Una odisea temática que cuestiona el concepto de religión. Paul Thomas Anderson es uno de esos cineastas que es la viva prueba de que lo que no importa es la cantidad sino la calidad. Tiene pocas películas en su haber, algunas separadas por unos cuantos años, pero difícilmente haya una película de este realizador que, y esta es una opinión personal, no me haya gustado. El de Anderson siempre fue un cine más temático que de cualquier otra cosa, con personajes pintorescos al milímetro, reconocibles por el espectador, que son los elementos con los que Anderson demuestra o refuta sus tesis. Para su último título Anderson toca una vibra que más de uno va a reconocer: la de la religión. Más precisamente en dos aspectos; la misma como la necesidad de creer en algo y, al aceptar esa creencia, el control mental en el que se introduce sin darse cuenta. ¿Cómo está en el papel? The Master es la historia de Freddie, un veterano de la segunda guerra mundial que tiene problemas en adaptarse a la posguerra. Cuando pierde su trabajo como fotógrafo, vaga por el país hasta encontrarse con Lancaster Dodd, el fundador de un movimiento filosófico-religioso llamado “La Causa”, que toma al perdido Freddie bajo su ala. Esto, palabras más palabras menos, es el argumento de la película, ya que no sigue la estructura de introducción, nudo y desenlace en el sentido tradicional, aunque no quiere decir que no la tenga y no la siga en ese orden. Como en todas las películas de Anderson, no hay lo que se dice una progresión sino que cada escena es un cuadro en una larga galería donde la actitud de los personajes es lo que domina la acción. La película tiene, entre otros temas y como mencionamos anteriormente, el rol que tiene el control mental en la religión (se sospecha que una de las muchas bases del guion de Anderson son los orígenes de la Cienciologia de L. Ron Hubbard), pero mucho más subyacentemente el de la creencia en uno mismo. Esto no se abarca del modo edulcorado que lo haría una película apta para todo público, sino que adopta una posición mucho más adulta sobre el concepto, y surge como el producto de la larga travesía de un personaje que se debe debatir entre ver si las creencias de esta religión funcionan para él o si la fe ciega que esta pretende es demasiado pedir. Que de paso cañazo, es el debate que mucha gente tiene con la religión, cualquier religión, en la actualidad. ¿Cómo está en la pantalla? La única diferencia marcada que existe entre este y otros títulos de la filmografía de Anderson, es que no mueve tanto la cámara como antes. Para este título abandona ese enfoque en favor de una cámara muchas veces estática, intimista y rica en primeros planos. Las actuaciones de Joaquín Phoenix y Philip Seymour Hoffman son excelentes; aunque muchas veces es más la del primero que la del segundo. Una de las mejores escenas de la película es una donde Hoffman le hace unas preguntas a Phoenix y el solo ver sus expresiones entre pregunta y respuesta llama la atención por lo que dicen con sus rostros más allá de la palabra. Conclusión Un título desafiante que indudablemente no es para todo el mundo. Si querés ver a dos grandes actores hacer lo que saben hacer mejor, mírala. Si te gusta el cine de Paul Thomas Anderson, mírala; mantiene la línea de sus anteriores trabajos. Si querés ver una interesante puesta sobre las religiones extraoficiales, mirala. Es una película muy difícil de catalogar y explicar en pocas palabras; pero, por otro lado, también lo es la temática en la que se mueve. Es una de esas películas de las cuales al salir te preguntas que fue lo que acabaste de ver… aunque ya lo sabes.
Zemeckis vuelve al live-action con un film fuertemente temático pero no por eso menos narrativo. Hay un director del cual debo decir que es uno de los pocos, poquísimos exponentes de lo que considero un uso RESPONSABLE de los Efectos Visuales, y cuando digo RESPONSABLE digo utilizarlos como herramientas narrativas en pos de acciones que no puede hacer la cámara, (No como otros). Ese director es Robert Zemeckis. Sólo por Volver al Futuro, ¿Quién Engañó a Roger Rabbit? y Forrest Gump ya merece estar en el panteón de los grandes. Después de Náufrago, Zemeckis se dedicó a hacer películas en Motion Capture como El Expreso Polar, Beowulf y A Christmas Carol. Justo cuando pensábamos que Zemeckis iba a hacer estas películas el resto de su carrera, hace un giro de 180 grados, respecto de TODO el cine que hacía hasta ahora y nos entrega, con una narración ingeniosa, una historia sobre la adicción y la responsabilidad. ¿Cómo está en el papel? Es la historia de Whip Whitaker (Denzel Washington), un piloto de aerolínea que gusta del alcohol y las drogas ––claro está, en exceso––, y que sin embargo salva con sus maniobras a 102 pasajeros de morir en un horrendo accidente aéreo. El tipo es consagrado como un héroe por cuanto medio de comunicación se te ocurra, pero ––que siempre lo hay–– cuando le hacen unos análisis, le encuentran un nivel elevadísimo de alcohol en sangre; lo que complica in extremis su situación ya que con el pasar de los días se mueren seis de los pasajeros. Dichas muertes podrían costarle a Whip la cárcel por homicidio no premeditado. El guión es una enorme travesía temática, que más que tratar sobre las dificultades de la adicción; trata sobre la responsabilidad que uno debe asumir ante sus acciones. Es una travesía donde Whip constantemente se convence a si mismo que es un héroe, y tiene razones para verse como tal, pero las utiliza como una