Drama, realismo, pizcas de humor y un relato de un pueblo entero, componen una de las mejores películas del año. Álvaro Brechner fue el encargado de escribir y dirigir este docudrama, sobre estos 12 años en los que tres hombres fueron privados de sus derechos más básicos, solo por pensar diferente. Los actores que pondrán el cuerpo y el alma para interpretar a estos héroes de la historia uruguaya son Antonio de la Torre como Jose Mujica, El Chino Darín como Mauricio Rosencof y Alfonso Tort interpretando a Eleuterio Fernández. El relato, está basado en la novela “Memorias de un calabozo” escrito por los propios Rosencof y Fernández y cuenta con lujo de detalles todo lo que ellos tuvieron que vivir y experimentar, sin perder la cordura y llevando a lugares impensados, lo que una persona puede soportar. Esta película lleva a otro nivel los relatos acerca de la peor época de la historia de Latinoamérica. En Uruguay como Argentina, las distintas narraciones de estos sucesos suelen pegar duro, porque es algo que marco un antes y un después en la sociedad, y este no será un caso distinto. Lo que consigue Brechner es algo alucinante, las sensaciones de los presos pueden sentirse en carne propia, la fuerza de voluntad es otro de los ítems que trasciende la pantalla como así también la claustrofobia. El guión es alucinante, cada toma, cada escena tiene un toque artístico que llena de belleza hasta los peores momentos de la narración. El dramatismo que se maneja es tal, que quien no se sienta un poco tocado carece totalmente de alma, corazón y empatía por el prójimo. El director también maneja muy bien un recurso muy valioso como la ironía y el humor, y en este tipo de películas es muy difícil combinarlo y que no quede desprolijo, acá es manejado de tan buena manera que es sorprendente. Menos mal que este toque está, porque realmente es muy fuerte lo que se vive y cortar con tanta crudeza es necesario. Las actuaciones están en otro nivel. Empezando por un coterráneo como el Chino Darín, el actor tuvo que someterse a bajar una cantidad de kilos que impresiona, al mismo nivel quizás de Christian Bale en El Maquinista (2004). El Chino, que viene impresionando cada vez más en sus papeles, vuelve a destacarse en esta oportunidad. La profundidad del guion hace que cada actor rinda al máximo y Darín no queda en el debe. También es el que más momentos de “humor” tiene y es el encargado de apaciguar un poco el relato con su capacidad de convertir nerviosismo en risas con una sola mirada. Al uruguayo Alfonso Tort, le toca ser el que tiene la historia de fondo más conmovedora, sentimental y fuerte. Su interpretación es extraordinaria y, en la repartija de sentimientos es con el que más empatía se puede llegar a tener, por la historia que éste tiene detrás. En todos los casos, los trabajos físicos tienen un condimento en particular, en el de Tort, el sufrimiento tiene repercusión en lo corporal, dando una sensación de fragilidad que, con la mínima corriente de viento, le puede llegar a romper los huesos. El caso más emblemático, es el de quien tiene que interpretar a José Mujica. Un hombre que luego consiguió ser Presidente de Uruguay y que nunca se olvidó de todo lo que vivió esos doce años. Algunas de sus célebres frases tienen origen en esa década de sufrimiento y el español Antonio de la Torre es el encargado de transmitirlo en una actuación que quedará para la historia. Entre la semejanza física alucinante y la gran interpretación, por momentos parece que el propio Mujica es el que esta frente a las cámaras. La historia de superación del “Pepe” es y debe ser un ejemplo para todos. La fotografía merece un párrafo aparte porque el director logra captar escenarios de los más lúgubres posibles y los refleja con una belleza técnica que pocas veces se ha visto. Es de otro nivel todo lo que se logró. Las escenografías, locaciones y vestuarios son otro de los puntos altos de una producción que se anima a dar que hablar y seguramente tenga una repercusión mundial pocas veces vista. Esta historia que fue co-producida entre Argentina, España, Francia y Uruguay, ya fue seleccionada como la candidata de nuestro país vecino para competir en los Oscars y la verdad que tiene grandes chances de poder quedarse con la estatuilla dorada. Drama, realismo, pizcas de humor y un relato de un pueblo entero, componen una de las mejores películas del año.
