Después de varios desaciertos por parte de Tim Burton, el director logró reconvertir una historia chata y sin profundidad, en una satisfactoria historia de perseverancia y aceptación, donde la estética y la atmósfera juegan un papel fundamental. Para comprender la magnitud de lo que significa Disney hoy en día, hay que retroceder varias décadas para poder darse cuenta que animadores, escritores y directores han sabido marcar el camino dentro de la industria mucho antes de que llegásemos a conocer a Pixar o las películas de superhéroes. Una de esas obras fue Dumbo (1941), la historia de un elefante que tenía las orejas tan grandes que hasta podía volar. Esta habilidad tan especial innata del elefantito le costó cara, ya que durante sus primeros años de vida sufrió un constante maltrato por parte del resto de los animales del circo ambulante donde se encontraba y también por parte del público que se acercaba a la carpa de los hermanos Medici para satisfacer su necesidad de entretenimiento. Esta historia no es otra cosa que una reinvención del famoso cuento del Patito Feo, pero llevado a cabo con el famoso toque de Disney de hacer que animales puedan representar sensaciones humanas como si fueran uno de nosotros. Considerado como una de las joyas del cine clásico de Disney, ahora le tocó su turno de pasar por la sala de proyectos para así poder lograr tener su remake live action, esta nueva moda que desde las oficinas del ratón han optado por adaptar sus historias más emblemáticas con actores de carne y hueso, y con el siempre confiable poder de la animación actual y el CGI. Como la historia en sí trata de la vida y las desventuras de un “bicho raro” o “freak“, el encargado de llevar esta remake será alguien que se considera a si mismo como tal: Tim Burton. Uno de los autores que fue furor en la década de los 90s y que en el presente milenio no ha podido plasmar esa misma magia en las películas que ha dirigido. Quizás su última película que haya dado que hablar, por lo bien que estaba construida, actuada y ejecutada, fue Sweeney Todd (2007), pero aún así aquella obra logró tener una suma interesante de detractores, que años después se multiplicaría exponencialmente por el estreno de una de las primeras re-adaptaciones live action de Disney: Alice in Wonderland (2010). Con más opiniones en contra que a favor, Burton se alejó de la dirección de la secuela y se dedicó a sus propios proyectos personales, donde desafortunadamente tampoco le fue muy bien. Ahora Tim Burton y Disney se juntarán de nuevo para trabajar y buscarán tener la revancha que se merecen, haciendo una rea-daptación del famoso elefante volador. En esta oportunidad Dumbo (2019) explorará no solo los sentimientos del famoso elefante, sino que también irá más allá y narrará desde otro punto de vista la vida en el circo de los Hermanos Medici. Esta visión será explorada gracias Holt Farrier (Collin Farrell) un soldado que regresa al circo luego de su paso por la guerra y que junto con sus hijos Milly (Nico Parker) y Joe (Finley Hobbins), se encontrarán con el famoso Dumbo e intentarán que este sirva de ayuda para evitar la quiebra del circo comandado por Max Medici (Danny DeVito). Por supuesto que esta aparición atraerá la atención de más gente de lo pensado y ahí es donde juega un papel determinante V.A. Vandemere (Michael Keaton), uno de los dueños de un nuevo parque de diversiones que luego de hacerse eco de las actuaciones de Dumbo, intentará que éste pueda hacer lo mismo en su propio parque, pese a que los tratos no serán los mismos y las presiones por parte de los dueños tampoco. Luego de su última incursión en el cine con Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children (2016), Tim Burton ha logrado volver a plasmar todo su estilo en una película. Esa estética sombría y de pesadilla se le venía haciendo esquiva y en esta oportunidad esas características vuelven a tener lugar. El director toma la decisión correcta a la hora de esta re-interpretación ya que la película bien podría dividirse en dos. La primera mitad haciendo un claro homenaje al material original, respetando las escenas más recordadas y emblemáticas. La otra mitad es una clara muestra de la vigencia de Burton, construyendo escenarios monumentales y explotando los tonos de los colores para crear así un paisaje y puesta en escena completamente futurista, que van de la mano con lo que propone la trama. El guion resulta ser muy superior que el del material original, en esta oportunidad los personajes son mucho mejor desarrollados y se logra poder empatizar de una mejor manera con ellos. Los pasajes de comedia están muy bien llevados a cabo, sin caer en los chistes tontos y fáciles. La edición de sonido y la banda sonora dan en la tecla justa para poder lograr un ambiente completo y una experiencia total. Pero por sobre todas las cosas que diferencian a ésta Dumbo de la original, es que aquí hay un conflicto claro y concreto, con un antagonista que pese a ser obvio y para nada sorprendente, está determinado a lograr su cometido. Las actuaciones no son de deslumbrar, pero si están a la altura de lo necesario para hacer de esta película una obra totalmente disfrutable. Con Michael Keaton, Collin Farrell y Danny DeVito como principales exponentes, sus personificaciones están muy bien logradas. Burton tenía que rodearse con sus actores de confianza para poder lograr explotar su potencial y al mismo tiempo lograr que estos nombres de tanta marquesina no opaquen al gran protagonista orejudo. Un Dumbo que está creado de una manera magistral por CGI, que parece tener emociones reales y dando unas interacciones con los personajes reales que son sorprendentes. La mayoría de esas interacciones se dan con Eva Green, la otra gran estrella que si bien se la nota cómoda en su papel, ella no termina siendo aprovechada por el guion como para darle una importancia preponderante. Da la sensación que su personaje solo sirvió para que Burton se haga un festín a la hora de diseñar sus peinados e indumentaria, un fetiche que el director tiene desde sus primeras obras animadas y live action, que a veces logran quedar un tanto exagerados ya que busca poder equilibrar el poco desarrollo de personaje con un gran despliegue de producción. La Dumbo de Tim Burton será recordada como una pieza de entretenimiento más. Donde la obra original es tomada y re-imaginada por un autor, haciendo su propia película del mítico personaje. Ni por asomo estará dentro de las mejores del director, pero si deja la sensación de que Burton todavía puede imaginar y concretar sus ideas sin cambiar su estilo y materializarlas en forma de película.
