en este cierre. Le dan mucha vibra al aire de la sala y eso siempre se agradece. No me pareció ni lejanamente parecida a «Endgame» o «IronMan 3», que para mí son puntos altos de este universo, pero es una buena cinta, entretiene y ofrece muchas sorpresas al final que el público apreciará y festejará entusiastamente.
Netflix ya sabemos, aspira a ganar un Oscar en las categorías más serias, más temprano que tarde. Viene haciendo esfuerzos y acercando directores prestigiosos desde hace tres años y ahora es el turno de la llegada del sagaz Adam McKay («Vice» y «The Big Short», ¿recuerdan?) para probar suerte con una comedia política irónica, cruda y oscura, lejos del estilo de las producciones originales del gigante del streaming… Por lo cual, hay que mirarla con mucha atención. Aquí se presenta un elenco soñado (una auténtica selección), un guión sólido y divertido y un ritmo vertiginoso que no da respiro incluso al espectador casual. Es probable que esta vez, la compañía se acerque más a su objetivo (validar su posicionamiento con un premio de relieve) que indirectamente también implica en aumentar la cantidad de suscriptores de la plataforma. «Don’t look up» ya está nominada a los Golden Globes y creemos que es sólo el primer escalón de su carrera hacia los premios de The Academy. No vale la pena contar mucho de la trama en sí, porque esta cinta está realmente en boca de todos (se dice que es la más vista de la gran «N» con sólo una semana de haberse estrenado en la plataforma), sí, destacar que su mensaje de reflexión ciudadana sobre los manejos del poder financiero y la ineptitud de quienes dirigen los destinos de una gran nación, es un pleno enorme del director y también guionista: es el terreno que mejor le sienta a McKay y él hace lo que se espera de un hábil narrador, presenta sus cartas rápidamente y desplega todo su arsenal de gags y observaciones filosas en tiempo y forma, para conectar y edificar el enojo de cada espectador. ¿Por qué? Lo cierto es que todo lo que se presenta en «Don’t look up» refiere directamente a la gran mayoría de decisiones equivocadas que toman los gobiernos en situaciones de crisis. Eso causa gracia, o evoca sensaciones de fastidio e impotencia. Sí, está bien. Es una película y la encabezan Di Caprio y «J» Lawrence, pero cuando comienzan los políticos, periodistas y empresarios a actuar, deja de ser un espectáculo simpático y se transforma en una cuestión seria. Y digo esto porque tenemos dos crisis grandes cercanas, en las cuales la dirigencia global política no se pone de acuerdo: el calentamiento global y el Covid 19. Siempre las decisiones se han tomado en forma precipitada, incompleta y discretamente operativa. Siento que la gran enseñanza que propone «Don’t look up» está relacionada con visibilzar ciertas cuestiones desde un costado humorístico, sin olvidar que lo que se plantea, es serio y sucede más frecuentemente que lo que debiera. La trama presenta un descubrimiento aterrador. Dos astrónomos, léase Di Caprio y Lawrence (o tres, en realidad con Rob Morgan) han descubierto que un cometa de enormes dimensiones se aproxima a la Tierra. Un meteorito de diámetro considerable, próximamente impactará en seis meses y la destruirá, por completo. Es lo que ellos llaman «un evento de extinción»… Al actuar rápidamente, ellos logran, en poco tiempo, notificar al gobierno de la gravedad de ese hecho, lo cual parece promisorio… Pero la presidenta de los Estados Unidos (Meryl Streep) y su hijo, jefe de asesores (Jonah Hill), rechazan la idea de avisar a la población del grave peligro y hasta la califican como «inoportuna» siendo que en pocos días, tendrán una elección de término medio que a ellos les gustaría ganar. Así planteadas las cosas, la tarea contrarreloj será llevar el tema a la discusión pública, para que algo se haga al respecto. Es entonces donde ingresa Cate Blanchett a escena: famosa periodista que rápidamente seduce a Leo y complica, un poco más, su enfoque (y hasta desata una pequeña crisis matrimonial), siendo que las cosas no se ven auspiciosas para el team «científico». Al tomar contacto con la noticia del meteorito aproximándose, un famoso «entrepreneur» tecnológico intenta participar de la solución el problema desde la óptica de su negocio: parece que dentro del proyectil que viene del espacio hay buenos materiales para explorar que dejarían jugosos dividendos… ¿Por qué no intentar otra cosa con él (así de paso abrimos la agenda de negocios)? Entretanto, el personaje de Jennifer Lawrence hace amigos y pega onda con unos pibes antisistema muy copados, liderados por el ascendente Timothée Chalamet (el pibito de «Dune») que también hacen de las suyas. Por todo lo narrado aquí, ya se imaginarán como avanzará la historia y cual podría ser su final… Quiero destacar que este es un film que destila fina ironía y cuya velocidad es trepidante. Recomiendo verlo más de una vez, a pesar de su extensión, porque creo que es una pequeña gema sobre el accionar inepto de gobiernos y círculos de poder. Es innegable que el sentido de la cinta es problematizar las respuestas políticas que los encumbrados dan en situaciones de emergencia y cómo nunca piensan en la gente, que debería ser su primer objetivo. Sin extenderme en mi apreciación de la cuestión y volviendo al tema cinematográfico, «Don’t look up» es de las mejores películas del 2021. Una auténtica sorpresa traída por Netflix. Cara (no tanto como «Red alert», pero cerca) y esta vez, una gran experiencia para vivir en casa.