No hay amor sin dolor Esta es una historia de amor que empieza y termina con dos corazones rotos, pero... (y en el pero subyace la clave de estas historias). Pierre (Daniel Auteuil) y su nuera Chloe (Florence Loiret Caille) coinciden en una casa de campo mientras ella hace el duelo de su relación fracasada. En las noches, cuando las niñas duermen, Chloe llora y Pierre piensa en Mathilde (Marie-Josée Croze), la mujer que fue el amor de su vida y por la que habría dejado todo, pero... En clave dramático-melancólica, la directora Zabou Breitman toma una exitosa novela como punto de partida para reconstruir el contrapunto entre dos personas de distintas generaciones, pero sufriendo a causa del final de un amor. Para Pierre hay regusto a fatalidad casi desde el comienzo; a última oportunidad para amar, y luego simplemente transcurrir hacia la rutina, hacia la muerte. Para Chloe, aún desengañada, queda la esperanza de un mañana más firme, afianzado en la experiencia personal y en el relato de su (ahora ex) suegro. "La quise tanto" tiene ese qué se yo que atrae a las personas que gustan del cine intimista y de los amores ñoños, contrariados. Pero... se queda a medio camino, redondeando apenas una propuesta donde Auteuil brilla, como siempre o casi siempre, opacando a sus coprotagonistas. La historia de amor del título, la química entre los personajes, es lo mejorcito de la película y ofrece momentos de auténtica belleza que interpelarán a más de un espectador.
¡Engendro mutante! Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son científicos genetistas y también pareja. Llevan juntos casi tantos años como los que tienen invertidos en su experimento más ambicioso: una criatura que combine las características de varias especies animales. Cuando consiguen el objetivo, la ambición los impulsa más allá; a instancia de Elsa, añaden ADN humano a la mezcla y pronto el resultado está a la vista. Al cabo de algunas horas, nace una criatura inestable, de rápido desarrollo físico y cognitivo, a la que llaman Dren y que presenta características femeninas. Pronto, revelará ser algo más que un experimento peligroso. Si bien el objeto argumental es interesante, es el guión lo que hace que la idea vaya perdiendo peso y se convierta en un pastiche difícil de digerir. Lo que aparenta ser una vuelta al mejor subgénero de la ciencia ficción (el experimento que sale mal, y para el caso tenemos "La Mosca" como excelente ejemplo) queda varado a medio camino entre el mensaje moralizante que suele rodear a este tipo de filmes y un homenaje muy tibio al género. Cuesta imaginar qué llevó a dos actores de la talla de Sarah Polley y Adrien Brody a protagonizar este fallido thriller, donde no hay una sola línea de diálogo que los salve. Sus personajes, a fuer de estereotipados, son poco convincentes; lo peor es que ni siquiera se permiten jugar con un registro paródico (por momentos, algunas escenas remiten a "Evolución", pero tomado en serio... o sea, no funciona) para intentar una vuelta de tuerca a una trama que se hunde. Es una pena, porque la media hora inicial es indudablemente promisoria y queda claro que allí es donde el director Vincenzo Natali puso toda la carne al asador... después, se quedó sin nada. Elsa es tan fría y calculadora que es el paradigma de la científica necia, atolondrada, la carne de cañón de una profecía de autocumplimiento. Para equilibrarla, Clive es cauteloso in extremis, de carácter maleable y víctima fácil de cualquier manipulación, sea por parte de su pareja o de la criatura en cuestión. Con el crecimiento de Dren, la acción se torna previsible. Todo es explicable por algún deus-ex-machina; la criatura tiene un potencial inmenso, tan inabarcable que puede hacer prácticamente todo lo que quiera, aún al precio de que el filme se vuelva repetitivo o incoherente. El final es tan obvio que la película bien podría durar una hora menos y nadie extrañaría el remate.