Milla 22 tiene fallas de guión por todos lados, las actuaciones no le imprimen ningún tipo de sello distintivo y la trama pareciera ser igual a las últimas películas de su director. Peter Berg, ha encontrado en Mark Whalberg su actor fetiche, sin lugar a dudas. A lo largo de toda su filmografía, que consta con no más de seis películas, todas tienen algunos ítems en común, por ejemplo, la trama, la vertiginosidad y sobre todo, su protagonista. Whalberg, quien se presta siempre a hacer los mismos papeles, encontró en Berg su aliado para hacer películas que a ambos le sientan cómodas. Poco desarrollo, muchas balas y armas de gran poder entre situaciones inverosímiles en las cuales el héroe del día sale increíblemente ileso y sin un solo rasguño. Estas son las mismas características que se pueden observar en las filmografías de ambos artistas, Día del Atentado (2016), Horizonte Profundo (2016) y El Sobreviviente (2013) son las últimas tres pelis en las que trabajaron juntos, y para ponerle un asterisco más a sus carreras, llega Milla 22. La nueva peli de esta dupla cuenta los problemas diarios de James Silva (Mark Whalberg) un agente del servicio de inteligencia norteamericano, que cuando las cosas se ponen más bravas de lo que se piensa en un momento, él es el encargado de romper todo tipo de reglas con su grupo Overwatch para lograr el cometido. Este grupo, que opera por fuera de la ley, pero con el consentimiento de las autoridades norteamericanas, se verá comprometido de gran manera cuando, en un país del sureste asiático, aparece Li Noor (Iko Uwais), un informante de su compañera de escuadrón Alice Kerr (Lauren Cohan), y las cosas se van a poner realmente feas. A cambio de intercambiar información sobre un material radioactivo robado, Noor les pide asilo político. Con el objetivo de recuperar ese peligroso cargamento de una sustancia devastadora, comenzará una carrera a contrarreloj y el escuadrón de James pronto se verá en una encrucijada. Serán 22 millas de persecución y tiros. Milla 22 tiene algunos aspectos positivos y muchos negativos. Para empezar, la forma vertiginosa de filmar que tiene Berg, ya es una muestra clara de que él solo pretende hacer grandes películas de acción. Hay veces que la cámara puede moverse más o menos, para mostrar la subjetividad de un personaje, intentar algún truco para despistar al espectador o dar un toque de autor al film. Berg hace todo lo contrario y ese movimiento ya lo tiene incorporado y es natural, para no hacer absolutamente nada, salvo poner incomodo a quien vea la película, porque no da respiro con la velocidad ni con la cantidad de cosas que pasan en pantalla. Teniendo en cuenta que no suelen ser películas largas, en una hora y media, el director pone tantos temas como puede y si se desarrollan bien y sino, bueno, no importa. Resoluciones sin sentido, exageraciones sin igual y escenas de peleas en las que los personajes principales no reciben golpes, hacen que la película sea totalmente entretenida pero sin ningún tipo de veracidad. Donde sí destaca esta vez, es en el tercer acto, inesperadamente el error que venía sosteniendo de cerrar los filmes de manera casi casual, se toma su tiempo para que el guion se fortalezca en el desenlace. A nivel actuación, se lo nota a Mark Whalberg en su zona de confort total. Ese lugar en el que se siente más cómodo empezó a desarrollarse cuando en 1998 protagonizó Equipo Mortal, una película de acción en donde hacia de un agente encubierto, malo en aquel caso, donde las balas tenían más momentos que las palabras y las coreografías de acción nunca le dejaban ninguna secuela en su cara. ¿Coincidencias? Creemos que no. Sin dudas a Mark no le interesan otros papeles y él ha adoptado esta peculiaridad de siempre intentar hacer lo mismo. Se nota en la saga Transformers e incluso se notó en la nominada al Oscar Todo el dinero del mundo, en la que también su relación en la historia tenía que ver con armas, protocolos secretos y demás. Ni hablar del abuso constante de insultos, no tiene una sola línea de dialogo en la que no diga por lo menos un insulto, al mejor estilo de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction (1994). Un poco de esto también se ve en Lauren Cohan, quien se ve que en todos sus años de The Walking Dead le agarró el gustito a las patadas fuertes, cuchillazos inesperados y balaceras por doquier, pero su personaje no logra ser para nada solido y ésta sufre más el guion del director, que su compañero de elenco. La sorpresa de la peli es la actuación del indonesio Iko Uwais, un artista marcial y actor que demuestra como si se debe pelear en cámara, aprovechando su don de pelea trabajada frente a la pantalla. Milla 22 tiene fallas de guión por todos lados, las actuaciones no le imprimen ningún tipo de sello distintivo y la trama pareciera ser igual a las últimas de su director, sin embargo, se ofrece un entretenimiento garantizado para aquellos que busquen despejarse un rato. Calles llenas de balas, persecuciones en altas velocidades y la puerta abierta para futuras secuelas, es la invitación de Peter Berg para que se junten a ver su nuevo trabajo y disfruten de acción de la vieja escuela.
Una historia que prometía mucho por su oscuridad, termina cayendo abruptamente por la falta de un guión estable y conciso. No caben dudas de que el cien argentino viene cambiando desde un tiempo a esta parte. Historias maduras, directores que intentan mostrar un sello distintivo en las obras y actrices y actores que han elevado la vara por sus interpretaciones de primer nivel. El Ángel, La Quietud y Acusada, son los casos más recientes de esto y este buen momento se vio reflejado en la taquilla nacional, colocando a estos films por sobre otros extranjeros y de mayor renombre. Pero para este momento de alza del cine argentino, no todos pueden ser éxitos, no todos pueden transmitir el mensaje que se quiere en una primera instancia y ahí es donde entra Sangre Blanca, la nueva película dramática dirigida por Bárbara Sarasola-Day y protagonizada por Alejandro Awada y Eva De Dominici. Sangre Blanca, cuenta la historia de Martina (Eva De Dominici), una joven que, junto a su pareja Manuel, hacen de mulas para pasar un cargamento de cocaína dentro de ellos, a través de la frontera entre Argentina y Bolivia. Los problemas comenzarán cuando Manuel se descompense por ingerir estas cápsulas y Martina deberá recurrir a su padre (Alejandro Awada) en busca de ayuda, no solo para ver qué hacen con Manuel, sino también para librarse de la presión de sus jefes mafiosos que le pisan los talones a Martina exigiendo el total del cargamento solicitado. En 2014 la directora debutó en un largometraje llamado Deshora, un filme que le valió la nominación a Mejor Opera Prima en el festival Cóndor de Plata de ese año, su primer gran trabajo llamó la atención del público y la prensa, convirtiéndose en una de las revelaciones de aquel momento. Lamentablemente para ella, esta segunda película no puede asemejarse a su debut. En un película carente de sentimiento y emoción, la historia se ve sometida en un guión absurdo, irreal y exagerado en partes iguales. Esta buenísimo que se quieran hacer historias más fuertes, que sean oscuras y maduras, pero el guión tiene que poder sostener eso que se busca y la verdad que acá hace agua por todos lados. La edición de sonido también se nota forzada, desviando el foco de atención y muchas veces logra tener mayor participación que los diálogos. Hablando de los diálogos, la inverosimilitud que se maneja es absurda, todas las charlas que tienen los personajes carecen de “alma”, se ven sumamente estructurados y, sobretodo, forzados. La fotografía si se destaca, buscando lograr una puesta en escena que transmite más que los propios actores. Las actuaciones en general cumplen, pero a diferencia de Lali Espósito en Acusada, Eva De Dominci no cumple para nada con las expectativas. La sobre-actuación podría definir a la perfección su tarea, pero también debe haberse visto afectada por un guión que parece no darle la libertad necesaria para que ella misma se sienta cómoda con el papel. Awada en cambio, esto le juega a favor, porque su papel debe ser frío, debe estar lejos del sentimiento, tiene que ser un tipo metódico y con intenciones claras, que no son las que su hija pretende. El resto del elenco casi que no tiene participación, ni siquiera en el momento de “máxima” tensión del desenlace, uno de los peores errores que podrían suceder. Una historia que prometía mucho por su oscuridad, termina cayendo abruptamente por la falta de un guión estable y conciso. La pequeña mancha de esta “nueva era” del cine nacional, lamentablemente tiene nombre y ese es Sangre Blanca.
