“El etnógrafo” es un documental de fuste. Fue la sorpresa del BAFICI, cuando se proyectó para la prensa exclusivamente y luego, tuvo sola una función en las noches especiales programadas por la organización. Esta pequeña obra maestra de Ulises Rosell, es sin duda, en su género, de lo mejor de la producción local del año. Absolutamente absorbente, profunda, bella y movilizante desde su primer fotograma, “El etnógrafo” es una auténtica cátedra de observación y registro sagaz. Rosell, director de “Bonanza” y la interesante “Sofacama”, ingresa su equipo en una comunidad wichi de la zona de Tartagal, en Salta, de la mano de John Palmer, antropólogo inglés que arribó a ese lugar con la idea de hacer un trabajo de estudio para su maestría y terminó casandose con una mujer de esa etnia, modificando trascendentalmente su vida y la de esa población a partir de su incorporación activa a ese grupo. Hay varias líneas en el relato presentado, por un lado se aborda el costumbrismo y la mirada local frente a las perspectivas de quienes no logran entender las leyes de ese pueblo originario, por otro, hay una fuerte problematización de un tema de la órbita judicial que afecta a un miembro de la comunidad y para cerrar, tenemos la increíble composición de la familia de Palmer, quien reflexiona mucho sobre el destino de sus hijos, junto a su compañera, en memorables escenas que conmueven por su nivel de registro. La película está hablada en inglés, castellano y el dialecto wichi, lo cual muestra las influencias que cada cultura aporta al escenario planteado. Al público masivo, le cuestan los documentales. Sin embargo, las historias que aquí se presentan tienen lo suyo. El relato se va hilvanando con sobrada naturalidad y es adictivo como pocos. El universo presentado está bien fotografiado y los personajes que transitan los espacios siempre nos dejan elementos para apreciar la belleza registrada por el lente. En todo momento vemos los procesos que se viven en ese pequeño poblado, desde varias ópticas, sintiendonos parte de cada sector y reconociendo el valor de las ideas que sustentan cada posición. Plagada de momentos memorables, “El etnógrafo” es uno de esos films que son gemas en su tiempo. Fuera de lo común, realmente. Una experiencia que debe vivirse en sala, y a la que hay que apoyar. El mejor documental argentino del año y la calificación más alta que este cronista, jamás haya puesto antes, un merecido diez. Imperdible.
Gastón Solnicki hizo esta película utilizando más de 200 horas de material registrado con miembros de su familia, a lo largo de diez años. "Papirosen" (que en ruso significa ‘cigarrillos’; así se llama un tango idish sobre un niño huérfano que aparece en la cinta) es un registro potente, sobre algunas problemáticas que atraviesan ese universo particular. Desfilan cuatro generaciones de ese grupo y somos testigos de retratos vacacionales, reuniones familiares, discusiones, planteos y momentos que marcan puntos de inflexión en la trama familiar. La cinta de Solnicki es, indudablemente, festivalera, viene de ganar la Competencia Argentina de BAFICI 14 y está haciendo un interesante recorrido internacional. Sus valores son interesantes, hay un registro cuidado sobre algunas situaciones muy fuertes (la reconstrucción de la historia de los sobrevivientes del Holocausto, por ejemplo) y abundan las instantáneas que van mostrando como se abre el arbol de la familia. Aparecen conflictos en las parejas modernas, pero lo más rico es ver la manera de organizar el mundo de esta familia, judía y convencida de la importancia de sus valores. El documental posee bastantes tomas de algunos miembros en particular, carismáticos y que van marcando el ritmo de la narración. No tiene mucho misterio la manera de presentar las ideas: digamos que si, el ojo del director capta una idea y la organiza por capítulos, para mostrar todo lo que registra bajo ese ítem, con la idea de ordenar y presentar algunos núcleos temáticos de peso de los que ya les hemos hablado. Hay una puesta austera, natural, en la que abundan los silencios y que genera una rápida conexión con el espectador. En general, la sentí un poco larga, en el sentido de que algunas ideas se ven claramente, y aún así necesitan ser reafirmadas, por necesidad del ojo crítico de quien registra... Solnicki tiene mucho oficio, sin embargo y logra un relato prolijo apoyandose en personajes de su vida familiar. Ir advertidos entonces que van a ver un registro no ficcional, detallado y particular, sobre una familia judía (la del cineasta) y su historia, lo cual puede que no los convoque naturalmente. Pero si están dispuestos a adentrarse a observar detenidamente el cuadro, "Papirosen" tiene algo para ofrecerte, sin dudas.
