La vida te da sorpresas Curiosamente a Antoine (Lambert Wilson), el más sano del grupo de amigos del film Entre tragos y amigos (Barbecue, 2014) que dirige Eric Lavaine, es al que más cosas física y mentalmente le pasan. Corriendo una maratón sufre un infarto y mientras está internado y en el camino de la recuperación decide cambiar su vida. Para él, esto que le pasó es una señal que debe dejar de cuidarse y romper con los moldes que hasta el momento lo tenían atado de pies y manos a sus rutinas porque, habiéndose dedicado a su cuerpo durante 50 años y brindarse a los otros sin ninguna condición, no obtuvo buenos resultados. Cansado de su matrimonio, de sus amigos, trabajo y la vida en general, decide encontrar un vuelco a su vida para así cambiar y dejar de hacer cosas que ya no quiere ni desea hacer. En esta película de tinte autobiográfico, Eric Lavaine construye con gran habilidad un fresco generacional que bucea en la irracional explicación de lo que le pasa al protagonista después de sufrir el infarto y de cómo la postergación de objetivos de vida se termina. La enfermedad será el punto de partida para transformar sus rutinas para buscar solamente actividades gratificantes que lo alejen de un karma negativo que lo pueda afectar nuevamente. Entre tragos y amigos es una ágil y entretenida comedia dramática, que habla de como muchas veces nos imponemos obligaciones que nada tienen que ver con lo que realmente queremos hacer y que potencian el malestar general de una persona que intenta dejar de rodearse de gente tóxica y alimentar su espíritu de otra manera para poder seguir viviendo, apostando a lo nuevo pero sin dejar de ser, en esencia, fiel a sí mismo.
Tres es multitud De amor y dinero (The Two faces of January, 2014) es una pequeña tragedia que va potenciando su conflicto inicial para transitar con estilo y solvencia el camino del thriller engañoso más clásico, apoyándose en las impecables actuaciones del elenco protagónico (Viggo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac), para luego cambiar de registro. Una pareja disfruta de la belleza de los paisajes de Grecia. Es el arranque de De amor y dinero, con el matrimonio dueños de un estilo único y elegante, mientras charlan sobre ruinas ancestrales. Es un guía turístico de origen americano que aprovecha un impasse de la universidad para ganar dinero mostrando el lugar. La pareja lo invitar a cenar a un lujoso hotel y pasan una noche entre tragos y manjares. A partir de ahí la calma con la que se muestran las imágenes iniciales del film, terminarán por narrar un cuento diferente, uno en el que la ilusión de bienestar y de placer eterno de la pareja se quiebra al irrumpir un extraño con el fuerte deseo de conocer la verdadera identidad del marido, desencadenando una serie de calamidades que pondrá a prueba su amor y relación con el muchacho recién conocido. La película aprovecha su simple y clásica estructura narrativa e intenta conformar un panorama psicológico de cada uno de los personajes, poniéndolos a interactuar en un escenario natural que fomenta la sensualidad y el deseo entre ellos. Con una mirada, un gesto, un roce, el matrimonio va cediendo ante la inminente ruptura con la sorpresiva llegada del tercero. La trama amorosa se coloca por encima de la trama policial, demostrando cuál es el verdadero motor de la narración, que no por casualidad, más allá de estar dirigida por Hossein Amini, tiene la autoría del mismo equipo que trabajó en El talentoso Mr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, 1999) otra historia con un triángulo amoroso, en el que la mentira terminaba llenando de sangre los vínculos entre los protagonistas. De amor y dinero es un film de suspenso sugestivo y estilizado, con una atmósfera de logrados climas opresivos y una interesante puesta, que además se va consolidando con una música incidental acorde a la situación y un nivel actoral elevado para este tipo de propuestas.
