Las películas que bucean en el universo actoral han forjado un tipo de cine que se asemeja más al documental que a la ficción. En esta oportunidad la propuesta de Fabián Fattore (“Malón”) no escapa a esa regla. En blanco y negro, con la cámara bien cerca de la protagonista, no hay posibilidad de escapar de esta mujer que además trata de construir vínculos en medio del trabajo. Tal vez la opacidad de la intérprete elegida, o tal vez la excesiva exposición de la misma terminan por resentir una propuesta que al poco tiempo de iniciada ya revela su intencionalidad.
Las cuatro caras de Analía ¿Qué piensa?, ¿qué siente? la actriz Analía Couceyro durante el proceso y el grado cero de la composición de un personaje para una futura obra de teatro. Esa parece ser la búsqueda invisible de la cámara que la acompaña en su quehacer cotidiano. Romper la pared entre la persona y el personaje, descubrir los intersticios en los que la actuación queda desplazada a un segundo lugar. Muchas Analías Couceyros viven el desdoblamiento y son parte de esta intensa experiencia documental, que se sumerge en los ensayos de un puñado de obras, en la preparación de un personaje desafiante como el de Madame Curie, en la repetición de un texto difícil y el doble juego de actuar para vivir y vivir para actuar.
Primer plano de Actriz de Fabian Fattore que se estrena este jueves 7 de setiembre: Analía Couceyro pronuncia un texto una y otra vez, es para la obra de “De Materie”: “te dejamos en el ataúd el sábado por la mañana y te sostuve la cabeza mientras te llevaba”, una y otra vez. En la repetición del ensayo está la perfección. Es la actriz haciendo de actriz. Un documental de observación que se maneja en el mundo de las sutilezas, y los de la ficción. En el transcurso, los preparativos de toda obra teatral supone exponer un mundo privado, interrumpido apenas por algunas acciones teatrales. Las escenas con sus hijos aparecen de esa manera: pequeñas e intensas. Asomamos a ensayos y funciones de la obra “El Rastro” de Alejandro Tantanian, o a las de “Constanza Muere de Ariel Farace”, distintas puestas que muestran la versatilidad, seriedad y amorosidad de Couceyro por su trabajo. Y Fattore explota la curiosidad del que quiere meterse en las bambalinas del teatro, en los camarines de los actores y las actrices o en las clases de actuación, examina los vínculos entre los cuerpos y el espacio, los actores y el público. Todo expande en Actriz en un riguroso blanco y negro de la bella dirección de fotografía de Melina Terribili. La preparación del personaje de Marie Curie para el concierto escénico “De Materie” ocupa buena parte del documental. Quizás asistamos a momentos que no nos interesan demasiado, el tiempo que tarda la preparación de la ropa o de un peinado. Pero forma parte de espiar y de entender que la distancia que pone la cámara es la que construye los pequeños espacios de estas obras de teatro mayormente independiente, no comercial. De todo eso está hecho este dignísimo documental de Fabián Fattore que presta atención a una de las actrices más importantes de la escena argentina contemporánea. Los amantes de teatro la sabrán aprovechar.
El precio de la perfección Actriz, la película de escrita y dirigida por Fabián Fattore, relata parte de la vida de Analía Couceyro, una actriz de teatro. Con un formato de imagen en blanco y negro, podemos ver a la protagonista repitiendo una y otra vez los guiones que debe aprenderse. En palabras de su director, “Actriz surge a partir de una imagen clara que tuve un día mientras hablaba con una amiga actriz. Me contaba que estaba por empezar a ensayar una obra. Me quedé pensando en cómo sería filmar ese proceso y rápidamente surgió esa imagen. Una imagen muy definida. Un plano corto de una mujer estudiando, memorizando un texto. La imagen era en blanco y negro y el formato 4:3″. Con cámaras fijas y duraderas escenas, nos acerca no solo a una profesión (como es la actuación) sino a un estilo de vida. Dota de un buen trabajo de Analía -la cual vemos en todo el film- y un trabajo excelente de iluminación, para dar en la tecla en la dificultad de solo usar blanco y negro.