(Anexo de crítica) Salí de la sala un poco desilusionado. En la cabeza me resonaba mucho la conexión entre la última película de los Muppets, y Ted. Ustedes dirán... es tan así...? Y... el protagonista, está atado a un muñeco, es decir, en el caso del personaje de Jason Segel (Gary), es su hermano. Aquí, John (Walhberg) tiene un conflicto muy similar... Creció con su osito que habla, y ahora, que tiene que enfrentar el mundo adulto (Man or Muppet? recuerdan el tema?), flaquea. Los dos tienen novias divinas, pero cansadas de armar parejas triples para todo...Durante ámbas cintas, los protagonistas intentan crecer. De una buena vez y para siempre. No quiero seguir esa línea pero creo que ya entendieron a donde voy... "Ted" llevaba una alta carga de expectativas entre los cinéfilos que esperaban humor a raduales, fina ironía y escenas escatológicas. Bueno, de esto último hay, del resto, es para discutirlo. Potencialmente, la figura del osito prometía. Y de hecho, es lo más divertido del film. El personaje de John es bastante esquemático (igual que el de Mila, quien cada día está más linda) y empalidece frente a las líneas que el guionista puso en boca de Ted. Pero tampoco es que este pequeño muñequito la rompe, no, para nada... Sus movimientos son lentos y se toma su tiempo para preparar sus gags. A mí, en particular, me pareció que el tema de la voz no está muy logrado (quizás algún actor más... expresivo o con mayor colorido en sus cuerdas vocales hubiese ayudado) y que si bien hay algunas escenas divertidas, lo cierto es que uno esperaba más de esta película. Creo que se apostó al carisma del personaje central, ante todo y eso condicionó un guión que podría haber sido mejor trabajado. Es un film apenas correcto (y tal vez un poquito menos) pero no deja de ser una alternativa potable, si buscan comedia (aunque insistimos, esperabamos más).
Y finalmente van llegando los títulos que empiezan a explorar el formato 3D, desde lo local. Esta vez, la apuesta parecía ir sobre seguro: un actor taquillero de la televisión, Mariano Martínez, en un rol, que ya probó hace tiempo, en la lejana serie "Campeones de la vida", apuesta del 13 hace más de una década. Jorge Nisco (a quien conocemos por habernos traído la segunda temporada de "Mujeres asesinas" allá por 2005), se puso al frente del proyecto (con guión de Jorge Maestro) y con el estilo que ya domina, propone una historia, muy convencional y simple, para la pantalla grande. La trama es esquemática, el príncipe de nuestro título es Alex (Martínez), un boxeador que hace peleas de poca monta en Colombia. Algo sucedió años atrás (fue descalificado en un combate), por lo cual Argentina es un recuerdo. Sin embargo, algo en él se rebela ante esa situación y decide regresar a su país, para reencontrarse con su equipo de entrenadores y también, porque se entera de que ha sido padre, de un niño llamado Juani (Alejandro Porro), quien es criado por Bruno (Federico Amador), dado que su madre falleció hace unos años. Alex regresa y quiere todo, su carrera de vuelta, su hijo, y de paso, también, a la bellísima niñera de Juani, (quién no la querría!?), Belén (Lali Espósito). Claro que para eso, deberá enfrentarse con Bruno, quien tiene bastantes cosas claras, es exitoso, campeón mundial en su categoría y no le cae para nada bien su vuelta. Veremos la sucesión de peleas que el protagonista hace para volver a los primeros planos y cómo va relacionándose con su hijo, buscando constituirse como padre, presente. El film no tiene mucho misterio, es una historia directa, televisiva, contada con pocos detalles, exteriores acotados y poco trabajo dramático en el guión. Una cosa que llama la atención es que no hay mucho desarrollo para las cuestiones más delicadas que se juegan en el film... esto de los dos papás, el impacto de las razones por las cuales Alex se fue (apenas aparece el porqué, pero nunca el contexto en que se dio), la reconstitución "mágica", del vínculo con sus antiguos entrenadores... Nadie pregunta demasiado y Martínez, hace lo mejor que