Mar del Plata, o popularmente conocido como “La Feliz”, es un lugar turístico, donde principalmente durante el verano suelen acercarse visitantes de todo el país para disfrutar de sus playas y las noches de teatro a cargo de figuras del espectáculo. Pero Mar del Plata también tiene su lado b, su parte oscura que no muchos conocen, y que Valentín Javier Diment se propuso mostrar en su nuevo documental titulado “La Feliz: Continuidades de la Violencia”, a base de una investigación periodística exhaustiva. Con la experiencia previa que le dejó su documental ficcionado “Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A” (2010), Diment plantea la hipótesis de un paralelismo entre el surgimiento de grupos nacionalistas y neonazis en la actualidad en Mar del Plata con la violencia que se vivía en los años 70 en dicha ciudad; es decir, que desde entonces hasta ahora hubo una continuidad de brutalidad que, aunque se transformó en otros movimientos, nunca concluyó. A partir de entrevistas con profesionales de distintas áreas (representantes de instituciones, investigadores de organizaciones, abogados, fiscales, etc.), figuras de movimientos sociales o partidos políticos, víctimas y victimarios en general, nos vamos interiorizando sobre este costado oscuro de Mar del Plata, que va desde el asesinato de Silvia Filler, estudiante de arquitectura, quien murió por el disparo de un arma de fuego de un miembro del CNU (Concentración Nacional Universitaria, organización terrorista ultraderechista) durante una asamblea del centro de estudiantes a principios de los años ‘70, pasando por “La Noche de las Corbatas”, donde secuestraron, torturaron y ejecutaron a un grupo de abogados laboristas y a sus familiares en 1977 (principalmente a través de uno de los testimonios más valiosos y conmovedores que presenta el documental a cargo de Marta García Candelero, secuestrada, torturada y violada en el centro clandestino La Cueva, y cuyo marido murió por los mismos motivos), hasta llegar a nuestros días con el surgimiento de movimientos neonazis y de ultraderecha que comete vandalismos en la vía pública y que arremete contra distintos grupos, como la comunidad LGBTQ o boliviana. Pero además de las entrevistas, el documental se apoya en imágenes que acompañan los dichos de los entrevistados (ya sea para ilustrar un hecho o reafirmar la violencia), material de archivo proveniente de noticieros o juicios orales o transiciones que recrean la brutalidad de la que se está hablando. En este último punto también es de vital importancia la música, que escolta a las ilustraciones a través de su potencia. Lo más valioso que tiene “La Feliz: Continuidades de la violencia” es sin duda su investigación periodística a cargo de Felipe Celesia, Pablo Waisberg, Federico Desántolo, quienes consiguieron fuentes significativas de ambas partes, con declaraciones trascendentes. Porque si bien se quiere probar una hipótesis, el documental no es tendencioso en el sentido de que solo te muestra lo necesario para confirmar su punto. Busca tener testimonios de todas las partes implicadas para que puedan dar su perspectiva sobre la situación. Es así como se habla de la violencia de un lado, y se reivindica la teoría de los dos demonios por el otro; como también tienen voz las víctimas de hechos brutales o personajes como Carlos Pampillón, líder del Foro Nacional Patriótico y un referente nacionalista. “La Feliz: Continuidades de la violencia” es un documental que consigue mostrar el lado b de una ciudad a la que se la asocia con el verano, las vacaciones y el goce, pero donde ocurren hechos muchos más oscuros y brutales que no se conocen tan abiertamente fuera del lugar de origen. A través de entrevistas y una puesta visual interesante, el film logra traer testimonios valiosos de ambas partes implicadas con el objetivo de plasmar su hipótesis del paralelismo entre la violencia de los ‘70 y la de la actualidad.
