Ideal para pasar un rato ameno y muy poco exigente con los integrantes más pequeños de la familia. Lamentablemente los productores saben que las ardillas atraen a los niños y que van a vender entradas de todas formas, pero sería bueno que se respetara al espectador por más pequeño que sea. La historia es....
Subí que te llevo Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas (Alvin and the Chipmunks: The Road Chip, 2016) es una comedia que bucea en los rasgos más representativos de las road movies agregándole el plus de la música y los gags a los que estos pequeños roedores nos tienen acostumbrados, construyendo un nuevo tipo de film en sí mismo. Partiendo desde la iniciativa de Alvin, Teodoro y Simón, junto con el joven Miles (Josh Green) de viajar a lo largo de Estados Unidos para impedir el pedido de mano de Dave (Jason Lee) a su prometida Samantha (Kimberly Williams-Paisley), la acción de la película transcurre sobre cómo las tres ardillas y el adolescente pueden comenzar a trabajar en equipo y convertirse en familia. Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas deja de lado su costado plagado de música para introducirse en el género de carretera, ese en el que, además de los protagonistas, los escenarios comienzan a cobrar vida y entidad propia. Toma algunos puntos folclóricos de la América profunda, como el Mardi Grass, o el carnaval de Nueva Orleans, sin dejar de lado a la árida Texas, por sólo mencionar algunas postas de relevo. Por momentos los números en los que se interpretan clásicos del cancionero norteamericano, u otros temas más recientes de la cultura popular, generan cierta desconexión entre la historia y los mismos, pero rápidamente es subsanado con una edición ágil y cameos increíbles (atentos a John Waters) que reubica a los protagonistas de esta historia de escape, amistad, amor, (y la renovación de la confianza en vínculos familiares diferentes), en los que el ensamble se presenta como la posibilidad de un nueva oportunidad para transitar la vida. Las ardillas siguen cantando, con su voz característica, pero la habilidad de esta nueva entrega radica en poder sumar una historia que vaya más allá de la sucesión infinita de videoclips de las predecesoras. Como exponente del género road movie el guión posee todos los aditamentos necesarios para construir el relato, mientras que como comedia familiar, su propuesta está acorde a las circunstancias de una franquicia para los más pequeños, que suma a los grandes y sigue funcionando muy bien para sorpresa de todos.
Y que la cuarta sea la vencida Dave se pone de novio con una mujer que tiene un hijo adolescente, cuyo padre lo ha abandonado de pequeño. Dave viaja a Miami con su novia, pero un día antes, las ardillas descubren un anillo de compromiso. Tanto el muchacho como las ardillas temen ser desplazados por la nueva familia que Dave forma con la mujer, y en consecuencia todos se ponen de acuerdo y realizan un largo viaje, con el objetivo es evitar ese matrimonio. El film abre con una escena poco agraciada que hace presagiar lo peor desde los primeros minutos, sobre todo por la música poco interesante y prefabricada que abunda en toda la saga. Sin embargo, a diferencia del bodrio anterior del 2011, esta entrega al menos funciona. Cumple el objetivo mínimo de entretener y disponer de una serie de situaciones disparatadas de correcta eficacia cómica. El principal inconveniente de Alvin y las ardillas 4, aventura sobre ruedas -2015- es la historia de fondo que no sólo resulta trivial y un poco forzada sino que comete el desacierto de no estar enmarcada en una estructura propiamente cómica, lo cual trae como efecto la excesiva dependencia de una acumulación paroxística de gags poco o mal articulados con la trama principal, y la concomitante dependencia del único personaje cómico que el film tiene verdaderamente: el villano, quien carga realmente con la comicidad. En mis trabajos sobre la comedia he sostenido que la presencia aislada de gags, e incluso la presencia aislada e inorgánica de un personaje cómico no constituye acabadamente una estructura de tipo cómica; una estrructura cómica cuenta con personajes y situaciones hilarantes, pero las situaciones hilarantes y los personajes cómicos separados no necesariamente conforman la estructura cómica. De allí que muchas películas que no son necesariamente comedias tengan personajes secundarios cómicos, como generalmente ocurre en las películas de acción (C3P0, en Star Wars, por ejemplo; Ottis, en Superman, etc.). Una estructura cómica, amen de disponer de personajes cómicos que materializan situaciones en las que se desenvuelve la comicidad, tiene que estructurar su relato, y eso se consigue articulando y sosteniendo en el tiempo la coordinación de elementos contrarios, cuyo maridaje produce el factor de Inadecuación, propio de la comedia. En el caso que ocupa, sólo el personaje del villano cuenta con esta cualidad, al presentar una inadecuación formal entre la función que desempeña y las condiciones físicas que manifiesta respecto de las acciones que realiza y los objetivos que se propone. Caben mencionarse dos aspectos positivos, por un lado el diseño del personaje del villano, que a pesar de su caricaturización como funcionario público, desempeña con corrección su función narrativa. Por otra parte, el film sorprende inicialmente con la escena de presentación del hijo de la mujer, quien se nos presenta como un muchacho políticamente incorrecto y ostentando cierto nivel de crueldad con las ardillitas.