Jordan Peele vuelve a otorgarnos una obra maestra de terror y va camino a convertirse en el máximo exponente del género con tan solo dos películas. Us no tardará mucho en convertirse en un clásico y su director en un referente del cine contemporáneo. Ya pasaron poco más de dos años del gran estreno de ¡Huye! (Get Out, 2017) y es hasta el día de hoy, la primera obra de Jordan Peele sigue dando que hablar. El humorista, devenido en director y productor de películas de terror, se ha consolidado en estos años como el máximo referente actual y a futuro del género. Su ópera prima supo cautivar a los amantes del terror, y a aquellos que no lo son tanto, por su guión (ganador del Oscar de aquel año), sus mensajes ocultos y sus actuaciones, entre otras genialidades de aquella película. Por supuesto, la devolución del público y crítica fueron ampliamente positivas y la repercusión fue de una magnitud inimaginable, suceso que terminó catapultando al flamante director en una estrella de la industria. Gracias a todo esto, a Peele se le ha confiado uno de los honores televisivos más grandes que se pueden desear en la televisión norteamericana: él hará las veces de presentador en el esperado revival de la serie de ciencia ficción americana por excelencia The Twilight Zone, que debutará este mismo año. Pero como todo esto no es suficiente para el querido Jordan, y después de haber producido la exitosa Infiltrado en el KKKlan (Blackkklansman, 2018), vuelve a ponerse detrás de las cámaras para brindarle al mundo su nueva joya, Nosotros (Us, 2019). Esta nueva película cuenta la historia de la familia Wilson, una familia tipo y bastante común compuesta por Adelaide (Lupita Nyong’o), Gabe (Winston Duke) y los niños Jason (Evan Alex) y Zora (Shahadi Wright). La querida familia Wilson decide pasar sus vacaciones en las playas de Santa Cruz, California, un lugar que cuando Adelaide era joven solía frecuentar con sus propios padres en su casa de verano, hasta que en una oportunidad ella se perdiera y sufriera un trauma bastante importante. Ahí mismo se encontrarán con sus amigos de la ciudad y empezarán a disfrutar de su descanso. Un descanso que no será demasiado prolongado, porque de buenas a primeras los Wilson deberán enfrentar una amenaza casi implacable y que aparentemente siempre ha estado a la espera de la oportunidad para atacar, casi como una sombra. Si algo quedó claro en ¡Huye! es que Jordan Peele sabe como escribir historias y llevarlas de manera exitosa a la gran pantalla. Dentro de esta escritura se podían observar mensajes entre líneas bastante claros en cuanto al racismo y clases sociales, sin perder el objetivo final, hacer una película de terror que desacomode a quien la vea. Si se pensaba que aquella primera incursión en el cine había sido una mera casualidad, ya se puede decir que esa postura era equivocada. Peele vuelve a demostrar que es un magnífico guionista, redoblando la apuesta de su trabajo anterior y demostrando que el humor y el terror pueden convivir de la mejor manera en una misma obra, ya sea para descomprimir los momentos tensos o para lograr una empatía mayor con los personajes. Combinando sub-géneros del terror como el home invasion y el slasher, Peele juega un poco más con el terror clásico y no tanto con el psicológico, pero sin abandonarlo de lado como para confundir al espectador y dejarlo sin ningún tipo de recurso para que logre liberarse de la amenaza que se viene. Algo que sí es bastante claro es que estamos en presencia de un autor hecho y derecho, sus películas tienen características similares en cuanto a lo estético y a las decisiones con la cámara, que si bien van sólo dos películas en su haber, ya se puede ir armando un patrón en cuanto a lo que quiere, cómo ve el cine y cómo lo transmite. Las situaciones que se presentan descolocan todo el tiempo, desde las acciones de los personajes hasta en las locaciones donde se producen, ellos están todo el tiempo cambiando de escenarios pero siempre encerrados en ellos, haciendo de la sensación de que algo malo puede suceder en cualquier momento una constante en las dos horas diez de película. Cuando desde el guión se le da al espectador poca información sobre la amenaza a enfrentar suele provocar un poco de desinterés y un poco de desconfianza para con ese ente antagónico, sin saber con seguridad si puede o no interrumpir que los protagonistas logren su cometido, pero esta historia está tan bien construida que a lo largo del relato no se da ningún tipo de pista y nada da un mínimo indicio de lo que serán los últimos 20 grandiosos minutos y un plot twist que es completamente shockeantes, al mejor estilo del mejor M. Night Shyamalan. Todo lo que se refiere a aspectos técnicos merece tener su párrafo aparte. Desde la utilización de luz natural en casi el 100% de la película hasta la asombrosa y espeluznante mezcla de sonido, que está tan bien lograda que nunca más nadie va a querer correr con tijeras en las manos. La fotografía y la puesta en escena tienen una calidad sorprendente; cada plano, cada toma logra transmitir algo diferente y esto produce que las imágenes logren mostrar más cosas de las que sólo se ven. La banda sonora es otra gran apuesta ganada por el director ya sea por la utilización de canciones conocidas en escenas determinadas le dan un toque especial o por el leitmotiv original para la película, que logra poner los pelos de punta y la piel de gallina desde el primer acorde de los violines y contrabajos. Las actuaciones son descomunales sin exagerar en lo más mínimo. Siendo Lupita Nyong’o la cara más conocida y visible de la película, la mayor parte de los minutos del film recaen en ella y la verdad es que demuestra por que es una de las actrices mejor valoradas en la industria del cine. Ella logra transmitir una carga emocional totalmente arrolladora que lleva su personaje y desde el primer minuto que tiene en pantalla logramos empatizar con ella. A Winston Duke le tocó una tarea muy difícil, ya que su personaje básicamente sirve para descontracturar todo lo fuerte que pasa a lo largo de todo el metraje, redundante y muchas veces sin sentido sus acotaciones solo son humorísticas y muy pocas veces su participación tiene un sentido positivo. Ahí se puede ver uno de los defectos que tiene la película, si bien el humor es necesario para bajar con la tensión y la carga dramática, en esta oportunidad ese descargo termina siendo constante. En ¡Huye! esto estaba mucho mejor distribuido, porque estos momentos quedaban relegados para un papel secundario y no protagónico. Entonces, si bien el humor es necesario acá hay una sobre utilización que por muchos momentos te saca de clima por completo. El elenco también cuenta con la experimentada Elisabeth Moss, quien si bien no tiene demasiada participación (no más de 7 minutos en pantalla) la actriz ganadora del Emmy por su actuación en El Cuento de la Criada se roba por completo esos momentos dejando en un segundo plano al resto de los actores y actrices. Por último pero no menos importante, los jovencitos Evan Alex y Shahadi Wright demuestran que están a la altura de las circunstancias y en sus respectivos debuts logran hacer pata ancha y dar a conocer al mundo que están listos para otras producciones. Nosotros no termina siendo superior a la película anterior del director solo porque es el doble de arriesgada, el doble de críptica y un poco más pretenciosa, pero no caben dudas de que Jordan Peele va en camino a marcar un estilo y hasta es capaz de lograr redefinir un género porque lo que está haciendo es un trabajo de otro tiempo y de otro planeta.
