Dos tipos audaces Socios por accidente 2 no es una película con altas ambiciones, y como tal cumple con lo mínimo (con todo lo bueno y lo malo que implica) como para hacer reír a toda la familia que está dispuesta a ver una comedia. Nicanor Loreti (Diablo) y Fabian Forte (La Corporación) vuelven a reunirse detrás de cámaras para esta segunda parte donde la acción es el entretenimiento puro, siguiendo el legado dejado por películas de hace más de 30 años, como Extermineitors o Los SuperAgentes El film parte desde una idea simple, con un guion más sencillo aún, pero suficiente con lo que pretende, donde lo más rescatable es la buena química entre los dos protagonistas: José María Listorti y Pedro Alfonso. Si bien es verdad que el guion no los lleva a tener que exigirse, habiendo participado ambos en la primera película, uno espera que sus limitaciones actorales hayan disminuido, pero no sucede. Todo lo salva la buena relación que transmiten a través de la pantalla y algunos gags que se dan en el film (que oportunamente son reiterativos y hacen que pierdan fuerza, pero los chascarrillos de Listorti hacen que no se hunda la pareja). Dentro de tanta previsibilidad, la película depende totalmente del gran trabajo que imponen sus dos directores, quienes se encargan prácticamente de lograr que el film no caiga por completo y mantienen la estética. Claramente no estamos frente a una secuela de The Godfather, pero desde el inicio uno sabe qué está buscando ver al momento de ingresar a la sala donde proyectan esta película: entretenimiento para toda la familia y olvidarse por un rato de lo cotidiano. Teniendo en cuenta esto, podemos decir que Socios por accidente 2 es un digno producto que cumple con la premisa de divertir y entretener. No hay que buscarle otra vuelta.
Viaje al interior Intensamente llegó para hacernos reír. Y para hacernos llorar. Y nuevamente sonreír. Hacía tiempo que Disney Pixar no nos traía una historia tan original y que llegara a sorprendernos. Divertida para los más chicos, inteligente para los adultos, resulta innovadora en aspectos visuales (colores y texturas) y conquista desde su apuesta narrativa, donde vemos que sus realizadores dieron rienda suelta y no se preocuparon demasiado por permitirse volar y soñar. La mayor parte de la acción transcurre dentro del cerebro de la pequeña Riley, donde cinco distintas emociones controlan y tratan de organizar el funcionamiento de su psiquis. Ellas son Alegría, Furia, Temor, Desagrado y Tristeza. Y de forma rápida comienza la gran aventura como una especie de road movie a través de la mente de Riley, cuando Alegría y Tristeza sufren un altercado y se encomendarán en la difícil tarea de volver a la normalidad. El desarrollo dramático viene dado por situaciones específicas (una escena del pensamiento abstracto es de las más logradas), y las cómicas suelen encontrarse más dispersas (imposible no reír a carcajadas con la aparición de Bing Bong, el amigo imaginario). Y otro gran punto a favor es que si bien Riley y Alegría son personajes centrales en Intensamente, Tristeza también demuestra ser un contrapunto esencial en la historia. El paso de la niñez a la adolescencia y el sinsabor ante la pérdida de la inocencia (ver a tu hijo crecer y no poder evitarlo) es tema central de Intensamente, y a pesar de componerse de aventuras, escenas disparatas y mucho peligro, está tratado desde un punto de vista adulto, y las lágrimas son testigo. Pete Docter y Ronaldo Del Carmen, sus directores, han sabido devolverle a Disney (y sobre todo a las películas de animación) esa cuota de arriesgo y refinamiento que escaseaba desde su última gran producción que fue UP (dejando de lado Toy Story 3 donde ya no estamos hablando de una historia original). Este film podría ocurrir en cualquier etapa de nuestras vidas, porque los grandes cambios emocionales suceden todo el tiempo, y sea la edad que tengamos, nos permite disfrutar de la trama de la misma forma. Intensamente llegó para hacernos felices.