Cuarta entrega de la franquicia, público que se renueva (la entrega anterior ya fue hace unos años) y el mismo clima de aventuras al que ya estamos acostumbrados. Las ardillas son muy esperadas siempre en el gran país del norte y aquí también aportan su presencia a la hora de sumar propuestas familiares en cartelera (que no abundan, convengamos). Ya a esta altura, el escenario está dispuesto y sabemos bien que esperar de ellas, ternura, travesuras y mucha música, elementos que siguen presentes en este "road trip". Nuevo director (Walt Becker) que llega para conservar el espíritu de la serie, esta vez decididamente volcado a un estilo de road movie quizás con más ritmo que la última aventura ¿Es esta una cinta que garantice un buen momento para los pequeños de la familia? La respuesta es, afirmativa. Las ardillas son acompañadas por un elenco que no descolla, pero cumple su labor de entretener y divertir a los peques de la familia sin mayores complicaciones. Hay que convenir que encontrar buenos guiones en el cuarto episodio de cualquier saga no es tarea sencilla. Más en una cinta donde todo gira en torno a tres ardillitas parlantes que viven con un productor musical. Pero digamos que, con mucha simpatía y momentos de humor físico, se las arreglan bastante bien para arrancar alguna carcajada en la platea menuda. La historia se centra, como siempre, en su relación con su tutor-papá (Jason Lee), quien sigue produciendo artistas y atendiendo a nuestras protagonistas como parte de su familia. Sin embargo, Dave (Lee) trabaja mucho y encima, se ha puesto de novio. Esta situación alarma a las ardillas, pero mucho más cuando descubren que la flamante novia de su papá, Samantha (Kimberley Williams-Paisley) tiene un hijo, Miles (Josh Green) dispuesto a hacerles pasar malos momentos. Alvin, Simon y Teodoro sufren este acercamiento y la cosa se complica peor cuando encuentran un anillo de compromiso entre las cosas de Dave: o se organizan junto a Miles para detener la posible boda, o deberán aceptar ser familia siendo que no se llevan nada bien. Como la pareja se ha ido a Miami , la banda decide ir a sabotear esa propuesta y parte, en principio por vía aérea, a detener a Dave. Miles participa con ellas del plan y se suma a la aventura de recorrer muchos kilómetros para impedir esa unión. El tema es que lo del avión sale mal, y el grupo se ve obligado a ir por tierra hasta la costera ciudad. El recorrido es divertido. Hay muchos cuadros musicales y coreografías para que la familia pase un buen momento. También hay cameos de jóvenes actores y algún momento de reflexión hacia el final de la historia. Nada demasiado profundo, pero siempre rescatando el valor de la unidad entre Dave y sus protegidas. "Alvin" es ideal para el público de corta edad y si son padres, tios o abuelos, esta entrega no se les va a hacer pesada. Dato, que importa y mucho a la hora de elegir que ven los chicos. Aprueba con lo justo, sólo si van peques a sala.