excusa para seguir bebiendo y drogándose (excursus: no sé por qué se me ocurre un ejemplo argentino que da exactamente con este perfil), cayendo en una espiral descomunal de autodestrucción y mentiras a rolete que le cuesta amigos viejos, amigos nuevos, romances viejos, romances nuevos, al punto de llegar a una conclusión inevitable. Este guión tiene una GRAN cosa a favor y una GRAN cosa en contra. Lo que tiene a favor, y es un ejemplo digno de comparación con la mejor viveza criolla, es como nos meten en esta historia de adicción y responsabilidad. Porque este personaje y este conflicto son dignos de una de esas películas que pasan en Historias del Corazón con Virginia Lago, o un calco de Adiós a Las Vegas. Cualquier otro guionista, confiado de tener a un actor de peso en el protagónico, hubiera asimilado alguno de estos dos modelos, pero no John Gatins. Una maniobra inteligente del guionista de esta película (y de Zemeckis, pero ya llegaremos al rol que tuvo en este truco de magia) fue el hacer al espectador cómplice de Whip durante una gran parte de la misma. ¿Pero cómo conseguir esa complicidad? Sencillo, agarra al adicto en cuestión y lo pone en una profesión donde la adicción te puede costar todo, profesionalmente hablando, y lo pones a hacer una maniobra de salvataje ––compleja y bordeando en lo inverosímil, pero no por eso imposible–– digna del mejor cine catástrofe. Inicialmente, uno compra eso y lo apoya a Whip, deseando que se salga con la suya. ¿Pero qué pasa? A medida que se desarrolla la trama, el salvataje se vuelve menos un genuino acto de heroísmo y más una justificación para seguir con sus excesos y evadir sus responsabilidades, convirtiendo a Whip en un antihéroe en la más categórica definición de la palabra. Lo que tiene en contra es como se retratan esas adicciones. Están hechas de un modo tan grosero que bordean en la parodia. La película no tiene ni cinco minutos de empezada y Whip toma, fuma un “porro”, aspira cocaína y se da con el oxígeno de los aviones. Esto es por decir una sola escena. Comentaba, jocosamente, con la gente del staff que lo único que le faltaba al personaje es tomar vodka de un zapato de mujer como hizo Krusty el Payaso en una ocasión. Esta falta de sutileza es la que hace que la historia pierda una cuota razonable de credibilidad y lleva a la película a convertirse menos en un retrato dramático serio sobre la responsabilidad respecto de las adicciones y más a una publicidad de Luchemos por la Vida. Pero a pesar de las abolladuras arriba mencionadas, este avión llega a buen puerto. La manera ingeniosa en la que nos supieron meter en la historia nos hace disfrutar el viaje a pesar de todo. ¿Cómo está en la pantalla? Zemeckis es uno de esos directores que, en sus mejores títulos, ha entregado películas donde el viaje emocional del personaje va a la par de la estructura argumental. En El Vuelo, el viaje emocional lo es todo, y uno podría pensar, a priori, que a Zemeckis no le da el pine para dirigir un trabajo tan introspectivo. Les puedo decir con toda seguridad que Zemeckis sale más que airoso, y por más razones de las que se puedan imaginar. La palabra clave para definir el trabajo de Zemeckis en esta película es sutileza. Zemeckis elige sus puestas y mueve la cámara de un modo muy sutil, cosa que aplica a su dirección de actores; claro ejemplo de esto es una escena en donde Denzel Washington tiene una conversación en las escaleras de un hospital con un enfermo de cáncer y la que será su interés romántico. Dicha escena esta entre lo mejor de película. Pero claro, a esta película no le llaman El Vuelo porque sí. La escena del accidente no es una como Máxima Velocidad, donde un vehículo hace un giro increíble se mantiene por un segundo y luego vuelve a donde estaba. No, no, no, Zemeckis pone panza arriba el avión y te mantiene ahí con una tensión que solo un narrador hecho y derecho sabe pilotear. El cómo ejecuta esta tensión y como la sostiene, es su parte en el truco de magia que John Gatins concibió en el papel, y nos vuelve inmediatamente cómplices de Whip Whitaker, hasta que este cruza la línea. Cabe destacar el fundamental uso de la música que hay en esta película. Pero no hablo solamente de ritmo para acompañar el montaje, sino de jugar con el volumen (metiéndonos en la percepción del personaje), y sobre todo si uno presta atención a las letras se da cuenta que esas canciones no están ahí por accidente. Las letras reflejan claramente por lo que está pasando Whitaker. En el apartado actoral, tenemos una interpretación brillante de Denzel Washington en un rol muy complejo, cuya personalidad gana y pierde al espectador al mismo tiempo. Un antihéroe de aquellos, cuya dificultad para empatizar es lo que lo hace definitivamente solvente, probando por enésima vez su descomunal rango como actor. Por otro lado tenemos buenas interpretaciones de Don Cheadle, Kelly Reilly (a la que recordaran de Sherlock Holmes) y un John Goodman en el rol de un dealer que se roba la película cada vez que aparece. Conclusión: Un regreso triunfal al cine de carne y hueso de un director, que a pesar de elegir una historia muy “enrostrante” en su retrato sobre la adicción, no se puede evitar aplaudirlo por ir en un camino radicalmente opuesto al de toda su filmografía. Por elegir este camino menos transitado y una vez terminada la película, rogás que Zemeckis continúe en esta senda más adulta que ha adquirido; solo que con un guion que sea tan sutil como la dirección que efectuó en esta película.
