Una pintora se refugia en su casa familiar en el campo para recuperarse de sus adicciones y retomar el trabajo creativo. En su descanso, la visitan los recuerdos de su trágica infancia, las presencias fantasmales, el temor a la falta de inspiración. Sin embargo, el prometido viaje interno de Sofía (Ingrid Grudke) se convierte en un tortuoso devenir de escenas sin pasión ni carga dramática. Son apenas eslabones sueltos de un guion forzado y perezoso, agravado por los giros absurdos y las pobres interpretaciones. A esa fallada alquimia se suman inexplicables pretensiones de psicologismo y teoría del arte. El director Roberto Salomone parece quedarse prisionero de una disyuntiva. Si la historia de Sofía nos sumerge en la inquietud del thriller, tensando el espacio entre lo real y lo onírico, o si nos conduce hacia los dilemas de la creación artística, la necesidad de sugestión y alucinógenos para arribar al genio. No hace ni una cosa ni la otra. Luego de dar los primeros pasos, de algunos flashes del pasado y la salida del psiquiátrico, no hay nada más que un derrotero hueco, ridículo por momentos, sin misterio alguno. Sofía y cada uno de los personajes son bosquejos de intenciones, figuras vacías que se mueven por los caprichos y las pretensiones del guion. Todos sus elementos, desde una pelota que se cae por la escalera o una nena que deambula por la casa, son escalones estériles en un relato que no inquieta, ni interesa, ni emociona.
En oportunidades la mente creativa de directores y guionistas tiene la oportunidad, muchísimo tiempo antes de concretar el rodaje, de pulirse, ordenarse, desarrollar personajes , en la hoja o el mecanismo que se haya optado para escribir, imaginar un relato posible para luego transformarlo en imágenes. Siempre es conveniente que se piense en cine en todo momento, para luego transformar esas ideas, con un equipo técnico acorde, un elenco solvente y una puesta correcta, al menos, en una película. El caso de la nueva propuesta dirigida por Roberto Salomone, carece de aquello que se requiere, por caso, para imaginar siquiera alguna posibilidad de ser considerada como hecho cinematográfico. En la confusa, atiborrada y trillada historia de una mujer que es utilizada por muchos para conseguir dinero, se termina por contar una trama de engaños, donde la homosexualidad es el chivo expiatorio de secretos del pasado que impulsan hacia ningún lugar una propuesta, que además, se resiente con actuaciones que bordan lo irrisorio.
Una artista plástica (Ingrid Grudke) es dada de alta de una rehabilitación donde ingresó por drogas y una crisis de nervios. Se va a vivir sola a una vieja casona familiar en las sierras, donde los ruidos y las cosas raras que van sucediendo ponen a prueba su endeble estado mental. Comienza a sospechar de los pocos habitantes del lugar, que parecen estar creando un mundo de conspiraciones en contra de ella. La película pierde el rumbo a pocos minutos de haber empezado y las escenas que se van sucediendo no tienen el interés necesario como para querer averiguar hacia dónde va la trama. Ingrid Grudke, más allá de su fotogenia, tiene un perfil más para la comedia que para el drama y depositar sobre sus hombros semejante guión le termina jugando en contra. En manos de nadie podría funcionar esta película, pero con ella es casi imposible lograr que consiga salvar algo que de por sí no tiene mucho sentido. Actores con más experiencia que ella están igual o más perdidos en sus papeles y sus imposibles líneas de diálogo. Muchos momentos no tienen sentido y tironean a la película en variadas direcciones, pero a medida que avanza la historia empezamos a adivinar que el remate será lo peor de todo. Dicho y hecho, y sin ánimo de contar la trama, el cierre de la película y la explicación son algo que realmente insólito. En películas de cualquier tipo y época, la incoherencia se paga cara, pero en una producción pequeña esto salta a la vista mucho más.