Todos tenemos muy presente la desaparición de 30.000 argentinos durante la dictadura militar que se llevó a cabo de 1976 a 1983. Sin embargo, los secuestros clandestinos comenzaron antes, con la presidencia de María Estela Martínez de Perón. En este contexto se enmarca el documental de Mariano Minestrelli, “El hermano de Miguel”, un film que se centra en la incansable búsqueda del protagonista de su familiar desaparecido Sergio Gustavo Dicovsky. El 19 de noviembre de 1974, Sergio, un militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fue capturado en medio de un operativo en el cual, junto a otros compañeros, estaban trasladando con tres vehículos a un militar que habían secuestrado en febrero. Al ser descubiertos por la policía, comenzó un tiroteo, dando por resultado la detención de Dicovsky y la fuga del resto de sus colegas. Lo último que se supo concretamente es que fue llevado al centro clandestino Puente 12 en La Matanza. A diferencia de otros documentales más convencionales, lo interesante de “El hermano de Miguel” es que toma al protagonista de la historia para ir investigando acerca del pasado y los hechos sucedidos para obtener más información sobre lo que ocurrió con Sergio. No es el director entrevistando a distintos personajes, sino el propio Miguel hablando con los testimonios (la mayoría muy cercanos a su hermano). Esto hace que el mismo espectador se involucre en la trama porque puede ver de cerca las reacciones de quien funciona como el hilo conductor del relato. Por momentos esto puede servir como un arma de doble filo, ya que el film se puede volver algo tendencioso y subjetivo, pero igual consiguen cierta objetividad al enfrentar al protagonista con parte de la historia contraria (a partir de una charla con la hija del militar supuestamente asesinado por Sergio). Ese instante debe ser uno de los más tensos e interesantes del documental, ya que pone cara a cara a dos facciones distintas con sus propias versiones en pos de encontrar una verdad en común. La película no solo se nutre de testimonios, sino también de recreaciones, visitas a las locaciones implicadas en ese entonces (como el último lugar en el que habrían visto a Sergio o un centro de detención clandestino), fotografías, material de diarios para contrastar la información obtenida previamente, entre otras fuentes que enriquecen el relato. Asimismo, el documental se divide en distintos capítulos para abordar de una forma más clara diversos aspectos y momentos de la historia de Sergio y la búsqueda por parte de su hermano. Son muchos cortes dentro de la hora y diez de duración del largometraje, pero cada una de esas etapas está bastante profundizada para darle un correcto pantallazo al público de lo sucedido. En síntesis, “El hermano de Miguel” es un documental profundo e intimista, pero que se siente que puede ser la historia de muchas de las personas que perdieron a un ser querido en una de las épocas más oscuras de nuestro país. Una búsqueda conmovedora que se fortalece por poner como eje central al protagonista del relato para hacerlo más personal y emotivo.
“El hombre es el lobo del hombre”, resuena la frase popularizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes, quien da por sentado el egoísmo que rige el comportamiento del ser humano, aunque la sociedad lo intente corregir para favorecer la convivencia. “Lobos” cuenta la historia de la familia Nieto, la cual como muchas otras tienen inconvenientes económicos. El padre de familia (Daniel Fanego) quiere asegurar el futuro de sus hijos a partir de robos menores. Es ayudado por su yerno Boris (Alberto Ajaka), mientras que su hijo Marcelo (Luciano Cáceres) se retiró de este negocio para dedicarse a la seguridad privada. Pero cuando uno de los trabajos salga mal, Marcelo deberá elegir entre su empleo y ayudar a su familia. El séptimo largometraje de Rodolfo Durán busca retratar la vida de una familia que por necesidades generadas en el contexto en el que vive debe sobrevivir recayendo en la delincuencia. Sin embargo, su mirada no busca justificarlos o fomentar estas prácticas (porque más entrada la trama veremos las consecuencias de tales actos), pero tampoco los condena, sino que nos muestra la escala de grises por la que transitan estos personajes. Fuera de su forma de vida, la familia se encuentra unida y se transmiten afecto y cuidado. Es por eso que el espectador logra empatizar con los protagonistas que se mueven dentro de esta ambigüedad y contradicción. Uno de los grandes aciertos del film es la elección del elenco, con algunos de los mejores actores nacionales de estos tiempos. En primer lugar, Daniel Fanego, el padre de familia, vuelve a entregarnos