El regreso de Mary Poppins hace honor a la película original y da un salto de calidad en cuanto a las interpretaciones musicales, gracias a la inclusión de Lin-Manuel Miranda. Junto con la simpatía innata Emily Blunt, esta película enamora a simple vista y otorga un verdadero viaje mágico, digno de las mejores épocas de Disney. Si hay algo que se le reconoce a Disney es en que su primera gran época de esplendor, logró enamorar a grandes y chicos por sus producciones, basadas mayoritariamente en cuentos o historias infantiles, y transformarlas en historias que enamorarán esencialmente por la magia que le transmitían al espectador. Claramente no todos sus grandes clásicos tienen a “la magia” como gran protagonista, pero si lo es una de sus más reconocidas obras y mejor recordadas películas: Mary Poppins (1964). Para los que desconozcan de qué trata aquella película o directamente al personaje, Mary Poppins cuenta la historia de una niñera que posee ciertas habilidades “especiales” que se dedica a enderezar el andar de los niños cuyos padres pierden un poco el eje de lo que significa el termino “familia”. Con la ayuda de un repertorio de artilugios y amigos muy particulares, Mary Poppins -quien en su momento fue interpretada por Julie Andrews– siempre ha sabido como sacar adelante a los niños que cuida sin ningún tipo de excepción. En aquella oportunidad, Mary llegó a la casa de los Banks, una familia que no lograba cuajar como tal y tenía a sus dos integrantes más pequeños, Michael y Jane, como chivos expiatorios de sus padres y no lograban ser completamente felices. Con la ayuda de su fiel amigo el deshollinador Jack (Van Dyke), ellos lograron convencer al Sr. Banks de que lo que realmente importaba, estaba en su casa. Su única adaptación cinematográfica hasta el momento, caló hondo en la cultura popular, porque además de dejar un hermoso mensaje familiar que concientizaba a los más grandes sobre la importancia de estar unidos en momentos difíciles, lo hizo siendo un musical, quizás uno de los más recordados hasta el momento. Con una co-estrella como Dike Van Dyke y una animación que marcó un antes y después en las películas de Disney, Mary Poppins se transformó en un clásico del cine de aquel entonces y hoy en día sigue siendo una de las pelis más valoradas y aclamadas por los fanáticos de la poderosa industria del ratón. Hoy, 52 años después, la niñera mágica regresa en El Regreso de Mary Poppins (Mary Poppins Returns, 2018), una secuela que también sirve como reboot de aquella primera historia y que logra sentar las bases para que una nueva generación se acostumbre a la magia que en algún momento Disney supo dar. En esta ocasión, Mary (Emily Blunt) decide volver a visitar a la familia londinense que en algún momento supo enderezar, pero en esta oportunidad los roles se encuentran un poco diferentes. Ahora los ya no tan niños Michael (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer), han crecido y son adultos responsables, con trabajos serios y una vida que los aleja de la felicidad que Mary supo darles cuando fueron más pequeños. Con Michael sobrecargado de trabajo y luego de haber sufrido una tremenda perdida, sus hijos Georgie (Joel Dawson), John (Nathanael Saleh) y Annabel (Pixie Davies) están casi a la deriva y necesitan la ayuda de alguien especial, alguien capacitada para arreglar su pesar y es por eso que, junto con su fiel amigo Jack (Lin-Manuel Miranda), Mary Poppins deberá volver a Londres una vez más para que la familia Banks pueda volver a encontrar el rumbo indicado. Dirigida por Rob Marshall y basándose en los personajes creados por Pamela Lyndon Travers, El Regreso de Mary Poppins funciona perfectamente como una secuela directa de la película original del ’66, pero al mismo tiempo hace las veces de remake para acercar a las generaciones mas jóvenes a la encantadora historia y mitología de Mary Poppins, así mismo sirve como un homenaje a la clásica película, todo esto sin dejar de ser una secuela. No solo porque en la trama la historia pasa 25 años después, sino porque toma la base de los mismos personajes y demuestra que la historia tenía más que contar. Al igual que los personajes, las locaciones más significativas de la película original regresan en esta segunda parte y si bien tienen prácticamente el mismo uso que en aquella primera oportunidad, su sola presencia logra que a más de uno se le forme una enorme sonrisa. Claro está que la trama es básicamente la misma y el guion no tiene absolutamente nada de ingenioso e innovador, pero la historia logra rescatar la esencia de la película original, ya sea con la interacción con la animación 2D o algunos de sus números musicales o sus puestas en escena. La película básicamente se sostiene en tres pilares muy fuertes: Las actuaciones de sus protagonistas, su increíble diseño de producción y sus canciones. Emily Blunt pareciera haber nacido para interpretar a Mary Poppins, la actriz británica transmite una elegancia y una sofisticación increíbles. Su labor como la de en su momento Julie Andrews, parecen ser de una misma persona y no de dos diferentes. Lo mismo sucede con Lin-Manuel Miranda, el dramaturgo que es conocido en todo el mundo por su labor en la obra teatral Hamilton, debuta en la gran pantalla siendo el acompañante perfecto para Blunt, elevando, en cuanto al canto, la vara que en su momento Dick Van Dyke había establecido con su personaje. El ganador del Tony a Mejor Actor Principal, un poco sirve para entender que este es el terreno que mejor le sienta a Lin-Manuel, por momentos incluso, pareciera que ciertas canciones son escritas exclusivamente para él y para aprovechar su gran talento a la hora de cantar canciones de “estilo rap”. El elenco se ve completo por actores que si bien no destacan en su labor, si hacen una interpretación correcta y logran cumplir con lo que se necesitaba o requería. Todo lo que tiene que ver con indumentaria, escenarios, coreografías y efectos especiales, están tan bien logrados que la película se transforma de buenas a primeras en un disfrute visual que no se ha visto en la historia cercana, en ninguna película. La paleta de colores, es utilizada con una gran visión destacando el brillo y colores pastel, rememorando una época en donde los musicales transmitían la alegría que se necesitaba para hacer que el filme fuese efectivo y lo mismo sucede en esta oportunidad. El uso de tecnología 2D no solo queda bien para asemejarse a la película original, sino que también produce un salto de calidad en cuanto a la narración. En tiempos de CGI donde todo es posible con una computadora, que los efectos especiales sean en una mayor parte prácticos, le da un plus artesano que enamora al más escéptico de los espectadores. Lo mismo pasa con las canciones y coreografías de baile, melodías y movimientos orquestados de una manera perfecta, que darán ganas de salir del cine cantando y bailando. El Regreso de Mary Poppins cumple con creces su propuesta inicial, ser una secuela más que digna del papel original y volver a poner en los primeros planos a uno de los personajes de la cultura popular más reconocidos a nivel mundial. Según parece, en los planes de Disney tendremos Mary Poppins para rato, ya que Emily Blunt confesó públicamente que le encantaría volver a usar el paraguas y sobretodo de la nana mágica y si bien todavía es una idea y no hay más que rumores, es posible que luego de ver la recaudación de la película podamos ver un poco más de los trucos que tiene esta niñera tan especial bajo la manga.