Rocas vivas Una vez más el género del falso documental se pone al servicio del cine en una historia que se toma de una teoría conspiranoica clásica: ¿Por qué el hombre no volvió a la Luna? ¿Cuál fue la verdadera causa de la cancelación del proyecto Apolo después de la misión número 17? Una serie de imágenes "de archivo" intentan dilucidar el misterio planteado por la última misión, que fue tan secreta que incluso los astronautas no podían contársela a sus seres queridos. Así, abordamos el módulo tripulado por los astronautas Walker y Anderson. Los vemos iniciar sus relevamientos en el primer día de alunizaje, los vemos dormir y escuchamos esos extraños sonidos que no se sabe si vienen de fuera o dentro de la nave, pero que son (lo sabemos) la antesala del espanto. Lo que no podemos ver venir, o no queremos, es ese momento que tan difícil es de manejar para los realizadores del cine de suspenso-terror: la revelación de "la criatura" (o criaturas). Porque ese momento suele ser el definitorio para que la cinta se sostenga o se venga abajo. Mayormente, se viene abajo... y "Apollo 18" no es la excepción. En esta floja producción dirigida por el español Gonzalo López Gallego, sin dudas lo que más se destaca es la impecable técnica de rodaje. Los actores tampoco están mal, pero el guión es errático y poco ganchero, demasiado apegado a los clásicos golpes de efecto que prometen más de lo que finalmente se ofrece en la resolución. La propuesta, está claro desde el trailer, no es original. La premisa es interesante, pero como suele suceder (y efectivamente, sucede) termina desbaratándose en obviedades y resoluciones muy berretas. Casi, casi una marca de agua del productor detrás del filme, Timur Bekmambetov, responsable de "Guardianes de la noche" y "Se busca". Un comienzo bastante ganchero que se desliza hacia un final previsible y flojo, redondea una película que sólo apreciarán los muy (MUY) fanáticos del nuevo sub-género.
Qué cosa es el amor, medio pariente del dolor En el seno de una muy tradicional familia de la alta burguesía italiana, Emma (Tilda Swinton) es una rara avis. Sociabilizada con los años, aunque no asimilada totalmente, a causa de su matrimonio previsible y fructífero con Tancredi (Pippo Delbono), es una anfitriona perfecta y una madre dedicada. Pero en su interior languidecen los sueños rotos y anhelos de desestructura que ve, algo frustrada, realizarse en sus hijos. Su preferido, y el elegido para ser el sucesor de su abuelo, es Edoardo (Flavio Parenti); pero últimamente no está generando una buena impresión en la familia, ni hablar de los celos de sus hermanos. Es gracias a Edoardo que Emma llega a conocer a Antonio (Edoardo Gabbriellini) y cuando este joven y excéntrico cheff demuestra ser un espíritu afín, no tarda en caer en la más clásica de las aventuras amorosas. Otra marca más en una trama familiar que lo tiene todo: secretos, sentimientos reprimidos, y una obsesión enfermiza por el status y el dinero. Luca Guadagnino (responsable de la versión cinematográfica de "Cien cepilladas antes de dormir" de la precoz Melissa P.) intenta aquí brindar una película a la altura de un buen clásico. Lo hace buscando el efectismo de una puesta en escena ambiciosa, preciosísima fotografía, una estructura narrativa lineal y comprensible; incluso desde el diseño de los títulos iniciales, se puede intuír de qué va la cosa. Lamentablemente y pese a sus innegables méritos técnicos, todo este esfuerzo sirve mayormente para realzar la enorme figura de Tilda Swinton, una mujer con todos sus dobleces y misterios a la vista que constituye casi la única gratificación para el espectador. Su Emma, solitaria pese a la aparente plenitud de su vida como matriarca de una poderosa famila, es la típica criatura de destino trágico que a fuerza de correr contra su naturaleza sólo contribuye a precipitar ese destino del que escapa. A su lado, el resto de los personajes (incluído el Antonio que interpreta Edoardo Gabbriellini, adecuada contraparte de Emma y su objeto de deseo lógico) palidece bastante, y sobre el final, el clímax es anticipado por un crescendo intenso que deviene inexplicablemente moroso, arruinando en parte el efecto de lo que podría haber sido un poderoso final para este drama familiar. No obstante, teniendo en cuenta la falta de propuestas verdaderamente cinematográficas (de esas que nos hacen recordar cada tanto qué bueno que era el cine antes de la era de los candybares), "El Amante" es una muy buena opción para reencontrarse con la mística de la pantalla grande.
