Vi Western en el Festival Internacional de Cine de Mar del Pata e inmediatamente evoco ese sonido pegadizo de los acordes del final. Pienso y la recuerdo como una de mis mejores experiencias de festivales. Meinhard Neumann (actor absolutamente desconocido por mí) hace inmensa la película de la realizadora alemana Valeska Griseback, Neumann se pone a los hombros una película sórdida sobre el lema “pueblo chico…”. Un grupo de trabajadores alemanes estan en plena obra de una represa hidráulica en un pueblo de Bulgaria, la relación con los pueblerinos comienza de manera hóstil pero gracias a Meinhard (su personaje tiene el mismo nombre) los vínculos con los foráneos del lugar se consolidaran. Meinhard se aparta del grupo de trabajadores, de sus compañeros y se vuelve compinche de los habitantes de esa patria. El protagonista transita todos los estados emocionales, desde ser rechazado por la señora que vende “cigarettes” en el kiosco hasta ser “hermano” de Adrián el líder del pueblo. “Los alemanes” se sienten como una amenaza, pero Meinhard comienza de a poco a ganar su confianza. El hombre flacucho, con unos ojos eternos, muta de una manera increíble, convirtiéndose en el “Legendario”. Y es ahí donde la película funciona, más allá de un cierto homenaje al Western y a la aridez del género, el metraje alemán muestra como un extraño, que habla otro idioma, con otra cultura, puede ganarse el afecto de una comunidad diferente a la suya. La pesadumbre del comienzo cobra fuerza promediando la mitad de la película y todo resulta dinámico. En la segunda parte pasa de todo y los personajes fuertes, clásicos del Western, comienzan a movilizarse. Porque la película trata de cómo un lugar tranquilo, perdido en el mapa, se altera por la presencia de gente desconocida que generan recelo entre los hombres y deseo entres las mujeres aburridas. Meinhard que se devora la película y nos genera empatía, es lo mejor. Con un final con música pegadiza – amamos la música balcánica- las película de Valeska Griseback resulta interesante de explorar.
No se deje apabullar por la pésima traducción del título original de Blockers, sí No me las toquen, tal su pésima transposición, no es una película picaresca argentina, ni indaga en el sainete criollo como algunas comedias de los ochenta. El pésimo título es un argentinismo despiadado – aunque seguro que UIP lo hizo para toda Latinoamérica- que evoca al amor “cuida” extremadamente celoso de los padres hacia los hijos. La Nueva Comedia Americana no se merecía ese título desalentador. Kay Canon quien nos supo convencer en New Girl o en sus guiones de Pitch perfect, se anima al cine como directora e indaga la relación de padres e hijos adolescentes con todo el tono de la comedia disparatada, pero como bien sabemos los que somos medios fans de la NCA, lo escatológico es ley y los chistes enérgicos medios “pavotes” son la bases de este tipo de comedias. En Blockers hay situaciones cómicas del estilo “tomar alcohol por el culo” y muchas escenas desopilantes que causan gracia. Pero lo que verdaderamente funciona es el trio de padres formados por Lisa (Leslie Mann), Mitchell (John Cena) y Hunter (Ike Barin Hltez) que desde una conmovedora secuencia inicial, se presenta como los papas kidults de tres hermosas niñas Julie, Kyle y Sam que se hacen amigas desde el jardín infante. Un racconto animoso presenta cada personaje: la mama soltera ultra dependiente de su hija, el grandote sensible cuida al extremo y el papa que derrapada siempre e intenta hacer lo posible para acercarse a su hija. Esas niñas amorosas se han convertido en mujeres que están terminado la preparatoria, y han hecho un pacto las tres, van a debutar sexualmente al unísono para entrar más liberadas a la universidad. Estos “papis” se enteran y allí comienza la aventura. Leslie Mann (Knocked up, This is 40) es la primera dama de la Nueva Comedia Americana, es la esposa de “The boss” Apatow, además que es buena para la comedia. Es guarra y con esa vocecita, logra satirizar situaciones que inevitablemente causan gracia, John Cera “The Big Daddy” fue un hallazgo de Apatow en Trainwreck con la grosa de Amy Schumer y acá se devora la película. Lo bueno de Blockers es que nunca pierde el ritmo, los padres irán tras los pasos de las jóvenes en una noche “alocada” El mundo teen se mezclara con el mundo de los cuarentones con onda y todo por lograr el cometido de que las nenas no pierdan si virginidad. Pero más allá de la comedia, y de los chistes, la nostalgia se apodera del cuento del nido vacío y el miedo de los padres de que los hijos crezcan y se vayan. Canon, lleva la comedia al delirio total, se pone escatológica y soez pero también se pone tierna. Blockers no será la mejor de las nueva comedia americana, pero es divertida y tiene escenas memorables como las del reto con el “culo” (me reía de la incomodidad, pero es el día de hoy que me sigo riendo) y una “voyerista” con el gran Gary Cole (Veep, Talladera Night). Bien por la inserción de las mujeres como directoras en la Nueva Comedia Americana. Desde acá el aguante siempre. Valoración: Muy Buena
