A algunos proyectos es mejor bajarle la persiana Hay veces que es mejor dejar alguna ventana cerrada. Las re-interpretaciones en el cine ocurren cada dos por tres. Desde la obra maestra que se te pueda ocurrir hasta de películas mediocres o las que son definitivamente malas. ¿El por qué? Bueno, la interpretaciones de las historias suelen ir cambiando con el paso del tiempo, algunas quedan obsoletas o envejecen mal. Otras, la mayoría (si son de las buenas), perduran y entran en una categoría que está siendo bastante explorada últimamente y pueden reflejarse en una simple expresión: “No era necesario”. Sin serlo específicamente, esa es la primera gran sensación de The Woman in the Window (2021) del laureado director Joe Wright, director de la aclamada popularmente Orgullo y Prejuicio (2005). Ahora vamos a lo nuestro y al por qué de semejante introducción; La trama de ésta cinta trata sobre Anna Fox (Amy Adams) una mujer que vive sola en su casa, de la cual no puede salir por sufrir agorafobia y que en un primer vistazo está luchando con el dolor de haber perdido a su pareja y de sufrir demasiado su dificultad para salir de su hogar, por todo esto, ella se dedica a espiar a sus vecinos (¿ya ven a qué iba la introducción? 🙄) Todo va a cambiar para Anna cuando una noche, su vecina (Julianne Moore) llame a su puerta y después de encaminar lo que parecería ser una amistad a futuro, al regresar a su casa y Anna a su espionaje nocturno, es testigo de como su nueva amiga es asesinada en su departamento. A partir de ese momento, desesperada por lo que acaba de ver, Anna deberá convencer a la policía local de que su vecina fue asesinada por su esposo (Gary Oldman) en lo que será un tira y afloje interminable hasta tal punto que Anna deberá hacer lo imposible para demostrar su cordura. LEER Fear Street: Horror adolescente recargado Por si no se han dado cuenta o no son muy seguidores del cine clásico, esa es básicamente la trama de La Ventana Indiscreta (1954), una de las obras más reconocidas de Alfred Hitchcock. Pero ojo, que ésta no es la primera vez que alguien quiere usar su fabulosa premisa y contar su propia historia ya que en 2007 y bajo el nombre de Paranoia el director D.J. Caruso y la estrella Shia LaBeouf hicieron una re-interpretación honorable que incluso el mismo Hitchcock estaría orgulloso de ellos. Pero ese no es el caso con ésta película ya que no sólo se da el tupé de calcar planos y movimientos de cámara de aquella icónica película del 54 pero con eso no basta y ni siquiera alcanza para salvar un guion totalmente errático y repleto de elementos que hacen dudar al espectador de si seguir viendo la cinta o no. Tracy Letts y A.J. Finn son los encargados de escribir el guion en donde metieron, y mezclaron, cuanto estilo pudieron y quisieron. Tiene drama, tiene terror, tiene surrealismo, tiene momentos de slayer y algún que otro segmento en donde quisieron jugar en el terreno onírico pero sin ir a fondo. Pero claro, todo esto viene en un paquete vendido con moño como lo es el gran desarrollo técnico de la película. Los movimientos de cámara, la fotografía, la musicalización. Todo es bastante bello de ver y oír, pero el contenido es tan poco destacable que toda la labor técnica se ve desperdiciada. Quizás el único aliciente que tenga la película y lo que haga que sea una producción que todos la tengan en su lista de pendientes, es el sobresaliente elenco que tiene ya que, más allá de Adams, Moore y Oldman, están Wyatt Russell, Jennifer Jason Leigh y Anthony Mackie. Obviamente todos ellos atados a las páginas de un mal guion lo máximo que pueden hacer es intentar trasponer las emociones de los personajes y eso lo hacen relativamente bien. Básicamente el gran problema de ésta película que mucho prometía y al final poco otorga, es la cantidad innecesaria de aspectos por abarcar y no centrarse en uno sólo. No está mal querer jugar con varios estilos y géneros, pero con una limitada cantidad puede suceder, no con tantos. Por eso hay veces que es mejor mantener algunas ventanas cerradas.
