Alejo Flah profundiza en “El amor y otras historias” (Argentina, España, 2014) algunas cuestiones relacionadas a la vida en pareja y los ideales que sobre ella pueden crearse a partir de la mente de un guionista de cine (Ernesto Alterio) y la división que en su propia cabeza se crea sobre la realidad y el ideal del amor que desea tener. Mientras acepta la crisis que tiene con su pareja (Julieta Cardinali), Pablo (Alterio), escucha la propuesta de su amigo productor cinematográfico (Luis Luque) de escribir una historia de amor que hable además de la situación actual de las relaciones amorosas. Pone manos a la obra y el ir y venir entre la propia historia de Pablo y la de los protagonistas de su guión (Quim Gutierrez y Marta Etura) dinamizan el relato, que además se estructura con una serie de personajes secundarios (en ambas historias) que refuerzan la idea de homenaje a las comedias románticas más clásicas. Cuando hace unos meses “El Crítico” de Hernán Guerschuny, se afirmaba como el filme que reflexionaba sobre el relato amoroso en el cine, aún no habíamos visto esta comedia en la que sentencias como “las comedias romántica terminan donde deben, sino se parecerían a la vida” descubren un elaborado pensamiento sobre el género superador de la propuesta del crítico que “soñaba en francés y blanco y negro”. A medio camino entre “Mas extraño que la ficción” y el cine que habla del cine y su dispositivo, el mayor acierto del filme de Flah es poder superar la idealización del amor y el estereotipo con actuaciones naturales y diálogos que, principalmente en la historia de Pablo, siguen potenciando la idea disparadora de la cinta. “El amor y otras historias” es una película cosmopolita, pero no porque transcurre en Barcelona, Buenos Aires y París, sino porque principalmente, ubica a sus personajes en un contexto y locación en el que la ciudad es un personaje más dentro de la acción y articula sus encuentros. Los personajes de Flah van y vienen y en algún punto se mezclan, sin división entre las historias, conforme avanza la acción y el espectador deconstruye las escenas para poder discernir a qué corresponde cada situación. Pablo reflexiona sobre el amor y lucha con sus propios fantasmas y sus miedos y avanza en la historia sin que el deadline lo apremie. En cada diálogo y escena que crea arma una historia completamente diferente a la suya, lo que no quiere decir que sea la que el imagine para su realidad. “El amor…” bucea en la idea que “un escritor es alguien que está a medio camino entre la vida y la obra” y afirma una idea sobre la pasión y el amor que sólo en el final de la historia de Pablo logra terminar de cerrar. La película cuenta con una solidez actoral (Etura, Areces, Gutierrez, Luque, Antonopulos, Cardinali) que sólo desentona por el esfuerzo de Alterio para dotar de acento porteño a su personaje, algo que no logra y que además molesta a lo largo del filme. Película entretenida para hablar de un tema universal desde dos puntos de vista y en el que la reflexión sobre la importancia de la verdad en las relaciones sólo suman dinamismo a escenas pensadas y diálogos en algunos casos impostados, pero que logran sonrisas pese a la dureza de algunas reflexiones.