una muy buena interpretación que no solo se transmite con el diálogo sino más a través de sus gestos. Logra plasmar la situación familiar y su desesperación por dejarles un buen pasar económico. Alberto Ajaka y Luciano Cáceres acompañan muy bien en puntos contrapuestos, mientras que uno promete fidelidad frente a cualquier costo, el otro busca apartarse del negocio, aunque el límite entre los vínculos afectivos y las malas prácticas sean bastante difusos. También debemos destacar la labor de César Bordón, quien encarna a un policía que trabaja en colaboración con los delincuentes (lo llaman el “jefe”) y es el encargado de apuntar los próximos pasos. Gracias a su trabajo se incorpora la subtrama de corrupción policial, la división de barrios por parte de las autoridades y las relaciones que mantienen con los criminales. Filmado en Avellaneda y Lobos, la ambientación de la película ayuda a que se desarrolle la trama, sobre todo en la última instancia en la cual se trasladan, por motivos intrínsecos a la historia, a una casa alejada y desolada. Lo mismo ocurre con el clima generado a partir de la tensión (uno de los recursos mejores tratados del film) y la banda sonora. En síntesis, “Lobos” nos ofrece un logrado drama policial que se beneficia de su tono intenso y la construcción de sus personajes, quienes nos muestran sus contradicciones y ambigüedades, a través de grandes interpretaciones, que permiten poder empatizar con ellos a pesar de los malos actos.
Kaveh Nariman es un prestigioso médico forense que trabaja en un hospital. Una noche, se ve envuelto en un accidente de tránsito cuando es obligado a realizar una maniobra brusca y chocar a una familia que venía en una moto. Luego de revisar al niño de ocho años, sin ninguna lesión grave aparente, el doctor le recomienda al padre que lo lleve al hospital. Sin hacerle caso, al día siguiente el chico es declarado fallecido por botulismo, es decir, envenenamiento por comida en mal estado. Sin embargo, Nariman duda de que la autopsia haya sido correcta y de que el accidente no haya tenido nada que ver en todo esto. “La Decisión” es un drama iraní intenso que se centra en dos puntos de vista opuestos pero que se mueven por el mismo sentimiento de culpa: el del médico que quiere descubrir la verdad para saber si él tuvo alguna responsabilidad en la muerte del niño; y el padre, que ha fallado en su obligación de cuidar a su hijo, y que debido a este hecho comienza a tener problemas en su matrimonio. Y el espectador, a partir de estas dos posturas, deberá decidir de qué lado se encuentra o cómo cree que sucedieron los hechos. La película no termina de dar una solución o respuesta, sino más bien pone el foco en el camino hasta llegar a la verdad, en los cuestionamientos morales de cada uno de los personajes, en esas pequeñas decisiones que uno toma con buenas intenciones o priorizando ciertos aspectos y que pueden tener consecuencias impactantes y terribles, y en las diferentes formas de vida de cada uno de ellos. En este tipo de películas, donde la construcción de los personajes es vital para poder tratar estas temáticas morales y éticas, es muy importante tener un elenco que pueda plasmar las dudas, inseguridades, culpas de los roles que les toca asumir. Toda la carga dramática se centra en sus protagonistas, en sus gestos, miradas y actitudes. En este caso, tenemos muy buenas interpretaciones por parte de Amir Aghaee (Nariman) y Navid Mohammadzadeh (el padre), ambos estremecidos por lo sucedido, y que tienen distintas formas de exteriorizarlo. Uno se obsesiona de forma más silenciosa a partir del remordimiento, mientras que el otro incurre en la violencia física. Se produce una especie de disputa actoral para ver quién tiene la culpa y cómo llevan adelante el duelo. También se destaca la actuación de Zakieh Behbahani, quien compone a la compañera de Nariman y es la responsable de realizar la autopsia y dar a conocer el motivo del fallecimiento del niño. Su comportamiento se balancea entre una seguridad en su procedimiento y servir como ayuda de su colega. Por otro lado, el drama y la angustia de la historia también se ven plasmados en la fotografía del film, que sin ser en blanco y negro predominan los colores oscuros en las puestas en escena como también en el vestuario de los personajes, resaltando únicamente el blanco de la ropa de los médicos. En síntesis, “La Decisión” nos presenta un drama intenso en el que el espectador no obtendrá ninguna respuesta sobre el planteamiento inicial sino que transitará las emociones de los protagonistas, quienes, tironeados por la culpa y el dolor, nos ofrecerán magníficas interpretaciones y momentos conmovedores.
