Repensando la masacre El 28 de septiembre de 2004 un adolescente de 15 años mató a tres compañeros del colegio y baleó a cinco. Fue declarado inimputable y su paradero hasta hoy en día es un misterio. Este hecho atroz no sucedió en un colegio de Estados Unidos (como estamos acostumbrados a escuchar) sino en la Escuela Media N° 2 Islas Malvinas, en Carmen de Patagones. El director Javier Van De Couter es oriundo del lugar y vivió allí hasta que fue a estudiar a Buenos Aires. Desde que sucedió la tragedia pensó que tenía que hacer un documental con esa historia, pero en ese tiempo aún no era el momento. Ya pasados más de 15 años, escribió junto a Anahí Berneri el guion de Implosión. En el año 2004 Pablo Saldías y Rodrigo Torres tenían 15 años, cuando “Juniors” les disparó con el arma que le robó a su padre militar. Hoy esos alumnos tienen más de 30 años y se interpretan a ellos mismos en esta ficción construida como una especie de road-movie que nos lleva a la provincia profunda donde intentarán “reencontrarse” con aquel compañero de clase al que los une un pasado doloroso. Lo más interesante de esta película es la forma en que se juega con los espacios y cómo para contar esta historia se alejaron de la ciudad. Cómo viajaron miles de kilómetros hasta Gran La Plata buscando la oportunidad de estar más cerca esos años robados pero desde un lugar diferente: no el de la venganza, sino el de la memoria y el relato de esas cuentas mal saldadas. Implosión no intenta reconstruir la tragedia sino de hacernos ver cómo estos sobrevivientes se enfrentan al recuerdo de esa adolescencia interrumpida. De qué forma es posible perdonar y seguir adelante con sus vidas.
El dilema entre resistirse o entregarse al imponente absurdo Tras la aparente utopía que representa su estreno en los cines argentinos (la última fecha fijada por Warner Bros. fue para el próximo 28 de enero), el 11º film del director británico Christopher Nolan por el momento enfurece más de lo que cautiva. Tiempo, caos y majestuosidad visual (aunque no narrativa) forman parte de los pilares de una película ansiada y que, probablemente, no tarde en ser olvidada. A esta altura poco sentido tiene indagar en los argumentos que idolatran o detractan la filmografía de quien, con muchísimos más aciertos que errores, ha sabido resucitar en el cine la figura de Batman, hace ya más de 15 años. Claro está que, desde dicho suceso a hasta hoy, Nolan ha consagrado una carrera que no ha dejado de exhibir tensiones entre el sello autoral y lo estrictamente comercial. Cabe señalar que, al menos de esta parte, poco de crítica puede haber hacia esta disyuntiva, más aún, teniendo cuenta el impacto de sus más aclamadas obras en los espectadores tanto periódicos como habituales. Sin embargo, aunque el entretenimiento permanece intacto, Tenet es tan caótica como el año pandémico fijado para su estreno mundial. Con una fusión de géneros que abarcan desde el thriller de espionaje, la ciencia ficción y la opulenta acción a la que el director de Memento acostumbra (más espectacular aún en tiempos de abstinencia de pantalla grande), la película presenta un conjunto de personajes convencionales sobre los cuales se desarrollará la narración: una dupla desinteresada al servicio del bienestar mundial (John David Washington y Robert Pattinson), un villano despojado de humanidad (Kenneth Branagh), símil a cualquier representación de los soviéticos durante la Guerra Fría y una dama en apuros (Elizabeth Debicki) a través de quien, de manera discreta, pasan sin pena ni gloria los forzados conflictos emocionales pensados por el (también) Nolan guionista. No resultaría objetable que, tras otras películas que podían llegar a resultar complejas desde lo enunciativo (aunque no en su ejecución), el director de Inception haya apostado a una premisa más concreta para su último proyecto: evitar la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, los vicios característicos –y esta vez, potenciados- del británico han convertido a la película en un costoso ejercicio experimental donde, la desesperación porque el espectador entienda lo inexplicable, se intuye de manera abrumadora. No obstante, muchos se han permitido jugar con una frase de la película, ya anticipada en uno de sus avances: “no intentes comprenderlo, siéntelo”. Resulta imposible saber si estamos ante una mera casualidad o un grito desesperado del director con el público. En este último caso, festejo la advertencia. Especialmente, para los incomprendidos de sus falencias y que, gracias a esa falta de exigencia, pueden permitirse disfrutar (y mucho) lo que casi toda la filmografía filmografía de Nolan anhela y Tenet cumple sin inconvenientes: entretenimiento puro y algo más. *Review de Ignacio Rapari.