En su debut como directora María Laura Dariomerlo se arriesga en "Rosa fuerte"(Argentina, 2014) con una película de atmósferas y detalles que incomoda e irrita. Una pareja (Leticia Brédice y Pablo Rago) juegan al amor sin decirse muchas cosas. Un pequeño departamento es el escenario de esta relación en la que no hay espacio para sutilezas, porque tampoco en la elección de los planos hay posibilidad de poder escapar o imaginar otra situación. El la ama, de una manera desbordada, que encuentra en los dulces que todas las mañanas le ofrece como desayuno la expresión máxima de su desbordada pasión. Ella lo quiere, pero esta agobiada, cansada de la rutina y de los trajeteos diarios o quizás simplemente fastidiada por tener que ocultar de el algo. Llamadas que anuncian un engaño son solo el indicio que deja Dariomerlo y abre la sospecha, pero nunca afirma, solo sugiere y esa es su mejor arma. La amenaza de la separación y la amenaza del abandono pende sobre ellos, y solo la fuerza del vinculo que se muestra puede superar esto. Se ayudan, se cuidan, se protegen, pero también se esconden, de algo que no llega nunca quizás desentrañarse. La cámara los expone. Cocinan, se bañan, preparan el almuerzo, duermen, no juntos, o si, pero alguien mas también descansa. "Rosa Fuerte" apuesta al cine intimista, que en la actuación minimalista y sugerente habla de muchas otras cosas, y pese a que Brédice compone su personaje con los excesos a los que nos tiene acostumbrado, el tono no se cambia. Una de las mayores virtudes del filme es contar con dos protagonistas mainstream y que gracias al trabajo de la dirección muestran una entrega, como en el caso de Rago, no vista en anteriores trabajos. El espacio se va cayendo entre ellos y mientras se habla sobre la crisis sin decir nada se eligen fragmentos de películas para también afirmar la posición de cada uno ante el otro. Ella ve "Kramer vs. Kramer", él "La aventura", y al parecer siempre mira ese film, otro punto de discordia y de discusión. Algunos aditamentos potenciaran el conflicto en un filme digresivo que del tiempo hace abuso aun cuando la cámara esta preparada para recibir a los actantes. Dariomerlo acompaña a sus personajes todo el tiempo, los vive, los respira, los aprisiona y así es como "Rosa Fuerte" no solo produce angustia por lo que se ve, sino que principalmente por lo que no se muestra. Intensa.
La adaptación de la serie televisiva “The Equalizer” (1985/1989), encuentra en Antoine Fuqua la habilidad para trasponer y actualizar una historia universal en la que, un ex agente de la CIA (Denzel Washington), asume el papel de protector y vengador de una prostituta adolescente (Chloe Grace Moretz) que sólo quiere triunfar en el mundo de la música y que dice basta al maltrato y la violencia que los clientes ejercen sobre ella. “El justiciero” (USA, 2014) se erige como un thriller en el que el suspenso y la tensión potencian una historia ya vista, y que pese a esto, profundiza sobre un hombre gris y de personalidad apocada (Washington), dedicado a sus asuntos y, principalmente, a ayudar a los demás, pero en el que la venganza y el suspenso aumenta según vayamos conociendo al personaje principal (la película es él). Empleado en una tienda departamental, Mc Call (Washington), divide sus días entre la rutina laboral, a la que ama, y todas las noches asiste a un pequeño restaurante a leer uno de sus libros preferidos mientras degusta una taza de té, que ni siquiera compra allí. Alina/Teri (Moretz), la prostituta, encuentra en él una persona con la que puede conversar y alguien que finalmente se interesa por ella, más, allá del mero momento pago que pueden llegar a tener bajo las sábanas. Cuando Mc Call advierte que Alina/Teri deja de asistir al restaurante, comenzará a indagar sobre qué pasó con ella y se topará con una realidad que lo supera, la joven está involucrada en una red de trata de blancas internacional y tratará de sacarla de la misma. Fuqua aprovecha la potencia de Washington y su entrega para desarrollar la historia de este justiciero que encuentra en referentes directos como “El vengador Anónimo” u “Oldboy” la clara fuente de inspiración para algunas escenas. Ayudando a los demás con consejos y frases contundentes, Mc Call encuentra su razón diaria de existir, y además puede así, de alguna manera, reflotar algo interno que deseaba mantener oculto y alejado de un presente repleto de obsesiones y tocs. Cuando el protagonista asume su parte en el plan para poder vengar a Teri/Alina, Fuqua comienza a utilizar los ralentíes, zoom in’s y out’s, como así también los planos detalles, para enfatizar alguna acción que terminará en el espiral de violencia general en el que se introducirá Mc Call, y justamente estos recursos dotarán de una atmósfera nostálgica al discurso. “El Justiciero” es una película que apuesta por un relato digresivo y lento principalmente para potenciar la idea de amenaza que ronda toda la narración. La sombra del pasado y algo que no se dice hasta la aceptación del personaje principal de asumir su necesario rol en la historia, es el principal aporte de esta puesta al día de la serie televisiva. Washington deslumbra una vez más como este justiciero que entre las sombras actúa solapadamente para poder cumplir con la necesaria toma de partido por los más débiles en una historia que parece escrita principalmente para el más allá de su antecedente en la TV.
