Se divide claramente en dos partes: la primera en donde nos muestran la vida del playboy (la más lograda) y la segunda donde abruptamente el muchachito es atacado por el amor. Si bien el final es ...
Ni Ashton Kutcher desnudo levanta esta película Que el cine nos trae muchas veces comedias banales y aburridas, no es ninguna novedad. Pero que siga recurriendo a fórmulas trilladas, actores esquematizados y guiones mediocres, es algo que resulta difícil entender. Lo cierto es que al ver Amante a domicilio (Spread, 2009) uno no sabe si salir corriendo del cine pidiendo que le devuelvan el dinero que pagó por la entrada o aprovechar la cómoda butaca para dormir la más placentera de las siestas. ¡Basta de películas malas! Nikki (Ashton Kutcher) es un gigoló que seduce a jóvenes pulposas de Los Ángeles que nada tienen de inocente. Cuando el dinero se le acaba sale en busca de señoras un poco mayores que él -aunque no mucho- y siempre en un estado al mejor estilo Demi Moore -por si no se entiende-. Estas señoras sedientas de sexo y placer le brindan todo lo que tienen a su alcance, es decir: dinero y más dinero; mientras Nikki también les dará la recompensa merecida, sexo y más sexo. Pero un día el siempre “bueno” de Nikki conocerá a una camarera, se enamorará y querrá dejar todo por ella. Pero vaya sorpresa cuando descubra que ella es tan “gato” como él y que el "contigo pan y cebolla" para ella no servirá. Nikki despechado de amor terminará convertido en delivery de restaurant y colorín colorado esta mediocre película habrá terminado. Cuesta trabajo entender como David Mackenzie, ganador del Oso de Plata del Festival de Berlín por su corto Hallam Foe (2007), termine filmando una historia donde todo su potencial se basa en mostrar a Ashton Kutcher desnudo o teniendo jugosas escenas sexuales con Anne Heche. El resto pareciera ser el edulcorante de una torta desabrida y mal cosida. La historia es tan superflua, carente de sentido, monótona y chata que tiene que recurrir a mostrar a dos sex simbol's desnudos para así atraer público, el tema es que ni siquiera ese recurso puede sostenerse, nadie puede poner en duda el buen físico de Anne Heche, pero Kutcher convertido en un juguete sexual cuando su extrema delgadez es comparable con la de un anoréxico... ¡Increíble! Si miramos Amante a domicilio con buenos ojos y tratamos de ser un poco contemplativos podemos llegar a compararla con algunas películas que abordaron la misma temática como fue el caso de American Gigolo (1980) y Shampoo (1975). Aunque en realidad sería ofender a quienes participaron de esas producciones, que sí fueron un hito para la historia del cine y que, sin ser magistrales en su calidad, pueden considerarse dos grandes obras de artes al lado de este pastiche misógino que no hace otra cosa que mostrar a la mujer como una prostituta y al hombre como el único ser capaz de redimirse y cambiar su estilo de vida por amor. Además comparar a Richard Gere con Ashton Kutcher sería lisa y llanamente una falta de respeto. En síntesis, Amante a domicilio no tiene nada de bueno. No hay una historia que atrape, no hay gags que diviertan, no hay actores que se luzcan o al menos que transmitan carisma. Ni siquiera vale la pena pagar una entrada para ver a Ashton Kutcher y Anne Heche desnudos. ¿Se entiende? Por si no le quedó claro, se lo digo con todas las letras y en mayúsculas: “NO VAYA A VER ESTA PELICULA BAJO NINGUN PUNTO DE VISTA”. Caso contrario no diga que no se lo advertimos. Un buen motivo para no ir al cine en año nuevo.
Sólo un gigoló Ashton Kutcher es un conquistador de mujeres maduras. La impresión de que Amante a domicilio es una típica comedia romántica de Hollywood se disipa a los diez minutos, cuando tiene lugar la primera escena de sexo entre Nikki (Ashton Kutcher) y su más reciente conquista, Samantha (Anne Heche), una mujer mayor que él y que vive en una lujosa casa en las colinas de Los Angeles. Las escenas son inusualmente "fuertes" para el tipo de filme que uno supone estar viendo, y algo similar sucede con la cínica voz en off del protagonista, una especie de gigoló que vive de conquista en conquista, de casa en casa, usando y siendo usado por mujeres ricas con ganas de acción. Es que el filme es un híbrido entre la tradición hollywoodense del filme romántico en el que un hombre egoísta y desapegado de sus emociones descubre el amor verdadero, y una película independiente de costado más ácido y amargo. El híbrido funciona sólo por momentos y da la impresión de que la película no conformará del todo a ninguno de los dos públicos. Aunque sí, claro, a los que busquen el regreso de un cierto erotismo a la pantalla. El escocés David Mackenzie (de las interesantes Young Adam y Hallam Foe) se muda a Hollywood y no logra sortear del todo el desafío. Kutcher demuestra que es bastante mejor actor de lo que parecía al componer a un tipo que confunde viveza con crueldad, un individualista y seductor (cualquier comparación con la vida real es aceptada) que piensa que es capaz de conseguir lo que quiere con carisma, pinta y aparentes dotes en la cama. A Heche, en tanto, se la ve muy involucrada (y bastante bonita) como una conquista que prueba ser compleja de manejar. Pero la verdadera coprotagonista es Margarita Levieva (Adventureland), que encarna a Heather, una versión femenina de Nikki, que no cede fácilmente a sus encantos y parece moverse en un universo similar al de él. Amante... quiere mostrar el lado oscuro de Los Angeles, pero glamoriza todo y termina siendo cándida. Y si bien Kutcher está a la altura de las circunstancias, su presencia confundirá a sus admiradoras, que preferirian verlo en un rol más amable. La de Mackenzie es una película a mitad de camino entre dos mundos.