Tres estridentes ardillitas Desde el nacimiento de la saga en 2007 hasta hoy se repite el entredicho: mientras la crítica despedaza a Alvin y las ardillas, el público le responde sin dobleces. El primer film recaudó cerca de 600 millones de dólares en todo el mundo. En Estados Unidos peleó palmo a palmo la taquilla con Soy leyenda, un gran hit de Will Smith. Las partes 2 y 3 recaudaron bien, pero menos que la inicial. Será un dato interesante lo que ocurra con este cuarto episodio que se acaba de estrenar en la Argentina. Porque la película, destinada en primera instancia al público infantil, está enteramente pensada como puerta de entrada al mundo de los productos tipo High School Musical, con star femenina incluida, una Bella Thorne que aparece en cuentagotas y se coloca pronto en el lugar de objeto de deseo. Bella fue una de las protagonistas de Shake It Up!, sitcom para adolescentes de Disney Channel que generó una agitada discusión pública por un chiste sobre la anorexia (Demi Lovato, que sufrió el trastorno durante años, fue de las más enérgicas polemistas). El mundo que las corporaciones de medios americanas propulsan es claro: Alvin y las ardillas reproduce la lógica del hedonismo sin pausa y el consumo como horizonte con una trama en la que la gente vive en una rave permanente muy parecida a la de las publicidades de aperitivos. Es un universo de sentimientos básicos que, además, puede cambiar de dirección abruptamente, casi sin más justificaciones que reasegurar hasta el hartazgo la claridad de la trama. En el cómico viaje lleno de inconvenientes que protagonizan las ardillitas, el destino principal es Miami, la ciudad con la estética perfecta para los ideales de televisión pop. El cameo de John Waters reafirma el guiño al kitsch. El guión no se detiene en sutilezas, aunque se agradecería alguna, y tampoco funciona la siempre riesgosa relación entre el actor y la animación. No es sólo lo tecnológico lo que importa en ese vínculo. También es un desafío actoral interactuar con lo imaginario. Y el elenco, empezando por Jason Lee, no lo resuelve con eficacia, es de algún modo estridente, amplifica a las ya de por sí ruidosas ardillas especialistas en meterse en problemas. El éxito de esta saga tiene una historia curiosa: la resurrección de uno de los fenómenos de masividad más importantes de los 50 en los Estados Unidos. Ross Bagdasarian, un actor adicto al juego y al borde de la bancarrota que fue el pianista observado por James Stewart en La ventana indiscreta, de Hitchcock, tuvo una iluminación: probar suerte con la grabación de una canción insólita, "Witch Doctor", que presentara como detalle distintivo unas voces grabadas a una velocidad y reproducidas en otra, las vocecitas incluidas en ese lisérgico tema que dio pie al grupo imaginario Alvin and the Chipmunks, liderado por Bagdasarian, escondido entonces tras el seudónimo David Seville. El tema vendió un millón de copias y Liberty Records, casi en quiebra, se reacomodó. La de Bagdasarian es una historia modelo del gran sueño americano: después del boom de ese primer tema, el grupo con esas ardillas inventadas en un rapto poético se despachó con un single de 4,5 millones de copias vendidas, ganó tres Grammy, pasó por el programa de Ed Sullivan, fue bendecido por los Beatles y lo transformó en el dueño de una fortuna. La saga de Alvin usa el poder de la ficción para incentivar la creencia en ese publicitado modelo de autosuperación, pero sin descuidar la mirada estratégica sobre un público al que parece conocerle los gustos.
Los roedores cantantes no se cansan Puede sonar algo cascarrabias preguntarse cómo es posible que una historia acerca de tres ardillas que cantan como si sus voces salieran de un vinilo girando a 78 RPM, haya sumado cuatro películas. Por increíble que parezca, a ese número llegó la franquicia de Alvin y las ardillas, desde que a alguien se le ocurriera en 2007 relanzar a esos personajes. Nacido a fines de los 50 en los EE.UU., este trío de roedores cantantes con muchos discos de oro y programa propio en la tele, resulta un producto típico de esos años en los que la Guerra Fría y el macarthismo podían convivir sin problemas con expresiones culturales como esta, de una inocencia supina. Tan notorios llegaron a ser Alvin & the Chipmunks (tal el nombre original de esta banda virtual, sin dudas el primer antecedente