Fallida propuesta que no logra atrapar ni siquiera con Jodie Foster a la cabeza del misterioso hotel que da título al film. Si en el pasado la acción, la transgresión y la locura de un lugar para recuperación de villanos podría haber sorprendido, hoy, con la normalización y anestesia del cine, el relato parece viejo y anticuado.
Angustiante relato sobre la soledad y el pasado, sobre la familia y aquello no dicho que se encarna en un pedido de explicación y mucho más. Anclada en el documental, con despliegue de producción y solvencia, la película es una muestra que siempre hay maneras de recuperar el tiempo perdido a pesar del dolor y la angustia.
Bienvenido Federico Jacobi a la dirección en una propuesta diferente que en la economía de recursos potencia su relato. La familia, la soledad, los vínculos, sólo algunos de los temas escogidos por Jacobi para debutar en la dirección tras años de participar en producciones desde otros lugares.
Desde las sombras Basada en el best seller de Meg Wolitzer, La esposa (The Wife, 2018), de Björn Runge, propone un viaje al mundo de la cultura y sus premios a partir de la recepción del Nobel de literatura por parte de un escritor (Jonathan Pryce) y los pasos que toda su familia debe hacer alrededor de éste para acompañarlo. Su esposa (Glenn Close) lo sigue desde la oscuridad, proveyéndole todo lo necesario para que pueda seguir en su tarea de escribir y construir narraciones que posibiliten a su público más fiel un continuo deleite y existencia de material para leer. Pero entre tanto ir y venir y esfuerzo, a medida que el relato avanza, la sospecha sobre esta pareja perfecta, con hijos adultos que los admiran y odian en partes iguales, construye una narración potente sobre las mentiras que van cobrando vida alrededor de los mitos, sobre el submundo de premios, sobre el doloroso momento de la verdad ante la aproximación de un final anunciado y sobre el meteórico ascenso de gente sin principios. El director Björn Runge tiene un material rico para avanzar en la historia, la que, a medida de la incorporación de un misterioso periodista/fanático del escritor (Christian Slater) comienza a desarrollar una subtrama que se cimienta en el rumor como motor del conflicto y la pesquisa como motivo principal del relato. Así, establecido el dilema, La esposa comienza a descansarse en las actuaciones de los protagonistas, reflexionando con ellos sobre el amor, la familia, el éxito y los premios, pero también sobre el corre ve dile que atraviesa al escritor y su grupo. Si localmente El ciudadano ilustre (2016) mostraba la necesidad de su protagonista por desnudar las miserias de la escritura y sus premios, rechazando todo exceso de snobismo y laureles que coaccionen la actividad y honestidad, en esta oportunidad el desnudar desde dentro la ceremonia al premio y toda la parafernalia que lo habita, posibilita una mirada aún más crítica sobre el chauvinismo de ese universo y sobre la creación de bestsellers por parte de las editoriales. Glenn Close una vez más, ofrece una actuación visceral, consciente, dura y potente, sobre aquella persona que sostiene con su accionar cotidiano una realidad que esconde un secreto que quiere ser revelado a gritos a pesar del velamiento y el blindaje del entorno. La habilidad de Björn Runge de construir la narración desde detalles, y, principalmente, desde el punto de vista de la esposa, con flashbacks que van adelantando alguna información sobre la verdad del matrimonio, posibilita que pequeños conflictos comiencen a construir una línea temporal hacia el desenlace final, el que tomará por sorpresa, principalmente, a aquellos que no hayan leído la novela en la que se inspira. El mundo de la literatura, con sus miedos y sus obstáculos, pero también con sus artificios, funciona como impulsores de una sólida historia, que más allá de por momentos trabajar con el thriller, su profunda raíz melodramática la consolidan como una de las propuestas más fuertes y que seguramente le brindarán a Close merecidísimos galardones en la próxima temporada de premios.