Destrucción termina siendo la reversión de los clásicos filmes de acción detectivescos, con un plot twist que nunca se ve venir y con una actuación descomunal de su actriz protagonista. Si hay una actriz supo adueñarse de los papeles femeninos más importantes en las películas en toda la década de los 90’s y principios del nuevo milenio, esa es sin lugar a dudas Nicole Kidman. Desde trabajar con el genio de Stanley Kubrick en Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut) o participar en Batman Forever (1995), Nicole se hacia cargo de cuanto papel le ofrecieran. Algunas de sus películas triunfaron más que otras por supuesto, pero siempre se la ha destacado a ella como a una actriz a la que no se le puede encasillar en un solo género. Muchas veces como femme fatale y otras tantas como protagonista principal, Kidman ha sabido sacar a flote películas con su sola participación. Pero en los últimos años, Kidman ha estado bastante alejada de las obras que la supieron colocar como una de las mejores actrices de Hollywood. Participando en películas menores, con papeles no tan bien desarrollados, la constancia con la que se le veía en la gran pantalla fue cesando bastante. Sin embargo, en los últimos años ha empezado a elegir mejor en donde participar. El Sacrificio del Ciervo Sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) o en la serie de HBO Big Little Lies (2017), son claros ejemplos del repunte que ha conseguido la rubia en los últimos tiempos. Pero para poder consolidar esta nueva etapa de gracia, Nicole decide explorar un rubro totalmente nuevo para ella y en un papel en particular que no se ve todos los días en Destrucción (Destroyer, 2018), la nueva película de Karyn Kusama. Destrucción, se centra en la vida de Erin Bell (Nicole Kidman), una detective de la ciudad de Los Angeles de venida a menos, con un pasado más que difícil de olvidar y un presente que la tiene al borde del colapso en todo momento. Ella, está tras los pasos de un grupo de ladrones de bancos liderado por el peligroso y sanguinario Silas (Toby Kebbell), que en sus momentos de su juventud la tuvo a Erin como infiltrada junto con su compañero Chris (Sebastian Stan). Utilizando toda su experiencia como detective y todo lo que sabe acerca del manejo del peligroso grupo, Erin deberá enfrentarse a esta banda de facinerosos que le han quitado parte de su mundo y parte de su cordura. Si bien la trama de la película puede no sonar demasiado atractiva porque no tiene ningún elemento novedoso a simple vista, esta producción tiene un par de pilares fundamentales que logran que la peli sea entretenida y por momentos, sorprendente. Estas características destacadas, tiene como principal punto de referencia, la impecable transformación física y actitudinal de Nicole Kidman, gracias a un gran trabajo de maquillaje, la actriz está realmente irreconocible y si bien en un principio puede parecer medio chocante y exagerado, con el correr de los minutos esa primera impresión se desvanece y logra convencer a todos de que realmente Nicole Kidman puede lucir así. Otro de los puntos fuertes que tiene, es que como esta historia, hay muchas, pero nunca encarada desde el punto de vista de una detective mujer y en estos tiempos que corren, esta peli es un claro indicio de que todo se está reformando. El guion es otro punto fuerte, ya que consta de una fuerza narrativa al mejor estilo Christopher Nolan, que utiliza como distracción las actuaciones y despista al espectador con lo que pasa de fondo en la trama. También tiene sus puntos flacos, ya que el ritmo que utiliza la película es bastante lento y puede correr el riesgo de incluso aburrir a la audiencia. Esto produce un par de paradojas en cuanto al relato y a cómo está narrado. Si bien lo que sucede y se intenta contar es muy interesante, con giros argumentales, flashbacks y demás, estas situaciones están llevadas a cabo con un ritmo preparado para que el espectador preste atención y no se distraiga, pero siendo contado con una postura muy cansina. En resumen, el gran guión y la gran performance de su actriz protagonista, sostienen una película que por momentos amaga a derrumbarse y por otros tiende a dejarnos al borde de la butaca, mordiéndonos las uñas. Nicole Kidman sin dudas peleará para hacerse de la estatuilla como mejor actriz en drama, ¿podrá conseguirlo?