Disney en piloto automático The Rock y Emily Blunt se embarcan en una aventura por el Amazonas en una búsqueda épica por el bien de la humanidad. Después de haber remasterizado en live action todos sus clásicos animados, Disney vuelve a dar un poco de “aire fresco” a sus estrenos anuales y vuelve a focalizarse en hacer películas cuyo origen no tenga nada que ver con alguna obra literaria; En esta oportunidad la empresa del ratón se encarga de adaptar uno de los juegos mecánicos que se encuentra en uno de sus parques conocido cómo Jungle Cruise, mismo mecanismo del cual surgiera una de las franquicias más rentables que supo tener Disney como lo fue Piratas del Caribe (2003) una saga que tuvo un gran impacto con sus primeras tres entregas pero que después esa idea fresca e innovadora terminó agotándose. Con esos pergaminos era sólo una cuestión de tiempo para que la fórmula se viera recreada y luego de estar más de 15 años en el proceso, con cambios constante de guiones, protagonistas y demás Jungle Cruise (2021) vea la luz del día gracias a, entre otras cosas, sus dos caras protagónicas: Emily Blunt y Dwayne “The Rock” Johnson. Ahora bien, ¿De qué va la película?, la Doctora Lily Houghton (Blunt) es una especialista en botánica que creció escuchando las leyendas de un árbol cuya flor otorgaba a quienes lo encontrasen diferentes poderes curativos de todo tipo hasta tal punto de concebir la vida eterna y junto con su hermano MacGregor (Jack Whitehall) se han cansado de recibir destratos de los diferentes líderes académicos del Londres pre primera guerra mundial. Pero Lily, quién es una mujer que no se deja amedrentar por las autoridades, termina descubriendo un dato que podría resignificar su investigación por completo, encontrando el lugar exacto en donde yace el árbol que ella se encuentra buscando desesperadamente. Su viaje llevará a los hermanos Houghton a las inexploradas aguas del Amazonas en Brasil, pero antes de comenzar su periplo por las turbulentas aguas del río deberán conseguir un capitán que conozca esas aguas y dicho marinero es ni más ni menos que Frank Wolff (The Rock), un conocedor a fuego del Amazonas que se dedica a programar diferentes paseos para los turistas a bordo de su vetusto más no inservible navío. Así, los tres se embarcaron en la búsqueda de una leyenda que pueda cambiar el curso de la historia, al mismo tiempo que escapan de otras personas que buscan el mismo árbol pero para propósitos más oscuros y menos amigables. Dirigida por el catalán Jaume Collet-Serra, quién es el director que está filmando Black Adam (2022), y escrita por Glenn Ficarra, John Requa y Michael Green la película tiene como fuerte ser una simple película de aventura de la cual no se espera, y no otorga, ningún tipo de doble interpretación ni de propósito oculto. Dentro de las poco más de dos horas de duración la cinta no se toma prácticamente respiro y a cada momento se dan situaciones de riesgo para los personajes, de constante emoción y de entretenimiento garantizado. Básicamente logra algo clave para una película de aventura para toda la familia que es no ser aburrida. Ahora bien, de la misma manera que sucede esto, que es bastante destacable, la película es tan básica desde su concepción que no logra cautivar al público porque cada una de las partes de la trama que conforman la totalidad de lo que se quiere contar ya se vio antes en múltiples cintas del género. A simple vista se pueden ver similitudes con los Goonies (1985), la ya mencionada saga de Piratas del Caribe, la saga de la Momia de Brendan Fraser y obviamente, quizás la mejor de ese rubro, una gran similitud con el universo de Indiana Jones, que próximamente tendrá su quinta entrega con el interminable Harrison Ford; Todas historias y películas que tienen a la aventura cómo gran motor conductor pero que se diferencian enormemente una de la otra por diferentes cuestiones que no vienen al caso ahora mismo, salvo por una: la identidad. Jungle Cruise renuncia a tener cualquier tipo de identidad o aspecto que las diferencie del resto y en cada momento que esa distinción puede hacerse presente, la dirección y el guión (no se descarta el estudio), optan por la fácil y no jugársela nunca. Otro aspecto en el que a priori la cinta debería funcionar es en las actuaciones, aspecto en el que por separado todos y cada uno de los miembros del elenco funcionan bastante bien pero que al querer funcionar como “pareja” falla en el intento. La química entre The Rock y Emily Blunt brilla por su ausencia y nadie podría jamás creer que sus personajes tienen algún futuro romántico en el horizonte. La pieza que termina funcionando a la perfección es la de Jack Whitehall que con un rol totalmente secundario y complementario va de menor a mayor en la cinta y logra establecerse como uno de los mejores personajes. El elenco se ve completado por Jesse Plemons, en un nefasto e inmediatamente olvidable antagonista, y por Edgar Ramírez y Paul Giamatti quienes con pequeñas apariciones y escasos minutos hubiera sido aceptable verlos un poco más Jungle Cruise es una película divertida y aceptable, ni más ni menos que eso. Lejos está de ser una maravilla del entretenimiento pero tampoco es un desastre cliché, es básicamente Disney y otro producto diseñado y manufacturado en piloto automático, pero que esta vez, logró llegar a la orilla y no hundirse.
El silencio tiene que ser total La secuela de la aclamada ópera prima de John Krasinski llega a los cines. Después del furor inmediato y casi unánime que causó A Quiet Place en 2018, mucho se especuló con la continuación de la historia pensada, dirigida y, en ese momento, protagonizada por John Krasinski. Una sensación que en principio no convencía por el buen resultado que la, ahora, primera entrega había ofrecido y continuar esa historia parecía poco necesario. Pero secuelas van y secuelas vienen y finalmente la Parte II ya está entre nosotros. En esta segunda entrega, ya sin la presencia de Lee (Krasinski), la familia Abott ahora liderada por Abby (Emily Blunt) deberá empezar a trasladarse por la ciudad para encontrar un nuevo rumbo luego de que su hogar se viera destruido. En la búsqueda de nuevos horizontes para establecerse e intentar vivir de una forma normal, Abby, Regan (Millicent Simmonds) y Marcus (Noah Jupe) encontrarán a Emmet (Cillian Murphy) un viejo conocido de una vida que ya no existe y que ambos intentarán acoplarse para sobrevivir el mayor tiempo posible. Desde el vamos, la simple idea y concepción de que la historia de Un Lugar en Silencio continuará tenía un sabor agridulce. A favor de la realización de esta secuela se encontraban sobre la mesa la gran puesta que logró Krasinski manejando el terror como hace tiempo no se veía y el gran laburo en la composición de sonido y en su edición. Del lado que hacía dudar a sus fanáticos estaba el hecho de que la historia parecía agotada, o por lo menos, con una continuidad bastante dudosa o cuanto menos complicada de seguir sin perder la sorpresa y que los recursos narrativos no se agotaran. Y a fin de cuentas la película termina siendo una gran combinación de las dos cosas; Las cuestiones técnicas vuelven a dar que hablar siendo la gran apuesta del director y aprovechando su, ya gran, mano para provocar sustos en pleno silencio. Al