Con mucha expectativa se esperaba esta película del director Galel Maidana no sólo por el clímax y atmósfera que el trailer anunciaba, sino por la historia que detrás de “La Parte Ausente” (Argentina, 2014) se presentaba. El director arma una historia apocalíptica en una Buenos Aires diezmada y arrasada, y que abusa de los que aún sigue en pie en ella. Hay un investigador, interpretado por Alberto Ajaka que intenta encontrar a un fugitivo de nombre Víctor (Guillermo Pfening) y que en su búsqueda se topa con la bella Lucrecia (Celeste Cid) quién le hará cambiar su destino y sus intenciones te terminar con la tarea. Chockler (Ajaka) recorre la ciudad con sabiduría y cuidado, porque el director lo dota de un conocimiento superior que lo ubica por encima de su enemigo, un misterioso dueño y patrón de todo lo que se vende en la ciudad y de lo que no se vende también. Él avanzará para poder encontrar a Víctor pero la pasión que siente por Lucrecia lo hará trastabillar en el camino hacia la revelación y el encuentro. La estética escogida por el director no desentonar con la mayoría de las diseñadas hasta el momento para este tipo de películas, pero la principal falencia es la pobreza de una puesta en escena qué más que mostrar una ciudad apocalíptica termina siendo una caricatura de un presente marginal y pobre. Es de imaginar que Maidana intento con los escasos recursos que tuvo, armar la mejor presentación para su historia, pero abusa de la música incidental y la utilización de filtros para colorear la imagen. En ese abuso se escapa la posibilidad de construir un discurso sólido y potente centrándose sólo en construir a Chockler desde un lugar que recupera la larga tradición de películas de ciencia ficción en las que la búsqueda de respuestas permitan construir una narrativa dinámica. Hay muchos puntos sueltos en la acción, porque la mayoría de las escenas, en la sucesión de imágenes, muchas veces haber perdido la continuidad en la sala de edición. Nunca se revela, por ejemplo, porqué se pierde tanto en Víctor el propio investigador y en Lucrecia en momentos claves. Tampoco aparecen respuestas sobre la niña que narra el comienzo de la película revelando un futuro incierto para los protagonistas ni porqué ese personaje no aparece hasta el final. Aún así Maidana la utiliza como narradora presencial de los hechos. En esta decisión no se aporta nada más que confusión a una trama que solo brinda más oscuridad a los hechos. "La parte ausente" podría haber sido otra película aprovechando el nivel actoral del trío protagonista pero termina opacando la oportunidad con pretensiones de construir un cine de género que no se consolida y que termina faltándole el respeto al espectador.
Marion Vernoux habla en “Mis días felices” (Francia, 2013) de la posibilidad de seguir construyendo un futuro a pesar que las puertas se vean cerradas y que se crea que un ciclo ha concluido. Caroline (Fanny Ardant), se ve oprimida y con pocas expectativas de cambiar su horizonte. Depresiva, recibe para su cumpleaños de parte de sus hijas, una membresía del club “Les beaux jours” (título del filme en su original) al que se acerca casi sin ganas. Detrás de las paredes del lugar primero encontrará el rechazo, rechazo por lo nuevo, rechazo por lo diferente, rechazo por la edad, todo será negativo lo que Caroline encuentre allí. Su marido Philippe (Patrick Chesnais) intentará persuadirla para que, de alguna manera, vuelva al lugar a pesar de la mala primera impresión. Con poco que hacer durante el día regresará casi sin expectativas, y se topará imprevistamente con Juliane (Lauren Laffitte), encargado de una clase de informática para la tercera edad. El hombre avanzará varias veces sobre Caroline como una ráfaga necesaria para agitarla y estremecer su cuerpo. Caroline avanzará, luego de ceder a la tentación, en una relación extramatrimonial que la hace sentir viva una vez más, a pesar de la sólida estructura familiar que posee. La mujer decide apostar a las dos historias sin renunciar a alguna de ellas, haciendo malabarismos y generando situaciones cómicas, sabiendo que la aventura en la que acaba de meterse tiene fecha de caducidad. Marion Vernoux se introduce en el mundo de una mujer que todavía cree que las oportunidades pueden cambiar la vida y eligiendo planos detalles y, en algunas oportunidades, la mirada cámara cómplice para reforzar la historia. La actuación de Ardant también permite profundizar en la psicología de Caroline, porque en la complejidad y a su vez simplicidad del personaje, la directora trabaja con algunas cuestiones y tópicos como las relaciones familiares, la brecha generacional, el cumplir mandatos y el de alguna manera tratar de quebrarlos. “Mis días felices” es una mirada femenina sobre el mundo de la mujer, en este caso, entrada en años, y que gracias a la utilización de la banda sonora y algunas escenas dirigidas con virtuosismo se destaca el romance apasionado entre Caroline Juliane que permiten que el film avance de manera natural sin disrupción. En la historia de esta mujer qué quiere volver a vivir Vernoux no deja nada librado al azar, y también se ocupa del grupo familiar de Caroline, presentado como displicente con ella hasta que Philipe descubren el engaño del que fue parte. Esta será la bisagra para quebrar la narración y posicionar la película en otro camino, uno mucho más desagradable incómodo para Caroline, y relacionado a situaciones que se desprenden del manejo engañoso de la protagonista. “Mis días felices” es una película simple que bucea en los intentos de una mujer por cambiar su presente, a pesar de saber la fugacidad de su presente. Inmensa Fanny Ardant.