puede, subiendose al ring y transpirando a más no poder, gran parte del metraje. Positivo: si, las coreografías que se juegan en el ring, me gustaron mucho. Creo que son lo mejor y más convincente que ofrece esta propuesta. Las actuaciones, están al nivel de lo que se ve en televisión abierta todos los días... Es cierto que Martínez tiene mucho oficio, pero lo elemental del guión no le dan mucho vuelo a su personaje. También me gustó el regreso de Emilio Disi, a quien le basta una sola escena para marcar el camino y la belleza de Espósito, a pesar de que use zapatos con mucha plataforma para compensar sus pocos centímetros de altura. Es una divina, por qué hacerla ganar en centímetros? En síntesis, si sos fan de este tipo de actores, o te gustaría ver como lucen los cuerpos de Martínez y Amador en 3D, sería aceptable visitar sala. De lo contrario, evaluen que esperan de un film y contrasten con la opinión de este y otros servidores. Esperabamos más.
Para los que no lo conocen, Bruno Dumont es uno de los niños "mimados" de Cannes. Cosa que, saben mis lectores, da para pensar (en mi viejo blog he despotricado mal contra muchos de estos cineastas)... Llega un opus nuevo a sala Lugones y es hora entonces de volver a refrescar algunos conceptos que enmarcan su cine, para después si, contarles de que va "Fuera de Satán". Para empezar, no busquen en sus trabajos, una narración descriptiva y clara de lo que se ve. Hay que percibir con los sentidos. Dumont es un amante de la naturaleza y filma con pocos recursos, de manera austera pero con gran idea de lo que quiere expresar: logra siempre instalarte esa sensación física de ubicarte donde él quiere. Ahí, le doy la derecha. El tipo sabe hacerlo. Puede que te guste o no, pero usa poca música ambiental, capta los sonidos que circulan, eligen cuidadosamente los encuadres... Eso, es innegable. Después, tiene una visión sobre lo religioso que hay que tener en cuenta (su concepto místico se desliza lentamente hasta dejarnos sin aire, literalmente en este film) y una gran simpleza para trazar con dos pinceladas, imágenes potentes y sugerentes. No necesita casi utilizar diálogos para transmitir lo que quiere y la verdad, es que si no tenés empatía de movida con su visión, tenés que ir preparado para lo que vas a ver. Ahora, dicho esto, te digo, "Hors Satán" es la peli que más me gustó de su filmografía. Si, ya se. No es para el espectador corriente, hay demasiado "vacío" que debe llenar uno desde la butaca y una sensación de que el tiempo no pasa... mortal. Pero la idea que quiere expresar, es clara. Aquí la historia involucra a dos personajes, un hombre, sin hogar (David Dewaele), del que sabemos nada, transita por la campiña francesa, funcionando como... alguien que ejecuta sentencias. Comienza la cinta con una gran secuencia de violencia inusitada y poco despues ya entendemos como funciona la estructura narrativa (por más confusa que parezca): en un pequeño pueblito, hay alguien (un "emergente") que cree que su misión es poner fin a ciertas existencias que no son adecuadas para este plano. Esa es la idea sobre la que gira, "Hors Satán". A su lado, habrá una chica (Alexandra Lematre), quien, fascinada por la obra de este hombre, lo seguirá, funcionando como contrapeso sexual y armonioso de un sujeto que parece desprovisto de corazón. El vínculo que los une es fuerte y quizás, junto al detalle con que se recrea cada ritual, sean de lo mejor de la película. Hay un trasfondo psicológico interesante, cierta intención clara de problematizar lo profano y una dirección, que todo el tiempo parece decirte: "no esperes nada, disfrutá de lo que estás viviendo". Es así. Fuerte. No puedo decir que me fascinó, es bastante cruda y árida para cualquier tipo de espectador pero, se nota que Dumont es un artista y que tiene convicciones para sostener una propuesta de este calibre. Ir advertidos que no es para cualquiera. Si la elegís, es un viaje a un universo particular bajo las reglas de un hombre que elige transmitir historias, con un sentido particular y sugerente.