mismo tiempo la historia pareciera no aportar nuevas ideas e incluso el destino de los personajes es bastante confuso, no en cuanto a lo que se proponen sino a cómo lo llevan a cabo. Por momentos también la trama se torna demasiado previsible e incluso es más similar a juegos de supervivencia del estilo The Last Of Us o, incluso, a The Walking Dead, la famosa serie de zombies. Pero claro, ¿se podía esperar otra cosa? La verdad que no, pero las formas son el gran gancho que tiene para con el público. Es tan buena la generación de suspenso y angustia que genera el director con su propuesta técnica que todas las falencias de guion que se puedan tener se dejan de lado para “disfrutar” pasarla mal agarrado a más no poder a la butaca. Y decimos butaca porque la experiencia está pensada exclusivamente para verse en cine y la sensación de verlo en silencio, valga la redundancia, y en la oscuridad es algo que sólo puede lograrse en una sala. Las actuaciones del elenco pueden llegar a verse un poco desdibujadas por algunas de las decisiones que toman sus personajes y hay una decisión, que luego se ve en pantalla, de darle más lugar a los jóvenes y ellos son la gran aparición que tiene el film. Millicent Simmonds y Noah Jupe son la grata sorpresa de la película y no tienen problemas en llevar la trama en sus hombros. La incorporación de Cillian Murphy le da un poco de aire fresco y de renovación a la ya ahora franquicia y se acopla bastante bien a la química que hay entre los intérpretes pero no de destaca demasiado y Emily Blunt, que tiene una calidad probada en todos los géneros y de un curriculum irrefutable, queda un poco fuera de foco con menos minutos en pantalla y participación en la trama. Un Lugar en Silencio Parte II es una correcta continuación de su predecesora pero que en su búsqueda por ampliar su universo no consigue cautivar con nuevas historias o personajes, sino que lo más destacable de la película vuelve a ser el aspecto técnico. A futuro, y es obvio que lo tendrá, la saga deberá encontrar un rumbo certero de a donde apunta y sino es probable que ya la cuestión técnica no salve a Krasinski y compañía. Es hora de hacer un poco más de ruido, John.
Franquicias rentables, películas para siempre The Purge se niega a morir y vuelve a la gran pantalla con un enfoque más profundo, explícito y renovado. La saga de La Purga o The Purge es el perfecto ejemplo de cómo perpetuar una simple idea a través del tiempo sin perder la sorpresa entre sus entregas. O por lo menos, lo fue en la teoría y sólo algunas veces en la práctica. Desde el año 2013, cuando la primera parte de La Purga llegó a ver la luz, logró cautivar a los espectadores por su crudeza en el relato y su rudeza en los actos estableciendo el equilibrio necesario para perpetuarse en el tiempo. Claro que a medida que pasaban las entregas, la calidad de las mismas empezaron a mermar y la última película que vio la luz en 2018 no fue de lo mejor. Ya el discurso estaba agotado, las sorpresas no abundaban y el conformismo de la productora sólo contemplaba la recaudación de entradas por sobre el diálogo que se podía crear para con el espectador. Pero claro que la saga ya había logrado su propósito de establecerse en el consciente colectivo y logró su expansión desembocando en Amazon Prime en formato serie y a lo largo de dos temporadas se pueden saber más de aquellas noches en las que las reglas dejaban de tener valor y el crimen abundaba. The Purge (2013) La película que lo cambió todo. Pero cuando todo parecía perdido y las purgas una vez al año habían terminado para siempre (según lo visto en The Purge: Electión Year) Blumhouse Productions vuelve a apostar por una de las franquicias más rentables de la historia del cine con La Purga Por Siempre (The Forever Purge). En esta oportunidad nos presentan a Juan (Tenoch Huerta) y Adela (Ana de la Reguera), dos mexicanos que deciden probar suerte en un Estados Unidos que, mediante los NPFA (Nuevos Padres Fundadores de América), ha vuelto a instaurar la purga como método para bajar los índices de crímenes ahora impuestos por los diferentes carteles a lo largo y ancho del país. Luego de que Juan, quien trabaja en los establos de la adinerada familia Tucker y Adela, jefa de cocina de un restaurante, se escondan para protegerse de la peligrosa noche que se avecina, se darán cuenta de que los extremistas que “celebran” esta tradición tan patriota no se quedarán sólo en esas 12 horas donde no existen las normas sino que seguirán de largo para establecer un nuevo régimen supremacista. Ellos, junto con los Tucker deberán unir fuerzas y colaborar para subsistir porque quienes los perseguirán no harán distinción alguna. Mataran a todos salvo a los que lleven la misma bandera de odio que ellos. A primera vista uno podría esperar que la franquicia The Purge volvería para pulular por el espacio que hay en la cartelera y ya no podría sumar nuevos adeptos a sus muchos seguidores a lo largo del mundo. Afortunadamente para ellos ésta nueva entrega, dirigida por Everardo Gout y escrita por James DeMarco (creador de la saga), viene con una refrescante vuelta de tuerca al argumento original mostrado ya en tantas oportunidades. El hecho que la hace destacarse por sobre las otras es que la famosa noche de la purga no es el límite para aquellos que quieren purgar sus necesidades sino que continúa luego de esas 12 horas. Ese movimiento argumental simple pero efectivo, logra desorientar al espectador y colocarlo en un plano en el que no sabe cómo va a seguir funcionando este mundo ficticio y al desconocer las “nuevas reglas” de este lugar la sorpresa, la atención y la intriga se multiplican exponencialmente. Así de fácil como suena, la propuesta cambia rotundamente en comparación con las anteriores pero tiene ese gran valor agregado. Claro que luego la trama y lo que sucede no se separa mucho de lo que ya conocemos, el discurso progresista se hace notar de una forma menos sutil que otras veces, incluso dicho por los propios personajes, pero sin caer en lo burdo. Las referencias al último gobierno saliente de EEUU son totalmente descifrables desde el comienzo y sobre todo al final. Claro que también al recurrir a esa vieja, conocida y efectiva fórmula, también se dan aquellas particularidades que no son tan agradables, como el exceso de diálogos que sirven de remate a un chiste que nadie hizo, comentarios que rozan el papelón y las vueltas de un guion que hacen que la trama se extienda, por lo menos, quince minutos más de lo que debería. Las actuaciones vuelven a estar a la altura de las circunstancias, sin ser ni mejores ni peores que las anteriores. Todas las partes del elenco logran desarrollar bien sus roles y es posible relacionarse con ellos, pero ninguno se pone al hombro la película o eclipsa al resto. Igualmente no es una película que lo necesite así que esto funciona de la mejor manera. La Purga Por Siempre es un correcto reinicio, continuación o lo que sea de la franquicia. Dando en la tecla justa para no sofocar al espectador, creando una nueva sorpresa y generando un interés real. Al margen del siempre presente entretenimiento que otorga, también su clásico discurso progresista, siempre importante, se hace presente de una manera muy poco sutil pero efectiva como de costumbre.