Leo no está pasando por su mejor momento. Su novia lo abandona, obligándolo a buscar un departamento, aunque su trabajo como profesor de literatura no le provee el dinero necesario para hacerlo. Es así como su personalidad autodestructiva lo llevará a vagar las noches porteñas para lidiar con una realidad angustiante, que solo mejorará con la presencia de una alumna tan brillante como esperanzadora. Ignacio Sesma debutó con “Noche de Perros” en 2015, una comedia con tintes policiales. Pero su segundo largometraje, “Con este miedo al futuro” se aleja de este tono para otorgarnos un drama existencial, en el cual nos presenta a un protagonista difícil de tratar pero con el cual igualmente podemos empatizar por las distintas problemáticas que tiene que atravesar. En este sentido debemos destacar la labor de Facundo Cardosi, quien se pone el film al hombro (está presente en todo momento durante la hora y 10 que dura la obra) al retratar a este hombre autodestructivo, con formas ásperas de dirigirse a sus alumnos y a las personas que lo rodean. La historia no hace mucho foco en por qué el personaje es cómo es, aunque puede darnos a entender algunas situaciones sin mucha explicación de fondo. Una comodidad que se abandona para ahondar en la incertidumbre de la vida. De todas formas, la cinta no busca justificar al protagonista sino mostrar este clima desesperanzador en el que vive en el presente y lo que se viene para el futuro vacilante. Dentro del elenco también sobresale Ailín Salas, quien interpreta a la alumna de Leo y quien le trae un halo optimista a su situación. Las interacciones con la joven son los únicos momentos en los cuales el protagonista se permite analizar su escenario y abrirse a sus sentimientos. El dúo actoral genera una buena química en pantalla. Los aspectos técnicos se encuentran a la merced de la historia. Una fotografía oscura, una cámara en constante movimiento con planos cortos que permiten ver los gestos y sensaciones de los distintos personajes y una banda sonora que termina de generar este clima deseado. Si bien “Con miedo al futuro” presenta un ritmo intenso y denso por la temática que trata, ese sentimiento no se mantiene hacia el final del film, sino que nos quedamos con una sensación más tranquilizadora. Aunque una situación sea angustiante, dejemos la comodidad para embarcarnos en la incertidumble y se pueda caer en actitudes autodestructivas hay esperanza para un futuro mejor.