De entre los muertos Con el aval de Guillermo del Toro, El libro de la vida (Book of Life, 2014) de Jorge R. Gutierrez, es una película animada que explora en las costumbres de la cultura mexicana para hablar de su relación con la vida y la muerte. Cuando María (voz original de Zoe Saldaña) es enviada por su padre a Europa, la entrañable amistad y amor que forjo con Joaquín (voz de Channing Tatum) y Manolo (voz de Diego Luna), dos niños de su pueblo, será motivo de apuesta entre La Katrina (Kate del Castillo) y Xibaba (Ron Perlman), los dos seres que definen la continuidad de los vivos y los muertos en la tierra. Elipsis mediante el tiempo pasa y María vuelve a su pueblo, con una transformación evidente, y se topara con un Joaquín valeroso y capaz de hacerle frente a las más terribles bestias que acechan, y un Manolo que se debate entre el designio familiar (ser torero) y su verdadera vocación (ser cantante). Con la apuesta entre Katrina y Xibaba aún vigente, este último urdirá los planes más aguerridos para que Joaquín salga favorecido en la elección de pareja por parte de María, sin medir las consecuencias en los demás y con total impunidad. El director Jorge R. Gutierrez aprovecha el paso del tiempo de los protagonistas para demostrar el profundo cambio de los tres y seguir analizando la relación que mantienen los vivos con los muertos. Porque detrás de la fachada alegre y colorida en El libro de la vida hay un interés por dejar en claro su postura frente a la muerte física de los seres. Mientras se recuerde "el día de los muertos" a aquellos que han fallecido, estos habitaran "La tierra de los recuerdos" un lugar en donde todo es alegría, luz y color. Por el contrario, aquellos que no son objeto de pensamiento serán habitantes de "La tierra del olvido" con la posibilidad de desaparecer de todo espacio y lugar. Allí entrará en juego otro personaje clave El hombre de cera (Ice Cube), el protector de las almas humanas, vivas y muertas, dotado de una entidad particular y características que escapan al estereotipo de "guardián". Con un diseño que refleja no solo la idiosincrasia mexicana, sino la mayoría de sus usos y gustos, la película, orientada para un público mayor de 8 años, principalmente por la temática central, posee un mensaje concreto que avala la utilización de la imaginería popular de México para tocar puntos relacionados con el amor, la amistad, el esfuerzo y el valor de la palabra. Salvo algunas contradicciones (Manolo canta canciones populares norteamericanas para declarar su amor por María) y cierto facilismo a la hora de resolver situaciones, que restan potencia a la idea original, la película es un espectáculo visual logrado y entretenido. El libro de la vida cumple con su premisa y aporta su singularidad específica al universo animado, generando un discurso que funda su mayor virtud, el humor, en el reconocimiento de rasgos típicos del mejor cine tradicionalista y festivo de la cultura mexicana.