Fundirse con la playa Azul el mar relata la historia de una pareja que junto a sus cuatro hijos emprenden un viaje a Mar del plata para pasar las vacaciones. Desde el viaje, en la ruta, se percibe cierta tensión en los gestos de Lola (Umbra Colombo). De a poco nos vamos introduciendo en un universo complejo como lo es la familia y el ocultamiento del dilema que resulta de mantener los propios deseos en convivencia con los roles establecidos en nuestro entorno afectivo, poco que ver con el esparcimiento y el descanso. La trama se profundiza al llegar los protagonistas a destino, donde la tensión comienza a ganar terreno. Los siguientes días continuarán entre típicas actividades en una ciudad balnearia, donde desde el movimiento de las olas hasta la música nos reflejan la incomodidad en el ambiente, lo que finaliza con una charla íntima entre Lola y Ricardo (Beto Bernuez), y “La feliz”, como se le llama a Mar del Plata, deja de serlo para esta familia y comienzan las despedidas. Sabrina Moreno despliega en su ópera prima un juego visual y sonoro, donde no de causalidad ubica a este matrimonio en Mar del plata: es una ciudad con sabor a nostalgia, y el fondo del mar sirve como escenario para sumergirnos en el interior de una familia donde la soledad de una mujer se ve aún más diminuta frente a tanto océano. Pero no le resta valor para romper con ese patriarcado naturalizado y decidirse por lo que ella en verdad necesita. Fundirse con la playa y esconderse de sus pensamientos en el bosque le permitirán a Lola exponerse respecto a la relación con su pareja y la posición de la mujer en busca de otro destino. Ella no regresará de sus vacaciones de la misma forma en la que llegó cuando inició su viaje: dejarse llevar por un mar de fondo y oír el viento le permitió oírse a ella misma en medio de tanto agotamiento.
Me perdí en el viaje... Con una larga trayectoria en realización de largometrajes, Daniel De la Vega es un referente del cine de género argentino. Para Al 3er. día se basó en el libro 3 Días, editado por Santa guadaña y escrita por Gonzalo Ventura. La historia comienza cuando Cecilia (Moro Anghileri) y su hijo Martín tienen un accidente en la ruta. Al tercer día ella deambula sola, no hay rastros de su hijo. Sin recordar lo que pasó durante este tiempo, busca desesperadamente a Martín, y encuentra coincidencias entre su historia y casos policiales que parecieran ser el resultado de una cacería brutal. El círculo se va cerrando y Cecilia termina enfrentándose a un fanático religioso (Gerardo Romano), que es el responsable de toda esa masacre. Para ella, él es un lunático. Para él, Cecilia es el enemigo. La historia de Al 3er. día no resulta novedosa porque reúne algunos elementos típicos y comunes del género, pero la virtud está en haberlos combinados de forma en la que no se sabe para qué lado puede dispararse y en reunir a un elenco coral donde cada uno lleva adelante su protagónico de manera perfecta. Entre el terror y el policial, las pistas se van soltando a lo largo de toda la película pero el final se devela recién en el último minuto. Con Al 3er. día su director Daniel De la Vega nos lleva a hacernos preguntas acerca de quiénes somos realmente, las pérdidas, lo que estamos dispuestos a hacer por esa búsqueda, y cómo es posible que el bien y el mal sean parte de una misma moneda. Los villanos no son tan villanos y los héroes no terminan siendo lo que parecen.