Cumple como homenaje a la saga original y expande la historia de Adonis en la búsqueda de extender su propia leyenda. A pesar de sus aciertos y errores, la película logra emocionar a los más fanáticos y también a sus duros detractores. En 2006 vimos a Rocky Balboa (Sylvester Stallone) colgar los guantes. Después de enfrentarse a todo tipo de retos y tener sus altas y bajas, el semental italiano de Philadelphia se retiraba con todo el reconocimiento unánime del público y de su competidor. No así de los jueces, que le darían por perdida su última pelea (jamás lo olvidaremos). Pero cuando todo parecía que no habría más historias pugilísticas del nivel de esas seis entregas (tengamos piedad con la quinta), Stallone decidió que todavía había historias dentro de su universo que valían la pena contar pero que no lo tendrían a él usando los pantalones cortos. Es por eso que en 2015 llegó Creed, el primer spin-off del universo Rocky en el cual se introdujo a Adonis Creed (Michael B. Jordan) el por entonces hijo no reconocido de su amigo, rival, entrenador y difunto Apollo Creed (Carl Weathers). En esa primera entrega, que Ryan Coogler (Black Panther, 2018) se encargó de escribir y dirigir, el director logró estampar su sello personal y así renovar una franquicia en donde todo, en mayor o menor medida, se resolvía de la misma manera. En aquella primera película, Adonis fue presentado en sociedad en su búsqueda personal por ser reconocido como hijo de Apollo. Junto con la ayuda de Rocky, tanto afuera como dentro del cuadrilátero, el joven Creed logró ganarse el respeto de los aficionados al boxeo y mucho más importante, el honor de que lo comparen y asemejen con su padre. En esta nueva película, Adonis ya es un luchador consolidado y tal es así que logra hacerse con el cinturón de peso completo y coronarse como campeón del mundo en esa categoría. Junto con su pareja Bianca (Tessa Thompson), ya están listos para dar el próximo paso en su relación, pero desde el otro lado del mundo se avecinan malas noticias, ya que desde Ucrania, Viktor Drago (Florian Munteanu) hijo del famoso Ivan Drago (Dolph Lundgren) se ha estado preparando en la clandestinidad para retar a Adonis por el cinturón, que en su momento su padre no pudo obtener cuando enfrentó a Rocky en Rocky IV (1985). Si bien Ivan no logró quedarse con el cinturón, evento que le costo irse de su país, el ruso tendría una participación más que fundamental porque fue quien dentro del ring mató a Apollo. Es por eso que Viktor tomará cartas en el asunto y retará al nuevo campeón del mundo, en una pelea que puede ser la revancha de sus vidas, tanto para Viktor como para Adonis. Todo esto bajo la atenta mirada de Rocky, que al igual que su pupilo, deberá afrontar todos los fantasmas que vienen junto con el apellido Drago. Si hay algo que abunda en las películas de Rocky/Creed, es la emotividad. Desde la música, las peleas y el drama, el mito de “Rocky” ha construido historias que quedarán para siempre en la historia del cine, como aquellas que nos ponen los pelos de punta, por más que las sepamos de memoria luego de haberlas visto más de diez veces cada una. Eso es innegable y el que diga lo contrario, estará mintiendo. Pero como tiene esto de positivo, también hay muchas cosas que tiene en contra, como las actuaciones, el guión o las coreografías de pelea. Por suerte, Creed II: Defendiendo el Legado, tiene todo lo bueno de las Rocky “clásicas” y mejora todo aquello que en aquellas flaqueaban. En esta oportunidad y bajo la dirección de Steven Caple Jr., las peleas son mucho mas convincentes, el drama es mucho más punzante y las actuaciones van de la mano con estas dos últimas características. Por muchos momentos, la película juega a homenajear directamente a los mejores pasajes de las películas de Rocky, sobre todo desde la segunda en adelante. Pero en estas películas no hay medias tintas, te gustan o no, porque también tiene sus cosas que hacen un poco de ruido. Por ejemplo, el vuelo narrativo de esta entrega es mucho menor que la que tuvo Coogler en la anterior Creed, al mismo tiempo la trama va fluctuando entre demasiados “aderezos” dramáticos de parte de casi todos los personajes, haciendo de la peli un poco más densa de lo que podría haber sido. Previamente se mencionó la cuestión de haber homenajeado a los mejores momentos de la saga, pero por momentos cae en el error de recrearlos, pero con pequeños cambios. En cuestión de guion, las películas de Rocky no suelen ser demasiado complejos o rebuscados, se basan en su sencillez pero apretando el acelerador en los momentos adecuados. Pero la película anterior lo tenía tan bien construido, que esta parecería que fue un corte y pegue de las películas originales, la ultima media hora es una clara muestra de ello. Las actuaciones tienen sus altas y bajas. Por el lado de los personajes que ya venían con nosotros en la peli anterior (Jordan, Stallone, Thompson) vuelven a cumplir de manera destacada. El trabajo físico de Jordan es impecable, elevando la vara que el mismo había puesto muy alto hace tres años atrás. Stallone se ha adueñado de la postura del maestro con una naturalidad increíble, él mismo podría decir que en toda su carrera sus papeles fueron de esa clase y nadie podría contradecirlo, quizás esta sea su mejor actuación en todo el universo Rocky. Tessa Thompson vuelve a cumplir en su rol y da el paso hacia adelante, no solo funcionando como acompañante de Jordan, sino también teniendo una importancia preponderante a lo largo de todo el film. Por otro lado y sin sorprender a casi nadie, Dolph Lundgren y Florian Munteanu solo brillan por su pasado y por lo que demuestran ser físicamente, respectivamente. Está más que claro que Munteanu al ser luchador profesional no se le podía pedir demasiado, de hecho tiene muy pocas lineas de dialogo y todo lo “bueno” que viene de su parte tiene que ver con lo estrictamente boxístico. Lo mismo con Dolph, quién con una simple mirada transmite terror, pero por lo que hizo en algún momento, no por lo que podría hacer ahora. Creed 2 termina siendo una secuela digna de lo que fue su predecesora, pero que al margen de aportar la dosis justa y necesaria de nostalgia, parece ser una simple excusa para ampliar esta ya consolidada franquicia. ¿Habrán mas historias para contar sobre Adonis y Rocky? Los rumores ya están instalados y podría haber una última entrega para cerrar una trilogía, pero si hay algo seguro es que solo basta con escuchar los primeros segundos de Gonna Fly Now, para agitar los brazos, alzarlos y festejar como Rocky Balboa por una ¿última? vez.