Joel es la mejor película de Carlos Sorin –Historias Mínimas, Días de pesca, El caminos de San Diego– y una sorpresa para el cine argentino en el periodo de clausura. Cuando recién comienza a asomarse los estrenos del año, Sorin da un puntapié y le pega al ángulo y filma una película cuya primera hora es impecable. Pero el director argentino tiene un “az” en la manga que le juega a favor toda la película y es Joel, el protagonista, un hallazgo azaroso, del director, que no sólo hizo que la película sea homónimo – se iba a llamar José pero usaron el nombre verdadero del niño-si no que permite que el relato sea creíble y emotivo. A decir, Cecilia (Victoria Almeida) y Diego (Diego Gentile) son una pareja de treinta y pico que reciben el llamado del Juzgado para darles la tutela de un niño. Cecilia – Almeida es una actriz infernal- corre por un camino de nieve, en algún lugar paraje del sur argentino, se la ve agitada y llama con ansiedad a Diego que está trabajando con unos hombres en el bosque. Lo mira con emoción pero también con miedo, desde allí Sorin nos introduce en una película en donde el espectador se conecta con los sentimientos más íntimos de la pareja, esa noche se llena de emoción y de inquietudes “Como nos verá él” plantea la mujer, y Sorin llena de intriga una película en donde las miradas y los silencios son el eje narrativo. Diego y Cecilia le preparan la “piecita” con un amor y las mariposas en el estómago se convierte en una celebración cinéfila. Hay algo interesante y es que la “prerotota” legal acerca de la custodia del niño es descripta con un suspiro, el director elige hacer una narración taxonómica, rápida, pero en cambio se adelanta y se toma su tiempo para meter la cámara en ese “encuentro” de la nueva familia. “Joel saludá” le dice la cuidadora y ese túnel lleno de paradoja y desconocimiento es mostrado con alegría. Joel despeinado, con una sonrisa tímida, saluda a Cecilia y a Diego quienes lo miran con una ternura que aún hoy a la distancia y, ya en mi proceso de escritura, me conmueve. Esa “primera” vez en donde padres e hijo se conocen, se prolonga en ese recorrido por la casa, por el barrio y por ese paraje nevado que es construido poéticamente. El nene se pasa, pocas veces he visto este nivel actoral en una película nacional, y eso es mérito de Sorin. Joel comienza a adaptarse a esa nueva vida. Pero un nuevo rollo comienza cuando Joel va al colegio, “Pueblo chico infierno grande”, dicen. La segunda parte presa de un conflicto interesante no alcanza para supera ese primera hora en donde uno mira embobado a Joel relacionarse con miradas, apenas con suspiros, con sus papas adoptivos. Con actuaciones brillantes, Joel de Sorin es una película que resulta inspiradora. Valoración: Muy Buena
Fui a ver Extinguidas la obra de teatro de José María Muscari apenas se estrenó. Las chicas de los 80′ me inspiraban curiosidad, quería verlas contar sus anécdotas y vivencias: mujeres hermosas hablando sobre el paso del tiempo y sobre cómo tuvieron que transformarse para perdurar y seguir vigentes. Muscari, -y mi cara se ilumina- gran director de teatro, siempre me evocó a John Waters, en sus obras los personajes son outsiders que generan empatía con el espectador. Muscari crea protagonistas que encantan, por eso, mi curiosidad cinéfila se arremetió hoy a la privada de La Vida sin Brillos, documental que muestra el “entre bambalinas” de las Extinguidas. Nicola Teté –Onix, Últimas vacaciones en familia– codirige junto a Guillermo Félix una excursión a la vida interior de esas actrices: directores que las siguen con persistencia en sus camarines, en sus casas, en sus quehaceres diarios. Estas diez mujeres (Beatriz Salomón, Mimi Pons, Luisa Albinoni, Noemí Alan, Adriana Aguirre, Naamin Timoyko, Silvia Peyrou, Pata Villanueva, Patricia Dahl y Sandra Smith) se muestran con soltura. La cámara las ama. Es un making-of del making-of, es el coloquial “entre casa”. Teté y Fénix exploran el universo femenino de manera educada, las invaden, las muestran sin rouge, pero de manera amigable. La Vida sin Brillos empieza con una musiquita de varieté, la acción se centra en el Teatro Regina, un paneo sigiloso, fuera de foco, comienza a situar al espectador, y allí aparecen ellas y sus conversaciones: La Aguirre embromando con