El último adiós a Natasha Romanoff La heroína más popular de Marvel consiguió su película en solitario para despedirse por la puerta grande. Después de más de diez años y una veintena de películas, llegó el momento de Natasha Romanoff como protagonista de su propia película e historia del MCU. Con un estreno retrasado y pospuesto una insólita cantidad de veces por la pandemia, el engranaje que terminó uniendo a Los Vengadores al fin puede valérselas por motu propio en una película que se sitúa luego de los eventos de Capitán América: Civil War (2016) y Avengers: Infinity War (2018). Sentadas dichas bases, el margen de maniobra no sobraba con respecto a las aventuras que Natasha (Scarlett Johansson) podría llegar a tener porque todo amante de este universo sabe perfectamente lo que el destino le deparó a Black Widow en el planeta Vormir. Pero claro su historia no estaba contada del todo y el clamor popular fue un factor clave para que Kevin Feige considerase la posibilidad de que su película individual fuese un hecho. La directora australiana Cate Shortland es la encargada de llevar la historia escrita por Jac Schaeffer, Eric Pearson y Ned Benson, que nos establecen en plena fuga de Natasha post Guerra Civil superheroica y buscando nuevos rumbos mientras intenta no caer en las manos de las autoridades gubernamentales. En plena fuga, Natasha se encontrará con Yelena Belova (Florence Pugh), una parte fundamental de la vida pre-shield de la infalible espía, y ésta le contará que la famosa Red Room, lugar donde la KGB experimentaba con niñas robadas convirtiéndolas en máquinas de matar casi sin conciencia, continúa operando y a gran escala. Nat no podrá dejar pasar semejante, e inoportuna, noticia y juntas idearán un plan para formar un equipo con antiguos aliados y conocidos que los ayuden en su noble propósito de terminar de una vez y para siempre con esta fábrica de asesinas sin par y como si fuera poco, ambas serán cazadas por una amenaza nunca antes vista y mencionada, que imita a la perfección todas las técnicas de peleas de los héroes que ya conocemos, llamado TaskMaster con quién se librará una lucha en la que no habrá piedad por parte de nadie. LEER Vota Loki: El plan del Dios para gobernar A diferencia de otras entregas del Universo Cinematográfico de Marvel, esta película tiene los límites marcados como para volver a darle la vuelta de rosca necesaria que la línea argumental actual viene necesitando. La película funciona y tiene bastantes motivos positivos para señalar, pero la única negativa que se le puede reprochar es que la cinta no goza de sorpresa. No porque la trama en sí no la tenga, de hecho tiene varios, sino porque el desarrollo de la aventura llega en un momento en donde todo aquel que está viendo la película sabe perfectamente qué cosas no van a pasar, entonces el nerviosismo en escenas de acción en donde está involucrada la protagonista principal no generan nada. Claro que se presentan más personajes con los que podemos relacionarnos más o menos, pero la empatía es generada “artificialmente” y nuestra relación, con la gran mayoría, no es nada real. Hay sólo un gran personaje que se ve introducido en esta vigésimo cuarta película marvelita. Claro que los problemas no sólo se ven en este aspecto ya que dentro de la historia, el antagonista principal queda desdibujado muy pronto sin lograr convertirse en una amenaza del tamaño que se prometía. Lo propio sucede con las escenas de acción y coreografías de pelea de la cinta. Si el enfoque era realizar una película de acción con tintes de espionaje, Marvel no puede (de nuevo) quedarse con batallas mediocres y un CGI cómo si ya no llevaran en los hombros mejores propuestas realizadas. Pero claro, sin dudas que también la película tiene sus puntos altos y estos son bastante marcados casi que sosteniendo toda la estructura general. Imposible sería no comenzar por el desempeño de Scarlett Johansson que vuelve a demostrar que el papel de Black Widow es suyo, que será inolvidable y que por siempre se le guardará aprecio. Incluso en esta oportunidad haciendo las veces de productora, se nota que en sus ganas de tener una película propia lejos estaba de querer perpetuarse en el tiempo porque sí o, tener un relato mediocre y olvidable. La cinta deja entrever el subtexto, fuerte, duro y por momentos demasiado realista para verse en el plano de “película de superhéroes”. Como Natasha, dentro de todo, es parte del mundo normal las problemáticas que la envuelven también. Por eso la decisión de realizar un film evocando a películas de espías no es accidental y es el ámbito en donde ella mejor se desenvuelve, recordando a la vanagloriada Capitán América y el Soldado del Invierno (2014). Y, cómo era necesario, también encontró en Florence Pugh el refuerzo necesario para que el peso de la película no estuviera solamente en sus hombros. La actriz británica, que está encabezando todas las listas de castings de Hollywood, demuestra por qué es una de las más solicitadas y de las más valoradas (cosa que no siempre va de la mano) para protagonizar o co protagonizar, cualquier historia que le propongan. Funciona como compañera de acción, refresca cuando la trama se pone algo agobiante y con su carisma hace que el humor parezca natural. No hay dudas de que lo mejor de la película son ellas dos, la relación que establecen entre ambas y lo orgánico que esto parece. También, se nota el paso de “manto” de una a la otra, sabiendo que ahora Florence o Yelena, deberá ocupar el rol de Natasha en el MCU. ¿Desde qué lado? eso aún está por verse pero la película se asegura de dejar muchos frentes abiertos. LEER La Red de Black Widow: ¿En quién confiar? Black Widow es una película que cumple, sirve cómo último vistazo a uno de los personajes más queridos del MCU y se cuida de no embarrar el legado construido. El problema más grave es que llega tarde, bastante tarde, y no se genera sorpresa o dramatismo pero sí funciona como el último adiós que la mayor y mejor heroína de Marvel se merecía. Hasta siempre Natasha Romanoff. Hasta siempre, Scarlett Johansson.
Con la familia no se jode Bob Odenkirk, nunca caminarás solo. Para despegarse un poco de su papel estelar de Saul Goodman, tanto en Breaking Bad como en Better Call Saul, Bob Odenkirk se encarga de protagonizar una película de acción del mejor estilo John Wick, de hecho varios de sus productores están directamente relacionados con la saga de Keanu Reeves (el guionista es el mismo de las tres entregas de Wick). Con la dirección de Ilya Naishuller y bajo el nombre de Nobody (2021), Odenkirk va de lleno al cine de acción interpretando a Hutch Mansell, un típico hombre de familia, con un trabajo normal de oficina y donde la rutina lo tiene aprisionado. Luego de que unos ladrones entrarán a su casa, amenazando la seguridad de todos los que quiere, decide tomar cartas en el asunto y hacer justicia por mano propia. Utilizando métodos que propios y ajenos desconocen totalmente, logra una especie de venganza pero en su retorno a casa se topa con unos rusos a los que nada le importa y eso Hutch no lo va a permitir a tal punto de que sus decisiones harán enojar a más de uno trayendo nuevos y más peligrosos participantes en la historia. Así como está contado, la verdad es que a priori no se muestra una diferencia importante al comparar la trama con las ya mencionadas películas de John Wick o incluso, con las tantas que protagoniza Liam Neeson, donde la fórmula es básicamente similar. Ahora bien Nobody, no tiene nada que envidiarle a ninguna de las mejores películas de acción. En la sencillez encuentra su fuerza y en la violencia su toque de gracia. Con una gran dirección de arte y una selección musical compleja, extravagante y, por momentos, incoherente, la trama fluye sin pausas durante una hora y media en donde no hay reproche alguno que se le puedan hacer. La gran virtud del guion es profundizar en los pequeños detalles para que los espectadores de la obra pierdan la atención y lo logra con creces. La película lo tiene todo: Es divertida, violenta, tiene una cinematografía impresionante y grandes coreografías de pelea para que los movimientos parezcan genuinos para un actor como Bob Odenkirk. Ahí está otro de los pilares fundamentales de Nobody ya que cuando se habla de Bob, siempre se destaca su carisma y su capacidad para hacer memorable cada rol, por más grande o pequeño que le toque hacer en una producción porque, a diferencia de los grandes referentes de acción como Tom Cruice, los mencionados Reeves o Neeson, o The Rock, Bruce Willis y demás, él es un gran actor. Uno de esos actores que con la mirada, con un mínimo gesto o al pronunciar una frase determinada, nos puede cambiar la experiencia en un segundo. El resto del elenco lo rodea bien y saben que juegan de relleno, incluso Aleksey Serebryakov, quién hace de antagonista, entiende que su papel no quedará en el tiempo ni mucho menos pero cumple con la tarea y logra una convincente interpretación. Nobody podrá no ser precursora en ningún aspecto, incluso hay quienes podrían criticarle por demás las constantes semejantes con otras películas, pero Nobody, a pesar de eso, es fresca (por quienes actúan), es entretenida y divertida, tiene un gran despliegue técnico y visual y cuando le toca ser violenta y visceral lo es sin ningún tipo de tapujos. En fin, Nobody es una fiesta sangrienta preparada orgánicamente con lo mejor de lo mejor.