La historia más ambiciosa del arácnido abre el repertorio de personajes, con un gran acierto en cuanto a la dirección y su desarrollo visual. Con un guión de lujo como gran soporte, Miles Morales tiene servido en bandeja ganarse la total aceptación del público. Si hay un superhéroe al que todo amante de las historietas y películas pone sí o sí en su top de personajes ese es Spider-Man, El Hombre Araña, Peter Parker o como más les guste llamarlo. La historia del joven, que fue mordido por una araña modificada genéticamente, la cual transfirió sus capacidades y afectó para siempre al adolescente, ha sido adaptada muchas veces en la pantalla grande y dentro de ellas, pueden gustar más las de Sam Raimi con Tobey Maguire, las fallidas de Andrew Garfield o el último gran re-lanzamiento del arácnido dentro del universo cinematográfico de Marvel, con Tom Holland a la cabeza. Pero todo esto, es solo un pequeño segmento de lo que el personaje favorito del difunto Stan Lee significa. Generalmente, las aventuras de Spidey son las primeras que uno elige para leer y es con el personaje que uno más rápido se puede sentir identificado de algún modo, en mayor o menor medida claro. Al tener este gran punto su favor, la historia de Peter ha sido reseteada en varias ocasiones en las viñetas teniendo así, un montón de desopilantes aventuras, donde en todas había un hecho en particular que cambiaba para siempre la historia del joven fotógrafo: la muerte del Tío Ben. Un suceso que definiría para siempre la postura de Peter con respecto a lo que el podía hacer con las habilidades que le fueron otorgadas. Ahora bien, en 2008 y en tiempos de la asunción presidencial de Barack Obama en Estados Unidos, Marvel decidió hacer un re-lanzamiento en la viñetas contando la historia de otro Spider-Man, pero sin cambiar lo atrayente del personaje. Que el elegido en cuestión pueda seguir representando a los miles de lectores que solía tener Peter Parker. Este nuevo personaje, es Miles Morales. Un chico de clase media, hijo de padre afroamericano y madre puertorriqueña que sufrió el mismo destino que Peter y la araña radioactiva y con quien comparte, entre otras cosas, un amor por la ciencia muy grande. También tienen diferencias, como por ejemplo el disfrute y la pasión por el arte callejero, el playground y todo lo que sea más de “calle”. Y esto es un poco de lo que se muestra en Spider-Man: Un Nuevo Universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse) la película que contará como Miles (Shameik Moore) se convirtió en el amigable Hombre Araña. Pero claro que el camino no será fácil y por suerte, Miles no estará solo, porque luego de observar como Wilson Fisk/Kingpin (Liev Schreiber) se encargase de liquidar al Peter Parker (Chris Pine) de su tierra, un abanico de personajes arácnidos como Spider-Woman (Hailee Steinfeld), Spider-Man Noir (Nicolas Cage), entre otros, son desplegados para ayudar a Miles a afrontar su futuro como defensor de New York y lograr que él pueda convertirse en el Spider-Man que el pueblo necesita. La película está dirigida por un trío compuesto por Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman (quien también escribe junto con Phil Lord), y la verdad es que pocas veces se han visto películas dirigidas por tantas personas en donde todo, absolutamente todo salga bien. Spider-Verse es una maravilla visual y narrativa, que utiliza a la perfección el hecho de ser una película animada combinando animaciones. Por momentos hay 2D, por otros 3D y ese ida y vuelta logra que por momentos realmente estemos viendo un cómic virtual, por decirlo de alguna manera. La interacción con el espectador comienza desde el momento inicial. Desde los créditos, dan a entender que no va a ser una película animada más, va a ser revolucionaria y sin ningún tipo de precedente. Claro que no solo lo visual es para destacar, la música y la banda sonora están elegidas a la perfección, elemento fundamental para que se pueda empatizar con el personaje de manera efectiva. En cuanto al guión, ese sostén fundamental que toda buena película debe tener en orden, es un lujo literario. La película se burla todo el tiempo con el espectador sobre todos los temas que se les puedan ocurrir. Juega con los más fanáticos del arácnido y con los menos, explora y no para de jugar con viejos elementos de la cultura pop que tienen al buen Spidey como protagonista y la cantidad de referencias son incontables. También, al tratarse de un personaje “nuevo” se podría haber esperado que el camino que transcurre nuestro héroe novato fuera tedioso y previsible, y la verdad es que no lo es. Uno se puede sentir identificado con Miles, alguien que no solo no le escapa a su responsabilidad, sino que la acepta, incluso, hasta sin saber como reaccionar ante las situaciones limites que le llegarán. La construcción de los personajes es impecable, determinando en muy poco tiempo sus pretensiones y fines, y que cada decisión que toman va de la mano con lo que son. Siguiendo con los personajes, la realización y caracterización de algunos en particular es un hallazgo que muy posiblemente sea aprovechado a futuro. El casting de voces de todos los personajes es un plus que no se puede evitar mencionar. Y así como pasó con La Gran Aventura LEGO (2014) y esa versión de Batman por ejemplo, es muy probable que personajes que aquí aparecen, en el corto o mediano plazo, también tengan más lugar en las pantallas (Spider-Man Noir, por ejemplo). De esta manera Spider-Man: Un Nuevo Universo, logra concretar todo lo que se venía hablando de ella en Estados Unidos. No por nada ganó el premio a mejor película animada en los Golden Globe y estuvo considerada como una de las mejores películas del año 2018 en general, para la gran mayoría de los críticos especializados de aquel país. Cada uno tendrá su Spidey favorito, Maguire, Holland, el de la serie de los 90s o el de los súper amigos en los 80 (seguí participando Garfield), pero aquellos que más saben del arácnido, han catalogado esta peli e historia como “La mejor película de Spider-Man“, “El Spidey de Miles, es el definitivo” y un poquito de razón tienen. Seguramente se vendrán secuelas y diferentes spin-offs, los esperamos con los brazos abiertos.