La película es correcta y no pretende ser más de lo que puede. No será la mejor película de terror de todos los tiempos, pero para quienes disfrutan el género y tienen ganas de ver material nuevo, es una experiencia gratificante. Si hay un elemento que se ha utilizado hasta el hartazgo a la hora de contar historias de terror es la de la personificación de “el mal” dentro de objetos o seres vivos que no lo son tanto. Desde hoteles hasta bebés no nacidos, las películas de terror intentan una y otra vez provocar incomodidad, sustos y que por momentos no aguantemos ver lo que sucede en pantalla. Lastimosamente esa sensación cada vez es menos frecuente, las ganas de las productoras de establecer un producto rentable a futuro por sobre lo eficaz de las historias concretas y sencillas, ha producido un cambio en el producto y es por eso que cada vez las películas de terror son más o forman parte de una extensa franquicia y asustan menos, por no decir poco y nada. Hay escasas excepciones como la franquicia de El Conjuro, con James Wan a la cabeza, que si bien tienen un claro panorama para seguir expandiendo su universo terrorífico, sus películas siguen provocando que se nos escape algún suspiro intenso y saltemos de la butaca cuando la entidad maligna se presenta. Como una excepción a la regla llega a los cines Maligno (The Prodigy, 2019) la nueva película de Nicholas McCarthy, un director que viene apostando a un terror más convencional que lo que ofrece el mercado actual. La trama gira en torno a la familia Blume, compuesta por Sarah (Taylor Schilling), John (Peter Mooney) y su pequeño hijo Miles (Jackson Robert Scott), un jovencito que de buenas a primeras comienza a tener severos problemas de conducta tanto en su casa como en la escuela, al mismo tiempo varios acontecimientos extraños comienzan a suceder y es allí donde sus padres no encuentran explicaciones lógicas. Luego de que su madre lo mande a hacerse ver con varios psicólogos especializados en la crianza infantil, Sarah empezará a darse cuenta de que Miles podría estar teniendo un problema mucho más grave que el que ella piensa. Si bien la premisa no es para nada innovadora y la historia es bastante predecible, el buen trabajo en conjunto del director McCarthy y Jeff Buhler, guionista de la remake de Cementerio de Animales (Pet Sematary, 2019), terminan otorgando un material decente y para nada despreciable. Si bien el trama fluye por los lugares comunes de este tipo de historias, hay algunos giros más que interesantes y sobre todo valorables, que producen una empatía total con los personajes. A pesar de que el guion no termina de ser 100% solido, sobre todo por los diálogos, la mayoría de los caminos y decisiones que se toman son acertadas. El desarrollo de los personajes es el correcto y sus interpretaciones van de la mano con ese gran trabajo, sobretodo el del joven Jackson Robert Scott (Georgie en It 2017) quien se pone la película al hombro y demuestra que ser protagonista no le pesa para nada. El joven brinda una interpretación escalofriante a pesar de su corta edad y se roba por completo la película. Otro miembro del elenco que cumple con su labor es la famosa y reconocida Taylor Schilling, quien después de saltar al estrellato por su papel en Orange Is the New Black (2013-actualidad) y algunos papeles menores en otras producciones, demuestra que está a la altura del papel protagónico. El resto del elenco cumple de manera correcta, sin nadie que sorprenda pero sin defraudar al mismo tiempo.
El debut de Capitana Marvel en el MCU es más que auspicioso, pese a tener que lidiar con momentos que podrían demostrar lo contrario. Carol Danvers llegó para quedarse y es la antesala perfecta para lo que será Avengers: Endgame. Cuando en Avengers: Infinity War el chasquido de Thanos eliminó a la mitad de la población mundial, los héroes más poderosos del mundo quedaron desahuciados, divididos e internamente destrozados, al igual que la gran mayoría de los espectadores que vieron como Spider-Man, Star-Lord y el Doctor Strange, entre otros, iban convirtiéndose en polvo y uniéndose con el viento. Pero cuando nada podía ser peor y la chance de que Iron Man y compañía hubiesen sido al fin derrotados, Nick Fury dejó caer un bipper noventoso de un bolso y con solo mostrar un símbolo, llenó de esperanza a muchísimos fans que estaban esperando algún tipo de señal que les indicase que ese no era el fin todavía. Ese símbolo era una estrella dorada sobre dos colores, azul y rojo, así y sin más preámbulos o especulaciones, el logo de Captain Marvel fue desvelado al mundo cinéfilo/comiquero en quizás el momento de mayor sufrimiento pochoclero de los últimos tiempos. Claro que presentar a esta heroína no era ninguna tarea sencilla, ya que el personaje tiene un pasado muy fuerte en lo que a comics se refiere pero por sobre todo, y teniendo en cuenta el contexto social que atraviesa el mundo, un presente que la tiene como máximo referente de las niñas y mujeres que aman y disfrutan de este género. La historia de Captain Marvel tiene muchos inicios y muchos personajes que han llevado el rotulo de “Capitana”, pero claro que no siempre ha sido mujer, la traducción exacta de la palabra no define ningún género y es por eso que este “traspaso de súper poderes” ha sabido tener a hombres y mujeres por igual. Sin ir más lejos, el primero fue Mar-Vell un guerrero muy poderoso de la raza alienígena conquistadora Kree y desde ese entonces (1967) seis han sido los cambios de nombres de este ser cósmico súper poderoso. Ahora la historia se centrará en Carol Danvers un personaje que se hizo del rotulo de capitana allá por el 2012, pero que ha tenido participación