Nannin Timoyko, quien tímida responde “querés que cuente tus cosas”, Noemí Alan hablando sobre sus “medicamentos”, Sandra Smith explicando los dones de los productos de belleza que vende y sobre qué significa ser vendedora, Patricia Dahl trasmitiendo su amor por el tango. Las plumas, los brillos, los escotes profundos de mujeres monumentales, son el costado superficial de la vida de estas divas maduras que hablan de lo “efímera” que puede ser la popularidad. Todas tienen “changuitas” más allá de la vida de espectáculo, son vamp de noche, despliegan su talento en la obra de Muscari, pero, cuando las luces del Vaudeville se apagan se convierten en mujeres reales. Todas tienen anécdotas interesantes que contar, desde mostrar fotos en sepia de un pasado glamoroso, hasta relatar entre lágrimas el deseo de la maternidad (Luisa Albinoni). La vida sin brillo desnuda a estas actrices generando nostalgia, el desgaste del cuerpo y la melancolía de juventud son el leitmotiv de un documental absolutamente femenino
Pensé en estructurar esta crítica como una carta extensa agradeciendo al director Wes Anderson por Isla de Perros, “Estimado Wes”, o “Querido Wes Anderson” o simplemente, “Gracias groso”. El director de los mejores sacos de pana del mundo, filmó, hasta el día del hoy, la mejor película proyectada en el 2018. “La gente cree que la imaginación del escritor, siempre trabaja, que inventa constantemente una cantidad de incidentes y episodios, que simplemente sueña sus historias de la nada, pero la realidad es que sucede todo lo contrario. Cuando el público sabe que eres escritor, ellos te proporcionan personajes y hechos. Siempre que tengas la capacidad de escuchar y observar con atención, las historias continuaran buscándote el resto de tu vida”, dice el prólogo de El gran hotel Budapest, también del director y votada por mí como la mejor película del 2014 y este exordio, es el resumen exacto de toda la filmografía junta del director. A ver: Acaso no rememoran cada tanto al inefable Max Fischer, quien lejos de sentirse un perdedor, lustraba su ego con poemas románticos hacia su profesora y lideraba todos los grupos del colegio, o recordamos con mariposas en la panza a Sam y Suzy, unos púberes dispuestos a desafiarlo todo por su amor en Moonrise Kigndom. Wes busca historias, observa y nos regala sus fantasías y nosotros lo buscamos a él. “Aún hay vagos destellos de civilización, en este matadero salvaje que alguna vez fue la humanidad” este es el lema de M Gustave quien con su extrema cordialidad e idealismo, produce una empatía nostálgica con el espectador, todos terminamos amando a este ser entrañable, profundamente educado, que le enseña a Zero una lección que lo perseguirá toda su vida en Gran Hotel Budapest. Isla de Perros persigue esa idea de educación y buenos modales que tanto nos gusta y nos estremece. Porque sin perder el sentido del humor, el director construye lugares imaginarios, distópicos en donde lo que gana es la galantería, los “buenos” son gentiles, nobles y los “malos” aunque persiguen las características del clasicismo narrativo, al final tienen un sesgo de culpabilidad, y tratan de redimirse. En Isla de Perros todo funciona bien, el último largometraje de Anderson, está realizado en stop-motion, lo que hace Anderson es una artesanía tremenda. Esta vez su escenario colorido se traslada a Japón, y el director usa todo el misticismo del mundo oriental para contar una historia sencilla: El Mayor Kobayshi dictador de Japón, fiel amigo de los gatos y enemigos de los perros, manda a exilio a todos ser perruno a una isla confiscada en el olvido. “Un mundo sin perros”, sería el lema. En ese mundo, lejano, se encuentra la “jauría”. La historia cambia cuando Atari, un niño de doce años, aterriza en esta isla para buscar a su perro Spots (Liev Schreiber) quien era su única familia. El sentimentalismo recorre Isla de Perros y construye una fábula hipnótica. El taiko japonés le suma suspenso a una película de aventuras y otra vez, Anderson construye un relato perfectamente diagramado. Uno siente los compases de los bombos y va transitando los estados de ánimos de los protagonistas, porque en ese camino de búsqueda de Spots, Atari se topará con un grupo de perros que se convertirán en sus aliados. Mientras tanto en la periferia una pequeña revolución, comandado por una alumna de intercambio Tracy Walker – y quien otra que Greta Gerwig para interpretar a esta joven idealista- liderara la guerra contra Kobayshi. Los perros demostraran que son seres educados y que pueden vivir civilizadamente. Anderson, otra vez lo logra. Con una secuencia de créditos finales poética, Isla de Perros sin duda es una de las películas del año.