Manipulada Construida como el “lado B” de los thrillers judiciales que bucean en un caso policial, Acusada (2018), de Gonzalo Tobal, se presenta como un interesante ejercicio de prospección que permite el lucimiento de sus protagonistas e instala en la producción nacional un género que muy pocas veces –o contadas con los dedeos de una mano- se lo ha producido: cine de juicios. Dolores (Lali Espósito) es una joven acusada de un crimen. Sus padres (Inés Estévez y Leonardo Sbaraglia) le han confiado la estrategia de defensa a un especialista (Daniel Fanego), quien ha armado un minucioso plan para que pueda presentarse en el juicio y quedar en libertad. Este planteo, en un recorrido por el preciso guion del propio Tobal y Ulises Porra Guardiola (Tigre), permite que la distancia con los personajes sea la necesaria para evitar caer en identificaciones polarizadoras que manipulen la empatía necesaria para seguir adelante con el visionado del film. En Acusada nada ni nadie es quien dice realmente ser. Se muestran algunas aristas que desnudan un trabajo minucioso desde la construcción de cada personaje, que impide, afortunadamente, que se los muestre como totalmente buenos o malos. A esto se le suma la narración digresiva, que prefiere reposar la mirada en los climas y atmósferas de las escenas, con personajes que por momento no se dicen nada, pero que hablan desde cómo se los muestra parados en los espacios. La casa, como una cárcel en la que Dolores espera, es otro de los grandes actores de la propuesta. Ese espacio de clausura para la joven, que se correlaciona con un animal perdido en la zona, es un hallazgo de poesía en medio de un producto industrial. También el particular trabajo alrededor de la protagonista, con pocos diálogos, tomas que la alejan de la imagen y exposición que Lali Espósito viene presentando en su carrera como cantante, afirman la decisión de mantener cierta línea independiente en la superficie de la película, enrareciendo texturas y utilizando una fotografía que potencia la narración. Por otra parte, algunos flashbacks brindan elementos para la pesquisa que el espectador deberá hacer, pero mientras esos raccontos no suceden, asistimos a una pormenorizada descripción del universo de Dolores en la espera. Así, Acusada, a diferencia de otros productos que construyen todo el relato esperando las decisiones y deliberaciones de los jueces, prefiere profundizar en el universo familiar, un espacio en el que la tensión in crescendo, determina su posición frente a aquello que cuenta y, además, revela la cara oculta de los protagonistas. Algunos detalles revelados sobre costos y sobre la particular mirada de la propia acusada sobre los hechos que se le imputan, permiten direccionar la mirada hacia otros actores participantes, determinando a la justicia, los medios de comunicación, y conceptos más abstractos como la familia, el amor, la libertad, como vectores del relato. Acusada es una interesante aproximación a un género, y también a la deliberada decisión de avanzar con motivos secundarios que hacen a la totalidad de la propuesta, destacándose el trabajo actoral de Fanego, Estévez y Sbaraglia, mientras que Espósito intenta pararse en un lugar diferente al que viene trabajando, aunque su Dolores -taciturna y meditabunda- no logra transmitir por momentos las sensaciones de esa joven angustiada por la situación que le tocó vivir.
Tras su inocente fachada de película que refleja un momento particular en la vida de sus personajes, y, principalmente, su protagonista, “Los Vagos” desnuda el costado más misógino y repelente de gran parte de la sociedad argentina. En cada uno de sus planos sobre la vinculación del protagonista con las mujeres que aparecen en el relato, hay una manifestación evidente sobre un estado de las cosas que nada tiene que ver con un momento actual que rechaza de cuajo la manera en la que estos hombres buscan en las mujeres sólo satisfacción y pasatiempo. No es que esté mal que la realidad de esos personajes, con una mirada particular en un momento histórico, choque con la actualidad, al contrario, pero en la inconsistencia de las decisiones del protagonista, que por momentos se deja llevar por “los vagos” y por otros momentos recapacita y en soledad intenta otro vínculo, hay una distancia abismal que el director Gustavo Biazzi no puede sostener, a la hora de estructurar su pensamiento en el guion. “Los Vagos” habla de la última etapa en la transición de la adolescencia a la adultez, mostrando a un grupo de jóvenes que deberán tomar decisiones mientras planifican algunas actividades en conjunto, las que siempre contienen alcohol y mujeres. Los cuerpos de estos hombres son presentados como cuerpos deseantes, buscadores y a la caza de presas que les perpetúen esa camaradería de grupo cimentada en sexo y baile. La mirada de Biazzi sobre su provincia, sobre los detalles que hacen a amigos y noches compartidas. Por otro lado la figura de la mujer, cuerpo a desear, destila misoginia por donde se la mire, y a pesar de saber que es otro momento del que se habla, una época sin celulares, whatsapp, mails, cero tecnología vincular, la abstracción no funciona cuando los enunciados desesperadamente evocan el gran machismo que plantea. “Los Vagos” por supuesto, cuenta con una excelente fotografía, una cuidada iluminación, y una actuación que se destaca, contradictoriamente al planteo, la de Ana Clara Lasta, que compone a una mujer que se para delante del cabecilla del grupo con su humanidad, lo seduce, lo usa, y se retira. Allí, en aquello que le pasa al protagonista con esta interprete, tal vez suceda lo más interesante de la película, porque ese personaje transformador colisiona mundos y ubica al personaje nuevamente en eje, ya no importando tanto su accionar, sino la lección que le han brindado. Película fallida, con algunos momentos de exploración técnica potentes, no hay mucho más para destacar de un relato que prefiere sólo enfocarse en un motivo ya en decadencia, el hombre como macho alfa cazador y que en realidad termina fracasando en sus denodados intentos por regodearse en su poderío.
El submundo de la danza ha permitido construir una infinidad de relatos, en este caso el esfuerzo por un grupo de niños por llegar a una prueba es el motor narrativo. Con sencillez y honestidad la película vuelve a mostrar lo duro del baile, sin golpes bajos y con mucha pasión visual.
Infinidad de historias han tenido como epicentro una casa y un reencuentro que puede terminar en catástrofe. Aquí tres hermanos se unen para redescubrirse luego de mucho tiempo, eso es lo que acontece en una propuesta algo básica que sugiere más de lo que cuenta.
Ansiada propuesta, spin off de “El Conjuro” que toma a uno de los personajes que apenas se dibujaba en ellas. Ni siquiera la iconografía religiosa puede superar la obviedad de una trama que hasta en un momento se pierde en sus propias trampas.
El duelo como impulsor de historias, acá en su versión más novedosa, la de una mujer que sumida en su pena debe continuar acompañando a la hija de su marido recientemente fallecido. La contienda entre Lorena Vega y Malena Moirón es de antología y suple cualquier falla que quiera buscarse a un relato sensible, honesto y directo.