A pesar de tener una idea fresca, bastante inteligente y novedosa, a medida que pasan los minutos y se desarrolla la trama, esa buena primera impresión queda en el olvido total. Después de interpretar a Killgrave como antagonista principal en Marvel’s Jessica Jones (2015), David Tennant se recibió de actor. Tras 5 años interpretando al irónico y gracioso Doctor en la serie de ciencia ficción británica, Doctor Who (2005-2010) y otros papeles en películas de tintes dramáticos, la facilidad corporal que demostró en la serie de Marvel, le otorgó al británico, la oportunidad de que los estudios se empiecen a fijar más en él para hacer de villano. Con su gran interpretación de alguien que “manejaba” la mente de sus victimas, este último gran papel lo catapultó a ser considerado para proyectos más oscuros y psicológicos. Y de eso se trata un poco Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan), un thriller súper oscuro que cuenta la historia de Sean Falco (Robert Sheehan), un fotógrafo de vocación, a quien el trabajo profesional se le es esquivo y no le queda otra que dedicarse a ser valet parking de un famoso restaurant italiano. Pero su trabajo no termina allí, ya que con su colega y amigo, Derek Sandoval (Carlito Olivero) se dedican a robar las casas de aquellos que van al restaurante. Todo cambia para nuestros protagonistas, cuando en una noche como cualquier otra, Cale Erendreich (David Tennant) un hombre sofisticado, adinerado, misterioso y con un ego bastante importante, llega al puesto de estacionamiento y sufre el allanamiento por parte de Sean, quien se encontrará no solo con joyas y dinero en efectivo, sino con el terrible y oscuro secreto que Cale oculta. A pesar de tener una idea fresca, bastante inteligente y novedosa, a medida que pasan los minutos y se desarrolla la trama, esa buena primera impresión queda en el olvido total. Con un guión que pierde fuerza en la mitad de la película, los buenos movimientos de cámara, tomas metafóricas y demás, son tiradas a la basura de la peor manera. Dirigida por Dean Devlin y escrita por Brandon Boyce, el único motivo de la peli termina siendo el de sentir miedo todo el tiempo y esperarse lo peor para todos, cayendo en los puntos más comunes de una película de suspenso o thriller. Hay una construcción muy interesante a la hora de jugar con la música, los planos y la re-significación de objetos que luego van a ser claves, a la hora de “entender” la psiquis del antagonista. Pero toda esta construcción, cae sobre las espaldas de Tennant, quien a pesar de brillar absolutamente con su personaje, no tiene un soporte suficiente para que la película sea buena. De los actores, es el único que sobresale de la media y es el único motivo por el cual la peli sigue adelante. Su personaje, podría verse como una versión del clásico maníaco con un sentido de la justicia bastante particular con tintes de Norman Bates (Psicosis, 1960), con una gran ayuda de su versatilidad a la hora de encarar papeles, deja muy en evidencia al resto del elenco, quienes no solo no convencen desde lo actoral sino que además, el desarrollo de sus personajes los hacen quedar como tontos en más de una oportunidad. Lamentablemente el film como un todo, no solo no complace a los espectadores, sino que por muchos pasajes termina tomándolos por tontos. La primera gran impresión de este metraje termina en el olvido y todo lo rescatable se reduce a momentos. Por lo menos, la designación de David Tennant como antagonista, fue la indicada y su interpretación podrá hacer pasar el mal trago un poco mejor.
Una historia ingeniosa y nueva, que demuestra que la comedia argentina puede rendir muchísimo más cuando no quiere tomar por tontos a los espectadores, y los encargados detrás del desarrollo de las historias ponen su ojo clínico para dar el salto de calidad. No caben dudas de que el cine nacional, está dando un salto de calidad en los últimos años. Con la búsqueda permanente de fondos extranjeros, con la colaboración de productoras (generalmente españolas) y con una camada de directores y directoras argentinos que viene en alza, el falso paradigma de que “el cine argentino es todo igual y malo” va quedando en el olvido. En este año ya son varias las grandes películas argentinas que se han estrenado y no hay que ir muy lejos para buscar cuál fue la última, no, no fue la paupérrima Bañeros 5, sino El Ángel, de Luis Ortega. Más adelante, en un par de meses se vendrá la nueva y espera película de Trapero, La Quietud. Pero entre tanto drama e historias basadas en hechos reales, un género bastante propio de nuestra tierra ha sido visto de reojo últimamente. Con las últimas de Suar y la ya mencionada ¡quinta! entrega de los guardavidas menos cancheros del mundo, la comedia ha perdido fuerza a la hora de pensar en nuevas historias que crear. Por eso, para reivindicar el género, dos de los mejores humoristas de nuestro país como Luis Brandoni y Guillermo Francella, deciden hacer su debut como pareja protagónica en Mi Obra Maestra, la nueva película de Gastón Duprat (El ciudadano ilustre). Arturo (Francella) y Renzo (Brandoni), una pareja totalmente dispareja, son dos amigos muy particulares con opiniones totalmente antagónicas y una clara y extrema diferencia en cuanto al desarrollo de la vida. ¿De dónde proviene esta amistad? Renzo es un pintor venido en desgracia que ya no le vende una pintura a nadie y Arturo es su representante y al mismo tiempo dueño de una reconocida galería de arte de Buenos Aires. Los amigos, deberán afianzar su relación mas que nunca, cuando un terrible accidente deja a uno de ellos al borde de la muerte. Mi obra maestra, es una clara muestra de que el género de la comedia nacional, ha estado subestimado por directores y productores durante mucho tiempo. Esta película es el ejemplo más concreto de que para hacer reír al espectador, no hace falta putear todo el tiempo, hacer chistes obscenos y vulgares y repetir secuencias sin sentido más de una vez. Esta película tiene un claro sentido del humor negro, que en ningún momento queda pesado y ni por asomo falta el respeto de nadie. Es inteligente, dinámica y con un propósito muy claro que