Con pocos destellos de genio y mucho de director tradicional Tim Burton en "Big Eyes" (USA, 2014) profundiza en la tormentosa relacion entre el matrimonio Kaen, Walter (Amy Adams) y Margaret (Christoph Waltz) demostrando su habilidad de narrador. Poniéndose en el lugar de Margaret y partiendo desde la primera huida de ella, cuando se separa de su primer marido, y conoce a Walter, Burton construye un relato tenso que avanza a fuerza de impacto para mostrar una complicada relación. Este vínculo, que si bien en un principio se consensuó y decidió mantener en el anonimato a uno de ellos para vender cuadros, luego termino obligando a una de las partes a ocultarse ad infinitum para mantener un estándar de vida y un renombre. Walter fue el hacedor del éxito de Margaret, la incluyó en los circuitos de arte, pero utilizó su firma mostrándose como el realizador de unos cuadros, que no por virtuosos, sino por "originales", terminaron por venderse como pan caliente y lo colocaron en la cima del mundo pictórico. Burton profundiza en la enfermiza relación sin detenerse mucho más que en algunos trazos gruesos, a explicar las motivaciones de Walter y Margaret para seguir adelante con un engaño, consensuado, y luego desechado, que transformó un estilo particular a la categoría de arte. Porque en el fondo, en realidad, Burton quiere hablar sobre esto, sobre la irreversible mecanización y mercantilización del arte sobre el inexpugnable deseo de compra casi impulsiva de productos que se escapan a la definición de lo que es el arte. Si tu intención hubiese sido la de crear un biopic sobre directamente la artista que construyó un nuevo universo estético, en realidad tendría que haberse detenido mucho en la psicología de la artista, a quien la muestra débil y pasiva. Por momentos Burton reposa más en las características del personaje de Waltz, un terrible déspota con un látigo manchado de colores y acrílicos, y avanza en el relato sin la magia a la que nos tiene acostumbrados, en una clara y poco lograda narrativa de opresión y castigo mucho más clásica y tradicional. "Big eyes" tiene algún que otro momento provocativo, de esos que nos gusta que Burton pueda lograr en la pantalla, pero terminan por licuar las expectativas de sus seguidores cuando avanza con la dinámica detrás de la tiránica teoría del amo y el esclavo. En este punto está más que claro que en algún momento la pintora se va a revelar, y que iba a querer que sus cuadros tengan su firma, y dejar de hacer caso al malvado castigador que la obliga a seguir produciendo, pero eso ya lo sabemos de antemano, pero nunca se esperaba que el relato fuera tan lineal y tradicional. A destacar las actuaciones de Amy Adams y Chiristoph Waltz y una reconstrucción de época qué permite situar la historia en tiempo y forma, y no mucho más que eso.
En la vida de los otros El primer dato interesante de En tus zapatos (The Cobbler, 2014) es su evidente intento de recuperar un tipo de comedia que fue muy común en los años ochenta y que armaba una historia sólida a partir de una anécdota graciosa: cambio de cuerpos. Miles de películas de “cambio” de lugar (persona, cuerpo, posición social, etc.) construyeron un imaginario que buscaba en el ponerse en el lugar del otro -aunque sea por un período de tiempo corto- la razón para poder narrar un sinfín de historias y, principalmente, comedias blancas. El caso de este film no es ajeno a esta tradición, por lo que el director Thomas McCarthy redobla la apuesta y avanza con la idea de cambio, pero no sólo se queda con el proceso de transformación de su protagonista Max Simkin (Adam Sandler) como propuesta sino que, además, intenta hacer un fresco de la vida fuera de Nueva York, a través de las costumbres y rutinas de un grupo de comerciantes que intentarán resistir ante los embates de multimillonarios mafiosos (encabezados por una villana interpretada por Ellen Barkin) que buscarán quedarse con la zona para proyectos comerciales. En la interpretación de Sandler como Max, un zapatero que descubre por casualidad el poder de cambio en una vieja herramienta para coser suelas (que estaba escondida en un rincón del sótano del negocio), hay un intento de hacer algo diferente por parte del actor. Su Max, un gris y aburrido comerciante, que realiza la tarea por herencia y admira la vida ajena por sobre la suya, destella en esta historia. Un día este hombre, cansado de su trabajo, ve como desaparece dentro de los zapatos de otro y comienza a errabundear por las calles del barrio y vidas ajenas para ver si encuentra algún motivo o razón para vivir, aún cuando oportunidades se le presenten, como la de cortejar a Carmen (Melonie Diaz), una activista luchadora del conservador edilicio. En tus zapatos funciona desde la primera escena porque se divierte con su trama y los cambio que Max hace, sumando calidad en las interpretaciones de Sandler y el elenco secundario que lo acompaña (Steve Buscemi, Dustin Hoffman). Una película por demás entretenida, como las de antes.