activa en los comics desde casi la misma época que Mar-Vell con diferentes nombres y responsabilidades, pero que siempre ha estado ahí. De esta manera Captain Marvel (2019) será la primera película en solitario, y de origen, de una superheroína de la casa de las ideas. Ambientada en la década de los 90s, la historia gira en torno a Vers/Carol Danvers (Brie Larson) una guerrera del imperio Kree que forma parte de una fuerza de elite llamada Star Force. Dicho grupo está liderado por Yon-Rogg (Jude Law), mentor de Vers y su oficial de rango más alto. En niveles superiores, este grupo está bajo las ordenes de la Inteligencia Suprema, un ente cósmico que rige a todo el impero Kree y lidera una lucha interminable entre su raza y los Skrulls, la otra gran especie extraterrestre que lucha por adueñarse de todo el universo. Luego de un combate entre ellos, un grupo de Skrulls termina llegando a la Tierra para hacerse de un artefacto que podría garantizarles la victoria en su guerra, pero Vers irá tras ellos separándose de su grupo y aliándose con un joven Nick Fury (Samuel L. Jackson) que descubrirá que el universo es mucho más grande de lo que él piensa. Así, Vers deberá utilizar todos sus conocimientos para usarlos en batalla y al mismo tiempo deberá ordenar los conflictos que tiene en su mente, con recuerdos borrosos sobre su origen que la han estado atormentado por años. Esta película es dirigida por Ryan Fleck y Anna Boden, una dupla que ya ha sabido trabajar juntos en películas de menor presupuesto y que hacen su primera incursión en el cine comiquero y ni más ni menos que con una de las películas más complejas para hacer. No solo por lo que el personaje representa, que es mucho, sino por el momento en el que este vasto universo cinematográfico se encuentra y por lo que se les viene a nuestros queridos Avengers. Por suerte para todos los marvelitas la película cumple y supera las expectativas que se han sabido generar desde que se supo que esta película se estaba diseñando. Al tratarse de una película de origen, el guion podría haber seguido los pasos y procedimientos que este universo ha propuesto con anterioridad, por suerte da una vuelta de tuerca y se saltea las etapas que son de relleno para proponer una aventura desde que empieza hasta que termina. Esto también produce que haya todo un trasfondo que no es desarrollado, pese a que se menciona. Esta elección no es para nada nueva, ya que de la misma manera trataron el asunto del Tío Ben en Spider-Man Homecoming (2017). Siguiendo con cuestiones de guion y que ahora no son tan favorables, el humor es reiterativo y bastante tonto, haciendo alusión permanentemente a la época de los 90 y sacándole todo el jugo posible. La trama tiene el problema de pecar de obvia por algunos pasajes, desde pequeños detalles hasta grandes cambios, haciendo que el plot twist que se lleva a cabo no tenga la sorpresa necesaria. Así su función no sirve de mucho. Otra cosa con la que aquí se jugó es con la continuidad temporal, hay algunos sucesos que acá se cambian y no son explicados y otros que se resuelven así nomas para que esta historia termine siendo bien introducida al MCU. Algo que si está perfectamente llevado a cabo es el tono del girl power que fluye de manera natural y no se nota ningún tipo de secuencia que fuera puesta por pura corrección política. En cuanto a manejo de cámara no hay nada demasiado destacable, salvo algunos momentos donde se notan las ganas de hacer una película más “personal” y no tanto un simple encargo. Los efectos visuales la película están muy bien, sobre todo la parte cósmica y espacial, que sin llegar a ser todo lo que se pudo ver en Guardianes de la Galaxia 1 y 2 (2014, 2017) o en Thor: Ragnarok (2017) presenta un buen resultado. Distinto es cuando toca ver lo hecho en cuanto a los poderes de Carol Danvers, donde los colores se mezclan, no se logran ver del todo nítidos y hasta parecen ser una mancha que está volando. Los efectos con CGI para rejuvenecer a Fury son impecables y casi parece que el actor volvió en el tiempo. No así con Clark Gregg, que pese a su corta participación ese rejuvenecimiento tecnológico no queda del todo satisfactorio. Otro de los grandes puntos a favor es la utilización de efectos prácticos o maquillaje para crear a los Skrulls y Krees, se nota la utilización del mismo y eso da un salto de calidad que es instantáneo. Las actuaciones están muy bien, sobre todo de su actriz protagonista. Mucha fue la polémica (injustificada) por la elección de Brie Larson como Capitana Marvel/Carol Danvers pero la ganadora del Oscar 2015 a Mejor Actriz, tira a la basura a cuanto hater se ponga a criticar su labor. Con actitudes propias de una súper heroína hecha y derecha, Larson demuestra que no solo era capaz de encarar este proyecto, sino que también brinda una actuación que la puede colocar como la personificación de Carol Danvers definitiva. Junto con ella, el siempre confiable Samuel L. Jackson da una clase de como debe ser un personaje secundario. Por momentos robándose sanamente el protagonismo y liderando los momentos cómicos con solo miradas o silencios. El que se ve un poco desaprovechado es Jude Law quien tuvo un papel no demasiado importante y que cuando se lo ve en pantalla si bien tiene actitud y compromiso, no tiene un desarrollo suficiente como para colocarlo como parte fundamental de la trama. Caso contrario lo que sucede con Ben Mendelsohn, quien aprovecha todo sus momentos en cámara y termina realizando una labor más que aceptable. De esta manera Capitana Marvel hace una más que correcta primera aparición en el MCU y que promete mucho más de lo que ofrece en su primera aventura en solitario.