es llevado de la mejor manera. Te hace reír, te hace pensar, te hace emocionar y hasta reflexionar sobre varios conceptos a los que estamos acostumbrados y generalmente no se perciben y eso da las muestras claras de un guión fuerte y con conocimientos. No es casualidad, que el guionista sea el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andres Duprat, hermano del director. Usando experiencias reales, la construcción de los protagonistas de parte de los hermanos Duprat, reflejan el costado de un negocio que para muchos es ajeno brillantemente. Los nombres de los actores hablan por sí solos. Si tenemos en cuenta que Francella es la cara del humor argentino hace más de 15 años y el propio Brandoni lo fue una década antes que su compañero, las risas están aseguradas. Lo que destaca más allá de su habilidad como comediantes, es una química que se da entre ellos, que da la sensación de que esta no es la primera vez que trabajan juntos en la pantalla grande. Si bien han trabajo hace ya muchos años en la televisión, compartir trabajo en el cine, es algo nuevo para ellos y en ningún momento se nota. El resto del elenco cumple con sus rolles de relleno y del único que se vislumbra un poco más, es del español Raúl Arévalo, uno de los actores más reconocidos de aquel país en este momento. La película en su totalidad es un gran grito a la amistad y que siempre hay que confiar en aquella persona que se tiene más confianza que en uno mismo. Con una historia ingeniosa y nueva, se demuestra que la comedia argentina puede rendir muchísimo más cuando no quiere tomar por tontos a los espectadores, y los encargados detrás del desarrollo de las historias ponen su ojo clínico para dar el salto de calidad. Es un película disfrutable desde que empieza hasta que termina, y te deja queriendo ver muchísimo más.
Cayendo en lugares comunes todo el tiempo y a lo largo del relato, la historia se vuelve previsible. Hay mucho para mejorar y no solo basta con recurrir a los lugares comunes de otras adaptaciones que sí tuvieron éxito. Después de que en 2012 se estrenase la adaptación cinematográfica de The Hunger Games, el panorama para las historias de futuros distópicos se incrementó exponencialmente. Bajo los pilares fundamentales de las novelas young adult, fue que la escritora estadounidense Alexandra Bracken decidió escribir su propia historia. Con The Darkests Minds, la escritora creó un mundo en un futuro no muy lejano, donde el 98% de los niños mueren repentinamente por una enfermedad totalmente desconocida. Luego de esta tremenda epidemia que azota al mundo entero, se descubre que el 2% restante de la población infantil, ha sobrevivido debido a que esta desconocida enfermedad ha desarrollado en ellos diferentes superpoderes. El gobierno, teniendo en cuenta la gravedad e inestabilidad de la situación, decide reclutar de una forma no tan simpática a los niños del mundo y ubicarlos en diferentes campamentos, donde se les prohíbe usar sus habilidades y los hacen trabajar contra su voluntad. Es en ese entonces que la protagonista, Ruby Daly (Amandla Stenberg) decide revelarse contra la autoridad y escapar de estos campos donde dejan prisioneros a los jovencitos con poderes. En esta cruzada que encabezará Ruby, la adolescente de 16 años deberá afianzar una alianza con un grupo de jóvenes que también han escapado y se encuentran en la imperiosa búsqueda de un santuario de chicos con poderes para poder vivir en armonía. Teniendo en cuenta que la premisa de esta nueva saga de películas, tienen todos los elementos “necesarios” para que una historia young adult pueda ser llevada a la gran pantalla, lo primero que hay que decir es que a diferencia de otras sagas similares, esta no cuenta con un primer guión solido. A pesar de que la velocidad narrativa es sorprendentemente alta, esta velocidad no deja ver personalidades de los protagonistas y no se puede afianzar una relación entre el protagonista y el espectador. Para plantear un parámetro comparativo, en ningún momento se genera la empatía que sí se pudo ver con Katniss en Los juegos del hambre. Dentro de esta imperdonable falla, su velocidad hace que el primer acto pase rápido y por lo menos, no sea aburrida. Sin ser esto suficiente para la directora Jennifer Yuh Nelson y el guionista Chad Hodge, el desarrollo de los personajes es muy malo. Cayendo en lugares comunes todo el tiempo y a lo largo del relato, la historia se vuelve previsible. Generalmente, estas producciones suelen tener algún plot twist no muy pronunciado para sorprender al público, aunque este no es el caso y a medida que los personajes van apareciendo, su futuro puede verse desde casi su primer dialogo. Las actuaciones no ayudan para nada a dicha falta de contenido y es por eso que nadie se salva, solo Skylan Brook, quien debe encargarse de poner el toque cómico, necesario, en esta peli. Algo que sí hace bien la película es desarrollar de buena manera toda la parte de ciencia ficción. La descripción y diferencias de poderes está muy bien llevado a cabo y es muy fácil recordar la diferencia entre las distintas habilidades que los chicos tienen. Como sí se acertó en eso, claramente se falla a la hora de desarrollar el romance de la peli. Desde un primer momento cae pesado y obvio. Haciendo demasiado foco en el amor, por momentos se pierde de vista el peligro que corren nuestros protagonistas. Los efectos especiales no dan ningún tipo de salto de calidad y puede denominarse como de regular para abajo. Lo mismo pasa con la cinematografía y la puesta en escena, todo está hecho lo más simple posible y la hora de querer “romper” el molde, es un aspecto que deberá mejorar de cara a lo que viene. Posiblemente, una secuela sea inminente. Los más fanáticos de esta saga literaria, que son varios, se acercarán masivamente a las salas para ver a sus personajes favoritos en pantalla grande y con un sonido envolvente, pero para poder desarrollar la historia completa, quienes se encarguen de futuras producciones deberán tener en claro que hay mucho para mejorar y no solo basta con recurrir a los lugares comunes de otras adaptaciones que sí tuvieron éxito. Hay material y hay recursos.