Una película que pretende combinar cosas y que termina estrellándose con sus ganas de mezclar géneros. No se termina de decidir su camino a tomar. En 1973, el autor estadounidense John Bellairs publicó una novela juvenil con tono gótico con el nombre de “La Casa Con Un Reloj en sus Paredes” (The House with a Clock in Its Walls). Esta novela, es la primera de una trilogía que cuenta las aventuras extrañas de Lewis Barnavelt, un niño que quedó huérfano cuando sus padres murieron en un accidente de auto. Tras el trágico suceso, Lewis tuvo que irse a vivir con un tío que nunca había visto y que en la reputación familiar nunca estuvo bien considerado, sobretodo por su particular gusto por la magia. Bajo esta premisa y con la dirección de Eli Roth, llega esta transposición en la que veremos los inicios de la historia y la primera aventura de Lewis (Owen Baccaro) cuando se encuentra con su tío Jonathan Barnavelt (Jack Black) y su vecina, sumamente peculiar la Señorita Zimmerman (Cate Blanchet), en la maravillosa y tenebrosa mansión en la que él habita. Lewis, descubrirá que su tío y su vecina son magos y ambos están tras los pasos de una antigua maldición que el dueño anterior de la casa, el poderoso hechicero Isaac Izard (Kyle MacLachlan), hizo para poder dominar al mundo. Así Lewis deberá lidiar con los problemas básicos de un chico de 10 años en la escuela y los problemas domésticos, como hablar con sillones, prevenir el Apocalipsis tener de mascota a un Grifo hecho de hojas. Así de disparatado como suena, resulta ser el producto final. La película en sí pretende combinar géneros tan diferentes como fantasía, terror, comedía, y ninguna termina predominando y deja una sensación de que el eje estuvo mal fijado. El guión es de lo más normal, una típica historia que sirve como plataforma inicial para luego formar una saga de películas, así como en sus propios libros. Lo que si es extraño, es que teniendo a Jack Black, en ningún momento la película sea graciosa, si bien lo intenta en reiteradas oportunidades y es más, casi constantemente en el que el actor aparece en pantalla, no logra hacer reír casi nunca. El tono de la película es mucho más oscuro de lo que se estima, pero la estética tiene algo muy parecido a Escalofríos (Goosebumps, 2015) película que también protagonizó Black y que terminó dejando muchísimas dudas. La peli tiene aspectos visuales bastantes interesantes, pero transita permanentemente por una delgada linea, en la que a veces cae en pasarse con efectos de CGI. No es necesario que para hacer trucos de magia “simples” se hagan por computadora o ilusiones menores, que ya de por si no abundan, quizás con un poco más de efectos prácticos, le hubiese dado a la peli un salto de calidad. Las actuaciones no pueden evitar la carencia de alma que tiene la película. En el caso de Cate Blanchet, el film no explota todo lo bueno que puede dar la actriz. Teniendo un rol totalmente secundario, en los momentos que ella participa decididamente se nota una pequeña mejoría en el andar de la peli. ¿Por qué usarla tan poco si da un toque distintivo tan notorio? Podrían haber explotado todo su talento de mejor modo. En cuanto al joven Owen, da una interpretación fiel de su papel, pero hasta ahí nomas. Su mejor parte se puede ver cuando le toca interactuar con los aspectos de fantasía, porque su personaje en cuanto a los aspectos más “normales” como ir a la escuela, no generan empatía o gracia ni ningún tipo de sentimiento. Otro que puede estar en el grupo de los destacados, es Kyle MacLachlan, el Agente especial Dale Cooper de Twin Peaks (1990-2017), cumple con su trabajo de muy buena manera y la única parte que parecería ser para asustarse, viene gracias a él y gracias a un buen acierto del director a la hora del look de su personaje. En una película que pretende combinar cosas de Harry Potter, Los Locos Addams y Escalofríos que termina estrellándose con sus ganas de mezclar géneros y no se termina de decidir su camino a tomar. Aún así, para pasar el rato y olvidarse de los problemas, está bien. Eli Roth, quien supo ser un gran actor, recordado entre otras por su participación en Inglorious Bastards (2009), deberá tener en claro que para una adaptación de un libro, se deben tener más cosas en cuenta que seguir al pie de la letra las paginas del material original, hay que tener un sello propio y un toque de originalidad. ¿Habrá secuela? Solo queda esperar a los números que a Hollywood mas le importan, la taquilla.