de los Gorillaz de Damon Albarn), que el director Cameron Crowe no dudó en abrir el notable soundtrack de su película Casi famosos (2000) con una de sus canciones originales. Quizás en ese carácter transgeneracional y popular resida parte del éxito actual.Otra explicación posible tal vez se encuentre en la capacidad de sus actuales impulsores para rodear a Alvin, Simon y Teodoro de expresiones también surgidas de la cultura popular contemporánea, que sirven para aceitar los engranajes empáticos con los chicos de la actualidad que, en definitiva, son el objetivo del film. Así, a lo largo del relato van apareciendo una serie de gags que funcionan como hipervínculos para conectar con fenómenos globales provenientes de la web. Chistes que, por ejemplo, remiten a hitos de la cultura youtuber, como las series de videos virales conocidas como “Turn down for what” o “Thug Life”, cameos de artistas que se han hecho famosos a través de esa misma plataforma, como el cantante Redfoo, o la inclusión de una versión ardillada de “Uptown Funk”, sin dudas LA canción del 2015. Claro que entender esos chistes será difícil si no se cuenta con la asistencia de un chico de 10 años. Pero no hay de qué preocuparse: se sobrentiende que quienes paguen una entrada para ver Alvin y las ardillas 4 tendrán a mano un ser de esas características que les explique por qué todos los niños de la sala se ríen, mientras los adultos se miran sin comprender. Por supuesto, nada de eso garantiza que, una vez esclarecidos, esos chisten causen alguna gracia: la grieta generacional.Más allá de los detalles desalentadores, en Alvin y las ardillas 4 es posible registrar la presencia de un espíritu cinéfilo de una sensibilidad muy distinta, que consigue traficar de manera inesperada referencias a otro cine. Tal vez no desde lo estrictamente estético, porque el film apenas pretende (y consigue) mantenerse dentro de los estándares de la industria en tanto productora de eventos de marketing. Pero así y todo alcanzan a filtrarse algunas citas llamativas que remiten a El resplandor, de Stanley Kubrick, o, mucho más literalmente, a John Waters, rey del kitsch, y a Pink Flamingos, su obra más distintiva. El tipo de sorpresas que es grato recibir en el cine.
Es increíble pero las ardillitas tienen una cuarta película… y nos siguen gustando. En esta oportunidad, estamos ante una road movie dirigida por Walt Becker (“Papás a la Fuerza”, 2009) en la que Alvin (voz de Justing Long), Simon (voz de Matthew Gray Gubler) y Teodoro (voz de Jesse McCartney), llegan a creer -luego de una serie de malentendidos- que su “papá” Dave (Jason Lee) se va a deshacer de ellos. ¿La razón? Todo parece indicar que éste le propondrá matrimonio a su nueva novia, una doctora llamada Samantha (Kimberly Williams-Paisley), mientras él asiste, durante todo un fin de semana en Miami, al lanzamiento del disco debut de la nueva artista que representa, Ashley (Bella Thorne). Las adorables pero caóticas ardillas, que se niegan tener un posible hermanastro que no los trata del todo bien (Miles, a cargo del joven Josh Green, es el hijo adolescente de Samantha), elaboran un plan para lograr llegar a él y detener la propuesta pata que así la pareja no pueda formar una nueva familia. Con la ayuda del propio Miles, el trío se embarca hacia su misión. Claro que en el camino las cosas se salen de control. Tras causar estragos en el avión que los trasladaba “de incógnito”, llaman la atención del oficial asignado al vuelo (interpretado por Tony Hale), quien los persigue por Texas, Nueva Orleans y finalmente Miami con el objetivo de capturarlos. En cada una de estas ciudades, Alvin, Simón y Teodoro obvio que cantan y bailan temas musicales clásicos y modernos (uno de ellos es la pegadiza “Uptown Funk”) con esa voz tan característica que los llevó a convertirse en estrellas de la música, por el momento retirados de las giras mientras las Arditas, Brittany (Christina Applegate), Eleanor (Kaley Cuoco reemplazó a Amy Poehler) y Jeanette (Anna Faris) son jurado de “American Idol”. Tal y como lo hicieron cada una de las predecesoras, esta película funciona bastante bien para lo que es, una producción destinada a los más pequeños y con una misma fórmula que mezcla gags y cameos dentro de una historia muy pero muy light que su vez profundiza un poco en el tema de la amistad y los vínculos familiares.