Tarantino, aunque sin innovar y alargando demasiado, entrega una narración decente. Quentin Tarantino es uno de esos realizadores que el espectador reconoce inmediatamente. Y me quiero detener en esa palabra, “espectador”, ya que si bien todos los cineastas que se consideran tales lo fueron y/o lo son, Tarantino llevó ese título aún más lejos y lo utilizo como su formación para convertirse en un cineasta que divide aguas; o lo odian por “copiar” películas o lo aman por sus narrativas fragmentadas y sus peculiares personajes. Del mismo modo que Bastardos sin Gloria tomo su inspiración de una película italiana de Enzo Castellari, Tarantino recurre a otro título de la vieja patria, pero uno un poco más conocido para los que tenemos edad, Django. Ese personaje traído a la vida por el director italiano Sergio Corbucci, y que desde su estreno en 1966, ha inspirado una larga serie de películas, la mayoría no canónicas, cuya iteración más conocida es la de ese primer film que tiene como protagonista a Franco Nero. En esta versión, según el universo de Quentin Tarantino, aunque el protagonista no arrastra un ataúd, y de común solo tenga el nombre, es todo el Spaghetti Western que esa película era; aunque pone a prueba nuestra paciencia en la extensión del metraje. ¿Cómo está en el papel? Es 1858, dos años antes de la Guerra Civil. King Schultz, un dentista que ejerce como caza recompensas, consigue la libertad de Django, un esclavo negro que puede identificar a tres bandidos que Schultz está buscando. Pero Django también tiene su propia agenda ya que quiere rescatar a su esposa, Broomhilda, de un tratante de esclavos. Con esto sobre la mesa, vamos al desarrollo de la película. La primera mitad de la peli esta buenísima, vemos a Django y a Schultz en pleno desarrollo de su profesión; con los tiroteos a rolete que esto implica y los diálogos cool que uno espera de una película de Tarantino; todos casi siempre saliendo de la boca de Schultz. Pero llegada la mitad de la película, donde caen en la estancia de Calvin Candie, el esclavista que tiene a la esposa del protagonista, el film cae en una prolongada meseta con diálogos que no suman y no impactan. Aunque esta prolongación tiene su excusa para aumentar la tensión que desencadena las emociones que llevan al protagonista al desenlace, creo que un recorte no hubiera estado de más. Todo esto remata en un explosivo tercer acto donde el protagonista eventualmente consuma su venganza de una manera mas que rimbombante; no se preocupe, espectador, no le estoy arruinando nada; esta peli no tiene las sorpresas del desenlace de Bastardos Sin Gloria. ¿Cómo está en la pantalla? La mejor manera de definir el estilo visual de esta película sería una combinación de la escenografía de Lo que el Viento se Llevó con la fotografía de El Bueno, el Malo y el Feo. Hay un extenso uso del zoom y muchas sobre-exposiciones en la fotografía como si la peli hubiera sido filmada en los ‘70. Cabe destacar que las escenas violentas son excesivamente gráficas, incluso para un film de Tarantino; la sangre vuela como tempera reminiscente a La Pandilla Salvaje de Peckinpah. Párrafo aparte merece la música, en la que no falta Ennio Morricone para que el homenaje al Spaghetti Western sea total. También hace presencia la partitura de Luis Bacalov para el Django original del cual se inspira Tarantino. Por el lado de las actuaciones, tenemos una sobria interpretación de Jamie Foxx, a la altura del desafío. Leonardo DiCaprio otorga, con los excesos justos y necesarios, una caricaturesca interpretación del arquetípico patriarca sureño con aires de grandeza europea sin llegar a la parodia; cosa que si hace el personaje de Don Johnson. Pero señoras y señores, no cometan errores, la gran actuación de este título es incuestionablemente la de Christoph Waltz. Él se roba la película cada vez que aparece; la caballerosidad que extiende su personaje da gusto verla y oírla; a tal punto que el espectador ve una versión “buena” de Hans Landa, el anterior personaje que el austriaco compuso para Tarantino. Pero afortunadamente, le sabe sumar una comicidad al papel que lo hace diferente pero no menos carismático. Conclusión: Aunque con varios minutos de mas y una segunda mitad medio densa, Tarantino entrega un trabajo que condice con su reputación. No es ni por lejos el mejor trabajo de su filmografía, aunque sus personajes son el mejor motivo que podría tener el espectador para pagar boleto.
Un re-enactment que exige mucha paciencia del espectador pero lo compensa con una genial protagonista. Que la adrenalina mueve a la filmografía de Kathryn Bigelow eso nadie lo discute. Esto se nota desde los motoqueros de su primera película, The Loveless; pasando por los surfistas ladrones de bancos de Point Break; hasta el escuadrón anti-bombas de The Hurt Locker, que le permitió alzarse con el Oscar a la Mejor Dirección. Si bien entre el presente título y el anterior de su filmografía hay una conexión de lugar y tiempo, uno no puede evitar cocinar la pregunta de ¿Cómo insertar esa marca distintiva dentro de un relato en el cual las exigencias de su tema dejan poco lugar para esas liviandades genéricas? La respuesta bien podría ser que la adrenalina aquí tiene su lugar, solo que a diferencia de sus títulos anteriores no esta tan enfocada en el riesgo absurdo de la vida en sí mismo, sino que tiene sus raíces en la obsesión. A continuación, lo que reseño, es la narración que pusieron ante mis ojos; la veracidad, fidelidad o licencias sobre el tema que trata es completamente discutible y por lo tanto es un meollo que debe discutirse por fuera del aspecto cinematográfico. ¿Cómo está en el papel? Después del atentado del 11 de Septiembre, la CIA da inicio a una búsqueda frenética, que durara toda una década, del hombre más buscado del mundo: Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda. Maya, una agente novata de la CIA, forma parte del equipo que busca frenéticamente cualquier dato, cualquier persona por todo medio oriente que lo pueda llevar con él. Vamos a dejar en claro una cosa: El título es un documental filmado con las armas de la ficción. Mark Boal, guionista del film, hizo su tarea, y a lo largo de la película queda más que claro lo profundo de su investigación. Pero la película en un todo no es otra cosa más que un re-enactment en el que vemos visual ––o sonoramente–– cada uno de los pasos de la búsqueda. Para dar un orden a todo este desconcierto, Boal separa la historia en capítulos como si de un libro se tratara, y concibe al personaje de Maya, para que el espectador tenga una guía; un rostro humano aunque sea en lo mínimo indispensable, simplemente porque el relato lo exige. La primera mitad, en la que pasan volando los primeros nueve años de la búsqueda, es en donde está la carne de la película, en la que se nos muestra