Lucha de gigantes Jurassic Park es una de las franquicias cinematográficas más taquilleras de la industria cinematográfica. La película original de 1993 logró en los espectadores (seamos niños o adultos) que nos maravillemos con el mundo que nos presentaba y la idea de revivir a los dinosaurios, esos seres que tememos pero ninguno conoció. En 1997 tuvimos la segunda parte y en 2001 la tercera. Ambas películas bastantes olvidables, no en término de taquilla, sino de buenas historias, que teniendo en cuenta la primera parte, merecían mejor tratamiento. ¿Y que aprendieron los realizadores de esta cuarta parte a lo largo de los años? A ofrecer entretenimiento en estado puro y homenajear la idea original. Cuenta con los ingredientes necesarios para recordarnos por qué nos gustó tanto Jurassic Park. No vamos a encontrar en Jurassic World planteos complicados en la historia, sino por el contrario, inmediatamente va al problema para no desviarnos de la trama, y se ocupa de cómo sobrevivirán esos humanos (al igual que la película durante sus 124 minutos). La fotografía no defrauda, como tampoco la música de Michael Giacchino, continuando el magnífico trabajo de John Williams en las entregas anteriores. Y los efectos especiales están muy correctos: los momentos en que tenemos delante a los velociraptores son perfectos. Lo que no consigue Jurassic World es emocionarnos (salvo al principio cuando justamente escuchamos “Welcome to Jurassic World” donde Giacchino reversiona la melodía más famosa y los recuerdos nos evocan la magia desplegada por Spielberg en 1993), pero ese sueño que se nos hizo realidad al ver caminar a los dinosaurios entre los hombres por primera vez, no se ve reflejado en esta oportunidad. Ni siquiera el carácter cínico y despreocupado del nuevo protagonista masculino (Chris Pratt) nos evoca al Ian Malcolm de Jeff Goldblum. Jurassic World deja demasiados cabos sueltos y nos deja la sensación de que nada de lo que ocurre tiene demasiada trascendencia, más que pasar de una acción a otra y no permitirnos aburrir. Estamos frente a una notable secuela, pero que no debió esmerarse demasiado para lograrlo. Esperamos ver el parque abierto nuevamente, y que no tengamos que cerrarlo de un portazo.
El eterno rebelde Leopardi, el joven fabuloso (Il giovane favoloso) relata la historia biográfica del poeta Giacomo Leopardi (1798-1837), uno de los más notables intelectuales de origen italiano. Y también es notable la presentación de esta película en nuestro país. Dirigida por Mario Martone (Noi credevamo, L'amore molesto), despertó mucho entusiasmo en el público italiano convirtiéndose el año pasado en la película italiana más vista de la temporada. Elio Germano (ganador de la Palma de Oro de Cannes en 2010 por La nostra vita), es el actor encargado de dar vida a este Conde, poeta, filósofo, filólogo y erudito italiano del Romanticismo, quien compone de forma lograda y sensible su personaje. Su deformación progresiva a causa de su débil salud, progresa acompañada de la gran caracterización de Germano. Definitivamente hace entrega de su rostro y su cuerpo y desde allí comienza a explorarse la obra literaria de este genio. Por parte de la recreación de la época, se nota el cuidado de los detalles y escenarios para que la vida y obra de Leopardi se desarrolle con excelencia: la película fue filmada en su totalidad en los lugares que sirvieron de hospedaje para el poeta durante su vida. Por parte de Martone, podemos decir que sale victorioso de su puesta de escena, donde incluye dentro de la biopic la recreación del mundo fantasioso en el que se refugiaba Leopardi cargado de sus alucinaciones, y el buen uso de una seleccionada banda sonora. Sí podemos mencionar que los personajes son demasiado esquemáticos y eso lleva a que la película se prolongue un poco, pero a medida que avanza se torna más interesante. La esencia de la época y de Leopardi está vivas en este film y Martone supo recuperar con altura el mito de una de los autores esenciales de la Literatura Universal.
