El director brasileño recibido en la Universidad de Cine de Buenos Aires, Daniel Barosa, presenta su segundo largometraje, el primero de ficción, luego de realizar un documental musical. Explorando esta vez como eje secundario el tema de la música, la coproducción argentina-brasilera “Boni Bonita” se centra en Beatriz (Ailín Salas), una joven de 16 años que recientemente perdió a su madre y debe mudarse con su padre de Buenos Aires a San Pablo. Sin embargo, su relación es bastante conflictiva y tensa. Una noche conoce a Rogelio (Caco Ciocler), el líder de una banda, que a sus 30 años debe luchar contra la sombra de la exitosa herencia musical de su abuelo. Es así como el film buscará abordar este vínculo complejo entre ambos a lo largo del tiempo. Centrándose en momentos de 2007, 2009, 2013 y 2016 como capítulos dentro de una historia, “Boni Bonita” nos muestra fragmentos de la intensa relación que mantienen Beatriz y Rogelio, no solo por la atracción que presentan teniendo tanta diferencia etaria (sobre todo que en algunos de estos pasajes ella todavía es menor), sino por la toxicidad con la que cada uno tiene que convivir. Mientras que Beatriz tiene que lidiar con la reciente muerte de su madre, canalizándolo en prácticas autodestructivas, Rogelio lucha contra el fracaso y el hecho de no ser lo suficientemente bueno en la música como lo supo ser su abuelo, viviendo constantemente tras su sombra. Por momentos se hacen bien, por otros proyectan esas dificultades en el otro, lastimándose física y emocionalmente. Si bien “Boni Bonita” no es una historia totalmente original, ya que pudimos ver varias películas donde los personajes principales tienen una atracción amorosa durante un período de tiempo, con sus idas y vueltas, sí nos ofrece un relato sencillo e íntimo que se sostiene sobre todo por las actuaciones de sus protagonistas, la química que se genera entre los actores y la construcción de sus papeles. Además, cabe destacar que la película está completamente hablada en portugués, donde Ailín Salas realiza una buena labor. Existen pocos roles secundarios y los que aparecen lo hacen en relación a Beatriz y Rogelio; son una simple excusa para servir como tercero en discordia o provocar algún tipo de reacción en alguno de ellos. En cuanto a los aspectos técnicos, no tenemos una mayor puesta en escena. La película presenta un paisaje austero y despoblado, aunque muy bonito, que genera el clima del film. La soledad no se encuentra solo internamente en los personajes. Asimismo, las situaciones se suelen dar siempre en las mismas locaciones, sobre todo en la casa de él, donde la relación cobra vida. Igualmente, tenemos una impronta estética marcada respecto a cómo está filmada y a la fotografía, con algunos momentos fuera de foco, efectos para generar nostalgia o el uso de la cámara en mano. En síntesis, “Boni Bonita” es un relato sencillo e intimista sobre dos personas complejas en sí mismas que presentan un vínculo intenso a lo largo del tiempo. Apoyándose en las actuaciones de sus protagonistas y la química que mantienen, nos ofrece una buena exploración de las relaciones sentimentales.