McConaughey y Hathaway no pueden evitar que esta película salga a flote. Un pésimo guion y una dirección mediocre, logran que Obsesión sea de las peores obras en lo que va del año y pica en punta para quedarse con el puesto durante mucho tiempo. Dentro de todos los géneros y subgéneros que componen el cine actual, hay uno en particular que suele enamorar a espectadores más de lo que los otros lo hacen. Este es el caso del thriller psicológico, un género que supo ganarse un lugarcito en las pantallas cada vez con más naturalidad por la inmediata aceptación en el público. Estos tipos de películas, suelen tener como principal característica el hecho de engañar al espectador mostrando una realidad y mediante corren los minutos, el espectador sospecha, imagina, vuela y muchas veces termina totalmente desorientado y sorprendido por la resolución de la historia. Claro que para que esto sea efectivo, hay un elemento que debe ser ejecutado con mucha precisión y tiene que ser avalado por un guion que lo sostenga, este elemento en cuestión es nuestro querido “plot twist”. Gracias a esta magnífica y a la vez compleja forma de dar vuelta una trama es que el público puede sentirse “engañado”. Ejemplos hay muchísimos y por suerte es un género en el que realizadores vienen apostando cada vez más, ampliando un catalogo que suele tener como principales exponentes a películas como El Club de la Pelea (1999), Donnie Darko (2001) y más atrás en el tiempo joyas como Vértigo (1958) o La ventana Indiscreta (1954). La gran estructura de sus respectivos guiones está hecho de una manera tal que el espectador queda totalmente sumergido ante lo que se le presenta y no duda por ningún momento de que todo lo que puede llegar a haber visto puede verse modificado de una escena a otra. De la mano de todo esto es que llega los cines Obsesión (Serenity 2019), la nueva película de Steven Knight que tiene como protagonistas a Matthew McConaughey y Anne Hathaway, la dupla que supo brillar en Interstellar (2014) la obra cumbre de Christopher Nolan. En esta oportunidad McConaughey interpretará a Baker Bill, un ex-militar ahora devenido en pescador recreativo y comerciante que vive con lo justo y necesario en la pequeña isla de Plymouth. Todo iba relativamente bien para Baker, hasta que de pronto su ex esposa Karen (Hathaway) irrumpe en la isla con un pedido sumamente complejo, el de eliminar de manera “accidental” a su actual esposo Frank (Jason Clarke), quien la atormenta cotidianamente con sus acciones. Este será el puntapié inicial para que Baker comience a sospechar de todos en la isla y termine descubriendo que tal vez nada es lo que parece. Si una de las principales y fundamentales características del género es que se busca confundir al espectador mediante recursos narrativos, sin la necesidad de decir en palabras lo que se quiere denotar, en esta ocasión hay una sobre explotación del concepto contrario. La película busca sorprender con su plot twist, pero a lo largo de la hora y media de su duración, y desde el principio, las pistas que se otorgan son demasiadas, solo hace falta unir las piezas del rompecabezas para poder entender y descubrir, lo que el guion quiere creer que está escondiendo. Es más, si desde un primer momento el espectador está enfocado al ciento por ciento, desde la escena del comienzo ya se puede descifrar cuál será el devenir de la trama. Otro de los peores elementos que la película tiene es que, generalmente, luego del famoso giro argumental, los personajes suelen tener cambios abruptos en cuanto a comportamiento, concepción de la realidad, etc. Este no solo no es el caso, sino que además todo pareciera seguir igual que antes y ni siquiera se busca transmitir algún tipo de desequilibrio entre el personaje principal y los sucesos que están aconteciendo. A nivel actuación McConaughey vuelve a destacarse por su intensidad a la hora de interpretar sus papeles, pero en esta oportunidad esa intensidad se ve opacada por el pésimo desarrollo de personajes que tiene el guión. Funcionando como un agujero negro, que atrapa todo lo que se le cruza por el camino el guion esta tan mal escrito que hace que los personajes sean insoportables y no solo no logran empatizar con el público sino que hace que la película se vuelva tediosa e insoportable por las decisiones que toman los personajes. Y esta es una característica que repercute en todos los actores del elenco, desde los protagonistas hasta el más secundario de los papeles. De esta manera Obsesión termina siendo una película totalmente olvidable pese a los actores de renombre con los que cuenta el film. Un pésimo guión y una dirección cuanto menos cuestionable, son las bases de que este thriller psicológico que prometía bastante termine siendo, hasta ahora, de lo peor de este año.
Green Book no termina siendo una road movie simplona y corriente, por la gran dupla protagónica que constituyen Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Peter Farelly es uno de esos directores que tiene el mote de ser considerado como un director de comedias livianas. En su haber, cuenta con películas como Tonto y Retonto (1994), Locos por Mary (1998) e Irene, yo y mi otro yo (2000). Todos clásicos que han sabido hacer reír y quedarán por siempre como aquellas que sirvieron para establecer un tipo de comedia en particular y que sirve a su vez, como la piedra fundamental para las películas cómicas de hoy en día. Después de aquellas, el director supo alternar otras producciones más mediocres y otras que fueron definitivamente malas como Tonto y Retonto 2 (2014), donde Peter chocó la Ferrari que él mismo supo comprar con Harry y Loyd alla en el ’94. Después de aquella última incursión con la comedia, Farelly decide volver a ponerse detrás de las cámaras para adaptar una historia real donde se despega de las películas de humor absurdas y se mete de lleno en una aventura de amistad, inclusión y aceptación en una época donde esa parece ser la fórmula del éxito en lo que a los premios se refiere en Green Book: Un amistad sin fronteras (Green Book, 2018). Tony “Lip” Vallelonga (Viggo Mortensen) es un trabajador y ciudadano promedio, con raíces italianas, que junto con toda su familia viven en la Nueva York de 1962. Tony, quien pierde su trabajo como empleado de uno de los bares más famosos de la ciudad, se empieza a venir a pique cuando no solo no encuentra un trabajo estable, sino que empieza a empeñar sus artículos personales más importantes con tal de llevar el dinero a su casa. Cuando la situación económica de Tony empieza a ser limite, una oportunidad laboral se le presenta y no podrá declinarla más allá de que el trabajo en sí mucho no le convenza. El trabajo, será el de hacer de chofer y asistente personal de Dr. Don Shirley (Mahershala Ali) uno de los músicos más reconocidos del momento y con un talento impresionante, durante una gira de más de dos meses, pero que al mismo tiempo lucha contra el racismo instalado en la cultura estadounidense solo por ser negro. Juntos, Tony y Don deberán limar sus asperezas para poder conseguir una relación, de respeto, cordialidad y una amistad que muchos deberían imitar. A pesar de los grandes momentos de comedia y de la impecable química entre los protagonistas, la película no da el salto de calidad que se hubiera necesitado para posicionarla entre las mejores producciones del año. Uno de los motivos principales es del enfoque en el guión, ya que tanto Farelly como los escritores (Vallelanga incluido) decidieron hacer hincapié en el personaje de Tony y es él, el que nota todos los tratos raciales hacia Don. Para simplificarlo, por muchos pasajes la película se centra en explicar la rudeza y los contextos de racismo desde el personaje del hombre blanco. A pesar de eso, la historia es una amigable aventura de amistad y de sobreponerse a los estigmas sociales, de un lado y del otro. Por suerte el guión también cuenta con situaciones de humor en donde la seriedad se descomprime de manera efectiva y ambos personajes tienen grandes momentos frente a la cámara. En cuanto a las actuaciones, cuestionar o no reconocer los dotes actores del Viggo Mortensen es no tener idea de lo que él es capaz de hacer. Por su versatilidad, por su vida casi de cosmopolita y por su dedicación y trabajo constante, el labor de Viggo es de los mejores en todo el año. Pero aquí queda opacado por el gran, gran, gran, trabajo de Mahershala Ali que decididamente se roba la película con su excelente interpretación. Los momentos emotivos en donde el espectador puede verse afectado, vienen todos por el lado de Ali decididamente. El resto del elenco cumple un rol totalmente secundario y que se dedica exclusivamente a rellenar la trama. Green Book está lejos de ser una película perfecta. Está bastante llena de estereotipos y clichés pero tiene un pareja de protagonistas que provocan que una aparente y corriente road movie, se posicione como la película favorita de la corrección política.