Una película que le da una cachetada al género en general. Las actuaciones son soberbias y los actores ya de por sí transmiten un miedo inexplicable. En un género que no viene ofreciendo ningún tipo de innovación, Historias de Ultratumba (Ghost Stories) presenta una vuelta de tuerca a todo el mundo del terror. De la mano de Jeremy Dyson y Andy Nyman, quienes escriben y dirigen, esta película cuenta la historia del Profesor Phillip Goodman (Andy Nyman), un hombre que ha dedicado su vida a descubrir y desenmascarar engaños paranormales, a modo de documental televisivo, y siempre bajo de la premisa de “La mente hacer ver, lo que la mente quiere”, un credo que incorporó de su ídolo de la infancia Charles Cameroon, un hombre que se dedicaba a lo mismo que Philip hace ahora. El Profesor y Cameroon, se encontrarán cara a cara, cuando Charles que ya esta entrado en años y bastante mal de salud, le solicite que termine de investigar tres casos que él mismo no pudo resolver. Estos casos, tienen como protagonistas a Martin Freeman (Black Panther, 2018), Alex Lawther (The End of the F***ing World, 2017) y Paul Whithouse (Alice Through the Looking Glass, 2016). Ante el reto de su carrera, Philip deberá tener en claro su propósito y no dejarse llevar por los juegos que la mente pueda jugarle para poder resolver estos casos. Claramente acá hay que hablar del ingenio que tuvieron los responsables del film, para escribir una película que le da una cachetada al género. Esta película demuestra que una gran idea puede verse plasmada en la gran pantalla y ser un éxito total, siempre y cuando esté bien de guión y bien de protagonistas. La estructura de la peli puede darse el lujo de narrar una historia central y tres subtramas antológicas que en ningún momento se pisan, ni se mezclan o se traban y no se quitan protagonismo entre sí, además de lograr asustar. El gran reto de las películas de terror de hoy en día es el de producir esa sensación extraña y a la vez adictiva que es el miedo, el susto, y esta película lo logra, sin tener demasiados trucos rebuscados, simplemente apostando a la inquietud que una cámara y la oscuridad pueda transmitir. La fotografía va variando dependiendo de la subtrama que se cuenta y las diferencia de una forma excelente, también ese estilo de falso documental le da un toque distintivo que le funciona a la perfección. El desarrollo de los actos suele ser un problema para las pelis de terror, con un intenso segundo acto y un flojo/olvidable tercero, pero este no es el caso. De hecho la intensidad va de menor a mayor y la película explota al llegar al desenlace con un plot twist tremendo que sorprende a todos. Un recurso narrativo que está siendo bastante recurrente, pero que si se lo implementa de forma correcta y llega en el momento justo, se convierte en la “frutilla del postre” de un film. Las actuaciones son soberbias y los actores ya de por sí transmiten un miedo inexplicable. El que más lo logra es Alex Lawther, un chico que tiene la facilidad de demostrar y transmitir miedo, paranoia, empatía y preocupación en una sola mirada y que si bien tiene la historia más floja, lo compensa con su impecable trabajo. Lo contrarío pasa con Paul Whithouse, alguien que se lo conoce más por la comedia que por dramas y otros géneros. Él tiene la historia más oscura y su actuación no está al nivel de lo que merece su trama, aún así cumple. El salto de calidad es sin dudas Martin Freeman, un actor de los más versátiles que hay en la industria, tiene la facilidad natural de empatizar con el espectador y no importa lo que haga, lo hará bien. Así lo demostró en Sherlock, El Hobbit y sus diferentes participaciones en el universo cinematográfico de Marvel. Es una pena que esta peli llegue recién un año después de su estreno a nivel mundial y que incluso cabe la posibilidad que pase desapercibida por la cartelera, pero si tienen un lugar en sus agendas, aprovechen para verla en la mejor pantalla que puedan, con un buen sonido y acompañados de su protección favorita para taparse los ojos, porque el miedo es real.