Como un recordatorio de aquello que siempre tiene que suceder para que de alguna manera una persona cambie "Héctor en busca de la felicidad" funciona como filme de autoayuda del nuevo siglo y, excepto algún juego con trazos gráficos y paneos, su discurso atrasa. Adaptando el best seller de François Lelord del mismo nombre, el director apela a un relato lineal divido en dos partes inseparables entre sí. La primera se relaciona a la presentación del personaje, Héctor (Simon Pegg) un aburrido y organizado psiquiatra que ve como su mundo de obsesivo orden y control se desmorona cuando entiende que en esa apariencia de perfección de su vida junto a su mujer (Rosamund Pike) no hay nada que lo complete y lo haga feliz. Toda esta primera etapa del filme, llena de una mirada cómplice acerca del obvio aburrimiento del protagonista, de la marcada actividad y rutina que posee, en el fondo es mucho más honesta que la segunda. Esta otra parte se inicia luego que Héctor tenga una epifanía que lo obligue a cambiar o directamente a seguir en un camino seguro hacia un ACV y perderlo todo. Es así como decidirá viajar alrededor del mundo para descubrir qué hace feliz a la gente para en el fondo también poder descubrir si él alguna vez lo fue o lo podrá ser. En ese viaje iniciático y revelador, que irá acompañado por la escritura de un diario con máximas que proclamen algunos puntos para encontrar la felicidad Héctor profundizará sobre aquello que de su pasado le imposibilita disfrutar de la vida. En la apariencia casi perfecta de su mundo en la ciudad y en la negación de una relación sincera con su mujer, Héctor creerá encontrar en cada paso que dé una solución para ser él mismo feliz. El mundo exterior cono lienzo impoluto y él como hacedor de un nuevo camino, que claro está lo acercara nuevamente a su mujer y pacientes, terminan por disolver la originalidad de la propuesta inicial. Excelentes secundarios acompañan a Pegg (Christopher Plummer, Toni Collette, Jean Reno, Stellan Skarsgård) pero así y todo el filme nunca logra levantar vuelo y termina cayendo en una serie de lugares comunes y de golpes bajos (innecesario el secuestro de Héctor en África, en contraste con el ideal de vida de Los Ángeles y China). “Héctor...” podría haber sido una comedia con “mensaje” muy entretenida, pero cuando se pone seria para intentar exigirle a su personaje principal un esfuerzo por cambiar la esencia con la que se lo había presentado (y que justamente lo hacía único) todo se hace complicado y muy cuesta abajo.