Desventuras románticas de dos amantes extraños. El elenco no supo sacarles partido a sus personajes. Aventuras y desventuras románticas son, para los productores norteamericanos, un gran filón para atraer al público. A veces la receta es satisfactoria y otras, como en este caso, el intento queda a mitad de camino entre lo repetitivo y lo absurdo. Aquí el protagonista es Nikki, un joven atractivo que vive en Hollywood Hills, carece de trabajo y se ha creado una lujosa existencia con la mejor de las cartas que posee: su atractivo sexual. El vive como un playboy, organizando fiestas en las que se relaciona con las mujeres más ricas de la ciudad y a la par disfruta de los privilegios de compartir la mansión de Samantha, una abogada de mediana edad. La aparente rutina de Nikki parece funcionar a las maravillas hasta que, casualmente, conoce a Heather, una atractiva camarera que logra seducirlo. Ella comienza a visitarlo a la casa de la abogada, cuando ésta está inmersa en su trabajo, y fascinada con el lujo de ese amplio departamento piensa que le pertenece a él. Sin embargo, Samantha no tarda en descubrir la infidelidad y echa a Nikki de su casa y sin otro recurso para sobrevivir se acerca nuevamente a Heather, sin saber que ella, como él, está siempre a la búsqueda de hombres ricos para transitar su existencia sin apuros económicos. Ambos comienzan a competir en una especie de reto, para ver quien cena en los mejores restaurantes o forma parte de las fiestas más suntuosas. Este juego va creando entre ambos un vínculo que, lentamente, toma el camino del amor. Sin duda los guionistas intentaron aquí echar una mirada crítica a lo que significa el sexo y el dinero, pero su intención quedó a mitad de camino entre una anécdota que reitera situaciones y unos diálogos si mayor trascendencia ni comicidad. Sólo algunos gags y algún acierto en la pintura de los personajes secundarios salvan en parte esta comedia romántica. Tampoco el elenco supo sacarle mucho partido a sus respectivos personajes, y así tanto Ashton Kutcher como Anne Heche transitaron bastante desganadamente por esa pareja de vividores en busca de mejor fortuna.
Un pelotazo en contra Nikki es apuesto, ganador y se sabe todos los trucos para conquistar mujeres ricas. Las seduce sin tomarse demasiado trabajo, y una vez instalado en sus vidas aprovecha y se deja manetener un tiempo. El muchacho no trabaja, es un gigoló sin demasiado estilo y nada sofisticado, pero por ahora la jugarreta le viene saliendo bien. Hasta que se topa con la horma de sus zapatos. Su igual versión femenina, sabedora de buenos trucos también, pero con una ventaja: es mujer. La historia transcurre en Los Ángeles, sin demasiado vuelo y menos originalidad el director David Mackenzie ofrece un filme pagado de lugares comunes y, lo que es peor, muy parecido a "Alfie", en cualquiera de sus dos versiones, pero sin el encanto ni de Michael Caine ni de Jude Law, y mucho menos con la profundidad que torpemente el realizador intenta conseguir, sin éxito. Caprichosa y forzadamente el personaje pasa de buenas a malas, y sin escalas ofrece su costado más patético y moralizante. Algunos desnudos, escenas de sexo despasionadas y panorámicas de una ciudad espantosa como Los Ángeles no ayudan al resultado final.