Si la vida no te da ni los limones... Larry (Tom Hanks) se queda sin trabajo de la noche a la mañana. Habituado a una rutina sin sobresaltos, ni tampoco demasiados momentos especiales, decide dar un giro a su vida ingresando a la Universidad, algo que jamás pudo hacer ya que comenzó a trabajar tan pronto tuvo la baja en la Marina. Como todo camino de mil millas comienza con un solo paso, Larry pronto descubrirá que, una vez tomada una decisión fundamental, es cuestión de tiempo (a veces, muy poco) para que lluevan nuevas encrucijadas interesantes. Por ejemplo, su profesora Mercedes, "Mercy" (Julia Roberts). A esta desencantada profesora de oratoria, el alumno a destiempo le causa intriga, fastidio y una cuota de admiración. Si bien sus interacciones son más bien acotadas al principio, sobre la mitad del filme encontrarán la tónica para llevar la historia a buen puerto. Lejos de sus mejores roles, Tom Hanks y Julia Roberts se las arreglan para ofrecer un filme básico, por momentos lento, pero de buena progresión y desenlace previsible, con moraleja incluída. Gracias al poco ambicioso guión que co-escribió junto a Nia Vardalos (cuya única gema, y de dudosa reputación, ha sido "Mi gran casamiento griego"), Hanks consigue una propuesta sencilla y eficaz, con todos los condimentos para entretener a la familia sin mayores pretensiones. Los actores no se esfuerzan demasiado y el guión funciona: es suficiente. Quizá uno se acostumbró a pretender algo más de actores premiados y taquilleros como Hanks y Roberts, y pese a las decepciones ("La Terminal", o "Comer, rezar, amar" respectivamente) siempre tiene la esperanza de que regresen con gloria. Pero para Hanks, claramente, dividirse en un rol triple tiene sus costos.
Amor verdadero James (William Shimell) es un escritor que presenta su libro ante un nuevo público, luego de varios desengaños previos. En ese lugar conoce a Elle (Juliette Binoche), galerista francesa y madre soltera, que le invita como quien no quiere la cosa, a compartir una caminata y quizás algo más. A medida que el día transcurre, el espectador comienza a dudar sobre la exacta relación de los personajes. ¿Son conocidos ocasionales? ¿Son una pareja en ciernes? Lo cierto es que el título del filme tiene mucho que ver con las reflexiones que les surgen a los personajes, y conviene no revelar mucho más para dejar que el espectador haga su propio camino. El iraní Abbas Kiarostami regresa a los paisajes devoradores y las pasiones enigmáticas, sutiles, en esta película que tiene el valor de retomar un tema ya conocido (la intimidad y los entretelones de una relación de pareja), dándole un toque personal que vuelve a la película una experiencia única no sólo en lo argumental, sino en lo visual. Un fascinante juego de personalidades, un laberinto espejado donde cada cabo de la trama revela nuevas facetas. Si la estrella innegable de este dúo protagónico es Juliette Binoche (este rol le valió el galardón como mejor actriz en Cannes), no hay que omitir de ninguna manera a William Shimell, que debuta cinematográficamente justo en una película como ésta. Y su debut está a la altura de lo esperable, si no más. La sintonía entre los dos es la que hace que esta historia funcione de manera lógica y armoniosa, como una danza ejecutada de manera precisa. Asimismo, y si bien el tema es lo suficientemente universal para encajar en cualquier escenario, la Toscana italiana constituye un ingrediente fuerte en un plato que tiene tanto de clásico como de novedoso. Quizá lo menos destacado de esta película es su dificultad para encontrar un público que le haga justicia. Aún si tuviera cincuenta salas más, hay que estar muy en sintonía con el cine de Kiarostami (o de otros que se le parecen, tampoco hay que irse muy lejos) y, más bien, con el Cine en sí. Ese Cine con mayúsculas que hoy por hoy, paradójicamente, ocupa espacios cada vez más reducidos.