La poética de un filme como “Tres D” (Argentina, 2014) reside, principalmente, en su habilidad, o mejor dicho, la de su director, Rosendo Ruiz, en construir un discurso que trasciende cualquier puesta formal y que además incorpora un análisis sobre el propio medio en el que se emite su historia, el cine. Ruiz, más allá de contar las idas entre Matías (Matías Ludueña) y Micaela (Micaela Rittaco) en medio del FCIC, sus trabajos y su pasión por las películas, habla de una recuperación nostálgica y principalmente cinéfila sobre un soporte que día a día desvirtúa cada vez más su esencia. Matías (Ludueña) es convocado a realizar una serie de entrevistas a realizadores y críticos como José Celestino Campusano, Nicolás Prividera y Gustavo Fontán, en el medio del Festival. La excusa es ideal para que además el joven pueda hablar como Ruiz y así sentenciar algunas máximas acerca de la actividad y el propio cine que en el último tiempo se han ido reafirmando entre un grupo selecto de la crítica especializada. En el punto más controversial hay una serie de personalidades que indican que cuando la crítica olvida la forma y sólo se detiene en el contenido, esta es vacua y líquida y nada suma al aporte constructivo de su función. También hay otra sentencia, que cada vez toma más notoriedad, y es la que indica que sólo están habilitados para criticar aquellas personas que dirigen, ya que son los más “habilitados” para hablar sobre filmes. Ruiz explora estas ideas, dejando a los protagonistas el debate, y en el medio incorpora elementos narrativos específicos para dinamizar el relato, que de una manera u otra se erige como una construcción discursiva bien específica sobre la actividad y la industria. Los paisajes del Valle de Punilla, con Cosquín como epicentro de un fenómeno solar al que sólo se puede escapar con la utilización de anteojos, y los de películas tres D funcionan muy bien, son solo la excusa para poder mediatizar imágenes festivaleras recurrentes y en las que no importa el nivel actoral casi nulo de sus protagonistas, sino que importa la recuperación de una narrativa clásica en un espacio nuevo. Si “Tres D” es leída como una película que aporta conocimiento, es sólo el resultado específico de una necesaria utilización de la entrevista, no importa dónde sea, para exponer ideas sobre el medio, y que sólo de otra manera quedarían reducidos como afirmaciones estancas dentro de un corpus concreto. Pero “Tres D” es más que esto, porque a su vez, en la lógica emocional y en aquellos desplantes de Matías a Micaela, o en la suma de una pareja en conflicto, sigue revelando que el espacio otorgado a los protagonistas crece en cada plano que se registra. “Tres D” es un aire nuevo a aquellos formatos documentales y altera la realidad de los personajes aprovechando el buen lugar que el FCIC le brinda. Rosendo Ruiz se afirma como un realizador que en el detalle y en los planos puede armar un discurso potente sin caer en tecnicismos y sin aburrir.
David Dobkin es un artesano de tiempos y logra en "El juez" (USA, 2014) ponerse a la altura de un duelo actoral entre Robert Downey Jr y Robert Duvall en un intrigante drama que va mutando de registro. La película comienza cuando Hank (Downey Jr.) en medio de su separación debe regresar a su Carlinville Indiana natal para el funeral de su madre. Mientras se adapta al lugar los recuerdos y rencores familiares afloran, principalmente por parte de su padre Joseph (Duvall), un juez extremadamente correcto y a quien Hank nunca pudo acercarse y tambien algunos resquemores con sus hermanos (Vincent D’Onofrio y Jeremy Strong). Hay un drama que explora las miserias y mentiras que el núcleo familiar se dijo y que esconde algunas verdades dolorosas para seguir adelante, pero también hay una fuerte y hermética sinergia entre el pueblo, las fuerzas y un caso del pasado que vuelve para empañarlo todo. Porque Hank llega a su pueblo renegando de todo y comienza casi sin quererlo un proceso de trasformación en el que deberá no solo asumir su pasado sino que, principalmente, deberá bucear profundamente en el para poder así enfrentarse a un presente doloroso. A punto de partir una noticia inesperada, su padre cometió un delito, lo hará prolongar su estadía asumiendo el rol de abogado defensor de ese juez, su padre, que aparentemente algo malo hizo pero no se sabe qué. Dobkin registra los inmensos paisajes rurales con bellos travellings y tomas aéreas que dotan de amplitud a las escenas y narra la historia con un dejo revisionista del mejor cine social de los años setenta. Downey Jr asume el rol de Hank con una entrega y un registro diferente al que nos ha acostumbrado en esta nueva etapa de su carrera y se coloca a la altura de Duvall, quien compone un papel fuerte, estoico, adusto y sin medias tintas. Hablar del regreso a un lugar estático, con seres inmutables en los que solo se vislumbra una necesidad por permanecer en una zona de confort (el personaje de la ex novia de Hank interpretada por Vera Farmiga es el claro ejemplo de esto) aun a costa de renunciar a sueños y deseos es uno de los vectores de la película. Porque "El Juez" no es una película más de procedimientos, juicios e investigación, todo lo contrario, es un filme sobre lazos en carne viva que duelen y se resienten a pesar de todo el amor que se pueda pensar que deben tener. La puesta en escena de las miserias familiares y el intento de superar situaciones dolorosas como la muerte, la enfermedad, los errores del pasado y el seguir adelante a pesar de todo. Intensa.