los diversos métodos de investigación e interrogación; Si, damas y caballeros, los controversiales métodos de tortura son reproducidos en el film. Su segunda mitad, sin embargo cae en una meseta y uno tiene la sensación de que la alargan como un chicle sin ninguna necesidad. Este alargamiento que consiste en las mil vueltas que da el gobierno para decidirse a mandar un equipo a la casa donde supuestamente se encuentra Bin Laden. ¿Cómo está en la pantalla? El tratamiento documental del film es notorio desde el vamos. Bigelow no solo usa la cámara en mano para adentrarnos en todo momento dentro de la búsqueda, sino que utiliza el sonido para sorprendernos y para empatizarnos con la búsqueda de Bin Laden. Su buen pulso, más que nada a la hora del montaje, consigue sobrellevar en los puntos mínimos e indispensables la meseta que significa la segunda parte de la película. También cabe destacar su sutileza en la resolución del film; no esperen a un Bin Laden brutalmente asesinado como el Peter Weller de Robocop. Bigelow tira los suficientes atisbos para que no hayan dudas. Llega una época para todo crítico de cine en la cual siente que debe manifestar su apoyo ante algo que la mayoría considera desdeñable. Es lindo cuando descubrís que no estás solo en tu opinión; pero, y a pesar de correr el riesgo que tu buen gusto quede cuestionado, uno debe ser honesto con lo que a uno le gusta aunque no sea lo más lindo del mundo. Aquí va, yo creo que Jessica Chastain entrega una interpretación formidable. En una película que no tendría ni que destacar por sus interpretaciones, Chastain le saca brillo a un personaje que a primera vista puede parecer desprovisto de emociones o carente de empatía. Lo de la carencia de empatía podría llegárselo a aceptar, pero en la carencia de emociones ahí es donde pongo el pie y digo “No”. El abanico de emociones por el cual circula Chastain a lo largo de la película es de lo más amplio: miedo, rabia, desesperación, frustración y un largo etc. que quedaría mejor explicado diciéndoles que simplemente miren la película. Es cierto, por la naturaleza del guion, este no exige un nivel emocional tan alto de sus intérpretes, pero lo que ella trajo a la mesa definitivamente hizo la película más llevadera. Es muy sencillo seguirle el paso, emocionalmente claro está, a una neurótica viuda de 23 años, o una octogenaria próxima a la muerte, o a una nena de 6 años sobreviviendo a un desastre de la naturaleza, o a una caritativa madre de familia que tuvo una experiencia similar; si, lectores, estoy apuntando a las nominadas al Oscar por Mejor Actriz de este año, y aunque sin desmerecer a ninguna de las candidatas, que se han ganado sus nominaciones con absoluta justicia, lo de Chastain fue algo mucho más desafiante, mucho más complejo y, por sobre todas las cosas, mucho más sutil en su desarrollo. Toma a un personaje que es una simple guía para que el espectador no se pierda, y tan solo con sus movimientos y sus expresiones le imprime un fondo, una historia y unas emociones a su personaje que el espectador tal vez no esté de acuerdo con ella, pero quiere seguirla hasta el final para ver cuál es el saldo. Es admirable el ejercicio de sutileza que pone en práctica Chastain, porque el mas mínimo exceso hubiera parecido forzado, tirando por la borda la interpretación y por ende a la película entera. Toda película que se precie de ser buena es sobre una transformación, y gracias a la interpretación de Chastain ––sobre todo en el plano que cierra el film–– esta película consigue ser considerada como tal. No es la mejor película de la historia, y hasta les diría que con el tiempo se va a convertir en una más del montón, pero ningún espectador se hubiera animado a seguir este viaje si no fuera por ella. Bigelow y Boal le deben y mucho. Conclusión 2 horas y media de película, llevados a suficiente buen puerto por una más que habilidosa directora, que aunque hace un despliegue admirable, ha sabido concebir mejores títulos. Su actriz principal no es uno de muchos motivos, sino que, diría yo, es el único motivo que hace que esta película trascienda antes de caer en el olvido.
Una trama bien pensada pero mal operada. Las odiseas inmigratorias siempre hacen historias interesantes. El prospecto de una persona que se va a un país distinto al suyo, y por ende con un idioma y una cultura totalmente diferentes, siempre son carne para una buena historia. Pero lo que verdaderamente hace que esta valga la pena son los motivos que impulsan ese viaje y/o el deseo de permanecer. Ya que ese motivo puede marcar la diferencia entre algo que el público general pueda ver y algo que solo tiene sentido como una anécdota entre amigos. Este título tiene muy presente esa diferencia, aunque en su desarrollo parece que se quedó solo en eso: en una idea. ¿Cómo está en el papel? El film cuenta la historia de María, una joven argentina que va a Paris, huyendo de una tragedia reciente y consigue hospedaje en el departamento de Jerome, un fotógrafo recién divorciado. La trama se complicara cuando pierde su trabajo por no tener los papeles de inmigración en regla, y se ofrece a posar desnuda para Jerome como forma de pago por el cuarto. Todo está prestado para una buena historia; las preguntas están ahí. Pero el desarrollo es infortunadamente lo que empieza a jugar en contra. La introducción toma eones en concretarse y cada vez que la película se adentra en un conflicto jugoso, vuelve a caer en una meseta. Cuando la protagonista explica que es lo que la trae a Paris, la explicación es intensa, incluso turbia, pero no creíble. Esa falta de credibilidad termina por perder al espectador, y para rescatar su atención, el guion empieza a meter tórridas escenas de sexo al voleo. El desenlace es poco satisfactorio, principalmente porque a lo largo del desarrollo se descuidan los elementos que componen el conflicto y los desperdician en trivialidades. ¿Cómo está en la pantalla? Técnicamente es decente, la película se las ingenia para crear climas de oscuridad tanto en interiores como en exteriores que apuntan a reflejar los sentimientos de la protagonista. Se destaca su esfuerzo, pero es solo eso; un esfuerzo. Belén Blanco, la actriz protagonista, refleja muy bien la tristeza de su personaje. Si hay algo que al espectador le queda claro al ver su expresión es que ella está huyendo de algo. Infortunadamente, no es una de esas intérpretes que puede bordear las monumentales fallas de un guion; al contrario, las acentúa y mucho. La desnudez, tanto literal como metafórica, a la que se sometió para dar sentido a su personaje es aplaudible solo por el nivel de su compromiso. Conclusión Un título de pulso lento que abarca un conflicto prometedoramente profundo, solo para rellenarlo con personajes que hacen poco y nada, y lo poco que hacen no consigue destacar o atraer.