Anexo de crítica por Rodrigo Chavero "La máquina que hace estrellas" es un film que marca un antes y un después. Nuestra industria está lentamente comenzando a trabajar la animación (hace poco se estrenó "El sol", sin ir más lejos), y eso es un signo positivo. Hay un mercado ávido de productos para la platea menuda y la verdad, habría que enfocar en esa dirección. "La era de hielo 4", llevó más de 4 millones de espectadores... Se ve que ahí está la veta. Es por eso, que salí de la sala pensando que este film de Esteban Echeverría podría ser el inicio de una corriente que vaya acercando este tipo de producciones al público masivo que consume cine familiar. Se que no será fácil, desde ya. Pero hay que apoyar al cine nacional infantil. En sí, quizás esta cinta sea multitarget, porque por un lado propone una historia relativamente simple pero deja espacio para la complicidad del público adulto. Eso hace que abra el espectro. Sin embargo, el guión invita más a los chicos de 6/7 para arriba, como destinatarios ideales de la idea. Rapidamente percibirán influencias del animé japonés, los robots clásicos de las factorías americanas, y la visión mágica de que todo es posible dentro del mundo de un niño. Hay una tarea destacada desde la programación (es innegable) y una preocupación por buscar crear una historia universal, no tan local, que le permita abrir mercados. Pilo es un dulce, está muy bien caracterizado y 19, el droide de la estación de servicio espacial, se roba la película con sus desopilantes líneas. Se percibe que el director y su equipo han visto varios títulos de Disney / Pixar (y otras compañías, por supuesto) y logran capturar algo de esa atmósfera, mixturando varias ideas ("Robots", "Finding Memo", etc). Estuve en sala con mi hija de 6, y de a ratos, le costó seguir la cuestión de la información estelar que el film despliega generosamente. Sin embargo, pudo disfrutar de la película e identificarse con el personaje principal. Bien. Esa era la idea. Vale la pena, buscar entonces, animarse a jugar con esta máquina de estrellas. No la dejen pasar.
Dentro de la saga Disney Fairies, a Tinkerbell le va bien. Digamos que es una franquicia que a las nenas, les gusta mucho. El mundo de las hadas, lo mágico, la ternura del personaje principal, siempre atraen a la platea menuda femenina y esta vez no será excepción. No hay mucho análisis que hacer desde la temática que ofrece, ya que esta franquicia no es cómo otras (las de Pixar, por ejemplo) que conectan al adulto que acompaña a sala con el humor a otro nivel. Esta es una película para un público determinado, y es bueno no pedirle otra cosa que lo que ofrece... aunque debo reconocer que en comparación con las anteriores, me pareció mejor armada y más llevadera. Detrás de las cámaras, un hombre que ya hizo varias cosas para la compañía (muchos videos), Bradley Raymond. La idea en esta oportunidad es salir de la comunidad y el mundo habitual donde se mueve Tinkerbell y llevarla a un escenario nuevo. Al menos, parcialmente. Resulta que nuestra hadita un día descubre que su tierra, tiene un límite fijo. Una frontera. En su hábitat natural, hay calor y vegetación, sin embargo, del otro lado, todo es frío. Como siempre, Tink es curiosa e inquieta y una vez que encuentra la manera de transgredir, visita el mundo prohibido (la reina les impide ir porque el cambio de temperatura afecta a las alas) y por esas cosas del destino, da con su hermana. Una hada llamada Periwinkle que pertenece del otro lado. Sus vidas son similares pero distintas, viven en realidades térmicas distintas y por mucho que quieran estar juntas, sino piensan una buena estrategia para resolverlo, deberán seguir separadas a pesar del afecto que descubre que las une. El tópico sobre el que gira esta entrega es, la fraternidad, sin dudas. Cada personaje (las compañeras de nuestra hadita) ocupa un espacio sólo para acompañar, sin más intención que esa. La trama descansa sobre el conflicto principal (cómo las hermanas pueden superar vivir en universos tan distintos) y en esta oportunidad, hay sólo un par de canciones para que las chicas se aprendan (en las anteriores, teníamos más). Desde el aspecto técnico, la película luce sólida y el 3D está bien logrado. Hay cierta dosis de humor (un poco más que en las anteriores) pero dentro del tono general de la cinta. A pesar de eso, si el adulto que acompaña está predispuesto, quizas sonría cada tanto y no mire tanto el reloj. Se deja ver y las nenas la disfrutan mucho. Lo cual, no es poco en estos días. Entretenimiento garantizado para ese segmento del público.