Módico entretenimiento para los más chiquitos Cuarta entrega de la franquicia, con menos números musicales, lo que en parte se agradece. Esta vez los tres bichos atorrantes deben hacer un esfuerzo para evitar que el padre se le declare a una atractiva doctora, se case y los deje de lado. Eso es lo que temen, pero no es el mayor peligro al que deberán enfrentarse. Hay otro todavía peor: el posible hermanastro. ¿Cómo evitar esa doble catástrofe? Pues, hablando la gente se entiende. Con las ardillas pasa lo mismo. En suma, éstas hablan, cantan, bailan, viajan y hacen macanas. Los más chiquitos pasan el rato. Los mayores hacen memoria y se quedan medio dormidos, pero no importa porque la película es para los más chiquitos. El estilo y el manejo del humor apenas ofrecen novedades. Los dibujantes cumplen y hasta evidencian una mejora en la mezcla de dibujo con actuación en vivo. Es lógico: en el equipo de 20 animadores, casi todos vienen de experiencias mucho más exigidas y se nota que quieren hacer bien las cosas. Pero los libretistas apenas calentaron sus neuronas: repiten recursos, situaciones y hasta chistes de otras películas. Los actores tampoco aportan demasiado. Baste decir que el protagonista humano Jason Lee ha sido nominado al Premio Razzie al peor actor de reparto. Es indicado para los más chiquitos y algunos adolescentones de buen ánimo que recuerden su propia infancia. Los mayores recordarán mejor una publicidad de ginebra con ardillas de flequillo beatle (una en blanco y negro, otra en color y con Susana Traverso). Y los más viejos, la vieja serie de los 60 y, sobre todo, los discos de Las Ardillitas. El creador se llamaba Ross Bagdasarian, veterano de guerra, actor de reparto, pianista (aparece como tal en "La ventana indiscreta"), compositor, que un día alteró la velocidad del grabador y empezó a ganar plata.
Esta es la cuarta entrega. Vuelven a la acción estas tres ardillas traviesas, quienes a través de un largo viaje desde Nueva York a Miami cometen todo tipo de torpezas junto a su futuro hermanastro Miles (Josh Green "The Girl in the Book"). Las ardillas Brittany, Eleanor y Jeanette están pero tienen menos participación. Contiene buenas coreografías, música y guiños de otros films para los adultos. Están los problemas sentimentales, la falta de comunicación, un mensaje de amor de padre e hijos e hijos adoptivos ardillas, varios chistes efectivos, persecuciones geniales del Agent Suggs (Tony Hale "Operación Ultra"). En fin la historia no tiene un gran guión, pero los espectadores pasan un buen rato.
Llega a nuestros cines la cuarta entrega de la adaptación cinematográfica de Alvin y las ardillas, llamada esta vez: Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas. Esta vez, las traviesas ardillas ven amenazada su particular familia por la entrada de Samantha, la reciente novia de Dave, quien además de competir por su amor, tiene el terrible agregado de ser la madre de Miles, un insufrible adolescente que las atosiga desde el primer momento en que se conocen. Ante la perspectiva de que Dave le proponga casamiento a Samantha en Miami, las tres ardillas y Miles emprenden un viaje por todo Estados Unidos para intentar detenerlos. El argumento es simplista y clásico y las situaciones ridículas que se dan en el viaje ponen al particular grupo a transitar una serie de escenas locas que prometen entretener a los más chicos, pero que la verdad, pocas veces lo hacen. Los chistes de canciones se vuelven repetitivos, los personajes son muy acartonados y particularmente el doblaje al español deja bastante que desear. Salvando que al publico mayor Alvin y las ardillas se le vuelve un poco larga, los menores disfrutan con los animalitos, los chistes de golpes y caídas y algunos de los temas los pueden mover en sus asientos. Sin ser una buena película, sabiendo que el rango etario al que apunta es de 6 o 7 años para abajo, los más chicos van a salir del cine contentos y ese es el objetivo principal de Alvin y las ardillas.
No es lo peor de la semana. En serio: es absurda, es infantil hasta la puerilidad, es una de ardillas que cantan con voz de 78 rpm (perdón, cierto es que esta revista la leen muchos nativos digitales: la explicación del asunto, en Google). Pero de tan zonza, termina teniendo chistes que funcionan más o menos bien y uno, igualmente zonzo, se ríe un poco. Las canciones son los éxitos recientes.