Las hermanas sean unidas Dentro de un edificio cada departamento esconde una historia. Detrás de cada puerta los inquilinos viven una realidad que muchas veces difiere a la que se puede llegar a pensar que sucede. El director Maximiliano Pelosi toma este punto en Las chicas del 3°... un consorcio felíz (2014) su primer largometraje ficcional para hablar en clave de comedia de una idea: nada es lo que parece. Celia y Aída (Betiana Blum, Lucrecia Capello) son dos hermanas que administran el consorcio de un edificio lleno de habitantes con personalidades y vivencias diferentes, una familia aparentemente feliz, una extranjera con un “oficio” prohibido, una profesora de piano separada, un hombre solo suicida y unos hermanos del interior que llegaron para estudiar (esto según la visión de las hermanas). Las hermanas sin éxito intentan digitarle las vidas a todos. Mientras planean su retiro (irán a Canadá a vivir a la casa de la hija de Aída) el robo del collar de perlas de Aída, en medio de la mudanza, disparara una suerte de búsqueda del tesoro y el sospechoso en el que nadie quedara libre de la duda. Pelosi aprovecha el conflicto para bucear en cada uno de los departamentos y contar que pasa en ellos, en cómo se relacionan los habitantes luego que la puerta del departamento se cierra, algo completamente diferente a la idea que Celia y Aída poseen sobre los mismos. Porque ellas avanzan sobre los demás intentando buscar respuestas a las incógnitas que las personas les ponen ante la falta de respuestas sobre sus vidas. Como un monstruo de dos cabezas se relacionan con el otro y en cada paso que dan hay una intención clara, la de poder entretenerse en sus monótonas existencias. Pero esa relación simbiótica se resentirá cuando Ángel (Manuel Vicente), el encargado del edificio, comience a intentar estrechar el vínculo con Celia (Betiana Blum). Todo lo que habían imaginado para ellas en un futuro y todos los planes que tenían pueden cambiar. El tono cómico ayuda a que la incorporación de las situaciones fluyan y si bien no hay diálogos memorables, el timing y el oficio de algunos de sus protagonistas generan un ritmo ágil y sostenido durante todo el film. Sobre las interpretaciones cabe aclarar que no importa que la disparidad de las actuaciones, en donde lejos se ubican Blum, Capello y Vicente y luego cada uno del resto del elenco, sin contradecir el verosímil del film. Las chicas del 3°... un consorcio felíz busca entretener sin más pretensiones que las de una comedia costumbrista de humor blanco y efectivo que logra su cometido con cierta recuperación narrativa nostálgica y situaciones encontradas.