Con guión y dirección de Fabián Fattore este filme se dedica al trabajo como actriz de Analía Couceyro. Se detiene en detalles y trabajos, en ensayos y funciones, en el mundo de una talentosa actriz que construye nuevos personajes, se despide de temporadas, se dedica en la intimidad de su hogar a repetir textos de difícil memorización, se alegra ante hallazgos, soporta con estoicismo pruebas de luces y vestuario, maquillajes y peinados. Porque todo ese mundo que se muestra conforma el trabajo puntilloso de una profesional personal y requerida. La cámara registra con detalles momentos y matices. La alta cuota de profesionalismo. La chispa de los hallazgos. Las melancolías, el entusiasmo y el cansancio. Se muestran funciones de “Constanza muere”, “El rastro” y la preparación de Marie Curie, para el concierto escénico “De materie”. Y se muestra a Analía en su propia casa, en camarines de El Portón y en los pasillos del teatro Argentino de La Plata. Un mundo fascinante.
La mujer del cuadro Actriz (2017), documental de Fabián Fattore, se concentra en la figura de su protagonista para seguir su travesía a través de este relato de no ficción que, vista de más cerca, utiliza elementos propios de la ficción para hacer una película mucho más oscura, de marcado humor negro y con tintes oníricos y hasta expresionistas que enriquecen todo lo que nos quiere mostrar. Ella, la actriz (Analía Couceyro), se prepara para un nuevo personaje teatral. Y la película viene a ser el registro de cada momento que surca para llegar hasta dicho momento. Desde los ensayos, repeticiones de texto, vida rutinaria y entrenamiento corporal, el camino hacia ese fin único será vertiginoso. Todo para alcanzar dicho papel enigmático y seductor para ella. Desde el inicio mantiene ese camino un tanto desordenado que gravita cierta incomprensión y lentamente va dilucidando el lugar donde nos encontramos. Sin embargo, no se puede negar que la película tiene un doble efecto. Uno que le juega a favor y otro no tanto. Empezando por el segundo efecto (el mismo que puede disminuir su planteamiento general) se puede decir que al ser más contemplativa y sin un conflicto claro, tan necesario en el documental, produce escenas marcadas por una languidez exacerbada. Esto sucede porque se concentra en la cámara testigo que mantiene una distancia hacia escenas cotidianas que pierden lo que tienen de cautivantes. Empiezan tan llenas de energía y finalmente parecen decaer. Todo por una búsqueda, en demasía, de un tiempo natural donde los personajes sean lo más reales posibles. Por otro lado está el efecto positivo, el cual viene a ser su postura fragmentaria. Todo lo cuenta a partir de planos fijos, un lenguaje visual propio de la ficción y que utiliza para irrumpir lo convencional. Se aventura a tener su propio tiempo y ritmo en cada plano y con ello se enrarece el mundo natural de la actriz, con elementos del suspenso, del humor grotesco, del thriller psicológico. No obstante, este vaivén entre ambos efectos hace que el relato sea un tanto desigual. Siempre va de escenas extensas y muy extrañas hacia otras que si son cautivantes y más emotivas. Una dicotomía que en honor a la verdad, resulta una interesante paradoja porque le resta por momentos, y en otros, le suma. Por ejemplo, existe una escena donde la actriz ensaya y da una clase (se intenta romper con la convencionalidad del ensayo de un actor) pero se vuelve demasiado robótica y poco atrapante al extenderse, y en ese momento, sigue una escena genial y risueña y, a la vez, larguísima donde ella juega con unos niños. Escena memorable donde se resume toda la idea de la actuación a partir del juego. Al final, no quiere decir que sea una película no lograda, sino al contrario, estará lejos de la perfección, pero tiene su mundo propio y una atmósfera personal y de resultado enaltecedor. Realza al construir una mirada “rara” para un documental. Un efecto Lyncheano usado para dar cuenta de un mundo rutinario, aunque al decir esto uno podría pensar en un efecto Godardiano. Y con todo ello hace que surja del cuerpo la voz, las imágenes dentro de las imágenes, del rostro la mirada de la protagonista, de las sombras el blanco y negro, impresiones tan expresionistas y suculentas, que generan un gesto potente y directo.