Después de tanto andar queriendo siempre volver Las diferencias fundamentales entre este gobierno de facto iniciado el 24 de marzo de 1976 y los que le antecedieron fueron las metodologías y políticas que se utilizaron para lograr la disciplina en la sociedad argentina de la época: violencia sistemática y generalizada, donde se utilizó la fuerza de las armas y la anulación de los derechos de los ciudadanos. Incluso el más básico: el derecho a la vida. En Pasaje de vida se vuelve a retratar una de las épocas más oscuras del pasado reciente en la Argentina, pero no desde la mirada de los desaparecidos, sino directamente desde el plano del militante, donde el protagonista es un montonero. Y ese es el fuerte de esta película. El relato de Diego Corsini alterna pasado y presente de la vida de Miguel (Chino Darín / Miguel Ángel Solá), donde vemos por un lado a un joven, obrero en una fábrica en la que las injusticias lo llevan a pasar a la acción, en compañía de Pacho (Marco Antonio Caponi) y Gloria (Carla Quevedo), con quien comienza una relación amorosa en medio de la militancia revolucionaria, y deberán tomar decisiones arriesgadas, en medio de discusiones y aprietes de los dirigentes sindicales; y por el otro lo identificamos como un adulto viviendo en España, con escasos momentos de lucidez, quien continúa arraigado a su pasado y por momentos cuesta reconocer a su propio hijo Mario (Javier Godino), a quien ve como enemigo. Será él quien deba reorganizar las piezas para armar su propia historia, acontecida entre Argentina y España. Si bien por momentos el guion resulta desparejo al intentar explicar algunas cuestiones que ya damos por hecho mientras se asienta el relato, es destacable que la bifurcación entre ambas épocas permite que la narración sea dinámica y llevadera. Otro punto a resaltar es el gran equipo de producción con el que cuenta este film: seguramente al tratarse de una coproducción entre Argentina y España haya posibilitado poder contar la historia con firmeza en ambas tierras, pero desde el lugar de ambientación de la época setentista argentina, se encuentra impecablemente lograda. Finalizando con aspectos técnicos, el trabajo de fotografía a cargo de Germán Vilche (responsable de varios clips musicales y publicidades como para Claro y Toyota) no es un punto menor a lo largo de toda la película. Dentro de las actuaciones, es impecable el trabajo de Miguel Ángel Solá y Charo López, quienes nos siguen dando cátedra de excelentes interpretaciones actorales. Y no son menores las buenas actuaciones de Carla Quevedo y Chino Darín, a quienes sus personajes les permiten desenvolverse dramáticamente. Pasaje de vida no justifica a los protagonistas por sus actos y se limita a colocar a cada uno en las acciones en las cuales se involucraron. Sin dudas es una película distinta a otras que hemos visto referidas a la cruda época de nuestro país, y al igual que Mario intenta armar el rompecabezas de su identidad, es necesaria ver para organizar las piezas de nuestra historia.