Un testarudo Stanley (Colin Firth) en plan Houdini se dedica no solo a deslumbrar al mundo con sus trucos sino que además se siente responsable de liderar una cruzada anti inescrupulosos farsantes en "Magia a la luz de la luna" (USA, 2014) ultimo opus de Woody Allen tras el huracán Jasmine. Convocado por su amigo Howard (Simon McBurney) deberá intentar desenmascarar a Sophie (Emma Stone) y su madre (Marcia Gay Harden) quienes tienen obnubilados a la familia Linklater con sus sesiones de espiritismo y adivinación. Sophie (Stone) se pasea por la mansión con sus vibraciones mentales que le sugieren ideas del pasado de los presentes, al punto de hacer rever a Stanley (Firth) todos sus preconceptos e ideas sobre la magia y el mundo. Allen vuelve a la comedia más sarcástica en la que profundiza una vez más sobre el engaño como motor de la acción y en la que un alter ego funciona como narrador de la historia a pesar que su sentido común le indique que todo lo que le está pasando no puede ser cierto. Los bellos paisajes de la costa de Francia, filmados con una sugerente delicadeza, al igual que la tradicional música que envuelve a los actores, retoman la línea de un Allen que explora las relaciones sociales y principalmente las amorosas con grandes dosis de ironía. La película posee un acto inicial en el que la maestría de Stanley como Luei Ling Soo, un ancestral mago del oriente sugiere las particularidades del personaje de Firth, con una reconstrucción de época y atmósferas notables, para luego entrar en una segunda instancia en la que la vulnerabilidad y el desconcierto avanzan para terminar en una situación de total ignorancia. Sophie avanzará sobre Stanley como un huracán, y a pesar que él se encuentra en pareja, la frescura de la joven, y principalmente, sus habilidades de ilusionismo harán trastabillar al estoico e inmutable mago. “Magia a la luz de la luna” es una película entretenida con diálogos mordaces y frescos y que potencian una vez más la verborragia de un Allen guionista que decide una vez más dar un paso al costado y regalarle el personaje a Firth, quien está a la altura de la circunstancia. Hay cierto esquematismo y estereotipo en la generación de los personajes, pero gracias a una soberbia dirección actoral este punto queda solapado, potenciando la fluidez en una trama simple pero contundente. En el hecho de desenmascarar a un espiritista, de revertir su poderosa atracción sobre la familia Linklater, hay también una historia que es la del propio Stanley luchando contra sus miedos e inseguridades. “El mundo no es racional y predecible” dice luego de presenciar una revelación de Sophie, algo que se contrapone a ideas como: “no existe el pensamiento mágico” o “no necesitamos ilusiones para vivir” y que a lo largo de su estadía en Francia se va trastocando. “Magia a la luz de la luna” es un viaje sin escalas a comienzos del siglo pasado, a una época en donde la ingenuidad y la ilusión aún eran posibles, pero también un espacio para que varios Stanleys demostraran que a veces más allá de las pruebas el amor puede cambiar el sentido de lo real.
Hubo un tiempo en el que los estudios Disney producían un sinfín de películas destinadas al consumo familiar sin otra intención más que hacer pasar el rato a todos los integrantes del grupo sin importar las edades. En los últimos años el viraje a producir filmes basados en héroes para alimentar los consumos de los youngadults como así también el hecho de crear franquicias basadas en populares programas infantiles habían dejado un hueco en la producción fílmica familiar. Es Miguel Arteta el encargado de retomar la tradición con "Alexander y un día terrible, horrible, malo... muy malo" (USA, 2014), adaptación del clásico infantil del mismo nombre de Judith Viorst, una comedia en la que el joven del título (Ed Oxenbould) descarga un hechizo hacia su familia con la que intentara demostrarles que su corta vida ha sido una sucesión de días catastróficos con situaciones ajenas a su posibilidad de controlarlas. Alexander está a punto de cumplir 12 años y no solo quiere cambiar su suerte sino que desea poder revertir una serie de desgracias que solo le afirman que su lugar en la familia (el anteúltimo hijo) es casi invisible. Su padre (Steve Carrel), un ser positivo y feliz, a pesar de estar sin trabajo hace meses y hacer de "PAMA" (padre madre) lo incentiva a que continúe con los planes de festejo pese a que un compañero del colegio haga el mismo día su fiesta de cumpleaños. Su madre (Jennifer Garner) trabaja en una editorial bajo la mirada obsesiva de su déspota jefa (Megan Mullally)y sus hermanos (Kerris Dorsey y Dylan Minnete) intentan por sobresalir en la secundaria gracias a sus “talentos”. Todos luchan por compartir algunos momentos juntos dentro de la imposible vorágine de la rutina diaria y cuando Alexander vuelca involuntariamente el "hechizo" sobre todos la película deja al protagonista a un lado para enfocarse en los "problemas" que cada miembro de la familia tendrá. Con una estructura simple y una idea vista en otras oportunidades Arteta se apoya principalmente en las actuaciones del elenco, encabezado por Carrel, y la profusión de gags y situaciones extremas que no hacen más que reforzar el título del filme. "Alexander y..." posee una línea argumental sólida y una estructura estereotipada que posibilita una identificación inmediata con lo que plantea. Entretenida comedia que además plantea un nuevo modelo parental para Disney en la presentación de un núcleo liderado por una mujer profesional y un padre amo de casa y además actualiza el clásico libro con la utilización de celulares y redes sociales para dinamizar la acción.. Algunas licencias también hacen que Arteta escape de la impoluta tradición de comedias familiares blancas y hasta llega a mostrar a una joven "borracha" de jarabe para la tos. Entretenida. Explosiva. "Alexander..." es un filme familiar que busca su identidad dentro de la familia Disney.