Un film que dejará conforme a todos aquellos que conocen la serie, los que amaban la anterior, los que prefieren la oscuridad en DC Films y para los que desconocen la mitología DC, puede ser el primer gran paso hacía un mundo lleno de aventuras. Cuando en 2011 Cartoon Network anunciaba que la serie de los Jóvenes Titanes sería cancelada, un gran vacío se sintió en una gran parte de los fans de DC Comics que habían encontrado en aquella serie, el balance perfecto de oscuridad y humor que en la mayoría de los comics de este grupo de sidekicks, otorgaba en grandes cantidades. Durante muchas tardes, miles y miles de chicos aún no familiarizados al 100% con los héroes, encontraron en Robin, Cyborg, Raven, Beastboy y Starfire, la dosis necesaria de todo lo que hoy por hoy, es tan mainstream y tan global. Bajo el nombre de Los Jóvenes Titanes En Acción! (Teen Titans Go!), esta nueva serie se estrenó en medio de polémicas y un rechazo general que se plasmó mundialmente en las redes sociales. Este nuevo formato de serie, muestra las aventuras más cotidianas de los Titans al mejor estilo sitcom. Con más humor físico y un tanto mas “simplón”, fue un éxito tremendo para el público infantil y un buen acompañamiento para sus hermanos más grandes, que seguían lamentando la cancelación de su serie predecesora. A medida que fueron pasando los capítulos y las temporadas, la aceptación del público empezó a crecer y aún más fanáticos de DC empezaron a descubrir que estos héroes, también podían ser sarcásticos y duros, dentro de un contexto visual y narrativo más apuntado para los más chicos. Con constantes guiños y constantes burlas al universo DC, el dolor de la serie del 2003 cicatrizó y se convirtió en un furor totalmente. Tal fue el éxito que lograron, que ahora tienen su propia película en las pantallas de todo el mundo. Casi que burlándose de ellos mismos, Los Jóvenes Titanes deberán enfrentar una misión que parece imposible. Mientras que el resto de los superhéroes tienen sus franquicias y películas en solitario, los sidekicks quieren ser los protagonistas de su propia aventura hollywodense. En el medio, Slade/Deathstroke intentará hacer de las suyas para apoderarse del mundo. Lleno de acción, humor comiquero, ironías y burlas a la industria cinematográfica en general, Teen Titans Go! to the Movies llega para demostrarles hasta a los mas acérrimos defensores de la oscuridad, que hasta el producto más colorido puede ser efectivo, si tiene alguien que lo comande detrás. Peter Rida Michail y Aaron Horvath son los directores detrás de esta película y también son los responsables de la serie, con lo cuál el estilo es el mismo y tranquilamente podría tratarse de un capitulo especial de larga duración. El humor, factor fundamental en esta obra, es de lo mejor junto con las constantes referencias al género. Mezclando estos dos ítems, si se quiere puede tomarse como la versión de DC y apta para todo publico de Deadpool (2015). Atravesando la cuarta pared en varias ocasiones y desafiando cualquier tipo limites, los Titanes aprovechan su aventura animada para romper con todos los esquemas. Con un guión solido pero previsible, todos los protagonistas tienen sus momentos para lucir. Si bien el gran foco está puesto en Robin y sus ganas de ser famoso y reconocido como un gran superhéroe, los demás personajes saben que rol deben cumplir y lo hacen de una manera brillante. No debe haber mejor plan que ir a ver esta película y más teniendo en cuenta que son las vacaciones de invierno. Un film que dejará conforme a todos aquellos que conocen la serie, los que amaban la anterior, los que prefieren la oscuridad en DC Films y para los que desconocen la mitología DC, puede ser el primer gran paso hacía un mundo lleno de aventuras.