Entretiene, emociona y logra ampliar de manera efectiva el universo que creó. Primero más para gamers, ahora ya de lleno en la cultura popular, las aventuras de Ralph y Venellope no tienen techo, ni limites. En 2012, Disney llevó a la pantalla grande una película animada en la que se adaptaba un antiguo juego de arcade llamado “Fix It Felix Jr.“, en este viejo fichín el protagonista era Felix, un hombrecito siempre sonriente, cuyo deber era reparar el edificio que destruía Ralph, su némesis natural. El estudio del ratón, tomó esa premisa simplona y bastante poco atractiva y le dio la vuelta de tuerca necesaria como para que Ralph, el demoledor (Wreck-it Ralph) se meta de lleno en nuestros corazones y dentro de la cultura pop de estos tiempos. Aquella primera peli, fue un disfrute completo para grandes y para chicos, explorando y rememorando antiguas épocas de salas de videojuegos, la historia tuvo éxito en crítica, en recepción por el público y obviamente, en la taquilla. Ni lentos ni perezosos, Disney se propuso redoblar la apuesta y dejo el camino libre para el desarrollo de una secuela. Claro que este no sería un trabajo fácil y por eso, el equipo responsable de hacer de la primera un éxito, regresa en Wifi Ralph (Ralph Breaks the Internet). En esta oportunidad, Ralph (John C. Riley) y Venellope (Sarah Silverman) llevan una amistad sin ningún tipo de conflictos y eso también se trasladó al resto de sus compañeros digitales. Pero Venellope se encuentra un poco aburrida y abrumada, resultado de una rutina que la tiene siempre como ganadora en su propio juego y ella quiere algo más, algo nuevo, algo que le represente un reto. Al notar esto, Ralph no tiene mejor idea que cambiar un poco la pista del Sugar Rush, juego donde su pequeña compañera es la campeona indiscutida y el avatar más requerido por quienes deciden jugar a su juego. Dicho cambio va hacer que el juego sufra un accidente bastante grave, haciendo que el dueño de la sala de videojuegos, deba desconectar el Sugar Rush. Para enmendar su error, Ralph junto con Venellope, deberán entrar a un mundo totalmente nuevo para ellos, el mundo del Internet, allí deberán esforzarse para encontrar el repuesto necesario, y en el camino se toparan con nuevos retos, aliados y peligros. Si hay algo que era muy difícil para esta secuela, era poder alcanzar el nivel de humor y referencias adecuado como para que su estilo no quede repetitivo y terminara refritandose a si misma. Oportunamente y contando una vez mas con la dirección de Phil Johnston y Rich Moore, la idea de incluir el internet hizo que la trama logre refrescarse y mantenerse innovadora. Aprovechando la gran variedad de franquicias que Disney posee, es incontable la cantidad de referencias hacia otras películas. Lo bueno, es que no solo se quedan ahí, porque dentro del amplio mundo de la internet, se puede ver exactamente todo lo que consumimos cotidianamente, incluso hasta sin darnos cuenta. La peli tiene una forma de mostrar la interacción humana con este universo tecnológico, que se hace muy ameno, simpático y hasta razonable. Incluso los elementos más banales, son mostrados de una manera en donde es imposible ni siquiera sonreír. Los personajes que conocemos, vuelven a lograr empatizar con el espectador de manera sumamente efectiva, pero en esta oportunidad están mejor acompañados, ya que se suman a los personajes principales, algunos que logran conectar desde el primer momento en que se muestran. El diseño de los personajes, en esta oportunidad era más complejo, ya que en la primera, todos o la gran mayoría, ya eran personajes conocidos y no se necesitaba demasiada imaginación. Acá se necesitaba que ese desarrollo visual fuera efectivo y que su aspecto tenga relación con su papel dentro de la trama y la verdad es que lo logran de manera perfecta. Wifi Ralph logra todo lo que se propone. Entretiene, emociona y logra ampliar de manera efectiva el universo que creó. Primero más para gamers, ahora ya de lleno en la cultura popular, las aventuras de Ralph y Venellope no tienen techo, ni limites. Veremos hasta dónde y cómo deciden continuar con ellas, los ejecutivos de Disney.
Robin Hood intenta dar una vuelta de tuerca a la historia clásica, para convencer y atraer a toda una nueva generación de espectadores. Lamentablemente no lo consigue y ahora su futuro como franquicia depende de los resultados que consiga en la taquilla. La historia de Robin Hood es de común conocimiento desde hace varias generaciones. Las aventuras del hombre de cuna noble que deja de lado sus múltiples privilegios para acabar con la tiranía y opresión de un tirano gobernante para con su pueblo, robando sus arcas y otorgando ese botín a los que menos tienen, han sabido ser inspiración para mil y un historias con interpretes diferentes a lo largo del tiempo. Sin ir más lejos, nuestro héroe anónimo no difiere mucho de lo que hace Bruce Wayne con Batman, o Tony Stark con Iron Man, donde sí hay diferencias es en el clamor popular que estos personajes generan. Aún así, el relato del arquero más conocido de Nottinham ya tiene en su haber más de treinta adaptaciones cinematográficas contando su historia. Pero como el público se renueva, ahora la historia de este emblemático personaje vuelve a ser llevado a la pantalla de la mano del director Otto Bathurst con un nuevo enfoque, un cambio total de estilo y un elenco preparado para romper la taquilla. Robin Hood (2018) cuenta la historia de Robin de Locksley (Taron Egerton), un joven de cuna noble que es reclutado por el ejercito británico para servir como soldado en las guerras contra los moros. Obedeciendo el deber que le fue encomendado, Robin deberá dejar sus tierras y a su amada, Lady Marian (Eve Hewson) en manos del sherrif de Nottinham (Ben Mendelson), un gobernante al que poco y nada le importan los plebeyos y solo está detrás del dinero fácil. Robin, quien luego de cuatro años en el exterior tiene que volver a casa porque resulta herido de gravedad, se dará cuenta que todo ha cambiado en su pueblo y debe encarar la situación desde otra perspectiva. Ayudado por John (Jamie Foxx), un aliado que se trajo inesperadamente de la guerra, y su gran habilidad para manejar el arco y la flecha, Robin deberá convertirse en un símbolo en el que la gente pueda encontrar la esperanza necesaria para reponerse y enfrentar, las reglas e injustas imposiciones del sheriff. La premisa es similar en muchos aspectos a lo que se puede ver en la serie de DC Arrow (2011-actualidad) pero con una gran salvedad, en Arrow todo funciona, o por lo menos es agradable de ver. En esta oportunidad, la película consta con un deterioro en cuanto al desarrollo del argumento muy notorio a medida que pasan lo minutos. Después de un aceptable y bastante interesante primer acto, con un enfoque novedoso y con un nivel de realismo más que agradable, cuando se empieza a desarrollar la conversión noble/vigilante es donde más dificultades se pueden notar. Más allá de la poca profundización en la trama y la intención permanente de demostrar que la acción “estilo Kingsman” puede llevarse a la época medieval, el guion se encarga permanentemente de superar su propio inverosímil. Situaciones sin sentido, persecuciones físicamente imposibles y un humor que escasea a lo largo de todo el metraje, son características que se repiten a cada rato y que no dan descanso. Cuando uno piensa que la peli puede levantarse un poco y volver al sendero correcto, ahí vuelven los errores hasta lograr la desesperación y el hartazgo. Esta cadena de errores desembocan en uno de los peores terceros actos de este año, donde no conformes con dejar todo bastante tirado de los pelos y ridículamente parecido al desenlace de The Dark Knight Rises (2012), los productores (entre los que esta Leonardo DiCaprio) se la juegan con continuar esta historia transformándola en un franquicia, de dudosa calidad, pero para eso habrá que esperar. Las actuaciones de solo dos actores pueden destacarse y hasta ahí nomas. Tanto Egerton como Foxx, han sabido tener buenas performances a lo largo de sus carreras, pero siempre con un guion solido que los mantiene. Acá, ambos tienen el problema de encarar sus papeles con un profesionalismo notable pero que la película es tan endeble y frágil que se terminan hundiendo con el resto de los personajes. Incluso en las escenas de acción, ellos han debido perfeccionar sus técnicas de disparo con arco, parkour y coreografías de pelea, pero que gracias a una pésima elección de efectos especiales, y cuando usarlos sobre todo, esa gran capacidad queda perdida ante tanto slow motion berretón. El resto de los personajes no solo no transmiten nada individualmente sino que dentro de todo el film, no logran interesar nunca. Si Robin Hood apuesta a convertirse en una franquicia de acción épica medieval, primero tendrá que corregir el desarrollo de sus personajes y de su historia. Dichos personajes en mayor o menor medida ya son conocidos por todos, incluso los de segunda linea, por lo que no deberían haber tenido mayores inconvenientes para escribir un relato coherente. Los escritores deberán pulir sus plumas para crear una historia verídica y convincente para que puedan estar a la altura de semejante personaje.