Detrás de bambalinas. En el tercer largometraje de Fabián Fattore nada parece existir por fuera de la vida (y la obra) de Analía Couceyro. Es ella la actriz del título, por cierto, una de las intérpretes más talentosas de su generación, pero merced al poder de la sinécdoque su figura puede representar a otras actrices. A cualquier otra actriz. No parece casual que la primera escena la encuentre en un ámbito doméstico, la cocina de su casa, en plena repetición de algunas líneas de diálogo de la obra De Materie, del holandés Louis Andriessen –que tuvo su estreno a comienzos de este año en el Teatro Colón–, líneas particularmente difíciles de memorizar, marcadas además por la imposibilidad de alterar el orden o intercambiar algunas de sus palabras. “Pierre, mi Pierre. Ahí yaces. Totalmente quieto, como un pobre herido entregado al sueño”, insiste una y otra vez, en ocasiones mirando de reojo el machete, en otras cerrando los ojos en un esfuerzo por retener cada sílaba. En Actriz no hay recepciones, cócteles ni alfombras rojas. Ni siquiera aplausos después de la función. El director de Malón y Línea sur concentra la mirada en los ensayos, los descansos, las sesiones de maquillaje antes de subir al escenario, las pruebas de luces, una clase junto a sus alumnos, algún momento hogareño. En lo que seguramente fue un trabajo intensamente colaborativo –al menos durante las instancias de rodaje–, la actriz de El pasado y varias películas de Albertina Carri (además de una ingente cantidad de puestas teatrales, tanto en su rol de intérprete como en el de directora) revela algunas de las facetas menos glamorosas de la profesión, destacando el esfuerzo físico y mental necesarios para la preparación de un papel. “Odio filmar de noche. Terminé comiendo una hamburguesa de soja a las cinco de la mañana”, le comenta a la encargada de retocar su cabello antes de salir a escena y representar por enésima vez su personaje de Coti en la obra Constanza muere. Seguramente se refiera a algunas escenas del largometraje Me casé con un boludo, su última aparición en la pantalla grande. Más trabajo: ensayos para una puesta en el Malba, la preparación de una performance junto a Fernando Noy... Y un momento junto a dos niños pequeños, sus propios hijos, en el cual la adopción de múltiples papeles –una anciana, una enferma, un monstruo, una cantante de ópera– adquiere un sentido radicalmente lúdico, un juego de interpretación que remeda a las primeras “actuaciones” durante la infancia. “Quiero ser un rato yo misma”, termina suplicando, agotada. En un bello blanco y negro, Actriz es tanto un retrato de las actividades profesionales de Couceyro como el registro documental de un oficio visto a través de su pequeños e inmensos esfuerzos rutinarios, esas zonas intermedias que suelen quedar ocultas a la vista de todo aquel ajeno al detrás de bambalinas.