Vuelve el Arnold que todos conocemos y amamos. Con Terminator 3: La Rebelion de las Maquinas (película que considero entretenida pero no canónica; yo me quedo con el esperanzador final de la 2 y que me dejen de hinchar con el juicio final impostergable) marco la última vez que vimos a Arnold en un protagónico; papeles chicos tuvo miles pero nunca un protagónico hecho y derecho. Pero ahora que sus responsabilidades con el Estado de California han llegado a su fin, el Austriaco mas querido por todos vuelve al ruedo y con una historia a su medida. ¿Cómo está en el papel? Ray Owens (Arnold) deja la Policía de Los Ángeles para ser el Comisario de un apacible pueblito en el que no pasa nada, pero nada de nada, hasta que un narcotraficante que se encamina para México, huyendo del FBI, teniendo al pueblito de Arnold en su ruta de escape. Lo que le pone mostaza a la situación es el hecho de que los esbirros del narco le matan a uno de sus muchachos y decide tomar venganza. Un aplauso para el guionista Andrew Knauer, que tomo el molde guionistico de arquetípica pelicula Arnoldera de los 80/90 y la amoldo para la actualidad. Tenemos todos los ingredientes: Un super-duper-especialista que busca paz en un pueblito remoto, Check; Un narcotraficante psicópata y aparentemente invencible, Check; Un jovencito que busca acción en medio de la nada y cuando la encuentra es recompensado con una muerte horrible que motiva a Arnold a declararle la guerra a los malos, Check; Frases hechas, pero de esas que nos encanta oír de la boca de Arnold, Check; Comic Relief a cargo de un comediante de moda, Check; El Federal Bueno que quiere tratar de hacer todo por las buenas a cargo de un actor premiadísimo y de método, Check. Montaje en el cual preparan las armas, Check. Se estarán preguntando ¿Cuál es la innovación, Santi, porque todo esto parecen ser un montón de clichés?. La innovación, queridos lectores, es la de combinar toda esta acción con el más duro western. Una mezcla, y por ende, un estilo deudor del mejor título de John Carpenter. Esta la barricada, el duelo final, el ritual de “ganarse” la placa de comisario. Si, ya se, ya se, estos también son clichés. Pero la ensalada que conforman les quedo demasiado deliciosa. ¿Cómo está en la pantalla? Arnold está en un rol que le calza como guante y hasta aprovecha para reírse de sí mismo y de sus 65 primaveras, que no le juegan para nada en contra. Forest Whitaker entrega un despliegue actoral a la altura de su trayectoria, y Eduardo Noriega, si bien interpreto malvivientes en el pasado ––Plata Quemada por ejemplo; genial laburo suyo–– todavía le falta tomar mucha leche para interpretar un supervillano como el que exige esta pelicula. Pero lo que entrega aquí es lo suficiente para que el espectador compre y se quede hasta el final. Johnny Knoxville aparece lo justo y necesario, sus chistes son cortitos y al pie pero efectivos. De la técnica mucho no voy a hablar. Buena foto y excelente montaje; no por lo abundante sino por lo sobrio, incluso para las escenas de acción. El director, Kim Jee-Woon, supo mantener la tensión en todo momento. Conclusión: Un regreso a la forma, y con una historia a su medida, de uno de los héroes de acción más queridos por todos. Una mezcla de acción del más alto octanaje con el más tradicional de los westerns que es un festín digno de la mejor emisión de Sábados de Super Acción.