No había necesidad de estirar la historia que enamoró a tanta gente, pero gracias al talento de su nuevo elenco joven, suple las carencias de estos errores. Las actuaciones llevan adelante esta peli que a los fans les va a dar la oportunidad de volverse a enamorar de sus queridos personajes, pero no mucho más. Después del éxito que tuvo la adaptación cinematográfica de uno de los musicales más concurridos de Estados Unidos, la historia de Donna (Meryl Streep) y su hija Sophie (Amanda Seyfried) parecía haber llegado a su fin. Pero tratándose de Hollywood y de que este mismo año se cumple una década de aquella primera vez, todo se dio para que la secuela viera la luz. Esta vez sin ningún tipo de obra, libro o guión adaptado que se utilice de sostén, los guionistas y el director cambian. Previamente dirigida por Phyllida Loyd, esta adaptación se posicionó como una de los musicales mejor llevados a la gran pantalla, por una gran aceptación mundial de la critica especializada y del público en general. Incluso, el furor que se despertó ya hace 10 años, hizo que toda una generación se familiarice con la banda ABBA, ya que todas las canciones que aparecen en el musical, pertenecen a la banda sueca. Esta secuela, funciona como una continuación exacta de la primera parte, pero que al mismo tiempo, cuenta con flashbacks en gran cantidad por lo que se la puede tomar también y en parte, como una precuela. Dicha precuela, intentará aclarar como fue que Donna conoció a cada uno de los hombres de su vida. Todo el elenco de la película original regresa (Colin Firth, Pierce Brosnan, Stellan Skarsgård, Julie Walters, Christine Baranski y Dominic Cooper) y para los papeles de los jóvenes Bill, Harry y Sam se suman los talentosos Josh Dylan, Hugh Skinner y Jeremy Irvine, respectivamente. Completando el elenco, se suma una pieza fundamental como Lily James, quien se encargará de interpretar a Donna, una joven en busca de sus sueños y una aventura, que ni ella sabe en que va a desembocar. Mientras estas dudas se “aclaran” en, una Sophie ahora devenida en dueña del hotel turístico “Villa Donna” lucha contra una relación a larga distancia con su esposo Sky. Por eso Sophie tendrá que solucionar los problemas que tenga en Hotel solo con la ayuda de Sam, y de un nuevo gerente llamado Sr. Cienfuegos (Andy García). Para poder lograr que una película que funciona a la perfección en dos lineas argumentales diferentes, lo primero que se tiene que determinar es en qué momentos se verán, en este caso, los flashbacks del pasado. Siendo este un recurso más narrativo que técnico, puede ser un arma de doble filo el abuso o la escasez del mismo. Este problema se da en esta secuela/precuela. El recurso del flashback queda narrativamente descolocado, cambiando a cada rato de tiempo y sin poder desarrollar una idea en especial en ninguno de los dos tiempos, termina quedando la sensación de que algo más del “pasado” podría haberse desarrollado. Quizás, sin tener ningún material adicional al que se tuvo en la primera parte, el director Ol Parker, no pudo lograr que la trama de la parte pasada sea más concisa. Desde la primer película, se sabe porque Donna actuó como actuó, esta entrega no otorga soluciones y ni siquiera tiene un planteo “lógico” de por qué se hacen las cosas. Todo lo que se gana con este recurso es el hecho de poder verlo. A la hora del presente, tampoco se nota una trama demasiado intensa, de hecho es bastante simple, dejándola en este aspecto, muchos escalones por debajo de la película original. En cuanto a las actuaciones, esta entrega otorga un elenco más fresco y mejor dotado para encargarse de la parte musical. Por ejemplo, nadie puede negar que actores como Pierce Brosnan, Colin Firth o Stellan Skarsgård sean buenos actores, pero para este tipo de producciones el canto es fundamental y la verdad que en ese aspecto, tan bien no les va. Por eso, para interpretar a sus versiones jóvenes, se buscó actores no tan conocidos, que pudieran cantar o acompañar a Lily James de la mejor manera y eso sí se logra. Hablando de Lily James, su trabajo es el más destacado en la parte de “precuela”. La actriz brinda una interpretación de lujo como la joven Donna y la semejanza que se alcanza al usar vestuario y peinados del mismo estilo que uso Streep en la primera película, hace que no ver a Meryl en pantalla sea más llevadero. Por supuesto que la que vuelve a ponerse la película al hombro en cuanto a canto y trama es Amanda Seyfried, ya que es la única cantante con los pergaminos suficientes para poder encargarse de ser la actriz principal. En cuanto a la fotografía, que había sido uno de los puntos más altos en la peli original, se nota un poco menos de esos detalles que hacían al espectador poder viajar mentalmente a Grecia. Con una paleta de colores menos desarrollada y los tonos más apagados, dan la sensación de que esta película es más “triste” que la primera. Esto no quiere decir que sea una película oscura, pero la primera tenía un brillo y un jubilo dignos de la fiesta que fue. Junto con estos detalles, las canciones seleccionadas, no enganchan tanto como la primera vez. Obviamente aquí se tuvieron que utilizar canciones menos conocidas de ABBA y eso le saca un poco de onda al film. De igual manera, éxitos como Dancing Queen, Mamma Mia, Waterloo y Super Trouper tendrán lugar para hacer mover los pies en las butacas y porque no, tararearlas luego de salir de la sala. En conclusión, esta secuela se encuentra narrativamente muy por debajo de su antecesora. No había necesidad de estirar la historia que enamoró a tanta gente, pero gracias al talento de su nuevo elenco joven, suple las carencias de estos errores. Las actuaciones llevan adelante esta peli que a los fans les va a dar la oportunidad de volverse a enamorar de sus queridos personajes, pero no mucho más.