“Quiero ser un rato yo misma, por favor” les pide Analía Couceyro a sus hijos después de simular que, pociones mágicas mediante, se convierte sucesivamente en monstruo, cavernícola, abuela, mujer mexicana, locutora de radio, fan, cantante de ópera, vocalista de una “banda de cinco estrellas”, ratón. El registro da cuenta de la perspectiva desde donde Fabián Fattore realizó su tercera película, Actriz. Seguro, tal como adelanta el título, ésta es la semblanza de una actriz en particular, pero también –acaso sobre todo– es la aproximación a un tipo de actor argentino: aquél que a veces se cansa porque a toda hora invierte talento, disciplina, energía, tiempo en proyectos ajenos a la narrativa que impone nuestra industria cultural. Quizás para situarla fuera –y bien lejos– de la vitrina glamorosa, el realizador retrata a Couceyro en el ámbito del teatro llamado independiente y, salvo contadas excepciones, en plena actividad laboral. De hecho, la muestra memorizando y ensayando parlamentos, puliendo la traducción al castellano de un libreto escrito en alemán, sometiéndose a sesiones de maquillaje y a pruebas de vestuario y de luces, atendiendo indicaciones de distintos directores, dando clases de actuación. Con perdón de la voz coloquial, los espectadores nos encontramos con una laburante sin aparente relación con esas estrellas que se autoproclaman artistas, y que aparecen en programas de TV, películas taquilleras y en las antes llamadas ‘revistas del corazón’. Fattore no menciona un solo antecedente cinematográfico o televisivo de su musa y, a contramano de cierta práctica periodística, tampoco la filma “en la intimidad”. De hecho, las dos o tres escenas que Couceyro comparte con sus hijos León y Valdemar giran en torno a juegos (re)creativos. El realizador desarticula los prejuicios en torno al cine que se mete en/con el teatro. El retrato de Couceyro atrapa porque es estético: la fotografía en blanco y nuevo resulta tan atractiva como los primeros y primerísimos planos acordados a la protagonista. También porque describe con delicadeza el oficio actoral libre del diktat de los productores de entretenimiento masivo. A través del film de Fattore, asistimos a la maravillosa conversión del actor en personaje. Además de Analía, Couceyro es Nora, Constanza, Marie Curie. Y por si esto fuera poco, pociones mágicas mediante, también se transforma en monstruo, cavernícola, abuela, mujer mexicana, locutora de radio, fan, cantante de ópera, vocalista de una “banda de cinco estrellas”, ratón. Actriz desembarca hoy jueves en el cine Gaumont. Hasta el miércoles 13 de septiembre, se proyectará en las funciones de las 13:40 y las 20:10.
Escrito y dirigido por Fabián Fattore, Actriz es un documental que muestra a Analía Couceyro en el terreno donde mejor se siente: preparándose y actuando en teatro. Observamos a Analía Couceyro practicando el diálogo de una nueva puesta teatral. Repite y repite las líneas para aprendérselas y hasta que le salgan de ella misma, hasta apropiarse de ese texto. Esa misma cámara, invisible, la persigue luego a través de diferentes momentos en la cotidianeidad de esta actriz que pasa gran parte de su tiempo actuando o ensayando pero también se permite jugar, aunque ni siquiera en esos juegos pueda dejar de hacer aquello para lo que nació. “Quiero ser un rato yo misma, por favor”, dice después de interpretar diferentes voces mientras juega con sus hijos igual de entusiasmados que ella con la idea de ser otras personas. Fattore sigue a su actriz sin inmiscuirse y la muestra simplemente como es, como él la ve. Preparando el personaje de Marie Curie, reflexionando sobre el final que se acerca para la obra que está interpretando o ensayando para otras obras, porque siempre parece estar haciendo muchas cosas a la vez. Couceyro no parecería actuar para vivir, sino vivir para actuar. Para el teatro. Porque si bien también ha incursionado y hecho carrera en el cine, es el teatro el terreno que ocupa exclusivamente desde hace unos años. Todo este seguimiento a través de los diferentes procesos del trabajo de la actriz, Fattore lo filma en blanco y negro, sin interferir en esa cotidianeidad pero sí permitiendo que la cámara se le acerque bastante. Sin embargo, mientras lo estético (ese cortante blanco y negro y la ausencia de banda sonora) y la idea de verla a Couceyro repitiendo, casi hasta el hartazgo, las mismas líneas complicadas es atractiva y atrapante, esto no se logra sostener durante todo el metraje. Principalmente por la sensación de que falta un hilo narrativo concreto, o de que a veces no hay una correlatividad clara entre secuencia y secuencia. Parece un collage de momentos en la carrera teatral de Couceyro, que más allá de lo cinematográfico carece de cierta profundidad.