Jason Reitman siempre la mete en el ángulo de la sensibilidad femenina, la tiene clara, y es uno de los únicos directores de comedia que le da un poderío y un lugar a la mujer libre de estigmas. Además Reitman, mira a la mujer sin prejuicio y las empodera, incluso en su manera de filmar, repasemos, que esto es lo que más nos gusta. Reitman dirigió Amor sin escala, La joven vida de Juno, Aires de Esperanza, Adultos Jóvenes. Todas grandes películas, en estos metrajes las mujeres son las que enfundan la mandolina convirtiendose en decisoras de el devenir del relato, donde otros realizadores ven hombres, Reitman ve mujeres. Empecemos a pasear entonces por la filmografía del director. Ryan (Clooney) un solterón mujeriego es finiquitado con su propia medicina por una mujer casada, pero justamente este detalle, acerca del estado civil de ella, es definido al final cuando Clooney mediante un acto de amor heroico viaja a la casa de la señora en cuestión. Ryan le toca el timbre, respira hondo, ella le abre la puerta, se escuchan niños, se miran, la mujer lo observa con compasión, el con tristeza y en ese momento, cuando uno espera el “happy ending” se escucha una voz masculina que pregunta ¿Quién es?, a lo que ella responde: “Alguien que se ha perdido”. Esa mirada que logra captar Reitman entre los amantes es realmente electrizante. La idea de mostrar a Alex (Farming) como una mujer que decide tener una aventura, e incluso resuelve quedarse con su marido antes que con el “macho alfa” Ryan/Clooney, es interesante para desdoblar el relato sexista. En Aires de Esperanza, una madre soltera (Kate Winslet) se permite desear y esconder en su casa a un ladrón buscado por la policía. Sin culpa, retiene a ese hombre y entra en un juego de seducción. En Adultos Jóvenes, una Charlize Theron aturdida, es una kidult cuarentona que le teme a crecer, sí también las mujeres pueden batallar contra el imperio de las “mujeres maduras” y comportarse como adolescente y eso Reitman lo sabe. Y para el final, aunque sólo es un preludio de las películas que nos compete esta La Joven Vida de Juno, las más indie de las películas de Reitman. ¿Quién no recuerda la historia de amor entre Juno y Paulie?. Juno es una quinceañera que queda embarazada y decide dar al bebe en adopción, con total naturalidad, esta joven entabla una relación de amistad con la pareja de adoptantes. “Vanessa si sigues adelante, yo también, Juno” le escribe a la mamá que va a adoptar al bebe y es ese momento nostálgico y emotivo. Yo lloré y celebro cada tanto esta película, primero porque tiene un profundo sentido del humor, segundo porque Ellen Page es una de los mejores hallazgos para el género y tercero, pero por esto no menos importante, toca el tema de la maternidad, sin asociarlo a algo biológico, sino a una decisión personal más allá de la gestación, ¿No es eso maravilloso?. En Tullly, la última, también con Charlize Theron, Reitman sigue asociándose con la grosa de “Diablo Cody”, su escritora fetiche y ganadora del Oscar por el guión original de La joven vida de Juno. Cody merece una nota aparte, es junto con Greta Gerwig, una de las mejores guionistas del dramadie. En Tully, el matrimonio que tiene con Reitman vuelve a lucirse y se mete con una madre topadora, todo terreno, Marlo (Charlize Theron) quien está a punto de parir a su tercer hijo, trabaja, es ama de casa, tiene dos pibes más y un marido que si bien es un encanto (es uno de los hermanos Duplaas) no colabora