Un huésped indeseado Sputnik de origen y producción Rusa, es ante todo una prolija y ejemplar película del género de ciencia ficción mezclado con terror, todos los aspectos técnicos están muy cuidados y trabajados en todos los departamentos y áreas, la dirección de la fotografía nos sumerge en esa atmosfera oscura del ejército soviético y la URSS en pleno periodo de la guerra fría, en paralelo la ambientación sonora enfatiza más aún el género de suspenso sobrenatural, con un original score que a cualquier cinéfilo fan de soundtracks le gustaría tener y coleccionar. A nivel narrativo la película nos adentra en los interiores de una base militar y científica, donde un equipo especializado estudia y monitorea a un astronauta que sufrió un accidente espacial en el medio de una importante misión, sabemos de ante mano que algo turbio estilo conspiración Roswell se esconde en la investigación. La protagonista, Tatyana, una médica cuestionada por prácticas un tanto polémicas, es enviada a esta base militar para ayudar al astronauta en el proceso médico y de salud mental. La actriz rusa brinda una sólida interpretación para su personaje, con mucha frialdad, metodología, y un heroísmo que despierta al darse cuenta del horror sobrenatural que padece el astronauta, personaje que tampoco se descuida en su construcción dramática, con una historia paternal secundaria que potencia el drama y que se van plantando de a poco para ser un recurso de resolución y epílogo. La conexión con la entidad extraterrestre existente en la base militar se da con lentitud, hay una larga previa con escenas y secuencias científicas que exploran conceptos y teorías de simbiontes y parásitos. Tal vez el ritmo en estas escenas se estanca un poco, pero una vez establecida la amenaza alienígena, la película se torna más interesante de ver, el vfx de la extravagante criatura está muy bien hecho, hasta al más sensible puede darle ternura verlo desplazarse y actuar, excepto cuando despierta su lado Fatality y revienta cabezas y come vísceras humanas. Las escenas violentas, que mencionamos, no son tan gráficas, hay chorreadas de sangre, pero también se sugiere con fueras de campos sonoros y cortes con transiciones. Lo bueno de Sputnik es que no se queda meramente en lo fantástico del terror espacial, sino que se preocupa por generar esa empatía por los protagonistas, dotándolos de sensibilidad y humanidad, muy necesario para que nos sean personajes vacíos de sentimientos y objetivos. La película de Egor Abramenko logra ilustrar con sencillez cinematográfica y estilo de cine de espionaje, acompañado de la calidad de la fotografía y la dirección de arte, ese gris desesperanzador y solitario de la ex unión soviética, esa nostalgia retro como la que vimos en la excelente mini serie Chernobyl, con ese patriotismo de camaradas, con luces de alerta rojas, pasillos estrechos y claustrofóbicos, científicos y médicos deprimidos, soldados y generales fans y defensores de la causa por combatir y pelear con las mejores armas y estrategias militares, con el plus central de un mini Venom ruso introvertido y salvaje a la vez. *Review de Gonzalo Schiffer.
Aburrida, decepcionante y una burla a la serie original Seguramente la nota que le puse al film estrenado en cuarentena y online parezca un poco exagerada, y aunque desearía que así fuera, debo decir que en verdad no es. ¡Scooby! es un conjunto de malas decisiones, los personajes pierden su carisma, su cariño y se torna aburrida, el modo de abordar la trama es muy predecible y nada es sorpresivo. Continuamente abundan las referencias a la cultura popular de la actualidad, incluyendo publicidad. El hecho de que su duración haya sido de 90 minutos hace que se sienta interminable. Lo bueno que puedo rescatar de la película, son los efectos especiales, la animación, los detalles y los colores. Al inicio de la película muestran el origen de la pandilla y hace referencia a la intro original. Si te gusta la serie, tal vez te decepciones y no la disfrutes. Aunque si tienes un niño en casa… puede ser una buena opción para entretenerlo. *Review de Juan Escaba.