Descubriendo el país de Nunca Jamás Tomorrowland es ese sueño esperanzador que alguna vez tuvo Walt Disney. Es una película familiar, cargada de aventuras y muy buenos deseos, donde las emociones prevalecen al mismo tiempo que la intriga. Y de hecho es poco lo que pudimos llegar a ver anticipadamente acerca de este film: algunas imágenes y trailers de sus protagonistas, pero nada nos daba cuenta acerca de con qué nos encontraríamos en la sala de cine. Tomorrowland comienza con Frank Walker (George Clooney) presentando a ese chico que fue, quien en 1964 en medio de la Feria de las Naciones de Nueva York presenta su prototipo de propulsor aéreo, el cual él solito lleva a cuestas. No consigue la financiación para hacer realidad su proyecto, pero sí el pasaje a un universo paralelo y futurista, del cual hasta ese momento no sabe nada. Luego en la actualidad nos encontramos con Casey Newton (Britt Robertson), hija de un futuro ex empleado de la NASA, que recibe sin saber una invitación similar a la de Frank. Ese mundo futurista los necesita, por lo cual deben aliarse para que resurja ese paraíso. La primera parte dirigida por Brad Bird (The Incredibles, Ratatouille, Mission: Impossible - Ghost Protocol) se trata de una fábula que no nos permite respirar ni por un minuto. Mucha acción, entretenimiento puro y gags que hacen que el espectador se olvide que se encuentra frente a una pantalla de cine, y que viva la misma experiencia que los protagonistas, mientras que van intentando develar el misterio de lo sucedido. Pero ya en la segunda mitad, se nota la mano del coguionista Damon Lindelof (Lost, The Leftovers), quien deja a un lado la comedia a la que ya nos habíamos acostumbrado para tender a explicarnos rotundamente la historia, tendiendo a un final que obviamente no daremos a conocer, pero que peca de moralista. Y toda la nostalgia termina pesando por su amargura sobre la acción que se venía desarrollando. Aun así no podemos dejar de nombrar el gran despliegue visual durante todo el film, la gran participación musical de Michael Giacchino y la elección del cast para llevarlo adelante: un George Clooney desplegando a más no poder sus dotes actorales, Katie Cassidy excelente como el robot Athena y Hugh Laurie como David Nix. Posiblemente la menos beneficiosa sea Britt Robertson, quien por su papel parece muy sobreactuada. Y por último algunos detalles referenciales a los guinistas, como por ejemplo hacer notar un muñeco de Los Increíbles y mencionar frases alusivas a Lost. “Solo los soñadores pueden cambiar el mundo”, exalta la película al espectador, convirtiéndolo así en protagonista de la aventura. Fusionar la imaginación propia de la ciencia-ficción de los años sesenta con la aventura juvenil de los años ochenta, sin dudas es uno de los mayores logros de Brad Bird; quien posiblemente no haya podido cambiar el mundo, pero sí entregarse de brazos abiertos a sus sueños.
Qué he hecho yo para merecer esto Luego de dirigir la pesadillesca Scarlet Diva (2000) y The Heart Is Deceitful Above All Things (2004), Asia Argento llega con Incompresa, una película semi-autbiográfica con referencias a la cultura pop, y que fue estrenada en el Festival de Cannes en la sección Un Certain Regard el año pasado. Nuevamente nos encontramos con la directora describiendo a la niñez como una guerra: la pequeña Aria (Giulia Salerno) vive sus días sufriendo a sus padres egocéntricos. Su padre (Gabriel Garko) es un actor de fama en busca de un papel en una película de autor, un tanto paranoico y mucho más supersticioso. La madre (Charlotte Gainsbourg) es intérprete de música clásica y egoísta con una plena vida sexual. La pareja decide separarse y es allí donde comienza a fluir la película, donde todos sus pensamientos adolescentes salen a la luz: romances escolares, diarios íntimos, música post-punk… todo se sumerge en un melodrama con personajes al borde del quiebre emocional. Más personal que autobiográfico (de esta forma lo definió la propia directora), el film mantiene un ritmo y ligereza gracias al entretenimiento y picardía infantil que se encuentra presente de forma contínua: dosis de humor y de ternura hacen que la empatía con el personaje de Aria se coloque por encima de las escenas más dramáticas. Un plus es la dirección de fotografía de Nicola Pecorini y la banda sonora, compuesta por grandes éxitos de la época y composiciones originales de la propia directora, acompañados al piano por su bisabuelo, Alfredo Casella. Incompresa está formada por muy buenas actuaciones de todo el elenco, donde los niños realzan sus papeles con la misma intensidad que los adultos. Los conflictos familiares desatan sentimientos asfixiantes y ponen en riesgo la moral y las buenas costumbres, en un contexto donde la violencia se vive a flor de piel y la inocencia adolescente no queda al margen de ella.