Un excelente plan para calmar a las fieras que descansarán del colegio. Esta entrega final ofrece un claro objetivo principal que es el de su llegada casi exclusiva a los más chicos. Luego de haber aceptado a un chico humano como el novio de su adorada hija Mavis en Hotel Transylvania (2012) y de haber recompuesto una relación distante con su padre, Drácula (Adam Sandler) regresa con toda su banda amiga de monstruos para dar un ¿cierre? a la franquicia de Sony Pictures que supo entretener a grandes y chicos, con un humor que mezclaba de gran manera la comedía física y los chistes con doble sentido. En esta oportunidad y agobiado por tanto trabajo en el Hotel, Drácula se da cuenta de que a su vida le hace falta algo. Más bien, alguien, y es que el se ha encontrado solo desde que la madre de Mavis (Selena Gomez) muriera cuando su pequeña era apenas una bebe vampiro. Por eso, para despejar la mente y relajarse un rato, el vampiro más famoso de todos embarcará con toda su tropa amiga a un crucero por el océano. Obviamente, Johnny (Andy Samberg), Dennis (Asher Blinkoff), Frank (Kevin James), Wayne (Steve Buscemi), Griffin (David Spade) harán lo posible para que Drácula y su hija pueden hacer más fuerte su relación y ver si el Conde, puede encontrar de nuevo el amor. Dirigida una vez más por Genndy Tartakovsky, responsable de toda la trilogía, esta segunda secuela, se ve alejada a nivel comedía de su antecesoras. Esta entrega final ofrece un claro objetivo principal que es el de su llegada casi exclusiva a los más chicos, ayudada también por la serie animada de nombre homónimo que se da por Disney Channel. Atrás quedó el ingenio de sus dos primeras partes de hacer reír a los de una edad más avanzada con diálogos un poco más maduros y lo reemplazaron con más comedia física, que entretiene pero por lo que ha otorgado antes, se espera que siga por ese rumbo. Un claro ejemplo, es que muchos personajes que habían cautivado de gran manera como Johnny tienen poco protagonismo y cuando lo tienen, lo desperdician. La animación sigue por el mismo camino de mezclar paisajes en un claro y convencional 2D, con personajes en tercera dimensión, que si bien no lo hace para nada mal, el salto de calidad que se espera en esta época de efectos visuales deslumbrantes, no se ve. Otro de los puntos flacos, es la tremenda previsibilidad del guión. Desde que la película comienza, cada acción que toman los protagonistas es obvia. No se puede esperar una narrativa demasiado compleja o giros, pero por lo menos para los más grandes que vayan a verla, no estaría mal un poco de entretenimiento argumental de primer nivel. Algo bueno que se puede destacar, es la suma de criaturas y ciudades de la mitología que hacen más amena la peli. Junto con un claro mensaje de fondo de aceptar al otro sea monstruo o humano por igual, el resto de los grandes aciertos previos, no vuelven a aparecer. El tercer acto merece una mención especial porque junta todas las características de un pésimo final. Estirado, sin sorpresa y con falta de gracia, la película se alarga unos 15 minutos solo por el hecho de rellenar. El mismo error ocurre más de una vez en la película y los chistes que hacen gracia una o dos veces, son recurrentes hasta el hartazgo. Aprovechando que se vienen las vacaciones de invierno, Hotel Transylvania 3 es un excelente plan para calmar a las fieras que descansarán del colegio. Para los padres o mayores que los acompañen, no la pasaran mal, pero no esperen entretenerse y amigarse de los personajes, porque no lo conseguirán.
Esta secuela queda un poco más arriba de su predecesora, aunque dista bastante de las mejores de este universo compartido. Las actuaciones de los protagonistas vuelven a dar en la talla, tanto Rudd, Lilly y Douglas. El film sabe que tiene un personaje que aprovechar y no es exactamente el de Ant-Man, sino el de Wasp. En un gran año para Marvel Studios, sus producciones live action del 2018 llegan a su fin. Luego del éxito rotundo de Black Panther que traspasó cualquier tipo de frontera y ni hablar del mega crossover Avengers: Infinity War, película que dejó pensando a sus fans qué es lo que se viene para los héroes de Marvel, se presenta la secuela de uno de los últimos personajes que se sumaron a este gran universo compartido. Ant-Man and the Wasp, llegando para responder principalmente una de las tantas preguntas de Infinity War: ¿¡DÓNDE ESTÁ SCOTT LANG?! Ubicada temporalmente luego de los sucesos de Civil War (2016) y justo antes de lo que pasó con Thanos, como se vio en los avances e incluso comentó Black Widow en Avengers 3, Scott (Paul Rudd) llegó a un trato con las nuevas autoridades de S.H.I.E.L.D. y logró salir de La Balsa para tener unos dos años de prisión domiciliaria. Ya por cumplirse estos dos años de no poder salir de su casa, la secuela toma su lugar en el tiempo del MCU. Otra vez bajo la dirección de Payton Reed, esta segunda parte nos muestra a