Un buen entretenimiento que daba para mas que ser solo eso. …Y llego el día, nomas. En los viejos albores de Mayo pasado, un tráiler me voló la peluca como ningún otro. Yo, el que nunca publica un tráiler ni de casualidad, hice una excepción con este título porque prometía: Un excelente ensamble de actores, tiros y cosha golda en la Los Ángeles de los ’40., una estética visual impecable. En definitiva: Una Los Intocables con la estética de Los Ángeles al Desnudo. Tristemente el resultado final es una película que si bien alcanza el nivel estético de esas dos películas, olvida ––y hasta trivializa–– lo que verdaderamente las hizo grandes. ¿De que la va? Mickey Cohen (Sean Penn) es un mafioso que tiene a la ciudad de Los Ángeles a su merced. Un imperio de Prostitutas, Juegos Ilegales y Drogas que sostiene gracias a la compra de varios jueces, concejales y policías. Para poner un alto a este maleante, el Jefe de la Policía Bill Parker (Nick Nolte) le pide al Sargento John O’Mara (Josh Brolin) que conforme un escuadrón para desbaratar los negocios ilegales de Cohen, ya que matarlo o arrestarlo solo dejaría un sitio vacante para que otra escoria como él tome su lugar. ¿Cómo está en el papel? Stephen J. Cannell, creador de la serie Brigada A, dijo una vez: “La estructura es lo que te hace seguir la historia. Los personajes es lo que te hace amarla.” Esta frase es crucial para entender la principal falla que tiene Gangster Squad. La película está excelentemente estructurada, los puntos de giro se activan cual mecanismo de relojería; las escenas de acción están no solo muy bien armadas sino muy bien pensadas en lo estratégico. Pero ¿Por qué siento que a esta espectacular montaña rusa le está faltando algo; algo que a una película “Basada en Hechos Reales” no le puede faltar jamás? Esa “alma” que hace que al espectador le importe lo que le sucedan a estos personajes. La película carece completamente de eso; al espectador le da igual lo que les pase. Ese es el serio problema que le impide a este título sobresalir más allá de sus virtudes visuales y actorales. Profundicemos en este aspecto. El Personaje de Josh Brolin es el que más o menos tiene el personaje más armado de la peli por el simple y sencillo hecho de ser el protagonista. Su motivación para hacer lo que hace no es vendida del todo, pero lo es lo suficiente para seguir el viaje que ofrece la película. El Personaje de Ryan Gosling, el otro protagónico, el deuteragonista si se quiere, es un ladies man que también presenta una motivación que al espectador le cuesta tragar, pero que también la compra solo por el sencillo hecho de que su personaje es solo un rostro bonito para el cual combinar con el personaje de Emma Stone. El personaje de Emma Stone está prácticamente de adorno, es solamente “la chica de la película” y nada más que eso. No tiene una motivación y cuando la tiene parece muy metida con calzador. Un personaje cuya existencia queda tan colgada en el aire, que la revitalizan a los ponchazos al cierre del segundo acto por el simple y sencillo hecho de que no podían dejar inconcluso el arco de su personaje. El personaje de Giovanni Ribisi es el compás moral de este grupo. El que siempre cuestiona si el fin justifica los medios. En vez de ser constante, surge solamente dos veces en toda la película y las dos veces genera la misma sensación que el desarrollo personaje de Emma Stone. El personaje de Robert Patrick, uno de los mejores de la peli, es reducido a un par de frases filosóficas de vaquero y a hacer despliegue de sus habilidades con el revólver. Los otros son sencillamente estereotipos; ni más ni menos que eso. El villano que compone Sean Penn es tratado solo superficialmente. Es un matón malhablado y ambicioso. Pero su villanía esta mas demostrada en los gráficos asesinatos que lleva a cabo más que las acciones y pensamientos de su personaje en sí. Ahondemos ahora en otro punto flaco de la cuestión que es el “triángulo amoroso” que hay entre los personajes de Gosling, Stone y Penn o directamente la “subtrama amorosa” que hay entre los dos primeros que es lo mismo; lo que quiero decir es que ambos conceptos son presentados pero jamás desarrollados. En cualquier otra película liarse con la mujer de un mafioso es una situación de peligro constante aun siendo un oficial de la ley, pero de la cual no pueden zafar porque están demasiado involucrados el uno con el otro. Su “historia de amor” no se siente; después de una introducción que no tiene nada que envidiarle a una película de los años 40, los vemos tres veces juntos: En la cama, en la casa Mickey Cohen y en el departamento del personaje de Gosling. Estas tres escenas son de muy corta duración y no ahondan o muestran nada concreto por lo cual uno se “enamora” del otro. Pero la prueba cabal de lo antes mencionado es cuando Cohen está viendo con sus secuaces una película de cuando era boxeador y le profiere sutil y subtextualmente una amenaza al personaje de Emma Stone. Sabemos lo que quiso decir, sabemos su intención, pero no sentimos la maldad de la amenaza. El único personaje que está desarrollado como la gente es el de la mujer del personaje de Josh Brolin. Es el único personaje que tiene un objetivo concreto y un desarrollo concreto, y oh, sorpresa, cuando está en peligro, al espectador le afecta; cosa que jamás pasa con ninguno de los otros personajes. ¿Cómo está en la pantalla? Estéticamente no se le puede reprochar nada a esta película, la fotografía es excelente; una iluminación prodigiosa apoyada por una cámara que a menudo hace énfasis en las altas velocidades, una dirección de arte es impecable y detallada in extremis. Hay momentos de violencia que son dignos de la más explícita novela gráfica. Las actuaciones son fenomenales, desde el primer hasta el último actor; uno ve tanto talento que da lástima que lo hayan puesto al servicio de unos personajes tan, pero tan, chatos. A base de carisma, dejan su nivel actoral bien alto, justificando así el pago del boleto. Por esto, me refiero a todos; desde el Oscarizado Penn pasando por los potables Brolin y Gosling, hasta los otros miembros del reparto. Emma Stone, una actriz que ha demostrado que es algo más que un rostro bonito, es desperdiciada y reducida a un cliché que no necesitaba de un talento ––ampliamente demostrado en otros títulos; Easy A en particular–– como el suyo; cualquier modelito en su lugar hubiera hecho la misma faena y no se hubiera notado la diferencia. Párrafo aparte merecen dos actores: Mireille Enos, por su interpretación de la mujer del personaje de Brolin; no solo encara el personaje con mucha emoción y credibilidad, sino que su química con Brolin y una brevísima ––pero potente–– escena con Gosling están entre lo más alto de la película a nivel interpretativo. Por otro lado, Robert Patrick, nuestro querido T1000, que con su Max Kennard, finalmente logra ser algo más que el asesino de metal liquido; le imprime a su personaje un carisma y una actitud con las que el espectador se encariña; al punto que uno se queda con las ganas que le hayan dado más desarrollo a su personaje; obviamente le ladramos al árbol equivocado. Conclusión El tráiler prometió una película de acción y eso fue lo que entrego; ni más ni menos, y si ese fuera su propósito el resultado sería distinto. Pero con este reparto al frente, no engrupen a nadie; querían ser los nuevos Intocables y la joda les salió mal. Lo que ignoraron los realizadores, que lo que hizo grande a esa película, aparte de un desarrollo satisfactorio de los personajes, fue el debate entre seguir las reglas y torcerlas para poder salvar vidas. Un debate que acá se plantea muy superficialmente y se abarca del mismo modo y a lo bruto. Pero, a pesar de todo, lo que si logra como entretenimiento no puede ser ignorado. Es una de esas películas que si sos un espectador exigente, te va a parecer horrible. Pero si te concientizas que vas a entrar a ver dos horas de tiroteos sin límite y nada más que eso, probablemente la pases de lo lindo y si ese es el caso, te recomiendo ampliamente Gangster Squad. Lo que es cierto, en cualquiera sea el bando al que pertenezcas, lector, esta es una película que olvidaras ni bien comiencen los créditos finales. Un potencial que se echa a perder por no poner un poquito más de tiempo y presupuesto en unas resmas de papel carta.