“Pokémon” (abreviatura del inglés Pocket Monsters) se transformó en una de las franquicias más exitosas a nivel mundial. Si bien la mayoría de nosotros la conocimos a través del animé creado en 1997, que contaba el viaje de Ash Ketchum por convertirse en un maestro Pokémon junto a su fiel amigo Pikachu, su origen se remonta a un videojuego de rol creado para Nintendo en 1995. A partir de entonces, y de la gran aceptación del público, provocó que este juego se expandiera a niveles inimaginables, generando, además de esta popular serie animada, películas, cortos, mangas y artículos de colección. Este jueves llega la primera incursión del mundo Pokémon en el cine live action, con la película “Detective Pikachu”, que está directamente relacionada con el videojuego original. La misma cuenta la historia de Tim, un joven solitario que, a pesar de haber querido ser un maestro Pokémon desde su infancia, no termina de encajar en este mágico universo. Pero todo cambiará cuando se entere de que su padre, Harry, al que no ve desde hace mucho tiempo, tuvo un accidente y deberá viajar hasta Ryme City, donde humanos y Pokémones viven en armonía y trabajan en conjunto, en vez de ser instrumentos para las famosas batallas (acá prohibidas). Es así como se encontrará con Pikachu, antiguo compañero de su padre detective, quien perdió la memoria y no recuerda qué pasó con él ni con Harry. De esta manera se embarcarán juntos en una aventura por resolver el caso más importante de sus vidas. Siempre que nos encontramos ante una película live action, sobre todo en las que se tienen que recrear personajes animados, existe el temor de que su fisionomía no termine de convencer, a pesar del avance tecnológico en estas cuestiones. De todas formas, este es uno de los aspectos mejor logrados en “Detective Pikachu”. La construcción estética y visual de los Pokémones mantiene la esencia de los personajes originales, recreándolos de una manera perfecta, algo bastante complejo de realizar. Si bien no todos los Pokémones tienen su desarrollo dentro de la historia (de hecho son muy pocos los que tienen peso en el relato, dejándonos con ganas de ver más en el futuro), sí podemos ver a una gran cantidad de ellos en distintos momentos, donde su imagen genera un gran impacto. La historia en sí es bastante sencilla y directa, aunque presenta un par de giros interesantes, algunos más sorprendentes que otros. Si bien el guion no es muy elaborado, falla a la hora de querer explicar todo lo que está sucediendo. Por momentos, nos encontramos con que los personajes sugieren cierta información, una imagen lo confirma y luego a través del diálogo se lo hace explícito, es decir, que a través de diversos recursos se están brindando los mismos detalles al público, volviéndose un poco reiterativo. Bien sabemos que el film apunta a niños más pequeños y deben brindarles las herramientas para que sigan el hilo del relato, pero aquellos adultos (principalmente los que consumieron el animé en su infancia) que quieran ver esta cinta se sentirán un poco subestimados, debido a que la narración no posee una compleja deducción y se cuenta constantemente lo que ocurre en pantalla. Justice Smith es quien se pone al mando del proyecto, acompañado por Kathryn Newton en un rol secundario pero que dará el puntapié inicial para que se desarrollen las distintas acciones. Ambos se encuentran muy bien en sus roles y se desempeñan de forma natural, sobre todo la joven actriz. Pero quien se destaca durante todo el film es Ryan Reynolds como la voz de Pikachu, componiendo un personaje tan irreverente como adorable. A través de él obtenemos los mejores gags de esta historia, como también protagoniza algunos momentos hilarantes (acá sobresalen también Psyduck o Mister Mime), ofreciéndonos una película divertida y entretenida. “Detective Pikachu” es una película para todo público, aunque los fanáticos de la franquicia serán aquellos que puedan disfrutar más de esta historia, sobre todo a los distintos personajes que van apareciendo a lo largo del relato. La construcción visual de sus personajes, los gags y pasajes hilarantes son los puntos más altos de este film, mientras que falla a la hora de ofrecer una historia más elaborada, a partir de la sobre explicación de los hechos y algunas imágenes que se vuelven reiterativas. De todas formas, nos ofrece un grato momento de diversión y entretenimiento.
La directora de “Habitares” (2014) y “Lantéc Chaná” (2017), Marina Zeising, realiza su tercer documental sobre una temática tan personal como universal: el deseo de ser madre que se entrelaza con todos los temores que esto conlleva: el embarazo, el parto, la crianza; y cómo hacer, sobre todo en la época en la que vivimos, para equilibrar la maternidad y la individualidad y/o profesión. “La Lupa” (título que hace referencia a la loba que amamantó a Rómulo y Remo en Italia) nace a partir de estos cuestionamientos introspectivos, pero a la vez compartidos por muchas mujeres. Con una narración en off, por momentos descriptiva y otros más poética, Zeising se sumerge en un camino de autodescubrimiento y de reflexión sobre distintas cuestiones de la maternidad. Es así como, además, mantiene distintas conversaciones, distendidas y naturales, con amigas que tuvieron diversas experiencias durante su recorrido de ser madre. De esta forma podemos tener un acercamiento de primera mano sobre las etapas por las que transitaron estas mujeres, mostrando la verdadera cara de la maternidad, con sus buenos y malos momentos, y no ese estado idílico que muchas veces se ve plasmado en la pantalla. Pero también agrega voces más preparadas que hablan desde sus diferentes especialidades, para darle un marco mucho más profesional. Otro de los puntos importantes del film y que sirve como un hilo transversal de