PASTILLAS, PINCELES Y FANTASMAS Después de probarse en la actuación con papeles secundarios en comedias como Socios por accidente o Las chicas del 3°, Ingrid Grudke decidió elevar la apuesta y animarse con un protagónico en Alma pura, a las órdenes del director Gustavo Salomone, quien también escribió el guion. Filmada en 2017 en Villa Carlos Paz, cuenta la historia de Sofía, una artista plástica que se muda a la casa de campo de su infancia, luego de pasar un tiempo en un psiquiátrico. Acompañada por su hermana (interpretada por Malena Sánchez), que es quien maneja su carrera entre galerías de arte, fiestas y excesos, la protagonista busca la tranquilidad que le permita volver a pintar, con la idea de alejarse finalmente de una vida marcada por los tratamientos y las pastillas. Claro que, apenas se instale, las cosas van a empezar a torcerse, y Sofía va a tener que enfrentarse a un pasado que la reclama, a merced de una casa enorme que desconoce, y atendida –vigilada- por una familia de caseros que dicen menos de lo que saben. Con el envase de un thriller y algunos elementos cercanos al terror, el film de Salomone deja caer todo su peso sobre los hombros de Grudke, lo que en principio podría advertirse como un error, porque las capacidades interpretativas de la ex modelo y actriz nunca logran sostenerse y mucho menos convencer. No hablamos acá desde el prejuicio (que, admito, existía antes de ver la película), si no desde la confirmación de que Grudke fluctúa entre una mala actuación y la ausencia de una actuación. Pero es posible compartir culpas: el hecho de que intérpretes solventes como Malena Sánchez o Guillermo Pfening (que interpreta al hijo de los caseros) no encuentren la manera de quedar bien parados, habla también de una dirección que no logra tender puentes entre lo que quiere y lo que obtiene. También existe la posibilidad de que Salomone sea un terrorista de sí mismo y haya hecho todo esto de manera deliberada, pero me inclino a pensar que simplemente no le salió. El otro gran problema, por supuesto, es el guion, que no logra desarrollar las ideas que propone, se contradice y hacia el final suma vueltas de tuerca entre anunciadas e inverosímiles (ese suicidio seguido de asesinato, por favor). Los temas están a la vista: los lazos familiares, la locura, la creación artística, la homosexualidad; enmarcados en una historia de fantasmas que es también un relato de redención y de superación. Lamentablemente, ni el director ni los intérpretes logran sacar algo interesante de todo esto, a lo que se suma una puesta en escena deudora de la televisión y de cierto cine nacional de género (en particular del terror argentino, que a pesar de algunos hallazgos en los últimos años, casi nunca puede abandonar esa estética afectada de videoclip). De cualquier modo, y como ya dijimos, es la protagonista la que se lleva la peor parte: Grudke apenas compone un personaje, y puede que su aire aletargado confunda y promueva una sensación de que está bien, teniendo en cuenta la realidad empastillada de Sofía, pero no. Las escenas se suceden para no dejar dudas al respecto de que, quizás, tanto este papel como la profesión no sean lo suyo. Pero teniendo en cuenta que es su primer protagónico, dejemos que el tiempo y los futuros espectadores decidan. Por mi parte, me bajo acá.
Ante la cuarentena obligatoria, Cine.ar continúa con sus estrenos online a través de su plataforma y es así como el viernes pasado se sumó a la lista lo último de Roberto Salomone. Una artista plástica salida de rehabilitación vuelve a la casa de sus padres en las sierras cordobesas y comienza a ver y a sentir inexplicables acontecimientos, como presencias fantasmagóricas, que no se sabe si son sus allegados en su contra o todo producto de su imaginación. Aunque entre tanto arte, queda olvidada la carga dramática necesaria para que la película funcione. Sofía (Ingrid Grudke) es una talentosa artista plástica que acaba de recibir el alta de un centro de rehabilitación. Su hermana (Malena Sánchez) la lleva a la casa de su infancia en medio de las sierras, donde la idea es volver a empezar. Ella es quien se encarga de vender las obras millonarias de Sofía y la presiona para que retome su actividad. Pero en ese caserón en el medio de la nada, comienzan a suceder hechos muy extraños, creando la sensación de que todos conspiran contra ella. La idea de un drama con mezcla de thriller no se sostiene y, más temprano que tarde, se va a pique. Las actuaciones carecen de fuerza en general, pero lo de Ingrid Grudke es fatal, insensible hasta el tuétano pero, eso sí, con una belleza arrolladora. Acompañan de manera correcta Malena Sánchez y Guillermo Pfening, y los personajes secundarios son encarnados por actores de la zona en los que no se reconoce pasión ni emoción alguna. La historia navega en la inestabilidad emocional de la protagonista, intentando construir un thriller sostenido por el limbo en el que vive Sofía, y el drama familiar. La película es anacrónica, no importa si se estrenó ahora o si fue hace 30 años, está estancada en el tiempo y espacio. La trama es predecible y, por tanto, poco interesante. Los misterios que se suscitan no duran más de medio minuto es ser dilucidados por el propio espectador. El limbo bizarro entre lo que es real y lo onírico para la protagonista termina aburriendo, y los momentos de tensión fantásticos no tienen ninguna explicación por lo que quedan en la nada. Cabe destacar la calidad de las pinturas, obras de arte bellas, con colores vivos y detalles escondidos, que sobresalen en la apagada vida de Sofía. El trabajo de fotografía es bueno pero no logra atrapar tampoco por ese lado. La historia es poco interesante y no tan bien ejecutada, sumado a la incorrecta decisión de la protagonista y giros narrativos absurdos sin un desenlace atinado, hacen que “Alma Pura” sea una película que podemos no ver en esta cuarentena.