Rápido y melindroso Desde que los estudios Pixar se unificaron con Disney Pictures se produjo un cierto descalabro en la calidad de sus filmes. Al menos hasta "Los Increíbles" el liderazgo de Pixar era casi indiscutible, ya que a la siempre creciente evolución de su equipo de animadores y técnicos se sumaba un desarrollo de personajes y tramas inusual para una industria como la norteamericana, donde se suele (o se solía) encasillar al género en compartimentos estáticos: un cine animado para niños, otro para jóvenes, otro para adultos. El equipo Pixar había conseguido mantener la atención de una familia promedio en la pantalla, durase lo que durase la película. Pero luego llegó "Cars". Y con "Wall-E" y "Up: Una película de altura" Pixar se afianzó como estudio de éxito, pagando el costo más alto: producciones de calidad errática, con un público bastante indefinido, que no llegan del todo a los adultos ni a los niños. Más imperdonable aún: con la excepción de "Toy Story 3" y, quizá, "Ratatouille", los últimos siete años han resultado en películas pasatistas, casi olvidables. El Rayo McQueen no es, ni será nunca, un equivalente motorizado de Woody ("Toy Story") o de Mike Wasowski ("Monsters Inc"). Tom Mate está a años luz del carisma y la genuina simpatía que generan un Buzz Lightyear o la Dory de "Buscando a Nemo". Ni hablar de los innumerables personajes secundarios, acotados a funcionar dentro del clisé de ocasión (los "asistentes" Guido y Luigi, la camioneta hippie Fillmore y tantos otros etcéteras), o de los protagonistas colaterales de esta secuela (un auto espía a la manera de James Bond y su respectivo archivillano). Ninguno de los personajes reviste, por más líneas de diálogo que tengan, demasiada importancia. Cuando se va a ver una película como "Cars 2" hay que ir pensando en mucho color, velocidad, sonido y un 3D que tampoco es nada del otro mundo. Sobre todo si lo comparamos con "Kung Fu Panda 2", una verdadera sorpresa frente a esta otra propuesta. Una recomendación a tener muy en cuenta, es que los niños menores de 8 años posiblemente encuentren la película demasiado rebuscada y su atención se disperse. Aún cuando este producto está alejado de ese target múltiple al que Pixar acostumbró a su público, es innegable su calidad técnica y tiene buen ritmo. Hay que ser justos: que sea una película de mediana trascendencia no le quita méritos.
Robarle (el corazón) a un ladrón... Alex Lippi (Romain Duris) y su hermana Mélanie (Julie Ferrier) han hecho de la infelicidad ajena un negocio sumamente redituable. Se dedican a romper parejas por dinero, pero con la condición de que sean personas desgastadas, insatisfechas, infelices: una pareja feliz es máximo tabú, y por encima de todo, Alex no empleará el sexo para conseguir sus objetivos. Todo marcha viento en popa y Alex y su equipo hermana-cuñado recorren el mundo seduciendo mujeres, hasta que un magnate del negocio de las flores los contrata para que deshagan la pareja de su hija, Juliette (Vanessa Paradis). La oferta es irresistible, ya que los gastos del equipo rompeparejas es mayor que su ingreso promedio. Por supuesto, hay un par de inconvenientes a tener en cuenta. Juliette y su novio parecen amarse con locura y están decididos a casarse, así que el tiempo apremia. Pero otro imponderable se presenta cuando Alex comienza a conocer a su "víctima": sus sentimientos se ponen en juego y por primera vez corre serio peligro de enamorarse. En la tónica de la comedia de situaciones, con toques de humor simple principalmente a cargo de la pareja de laderos (hermana y cuñado del protagonista) y un guión que se sostiene sin mucho esfuerzo o apelación al verosímil, el debutante Pascal Chaumeil consigue una propuesta ligera, obvia y simpática para espectadores que gusten de un entretenimiento simplón, pero que a la vez no subestime a su público, se podría decir que conjuga lo mejor de ambas orillas: el ritmo y la estructura del guión hollywoodense, con los diálogos y la cadencia de la comedia romántica europea.