Happy Death Day 2U demuestra que se puede cambiar de estilo sobre la marcha y pese a las múltiples fallas que tiene, el barco sale a flote por una solida actuación de su protagonista. En 2017 Blumhouse, una de las productoras que más apuesta por realizadores e ideas no tan conocidas pero sí con una frescura notable y destacable, llevó a la gran pantalla Feliz día de tu muerte (Happy Death Day), una clase de injerto entre el slayer clásico que se puede ver en películas como Scream (1996) y el recurso narrativo que tan bien supo usar Harold Ramis en Hechizo de tiempo o mejor conocida como El día de la marmota (Groundhog Day, 1993). En la primera entrega, la protagonista Tree (Jessica Rothe) debía revivir el día de su cumpleaños una y otra vez mientras intentaba descubrir la identidad del asesino que día tras día lograba asesinarla. Dentro de todo lo que ofrece el mercado, en ese momento la temática y la mezcla de géneros logró convencer a espectadores y fanáticos del slayer que volvieron a ver en los cines una obra que, a pesar de sus fallas, logra de manera correcta hacerle honor a las obras de las que toma elementos. Pero cuando la secuela fue anunciada y se vio que la película contaría con el mismo elenco y con avances que mostraban absolutamente todo igual, la señal de alerta empezó a sonar temiendo que la ahora franquicia de Feliz día de tu muerte podría pisarse con su propia sombra y así terminar siendo otra de las tantas sagas que fracasan en solo su segunda entrega. En este contexto es que llega Happy Death Day 2U, la secuela directa de la peli de 2017 que retoma la historia en el lugar donde la última nos dejó, con Tree y Carter (Israel Broussard) ya establecidos como pareja, habiendo descubierto quien portaba la máscara de Baby Face y donde aparentemente nada más retorcido podía suceder. Pero ahora, quien tomará mayor preponderancia será Ryan (Phi Vu) el compañero de cuarto de Carter, quién junto con él y Tree descubrirán que el loop temporal que mantuvo a la rubia en la película anterior repitiendo una y otra vez el mismo día, podría ser culpa de un efecto secundario de un experimento científico que el mismo Ryan, junto con sus compañeros de laboratorio Samar (Suraj Sharma) y Dre (Sarah Yarkin), esta diseñando. En la búsqueda por terminar de pulir algunos detalles en dicho experimento, las cosas vuelven a ponerse pálidas para Tree ya que volverá a verse incluida en viajes en el tiempo, siendo ella la única que lo nota, pero ahora en una realidad paralela en la que su vida es bastante diferente. Ella, no solo deberá volver a detener a Baby Face sino que también tendrá que decidir si quiere volver a su propio universo o quedarse en esta nueva realidad donde más de una sorpresa puede hacerla llegar a dudar. Christopher Landon vuelve a ubicarse detrás de las cámaras para esta secuela y lo primero que hay que tener en cuenta es que el tono de esta película nada tiene que ver con la anterior. Acá ya no hay terror, suspenso y de todos los elementos que constituyen una película como “slayer” ya casi que no hay ninguno. Si hay un asesino y si hay un misterio que debe ser revelado, pero no del modo que fue presentado la oportunidad anterior. Y, ¿está bueno que cambie el rumbo sobre la marcha? la respuesta es extraña y puede llenar de dudas, ya que los mejores elementos de la primera película siguen estando pero todo el contexto cambió. Ahora hay humor todo el tiempo (a veces sobre abundante y tonto), explicaciones científicas, viajes temporales, otras dimensiones, la palabra “multiverso” (!!!!) con todo lo que eso implica y una escasa participación del asesino con la máscara de bebé. Todo esto puede provocar por muchos pasajes de la peli una confusión argumental muy peligrosa, ya que si bien los términos son explicados, estos nuevos elementos no son nada simples. Sin embargo, la película conserva los dos elementos que hacen que esta franquicia se establezca como tal y pise de manera estable: El loop temporal y la secuencia de muertes adrede de la protagonista que, en la primera servían para descubrir la personalidad de Tree y ahora, es un simple método para lograr algo a futuro. Teniendo en cuenta esto, la película vuelve a ser efectiva pero de una manera completamente diferente y a pesar de un tercer acto para el olvido que da la sensación que podría durar unos 15 minutos menos. El montaje vuelve a ser la piedra angular en la que se basa esta franquicia y aquí vuelve a destacarse. No tanto el guión, que en su afán de querer transformarse en una obra más compleja deja baches argumentales por doquier y algunas situaciones que nada aportan al desarrollo de la trama pero que si tendrán que ver a futuro, porque el anuncio de una tercera y ¿última? parte de saga es inminente. En caso de que esto llegase a suceder, la trama llegó a un punto de no retorno en cuanto al enfoque y al claro alejamiento de lo que fue la primera parte, ahí los guionistas tendrán un trabajo un poco más simple, ya que no tendrán que lidiar con esa lucha interna entre géneros. En cuanto a las actuaciones, el único miembro del elenco que vuelve a destacarse es Jessica Rothe. Esta vez de manera mucho más notoria que en la entrega anterior y con un repertorio de habilidades faciales y corporales que demuestran de que ya pueden apostar a ella para roles y papeles para trabajos de mayor importancia. De los actores complementarios, el que está parado esta vez en el segundo escalón en importancia es Phi Vu, quien con su simpatía y con una clara mejora en cuanto a diálogos y desarrollo de personaje opaca sin dudas al resto del elenco. Feliz día de tu muerte 2 es una extraña pero convincente secuela del material original. Habrá que esperar para saber si volveremos a ver a Tree y Baby Face en un futuro cercano, todo dependerá de cómo repercute en la taquilla mundial, pero teniendo en cuenta el “poco” presupuesto con el que Blumhouse suele manejar a la hora de producir, la posibilidad es bastante concreta.