Con bastante experiencia en el género policial con sus películas previas “Sin Retorno” (2010) y “Betibu” (2014), Miguel Cohan vuelve a la pantalla grande para ofrecernos una película intensa que se beneficia por su modo de narrar y la capacidad actoral de su elenco. “La Misma Sangre” cuenta la historia de una familia judía de clase media con Elías a la cabeza, un hombre que ahora se dedica al campo que dejó su padre tiempo atrás, Adriana, una mujer apasionada de la cocina, y sus dos hijas, yernos y nieto. Pero su vida cambiará cuando Adriana aparezca muerta en un aparente accidente doméstico y las sospechas recaigan en su marido. La película comienza de una manera explosiva para dar lugar a un policial intenso donde nada es lo que parece y donde la información se va revelando poco a poco. Para ello, se decidió optar por mostrarnos dos puntos de vistas distintos de esta historia. En primer lugar, nos centramos en la perspectiva de Sebastián (Diego Velázquez), el yerno de Elías, quien comienza a sospechar, por distintas actitudes y situaciones que presenció, que su suegro no está contando toda la verdad. Es así como en esta primera instancia tenemos un tono más policial e intrigante, donde cada movimiento detectivesco se acerca a develar un misterio oculto (o no) y donde la tensión constante acaparará el ambiente. Luego pasamos a conocer la mirada de Elías (Oscar Martínez), donde finalmente las sospechas se terminan disipando para conocer la realidad de los hechos. Se aborda, en este caso, un drama más familiar, que, aunque no diluye el interés, pierde un poco de fuerza en su desarrollo para terminar con una conclusión potente, a través de un mayor protagonismo de Carla (Dolores Fonzi), la hija mayor del matrimonio. Además de este óptimo recurso utilizado y de la creación de un clima tenso y opresivo, otro de los grandes aciertos del film es el elenco. En primer lugar nos encontramos con un Oscar Martínez que sabe componer a la perfección este tipo de papeles de hombres duros, misteriosos y complejos. Pero sobre todo podemos destacar la labor de Diego Velázquez, un actor que viene sonando fuerte en los proyectos nacionales y que logra obnubilar a partir de los silencios y movimientos pausados, consiguiendo ese ambiente intenso que tan bien le sienta al film. Dolores Fonzi también se encuentra muy bien en su rol, sobre todo, como decíamos, hacia el final de la cinta donde cobra un protagonismo mayor. A este trío protagónico se le suman Paulina García como Adriana y Luis Gnecco como Lautaro, dos secundarios provenientes de Chile que aunque con un papel menor son los que desencadenan distintas situaciones relevantes para la trama. La fotografía, la música y los planos (sobre todo aquellos primeros planos durante ciertas confesiones) consiguen mantener el clima del film durante todo momento, ayudando a que se pueda desarrollar la historia. En síntesis, si bien “La Misma Sangre” puede perder un poco de fuerza antes de su conclusión, Miguel Cohan logra brindarnos un buen thriller nacional, donde los distintos puntos de vista de una misma historia, el clima intenso que se mantiene en casi todo momento y las actuaciones del elenco son los puntos más destacados del film.
Con su estreno mundial llevado a cabo el año pasado en el BAFICI, llega a las salas comerciales “Ciclos”, el largometraje de Francisco Pedemonte, que busca retratar la figura de un adolescente deportista, que debe lidiar con las demandas de la práctica y las competencias y las vicisitudes propias de la edad. El elegido fue Ignacio Semeñuk, oriundo de Chacabuco, que se dedica al ciclismo de forma profesional. Un chico que, por elección propia, deja de lado ciertas actividades que sí realizan sus amigos para enfocarse en su pasión. El documental utiliza, por un lado, material de archivo de noticieros, en los cuales se plasman entrevistas a Ignacio y a su madre, para contextualizar la vida del joven y los campeonatos en los cuales participa, para orientarnos en cuanto a la importancia de las distintas carreras para todos aquellos que nos encontramos fuera de este ambiente. Pero la mayor parte del film se centra en retratar los distintos momentos de la rutina de Ignacio, sus entrenamientos y las competencias a lo largo del país, con el objetivo de mostrar esta “doble vida” que tiene que llevar un chico que prioriza una actividad por sobre otras cosas. De todas formas, a pesar de tener que dejar algunas salidas de lado, el protagonista busca encontrar sus tiempos para compartir con amigos y disfrutar como alguien de su edad. Hacia el final del film se incorpora también la figura de otro chico apellidado Sánchez, con entrevistas e imágenes de sus entrenamientos y competencias, que al principio sacan un poco el foco del protagonista, pero después nos damos cuenta de que, en realidad, se trae a colación su participación porque será quien enfrente a Ignacio en un torneo de vital importancia para su carrera y que definirá el futuro del joven. La película realza también la importancia del paisaje dentro de la historia, sobre todo durante los entrenamientos a lo largo de las rutas desoladas o los constantes viajes hacia el interior del país para realizar las distintas competencias. La banda sonora acompaña a estos panoramas de una manera acorde. En síntesis, “Ciclos” es un documental con una interesante mirada sobre el retrato de un joven deportista, eligiendo algo novedoso como el ciclismo y no yendo al clásico y trillado ejercicio del fútbol. Un enfoque observacional hacia los entrenamientos y las competencias, a través de los gestos y movimientos del protagonista, más que apelando al diálogo donde se pueden poner en palabras dichos sentimientos. Un relato sobre la combinación entre las cuestiones propias de la edad adolescente y las pasiones que requieren un sacrificio particular.