Mis colegas me habían hablado muy bien de este film (César a la mejor ópera prima hace poco), y aunque me costó, les tuve que dar la razón al salir de la proyección. "Le cochon de Gaza" es una película que parte de un tema muy serio pero que elige un enfoque divertido, simpático y costumbrista para transmitir un mensaje de paz y esperanza (necesaria, dada la gravedad del conflicto). Es importante saber un poco sobre la realidad geográfica-política en la que está enmarcada la historia, ya que de lo contrario, les costará entrar en sintonía con el film desde los primeros fotogramas. La franja de Gaza, es territorio palestino. Ya saben, esta gente está enfrentada a muerte con el pueblo israelí y su territorio, si bien independiente, está fuertemente custodiado. La milicia de sus enemigos históricos instaló puestos de control fronterizos y vigilan el movimiento de la zona, interviniendo en situaciones donde la seguridad de su gente se vea amenazada. Claro, limita con Israel y los trabajadores árabes deben, en muchos casos, cruzar la frontera para ir a trabajar a ese territorio ya que el trabajo escasea. Encima, navalmente hasta hace poco la zona estaba bloqueada con lo cual, la ayuda humanitaria de la ONU tenía problemas para llegar hasta ahí. Desde ya, les decimos, es una situación muy compleja. Hay una convivencia forzosa entre los dos pueblos que es el eje de "Cuando los chanchos vuelen". Si, hay una cuestión en común: para ámbas religiones (la musulmana y la israelí), el cerdo es un animal impuro. Y está prohibido tener contacto con él (puntos en común que en la película pesa). Dicho todo esto (necesario si no están familiarizados con el conflicto), pasamos al argumento de la peli... Jafaar (Sasson Gabai) es un pescador pobre palestino, que un día corriente, en su red, descubre haber atrapado a un cerdito que lo va a hacer sufrir todo el metraje... Un animal que sólo va a traerle problemas. Si bien él se da cuenta de lo peligroso de la cuestión (cuidarlo o quedarselo), luego de ver que no le nace matarlo y viendo que su situación financiera es pésima, decide intentar hacer negocios con el porcino ya que encuentra rápidamente potenciales clientes para eso, la franja está llena de oportunidades extrañas (ya verán porqué). Lo que vendrá es una descripción pintoresca, en tono de comedia, de todos los conflictos que se dan en ese lugar: la ocupación militar, los negociados "sotto voce", los grupos extremistas y la discusión religiosa.comedia, de todos los conflictos que se dan en ese lugar: la ocupación militar, los negociados "sotto voce", los grupos extremistas y la discusión religiosa. Están todos y se los disfruta bastante. En líneas generales, debo decir que el film me gustó pero cuesta los primeros 30 minutos, en los cuales la historia transcurre un poco lenta y no abunda el humor que después explota en todas sus formas. Una vez que el escenario está planteado, ya conocemos lo absurdo de la situación y nos encariñamos con Jafaar y sus contactos, el resto sale solo. "Cuando los chanchos vuelen" entra a disparar ideas una tras otra y a cada sonrisa de la audiencia, sigue una pequeña carcajada contenida, hasta terminar cerca del aplauso cerrado cuando el edulcorado cierre llegue. No es una obra maestra, pero sí tiene todos los elementos para encantar a los que buscan una cinta divertida sobre un tema que la comedia no resuelve bien, generalmente. Les va a gustar, apuesten por ella.