Otra de las películas que se suma a la nueva modalidad de estrenos a través de Cine.Ar TV y Cine.Ar Play es Alma pura, un drama psicológico dirigido y escrito por Roberto Salomone y protagonizado por Ingrid Grudke. En el montaje que funciona como prólogo se nos presenta a la protagonista de Alma Pura: una mujer joven y bonita, una artista exitosa que podría tenerlo todo pero cuya adicción al alcohol y a las pastillas la llevó a terminar internada en un hospital psiquiátrico. Después de siete meses, el médico le afirma que no está loca, que sus problemas alucinatorios son a causa de las pastillas, y le da el alta haciéndole prometer que volverá regularmente a verlo. Afuera está Paula, la hermana incondicional, lo único que le quedó de una familia a la que apenas recuerda. Ella se hace cargo de todo pero, quizás porque sus intenciones no son lo que parece o quizás porque de verdad no sabe cómo actuar en una situación para la que nadie nace preparado, es también quien le dice que si no quiere ver más al doctor mejor, un gasto menos, y por las dudas le deja una caja llena de pastillas, y le recuerda que su prioridad debe ser volver a pintar, que de algún lado tiene que salir el dinero para pagar todas las deudas. Toda la película se sucederá entre las paredes de una vieja casona familiar, alejada de todo y de todos. Cuando se quede sola, cuando su hermana viaje a la Capital para resolver sus asuntos, se verá enfrentada a sí misma y a partes de un pasado que tenía completamente borrado. Lo que empieza como un relato sobre una artista presionada para continuar creando, algo que solía funcionar a través de sustancias que la dañaron y que ahora quiere abandonar, pronto se va volviendo un drama psicológico con aires de fantástico. En medio de esos días, sola y aislada, entre intentos por pintar, conversaciones a medias con los empleados y lecturas de Baudelaire en francés, se ve interrumpida por visiones que se corren de lo ordinario. ¿Se está volviendo loca o hay otra presencia junto a ella? A la historia se le suma la familia que trabaja en la casa: una pareja mayor que, a diferencia de ella, sí recuerda muy bien aquella tragedia familiar a la que se hace alusión pero que la protagonista no entiende porque no recuerda, y el hijo, un adulto cuyo retraso lo transforma en una especie de niño grande. Ingrid Grudke es la protagonista de esta película y la acompañan Malena Sánchez en el rol de su hermana y Guillermo Pfening como este muchacho con quien logrará una conexión que con el resto nunca pudo. Grudke logra desempeñarse bien en su complejo rol, alguien que a veces tiene que decirse en voz alta que no está loca para terminar de convencerse, intentando reconstruir una tragedia familiar de la que le faltan muchas piezas para terminar de componer ese rompecabezas a causa de una infancia bloqueada, en blanco. Un rompecabezas en forma de una serie de cuadros que no consigue terminar. Alma Pura es un drama psicológico cerca de funcionar como thriller pero que no consigue generar la tensión necesaria para serlo, un film que bucea en la psiquis de una mujer perturbada. Aunque algunos rasgos de su resolución no terminan de convencer y ciertos aspectos de la trama parecen algo forzados, consigue ser lo suficientemente intrigante y atrapante.