Facundo Arteaga es un bailarín de malambo de 35 años, que divide su tiempo entre la danza, el trabajo en el campo y el cuidado de sus hijos. Si bien ya pasó la edad ideal para estar óptimo para las competencias, decide presentarse en el Festival Nacional de Malambo más importante del país, en Laborde, Córdoba, aunque, contradictoriamente, esto signifique no poder volver a competir profesionalmente nunca más. El documental de Mauricio Halek y Germán Touza sigue a Facundo Arteaga de una manera especial. No solamente nos muestran su rutina, sus clases de malambo, sus prácticas, sus momentos como padre y sus actividades fuera de la danza, sino que existe una importante voz en off del protagonista que nos va relatando su experiencia, sus deseos y sus sentimientos. También nos explica un poco el código del malambero, los distintos estilos que existen según las zonas del país, y de qué se trata este festival tan especial que permite que una persona solo pueda ganarlo una vez en la vida y que su victoria signifique retirarse de la competencia profesional del malambo. El recurso está muy bien utilizado, ya que se logra un equilibrio de su presencia. No tenemos un abuso del mismo que consiga abrumar al espectador en su monotonía ni una intervención pequeña que nos deje faltos de información. Tanto en las imágenes como en sus palabras podemos percibir el sacrificio que implica practicar esta danza y prepararse para un torneo de tal magnitud. Los directores se detienen mucho en sus gestos cuando ensaya sus bailes, como también en el cuidado de sus pies y sus movimientos. Los primeros planos y los planos detalle son los que enriquecen la historia, son los que transmiten el significado particular del esfuerzo, el empeño, el trabajo arduo. La figura de Facundo está acompañada, muchas veces, por destacados paisajes, que prevalecen en el campo, rico en vegetación y en colores vívidos. Pero en el film no solo tiene importancia la imagen y la voz, sino que la música cumple un rol fundamental, a cargo de Manuel Schaller y Lucio Mantel. Y muchas veces es aquella que se cuela entre el relato del protagonista para otorgar una mirada más emotiva sobre el malambo. El ritmo no se puede explicar o ver, se escucha y se siente. En síntesis, “Guerrero de Norte y Sur” nos cuenta una historia particular a través de la preparación de Facundo, que sirve para comprender en detalle de qué se trata el malambo y su festival más importante. Pero también nos habla de esfuerzo y sacrificio, mediante recursos bien utilizados como la narración en off, los planos detalles y el acompañamiento de la música.