la trama son los viajes que emprende la protagonista y directora para ir descubriendo su historia y su pasado. Es así como viaja a Italia, lugar que supo rechazar alguna vez, y Noruega, hogar de su madre. Allí pudo comprender parte de sus tradiciones y comportamientos. A su vez, y como mencionábamos al principio, esta búsqueda se encuentra enmarcada en la época actual, un momento muy importante para el feminismo a nivel mundial, donde la mujer busca una posición de igualdad y de respeto. Es así como se abordan, además, las cuestiones de los mandatos de las distintas generaciones y cómo estos fueron cambiando a lo largo de los años, y si la maternidad se la toma como un deseo o como un deber por ser mujer. De esta manera, la directora también inserta imágenes de archivo para contextualizar la temática, como las distintas marchas feministas que se realizaron en el último tiempo en el país. En síntesis, “La Lupa” es un ensayo sobre la maternidad en todas sus formas. Busca explorar miedos internos pero compartidos, donde los espectadores podrán sentirse identificados, y será un recorrido, no para disiparlos, pero sí para comprenderlos, como todo lo que rodea al hecho de ser madre. Un camino de autorreflexión a través de distintos componentes: charlas amenas, entrevistas a especialistas, viajes; todo lo necesario para intentar abrazar los deseos sin que sean impuestos por los mandatos sociales.
En 2015 se estrenó “El Patrón: Radiografía de un crimen”, una de las películas nacionales más destacadas de los últimos años, dirigida por Sebastián Schindel y protagonizada por Joaquín Furriel, quien interpretó uno de los mejores roles de su carrera al encarnar a un peón de campo que empieza a trabajar como carnicero para el inescrupuloso dueño de la cadena. Cuatro años después, el director y el actor vuelven a trabajar juntos para llevar a la pantalla grande “El Hijo”, film basado en la nouvelle homónima de Guillermo Hernández, que se centra en Lorenzo, un pintor de 50 años, que luego de un primer matrimonio fallido del cual nacieron dos hijas a las que no ve, decide reconstruir su vida. Con su nueva esposa, Sigrid, están esperando un niño, pero durante el embarazo ella empezará a tener un comportamiento un tanto obsesivo que va a tensar la relación entre ambos. Con el nacimiento del mismo la situación se volverá todavía más compleja, creando un vínculo oscuro y peligroso. “El Hijo” es un thriller intenso, que trabaja con dos hilos temporales paralelamente. Por un lado, lo vemos a Lorenzo desorbitado, al borde de la locura, porque cree que su mujer se comporta de una manera muy extraña con un hijo al que él no reconoce. Y, por el otro, tenemos la reconstrucción desde el inicio del embarazo hasta la actualidad para conocer cómo se llegó a esa extrema situación. En este sentido, el film trabaja muy bien la atmósfera opresiva que se vive en el hogar, donde el protagonista comienza a ser un extranjero en su propia casa, y el clima de tensión constante que se va acrecentando con el correr de la historia y con la revelación de indicios cada vez más complejos e impactantes, que quedarán a la merced del espectador, quien deberá participar activamente en juzgar o creerle al protagonista. El director no busca explicar por demás ningún hallazgo, sino dejar que la imaginación del público juegue un rol fundamental a la hora de terminar de interpretar la trama. Además de generar el clima deseado que requiere el género thriller, la película se beneficia de su elenco. Principalmente de Joaquín Furriel, que vuelve a encarnar a un personaje complejo, que poco a poco va abrazando la locura. El actor tuvo que encontrar el punto justo entre la coherencia y el desborde emocional para interpretar a Lorenzo, quien no solo expresa los sentimientos a través de palabras, sino sobre todo de gestos y miradas. El protagonista está bien secundado por Martina Gusmán, quien posee un rol clave a la hora de desentramar el misterio de la trama, Luciano Cáceres, quien viene a significar una especie de comic relief en la historia y Heidi Toini y Regina Lamm, quienes representan la fuerza antagónica dentro del relato. Mientras que Toini (Sigrid) se muestra simpática por fuera, pero cínica en su interior, Lamm, quien se pone en la piel de una partera y niñera noruega, se vuelve una villana más visible y potente, sobre todo porque sus diálogos están completamente narrados en noruego sin subtítulos, por lo que el público no podrá entender qué es lo que está diciendo, sino que, nuevamente, quedará todo en su imaginación. Lo interesante de los personajes secundarios es que no solo son funcionales a la trama y existen en consonancia con el protagonista, sino que también poseen sus propios arcos que se van desarrollando dentro de la historia macro. Por otro lado, además de crear una historia atractiva de misterio, el film busca reflexionar acerca de cuestiones actuales como el tema de la maternidad y la paternidad, las distintas posibilidades de llevar adelante un embarazo y un parto (la disputa entre tener a un hijo en la casa o en el hospital, los riesgos, los beneficios), las enfermedades que puede tener una mujer y que pueden afectar al bebé, los derechos de los padres sobre los niños (qué corresponde, qué no), entre otras cuestiones, que generarán un posterior debate según la posición de cada espectador. En síntesis, Sebastián Schindel vuelve a entregarnos un thriller atractivo, intenso, que va generando una atmósfera cada vez más opresiva, a través de las distintas pistas que le ofrece al espectador que terminará decidiendo sobre el propio juicio del protagonista. Muy buenas interpretaciones de parte de todo el elenco y la posibilidad de no solo entretenerse durante film, sino también reflexionar sobre aspectos de la vida cotidiana que están en boga.