No estoy loca (solo es una película mala) Roberto Salomone, cuyo antecedente reciente en la dirección fue la fallida Diez menos (2018), regresa al cine con Alma Pura (2020), otra propuesta anacrónica en cuanto a forma y contenido que gira en torno a una artista plástica envuelta en un halo de locura. Sofía (Ingrid Grudke) es una artista plástica que acaba de recibir el alta de un centro psiquiátrico. Su hermana (Malena Sánchez) la espera para llevarla a la casa donde va a instalarse para volver a comenzar. Ella es quien se encarga de las exposiciones, ventas y todo aquello que rodea al mundo del arte y ejerce cierta presión para que Sofía retome la pintura. A medida que los minutos avanzan descubrimos que los padres de ambas murieron en una tragedia ocurrida en la casa que va a ser su nueva residencia, casona ubicada en el medio de las sierras y donde pasan ciertas cosas raras. ¿Realidad o pura imaginación surgida de la locura? La historia de Alma Pura navega a través la inestabilidad emocional de la protagonista para intentar construir un thriller fantástico con pinceladas de ¿terror? en donde la imaginación y la realidad se entrecruzan en un limbo bizarro, sobreactuado y arcaico. Salomone, que como la protagonista parece haberse quedado estancado en el tiempo, escribe y dirige una historia como si el cine no hubiera cambiado en los últimos 40 años. La idea, que sin ser original podría haber tenido un resultado al menos digno, termina naufragando en un mar de decisiones incorrectas que comienzan por la elección de la protagonista, continúan con una serie de giros narrativos absurdos e insostenibles, diálogos que rozan el ridículo, situaciones forzadas sin ninguna necesidad que hacen que la historia se estanque en lugar de fluir, una banda sonora que se escucha durante los 90 minutos buscando justificar no se sabe qué, para terminar con una supuesta pretensión artística y psicológica que resta más de lo que suma. Estos son solo algunos de los problemas a los que se enfrenta Alma Pura, una de esas películas que pica en punta para convertirse en el peor estreno argentino del año (y eso que recién es abril).
Un filme que invita al laberinto surrealista del delirio. Crítica de “Alma Pura” Florencia Fico La película argentina “Alma Pura” gesta una cinta donde Ingrid Grudke es la punta de lanza con el fin de brindar un autoretraro expresionista con su papel.¿ Alma pura» (Estreno en línea: 16 de abril) El argumento recrea la historia de una artista plástica Sofía(Ingrid Grudke)recién salida de rehabilitación por consumo de estupefacientes, alcohol y surménage. Ella decide residir en una antigua casona familiar en las sierras. Allí encuentra diferente sonidos y las situaciones extrañas que van aconteciendo evalúa sus debilidades. Empieza a dudar de los pobladores de la región que aparentemente están elaborando planes en contra de ella. Los hechos fantásticos concluyen por exponer que los individuos sensibles pueden aparecer y mostrar un mundo que no es propio, aunque su vida peligre. La dirección de Roberto Salomone entrega un filme en el que emergen diversos géneros combinados desde un thriller psicológico hasta una película de terror paranormal. Alma pura " (2020) - Trailer | vídeos - Filmaffinity El reparto tiene un protagónico el de Ingrid Grudke como Sofía en el cual se aprecia sus lecturas en francés, una interpretación que rompe su belleza natural para hacer crecer su porte dramático. Con su compañera de elenco Malena Sánchez quién encarna a Paula su hermana y tiñe su personaje con su propia impronta fuerte, áspera y sensible. En pequeños personajes como Raúl por el actor Guillermo Pfening suma humor, juego y reflexión. La música de Pablo Salas incrementa las sensaciones con tonos ambientales, gritos e instrumentación a base de cuerdas que despiertan las palpitaciones. Además la fotografía en manos de Jorge Dumitre agrega efectos especiales, fundidos y tomas atractivas. El filme despliega debate sobre traumas con toques trágicos, un tratamiento expresivo y artístico en la interpretación de Ingrid Grudke. El realizador Roberto Salomone ingresa suspenso e intriga en la película. Puntaje:70.
La búsqueda de la verdad para una artista plástica que vivió sumergida en adicciones, internaciones, con falta de recuerdos sobre su infancia pero con un talento manifiesto desplegado. Ese camino de descubrimiento que la ubica viviendo sola en una casona familiar donde comienza a percibir recuerdos inquietantes. El argumento se enreda en suspensos, situaciones extrañas, repeticiones y recién se revela en una resolución fantástica. Sin tener un buen soporte para mantener el interés y la intriga con lo que le sucede a la protagonista, una bella y sugerente Ingrid Grudke que da lo mejor de sí, pero sin demasiado donde agarrarse, junto a Malena Sánchez intensa y vital. En el film se destacan algunas escenas bien logrados, buena fotografía, algunas sorpresas y otras situaciones previsibles. Es la opera prima de Roberto Salomone, de larga trayectoria en el medio.