Retrato de la vida de una artista Analía Couceyro es la protagonista casi absoluta de este film del director de Malón, con una cámara (las imágenes son en blanco y negro) que la sigue mientras prepara y actúa en distintas obras (de Ariel Farace, de Alejandro Tantanián o de ella misma), mientras se maquilla y se viste, mientras escribe o juega con unos niños tanto en el tenso micromundo de un teatro o en la relajada intimidad de su hogar. Con una puesta austera y despojada, a partir de largos planos en los pasillos del Teatro Argentino de La Plata, en el camarín de El Portón, en la habitación de un hotel, durante un viaje o en la terraza y la cocina de su casa, Fattore -que filmó a Couceyro durante un año y medio- expone el rigor casi sadomasoquista de los ensayos con textos muchas veces áridos, las contradicciones y búsquedas de una actriz, y la fascinante maquinaria teatral que la rodea. No es la primera vez que un realizador argentino se acerca al mundillo de la actuación (hay algo del cine de Matías Piñeiro y de Entrenamiento elemental para actores, de Martín Rejtman), pero Fattore tiene vuelo propio y consigue un acercamiento atractivo -en la línea de Ne change rien, registro del portugués Pedro Costa al servicio de otra artista brillante como la francesa Jeanne Balibar- a la cotidianeidad de una actriz, autora y directora que ha dado sobradas evidencias de su versatilidad y talento.
Habitualmente un documental sobre el oficio actoral tiene intenciones netamente educativas, pero el prospecto de simplemente ilustrar el día a día de una actor, dentro y fuera de su oficio, puede resultar interesante por simplemente ofrecer una visión profundizada, vista con más frecuencia en biografías publicadas que en documentos filmados. Esto es lo que viene a plantear Actriz. Inside the Actor’s Studio: Actriz es lisa y llanamente el día a día de la actriz Analía Couceyro, sus distintas interpretaciones teatrales, los ensayos para lascrítica de Actriz mismas, las clases que da como docente, las indicaciones que le dan los directores, las indicaciones que da ella misma siendo directora, y su vida con sus hijos. La película es muy consciente de las habilidades actorales de su sujeto, asi que el director simplemente planta la cámara y permite que sean las acciones las que hablen del tema. Aunque parezca oscilar estrictamente entre los contextos mencionados, hay definitivamente un marco unificador –una obra sobre la científica Marie Curie– que se muestra paulatinamente durante la primera mitad de la película, para tener una presencia más definida entrada la segunda mitad. Esta movida está hecha, a mi entender, con el claro propósito de priorizar al ser humano por sobre la actriz, un objetivo que se cumple, ya que los momentos más ricos son precisamente las intimidades que hay por fuera del escenario: las charlas cómplices entre los compañeros de reparto y, particularmente, el juego con los hijos, mediante escenas muy bien elegidas que traen al frente ese roleplaying único de la niñez y ese dirigir a los compañeros de juego sin conciencia alguna de estar haciendo una puesta en escena. No obstante, le encuentro una ligera desventaja al documental. Si bien es claro en sus intenciones, no pocas veces las escenas estiran su permanencia más de lo necesario. Cuando las escenas cumplen su intención, en vez de ir a la escena siguiente, se sostiene en el mismo lugar durante unos momentos, lo que contribuye a que se sienta un poco como relleno. Habitualmente en un documental no hago mención del apartado actoral porque los sujetos suelen ser ellos mismos, y eso no puede ser criticado (desde un punto de vista narrativo, desde luego), por lo que el análisis reside en la pericia del director de saber capturar o no esos momentos que le despiertan emociones al espectador. Actriz es una oportunidad que nos permite ejercer un análisis desde ambas aristas. El documental es un testimonio a la versatilidad –dentro y fuera del escenario– de Analía Couceyro. Es una actriz comprometida, detallista y con mucha voluntad de juego, y el director, Fabián Fattore, supo capturar los momentos exactos que reflejan estas virtudes. Por el costado técnico tenemos una fotografía en blanco y negro, sencilla y sin muchos estilismos, que ayuda bastante a que todos estos universos tan distintos pertenezcan a la misma película. Una movida estética que les juega mucho a favor ya que el color hubiera contribuido a una sensación de desorden en el relato. Conclusión: Los grandes actores tienen una rica vida interior, y eso es lo que Fabian Fattore consigue sacar de Analia Couceyro para mostrárselo al espectador. Si bien las escenas en Actriz podrían haber sido beneficiadas por un recorte, el resultado es un sentido y acertado documento sobre un oficio que tiene tantos desafíos como cualquier otro.