Teniendo más malas que buenas, Escape Room ya piensa en volverse franquicia antes de completar una primera entrega solida. En los últimos tiempos las películas de terror han optado por volcarse de manera preponderante hacía temáticas que tienden más a incomodar al espectador que a asustarlos. Al mismo tiempo, y de la mano de franquicias como El Juego del Miedo (2004-2018), toda película que venga de este palo busca más permanecer en el tiempo y establecerse como franquicia y hacer pie dentro de la cultura pop, antes que hacer efectivo su propósito principal. Claro que siempre va a causar más impacto en el público cuando desde las oficinas que manejan el marketing, una película que llegue con el rotulo de “terrorífica”, “espeluznante” y demás adjetivos calificativos sumamente exagerados. En esta linea actual de thrillers psicológicos, suspenso y demás llega Escape Room, un film dirigido por Adam Robitel (Insidious: The Last Key) que tiene la premisa de tomar la esencia de esta nueva moda de encerrar a un grupo determinado de personas en una sala y que este grupo consiga salir de dicho lugar utilizando su ingenio, y junto con elementos de suspenso psicológico, crear un espacio que incomode al espectador. Estos jugadores que entre sí no tienen ningún tipo de vinculo y llegan de diferentes formas, está compuesto por Danny (Nik Dodani), Mike, (Tyler Labine), Amanda (Deborah Ann Woll), Jason (Jay Ellis), Ben (Logan Miller) y Zoey (Taylor Russell). Ellos deberán conocerse, limar sus asperezas, luchar con los fantasmas de su pasado y convertirse en un equipo lo suficientemente apto como para sobrevivir al escape room más grande y peligroso que jamás se había visto antes. Teniendo en cuenta todo lo dicho en el comienzo, hay que empezar por aclarar que esta película no es de terror. Si bien los posters, trailers y demás están enfocados para transmitir la sensación de que sí lo es, la película no asusta en ningún momento. Aclarado esto, la peli tiene muchos puntos a favor y otros tantos en contra. Del lado positivo de la balanza, se puede destacar la original premisa y las ganas de transformar una situación totalmente amena en otra donde abunda la desesperación y las ganas de resolver todas las situaciones que se presentan. Al mismo tiempo, tiene un gran desarrollo de producción donde los escenarios elegidos están muy bien logrados y cumplen su propósito sin lugar a dudas. En el lado negativo, Escape Room cuenta con fallas a nivel de guion que hacen que todo lo bueno que podía parecer la primera parte de la película se vaya directo al tacho. Entrando en el desarrollo del segundo acto, las decisiones de los personajes empiezan a ser estúpidas, sin ningún tipo de razón y por sobre todo, sin ningún fin productivo. Las ganas de querer establecer esta franquicia desde el vamos, hace que se introduzcan elementos para desarrollar en un futuro, pero los tiempos parecen acelerados y todo lo que se ve desde el principio termina siendo casi que absurdo. La película toma caminos muy peligrosos si no son resueltos de manera correcta, e inevitablemente aquí son tomados erróneamente. Las actuaciones si bien no tienen un punto demasiado destacable, todos cumplen con su labor. Quizás los que más importancia toman, son los papeles de Logan Miller y Taylor Russell que solo por tener más minutos en cámara y por tener una historia complementaría un poco más importante que los demás, terminan logrando una empatía mínima con el espectador. Escape Room termina consolidando una mediocre performance que pudo haberse resuelto de una manera mucho más digna, si en lugar de pensar a futuro en forma de franquicia y querer establecerla desde el minuto uno, hubiera aprovechado la oportunidad para hacer una gran película.
Continua de manera efectiva las aventuras de Emmet y sus amigos tomando, reciclando y maximizando todo lo bueno que tuvo su antecesora, logrando ampliar su universo de una manera que no termina siendo repetitivo. Cinco años han pasado desde que vimos por primera vez a Emmet (Chris Pratt) y a todo su interminable mundo de Lego en La Gran Aventura LEGO (The LEGO Movie, 2014). Primero siendo vista de reojo por el concepto de “película creada en base a personajes de la famosa marca de ladrillitos” y después aceptada mundialmente por la gran dirección y guión a manos de Phil Lord y Chris Miller (Spider-Man: Into the Spider-Verse, 2018), quienes supieron tomar aquella simple premisa y consiguieron abrir las puertas de este mundo de bloques para un posible sinfín de historias. Entre estas posibilidades, las “películas Lego” lograron estrenar su propia versión de Batman en LEGO Batman (2017) aprovechando la repercusión positiva que dejó el personaje en la peli de 2014, quien tuvo a Will Arnett prestando su voz al personaje encapotado. En el mismo año, otro largometraje también llegó a la gran pantalla con LEGO Ninjago, en esa oportunidad se pudo ver un mundo mucho menos expandido y donde sus personajes eran solo de una franquicia determinada. Teniendo en cuenta que Lego posee las licencias de la mayoría de los personajes que constituyen el grueso de la cultura pop de hoy en día, en los primeros dos largometrajes de este universo de bloques animados las referencias son constantes y parecieran no tener ninguna clase de límite. Utilizando todos estos recursos y muchos más, llega la secuela directa de las aventuras de Emmet (Pratt), Lucy (Elizabeth Banks) y compañía. La historia retoma en el momento exacto en donde terminó la primera, cuando unos habitantes del espacio exterior denominados Duplo arriban a la ciudad con ganas de conquistar todo lo que ven a su paso y pese a las medidas que toma la ciudad para defenderse de ellos, fallan. Elipsis mediante de unos cinco años, ahora el mundo de Emmet se encuentra en un total caos y destrucción, donde ya nada es tan increíble como antes y los habitantes de Ladriburgo viven en una distopía cotidiana. Pero durante un día como cualquier otro, la General Sweet Mayhem (Stephanie Beatriz) arriba a la ciudad desde el espacio exterior con la misión de encontrar un grupo de representantes para llevarse a su planeta y es ahí donde el grupo de amigos de Emmet compuesto por Lucy, Batman (Arnett), Princesa Unikitty (Alison Brie), Benny el astronauta (Charlie Day) y Barba Metálica (Nick Offerman) es capturado. Emmet deberá arreglárselas para rescatar a sus amigos y así evitar que se produzca el Armagedón o dicho de otra forma, el final para todos los de su clase. Si había algo que era