El Chavo, Juan Manuel D'Emilio es una figura conocida del medio publicitario. Ganó muchos premios en esa actividad y ahora es su momento de incursionar en el cine con su ópera prima: "La despedida". Fuimos con expectativas a sala a verla, y salimos conformes, el hombre ratifica todas sus condiciones para contar historias, más allá de su duración y el formato que elija. En esta oportunidad, su debut nos trae un film que habla de la amistad, la realización personal y el amor, en tono de comedia amena y cercana. D'Emilio narra con un estilo simple, directo y accesible: no se preocupa por hacer un cine puramente independiente ni tampoco coquetear con el mainstream. Sabe que busca el público y se lo ofrece con generosidad: una trama donde el fútbol y la amistad sean ejes y una historia atrayente, con personajes queribles. Desde ya, lo logra. "La despedida" es una película lograda a la que hay que prestar atención. José (Carlos Issa) es un tipo que está llegando a sus cuarenta, juega de nueve en un club amateur (Juventud Unida) y está atravesando la última etapa de su carrera como futbolista. Hace banco (el técnico no lo pone nunca y lo tiene, por respeto a su pasado goleador, nada más) junto con otros dos amigos que el fútbol le dio: Fede (el "Rifle" Pandolfi) y Rossi (Héctor Díaz) y apenas pasados pocos minutos, escuchamos a su médico de cabecera darle una mala noticia. Algo anda mal en su cuerpo y si no abandona el deporte ya, su estado de salud puede jugarle una mala pasada. Difícil no? Para alguien cuya gran pasión es la redonda, pensar en un retiro anticipado, abandonar el club de sus amores, los afectos, el vestuario... Además, Juventud se está jugando el descenso y en la próxima fecha debe viajar 300 km a la Costa para un partido clave. José, guerrero de miles de batallas, entonces, decidirá guardar su secreto (la gravedad de su cuadro) y avisarle a sus dos amigos, que el dejará la práctica de su gran pasión, luego del partido del domingo. Y que quiere despedirse en la cancha, jugando por los puntos, cosa harto difícil ya que el entrenador no lo pone nunca. Así es que junto a su mujer, Andrea (Natalia Lobo) y Fede y Rossi, nuestro protagonista marchará a pasar un fin de semana cerca del mar, para reencontrarse con sus emociones y elaborar esta partida del fúbtol, dejando todo para ayudar a su club, en la cancha, como se van los grandes... "La despedida" es un película emotiva, sobre todo para la platea masculina. Los valores que transmite José en palabras, forman parte del colectivo de los que aman este deporte: la pasión, el compañerismo, el amor por los colores... El trío de amigos es fácilmente reconocible en gente del medio: el clásico talentoso que nunca explotó porque la noche lo atrajo (Fede) y el picapiedra que basa todo en el sacrificio (Rossi), José representa el ídolo de barrio que encontró su lugar en el mundo entre esos 16 que semana a semana se juegan todo por la camiseta. El fútbol y la amistad, dos clásicos que dominan la escena. Lo interesante de D'Emilio es que no sólo retrata con precisión estos estereotipos, sino que al contar la historia (con varias subtramas interesantes) lo hace con oficio y logra instalar los tópicos sin mayores dificultades. Fluye. Es importante señalar, sin embargo, que sentimos cierta simplificación en los trazos que definen a cada protagonista... y que tal vez nos hubiese gustado un poco más de ductilidad en el protagónico a la hora de transmitir emociones. Desde ya, nos quedamos con el promisorio debut del Rifle, quien regala los momentos más divertidos del film y la fibra de Lobo, quien se luce en su papel de esposa desconcertada. Mas allá de eso, "La despedida" es una película que hay que ver. Obligada, si te gusta el fútbol y el cine nacional. Una buena oportunidad para experimentar el auténtico sabor del universo amateur de este deporte que tanto amamos los argentinos.