Una de las más talentosas actrices del "indie" local, Analía Couceyro, es la absoluta protagonista de este film. Ella es el polo desde el cual, el director Fabián Fattore, organiza un registro sobre sus ensayos teatrales, en riguroso blanco y negro. Analía no es una actriz corriente. Posee una fuerza interpretativa notable y se ha destacado tanto en el cine ("La rabia", "El pasado" -con la ahora estrella mexicana Gael García Bernal- y las clásicas "Géminis" y "Los rubios" de Albertina Carri, todas imperdibles) como en las tablas. En esta recorte, Fattore accedió a un determinado tiempo (superó el año esta producción) para acompañar a la actriz en sus ensayos, funciones y preparación de material. En "Actriz" puede decirse que hay tres ejes. Digamos que la seguimos a Analia a través de los momentos en los cuales fortalece textos en "Constanza muere", luego pasamos a verla en acción en "El rastro" y nos instalamos con relativa tranquilidad para acceder a la composición del personaje de Marie Curie para el concierto escénico De Materie. También tenemos contacto con sus hijos, los espacios físicos en los que ella se mueve y en todos los rituales que hacen a su preparación para su performance. El visionado del film propone una mirada natural sobre el universo de la actriz. Ella es un imán en cámara, pero esta vez no hay ficción de por medio, con lo cual uno es testigo de una situación de ensayo, potente pero particular, en la cual somos testigos de la ductilidad de Analía para lidiar con ella. Son textos largos, incómodos y dificiles para abordar. Eso se nota. Podemos convenir que "Actriz", es atrapante para los amantes del teatro y quienes buscan conocer sobre el trabajo de una intérprete destacada de nuestra escena. El hecho de ser observador de semejante intérprete puede no ser vivido con interés por quienes no sienten esa pasión por la actuación. Para ellos, "Actriz" puede parecer un registro un tanto monótono, hecho que limita su campo de acción natural. Correcto documental, aunque esperaba un enfoque más cercano e interactivo con la protagonista (cuestión de gustos).
Analía Couceyro protagoniza este híbrido entre filme ensayo y documental acerca del proceso creativo de la actriz. Centrándose más que nada en ensayos, clases y preparativos la película es un fiel reflejo del duro trabajo detrás de escena de los intérpretes. Hay una contradicción inherente en un filme como ACTRIZ que lo hace doblemente interesante. Por un lado podría describirse, simplificadamente, como un documental acerca de la actriz y directora Analía Couceyro, mostrada a partir de distintos escenarios en los que trabaja y lugares en los que vive o da clases. A lo largo de lo que parece ser un buen tiempo, el realizador Fabián Fattore sigue las peripecias, ensayos, pruebas de luces, sesiones de maquillaje, clases y hasta actividades familiares de la intérprete de LOS RUBIOS mostrando el lado “duro” de la actuación: el trabajo con la voz, con el cuerpo, aquello de “aprenderse la letra” y los distintos momentos que se viven en la previa de una obra o, en este caso, de varias que aparecen recién especificadas en los créditos finales. El hecho de que ni a la “actriz” ni a sus pares o directores (uno adivina ahí a Fernando Noy, a Alejandro Tantanián y a otros) ni se nombre a las obras que hace durante el filme no es casual. ACTRIZ es un filme sobre el trabajo y ese trabajo actoral puede extrapolarse de Couceyro y ser el de muchas otras actrices. Para el espectador común será, sin duda, ver el lado un tanto oculto del proceso. Casi no se ve a las obras o espectáculos en su representación pública sino que lo que Fattore propone es abrir las puertas al detrás de escena. Sí, para los que imaginan que los actores viven vidas glamorosas y de fantasía, ACTRIZ deja en claro que es un proceso de producción igual o más duro que muchos. Y que de glamour, poco y nada. Más bien, nada. Pero esa contradicción que mencioné en el principio está evidenciada en que, más allá de estar siendo filmada para un “documental”, Couceyro nunca deja de actuar. En los roles específicos que tiene que aprender y ensayar, sí, pero también de “Analía Couceyro”, una actriz que es más que consciente que está