Volvieron. A alguien se le acabó la plata para champagne, yates y restoranes caros así que volvieron a producir otra. ¡Y va la cuarta entrega! En este caso, “Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas. Alvin, Simon y Theodore disfrutan de fama y fortuna. Les va bien a las ardillitas. Son felices, tienen todo lo que quieren, y encima Dave (Jason Lee) sigue tan "buenudo" como siempre y les permite todo. Hablan hasta por los codos y lo peor, cantan. Siguen cantando. Una sola de ellas ya es irritante, las tres juntas es como tener un piquete de 70 cigarras nocturnas en el oído. “Pero a los chicos les gusta. Arrastran a los padres al cine para verlas”. Los guionistas Randy Mayem Singer y Adam Sztykiel no parecen registrar (como sucedió en las anteriores) que es casi imposible estirar un guión de 8 ó 9 minutos en algo de 90 sin aburrir. Por eso escriben que una chica aparezca en la vida de Dave. Una que le gusta tanto que hasta lo hace rumbear para Miami. Y él quiere ir para allá porque está enamorado. Al menos eso indica el código de actuación que maneja, el que consiste en mirarla con cara de idiota o de borracho de vidriera, o las dos cosas a la vez. “Pero a los chicos les gusta. Seguro que se van a reir cuando por enésima vez en la saga, Dave se ponga furioso al grito de “¡AAALVIIIIIIIINN!” La construcción de estos personajes es casi marketinera. Como si hubiese sido el fruto de dos o tres encuestas de jardín de infantes. Así, nunca tendremos chances de conocer a las ardillas realmente, sino más bien su cáscara. Lo superficial para empatizar con las nuevas generaciones. Ven Youtube, manejan videojuegos, lenguaje popular, frases “cool” y otras menudencias. Lo justo y necesario como para que se entienda un producto del siglo XXI. “Pero a los chicos les gusta. No van a andar haciéndose preguntas”. La música ha sido, y es, central en esta fanquicia, lo más pop y de consumo rápido forma parte de la banda de sonido pero, en todo caso, el tema es cómo y por qué aparecen las canciones en esta película. No hay diferencia entre cuándo es un gag y cuándo aporta a lo que estamos viendo. “Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas” es la repetición de fórmula por antonomasia. Todo está bien, el dueño las ama, ellas se meten en problemas para salvarle las papas, el villano es casi de cartón, y luego de un mini conflicto todo volverá a ser como antes. Así es desde 2007 y sigue todo igual es decir, no hay nuevos aportes ni creatividad, más allá de una levísima intención de mensaje que surge más por deducción propia que por intencionalidad en el subtexto. “Pero a los chicos les gusta, estrenemos, vayamos a comprar el champagne y luego vemos que hacemos en la quinta parte”
Ardillas agotadoras Cuarta película, sí, cuarta película de Alvin y las ardillas. Y mientras la taquilla acompañe seguiremos sufriendo la degradación de un producto que ya nació mediocre. La primera de las películas se hizo en el año 2007 y era una adaptación de los personajes musicales y posteriormente de animación. La gracia del trío de ardillas cantantes nunca fue algo extraordinario pero la animación digital les permitió volver a la vida y ser un éxito en cine. Esta vez el trío de ardillas digitales se enfrenta a la posibilidad de que su amigo Dave las abandone si –como ellas creen- le pido matrimonio a su novia en el viaje a Miami. Viajarán entonces con el podría convertirse en su “hermanastro”, un joven con el que ya han tenido problemas anteriormente. Enemigos con miedo a convertirse en familia son los protagonistas de historia. Hay que sumarle un representante de la ley –que asocia a las ardillas con un trauma de su pasado- que las perseguirá y será víctima debido a eso de todos los trucos del trío de ardillas. A pesar de que la animación es impecable, la rutina se apodera por completo de una película que repite todos sus chistes. Un cameo de John Waters es un lujo que esta película no se merece, pero el cinéfilo que por accidente se cruce con este film sin duda lo agradecerá. No faltan canciones interpretadas por el trío animado, pero más que mejorar la trama, la extienden de más. La inocencia de aquellas canciones de 1958 en el 2016 tienen poco para aportar. La fórmula está completamente agotada y no da para más. Las citas a otras películas no suman nada y aunque el oficial que las persigue es interpretado con pura pasión por Tony Hale, los gags son demasiado malos como para aferrarse a ese único personaje. El formato de road movie (el título original es Alvin and the Chipmunks: The Road Chip) que la película adquiere solo le permite cambiar locaciones para distraer al espectador frente a esta pobre película. A juzgar por los resultados artísticos aquí logrados (o más bien no logrados) uno podría ilusionarse con que sea la última de las películas de Alvin y las ardillas. Pero si vemos la taquilla, es posible que las secuelas sigan apareciendo.