súper destacable de la primera entrega, era el hecho de que hasta el final, Lord y Miller guionistas y directores, solo habían dado algunos pequeños indicios de que el mundo de Emmet y sus amigos era una aventura que se producía en la imaginación de un niño humano de 10 años. En ésta, ese misterio que ya no es tal está bien continuado pero al mismo tiempo las situaciones que se dan son mucho más obvias que en la película anterior. Pese a todo esto, la peli vuelve a explotar todo su potencial y termina consolidando de esta manera una secuela que se encuentra a la altura de la película original. Ahora sin Miller y Lord dirigiendo, pero sí escribiendo el guión, la pareja encargada de llevar esta aventura a la gran pantalla es compuesta por Mike Mitchell (Súper Escuela de Héroes, 2005) y Trisha Gum, quienes hacen una muy buena labor pese a que esa originalidad que tanto se destacó de la primera ahora se encuentra un poco menos. Claro que las situaciones que más impacto causaron en su momento ahora son doblemente utilizadas, el ejemplo más contundente es el de las canciones, en 2014 “Todo es Increíble” logró penetrar y establecerse de forma permanente en todas nuestras mentes, gracias a su simpleza rítmica y lírica, tal es así que dicha canción fue nominada al Oscar como Mejor Canción Original de aquel año. La trama vuelve a combinar animación por computadora y stop motion, con momentos de actuaciones live action, que esta vez tiene una mayor importancia a la hora de la historia. En esta oportunidad y sin la participación en cámara de Will Ferrell (sí su voz) pero con la incorporación de Maya Rudolph en el rol de madre y Brooklynn Prince como Bianca, volvemos a encontrarnos con Jadon Sand como Finn, que nuevamente hará las veces de quien se ponga en primera persona para poder contar las aventuras de Emmet y su grupo de amigos. Si bien la historia en sí no cuenta con grandes avances narrativos con respecto al material original y podría parecer un poco menos orgánica que aquella, la diversión es explotada al máximo teniendo chistes y situaciones tan hilarantes que hasta al más serio de los espectadores, cuanto menos, va a esbozar una sonrisa. En cuanto al desarrollo de personajes, no se encuentran grandes cambios ni hay algún nuevo personaje que logre destacarse por sobre aquellos que si ya se encontraban antes. Donde si se nota que hay un avance, es en cuanto a los escenarios. La implementación de esta ciudad distópica que ahora es Ladriburgo, está claramente inspirada en el futuro post apocalíptico que presenta la joya de George Miller, Mad Max: Fury Road (2016) y le sienta perfecto. Lo mismo sucede con los escenarios que tienen que ver con el “espacio”, quizás sean más simples que el anteriormente mencionado, pero sin dudas es un salto hacía adelante en cuanto a lo que se vio en la primera entrega. La Gran Aventura LEGO 2 es una más que digna secuela de la joya visual y narrativa que fue su antecesora. Si bien por momentos puede abusar de la reiteración de recursos, la experiencia termina siendo súper disfrutable con la que es muy fácil familiarizarse aunque no se haya visto la película anterior.
El esperado final de la saga de dragones y vikingos, tiene en su última película una obra de arte visual y un nivel narrativo de lujo, enganchando así a grandes y chicos de una manera muy efectiva. Después de una década plagada de producciones animadas que llegaron para quedarse y expandirse a más no poder, llega la conclusión de una de las historias más humanas, épicas y visualmente revolucionarías. La última parte de la trilogía inspirada en los libros de la escritora inglesa Cressida Cowell llega a los cines de todo el mundo bajo el nombre de Cómo entrenar a tu Dragón 3 (How To Train Your Dragon: The Hidden World) y nuevamente con la dirección de Dean DeBlois. Esta entrega mostrará como Hipo (Jay Baruchel) lidia con la responsabilidad de ser el nuevo jefe de Berk, luego de la perdida de su padre Estoico (Gerard Butler) en la película anterior. Sumado a sus responsabilidades como jefe vikingo de, ahora, una sociedad que acepta a los dragones como iguales, él y Chimuelo, su mejor amigo dragón, deberán enfrentarse a una nueva amenaza que busca terminar con la paz entre dragones y humanos. Esta amenaza viene en forma de cazador y asesino de Furias Nocturnas, la “raza” de Chimuelo, y bajo el nombre de Grimmel (F. Murray Abraham). Así Hipo deberá actuar lo más rápido posible para evitar un genocidio de dragones, por eso decide emprender una búsqueda por todo el mundo para encontrar un paraíso para estas criaturas aladas. Un paraíso oculto en el fin del mundo del cual solo se hablan en leyendas y del que su padre le contó en su niñez. Pero claro Hipo y Chimuelo no estarán solos para esta última aventura ya que regresan todos los personajes que han sabido compartir pantalla con nuestros protagonistas como Astrid (America Ferrera), Valka (Cate Blanchett), Eret (Kit Harington) y Brutilda (Kristen Wiig), entre otras voces famosas. El que encontrará también una nueva compañera será Chimuelo, ya que en su camino aparecerá una Furia Luminosa que lo llevará por lugares que el dragón con la dentadura retráctil jamás había transitado antes. Si algo se podría destacar de las entregas anteriores de esta franquicia era que si bien el discurso estaba claramente enfocado a un público determinado, por su mensaje de aceptación, amistad y perseguir sueños no siempre respetando los deseos ajenos, la simpatía y el diseño de los personajes enganchó a más de una generación para ver las aventuras de Vikingos y dragones. Y esto vuelve a suceder en esta última oportunidad, yendo al hueso en cuanto a lo emotivo y jugando con los sentimientos del espectador. La fortaleza de la película se centra en las relaciones de los personajes entre sí, y de los personajes y la historia con el espectador. Obviamente se sabía que ésta entrega iba a ser la carta de despedida de la franquicia y es por eso que no se exigieron demasiado en crear personajes estrafalarios, ni humanos ni dragones, ya bastante diseñaron en la segunda parte (2014). Así, sin crear nuevas bestias, el foco está puesto en el guión, que una vez más vuelve a ser efectivo, y en los elementos visuales pero esta vez para crear lugares y escenarios totalmente surrealistas. Sin ser innovadora en casi ningún aspecto, pero brindando el máximo en cuanto a emotividad y brillando en lo artístico, Cómo entregar a tu Dragón 3 es el final justo y esperado por los fanáticos de la saga.