un Scott Lang que debe lidiar con las consecuencias de sus acciones como superhéroe y como padre. Mientras intenta equilibrar su vida familiar con sus responsabilidades como Ant-Man, Hope Van Dyne (Evangeline Lilly) y Hank Pym (Michael Douglas) recurren a él con una nueva misión muy urgente. Scott debe, una vez más, ponerse el traje y aprender a luchar junto a La Avispa, mientras un nuevo villano, asoma para intentar quitarles todo el trabajo de los últimos años. Después de la escena post créditos de la primera entrega original de Ant-Man (2015), se sabía que finalmente debutaría en pantalla The Wasp, un personaje fundamental en el universo comiquero de Marvel. La avispa original (Janet Van Dyne) fue una Avenger fundadora y durante muchos años, fue líder de este grupo. Esta peli sabe que tiene un personaje que aprovechar y no es exactamente el de Paul Rudd, sino el de Evangeline Lilly. Dándole un enfoque indicado, el director entiende del potencial que tiene el personaje dentro de la película y del MCU en general. El mismo Reed fue quien había confirmado esta secuela como una “comedia romántica”, y lo plasma de la mejor manera. La camaradería y la química que se da entre Rudd y Lilly, es algo que no pasa en ninguna de las otras pelis de Marvel. Las actuaciones de los protagonistas vuelven a dar en la talla, tanto Rudd, Lilly y Douglas. De los personajes secundarios, todos vuelven para ocupar ese lugarcito que se ganaron en la primera. Ni mas, ni menos que eso, solo por la excepción de Abby Ryder Fortson (Cassie Lang), quien, para los amantes de los comics, juega todo el tiempo con su futuro y la posibilidad de ser en algún momento parte de los Young Avengers. Quitándole ese estilo de Heist Film (película de robos) de la primera entrega, el humor aumenta considerablemente y para mejor. Si bien hay algunos momentos, en donde el humor queda redundante y previsible, sobretodo cuando Luis (Michael Peña) entra en acción, en ningún momento se hace insoportable. Esto último no se da, entre otras cosas, porque la acción que tiene esta secuela es constante, y eso es otro punto a favor, ya que en la original, no había tanta. Persecuciones, coreografías de lucha y más balas, toman un lugar fundamental para hacer que el desarrollo del film, no caiga frente al espectador. Hay algunas cosas en las que Marvel venía levantando en las últimas producciones, una de ellas eran los villanos. Otorgándoles un sentido más profundo, más allá de la destrucción porque si, este ítem venía en levantada de la mano de Killmonger (Black Panther) y Hela (Thor: Ragnarok). En esta oportunidad ese pequeño viejo vicio de un antagonista con poco peso en el film, vuelve a darse. Dos antagonistas tienen lugar en esta producción, uno más bien “corporativo” si así se pudiese definir. El típico maloso de traje, quien contrata matones para hacer el trabajo sucio y quedarse con la tecnología importante y por otro lado, Ghost (Hannah John-Kamen), quien se vio en lo avances previos que venía para hacer un poco más difícil el propósito de nuestros héroes diminutos, pero que no termina de convencer. Si es más importante para la trama, ya que es alguien que tiene mucho que ver con el Reino Cuántico. Si se quisiese hacer una comparación, los villanos de esta peli, caen en el mismo vacío que cayeron los antagonistas de Iron Man 2 (2010). Otro de los aspectos que tienen más lugar que en la primera, es el ya mencionado reino cuántico. Ese lugar que no se sabe bien que es, pero que esta en la infinidad del universo microscópico, aquel lugar al que fue Scott en la primer película cuando tuvo hacerse sub-atómico para vencer a Yellow Jacket. Visualmente, tiene mucho más vuelo que la vez anterior, es realmente un viaje de lo mas psicodélico y el juego de los colores hace que sea un disfrute total. Lamentablemente, y si bien dan un poco más de información sobre este lugar, no se termina de entender del todo éste termino de física cuántica. Muchas veces da la sensación de que no se tiene en cuenta que el espectador puede no entender de que se trata este concepto. Por muchos momentos va demasiado rápido y ya es la segunda oportunidad que tienen y desperdician, de desarrollarlo un poco más, teniendo en cuenta lo potable que puede ser en el futuro del MCU. Siguiendo en lo visual, los efectos de CGI que ayudan a los héroes a hacerse diminutos o increíblemente grandes, en esta oportunidad se llevan más allá al involucrar objetos todo el tiempo. Autos y edificios del tamaño de insectos y personas que son más altas que los mismos rascacielos, dan en la tecla para hacer esta aventura cada vez más comiquera. Esta secuela queda un poco más arriba de su predecesora, aunque dista bastante de las mejores de este universo compartido. No obstante, tiene condimentos que pueden marcar a fuego lo que les depara a nuestros héroes de tamaño minúsculo y a los de tamaño real que quedaron separados luego del chasquido de Thanos.