En el marco de un taller de cine en la escuela armenia Jrmian, ubicada en Valentín Alsina, Lanús, el director Hernán Khouirán interactúa con chicos de distintos niveles para enseñarles y/o hacerlos reflexionar sobre el sentido del séptimo arte, y ayudarlos a indagar acerca de sus antepasados y su historia en relación al Genocidio Armenio. “Acá y Acullá” es una propuesta interesante, ya que plantea preguntas, dudas y cuestionamientos en niños en edad escolar, para que por sus propios medios consigan indagar en su pasado y tener un acercamiento con su propia historia y con las generaciones anteriores. Se nota que los cursos más bajos todavía no tienen noción alguna de qué fue el genocidio o qué significa una matanza de tales características, sino que lo toman como una simple actividad y son los adultos allí los que le agregan la cuota de sentimentalismo y emoción al relato. Los alumnos de grados superiores sí comprenden ya los acontecimientos y lo viven de una manera más seria. Y, a su vez, el documental no es sólo un ejercicio para sus protagonistas, sino también para los espectadores que pueden tener, de la misma forma, un primer acercamiento con dichos sucesos. Además de aportar testimonios sobre el Genocidio Armenio, el film profundiza sobre la temática de la memoria, tanto su importancia como su falta relacionada al paso del tiempo. ¿Qué sucede cuando ya no queda nadie para recordar? ¿Qué pasa cuando los únicos testigos van olvidando poco a poco? En cuanto a lo narrativo no existen dudas de que “Acá y Acullá” es un documento valioso, por las cuestiones anteriormente nombradas. Pero tal vez su estilo no es del todo pertinente para poder llevar este mensaje de una forma clara y contundente. El documental no es convencional, incluso se sale de cualquier parámetro establecido para contar una historia. En este sentido es positivo el riesgo que se corre, pero también trae aparejado algunas desventajas. Tenemos una experimentación desde las imágenes y el montaje, donde alrededor de casi todo el film nos encontramos con superposición de varias secuencias y audios. Esto provoca que, por un lado, el público no sepa muy bien a dónde hacer foco y a qué prestarle atención, si a una especialista que habla sobre su libro, a los niños que aparecen frente a la cámara, etc. Y, por el otro, a veces los audios también se van superponiendo y haciendo un poco de ruido de fondo. Se lo ve algo desprolijo y sucio. Es un estilo elegido que le puede agradar o no al espectador, según sus gustos. En síntesis, “Acá y Acullá” es un documental argentino que busca que las nuevas generaciones indaguen sobre sucesos del pasado relacionados con su propia historia y, que a su vez, todos podamos conocer esos hechos. Un documento relevante que se ve perjudicado un poco por su arriesgado y experimental estilo de presentar el relato.