El pasado te alcanza, no importa qué tan rápido vayas Toretto y su familia vuelven a reunirse para salvar el mundo de las manos de un viejo conocido. Si hay una franquicia hoy por hoy que ha sabido reinventarse es la de Rápidos y Furiosos. Lo que empezó como un policial que involucraba carreras de autos clandestinas se transformó en una de las sagas más rentables de la historia del cine por haberse volcado hacia el género de espías, de la acción y de las persecuciones a lo largo del globo contra hackers y fuerzas de seguridad secretas de cualquier país del mundo. De una forma muy natural, y sin perder su esencia, Justin Lin, quien con ésta dirige su quinta película de la franquicia y próximamente la sexta, logró transformar el concepto terrenal de la Fast & Furious original y llevarla hasta un punto en el que los límites físicos o biológicos no son parámetros reales para juzgarlas. ¿Esto está bien, está mal? Bueno, depende de cada uno; Los fanáticos de la saga, que los hay y muchos, ya están acostumbrados a que la verosimilitud de lo que sucede pueda variar entre lo ligeramente posible y lo completamente imposible. Y ahí es donde apunta específicamente esta nueva entrega, a su fandom. Cualquier espectador que no haya visto las otras ocho, nueve contando el spin off Hobbs & Shaw (2019), puede ver esta cómodamente y comprenderla; Ahora hay una carga emocional con la que no van a conectar. Lo bueno para ambos casos, fanáticos y no, es que la trama no es nada de otro mundo, de hecho es bastante similar a la de las últimas entregas. Para pasarlo a palabras, Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) se encuentran alejados de los autos y se han aislado del resto del equipo para criar a su hijo Brian. Pero por más ganas que tengan, o digan tener, el deber los llama y su equipo vuelve a reclutarlos porque una fuerza de choque de alto riesgo pone en peligro al planeta entero y deben detenerla. Los problemas comenzarán a empeorar cuando en esa banda descubran que el As de espadas es Jakob Toretto (John Cena) el hermano de Dom. Para enfrentarse a los problemas del presente y a los fantasmas de su pasado, la banda necesitará de todos los aliados que les quedan, forjar nuevos lazos y recuperar a algunos miembros que se creían perdidos. A estas alturas de la franquicia pocas son las acrobacias o leyes de la física que quedan por romperse y si alguna quedaba esta película se dedica exclusivamente a romperlas. Por supuesto que la trama no es para nada sorprendente, ya la han hecho antes e incluso recientemente, pero eso a Justin Lin, Daniel Casey y Alfredo Botello, quienes escriben el guion y la historia, poco les importa. Hay explosiones en donde nadie sale lastimado, hay acrobacias que anatómicamente son imposibles y leyes físicas que se ven rotas con la simpleza propia de abrir una botella de agua. Pero ahí no está el mayor problema de la cinta, ya que todo lo anterior ya uno lo asimila previo a que entra a ver la película, el problema más grave, y cuasi imperdonable, son las explicaciones de sucesos puntuales en donde hasta el más fiel seguidor de la familia Toretto se va a cuestionar. Y eso que la trama general de la franquicia ya ha dado vueltas de tuerca antes y lo han sabido manejar “bien”, acá las explicaciones ya pareciera que no son pensadas dos veces y van con la primera idea que se les ocurre para poder exprimir hasta el último centavo posible; Pero que son ingeniosos eso seguro. Ahora claro, desde hace algunas entregas la película fue empezando a generar, en la cultura popular sobre todo, una máxima que es que a los personajes nada les puede pasar y no sólo nunca van a perder sino que ni un rasguño van a tener y a tal punto la película juega con sus fanáticos que toma esta postura y se hace dueño de plantear una franquicia que se vuelva “meta”, burlándose de ellos mismos, haciendo chistes de doble sentido en referencia a la industria del cine y hasta creando un vínculo de complicidad con el espectador en donde se genera la sensación, y luego puesta en escena, de que los límites ya no existen, cualquier cosa puede pasar y ellos lo saben, el espectador lo sabe y todos lo esperan sólo falta el momento, el intérprete y el motivo. Eso es lo más destacable que tiene la película, que es autoconsciente de lo que es, lo que significa y lo que representa. Ahora claro, a medida que suceden estos aspectos, la historia sigue y la historia no es lo que importa a estas alturas y suelen ser divertidas, el problema es la monotonía y la semejanza en la contigüidad de las escenas. Largas, con música que poco tiene que ver y con efectos especiales que bien podrían haber sido mejores. Sin entrar en terreno de spoilers, hay una novedad narrativa que ayuda a conocer algunos secretos y momentos de los personajes que se celebra la intención pero su ejecución deja bastante que desear, sobre todo porque esos momentos, en modo flashback, que nos presentan chocan con la intensidad del relato actual y eso genera inestabilidad en el relato central produciendo incomodidades en la estructura narrativa general. Nunca ha sido una franquicia en la que las actuaciones sean demasiado importantes, sino más bien del carisma o no de los actores y actrices y esta no es una ocasión diferente. Mientras el rooster de estrellas se sigue llenando, la nueva incorporación de la saga es John Cena que parece estár en el pico de su incipiente carrera porque no sólo él como personaje es marketinero, sino que también aporta sus buenos momentos. Claramente no tiene una actuación como para considerarlo en algún premio, incluso de los menores, pero funciona perfectamente para su rol. Otros que aprovechan cada uno de sus momentos, más relegados al alivio cómico que a otra cosa, son Tyrese Gibson y Ludacris, en otra medida Nathalie Emmanuel ya afianzada en el equipo y la siempre brillante Charlize Theron es la antagonista perfecta con la que se encontró la saga. No hace falta, incluso, que se “ensucie” las manos, ella es la amenaza máxima de nuestros protagonistas y en lo que se cree será la última entrega todo apuesta a un último gran enfrentamiento contra Dom Toretto y su pandilla. Rápidos y Furiosos 9 está muy lejos de ser una película perfecta, ni siquiera es de las mejores de la franquicia. Pero hay cosas que no se pueden obviar al ver, o analizar, estas películas. Uno sabe lo que va a ver y con lo que se va a encontrar. También se sabe que los límites, ya no existen. Toretto y compañía no tienen ningún obstáculo capaz de frenarlos y eso para el público es fundamental porque el entretenimiento está garantizado por más errores y fallas que se tengan. Veremos que planean Justin Lin y Vin Diesel para el futuro, porque todavía tienen suficiente nafta en el tanque como para seguir expandiéndose y cosechar éxitos de taquilla.