Es posible que Hotel Para Criminales, esté inspirado en cierto modo en el hotel refugio donde se alojaba Keanu Reeves, ojalá los productores se pongan de acuerdo en hacer algún tipo de crossover, porque ver a Everest y John Wick juntos en una pantalla grande pateando traseros a troche y moche, es algo que se necesita ver. Mientras tanto, hubo algunos indicios de poder armar un “universo” en torno a estos hoteles/hospitales en diferentes ciudades del mundo. Quedará disfrutar de esta peli de acción novedosa, que es algo que hay que aprovechar, porque no se da todos los días. Las sagas de acción vienen pidiendo una renovación hace un rato largo y con la ausencia de secuelas de Rápido y Furioso o John Wick de este año, el camino está totalmente libre. No es casualidad que la secuela de El Justiciero haya aparecido este año y tampoco lo es que se estrene Hotel Para Criminales (Hotel Artemis, 2018), una película de acción sumamente violenta que se sienta en un futuro venidero, en donde el caos social está siempre al borde de la explosión, ya que diferentes recursos naturales como por ejemplo el agua, son cobrados a precios que la población ya no puede comprar. Entre tanta violencia social, muchos criminales aprovechan para hacer de las suyas y robar bancos, joyerías y cualquier otro lugar que pueda tener un botín abultado. Bajo este contexto, los malosos que son heridos suelen recurrir a un lugar en particular de la futurista ciudad de Los Angeles, el Hotel Artemis. Un lugar manejado por La Enfermera (Jodie Foster) que se encarga de dar asilo y protección a aquellos delincuentes que tienen su suscripción del hotel al día y que respeten las rigurosas reglas de este lugar. La tranquila rutina nocturna de La Enfermera, en esta oportunidad no se llevará a cabo cuando un ladrón (Sterling K. Brown) irrumpe en su establecimiento con su hermano mal herido y se desembocaran situaciones que nadie se hubiese imaginado. De la mano de Drew Pearce, el escritor de Iron Man 3 (2013) y Misión Imposible: Nación Secreta (2015), el director hace su debut como tal en esta producción que también es escrita y producida por él. Con las libertades artísticas que posee Pearce, el relato de esta peli es directo y no se anda con vueltas en ningún momento. No busca contar más de lo que pasa en esa noche especial y en esas horas. No quiere ser más de lo que promete y tampoco de lo que sabe que como producción puede ofrecer. Bajo este contexto, el relato de la historia no logra centrarse en ningún protagonista en particular, sino en el propio Hotel. Una estructura de lugar, muy similar al que se da en John Wick (2014) cuando se conoce al Hotel Continental. De hecho, la estética también es bastante similar y algún despistado podría interpretar que es de la misma cadena de Hoteles, por decirlo de alguna manera. ¿Homenaje, plagio, spin-off? Preferimos pensar que fue una coincidencia, pero es verdad que es llamativa la semejanza. Siguiendo con el director, el guión logra producir una incertidumbre tal que no se sabe en que puede terminar esta tormentosa noche y da la sensación que en cualquier momento todo se puede transformar en una balacera infernal. De la misma manera, se presentan subtramas todo el tiempo, y ninguno tiene lugar al desarrollo, dejando una sensación de mucho vacío. La cinematografía está muy bien lograda y los ambientes están hechos de muy buena manera. Combinando efectos de luces y colores, el tono neo-noir vuelve a tomar lugar en estas producciones futuristas. Si bien la acción, propiamente dicha, es poca y se da casi al final, esa adrenalina que genera que todo puede irse al diablo en cualquier momento no es usual en las películas de acción actuales. Los actores aquí, vuelven a verse en un segundo plano. Dos de los verdaderamente destacados son Jodie Foster y Dave Bautista. Foster haciendo de la encargada del hotel, hace un trabajo fantástico que sirve para descontracturar todo el tono oscuro que se genera constantemente. Por el lado de Bautista, si bien tiene un rol muy secundario, también es fundamental. El interpreta a Everest, el ayudante de La Enfermera, quién se encarga de desechar a aquellos que no acatan las reglas propuestas por la gerencia. Después el cast esta rellenado con estrellas de la talla de Sofia Boutella, Jeff Goldblum y Zachary Quinto pero que no logran tener protagonismo y ni siquiera sus historias logran ser contadas en su totalidad. Quizás ellos son los perjudicados de que el guión, no le de lugar a desarrollar sus complejas, pero secundarías situaciones.
El cine argentino parece haber encontrado el rumbo correcto a la hora de hacer producciones que convoquen de manera masiva al público. Acusada tiene un gran clima desarrollado durante todo el film de tensión y angustia, además las actuaciones de Lali y Sbaraglia son impecables. El 2018 puede ser un año inolvidable para el cine argentino. En lo que va de la temporada, muchas películas han superado las expectativas y se han convertido en nuevos futuros clásicos del cine nacional. El Ángel, La Quietud, No Dormirás y Animal, son algunos de los ejemplos más recientes de que la industria se encuentra en un constante crecimiento y mejora, consolidándose cada vez más en un público que, hasta no hace mucho, se le era esquivo. Hoy por hoy, las carteleras tienen más producciones nacionales de alto nivel que extranjeras, algo totalmente impensado hasta hace algunos años. Dentro de estas renovaciones que se vienen dando, muchos actores y actrices han encontrado el espacio para desarrollar su talento en la gran pantalla, saliendo un poco de las novelas de los canales de aire. Ahora el turno le tocó a Mariana “Lali” Espósito, la actriz y cantante que supo ver el estrellato mundial, luego de su paso por las telenovelas juveniles de Cris Morena. A partir de su pasado en tiras como Floricienta (2004-2005) o Casi Ángeles (2007-2010), Lali demostró tener pasta para más que solo interpretar papeles secundarios en novelas y de a poco, se fue posicionando en ficciones un más maduras, siempre sin dejar de lado su costado artístico, cabe destacar que es una de las cantantes latinoamericanas que mas público convoca en estos tiempo. Por todo esto y más es que Gonzalo Tobal, director de Temporada de Caza (2017), depositó sus ojos en Lali, para que ella protagonice su nueva película, Acusada (2018) es una película dramática que cuenta la historia de Dolores (Espósito), una joven que se ve involucrada en el crimen de Camila, quien supo ser su mejor amiga y el