demasiado. Marlo NO DA MAS. Charlize Theron comienza la película con su mejor cara de upite, se la nota cansada, podrida. Pero su hermano, un joven adinerado, le ofrece pagarle una niñera de noche, una “ninja warrior” para que ella descanse de la presión del postparto. Y es allí donde aparece Tully, una joven (grosa Mackenzie Davis), espontánea, extremadamente tierna, que no sólo cuidará de su bebe sino que contendrá la depresión de Marlo. La dupla entre Theron/Mackenzie resulta una fórmula resultona desde el comienzo, la joven entabla una relación de admiración con la mamá cuarentona, y ella añora esa energía de juventud. Marlo comienza a recuperar su individualidad. Reitman y Cody hace un acertado panorama de la vida en familia, en donde las fémina de la casa es una heroína superpoderosa. “Mi mujer se fue y dejo solo a los niños” le dice el marido a una enfermera “pero usted estaba en su casa” a lo que el marido responde “Si”, esa conversación, escueta y maravillosa, describe Tully de Reitman. No voy adelantarme demasiado en la trama, pero lo que hace Theron es de una bestialidad actoral imponente: la tipa engordó más de veinte kilos para personificar a Marlo, se muestra harta de la maternidad “termita” (los llantos desesperados de sus hijos, las corridas para llevarlos al colegio). Tully describe con una certeza impecable ese momento, sí, ese mismísimo momento, en donde la vida arrasa y se lleva por un instante, la improvisación y la felicidad de los veintipico.
El verdadero cuento de cenicienta. La directora francesa Amanda Sthers se pone áspera y cruel en Madame, una descripción lapidaria de la clase europea. El comentario lascivo y detractor se vuelve fabula en la reformulación de la moralina de Charles Perrault “La cenicienta”, pero con una heroína española, Rosy de Palma, quien interpreta a la mucama de la casa de los Fredericks. La familia de USA pero radicada en las aristocracia francesa, le proponen a María (De Palma) la ama de llaves de la casa hacerse pasar por un comensal, todo por evitar el número 13 en la mesa. Anna Frederich (genial Toni Colette) es una ricachona malísima que al principio es una especie de hada madrina, pero con el transcurso del relato se convierte en la bruja malvada. La “señora” de la casa, viste, maquilla y transforma en una princesa a Maria quien espontánea y graciosa – Rosy de Palma es inmensa- logra en la cena capturar la atención de un curador de arte inglés, Michael Smiley (David Morgan). La comedia de enredos deviene en una película romántica en donde el sueño del “príncipe azul”, tal el guiño del cuento tradicional, va tomando forma y se convierte en el principal gancho de la película. Sthers, recorre los barrios elegantes de la ciudad de París, nos pega un viaje por las callesitas de las “rue” usando paneos y travellings eternos. Rosy de Palma se pasea en un Lamborghini con ese caballero inglés y buen mozo que la corteja pensando que ella es una condesa española, no una mucama y esto es interesante porque la directora, que tiene las mejores intenciones, muestra el vacío de la gente de “plata” y los prejuicios para con las clase trabajadora. La comedia romántica, comienza a inquietar e incomodar y a sentirse amarga. Madame despliega todo el potencial de dos actrices magistrales De Palma y Colette quienes se sacan chispas en con sus lenguas viperina. El “Había una vez” contado con energía tiene un final que refuerza del deseo de la directora por salirse de la fantasía de Cenicienta.