Podría haber durado menos o ni siquiera haber durado algo, realmente es lo mismo. Pasará sin pena ni gloria por la pasarela de las pelis de terror y terminará inevitablemente en el olvido cinéfilo. Si existe un tipo de película que abunde dentro del género del terror, esas son las que incluyen bebes. Nacidos o por nacer, hay incontables ejemplos de filmes en donde el foco es puesto sobre estas adorables y peligrosas criaturas. Desde el clásico Rosemary’s Baby (1968) que los productores buscan reeditar el éxito que se tuvo en ese momento, pero muchos han quedado en el camino, sin chances siquiera de pelearle de igual a igual a la cinta de Roman Polanski. Para intentar meterse de lleno en la conversación es que llega Malicious: En el vientre del Diablo (Malicious). Michael Winnick se encargó de escribir y dirigir esta película que cuenta la historia de Lisa Pierce (Bojana Novakovic) y Adam Pierce (Josh Stewart), una pareja que decide mudarse al campus de una prestigiosa universidad luego de que a Adam, le ofrecieran el puesto de su vida en la institución y apenas unos meses antes de que tengan su primera hija. En medio de la mudanza y el acople al nuevo trabajo, Lisa recibe constantes señales de que algo en la casa a la que se acaban de mudar no anda muy bien. Una de esas señales, viene de parte de una pequeña caja decorativa que su propia hermana le regaló y que de donde luego de una experiencia traumática para todos, se dará cuenta de que una entidad maligna ronda su casa y sus vidas. Las pelis de terror tendrían que empezar a considerar nuevos formatos para encarar sus ideas. Si bien en estos tiempos es mucho más fácil agarrarse de elementos ya creados anteriormente e intentar meterle mano con giros nuevos, el resultado suele ser siempre de mediocre para abajo. Este vuelve a ser el caso, pero no por querer evolucionar en cuanto a la premisa, que resulta ser bastante ingeniosa, pero sí en cuanto al desarrollo de la historia, personajes y situaciones. Después de un buen acto principal, los dos siguientes resultan ser tediosos, predecibles, aburridos y para nada aterradores. Los recursos cinematográficos son totalmente nulos, salvo por algunos movimientos de cámara que se combinan con el recurso trillado pero efectivo, de espejos y reflejos. El guion no termina de convencer, luego de un sólido arranque y a medida que corren los minutos se nota como todo lo que estaba bien construido se va quedando sin fuerzas y cae en el terreno de los lugares comunes que se pueden ver en todas las pelis de terror mediocres. Estereotipos en los personajes complementarios es otra de las tantas cosas que hacen ruido, teniendo en cuenta que solo hay dos personajes que tienen relevancia para la trama, el resto podrían haber tenido papeles un poco menos obsoletos. En cuanto a las actuaciones, solo a la protagonista le alcanza para aprobar. Bojana Novakovic, a quien pudimos ver en la premiada I, Tonya (2017) es la que más minutos en cámara tiene y le saca provecho, teniendo en cuenta toda la carga dramática que tiene su personaje y la evolución que va teniendo el mismo. Sus rasgos faciales ayudan a que el papel le quede como anillo al dedo. El resto, no solo no está a la altura sino que hasta funcionan como un lastra para la rubia. No hay muchas cosas que se puedan destacar, solo una buena premisa y su duración, ya que en solo 90 minutos la historia termina. Podría haber durado menos o ni siquiera haber durado algo, realmente es lo mismo. Pasará sin pena ni gloria por la pasarela de las pelis de terror y terminará inevitablemente en el olvido cinéfilo.