En Semana Santa de 2015 se llevó a cabo el titulado “robo del siglo” en Reino Unido, donde un grupo de hombres de edad avanzada robaron el depósito de seguridad Hatton Garden que contenía diamantes valorados en alrededor de 200 millones de libras. Este hecho, además, inspiró una seguidilla de películas, como “Hatton Garden the Heist” en 2016 o “The Hatton Garden Job” en 2017. Ninguna de las dos tuvieron una buena aceptación dentro del público y la crítica especializada, pero esto no impidió volver a llevar este caso a la pantalla. Es así como “Rey de Ladrones” (“King of Thieves”) llega este jueves a las salas para contar, una vez más, la historia de un grupo de ancianos que en sus buenas épocas eran criminales y que, ahora, por cuestiones de la edad y los distintos caminos por los que los llevó la vida dejaron atrás esas prácticas. Sin embargo, se vuelven a reunir en el funeral de la esposa del líder de la banda, Brian Reader (Michael Caine). Por su parte, Basil (Charlie Cox), un hombre mucho más joven le propone a Reader robar las cajas fuertes del depósito de seguridad Hatton Garden, cuyo contenido tiene joyas y dinero. Es así como el equipo vuelve al ruedo en el considerado robo del siglo de Reino Unido. En primer lugar nos encontramos con un grupo de personalidades británicas con una larga trayectoria cinematográfica, encabezado por Michael Caine y completado por Jim Broadbent, Ray Winstone, Michael Gambon, Tom Courtenay y Paul Whitehouse. A este reconocido elenco se le suma un actor más joven pero que también se volvió popular a raíz de su protagonismo en “Daredevil”, Charlie Cox. Todos se encuentran correctamente en los papeles que les toca encarnar, porque son buenos actores, a pesar de que en algunos momentos el guion no ayuda a la completa construcción de los roles, sino que solo se queda en la superficie. De todas formas, el grupo variopinto de personajes (y las interpretaciones de estos icónicos actores) es uno de los elementos más acertados que tiene este film irregular que no termina de explotar. No nos otorga la espectacularidad deseada para una historia de atracos ni la tensión o el suspenso requeridos para este tipo de argumentos. Incluso, hacia el tercer acto, la cinta incorpora una investigación policial que se encuentra en un segundo plano, a la cual se le podría haber sacado mayor provecho, pero prefieren enfocarse en la paranoia del grupo y en las posibles traiciones (igualmente esta situación estuvo bien manejada). La película, en cambio, intenta cautivar al espectador más por su gracia y comicidad, a través de una gran cantidad de gags sobre el tema de la tercera edad y los inconvenientes que ella conlleva. Algunos de ellos logran su cometido, mientras que otros no, debido a que incurren en lo chabacano o directamente se sienten forzados, notándose el objetivo de querer hacer reír al público a base de cualquier pretexto. Con respecto a los aspectos técnicos, podemos destacar la utilización de música potente en los instantes en que la imagen lo requiere, sobre todo en aquellos en los cuales se está produciendo el atraco. De todas formas, en algunos momentos el sonido cobra mayor importancia que la acción de los protagonistas y pueden sacar al espectador del clima buscado. El montaje es tradicional, aunque en ciertos parajes del film apela a diversos flashbacks, queriendo generar un paralelismo entre los ladrones de ahora y quiénes fueron en su época dorada. Sin embargo, solo se usa en algunos períodos, haciendo que quede un poco tosco este recurso. En síntesis, “Rey de Ladrones” es una película basada en hechos reales que se favorece de su elenco con una trayectoria cinematográfica envidiable para contar una historia sin mucha innovación. Ni tan graciosa e inteligente como para convertirse en una comedia efectiva ni tan espectacular y tensionante como para retratar un argumento de atracos, la cinta se queda a mitad de camino entre lo que se proponía y lo que finalmente logró.