Nuevamente Martin Rejtman aprovecha el absurdo y la ironía para hablar de un estado de época en "Dos Disparos" (Argentina, 2014) un filme intimista, digresivo y cansino sobre las relaciones y vínculos sociales. Mariano (Rafael Federman) es un joven que pasa sus días del verano entre salidas nocturnas, cortar el césped de su jardín, nadar en la pileta y practicar la flauta, si ningún otro objetivo más en la vida. A partir del mismo aburrimiento de su rutina un hecho fortuito, el que da nombre al filme, lo colocara en el centro de la escena cuando su madre (Susana Pampin), su hermano (Benjamin Cohelo) y sus vínculos comiencen a tener otra visión sobre el y el hecho que cometió. Rejtman habla de la soledad en el vínculo, algo que mas allá de los lazos que unen a los seres pueden generar un vacío y un desconocimiento sobre el otro aun mayor que si se tratara de un extraño. A Mariano (Federman) nadie lo conoce, y mucho menos su familia, que con su madre a la cabeza buscara controlar al joven para evitar que nuevamente intente suicidarse. La madre no duerme, tiene a un extraño en su casa y lo quiere lejos, al igual que esa vieja arma que disparo dos veces en el cuerpo de su hijo, o los cuchillos, que intentara desaparecer a toda costa de la vivienda. Martin Rejtman nuevamente genera un discurso basado en obsesiones de los personajes (la flauta, los cuchillos, la comida, el césped) y desencuentros (entre su hermano y la cajera de la hamburguesería por ejemplo) que en algunos casos pueden llegar a acercar, como en el caso de la madre y la profesora de flauta de Mariano. En ese encuentro fortuito además el filme abrirá una nueva narración. Un viaje de desconocidas a la costa que terminará en situaciones ridículas en las que se toparán con el ex marido de una, su actual pareja y dos personajes que viven a su manera alejados de todo (de antología el chiste de la pizza). Entre las dos partes Mariano será el vinculo de unión, pero en cada una predominara una idea sobre el universo opuesto al otro (juventud/madurez, organización/desestructuración, libertad/encierro) y en cada parte habrá personajes que intenten doblegar las intenciones del otro aun estos ni siquiera lo manifiesten. "Dos Disparos" reflexiona sobre sus protagonistas y los enmarca en espacios cerrados, oclusivos, oscuros, excepto cuando los quiere liberar y ahí los muestra al aire libre o, como en la escena inicial, en lugares para bailar en los que el desenfreno es la contraparte de la inercia de los personajes. Al igual que en sus anteriores largometrajes Rejtman construye un microuniverso que destruye el costumbrismo para elevarlo a una categoría diferente y que además profundiza sobre sus personalidades mostrándolos dubitativos (con planos detalles) y atentos a que la nada signifique algo.