A pesar de las múltiples fallas en su guión y actuaciones que tenga el film, para quienes busquen un momento de relajación es la película perfecta. En el último tiempo, distintas corrientes que promueven la igualdad y que quieren parar el uso de los estereotipos, han podido derribar una barrera que en Hollywood parecía inquebrantable. En muchos casos esas ganas de hacer un film o serie con un elenco más diverso y que ningún valor sea propia de ninguna raza, sexo o religión, han llegado a buen puerto. En este caso, Gringo: Se Busca Vivo o Muerto (Gringo, 2018) muestra la otra cara de esta problemática. Esta película cuenta la historia de Harold Soyinka (David Oyelewo) un empleado de una importante empresa estadounidense que vive ninguneado por sus pares y sus jefes Richard Rusk (Joel Edgerton) y Eleane Markinson (Charlize Theron), quienes se aprovechan de su bondad e ingenuidad. En lo que parecía un simple viaje de negocios a México, Harold descubrirá más de un secreto en lo que tiene que ver con su trabajo. Tráfico de drogas, engaños, conspiraciones y operaciones encubiertas del gobierno, tendrán lugar en la travesía que deberá atravesar el protagonista para regresar a casa. Planteando toda esta gran variedad de subtramas, nada originales, el director Nash Edgerton quiere plantear una especie de comedia negra / policial, que sea graciosa y dramática al mismo tiempo. Por desgracia para él, ninguno de estos dos géneros se ven plasmados, logrando así un film que no puede ser encasillado. Esto no sería un problema tan grave, si esta peli tuviese aspectos narrativos que den una vuelta de tuerca a la historia tan chata que tiene. Pero ahí asoma otro de los problemas que tiene. Muchos son los arcos argumentales que se abren y muchos también carecen de sentido sobre todo los que nada tienen que ver con nuestro protagonista nigeriano. Por muchas ocasiones, pareciera que el director hizo un gran montaje de diferentes películas, situaciones poco verídicas dentro del campo que se plantea y demasiadas vueltas para la resolución de un tema sumamente simple, toman lugar con recurrencia. La película se vuelve totalmente previsible y absurdamente larga. Por supuesto, los prejuicios y los estereotipos están presentes. Sobre todo cuando se va al sur de la frontera, donde todos son ventajistas, interesados y delincuentes. El rol en esta película de Charlize Theron, es otra de las grandes polémicas. Acostumbrados a que la actriz lleve a cabo papeles de una mayor incidencia que la de sus pares masculinos, en esta ocasión es totalmente inverso. Ella casi no decide, solo le queda el papel de ser una Femme Fatal, de un carácter muy fuerte y con grandes responsabilidades en su trabajo, es cierto, pero para el desarrollo de la historia, queda totalmente de lado y sin influir en nada. Por otro lado Joel Edgerton, se encarga de ser el empresario yankee de turno, que se las sabe todas y da todo por sentado, a quien poco le importa lo que le pase al pobre de Harold y quien todo soluciona solo por poseer grandes cantidades de billetes verdes. El único que realmente interpreta con un gran corazón a su personaje es el nigeriano Oyelewo. Con un papel que transmite desesperación e incertidumbre, es con el único que se puede sentir un poco de empatía. No porque sea el protagonista, sino porque es lo más real que la película plantea. Un trabajador explotado, a quien sus jefes no le dan ni cinco de pelota y solo buscan beneficiarse con él. El resto del elenco sufre las decisiones del director y por más participación que se les quiera dar, nunca podrán plantarse de lleno en el metraje. Al mismo tiempo que la mayoría de las elecciones del director quedan cliché y son un claro estereotipo de los estadounidenses. Cabe destacar algunas de las escenas de acción que se dan, el director quien previamente fue doble de riesgo de acción, entiende muy bien estas secuencias y se nota claramente. Desafortunadamente, son contadas con los dedos de una mano las persecuciones, escenas de coreografías de peleas y demás. A pesar de las múltiples fallas en su guión y actuaciones que tenga el film, para quienes busquen un momento de relajación es la película perfecta. Situaciones sin sentido, exageraciones y más de un cliché para olvidar el estrés de la semana.
Esta comedia no pasará a la historia ni mucho menos, pero tiene un mensaje muy lindo que merece ser transmitido y sin dudas que a la gente le gustará mucho. Desde hace 30 años, anualmente un grupo de cinco amigos deciden dejar de lado sus trabajos, familias y cualquier tipo de obligación, para que durante el mes de mayo, puedan jugar como chicos de 10 años a la mancha. El mejor de este grupo, quien nunca ha sido alcanzado por ninguno de sus compañeros es Jerry (Jeremy Renner), alguien que se toma muy en serio el juego y alardea con su imbatibilidad. Es por eso que el deseo de alcanzarlo, por parte de sus amigos, crece año a año. En esta oportunidad, Hougie (Ed Helms), Callahan (Jon Hamm), Randy (Jack Johnson) y Sable (Hannibal Bures), saben exactamente donde estará Jerry y es una situación perfecta para atrapar a su amigo más hábil, involucrando casi por accidente a Rebecca (Annabelle Wallis) una periodista del The Wall Street Journal y a la esposa de Hougie, Anna (Isla Fisher). En esta película llena de estrellas del humor, hay que destacar la presencia de alguien que no tiene tanto rodaje en este este tipo de películas como lo es Jeremy Renner. Conocido mayoritariamente por su papel en el MCU de Clint Barton -Hawkeye-, muchas dudas se despertaban en cuanto a cómo podría llevarse él con un guión específicamente para hacer reír al público. Afortunadamente, la actuación de Renner es una de las piezas claves para que esta peli con una premisa tan burlona y simplona, termine siendo muy gratificante por momentos. El enfoque de su personaje, hace entender a la perfección por que Jerry es el mejor jugando a la mancha. Aprovechando la destreza física de Renner, el director se encarga de explotar su facilidad para las coreografías de acción y que estas no queden descuajeringadas del resto del film. El otro que destaca sin lugar a dudas, no es otro que el actor más solicitado para las películas de comedia. Después de su explosión en The Office (2006-2013) y de ser el dentista más loco del mundo en la trilogía de The Hangover, Ed Helms demuestra porque es el hombre comedía de estos tiempos y es el que básicamente se encarga de poner el pecho en esta película. Teniendo los mejores diálogos, las mejores escenas de humor físico y hasta el mejor desarrollo de su personaje, Helms cumple a la perfección con ser el “líder” de este grupo de amigos que quizás ya haya decidido “madurar” de una vez. El resto de los personajes no logran convencer con sus actuaciones, cayendo en las simplezas de un guión que está claramente desarrollado para solo los dos personajes más importantes. A nivel dirección, la peli cae en los conceptos básicos de la comedia actual. Con chistes de doble sentido, puteadas y excesos de estupefacientes por parte de sus protagonistas, la única diferencia que se puede ver y realmente destacar, sucede en las escenas de humor físico, que es lo único que puede sacar algún tipo de risa, sin eso, sería la típica comedia de estos tiempos. Otro acierto es el del soundtrack, que mezcla canciones de los 80s, 90s y actualidad con una gran variedad de estilos. Esto produce que la nostalgia de los protagonistas se transmitan de una mejor manera y sea una experiencia disfrutable para el espectador. Esta comedia no pasará a la historia ni mucho menos, pero tiene un mensaje muy lindo que merece ser transmitido y sin dudas que a la gente le gustará mucho. A pesar de los lugares comunes de la comedia de estos tiempos, el director sabe sobre quienes puede apoyarse para transmitir una interesante historia verídica y lo hace de buena manera.