mundo entero tiene la certeza que la propia Dolores, fue la autora del crimen. En medio de juicios éticos y morales de parte de la prensa y la opinión pública, los padres de la acusada, Luis (Leonardo Sbaraglia) y Betina (Inés Estevez) harán lo imposible y agotarán todos sus recursos para demostrar que su hija es inocente. El cine argentino parece haber encontrado el rumbo correcto a la hora de hacer producciones que convoquen de manera masiva al público. Hechos criminales sean verídicos o no, son más atrapantes para los que generalmente se sienten atraídos al morbo y eso es aquí lo que sucede de forma muy clara. La fórmula de estrella reconocida más una historia en donde hay crímenes, es cada vez más tentadora para realizadores, y si tiene sustento verídico mejor, aunque no es fundamental, las grandes estrellas de la marquesina se encargan de atraer al público de igual manera. No obstante, para lograr el éxito en el “boca a boca”, hace falta más que solo tener grandes protagonistas o una buena historia. El relato y el mensaje deben ser concisos y no andar con vueltas innecesarias y ahí está el primer gran acierto del director Tobal. La película logra generar la intriga que se necesita en este tipo de historias, con esa sensación de querer saber lo que realmente pasó o quién es el verdadero culpable. Con un guión brillante y fresco, Acusada jamás cae en intensidad y los diálogos le dan un toque de veracidad a las características de los personajes. Por el lado de los actores, el trabajo de Lali y Sbaraglia son impecables. Mucho se dudaba de que la encargada de llevar a cabo un personaje tan dramático y oscuro, sea interpretada por una actriz sin experiencia en el rubro, pero hay que quitarse el sombrero por una gran actuación de la cantante. Poniendo el pecho a las balas, Lali se banca toda la artillería que había para tirarle y sale adelante con un trabajo brillante, incluso con cambios físicos durante el rodaje que demuestran su compromiso por el papel. Sbaraglia si bien tiene una labor a la que se le pueden reprochar pocas cosas, queda un poco eclipsado por el rol que le toca ocupar, pero se encarga de aprovechar al máximo sus momentos en pantalla para destacarse de igual manera. La propia Inés Estévez y la participación de Gerardo Romano (El Marginal) y Daniel Fanego (El Ángel), son la frutilla del postre de un elenco que no tiene mayores caras conocidas. El clima desarrollado durante todo el film es de tensión y angustia, lo mismo que siente Dolores, por eso el trabajo está cumplido y de la mejor manera posible. Con una fotografía que transmite dolor, el espectador puede sentirse parte del relato y por qué no, jugar a adivinar quién es la figura responsable de la muerte de Camila. El cine argentino puede que esté viviendo su mejor momento, así que es hora de aprovechar historias que están bien contadas, bien actuadas y bien escritas.
El último hombre no termina convenciendo y todo lo promisorio que podía parecer en los primero 15 minutos, se ven tirados a un lado por una aburrida narrativa. A lo largo de la historia del cine, el uso de los “futuros distópicos” ha sido moneda corriente y recurrente, en las diferentes épocas del séptimo arte. Desde Metropolis (1927) hasta Mad Max: Fury Road (2015), cada director ha podido imprimir su sello distintivo en estos futuros lejanos, en donde la sociedad como la conocemos se fue por el caño y al planeta le quedan los días contados. Pero es verdad, que si bien el detonante de semejante problema suele ser el mismo, pocas veces es mostrado o narrado. A lo largo de la trilogía original de Mad Max, se pueden ir atando cabos de como la Tierra se convirtió en el desierto que se vio en la ultima peli con Tom Hardy. En las sagas juveniles, el causante suele ser a través de enfermedades incurables que tienen a los mayores como responsables de estas plagas. Lejos quedaron en el tiempo las buenas películas de zombies, con Train to Busan (2016) como último gran exponente, los muertos vivos solían ser la manera más recurrente de referirse a un futuro que ya no valía la pena ver. En este panorama, con sus diferencias y todo, llega El último hombre (The Last Man, 2018). Una película filmada en Argentina, por Rodrigo H. Vila, coterráneo también, que cuenta la historia de Kurt (Hayden Christensen), un veterano de guerra que sufre de estrés post traumático, en el medio de los que parece ser el principio del fin del mundo. Con la guía espiritual, mental y física de Noe (Harvey Keitel), un orador que se ve venir la noche y se encarga de redistribuir sus ideales a la gente, Kurt intentará zafar de toda su compleja forma de ser. En el medio de todas estas situaciones, el pobre Kurt necesitará un plus para no perder la cabeza, cuando sus fantasmas personales empiecen a perseguirlo, es aquí donde aparece Jessica (Liz Solari) quien parece ser una solución, pero quizás le termina provocando más de un dolor de cabeza. En esta co-producción argentina y canadiense, hay varias cosas por detallar. Desde las cuestiones visuales, se puede sentir una gran combinación entre los ambientes llenos de decadencia de Sin City y el toque neo-noir de Blade Runner, cada escenario está perfectamente diseñado para que parezca que todo esta a punto de irse al diablo y así lo viven sus protagonistas. La desolación y el poco tiempo que le queda a la Tierra que se transmite por momentos, es agradablemente inquietante. Los vestuarios están acordes al momento y las locaciones quedan perfectas, de modo que el director argentino, la pegó con hacer la película en su tierra natal. La música y el sonido, tanto mezcla como edición, dan la talla y no quedan ordinarios en ningún momento, es más, el sonido juega un papel fundamental en donde hasta los silencios que se producen, juegan con las sensaciones del espectador. Dejando de lado los temas técnicos y estéticos, el gran problema que tiene la película, se encuentra en su guión. Lamentablemente el ritmo narrativo es muy lento, a tal punto que aburre y mucho. La historia podría haberse desarrollado muchísimo mejor habiendo elegido un rumbo claro desde el principio, pero se la pasa en el medio de dos grandes tramas. Por un lado, todo lo sufrido por Kurt en una guerra de la cuál no sabemos nada, y todo el porvenir del mismo, en lo que puede ser un posible Apocalipsis. Desafortunadamente, el director eligió el segundo camino y el destino no resultó ser el mejor. Toda la otra rama de la historia parecía mucho más jugosa e interesante, pero nos quedaremos con