La Chica en la Telaraña se posiciona como una de las decepciones de la temporada. Esta no solo es una mala película de la franquicia que en su momento planteó Larsson, es una mala película en general. Stieg Larsson fue un escritor sueco reconocido a nivel mundial, entre otras cosas por haber sido el creador de la saga literaria Millenum. Una saga de libros que narran las aventuras detectivescas de Mikael Blomkvist, un periodista de una revista llamada Millenium, y Lisbeth Salander, una hacker tecnológica de primer nivel que trabaja para el mejor postor, pero que lidia permanentemente con su pasado turbio y lleno de oscuros secretos. Esta saga, ya ha tenido sus adaptaciones en el cine utilizando hasta los primeros tres libros de la franquicia y todas han sido estrenadas bajo el nombre de “La Chica del Dragón Tatuado” (The Girl With the Dragon Tattoo). En 2009 se estrenó la primera de todas las entregas, para ser una versión sueca con actores y escenarios 100% de aquel país, la narración y la historia fluyeron bastante bien, provocando así que los espectadores ajenos al material escrito se amigaran con los libros y siguiera creciendo la mitología de Millenium. Ese mismo año salieron las partes dos y tres, cerrando así una trilogía fiel a los libros y todo parecía que todo terminaría ahí pero… En 2011, Hollywood (¿cuándo no?) se apropió de los derechos para hacer una remake que contó con los actores Daniel Craig, Roony Mara y Stellan Skarsgård, con el aporte del celebre director David Fincher detrás de las cámaras. Si bien la peli gustó a los más fanáticos, un poco del espíritu se perdió y al contrario de la versión original, no hubo secuelas para la remake yankee. A casi diez años del estreno de la película original, llega a los cines lo que sería la continuación de la saga, luego de que el material original cambiara de escritor tras la muerte de Larsson en 2004. Intentando adaptar la cuarta parte de los libros, La chica en la telaraña (The Girl in the Spider’s Web), cuenta como Lisbeth (Claire Foy) roba un programa informático que da acceso a unos códigos que activan armamento nuclear a nivel mundial, pero de repente un matón ruso y sus compañeros se apoderan de su computadora con el programa dentro e intentan venderlo al que mejor pague. Para desgracia de los malosos de turno, Lisbeth acudirá a su viejo amigo Mikael (Sverrir Gudnason) donde ambos se verán involucrados en una trama en la que el destino del mundo está en juego y en sus manos. Para empezar hay que tener en cuenta un par de puntos en claro. Con la muerte del escritor original, era muy difícil continuar con el nivel de narración y desarrollo de personajes que se venía dando entrega a entrega. Habiendo dejado establecido esto, hay que decir que esta continuación, se encuentra demasiado lejos de lo que se supo mostrar la primera vez que conocimos a Lizbeth y Mikael y lo primero que se puede ver de diferente es el cambio de género de la peli. Mientras aquellas del 2009 y 2011, eran una especie de thriller detectivesco con tintes de dramas familiares y muchos secretos por parte de todos los personajes, con muy poca acción y casi nada de lugares comunes, da la sensación que entre el director uruguayo Federico Álvarez (Don’t Breathe, 2016) y los escritores, agarraron todo el material original y no solo no le prestaron la suficiente atención, sino que hicieron todo lo contrario. El desarrollo de los personajes es nulo, los papeles dentro de la historia no están para nada claros, personajes que deben tener mayor preponderancia no la tienen y aquellos que solo están de relleno se les da un protagonismo exagerado. Un guion que roza lo ridículo que no solo se burla del fanático de la saga sino también del espectador que no conoce nada y un cambio de género muy claro, que queda muy mal y no solo por el hecho de cambiar, sino por cambiar y hacerlo de mala manera. La película no solo cambia su género de manera abrupta (de thriller a acción), sino que también parece olvidarse de forma completa de todo el universo que se fue construyendo con el paso de los años y sobre todo de los libros. Hay un personaje que es clave en la franquicia y es el de Lisbeth, un personaje tan completo como complejo que dependiendo de su utilización la historia puede re-significarse de diferentes maneras e interpretarse también de esas formas. La película pareciera agarrar elementos al azar que fueron funcionales al éxito de la saga y los replica a más no poder, perdiendo totalmente el significado, muchas veces metafórico que ese elemento conlleva. Las actuaciones en este caso van de la mano con el guion. Sin tener ningún tipo de soporte eficaz, los actores respetan a rajatabla lo escrito y no se salen del molde. La más destacable de todos es sin dudas Claire Foy, quien a pesar de contar con un personaje que cuenta con mucho menos desarrollo del que debería y que en algunas características (sobre todo las tecnológicas) parece totalmente imposible que haga lo que hace, es el único sostén que tiene la peli para por lo menos no naufragar en el mar del olvido. El resto del elenco tiene idas y vueltas, pero ningún personaje cuenta con el desarrollo suficiente como para tener una importancia relevante. Extrañamente el peor de esta cita cinéfila es el encargado de interpretar a Mikael, Svenirr Gudnason, entre el increíble sin sabor con el que se lo nota y la poca participación activa dentro de la trama por parte de su personaje, esta película hizo a un costado a uno de los personajes principales. Nadie dice que los géneros dentro de sagas o franquicias no puedan cambiar, pero de hacerlo el trabajo tiene que ser el doble de efectivo. La Chica en la Telaraña se posiciona como una de las decepciones de la temporada y sus productores debieran tener en cuenta volver un poco al campo argumental y de veracidad que se vio y leyó los primeros tres libros, sobretodo. Esta no solo es una mala película de la franquicia que en su momento planteó Larsson, es una mala película en general. Si bien entretiene y hace volar la imaginación, quedará en el olvido como aquella que no supo como ganarse un lugar entre todos los amantes de esta gran franquicia.
Un grito de amor, amistad y redención, narrada con una historia que ya todos conocen de memoria y que rara vez vaya a cambiar. El Grinch sigue y seguirá enamorando con su poca actitud navideña. Estamos muy cerca de diciembre y eso significa muchas cosas. Se terminan los exámenes, el calor empieza a sofocar, el transporte público colapsa de gente malhumorada, las familias empiezan a repartirse las responsabilidades para las fiestas y las películas que tienen que ver con la navidad empiezan a ser frecuentes en todas las señas del cable. Una de ellas es sin dudas la de El Grinch (2000) la peli que protagonizó Jim Carrey y que trajo a toda una generación de chicos el clásico cuento del Dr. Seuss con una visión un poco más oscura y tétrica que el cuento original de 1957 llamado ¿Como el Grinch se robó la navidad? Un cuento que posteriormente se ganó una adaptación animada en 1966 y que hoy en día es considerado como un clásico navideño a nivel mundial. Y como las generaciones se renuevan, también lo hacen las historias clásicas, es por eso que este año El Grinch (2018) vuelve a hacerse presente en los cines de todo el mundo y de la mano de una de las compañías que viene acertando en cada movimiento como