Susurros de resistencia Tras una distribución convulsionada por la compra de 20th Century Fox y la pandemia, la ópera prima de David Prior, además de ser una valiosa propuesta, representa una conveniente casualidad en el ansiado retorno de los cines. Hay varias cuestiones en The Empty Man: el mensajero del último día que implican una interesante anomalía en tiempos caracterizados por constantes cambios y, por ende, la incertidumbre que los mismos generan. Hay un hecho, al menos por ahora, ineludible: los cines reabrieron sus puertas. Como primera pregunta, cabría pensar si el tan ansiado retorno se consumó con el esplendor que merece, y aunque muchos podrían estar cegados por la emoción, existen pocas dudas de que la reapertura carece de cualquier tipo de majestuosidad; el debut de atípicos protocolos dentro de una sala, la desfasada cartelera y la consolidación de nuevas tendencias de consumo, entre otras yerbas. Sin embargo, las casualidades han ubicado a The Empty Man como una de las pocas opciones disponibles en la pantalla grande, y todas sus extrañezas (más allá del instalado “resultado final” que pueda debatirse) son un significativo estímulo para quienes lamenten esta “nueva” crisis del cine. La historia (basada en la novela gráfica del mismo nombre de Cullen Bunn y Vanesa R. Del Rey) sigue a James Lasombra (James BadGe Dale), un policía retirado que comienza a investigar la desaparición de unos adolescentes, la cual estaría relacionada a una antigua y maligna entidad. El primer acierto a destacar es que mientras la película se “vende” con los típicos elementos del género de horror, la lograda introducción de la historia deja en claro que la ejecución dista por completo de las reiteradas propuestas provenientes de referentes como James Wan, donde el jump scare se fuerza hasta el hartazgo y también de la solemnidad y el virtuosismo latente en varias de las producciones de género distribuidas por A24. Aquí, el desarrollo se desenvuelve a través del género policial (pueden encontrarse reminiscencias a Seven, de David Fincher, con quien Prior trabajó detrás de cámara en Zodíaco o La chica del dragón tatuado) y enfatiza en la progresiva construcción de una creepypasta nutrida por elementos de la cultura tibetana. Sin embargo, hay factores identificables que irrumpen, siempre con diversos resultados, contra las habituales variantes del género. Desde sentidos explícitos o referenciales, la extensa duración de casi dos horas y media concede el primer indicio de extrañeza frente al tipo de propuesta. Y aclaramos que el primero, porque definitivamente hay varios. El protagonista James Lasombra, al que rápidamente podría encasillarse en el rol de antihéroe con reconocidas características como el alcoholismo o el trauma, se desenvuelve constantemente en un marco de heterogeneidad, donde lo plano de su personaje alterna con la imprevisibilidad de sus desopilantes reacciones que, amén de no ser funcionales al argumento, consolidan la intención de brindar cierto marco de ridiculez en la oscuridad del conflicto. Porque, sin dudas, nadie puede enmarcar en un esquema determinado a priori a un protagonista apellidado “Lasombra”. No estamos ante la imponente presencia física de Candyman o ante la fantasmagórica perversión de Samara Morgan (The Ring) de modo que, obviamente, tampoco estamos frente a los desarrollos convencionales de ese tipo de propuestas. Y es en ese punto donde The Empty Man encuentra otro punto a favor, ya que en ningún momento deja de ser consciente de ello. Tanto la amenaza latente como el protagonista a cargo de combatirla conviven en un universo concreto que, amén de las obvias referencias, es autónomo. En definitiva, es probable que ese “resultado final” del que tanto se habla, como si una película fuera únicamente el resultado positivo o negativo de un conjunto de decisiones que alternan entre el acierto y la equivocación, no sea del agrado de la mayoría del público, especialmente teniéndose en cuenta el tercer acto de la historia, donde la fusión de lo onírico y la sobre explicación del misterio incompatibilizan decididamente. No obstante, cada extrañeza de The Empty Man revaloriza su circunstancia, que la ubica en una débil cartelera tras casi un año de cierre absoluto de los cines. Porque tanto sus antecedentes forzosos, como ser víctima del abrumador atropello de la hegemonía Disney o de una pandemia mundial, y sus sentidos intencionales, repletos de riesgo crítico y comercial, la convierten en una pieza que susurra, al igual que la temible identidad que titula la película, un propósito sumamente claro: resistencia. *Review de Ignacio Rapari.