Asger Holm es un oficial de policía que fue suspendido temporalmente de sus funciones y reasignado como operador del servicio de emergencias de Copenhague. Un día antes de afrontar un juicio para volver a patrullar las calles, recibe la extraña llamada de una mujer que fue secuestrada. Es así como el protagonista tratará de ayudarla por sus propios medios, mientras que tendrá que enfrentarse a sus demonios internos. “La Culpa”, ópera prima danesa del director sueco Gustav Möller, nos presenta un thriller intenso, que se sustenta por su austera ambientación acotada a una sola locación, la sólida interpretación de su protagonista que se encuentra todo el tiempo en pantalla y la narración en tiempo real. Esto genera un clima más inquietante, desesperante y ágil, que va creciendo con el correr del relato, hasta llegar a un último giro narrativo sorprendente que le dará un nuevo sentido a la trama y que quedará resonando en la mente del espectador. En primer lugar, tenemos que destacar la labor de Jakob Cedergren, quien como mencionábamos, es un protagonista que está en escena durante toda la película. Casi no vemos a ningún otro personaje, y quienes aparecen en pantalla no tienen peso propio o mayor desarrollo individual, sino que intervienen únicamente para entablar alguna conversación con Asger. Asimismo, el director realiza muchos planos cortos hacia sus gestos y miradas (únicos recursos que tiene el intérprete para actuar, ya que no suele moverse de un asiento, es decir, que su cuerpo casi no lo usa), acrecentando la desesperación del protagonista y de la nuestra. Esto quiere decir que todo lo que sucede alrededor de Asger lo escuchamos solamente a través del teléfono, su herramienta de trabajo. De esta forma tenemos un gran trabajo de sonido, ya que se replican las voces de los personajes y los ruidos de objetos importantes para la trama. Las grandes revelaciones ocurren fuera de la pantalla, brindándonos un recurso atractivo y diferente. También debemos subrayar la buena interpretación del resto del elenco, que con su voz logran transmitir distintas emociones según su rol, como angustia, desesperación o indiferencia, sin usar su cuerpo o gestos. Pero además del asunto del secuestro, también tenemos la historia personal de protagonista, que profundiza sobre por qué está en este empleo y no en la calle como cualquier otro policía. Esta cuestión la iremos descubriendo poco a poco con el correr del film. Una subtrama interesante que se relaciona con la temática central y que le aporta una cuota de intimismo al relato. En síntesis, “La Culpa” nos ofrece un thriller intenso que se beneficia de muchos de los recursos de su relato: una narración en tiempo real, un único protagonista al que vemos todo el tiempo mientras que al resto de los personajes solo los escuchamos, revelaciones fuera de pantalla, planos cortos, una sola locación y la mezcla de una historia policial con una personal. Un film distinto que atrapará a todo tipo de audiencia.
Peter Jackson es reconocido mundialmente por haber dirigido, escrito y producido las trilogías de “El Señor de los Anillos” y “El Hobbit”, como también por encontrarse detrás de una infinidad de films con producciones a gran escala. Pero este año, por primera vez, incursiona en el género documental para traernos “Jamás llegarán a viejos”, el cual reconstruye momentos de la Primera Guerra Mundial desde la perspectiva de los soldados a través de material de archivo restaurado y un gran trabajo sonoro. Si bien Peter Jackson había realizado el mokumentary “Forgotten Silver” (1995) y produjo el documental “West of Memphis” (2012), es la primera vez que el realizador neozelandés dirige un film de estas características como homenaje a su abuelo que luchó en la Primera Guerra Mundial. “Jamás llegarán a viejos” se creó usando material crudo de la Primera Guerra Mundial en base a archivos del Imperial War Museum que no se habían visto anteriormente y audios de la BBC y del museo con entrevistas de soldados que lucharon en la guerra. En total, para hacer el documental se vieron 600 horas de entrevistas a 200 veteranos (quedaron 120 audios) y 100 horas de material crudo original. La mayoría de las imágenes fueron coloreadas y transformadas con técnicas modernas de producción. Además, Jackson buscaba una experiencia inmersiva para el espectador, que se sintiera parte del pelotón, y es por eso que se le agregaron efectos de sonidos y actuaciones de voz. El documental no usa una narración tradicional, sino que no se identifican (ni con imagen ni con texto) los soldados a medida que sucede el film, debido a que se busca mostrar experiencias unánimes que les pasaban a todos ellos, sin importar de dónde venían, sus