Ilumination Entertainment, sí la misma de los Minions. En la cima de la montaña más nevada de toda Villaquien, vive el Grinch. Un amargado y gruñón ser que se mantiene ajeno a todo tipo de sentimiento de felicidad y alegría dado que su corazón, de tres tamaños menor, no se lo permite. Mientras se encuentra en los preparativos clásicos de fin de año para hacer absolutamente nada, salvo comer y estar con su mascota/mejor amigo/mayordomo Max, él se da cuenta de que la comida no abunda y no le queda otra solución, que ir a la villa de los Quienes, a buscar provisiones. Allí, todos son diferentes a él y no porque se vea verde, gruñón y un holgazán de primera, sino que allí se espera la navidad como ningún otro evento. Entre todo el fervor y la locura de esta pequeña y curiosa población, el Grinch se topa con Cindy Lou, una joven que en medios de todos los preparativos se toma con una duda moral que incluye a su madre y sobre que debería hacer y como actuar. Después de un breve intercambio de ideas entre sí, ambos salen con conclusiones bastante diferentes. Cindy Lou, interceptar a Santa Claus en la noche de Navidad para proponerle un trato y nuestro amigo verdoso, disfrazarse del mismo Santa y robarle a todos los habitantes del pueblo, sus juguetes, sus adornos y su tan querida Navidad. Poco tiene de innovador esta nueva versión del cuento clásico, esta vez a manos de la dupla de directores conformada por Yarrow Cheney y Scott Mosier, pero hay algo que es verdad y es que la historia de El Grinch, nunca pierde el encanto. Pasó con el clásico del 66, lo mismo con la del 2000 y también posiblemente suceda dentro de otros 15 o 20 años y es por el gran mensaje que transmite la peli, algo que jamás quedará viejo. En esta ocasión el tono de la película apunta a un público joven, pero para no alejar a los padres se desarrolla una problemática bastante actual en donde madres y padres pueden verse reflejados por igual. Teniendo en cuenta que la peli no aporta ninguna otra cosa diferente, es destacable que por lo menos en ese aspecto, el film haya sabido acoplarse a la coyuntura actual. La animación es de primer nivel y no sorprende viniendo de los desarrolladores de personajes como los Minions. La realidad con la que estos genios están jugando es tremenda y parece no tener un techo de mejora. Manteniendo el diseño básico de los personajes originales, el otro punto a destacar es el juego de luces y sombras que se dan todo el tiempo y el de la fotografía de la peli, no es fácil que en una película animada los colores y las diferentes formas de utilizarlos sorprendan y aquí es un aspecto como para destacar de muy buena manera. La peli es un grito de amor, amistad y redención, narrada con una historia que ya todos conocen de memoria y que rara vez vaya a cambiar. Algo que es innegable es que El Grinch sigue y seguirá enamorando con su poca actitud navideña y cada vez que salgan nuevas versiones de su historia las sensaciones serán las mismas: ¿Hace falta otra película del Grinch? Sí, siempre.
Una de esas películas que son necesarias, que se necesitan ver en los cines y que los espectadores van a recordar por muchos años haberla visto. En septiembre del 2017, Spike Lee firmó para dirigir una película biográfica basada en la memoria escrita por Ron Stallworth y su experiencia con el Ku Klux Klan. El proyecto se presumía que sería sumamente ambicioso ya que traía entre muchas otras cosas, el esperado regreso de Lee a la silla de director. En esta obra, Spike encontró la pieza que le faltaba para hacer una carta de amor a la libre expresión, a la igualdad de derechos y al famoso “black power”, entonado en la década de los 70 por entre otros, el grupo activista afroamericano de los Panteras Negras. Ahora después de más de un año de trabajo silencioso, el estreno de la nueva película de Spike Lee llega a nuestros cines, luego de haber sido premiada a lo largo del mundo entero en diferentes festivales y habiendo generado uno de los boca en boca más grandes de los últimos tiempos. Con ustedes, Infiltrado en el KKKlan (BlackKklansman), una verdadera obra de arte. La película cuenta la historia de Ron Stallworth (John David Washington), un joven afroamericano que toda su vida soñó con ser detective y ahora, recién recibido de la academia de policía de Colorado Springs, se convierte en el primer hombre negro en ejercer la profesión de policía en esa parte del estado de Colorado. Obviamente por la coyuntura que lo envuelve, Ron deberá convivir con el mal trato constante de sus pares y sus superiores. Pero sus ganas de cumplir su sueño son tan grandes, que decidirá plantarse de igual a igual ante su jefe para poder trabajar como agente encubierto. Para demostrar que él tiene lo que se necesita para ocupar el puesto, no tiene mejor idea que hacerse pasar por un hombre blanco antisemita y enlistarse en el Ku Klux Klan local y desmantelarlo desde sus entrañas. Como no puede hacerlo solo, Ron deberá pedirle ayuda a su compañero judío, Flip (Adam Driver), quién se hará pasar por él cuando los integrantes de “La Organización” lo quieran conocer. Ron y Flip deberán ingeniárselas para hacer el plan perfecto y así derribar al Ku Klux Klan desde sus entrañas, en una misión suicida. No hay dudas de que a Spike Lee el rotulo de director le queda chico. Lee, es uno de los tantos grandes autores que han sabido expresar sus ideales y sus diferentes visiones sobre el mundo, la historia y la sociedad en una película y este es su nuevo ejemplo. BlackKklansman es un lujo total y completo, que logra entrelazar el dramatismo y la sátira de una forma totalmente orgánica y perfecta. La estructura de la peli logra generar un ambiente incómodo pero adictivo al mismo tiempo. Entre todas sus virtudes el film juega permanentemente al cambio de tono. Se genera suspenso, se genera tensión, hay humor, hay concientización social, hay discurso político, hay romance, hay de todo. Y todo construido de una forma tan verídica que realmente da placer. Por otro lado, Spike Lee brinda una lección de cómo se tienen que manejar los tiempos de una cámara, lo fundamental del montaje en una narración y como la fotografía puede enamorar desde el primer plano de una película. Las actuaciones están al mismo nivel que la obra y esto se da gracias a la gran capacidad de sus protagonistas. La dificultad de encarar papeles tan profundos y a la vez tan simpáticos por parte de John David Washington y Adam Driver convencen desde el primer momento que entran en escena. También los personajes secundarios están maravillosamente construidos e interpretados. Se puede generar odio, empatía, cariño y hasta camaradería con ellos y es por eso que en papeles generales, todos cumplen con su trabajo a la perfección. Infiltrado en el KKKlan, es una de esas películas que son necesarias, que se necesitan ver en los cines y que los espectadores van a recordar por muchos años haberla visto. La peli tiene un mensaje político bastante explícito y lo que quiere decir es bastante claro, transmitido de una manera muy intensa,y es que después de más de 40 años, y de tanta agua que ha pasado bajo el puente, ese mensaje es el mismo pero impulsado cada vez por más voces. Todo el poder, para todo el pueblo. No importa el color de la piel, la religión o la orientación sexual. Todos somos personas y nuestros derechos deben ser cumplidos y nuestras vidas, respetadas.