¿Cierto James Wan? El Warrenverso sigue en expansión pero su calidad continúa en caída. En el cuasi mundo distópico en el que vivimos, en donde una película no puede subsistir por sí misma y necesita sí o sí de su propio “universo”, uno de los grandes constructores del susodicho fue James Wan cuando hizo The Conjuring (2013), una película que contaba historias reales de exorcismos y posesiones demoníacas realizadas por Ed (Patrick Wilson) y Lorreine Warren (Vera Farmiga), una pareja estadounidense real que se dedicaban a resolver casos sobrenaturales. Esta película, escrita y dirigida por Wan alcanzó una popularidad tremenda entre los fanáticos del terror y convenció a la industria de que todavía había lugar para el cine de este género. Tal fue el furor de El Conjuro, que su expansión fue inevitable y hoy en día es uno de los universos expandidos que más ha recaudado y entendido cómo jugar el juego de los spin offs y de las secuelas. Por supuesto que la calidad puede ir mermando porque no todas son dirigidas por el padre de todo (Wan) pero en su mayoría todas comparten un propósito clave: asustar hasta al más valiente. Ahora bien, cómo se ha mencionado, algunas de las entregas de la franquicia no han sido dirigidas por Wan y esas suelen ser las “peorcitas” y lamentablemente ese es el destino que le tocó a la tercera parte de las aventuras de Ed y Lorreine en The Conjuring: The Devil Made Me Do It (2021) en esta oportunidad con Michael Chaves (La Llorona, 2019) en la dirección yJames Wan colaborando en el guión junto con su mano derecha David Leslie Johnson-McGoldrick. En esta oportunidad los Warren serán solicitados en un pueblo de Estados Unidos en donde, luego de haber exorcizado a un jovencito, el mismo espíritu parece haberse apoderado del cuerpo de Arne Johnson (Ruairi O’Connor) haciendo que éste cometa un asesinato que lo deja tras las rejas. Lorreine y Ed deberán ir a fondo contra esta amenaza diabólica que parece no tener parangón y en el medio intentar que no condenen a Arne por un delito que él afirma no haber cometido. Cuando suele hablarse de cine de autor por algún motivo en particular, motivos totalmente desconocidos si los hay, a James Wan no se lo pone en ese rubro y esta película funciona perfectamente para darle la razón de por qué sí lo es. Esta tercera parte del Conjuro no podría estar más lejana de lo que conocemos cuando hablamos de sus películas, por la sencilla razón de que traiciona sus propios orígenes y su premisa fundamental. En casi dos horas de película en contadas ocasiones se provocan sustos, algo imperdonable, y peor aún la calidad técnica de la dirección deja muchísimo que desear. Tan bajo es ese aspecto que parece una película hecha para televisión de los años dos mil, en donde la reutilización de planos generales para las transiciones es repetitiva y argumentalmente inservible. De la mano con este último aspecto la iluminación es paupérrima a niveles insólitos, hay escenas en donde literalmente no se ve nada y hay que hacer fuerza para divisar las siluetas. Algo que nunca había pasado antes y si hay algo que sobra en esta franquicia son los espacios oscuros. Por otro lado, la trama nunca llega a verse desarrollada del todo y aún así poco tiene que ver con lo que el resto de las películas nos tenía acostumbrados, a grandes rasgos parece un episodio extendido de Los Expedientes Secretos X. Lejos, muy lejos de lo que supieron contar con tanto éxito anteriormente. Por supuesto que tanto Vera Farmiga como Patrick Wilson hacen un trabajo a la altura de sus condiciones pero lamentablemente sus personajes están escritos muy vagamente y son la sombra de lo que supieron ser en el pasado. El resto del elenco no se destaca para nada a pesar de sólo ser “útiles” para el relleno de la trama. El Conjuro 3 es el ejemplo de lo que sufre la industria la carencia de ideas y de las ganas de seguir y seguir expandiendo sus universos traicionando sus principales y elementales características. Hoy por hoy las películas del Universo Warren ya no sólo no asustan a nadie, sino que su calidad cada vez es más baja y se alejan del buen material que supieron ser. Probablemente el diablo no lo haya hecho escribir y producir esta película a James Wan, pero Warner Bros. seguramente sí.