Rara vez me sorprendo en una sala, una vez que uno se vuelve veterano de la profesión, digamos que adquiere una mirada que categoriza rápidamente films y porqué no, inconcientemente los va “acomodando” a estructuras conocidas, transitadas, lógicas, por decirlo de alguna manera. Pero cada tanto (afortunadamente), llega un título que nos llama la atención, que rompe con la monotonía de lo que habitualmente consumimos, y nos conecta con el arte, en su forma pura. Eso es, “The mill and the cross” , opus número 13 del director polaco Lech Majewski… Para empezar, hay que decir que esta obra mixtura las artes plásticas, la reflexión antropológica y filosófica, como pocas veces hemos visto. Eso si, hay que pensarla como un hecho artístico y no como un simple relato convencional. Si sos un espectador inquieto y curioso, y querés sumergirte en una experiencia como pocas, esta es tu película. Esta cinta cuenta la creación del cuadro “Cristo cargando la cruz”, del pintor flamenco Pieter Brueghel. Desde el punto de vista histórico, la escena que muestra el cuadro está ubicada no en los inicios de la era cristiana, sino en la zona de Flandes, hacia 1564. Esa ciudad belga, ocupada por los españoles en aquellos años, funciona como marco para que el pintor se exprese a través de su reconstrucción. Más advertencias: no es una película biográfica sobre el autor de la obra. Aquí, veremos como el artista, Brueghel (Rutger Hauer) le cuenta a su amigo Jonghelinck (Michael York!) la manera en la que compone el cuadro en cuestión. Sobre un lienzo, va señalando los sectores que son centrales en su percepción y aquello que representan, para que una vez establecidos, estos cobren vida. Y no es una frase hecha. De hecho, los personajes del cuadro cobran vida. Y el pintor, narra y reflexiona sobre la realidad política y social del momento en cuestión, mientras el universo que creó va generando movimiento y cada pequeño engranaje de su delicado mecanismo de relojería gana entidad y peso dramático. Majewski trabajó la fotografía de su film, de una manera absolutamente original. Recreó el vestuario de la obra de manera sobresaliente (como no había manera de obtener los pigmentos originales, creó un taller artesanal que se ocupó de proveer las telas necesarias partiendo de la información del cuadro, exclusivamente), ensambló la animación de cada personaje con una compleja técnica digital. Tuvo que subdividir el cuadro en segmentos (no encontraban el paisaje necesario en la zona de Flandes, originalmente, para utilizar como fondo real por lo que tuvieron que partir nuevamente del lienzo) y dedicar mucho tiempo a agrupar capa tras capa en máquinas hasta lograr el efecto deseado, de manera que cada personaje fue registrado con lentes a distintas distancias. En otras palabras, la técnica aplicada es sorprendente y los resultados, hay que verlos para creerlos. Y no es sólo eso. El cineasta se permite mirar a su artista integralmente y descubrir, sus ideas, su mundo, su familia, su pasión. El film es un cuadro vivo, y viceversa. Desde ya que el “tempo” cinematográfico no transcurre por los carriles habituales. Hay contemplación y potencia en cada derrotero, fortaleza en el mensaje y un logrado climax final. Sin dudas, una de las mejores películas del año. “El molino y la cruz”, una auténtica pieza de fuste, ideal para paladares sensibles y amantes de la belleza pictórica.