Sean Baker se ganó el Oscar de mi corazón, es un director moderno, sensible e inquieto y filma una pequeña película mágica y arrolladora. The Florida Proyect, su segunda película – su opera prima Tangerine es genial- es un cuadro colorido sobre la vida de los Whithetrash en Orlando a metro de DisneyWord. La alegórica y colorida ciudad de los niños es usada simbólicamente para explorar y visualizar los alrededores sitiados de moteles en donde viven familias enteras, agolpadas, muchos de ellos dreamers. Baker, se mete en la teluria del barrio, y crea una historia sensible y poderosa, donde las protagonistas absolutas son Halley (Bria Vinaite), la madre y su pequeña hija Moonee (Brooklyn Prince). Las dos logran recrear un vínculo emotivo y compinche. Halley es madre, joven e irreverente – rebeldía propia de la juventud- y cría en soledad a esta pequeña de 8 años, pícara, traviesa y profundamente inteligente. Los diálogos entre madre e hijas son de una frescura y gracia que uno siente el amor filial y se involucra con esta dupla. Halley es una rockera hermosa, con su estilo chica de europa del este, con tatuajes inmensos, es una buscavidas que hace lo que sea para mantener a su hija y esto es interesante, porque Baker que tiene una cabeza gigante, toca temas sensibles como la prostitución o el abandono pero nunca cae en la descalificación, el director es feminista y hace que estas dos niñas – a la larga Halley, la mamá también lo es- logren enamorarnos y apoyarlas en todo. Estamos de su lado. El director toma su cámara y en un acto que parecería dotado de improvisación, sigue a Moonee con sus amigos recorrer la siesta eterna de una ciudad artificialmente colorida y calurosa, una espacio lleno de donas, de helados y de colores rosas intensos en donde la pequeña corre, grita, juega y se tira en ese cielo americano junto con su banda preciados de compinches Dicky y Jancey. The PRoyect Florida es un viaje lúdico por la infancia y por la vida de vecindario en donde los chismes, los dimes y diretes y las alianzas se vuelve parte del folklore. Y en el medio de esas mujeres, está Bobby (William Dafoe) el portero del condominio Magic Castle, quien con su parsimonia y su paciencia se convierte en el gran pacificador de la película, el que lleva la cordura a esos aires conventilleros y es el alma mater protector de los vecinos. Hay una secuencia de que sirve de modelo de esto: Bobby para en seco a un pedófilo que comienza a hablar con los niños, lo acompaña a retirararse y con su amabilidad le juega una pasada que lo posiciona como el héroe de la película. Baker toma lo mejor de estos actores: El fuck you con el dedo meñique de una Mooanee enojada, la juntada del grupo de niños en una heladería del barrio, la fantasía por correr de la mano por Disneylandia. Hasta ahora me animo y me juego, The Florida Proyect es la película del año. Valoración: Excelente
La reina del miedo es una especie de parábola sobre la crisis de una mujer que ha pasado apenas los 40, la fantasía lúdica y aterradora sobre la soledad, los miedos inacabados y la dolorosa angustia de un amor que se marchó, son los ejes principales de una historia breve en donde la “queen” del drama es la gran Valeria Bertucelli. Bertucelli- y la voy a nombrar hasta el cansancio- es tan genial que propone un monologo extenso, en primerísimo primer plano, de Robertina, una actriz ultra sensible, nerviosa e impulsiva, que está ensayando una obra – unipersonal- en medio de una intermitencia amorosa. Bertucelli, quien además co dirige (junto con Fabiana Tiscornia) y escribió esta película, propone un pasaje reposado sobre la vida de una mujer temerosa que está en plena incertidumbre. El placer de ver La reina del miedo se centra en explorar las hazañas de la protagonista, quien se muestra vulnerable y nerviosa. La gracia deviene de la pantagruélica imagen de una mujer en pleno proceso de maduración, Robertina es como una niña que expone su llanto tierno ante las azarosas variaciones de la vida. Los sonidos, las sombras fuera de foco, las voces susurrando, la sorpresa de una lágrima cayendo expuesta con el detalle del expresionismo acompañan un drama en donde uno se rie con pesar del infortunio. Claramente, y perdón mi contrera acérrima con otros colegas, La reina del miedo NO ES UNA COMEDIA, la sonrisa se dibuja ante una Bertucelli aturdida y desorientada – quien no lo estuvo acaso- pero el pesar se posiciona fuerte en todo el metraje. La película empieza con una atmosfera pesada, un corte de luz es la excusa perfecta para describir el carácter nervioso de la protagonista y la relación con la gente que trabaja en su casa. Es una mujer sola en una casa inmensa. “Rober yo se cómo