Como una gran y épica historia de amor (filial, fraternal y de pareja), atravesada por un halo inmenso de corrupción “Leviathan” (Rusia, 2014), de Andrey Zvyagintsev, propone una mirada particular a un micromundo que bien puede trasladarse a cualquier rincón del planeta. En la historia de Kolya (Alexei Serebriakov) y de su imperturbable intento por preservar su vivienda de las inescrupulosas manos del corrupto alcalde del lugar (Roman Madyanov), hay un sinsabor que se genera por la obvia comparación con nuestra idiosincrasia y el reconocer en esa lucha una causa perdida como tantas otras tan cercanas. Zvyagintsev elabora una compleja e hipnótica trama, en la que la el amor de Kolya por su mujer Lilia (Elena Lyadova) y su hijo Roma (Sergey Pokhodaev) se va deteriorando hasta el punto que cada interacción entre ellos se reduce a golpes e insultos. Pero Dmitri (Vladimir Vdovichenkov), una persona del pasado de Kolya, llegará para intentar modificar el oscuro presente de la familia y gracias a su profesión (abogado), tratará de solucionar el inconveniente principal (la pérdida de la casa) que tan mal lo tiene. Pero en este pequeño pueblo, en el que todos se conocen y nadie confía de nadie, será complicado tratar de avanzar con honestidad y de superar la compleja y oscura trama que circunda a cada uno de los funcionarios públicos. Desde el momento que Dmitri pone un pie en el lugar, todo se complica, hasta el punto que una inmensa maquinaria burocrática y de violencia exponga al límite al trío protagónico hasta niveles insospechados. La dinámica entre los protagonistas, y el tiempo laxo entre cada escena, hacen de la propuesta un ejercicio estilístico más que interesante y que contrarresta la excesiva duración del filme. Los corroídos paisajes, la aridez de la llanura, el frío que cala hondo, y la tierra envolviendo misteriosamente a todos son uno de los puntos más altos en la composición de las escenas. Los planos fijos, la cámara quieta, el poderío de la naturaleza que avanza a los personajes, como así también el detalle minucioso del accionar diario logran que “Leviathan” trascienda la particularidad de su lugar de origen. Zvyagintsev compone a los personajes con detalles que los hacen únicos (la botella de vodka pegada en la mano, el conducir automóviles a toda marcha, el grito y el sexo como liberación de los ajustados cuerpos) y que revelan un costado menos formal del último cine ruso, un cine que aún sigue armando historias potentes y que sigue respetando a rajatabla la estructura clásica del relato. Narrativamente hablando “Leviathan” se va complejizando a cada minuto, y cuando el porvenir de Kolya quede en manos de las arbitrariedades de la corrupción y de la manipulación de pruebas de un alcalde que sólo quiere conseguir algo que no le pertenece, la película va despertando el interés por el devenir de los sucesos.
En “Ave Fénix” (Alemania, 2014) de Christian Petzold, hay algo que trasciende su propuesta, y es básicamente la intención que el director tiene de contar, una vez más, una parte de la historia de su país, pero de una manera diferente. Dotándola de una atmósfera más propicia a un filme noir que a un drama histórico, en el derrotero de Nelly (Nina Hoss), una sobreviviente a Auschwitz, y que con su cara desfigurada vuelve a la Alemania que la sentenció, a muerte, para recuperar parte de su vida, Petzold habla también de otra cosa. Operaciones estéticas mediante, Nelly de a poco vuelve a su rutina, aún sabiendo que lo más importante sería exiliarse en otro país y resguardarse, para ver si puede recuperar a su marido Johnny (Ronald Zehrfeld), quien la cree fallecida en el campo de concentración. Con el mayor de los dolores, deberá asumir una parte triste de su historia, la muerte de todos sus familiares, excepto su marido, y de éstos ha heredado una importante suma de dinero que le posibilitará continuar con su tratamiento estético y estadía en las mejores instituciones. Pero a Nelly esto no le importa, y pese a los reproches de Lene (Nina Kunzendorf), su única amiga, que además trabaja en una agencia judía y que le facilitará su regreso, decidirá salir en búsqueda de Johnny, aún sabiendo la traición que sobre ella determinó. El primer encuentro es doloroso, cruel, salvaje. Por que si bien Nelly cree poder aún con su nuevo rostro despertar en Johnny su pasión, su mundo se derrumbará cuando conscientemente éste la rechace y sólo vea en ella una sutil evocación de la que fuera su mujer y a quien cree muerta. Gracias a esto Johnny le propondrá un juego cínico a Nelly, hacerla pasar por su mujer muerta para poder así recuperar la herencia familiar y dejar de trabajar como mozo en el bar “Phoenix”, al que alude también la película. Petzold una vez más arma una historia de contrastes, de sombras que acechan pero que aún pese al peligro, son omitidas y no tenidas en cuenta por aquellos que serán participes de las transformaciones de los protagonistas. Si en “Gold” el director hablaba de una forastera que se armaba de una historia nueva en un país completamente ajeno a ella, y en “Barbara” de cómo una joven doctora aceptaba cualquier proposición con el objetivo de superar la posición en la que era colocada, en “Phoenix” profundiza en la etapa más dolorosa de su historia para hablar de las fachadas y de cómo éstas se pueden caer con solo una palabra Si decide repetir con la pareja protagónica, es porque justamente encuentra en ambos actores, la posibilidad de seguir explorando su propia historia desde un ángulo personal y reinventando el mito del ave fénix. Por que si Nelly es el ave que resurge de sus cenizas, Johnny será la brasa viva que en todo momento acose a la mujer para de alguna manera conseguir el propósito final que tiene. En la historia de Nelly, Petzold ubica a su propio país, incapaz de asumir una correcta posición ante el regreso de aquellos que fueron injustamente sometidos a torturas y vejaciones, y ni hablar de los que no pudieron regresar. Si en Nelly se encarna la negación de la posibilidad de recuperación instantánea de la credibilidad ante aquellos crímenes de guerra a los que se sometió a gran parte de la humanidad, en Johnny está plasmado la falsa honestidad y la cristalización de una frase como “algo habrán hecho” tan cercana a nuestra idiosincrasia. Petzold parte de la historia de su país, de un pasado oscuro, para universalizar la complicidad con la que la mayoría de la sociedad acompañó al régimen militar y los atropellos sobre las libertades y credos ajenos a este. Johnny amolda a Nelly a un ideal de ésta que termina deformando la mirada que la propia Nelly tiene sobre ella, y sólo cuando su plan termina, en una secuencia digna de ser colocada en los anales de la cinematografía, es cuando esa complicidad mencionada anteriormente se transforma en una culpa ancestral ineludible. El director, como en cada una de sus obras, genera una narrativa con un tempo adecuado y que avanza progresivamente a fuerza de planos amplios y una esforzada puesta en escena, que en el caso de este filme, además le permite regodearse y jugar con el cine noir, posibilitando también, que no sea sólo vista la película por adeptos al revisionismo histórico, sino, principalmente, por el público en general. Impactante.
Hogar dulce hogar Como viene sucediendo con los últimos films animados de los grandes estudios, detrás de la impronta de “cuento infantil”, hay una profunda crítica a la sociedad de consumo y su dependencia de la tecnología. Home. No hay lugar como el hogar (Home, 2015) no se escapa a esta premisa, aun cuando de ella se desprenda también una sinergia de negocios asociados (juguetes, libros, etc.). Home. No hay lugar como el hogar narra la interacción entre una humana llamada Tip (Rihanna) y un extraterrestre de nombre Oh (Jim Parsons) cuando ambos vean la necesidad de trabajar juntos para alcanzar sus objetivos. El de la niña es encontrar a su madre (Jennifer Lopez), y el del alien poder detener un mensaje involuntario que lo transformará en el culpable de la extinción de la raza humana y también de su especie. Todo comienza cuando los Boou deben encontrar un nuevo refugio para esconderse de sus archienemigos y evitar así ser diezmados. La tierra parece ser el objetivo y lugar ideal para que puedan mudarse, pero claro está, antes deberán realizar una reubicacion de los humanos y ahí es cuando el destino de Tip y Oh se cruzarán. Involuntariamente Oh envía una invitación al espacio para la inauguración de su nueva vivienda, pero sin detenerse en el detalle (detrás de ese mensaje esta la posibilidad que pueda detectar su lugar de residencia) con el consecuente peligro que determina. Dirigida por Tim Johnson, Home. No hay lugar como el hogar es una comedia entretenida que basa su fuerte en el contraste de diferentes que potencia el gag -y el punchline- a partir del desconocimiento del alien por los objetos y costumbres “terrestres”, que generan un sinfín de situaciones divertidas y disparatadas. Por el contrario, el personaje de la niña es presentado como una aguerrida luchadora que a fuerza de esmero, pudo en su pasado reciente superar el bullying escolar por su condición de inmigrante. Esa potencia se traduce en tezon y esmero para liderar la tarea de búsqueda. El guion, basado en el cuento de Adam Rex, trabaja temas como la amistad, la labor en equipo, la familia, pero además denuncia un estado de dependencia con la tecnología que exige una salida hacia un trabajo intelectual en su ausencia, siempre dejado de lado o para otro momento. Por su parte, los personajes están bien delineados, y son las características de los extraterrestres (cambios de color de acuerdo a sus sentimientos, lenguaje símil telegrama, sincopado y con palabras inventadas, etc.) las que hacen de Home. No hay lugar como el hogar, una entretenida comedia de aventuras que buscara detrás de su apariencia de film infantil encontrar algunas respuestas sobre la tolerancia al otro, la vida en sociedad, la aceptación del diferente y la dependencia tecnológica; siempre con una sonrisa y con una banda musical que explota el potencial de la protagonista con ritmos acelerados y pegadizos.