Hubo un tiempo en el que el cine familiar convocaba hordas en los cines. Miles de espectadores para narraciones simples, con algún atractivo anclado en la incorporación de figuras televisivas que aseguraran taquilla. Aquí el camino es similar, solo que la protagonista, Maite Lanata, que vive tal vez su momento televisivo más exitoso, filmó antes el proyecto, una propuesta que bucea en la cultura originaria para encontrar el motivo de su motor, una maquinaria que se ve pobre en pantalla y sin ningún atractivo.
La nueva película de Rodrigo Vila es un fallido acercamiento a la distopía más radical, aquella que en un apocalíptico escenario conjuga elementos psicológicos para generar algun conflicto narrativo. Las idas y venidas del protagonista no solo en un punto resultan inverosímiles, sino que en la predicación por un orden diferente y la imposibilidad de escapatoria se terminan disolviendo todas las premisas que presentaba.
Película coral que bucea en la tragedia de una familia, una actual y otra de un pasado que amenaza a emerger ante la inevitable exposición de un hecho. El elenco multiestelar, las logradas actuaciones, y la precisión con la que el realizador dibuja el submundo del caso hacen del film una de las agradables sorpresas de 2018.
Bienvenida Lola Arias al cine. A su multifacético perfil agrega la dirección cinematográfica debutando con una propuesta que trabaja sobre la identidad desde la evocación de un conflicto. La guerra de Malvinas/Falklands como disparador de un atrapante relato en el que los recuerdos son solo el puntapié inicial para hablar del hombre como superador de hechos traumáticos y la potestad sobre estos.
Miramos a Uruguay con recelo, mientras hace unos años la mirada era de subestimación o como si uno mirara a un hijo, muchas recientes conquistas sociales, políticas, han despertado una envidia sana. Gran parte de esto ha sido la figura de “Pepe” Mujica, un presidente que ha dado, y sigue dando cátedra, en materia de ideales y de comprensión sobre el verdadero motor de la función pública. “Traigan el porro” (2018) de Denny Brechner, recupera su imagen y un proyecto particular, la legalización de la marihuana y la intención de poder, desde el mismo gobierno, controlar y erradicar el comercio ilegal. Así, el realizador, y tomando como punto de partida la visita a Estados Unidos de Mujica para encontrarse con Obama, decide embarcarse en una misión ultrasecreta para poder, junto a su madre, traer el material necesario para emprender la comercialización oficial del cultivo. Atravesada por el humor, y en un registro cuasi documental, que transita la lábil línea que divide la ficción y el registro real, Brechner se pone delante de cámara junto a su madre en la vida real, emprendiendo un camino que los llevará a conocer a personajes asociados al libre pensamiento y consumo, pero que también permiten desarrollar la ironía dentro de un contexto que sin pasarse de tono, acerca material pedagógico y entretenimiento. Si por momentos uno duda de algunas cuestiones que se reflejan, también tiene que ver con que la docuficción se inscribe en una larga tradición de realizadores, principalmente americanos, que desde el humor, como Sacha Baron Cohen, Michael Moore, han forjado carreras de divulgación periodística cinematográfica e imponiendo leyes de género. Brechner toma de esa escuela, pero también de envios que utilizan la cámara oculta como motor narrativo, para configurar un dinámico acercamiento al universo de la marihuana, su consumo, su producción, su defensa, su divulgación, trascendiendo la anécdota y reforzando su intención de generar un nuevo estilo. En ese punto “Traigan el porro” avanza con un relato diferente, en donde el ridículo va cediendo lugar para convertirse en una pieza pedagógica en la que el chiste se desvanece y se suma la fuerza de la convicción como pieza fundamental para comprender que detrás de la propuesta hay una seguridad y una solidez en los objetivos que busca el film. La transgresión supera la base del relato, y con momentos antológicos y un código compartido la película se convierte en una pieza fundamental para tiempos en los que las ideologías y la necesidad de renovar políticas y estamentos se hacen evidente. “Traigan el porro” es una fresca, novedosa, y dinámica propuesta que se corre a los pocos minutos de iniciada de cualquier polémica que se busque en ella, ofreciendo un relato honesto sobre la búsqueda y la necesidad de legalizar una sustancia en un siglo nuevo y con nuevas ideas.
Fallida propuesta de género en la que una buena idea termina por desmoronarse a partir de la facturación, resolución, actuación y puesta en escena. Los fantasmas del protagonista se terminan materializando y convirtiendo en la principal amenaza en una película que debería haber escogido otro camino para su presentación.
Particularísmo retrato sobre el universo femenino de dos generaciones que intentarán congeniar frente a la adversidad. Colell Aparicio debuta tras las cámaras narrando un proceso natural y evidente sobre la vida y la muerte con una mirada que evita lugares comunes y obviedades.
Inexplicable precuela del clásico de Tobe Hooper, filmada en una Bulgaria que busca ser la ciudad del título. Además de clichés y obviedades, la pobre facturación, y la idea de poder superar a la original con escasos recursos, hacen de la película una mala jugada ya en su germen
El género espías ha sido revisitado oportunamente por la NCA (nueva comedia americana) para construir entretenimientos ligeros amparados en el respeto de ciertas convenciones. En esta oportunidad TODO se transgrede construyendo una potente y divertida obra que suma gags y sketchs, pero también una incansable batería de punchlines para potenciar una trama original y bien llevada.
Pequeña película que aprovecha al máximo los recursos, actores, puesta, espacios, para generar la tensión necesaria hasta llegar al desenlace. Potter vuelve a sumergirnos en un universo de egos, de trampas, de dinero, que tras algunas revelaciones demostrará que nadie es en realidad quien dice ser.