Sicario 2 viene para llenar el vacío de las películas de acción de la vieja escuela. ¿Argumento claro, análisis y profundidad? ¿Para qué? Tenemos a Josh Brolin disparando balas por todo México, no se necesita más. Después del furor mundial que marcó Sicario (2015), la secuela no tardó demasiado en llegar. En esta oportunidad, la película ya no es dirigida por Denis Villeneuve, responsable de la primera entrega, sino que Stefano Sollima se pone detrás de las cámaras para continuar con las aventuras belicosas del agente federal Matt Graver (Josh Brolin) y Alejandro (Benicio del Toro). Luego de lidiar con los carteles mexicanos que traficaban drogas por la frontera de los Estados Unidos, una nueva amenaza los tiene entre ceja y ceja. Ahora, los carteles también se dedican a pasar terroristas, por lo cual el país del norte está en alerta máxima. A consecuencia de un par de atentados al azar, Matt deberá juntar el mejor equipo posible para poder frenar a los grandes grupos de traficantes que vienen desde el sur. Obviamente, junto a su mano derecha, Alejandro, idearán un plan muy riesgoso, con tal de ver caer a sus enemigos. En esta secuela, la dinámica del relato es similar al film del 2015, pero al mismo tiempo logra que la historia no quede repetitiva a pesar de un segundo arco argumental más flojito que el principal. Pese a que el guión no posee vueltas de tuercas ni ningún efecto demasiado rebuscado, se nota la mano del director a la hora de los movimientos de la cámara, lejos está de la cinematografía alcanzada por Villeneuve, pero aún así resalta en calidad. Con algunos planos-secuencia brillantes, el director plantea que esta secuela va a ser mas violenta y oscura que su antecesora. No son todas positivas, porque claro está, la película es destinada a un público determinado y se toma al mexicano como chanta, ladrón, mafioso y siempre por el lado turbio. Para Hollywood, el mal siempre viene del sur. La música y la banda sonora son otro de los grandes aciertos. La increíble tensión que genera lo sonoro, suple a la perfección aquello que la trama no puede transmitir. Cada secuencia musicalizada, aumenta sustancialmente en tensión comparada con las que no lo tienen tanto. Un error notorio, es que si bien la violencia y la acción, son superiores, la trama no es tan fuerte como supo ser la primera Sicario. El conflicto se diluye mientras va pasando la peli y deja un sinsabor bastante pronunciado. Quizás, el hecho de que la primera haya sido tan buena en cuanto a lo que se quería transmitir, esta secuela sufrió el mal de las segundas partes. Teniendo en cuenta que esto no era algo pedido ni solicitado por los mas fanáticos, casi que se la puede denominar como una película innecesaria. Las actuaciones se destacan claramente en Benicio del Toro y Josh Brolin, ellos demuestran que todavía podían elevar más la vara de la violencia y de no tener piedad con nada ni nadie. El actor que actualmente le da vida a personajes como Thanos y Cable, demuestra que la acción es lo suyo y cuando no se tiene un limite en el tambor, puede hacer destrozos de todo tipo. Como su compañero protagonista, Del Toro entrega una actuación soberbia, sobre todo en el último acto donde se roba la pantalla. El resto del elenco, no destaca pero cumple. Con la participación, escasa, de Catherine Keener, se intenta suplir a Emily Blunt pero su tiempo en pantalla es tan corto que da la sensación de que algo más podría haber otorgado. Ese es otro revés que tiene esta película, la participación femenina. Solo hay dos actrices que tienen acción en pantalla y luego, nada. Si la excusa es porque la mayoría de los personajes son militares, esa razón es totalmente infundada. Sin mantener la calidad que su predecesora, Sicario 2 viene para llenar el vacío de las películas de acción de la vieja escuela. ¿Argumento claro, análisis y profundidad? ¿Para qué? Tenemos a Josh Brolin disparando balas por todo México, no se necesita más.