El ejemplo de cómo NO contar una historia de origen Los clásicos de Disney siguen sufriendo la expansión de sus universos. De un tiempo a esta parte se ha vuelto muy difícil que ninguna película, por más chata que sea, se quede en una sola pieza de consumo audiovisual. Esto provocó, para bien y para mal, que constantemente y año a año el público consuma una y otra vez las mismas estructuras pero con los cambios de trama pertinentes de cada historia. Eso es a grandes rasgos lo que sucede en Cruella (2021), la precuela e historia de origen de la clásica villana de los 101 Dálmatas (clásico animado de 1961 y que luego tuvo su live action en 1996), que cuenta los primeros pasos en el mundo delictivo de Cruella De Vil (Emma Stone) y cómo se termina afianzando en la cúspide de la moda y las razones de por qué tiene tantas mañas para con los pichichos manchaditos. Esa es la trama principal de la nueva película de Craig Gillespie, director de muy buenas películas cómo Lars and the Real Girl (2007) y la premiada I, Tonya (2017), pero que en esta oportunidad no logra estar a la altura de lo que uno se podía imaginar. Las razones son muy puntuales; Para empezar es una película que cuenta con cinco guionistas, algo que viene sucediendo en el último tiempo en la casa del ratón Mickey, y eso produce que la historia tenga muchas idas y venidas en cuanto a la calidad de lo que se está contando y no sea una narración amalgamada con un motivo, camino y final claro, y sobre todo, convincente y verídico. El juego de géneros nunca viene mal, pero siempre y cuando estén bien desarrollados. En esta película se juega mucho sobre las influencias, incluso dicho por el propio director, y las referencias son clave pero hay que entender y saber apreciar que NO siempre está bueno jugar con, sobre todo, tantos estilos diferentes porque a fin de cuentas siempre va a haber uno que no cuadre, que se note exagerado y que sólo sirva de relleno. LEER Jungle Cruise: Disney en piloto automático Ahora bien, ésta característica principal e insoslayable podría haberse maquillado un poco mejor si el resto de los elementos que se necesitan para hacer una película fueran, de mínima, regulares. Lastimosamente la narrativa está acompañada en un 90% por canciones hit de los años 70 totalmente anti climáticas y fuera de contexto con lo que está sucediendo en pantalla, tiene una sobre implicación constante de temas que no lo precisan, recursos literarios como la voz en off que acompañan el relato sin ningún tipo de propósito y una falta de sentimiento inexplicable para lo que Disney dice ser de sí mismo. Es una película que no propone nada nuevo en ningún aspecto y que está sólo para pasar el rato. Otro aspecto cuanto menos cuestionable es la duración ya que las más de dos horas de metraje se hacen excesivos y si bien nunca llega a aburrir, junto con el vestuario y diseño de producción quizás sus mayores virtudes, se termina haciendo bastante pesada. Por supuesto que el film cuenta con un suculento elenco de estrellas como la propia Emma Stone acompañada de Emma Thompson, Mark Strong y Paul Walter Hauser, y su calidad como artistas está fuera de discusión pero que terminan siendo atraídos por un guion escrito con los codos por más esfuerzos que hagan y onda que le pongan, no hay un sólo personaje que no termine, por lo menos, generando exasperación en el espectador. Cruella seguramente quede en el recuerdo cómo la película que quiso ser más de lo que podía otorgar e intentó marcar un impacto desde lo estético. También es la que se olvidó de aquello que las buenas películas se destacan: Saber cómo contar una historia, hacerlo de forma interesante y generar interés por los personajes.
Interesante nueva visión, poco inventiva para reconquistar El clásico cuento cobra vida de la mano de un director italiano. Si hay una historia de aventuras y fantasía que ha sido adaptada en reiteradas oportunidades a lo largo de los años esa es Pinocho. Ya sea en forma animada o live action, el cuento infantil escrito en 1882 por Carlo Collodi de la marioneta que cobra vida y anhela ser un niño verdadero es conocido por todo el mundo a lo largo y ancho del mismo. Ahora bien, las diferencias que pueden encontrarse en cada una de las nuevas películas poco distan de la historia en sí, sino del entorno, del tono, del enfoque y de la oscuridad o claridad que se pueda tener a contar una historia. Esta historia no cambia en nada a las anteriores: Un hombre solitario y pobre que es carpintero, de pronto una marioneta cobra vida y lo adopta como su hijo y éste es desobediente a tal punto que sus propias decisiones lo terminan alejando de su padre cada vez más y más hasta que mucho tiempo después, en el interior de una ballena vuelven a encontrarse. Todo esto define esta nueva versión del clásico cuento, en esta nueva oportunidad desde la visión europea del director italiano Matteo Garrone que hace ya un año viene cosechando galardones en el viejo continente, imprime sus formas para volver a contar la historia e intentar sorprender a la audiencia. Con la participación estelar de Roberto Benigni en el papel de Geppetto y de la revelación del jovencito Federico Ielapi ambos logran convencer perfectamente en sus roles. Desde el primer momento que uno los conoce la química entre ellos es muy fiel a lo que dice el cuento y eso mismo logra verse para con el espectador que, nunca se va a sorprender de lo que pasa, pero sí de cómo se desarrollan las relaciones. Algo que no le juega para nada a favor es la duración, como no hay segmentos que sean novedosos, la historia inevitablemente uno la va resolviendo sin la ayuda de las imágenes y asocia todo con otras versiones y además el ritmo es demasiado “europeo”, las escenas se desarrollan despacio y con calma dándole aire y sentido a las escenas. Con una interesante puesta en escena y un despliegue de efectos especiales entre digitales y maquillaje prácticos, la ilusión de la fantasía es verdaderamente palpable. Los inconvenientes principales que tiene el film tienen que ver básicamente con que la historia no tiene nada de innovador, el ritmo puede alejar al espectador que no esté acostumbrado a ver cine de otras latitudes que no sea de Estados Unidos (Hollywood) y de que no esté apuntada específicamente a un público, ya que queda en un limbo entre lúgubre y pintoresco que no llama la atención a los más pequeños y que al mismo tiempo es posible sea rechazada por los más grandes.