edades o historias personales. Incluso no se hablan de fechas ni de lugares particulares, sino que se universalizó el relato. Es así como nos enteramos sobre la euforia de inscribirse al ejército, el entrenamiento, los uniformes y las armas que usaban, las comidas, las primeras impresiones de la guerra, la camaradería, el entretenimiento en los momentos de ocio, el después de la guerra, el tratamiento a los veteranos y cómo quedó Inglaterra luego de 1918. Algunos relatos e imágenes son muy fuertes, sobre todos los referentes a la muerte de los colegas y a cierta exposición propia al peligro. Como mencionábamos anteriormente, los aspectos técnicos cobran un valor fundamental dentro del film, casi tanto como los testimonios de aquellos veteranos. Es tan interesante lo que se escucha como lo que se ve. El montaje está muy bien realizado, coincidiendo las imágenes de archivo reales con las anécdotas que se cuentan en la voz en off y si no se dispone de dicho material visual, se lo ilustra. Lo mismo ocurre con la fotografía, donde al comienzo se prioriza el blanco y negro y una vez que se llegan a los relatos vividos durante la guerra, la imagen cobra color y la pantalla se expande de un formato cuadrado a uno horizontal, como para incorporar al espectador a estas experiencias. En este sentido, el sonido de los tiroteos, el relincho de los caballos, los pasos, el viento y los gritos influyen mucho a la hora de hacer parte al público. En síntesis, Peter Jackson nos ofrece un poderoso documental que, si bien no utiliza material propio, contiene archivos de imagen y audio inéditos, con los cuales realizó un gran trabajo en cuanto a la remasterización y a los efectos de sonidos, para envolver al espectador con las anécdotas de los veteranos, como si el público fuera parte de estas experiencias. Testimonios fuertes y conmovedores que se encuentran a la altura de la gran tarea técnica.
Los fanfic o fanfiction son ficciones originales basadas en personajes, situaciones o lugares que provienen de una historia plasmada en libros, series o películas. Es decir, que se toma algún elemento ya conocido de la cultura pop para insertarlo en una trama totalmente distinta. Dentro de los fanfic existe una categoría que utiliza a las celebridades para crear historias. Es allí donde se enmarca “After”, la novela de la escritora Anna Todd, quien publicó sus capítulos en la plataforma Wattpad en 2014. La misma se centra en Tessa Young, una inocente joven que se involucra con un chico malo, representado por la figura de Harry Styles, uno de los miembros de la banda One Direction, plasmado como un estudiante de la Washington State University. Rápidamente “After” se convirtió en un éxito en la web (los fanáticos consumían más rápido los capítulos de lo que la autora podía escribirlos) con 5 millones de lectores, pudiendo publicar posteriormente la historia en papel. Como los libros siempre fueron una inspiración para la industria cinematográfica (sobre todo aquellos considerados bestsellers), ahora “After” pasa del papel (o la pantalla de la computadora) al cine para seguir la historia de Tessa Young, una joven que se muda a la universidad, dejando atrás a su madre y a su novio de toda la vida que todavía asiste a la secundaria. Allí conocerá a Hardin Scott (se cambió el nombre de Harry Styles por una cuestión de derechos), un joven problemático con el cual comenzará un vínculo intenso. A pesar de su éxito literario, el traspaso de “After” a la pantalla grande trae consigo una historia adolescente bien de fórmula repleta de clichés, los cuales pudimos ver en otras tantas películas de este estilo. Es la típica trama de la chica buena que cambia de ámbito y conoce al chico malo, el cual la llevará por un camino incorrecto y le enseñará todo lo que no vivió hasta ese momento, haciendo que la protagonista deje atrás su antigua y “aburrida” vida, decepcionando a todos aquellos que siempre estuvieron con ella. Su relación los transforma para bien o para mal. Tenemos las típicas idas y vueltas, traiciones y reconciliaciones. Esto provoca que la historia se vuelva predecible durante todo el relato, incluso los giros narrativos que deberían ser sorprendentes resultan previsibles, porque son una copia de otras tramas similares. Lamentablemente no nos encontramos con nada innovador dentro del género. Por el lado interpretativo podemos destacar la frescura de un elenco poco conocido, pero cuyos nombres sonarán populares por las familias que integran. Josephine Langford (hermana de la protagonista de “13 Reasons Why”) es la encargada de retratar a Tessa, otorgándonos credibilidad a la hora de llevar adelante sus dudas y conflicto interior. Su partener es Hero Fiennes – Tiffin (sobrino de Ralph y Joseph Fiennes, y quien en su infancia formó parte de “Harry Potter” poniéndose en la piel de Tom Riddle), quien compone a este joven conflictuado y cerrado al amor y que cambiará a partir de la llegada de la protagonista al campus. También forma parte del film Selma Blair (quien recientemente dio a conocer públicamente que padece de esclerosis múltiple) como la madre de Tessa. Todo el elenco realiza una buena labor con estos personajes estereotipados, que encarnan a los roles ya conocidos en otras películas de este estilo, adaptándolos solamente a una actualidad mucho más liberal. En cuanto a los aspectos técnicos, la película está realizada correctamente, priorizando los colores fuertes en su fotografía y las canciones pop y melódicas dentro de la banda sonora, que acompañan cada momento que transita la protagonista. Sin haber leído previamente las novelas y sin juzgar la fidelidad de la adaptación, solo dejándonos llevar por lo visto en pantalla, “After” es una película poco innovadora a la hora de presentar una historia de adolescentes similar a otras tantas que pasaron por el cine. Cae en clichés, presenta personajes estereotipados y se vuelve predecible al conocer este tipo de tramas. Dentro de esto, podemos destacar las actuaciones de su elenco y la química de sus protagonistas, como también los aspectos técnicos del film. Pero lamentablemente no nos encontramos con nada nuevo bajo el sol.
1946, Hamburgo. Hace unos meses los Aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial y Lewis Morgan, un coronel británico, debe mudarse a la ciudad alemana para reconstruirla. Lo acompañará su mujer Rachel, quien recién en su nuevo hogar se enterará que deberá convivir con el antiguo dueño de la mansión, un alemán, y su hija conflictuada. “Viviendo con el enemigo” (o “The Aftermath”, en su título original) nos ofrece una historia potente que se beneficia de un sólido trío protagónico integrado por Keira Knightley, Alexander Skarsgard y Jason Clarke, y su reconstrucción de época, pero que falla a la hora de traer una historia innovadora. Una trama clásica de fondo que se vuelve predecible y un vínculo amoroso poco trabajado. Ambientada en la Segunda Guerra Mundial, “Viviendo con el enemigo” sobresale principalmente dentro de los aspectos técnicos, con una lograda reconstrucción de época en su vestuario y decoración, como también en una fotografía oscura, una ambientación fría de un lugar devastado por la guerra y una banda sonora que acompaña a cada clima buscado por el film. Asimismo, tenemos unas muy buenas interpretaciones de un trío protagónico que prometía desde sus nombres, pero que además cumple con creces a la hora de encarnar a cada uno de sus roles, respetando el idioma original de los personajes, sin caer en el inglés universal (incluso al principio podemos ver las dificultades de entendimiento con el alemán). Keira Knightley se pone en la piel de una mujer que ha sufrido una pérdida personal, más allá del contexto bélico, que la afecta en su forma de ser y comportarse. La relación con el marido (Jason Clarke) es distante, no solo por lo vivido sino también por su fría personalidad y su trabajo activo. Alexander Skarsgard, por su parte, cumple el rol de un alemán que está sufriendo las consecuencias de la pérdida de la guerra, y se convierte en un personaje enigmático y retraído. ¿De qué lado estaba durante el nazismo? ¿Es culpable o inocente? En este sentido, se realiza un buen manejo del clima de tensión y del drama, a pesar de que uno espera un golpe de efecto final que no termina de llegar. A pesar del intrigante contexto bélico, detrás observamos una historia clásica de dos personas que se encuentran en distintos bandos, que al principio se repelen y luego comienzan a relacionarse de una forma más afectiva. De esta manera, la trama se vuelve poco innovadora y se torna predecible durante la mayor parte del film, con un giro final que sorprende, pero que es uno de los pocos. Lo mismo ocurre con el vínculo que forjan los personajes de Knightley y Skarsgard que resulta poco creíble, no solo porque como espectador uno ya intuye que entre ellos va a nacer alguna especie de relación, sino porque la misma surge sin mayor justificación. Se podría haber trabajado este aspecto de una forma más paulatina y profunda. Por otro lado, existen algunas subtramas que no tienen demasiado peso. En síntesis, “Viviendo con el enemigo” resulta una historia convencional, que presenta algunas fallas a la hora de componer el vínculo central entre los personajes y la elaboración de ciertas tramas. De todas formas, cumple con la reconstrucción de época requerida y con las interpretaciones de un sólido elenco.