las ganas. Al mismo tiempo, hay varios tramos de la peli en la que el guion se encarga de remarcar una y otra vez, con escenas más que claras, cosas de menor valía argumental hasta llegar a un punto tal de cansar a quien ve. Lo mismo con “chistes” o comentarios alusivos a gustos personales del director y ni hablar de personajes totalmente olvidables que nada tienen que ver con el argumento principal que a la ya pesada narrativa, lo único que le agregan es ganas de que esos momentos pasen lo mas rápido posible. n cuanto a lo actoral, para sorpresa de muchos, Christensen cumple con su rol de desequilibrado e incluso por momentos se puede llegar a sentir una leve empatía por su personaje, su historia y el contexto en el que se desarrolla. Lo mismo pasa con Liz Solari, de quien en una primer instancia se puede creer será la típica femme fatale pero su papel será aún más relevante. Cabe destacar que toda la peli es hablada en ingles y ella no desentona para nada, la seducción que despierta con una simple mirada es admirable y su incursión cinematográfica estuvo por encima de las expectativas. Caso contrario al de Harvey Keitel, ganador del Oscar como mejor actor en 1991, tuvo muy poco protagonismo e incidencia en la historia y cuando le toco participar, parecía que estaba en otra sintonía con el resto del elenco. Un elenco que tiene perlas sudamericanas como Fernán Mirás y Rafael Spregelburd, entre otros que demuestran que pueden estar al pie del cañón para cualquier tipo de papel y producción mundial. Lamentablemente, El último hombre no termina convenciendo y todo lo promisorio que podía parecer en los primero 15 minutos, se ven tirados a un lado por una aburrida narrativa. Aún así, está más que bien que directores locales sean requeridos por este tipo de proyectos y más aún sean filmadas en su totalidad en tierras nacionales. Ojalá no veamos un cambio en ese aspecto y más artistas, detrás y frente las cámaras, tengan su oportunidad.
Denzel Washington vuelve a dar una actuación solida en un personaje que evidentemente le gusta interpretar. Es una historia cuyo argumento flota por los aires y la narrativa la hace lenta, aunque una buena dosis de acción siempre es bienvenida y más cuando se trata de películas que no van a los bifes directamente. Denzel Washington es uno de esos actores que siempre serán recordados, sobre todo por la intensidad con la que interpreta sus diferentes papeles y roles. Desde la dura Philadelphia (1998), pasando por Training Day (2001) y The Magnificent Seven (2016), las diferentes caracterizaciones del actor, siempre han estado en lo más alto de la consideración popular. En 2014 le llegó un rol caído del cielo, cuando le ofrecieron la oportunidad de protagonizar una nueva película de acción, bastante más madura que muchas de las de su repertorio. Bajo el nombre de The Equalizer (El Justiciero, 2014) Denzel se puso la 10 en la espalda y salió a patear traseros de rusos a lo largo y ancho de Chicago. Robert McCall (Denzel) un hombre de lo más común y corriente, tiene un amor sagrado por el orden, la rutina, la paz y sobre todas las cosas, la justicia. Toda esta aparente tranquilidad que el bueno de Bob demuestra en su día a día, se ve llevada al extremo cuando mafiosos rusos atacan a una adolescente que se vio casi obligada a ejercer la prostitución a manos de los rufianes europeos. Al enterarse de estos problemas, un lado oculto de Robert saldrá a la luz e intentará acabar con esta banda de mafiosos y extinguir el problema de raíz. Esa es la premisa básica de esta historia, un hombre que parece de lo más corriente, metódico y humanitario. En esta secuela, McCall regresa para seguir combatiendo por su cuenta a delincuentes, secuestradores o cualquier tipo de extorsionador, por muy arriesgados que sean. En esta ocasión, el justiciero va a tener que enfrentarse a un caso en el que entrarán en juego cuestiones muy personales. Y es que Susan Plummer (Melissa Leo), su ex-compañera y agente retirada, ha desaparecido. De esta manera, la misión hará que McCall se vea cara a cara con secuestradores y sicarios de alto nivel con los que nadie está a salvo, mientras que pone a prueba su tenacidad y habilidades ahora que alguien querido está en juego. Partiendo de la base de que una secuela no era del todo necesaria, hay que decir que ésta logra estar a la altura. Sin ser más que su primera entrega, esta nueva aventura reúne todos los elementos, buenos y malos, que hicieron de la original, una gran película de acción. Nuevamente bajo la dirección de Antoine Fuqua, la película retoma el nivel narrativo de su antecesora, creando un clima por momentos distendido con grandes coreografías de combate, balaceras, persecuciones y demás. Con una estructura y un guión bastante similar a la original (por no decir idénticos), el director cae en un error bastante grosero a la hora de querer desarrollar con profundidad la bondad y ganas de hacer justicia que tiene Robert. Si había algo que quedado claro en la primera película, era que él no busca nada a cambio de lo que hace, todo lo contrarío, lo toma como una “obligación” casi moral. Todo el buen ritmo que se muestra a la hora de la acción propiamente dicha, se ve por momentos hasta desperdiciada cuando cae en estos baches narrativos. Otra falla, es la rápida visualización del villano de turno, quitándole misterio e intriga al filme. Mientras que Denzel Washington vuelve a dar una actuación solida en un personaje que evidentemente le gusta interpretar, el resto del elenco cumple de buena manera pero sin generar ningún tipo de sorpresa. El cast se completa con actores de buen curriculum como Bill Pullman, Mellisa Leo, Ashtori Sanders y Pedro Pascal, pero que no terminan de explotar en ningún momento. Es posible que el guión no les da lugar a explayar sus personajes, aunque después de todo, la historia no se centra en ellos. Sin embargo le podrían haber dado una mayor responsabilidad, sobre todo teniendo en cuenta la calidad de actores que son. En una historia cuyo argumento flota por los aires y la narrativa la hace lenta, aunque una buena dosis de acción siempre es bienvenida y más cuando se trata de películas que no van a los bifes directamente. Hay un desarrollo de un personaje, una historia, un pasado oculto y una filosofía que, si bien puede ser cuestionable, es concreta y funciona. Sí pudieras hacer algo por alguien, sin esperar nada a cambio, ¿Lo harías? Bob lo tiene bien en claro y no se detendrá hasta que todos paguen por sus crímenes.