Un divertido entretenimiento para los chicos. Llegan las vacaciones, y para aquellos que todavía no van de vacaciones o volvieron de las mismas, los chiquitines se ponen inquietos y algún divertimento hay que tener a la mano para calmar su aburrimiento. El título a continuación es una linda propuesta destinada a ese fin. ¿Cómo está en el papel? Esta es la historia de dos tortugas marinas, que junto a sus crías, son atrapadas por un cazador furtivo. Cuando dichas crías logran escapar, las tortugas terminan en un acuario de última generación. Entonces las crías emprenden una búsqueda frenética para dar con sus críos. La narración está claramente separada entre la historia de las pequeñas tortugas buscando a sus abuelos con la ayuda de un pulpo, y por otro lado la experiencia de las tortugas mayores en la cárcel que significa el acuario. Algo así como una Buscando a Nemo a la inversa; un poco en broma un poco en serio (Un pez payaso hace su aparición a mitad del metraje; broma que les salió redonda a los realizadores; en la privada un nene grito: “Mira papá, Nemo”). Si bien los personajes protagonistas son los arquetípicos bonachones y el malo es la arquetípica “mente maestra” con sus secuaces de pocas luces que se encuentran en cualquier película de esta naturaleza, la película aprovecha para meter algunos personajes interesantes, tales como Jimbo, el pez gota que se hace el muerto. La acción está bien dosificada y cumplirá el objetivo de mantener a los niños interesados; aunque yo no haría mucho caso del mensaje ecológico que clama tener la película. Digamos que esta transmitido de un modo poco adecuado. Pero a pesar de todo no afecta al impulso narrativo del film que está bastante bien encaminado. ¿Cómo está en la pantalla? La animación está bastante bien y el 3D está bastante bien aprovechado; los personajes, los escenarios, los fondos. Los realizadores querían meternos ahí mismo con los personajes y lo consiguen; no es una revolución de la tecnología, pero para el objetivo que se proponían está bien. Conclusión: Ideal para los peques que van a pasar un lindo rato en el cine. Para los adultos que deban acompañarlos; es una hora y media, muchachos; no es nada.
Los creadores de El Orfanato cambian de género, pero meten otro golazo de media cancha. Me habían notificado sobre la hora que tenía que ir a una privada de una película intitulada Lo Imposible. Inmediatamente busque la película en IMDB y debo decir que el prospecto de ver la historia ––basada en hechos reales–– de una familia que sobrevive a un tsunami con Naomi Watts e Ewan McGregor en los protagónicos, parecía indicar que lo imposible era que esta película me gustara. Luego me entere que quien dirigía la película era J.A. Bayona, director de ese peliculón de terror ibérico llamado El Orfanato; pero pensé que este título podría ser ese cambio de timón que tienen de tanto en tanto los directores. Viendo la ficha de IMDB, descubrí también que este nuevo film de Bayona está escrito por Sergio Sánchez, el mismo guionista de El Orfanato; lo que pinta a este caballo de otro color. Infortunadamente a mi Internet le agarra un leve patapufete, y me quedo sin ver el tráiler. La curiosidad me carcomió mientras dormía, mientras desayunaba, mientras me duchaba, mientras salía de mi casa, mientras me tomaba el subte, mientras me tomaba la combinación de ese subte, hasta que llegue a la sala. Me entregan la gacetilla, con comentarios del director, la leo y para hacer corta una historia larga, pensé “Santi, cuando llegues a casa y prendas el procesador de texto, tené el meme de Virginia Lago a la mano.” Gracias a Dios, este no fue el caso, a continuación les cuento por qué: ¿Cómo está en el papel? La película tiene un guión armado como un mecanismo de relojería. La introducción, nudo y desenlace de la trama están ajustados al milímetro. Se invierte el tiempo justo y necesario tanto en la presentación de los personajes así como de su psicología ya que se tiene presente que la carne del relato es la historia de supervivencia. Cabe destacar la manera en la que se elige presentar al tsunami que desencadenará el conflicto a través de pequeñísimos detalles que están más a la mano de cualquiera. Ya pasado el tsunami, el segundo acto se divide claramente en dos mitades: la primera, ni bien pasa la tragedia, tiene a Naomi Watts y a su hijo de ficción surcando Tailandia en busca de su esposo y sus otros dos hijos; la segunda tiene a Ewan McGregor y los otros dos hijos del matrimonio haciendo lo mismo. No puedo hacer mayor profundización en el argumento sin arruinarles el goce de verlo por ustedes mismos. Solo puedo decirles que la película consigue transmitir con creces su mensaje de conservar la humanidad, la caridad y la esperanza sin importar lo adverso de las circunstancias. Cuando uso el término “adverso” lo uso en el más categórico sentido de la palabra. El sufrimiento, físico y emocional, que experimenta esta familia le cala al espectador dentro de lo más hondo, al extremo de preguntarse si tendría la misma entereza de espíritu en una situación similar. Pero lo más importante de todo, es que encuentran una manera de narrar este sufrimiento sin necesidad de ningún golpe bajo o un heroísmo exagerado. Hay escenas donde los personajes muestran un enorme humanismo sólo para romper a llorar de desesperación en la escena siguiente. ¿Cómo está en la pantalla? Intachable desde donde se la mire. Tire un apartado, lector, el que sea, y le puedo garantizar que esta película lo borda de una manera excelente haciéndolo parte fundamental de la narración. Las