Una invitación a liberar el deseo en todas sus formas. Las mil y una es la segunda película de la directora correntina Clarisa Navas, y su estreno llega luego de un importante recorrido por festivales internacionales (tuvo su première mundial abriendo la sección Panorama en la Berlinale y un destacado paso posterior por Jeonju, Lima, San Sebastián, Valdivia, Toulouse y más recientemente Guadalajara). Protagonizada por Sofía Cabrera, Ana Carolina García, Mauricio Vila, Luis Molina y Marianela Iglesia, Las mil y una cuenta su historia entre los monoblocks de la zona de Las Mil viviendas, en Corrientes. Iris conoce a Renata y al instante siente una atracción difícil de explicar. La nueva presencia de Renata incomoda y los prejuicios se derraman. Ante el desprecio, ellas y su pequeño grupo de amigos serán la resistencia queer, haciendo que ese escenario en ruinas se vuelva tan cómplices como riesgosas y que sus encuentros sean luz en la noche barrial. La cámara se comporta prácticamente como un amigo más de Iris, acompañándola junto a sus amigos a través de los monoblocks, transitando una intensa atracción que la sobrepasa cuando conoce a Renata. La franqueza y el realismo con los cuales se cuenta la historia, sumados a la mirada femenina y LGBTQI+, marcan la resistencia en un medio hostil, de la disidencia y del sentimiento de ese primer amor. Las mil y una es una invitación a liberar el deseo en todas sus formas.
Nunca es tarde para vivir nuestros sueños Es posible vivir muchos años, estar en forma y disfrutar de la vida. O al menos esto es lo que nos muestran con énfasis los distintos personajes que veremos en ¡Que vivas 100 años!, el documental compuesto de breves historias que comienzan en Costa Rica, con una madre de 109 años y sus hijos de 90, quienes tratan de sobrevivir a la pobreza; luego seguirá por Italia, junto a un piloto ya jubilado que sueña con volver a volar; un policía que da clases de baile; un jinete centenario; y una banda de abuelas japonesas que hacen pop. El realizador Víctor Cruz (La noche de las cámaras despiertas, El perseguidor, Boxing Club) recorre la vida de diversas personas mayores de 80 años que mantienen su espíritu con vigor y nos convence con emoción y con profundidad que la edad solo reside en la mente: se trata de una circunstancia a la que hay que llegar y solamente será llevadera si se transita con optimismo.
Adentrarse en la adolescencia Después de enfermar su madre, Alba (Macarena Arias), una niña de 11 años, se ve obligada a mudarse junto a su padre Igor (Pablo Aguirre), una persona sumamente hosca y que vive en condiciones precarias. Él resulta prácticamente un desconocido para la niña que se siente cada vez más en soledad y alejada de su casa. Su padre se esfuerza por adaptarse a la nueva vida junto a su canos a la protagonista sigue a Alba en una especie de coming of age, en su búsqueda de pertenecer de alguna forma a un lugar. Si al contraste de su nueva realidad y el hermético mundo del colegio al que asiste se le suman el primer beso, la primera menstruación, la timidez y los miedos, encontraremos en Alba un relato hecho de experiencias universales. hija, mientras que ella tratará de atravesar su día a día escolar, junto a su tímidamente adolescencia que se acerca y todos los cambios que conlleva. La película, que recorrió varios festivales y estuvo nominado a los premios Goya en 2017, representa con una fotografía apagada la solitaria personalidad de Alba y los silencios la plasman en cada escena que supo construir la directora y guionista Ana Cristina Barragán. En este film continúa explorando el universo de la preadolescencia femenina y entre planos cerrados y muy cer Esta película es una historia cargada de duelos y de nuevos comienzos, donde el abandono en una etapa crucial como es la adolescencia seguramente llegue a marcar a Alba para toda su vida.