siendo grabada para un filme y deja de ser ella para ser, bueno, una “actriz”, el “personaje Couceyro”. El hecho que no podamos distinguir del todo esos dos niveles habla de lo logrado del filme aunque en algunas puestas de cámara queda bastante en evidencia lo planificado del proceso. Que Couceyro actúe en su propio documental no es un problema ni mucho menos. Al contrario. Cualquier persona al ser filmada adopta una postura (elige o le sale una forma de mostrarse ante la cámara) y cuando esa tarea le cabe a una actriz profesional, la película termina siendo otra de las piezas en las que ella trabaja durante el rodaje. Solo que aquí sí podemos ver el resultado definitivo.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Este documental trata sobre la composición, los desafíos y emociones por los que Analía Couceyro, actriz de teatro, transita durante la conformación de un nuevo personaje que le han asignado. El director Fabian Fattore eligió la cámara fija y los primeros planos a la hora de observar a Analía, envolviendo el relato en un formato 4:3 expresado en blanco y negro. Actriz también muestra todo el proceso que enfrenta una sala para llevar adelante una obra teatral y llegar al resultado deseado. El espacio, la luz en el escenario, el sonido, el vestuario, maquillaje, son los elementos que veremos reflejado en la cinta. También encontraremos parte de la vida emocional de Analía, y es ahí cuando se quiebra algo del proceso que venimos observando. Este último aspecto alarga el desarrollo de los hechos y transmite la sensación de no agregar nada relevante. Son escenas que quedan fuera del foco de un relato que se torna extenso. Más allá de romper esa linealidad incorporando escenas en la vida diaria de la protagonista, el documental no deja de ser interesante. Aquellas personas que trabajan en el ambiente se sentirán identificados y lograrán conmoverse. Para el resto, que sólo curioseamos sobre el mundo actoral, será como ver un backstage. Un formato distinto y atractivo, una idea nueva que aporta al documental algo de magia y un misterio que solo el teatro nos brinda cuando se trata de los fuera campo. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
¿En qué consiste el trabajo de una actriz? ¿cómo es su preparación? El documental dirigido por Fabián Fattore sigue a una de ellas, Analía Couceyro, en las diferentes esferas de lo que implica dedicar la vida a la actuación a fin de responderse estas cuestiones.
Actriz es Analia Couceyro, y así podría terminar esta crítica. Esto es porque el documental de Fabián Fattore se centra en ella, siendo más que un documental un registro sobre la vida de esta joven. Esto no significa que veamos la biopic de esta actriz, al contrario, lo que se ve es a ella el día a día. Con una excelente fotografía en blanco y negro, la película la registra en distintos momentos, al punto de parecer que en realidad la cámara está quieta y la deja ser a ella; o mejor dicho, deja que actúe, porque en ningún momento vemos a la verdadera Analía. La vemos actuando siempre, incluso en los momentos más íntimos junto a sus dos hijos. Pero Actriz va más allá del simple retrato, también trabaja sobre el oficio del actor, algo que tal vez no está muy trabajado en el cine. No es sólo encontrar la forma de interpretar a un personaje, es un trabajo de investigación que requiere tiempo y que no es fácil. Son varias horas de ensayo hasta bien entrada la hora, en ese sentido se mete en la vida de todos los actores; alejado del brillo hollywoodense, el documental expone cómo es en realidad la vida de ellos. Analía Couceyro está en todos los planos, más de una vez hay un espejo que nos hace ver su reflejo; nunca la vemos, y por lo menos en la función en donde ella se presentó junto al equipo técnico termina chocando cuán diferente es a la persona que aparece en la pantalla. Durante la corta duración de este muy interesante documental ella investiga sobre el papel de Marie Curie, a quien interpretara en una obra de teatro, o mejor dicho se transformara. Y eso logra en los últimos fotogramas de esta obra, la vemos reflejada en una película de época. Ella se convirtió en el personaje. Ella es camaleónica, ella es un GRAN ACTRIZ.