decisiones de dirección de Bayona son impecables. Desde el uso del sonido, pasando por las cautelosamente compuestas puestas de cámara, hasta por el estratégico uso de las elipsis en el montaje. En el apartado actoral, destacan todos, y cuando digo todos, digo todos. Ewan McGregor entrega una actuación muy sincera que matiza el más determinado coraje con el más desolador llanto. Los niños actores entregan una madurez actoral inusual para personas de su edad. Pero la que se lleva las palmas en este apartado es Naomi Watts, cuyo personaje, y sobretodo su interpretación, son la brújula moral y el corazón de la temática humanitaria a la que se dirige la película. Una interpretación que no tiene el más mínimo desperdicio, con particular énfasis en el inicio del segundo acto. Hasta los pequeños cameos ––atención con Geraldine Chaplin–– están bien. Conclusión Muchas veces a un espectador le resulta atractivo ver lo peor de la naturaleza humana, ya que cuando se trata de mostrar lo mejor lo hacen de un modo que no engancha, y los que narran estas historias se excusan diciendo “es la realidad”. Bueno, la historia que aquí se cuenta es la realidad, pero en un marco de acción y aventura que es únicamente el plato donde se sirve la historia más suculenta de esta familia, que aun sabiendo que tenían grandes chances de enfrentarse a lo peor, eligieron no bajar los brazos. No le estoy arruinando el final, espectador; se lo que le digo. Esa es otra prueba del increíble talento de Bayona y compañía, el haber sabido sostener cerca de dos horas un relato donde el cómo termina no es tan relevante comparado a la travesía que los lleva a ese punto. Una narración extraordinaria de gente común que es una Alta Peli con todas las letras.
Un despliegue visual y actoral intenso, pero con descuidos guionísticos. El Acta Volstead, mejor conocida como la Ley Seca, ha dado rienda suelta a la diseminación del crimen organizado durante las décadas del 20 y del 30 en los Estados Unidos. Gangsters de todo tipo vieron el negocio enorme que podían sacar de esta prohibición, o mejor dicho de la ridícula pretensión del gobierno de frenar el libre albedrío de la gente. Desde su revocación en 1933, hubo hasta la fecha decenas de películas que han retratado esta lucha tomando cualquiera de los lados de la ley, en las que tanto protagonistas como antagonistas son tipos duros que no dan el brazo a torcer. Esta película, aunque con un complejo estilo visual, no es una excepción. ¿Cómo está en el papel? Es simplemente una historia de un trio de hermanos que trafican con licor ilegal durante esta Prohibición, a quienes se les complican las cosas cuando las autoridades y la competencia pretenden tener parte de sus ganancias. La película empieza de un modo bastante inteligente con los tres jóvenes hermanos intentando matar un chancho con una escopeta. El más jovencito, titubea, no quiere hacerlo. Entonces su hermano mayor toma la escopeta y sin el más mínimo reparo le vuela la cabeza al chancho. Mejor establecimiento de tema imposible; hasta incluso es rectificado por el personaje de Tom Hardy cuando le rectifica a Shia LaBeouf: “No es la violencia lo que diferencia a los hombres, sino hasta donde es capaz de llegar.” La única pena es que esta introducción temática está casi de adorno y da inicio a una seguidilla de gráficos hechos de violencia que son más producto del relato de una crónica policial más que de una progresión o necesidad dramática; no olvidemos que la película está basada en un hecho real. La película tiene una estructura básica que no es muy diferente de los films de este género que vimos anteriormente y con esto en mente, aprovecha más para desarrollar a los personajes de la trama; suponiendo que haya algo que desarrollar. Pero ese desperdicio a nivel tema que antes mencioné, vuelve para morderlos en el traste en el 3er acto con el personaje de Shia LaBeouf, al que el espectador estará más atento por ser su personaje el que experimenta las mayores transformaciones, encontrando la solución a su problema interno a manos de otra persona. Si lo ven, dirán que es una nimiedad, pero una nimiedad que significaba la diferencia entre una resolución satisfactoria y una que no lo es. ¿Cómo está en la pantalla? La fotografía y la dirección de arte están excelentes. John Hillcoat, director de La Carretera, nos mete con mucho éxito en el universo que transcurre la película. Los encuadres están compuestos con mucho buen gusto, un buen gusto que proviene de una búsqueda de eludir, al menos desde el aspecto visual, los lugares comunes que el guión no puede evitar. Por el lado de las actuaciones, Tom Hardy y Guy Pearce entregan sin lugar a duda las mejores actuaciones de la película; sobre todo Guy Pearce con un villano sádicamente pintoresco. Jessica Chastain y Mia Wasikowska, a pesar de que el guión deposita de una forma muy superficial en ellas el rol de interés romántico de los protagonistas, entregan dentro de sus limitaciones pequeñas perlas de talento acorde a los elogios que ambas interpretes han recibido durante los últimos años. Son bellas, pero también talentosas, estaban necesitadas de personajes más jugosos que las simples “Novias de…” que Nick Cave escribió para ellas. Gary Oldman, aunque brilla en lo poco que aparece en el metraje, uno siente que su personaje no tenía la profundidad suficiente para necesitar de un actor de su talento. Conclusión Una película que sale adelante por el carisma de sus actores y la pericia narrativa y visual de su director. No va a pasar a la historia, pero sirve para pasar el rato.