sos” le dice con cierta ironía por teléfono su amigo Lisandro (Diego Velázquez) y le pide que lo vaya a visitar a Dinamarca. Robertina viaja con lo puesto – el vestuario es bellísimo- para reencontrarse con su amigo que tiene cáncer. La “reina” del miedo, Robertina, sale de su caótico mundo y se encuentra libre, sincera junto a Lisandro con quien tiene charlas memorables. La atención nunca se detiene, y el encanto de la película siempre se posa como una brisa en Robertina/Bertucelli (de pie para nombrarla) quien muestra una vida interesante, clausurada por la tensión de la vehemencia. La musiquilla de Vicentico y de algunos clásicos ochenteros, suman más nostalgia a una película nerviosamente femenina. La actriz que se filma a si misma a punto de estrenar, y la ocurrencia que incomoda y se siente trágica y ella temerosa, miedosa, allí esperando en silencio un desenlace. Valoración: Muy Buena
El hilo fantasma melodrama, dirigido por Paul Thomas Anderson, está tan bien estructurado desde el punto de vista cinematográfico que, nos guste o no, estamos obligados a admitir que es una película casi perfecta. Daniel Day Lewis humedece nuestra pasión cinéfila con su actuación impecable y nos hacer recordar, ya en la culminación de su carrera, que no sólo fue un ex presidente norteamericano o un mega magnate en Petróleo Sangriento, sino que supo ser el actor más seductor de Hollywood. O acaso quien no rememora con las más increíbles fantasías el filirteo sensual de época entre Newland Acker (Day Lewis) y Ellen Olenska (Michelle Pfeiffer) en La edad de la inocencia de Martin Scorsese, esos besos en el cuello del actor de la mirada más linda hacia una sensual y joven condesa perfilaban al actor con un gran carisma para los roles de gigoló. Daniel Day Lewis tiene esa paz, ese descanso en su mirada, esa ternura sensual – poco lo logran- que alteran con un plano la lívido de los espectadores. La insoportable levedad del ser, película de amor erótico, de los 80, prendió mi pre adolescencia y selló mi fanatismo por el actor inglés, quien se mete en el trio creado por Milan Kundera, y juega con Tersa y Sabina pasando por varias instancias y poses amatorias. Por eso cuando empecé a ver El hilo Fantasma, y sabiendo que esta la nueva de Paul Thomas Anderson – Magnolia, Embriagados de amor, Petróleo Sangriento, The master, Vicio Propio– era la culminación de las carrera de Daniel Day Lewis y el fin de la dupla del director/actor, me propuse disfrutarla y dejarme llevar, además de que como buena minita, amo el mundo de la moda. Las misceláneas en torno a la costura en el cine, siempre me parecieron eróticas, lo inacabado de la obra de arte y el secreto íntimo de la trama de una prenda, es altamente cinematográfico y sensual. Paul Thomas Anderson se detiene, sin importar la presura de la acción en las habilidades de Reynolds Woodstock, un modisto de alta costura inglés que vive con su hermana Cyril (Lesley Manville) con quien tiene una sociedad. Reynolds es meticuloso, mañoso, y un obsesivo de su trabajo, el director describe al personaje en un desayuno. Las miradas, las levantadas de cejas signo de enojo, el gruñir de este artesano de la moda componen un hombre misterioso. Las manos lánguidas del costurero y la forma en tocar los vestidos, con tanta ternura, propician una película en donde el melodrama clásico se presenta oportuno e intenso. Reynolds, conoce a Alma (Vicky Krips) una joven mesera que se convierte en su musa inspiradora, además de ser su amante. La pasión, siempre implícita, envuelve a la pareja en un juego de amor enfermo, perturbador y Paul Thomas Anderson, hacedor de películas épicas, desliza su cámara y nos permite espiar la intimidad de Alma y de Reynolds de una manera romántica y erótica, por supuesto. Y aunque Daniel Day Lewis esta flaco y jorobado, nunca deja ser sexy, incluso cuando tiene un mal genio La química entre Alma y el modisto es de un esplendor bien del cine clásico, la espectacularidad en cada fotografía construyen una historia de amor que te deja helada -la calentura de la escena del auto, los dos huyendo de ese bar para entregarse al deseo, es increíble-. Ella lo mira, le cocina, el hace silencio y se deja seducir ante esta ninfa de la moda. El vestuario a cargo de Mark Bridge (ganador de los premios Oscars) reconstruye en detalle los vestidos de alta costura de la década del 50, el estilo sofisticado del pin-up y los zapatos D’Orsay le inyectan glamour a la película. Sin duda El hilo fanstasma, junto a Embriagados de Amor, es la mejor de Paul Thomas Anderson, una pena que Daniel Day Lewis se retire de la actuación, pero que lindo va a hacer recordalo por esta película, sin duda lo vamos a extrañar