Perdonar lo imperdonable, rehacer lo deshecho Han pasado ocho años desde que Jan Thomas (Pal Sverre Valheim Hagen) entró a la cárcel a purgar su responsabilidad en la muerte de una criatura. Sale de prisión convertido en un hombre taciturno, introvertido, con apenas la recomendación para un trabajo que al menos le da un poco de paz. En la iglesia donde le contratan como organista, conoce a Anna (Ellen Dorrit Petersen) y casi de inmediato surge entre los dos una atracción que, como pulsión de vida, promete sanar el alma atormentada de Thomas. Pero Anna tiene un hijo y el fantasma de sus pecados pasados no le permite vivir totalmente tranquilo, por más que se empeña en no exteriorizarse afectado. El flamante organista intenta rehacer su vida ocultando por completo ese trágico suceso que lo llevó a prisión. Pero ese pasado lo alcanza cuando menos lo espera: la madre del niño muerto, maestra de escuela, lo reconoce durante una excursión a la iglesia donde Thomas trabaja y ambos sufrirán las consecuencias del reencuentro. El realizador noruego Erik Poppe desembarca en las pantallas argentinas con un filme donde obsesión, perdón, remordimientos y amor se combinan en un drama cuyo impacto, inicialmente fuerte, va diluyéndose conforme transcurren los minutos. El protagonista se nota cómodo en su rol y consigue un personaje controversial, que generará emociones encontradas en el espectador a medida que se presentan las distintas perspectivas de su delito. Técnicamente impecable y novedosa en su perspectiva, "Aguas turbulentas" se cae un poco sobre el final, con una resolución más bien tibia y que roza la correción política más tradicional, esquivando apenas la moraleja chata. No es una película para recomendarles a quienes sufren cuando un niño sufre.
Sensible y previsible La vida está hecha de causalidades que justifican anécdotas para ser contadas. Una anécdota común podría ser: hombre de edad mediana, simplón y analfabeto (Gérard Depardieu) conoce a ancianita culta, simpática y un poco metida (notable actuación de la nonagenaria Gisèle Casadesus) que le abre la cabeza y transforma su vida. La superación, el aprendizaje emocional y el desarrollo intelectual son una meta dura, pero posible para el palurdo de Germain, que es consciente de sus limitaciones y sufrimientos pero no se rinde a ellos, y menos cuando advierte que su querida amiga eventualmente dependerá de él cuando ya no tenga fuerzas para alimentarse de lo que más le gusta: la lectura. De Jean Becker nos llegó oportunamente una pequeña joyita llamada "Conversaciones con mi jardinero", y de esta suerte podríamos deducir que, al menos en esta etapa de su filmografía, al director le gustan las historias intimistas, idealmente con personajes que se contrapesan de alguna forma. No hace falta aclarar que el espectador que va a ver este tipo de filmes sabe de antemano (o al menos intuye) cuál va a ser el final de la historia. Dentro de estas premisas, las películas funcionan o no. Esta es una de las que funcionan, pero aunque las actuaciones son destacables el guión no consigue movilizar emociones genuinas a través de la empatía, sino más bien a fuerza de golpes emotivos y obviedades.