Zain es un niño de 12 años (hasta donde calculan los especialistas ya que nunca fue anotado oficialmente) que decide demandar a sus padres por darle la vida y una dolorosa realidad que lo llevará por un complejo camino. “Cafarnaúm”, cinta nominada a los Oscars como Mejor Película Extranjera (y que finalmente cayó ante “Roma”) nos trae una historia conmovedora que, si bien por momentos busca manipular emocionalmente al espectador a través de situaciones angustiantes, logra plasmar una cruda realidad mediante la mirada de un joven protagonista cuya actuación representa una revelación. Películas como “Cafarnaúm”, que suceden tan lejos de nuestro hogar, sirven para contextualizar la situación que vive un país particular, a través de la mirada de sus directores, quienes pueden ser más o menos objetivos, pero que intentan contarle al mundo una perspectiva puntual. En este sentido, nos encontramos con un cuestionamiento fuerte, como es la decisión de traer un niño al mundo en un ambiente sin un futuro palpable, en medio de guerras, pobreza y tradiciones rígidas y arcaicas que van en contra de ciertos derechos. Dependiendo de dónde nos paremos podemos ver la negligencia de unos padres que no planifican (por ignorancia, falta de educación o por una función inherente al ser humano) tener una familia numerosa y que no se hacen responsables por el cuidado de sus hijos, o, el sacrificio que hacen para poder brindarles la mejor calidad de vida que ellos les pueden ofrecer a pesar de las circunstancias desfavorables. El film tiende a focalizar sobre la primera postura (aunque hacia el final el espectador puede ponerse del otro lado a partir de un discurso de la madre), sobre todo porque se centra en la figura de Zain, un chico pequeño que es más maduro que los adultos y que deberá rebuscárselas para sobrevivir, ya sea trabajando, robando o negociando frente a las dificultades de un contexto complejo. Uno de los puntos más fuertes del film son sus interpretaciones, de la mano de un elenco de no actores. Principalmente debemos destacar la labor de Zain Al Rafeea, quien con tan solo 12 años se carga el film al hombro, sin haber tenido experiencias cinematográficas previas. Logra una empatía directa con el público a través de su mirada, sus gestos y actitudes. Mucho de su vida pudo haber influido a la hora de componer a su personaje, ya que es un refugiado sirio viviendo en el Líbano y que recién después de la película consiguió un pasaporte noruego para comenzar así su vida desde cero, yendo por primera vez a una escuela para aprender a leer y escribir. Este realismo se ve plasmado en él y en cada uno de los roles. Incluso por momentos nos da esa sensación de que nos encontramos ante un documental y no una historia de ficción por la crudeza del relato pero, sobre todo, por la naturalidad que transmiten sus actores. En este sentido se refuerza el hecho de haber seleccionado a personas sin experiencia previa en actuación para brindarle una mayor veracidad al argumento. Como decíamos anteriormente, existen ciertos pasajes del film donde se puede ver una clara manipulación emocional (diversas situaciones a las que se tiene que enfrentar un niño o primeros planos y planos detalles que transmiten tristeza y dolor) pero, a la vez, también podría ser una realidad desconocida por todos nosotros y que se busca únicamente retratar los hechos que suceden en dicha sociedad. Sea de una forma o de otra, la película consigue conmover al espectador y enfrentarlo a un contexto crudo para generar conciencia y debate sobre los puntos de vista que plasma el film. Por otro lado, por momentos tenemos ocasiones que buscan aplacar tanto melodrama, apelando a la dulzura de su protagonista, que hasta podrá sacar alguna que otra sonrisa en la audiencia. Hacia la última parte del film la historia se vuelve un poco redundante y pesada, introduciendo una subtrama que cobra por instantes mayor importancia que la central, pero esto no logra opacar el resultado final de la cinta. En síntesis, “Cafarnaúm” nos relata una realidad cruda que, a pesar de caer en una manipulación emocional por momentos y volverse repetitiva hacia su conclusión, sale airosa a partir de la excelente actuación de un protagonista sin experiencia actoral previa, de un elenco que le brinda mayor veracidad y naturalidad al relato y un tono atinado elegido para contar una historia de estas características. Un cuestionamiento sobre las miserias humanas que podrá traer un debate posterior, pero que sin dudas generará algún tipo de sentimiento en el espectador.