Ciro es un joven de pocos recursos que pasa sus días delinquiendo. Mientras camina por una calle sin mucho movimiento decide asaltar una lujosa camioneta 4×4 que está estacionada. Pero cuando quiere salir se da cuenta de que no puede: todas las puertas están cerradas, los vidrios blindados e insonorizados y no tiene otra opción que quedarse allí. Pero el dueño del auto tendrá el control y planeará un juego macabro. “4×4” es la nueva película de Mariano Cohn en solitario, aunque Gastón Duprat, con quien suele trabajar fervientemente, permanece como productor del film. Una cinta que dará que hablar por su temática polémica y su forma de abordarla, pero que sobre todo se destaca por el trabajo técnico de sonido, fotografía y escenografía, como por la gran labor que realiza Peter Lanzani a la hora de componer a un personaje que está en todo momento en una locación acotada. Las películas que se suceden en una sola locación siempre son muy llamativas de ver, porque no solamente generan un clima claustrofóbico que hacen de esta una experiencia inmersiva, sino que le permite al actor o a los actores desenvolver todo su talento. En este caso, “4×4” consigue brindarnos esa sensación de encierro y desesperación, la misma que vive su protagonista. El largometraje maneja muy bien los momentos tensos, desesperantes, causados por este aislamiento y la situación de secuestro y tortura, pero también existe un espacio para la liberación a través de chistes o instantes incómodos o bizarros, que hacen que el espectador también pueda descontracturarse. Hacia el último acto la historia se desinfla un poco, pero de todas maneras no empaña el resultado final. Lanzani es quien está todo el tiempo en pantalla y sostiene la primera parte del film hasta su último acto con sus gestos. Casi no hay diálogos en la cinta, salvo pequeñas interacciones entre el joven y el dueño del auto, es por eso que todo su trabajo recae en los movimientos y gestos, vemos cómo se va degradando una persona con el paso de las horas y cómo sobrevive en ese estado. Probablemente una de las labores más exigentes y mejor realizadas de este prometedor actor. Pero también en “4×4” tenemos la presencia de Dady Brieva (primero como una voz) y Luis Brandoni que se incorpora hacia el final de la historia. Ambos realizan un correcto trabajo, aunque todas las miradas se posan inevitablemente en Lanzani. Debido a estas idas y vueltas entre los personajes de Lanzani y Brieva, el espectador puede ir cambiando su parecer y sentir sobre las situaciones que se van desarrollando. Primero tal vez puede justificar lo que hace uno de los roles, mientras que después probablemente termine apoyando al otro. Acá es donde la película se torna polémica, ya que se exponen temáticas muy fuertes y discutidas en la sociedad, relacionadas a la realidad en la que vivimos en cuanto a los temas de la inseguridad, la falta de una justicia eficiente, la justicia por mano propia, los linchamientos, los derechos humanos, y el rol del delincuente (las pocas posibilidades de progresar, la falta de educación, las soluciones en torno a su futuro). Probablemente la cinta tienda a tomar una postura más que otra, pero permite mostrar lo que sucede en la realidad para posteriormente generar un debate. Que haga ruido y se hable tanto del film como de todas estas cuestiones de actualidad. Con respecto a la banda sonora, nos encontramos con música original a cargo de Dante Spinetta, que le otorga su estilo propio al film. Pero también se realiza un muy buen trabajo con el sonido. Como mencionábamos anteriormente, la mayor parte de la película no tiene mucho diálogo, pero es de vital importancia lo que escuchamos; cada movimiento tiene su respectivo sonido. Además, la banda sonora acompaña muy bien a la historia, sobre todo en los momentos de mayor tensión y suspenso, aumentando esta sensación. En síntesis, “4×4” es una película nacional que sin dudas dará que hablar. Pero no solo por la polémica de su temática, que ahí influirá mucho la postura del espectador para con estas cuestiones de la inseguridad y la realidad social, sino por la calidad con la que está hecha. Una sola locación muy bien manejada, con una gran ambientación y labor escenográfico, un muy buen trabajo de sonido y una sólida interpretación de Peter Lanzani que lleva a su personaje hasta los límites más extremos. Si bien pierde un poco de peso hacia su última parte, el resultado final es positivo.