Una apuesta jugada por un humor para mayores, la simpatía que siempre generan estos personajes de goma espuma y lo bien que quedan estos elementos juntos. Que el título no los confunda, no se viene la tercera parte del nuevo reboot de Los Muppets, esos pequeños y amigables títeres llenos de colores, sentimientos e incluso variedad de razas de animales, que a lo largo de los años han sabido inundar la pantalla con canciones, chistes físicos aptos para todo público y casi siempre, una gran moraleja reveladora. En esta oportunidad, los que verán acción en la gran pantalla, no son la rana, el oso y la cerdita, sino que serán sus primos lejanos, los Puppets. Si bien en su estructura física, estos muñecos son bastante similares a los creados por Jim Henderson, todo el ambiente a su alrededor es totalmente diferente. La convivencia entre los Puppets y humanos, es de lo mas dificultosa, ambos se tratan con hostilidad y hasta hay un alto grado de discriminación entre ellos. Claro está, no en todos los casos es igual, ya que incluso trabajan juntos, tienen affaires amorosos y conviven lo más bien. Bajo estas características y en este marco se da ¿Quién Mató a los Puppets? (The Happytime Murders, 2018), una película que mezcla comedia con un tono demasiado subido con ironía casi todo el tiempo y las situaciones más hilarantes que se les puedan ocurrir con una película detectivesca que nada le podría envidiar a David Lynch. En esta combinación de géneros, que suele ser más normal de lo que en un primer vistazo puede parecer, tendrá una de las caras femeninas que se asocian inmediatamente a la comedia, Melissa McCarthy. Interpretando a la detective Connie Edwards, una agente de la ley que el protocolo se le es esquivo. Mientras que por el lado de los muñecos parlantes, estará Bill Barretta, un famoso titiritero estadounidense quien dará vida a Phil Phillps, un puppet que de dedica a ser detective privado, luego de que lo bajaran de su cargo de oficial de policía, por un incidente que tuvo cuando eran compañeros con Connie. Los caminos de nuestros protagonistas volverán a cruzarse, una vez que empiezan a sucederse un par de asesinatos misteriosos, vinculando a nuestro protagonista de goma espuma con cada una de estas muertes. Phil y Connie deberás unir fuerzas e intentar dejar las diferencias de lado, para resolver este misterioso caso. En una película plagada de humor negro e irónico, ¿Quién mató a los Puppets? resulta ser un mejor filme del que uno puede pensar. Si bien estas criaturas rellenas de felpa, siempre van a ser amigables y dulces, el choque que en un momento produce de que sean todo lo contrario impacta un poco, pero luego, al acostumbrarse, termina resultando algo totalmente compatible. Hay varios pasajes en donde los chistes parecen sacados del peor talk show del mundo y otros de muy buena resolución. El problema de ambos viene cuando se da la constante reiteración de ellos. Ni hablar de momentos bizarros que hay para tirar al techo, pero ahí el director Brian Henson, supo jugar con la delgada linea de lo bizarro y lo vulgar para que su obra no se vea arruinada. A pesar de que el guión no deslumbra en ningún aspecto y de que el “misterio” tiene poco de misterioso, la película corre sin problemas por la gran dinámica que se presenta. Un gran acierto de esta producción, es el tiempo que dura. Suele pasar que estas comedias suelen alargarse inexplicablemente para desarrollar ideas sin sentido o solamente para estirar, pero ese no es este caso. Solo una hora y veinte bastan para contar una historia que si bien presenta fallas, no las agiganta y sigue, y eso es valorable. En cuanto a las actuaciones, Melissa McCartney se lleva todos los aplausos. Claramente es la más reconocida de un elenco que incluye actores con un largo curriculum, ella es la estrella sin lugar a dudas. McCartney ha demostrado a lo largo de su carrera que este es el humor que le gusta practicar y se nota. La naturalidad de algunas situaciones, por menos graciosas que parezcan, en su poder pueden lograr que mas de uno se pase la película riendo a carcajadas. Mención aparte para el grupo encargado de hacer que los títeres cobren vida. El director Brian Henson, es incluso un muy respetado titiritero que hoy por hoy comanda la Jim Henson Company (La de los Muppets) y al mismo tiempo, es hijo de Jim y Jen Henson, titiriteros por excelencia. Por ende, la excelente puesta en escena queda mas que justificada. Cabe destacar, que esta compañía de muñecos fue la encargada de facilitar los movimientos de grande personajes de la cultura pop como por ejemplo, los amigos coloridos de David Bowie en Laberinto (Labyrinth, 1986) y ni hablar de todas las películas de los queridos Muppets, de ahí su llamativo parentesco. Para pasar el rato esta película cumple con todos los requisitos. Una apuesta jugada por un humor para mayores, la simpatía que siempre generan estos personajes de goma espuma y lo bien que quedan estos elementos juntos. ¿Es chocante? Sí. ¿Es graciosa? También, muy graciosa.