De “Gigoló americano”, sólo lo peor. Hoy toda una celebridad hollywoodense, antes de serlo Ashton Kutcher empezó haciendo de grandote lelo en la muy buena sitcom That ’70s Show. A mediados de la década en curso se hizo archifamoso. ¿Cómo lo logró? Muy sencillo. Casado con Demi Moore, a poco de contraer matrimonio, Kutch (así lo llaman sus amigos, o sea el mundo entero) acrecentó la envidia ajena, blogueando en detalle sus maratones sexuales matrimoniales con la sexy más gélida del mundo. Poco tiempo más tarde, el muchacho devino uno de los más reconocidos twitteros, minicontando, desde adentro, cómo es ser... una celebridad hollywoodense. Producida por él mismo, Amante a domicilio es como un apéndice de sus blogueos y twitteos. En ella hace de lo que él mismo se ocupó de hacer creer que es: el sex toy con el que todas (¿todos?) quisieran jugar. Eso, en la primera parte. Después viene el castigo, como la moral del Hollywood Concentration Camp dictamina que debe ser. “Esta casa fue de Peter Bogdanovich”, le dice Samantha (Anne Heche) a Nikki (Kutcher) al introducirlo por primera vez en su palacio de las colinas, algo así como un Le Corbusier de Los Angeles. Ese comentario tal vez represente la mayor relación con el cine que guarda la película dirigida por el británico David Mackenzie, contratado porque hace unos años dirigió la muy parecida Young Adam. Amante a domicilio es, básicamente, American Gigolo, por lo que la película de Paul Schrader tenía de peor (el furibundo moralismo protestante del realizador), pero no lo mejor (el denso aire de viscosidad paranoica que ese puritanismo generaba). A ello le agrega dislates de propio cuño. Como que el gigoló, capaz de vivirse a las mayores ricachonas de la Costa Oeste, no tenga casa... ¡ni auto! ¡En Los Angeles! ¡Donde hasta los homeless andan en Fords y Suzukis! En la primera parte, Kutcher se hace el dandy luciendo una colección entera de echarpes y tiradores, ensaya reiteradamente un ronroneo vocal como de Marilyn masculino, camina como Travolta en Fiebre de sábado por la noche y le pone cada dos escenas la hache a Heche. Lo hace en el living, la terraza, la antecocina y a veces hasta en la cama. Hasta que Samantha lo descubre con las manos en la masa (de otra) y lo patea. Ocasión ideal para que el deprimido winner conozca a una camarera (la latina Margarita Levieva, casi tan camelera como el propio Kutcher) que le hará probar de su propia medicina. Para que aprenda y se arrepienta, se remuerda, se autoflagele, abjure para siempre de lo que alguna vez fue. En el final un escuerzo se devora una ratita, con la más cruel y simbólica lentitud del mundo.
El gigoló lerdo (con perdón de los lerdos) Amante a domicilio, del británico David Mackenzie (aquel de Young Adam) protagonizada por el bobo Ashton Kutcher, Anne Heche y la ex gimnasta rusa Margarita Levieva no es un film sobre la banalidad y la estupidez norteamericanas, sino un film banal y estúpido a secas. Este despropósito de fin de año solamente podría justificarse como anécdota para una película hardcore, pero lamentablemente la moralina idiota de siempre consigue que el único plano transgresor sea el de un escuerzo devorándose una rata en tiempo real. Es casi insultante intentar establecer siquiera algún vínculo con Gigoló americano (es su versión más patética) o la tragicómica Alfie, que el gran Michael Caine engalanara con su carisma y su vibrante energía. Pero el personaje de Alfie tenía dignidad por lo menos. No como Nikki (Kutcher, insoportable) quien sale a la caza de ricachonas de la costa oeste, regaladas y dispuestas a pagar favores sexuales a cambio de alojamiento y confort. Este mantenido sin sueños es cazador pero no tiene casa; en realidad no tiene nada para ofrecer más que sus dotes como cualquier prostituto que siempre aspira a más. Así, conoce a una abogada forrada en billetes (Anne Heche) que lo adopta como juguete sexual. Sin embargo el juguetito vino con una falla de fábrica porque es enamoradizo y cae en las redes de una joven ambiciosa que se vende al mejor postor (la sexy Levieva). Un guión insulso que necesita de una voz en off para arrimar algo de contenido; el manual de gestos y mohínes de este pésimo actor que solamente está donde está por haberse rebajado a los caprichitos de Demi Moore (publicando sus hazañas sexuales en un blog) y alguna que otra escena de sexo publicitario y completamente lavado. Estos son suficientes motivos para preguntarse cuál es el sentido de este tipo de adefesios cinematográficos, absolutamente conservadores, exportados por Hollywood. Decir que es irritante es ser generoso y ver a Ashton Kutcher durante 90 minutos haciendo de sensible que sufre, prácticamente vomitivo.
Sólo un gigoló con algo de alto voltaje sexual El novio de Demi Moore vuelve a protagonizar una película donde parece que su mayor mérito es sacarse la remera (bueno, y el pantalón y el calzoncillo). Una historia apenas simpática con planos estilo Kamasutra. Al parecer, Amante a domicilio no se propone ser otra comedia romántica –y lo bien que hace, porque no es ni cómica ni romántica– sino una historia simpática de alto voltaje sexual. Esto es: la desnudez escultural de Ashton Kutcher tomada desde todos los planos posibles mientras recrea poses que parecen copiadas del Kamasutra. Kutcher es Nikki, un joven recién llegado a Los Ángeles con el plan perfecto para ingresar al universo vip de aquella ciudad de fantasía sin hacer mucho esfuerzo: está dispuesto a ofrecerse como sex-toy a cambio de que las mujeres lo mantengan. Y para lograrlo acude a reglas como “hay que hacerlas enojar así después les pedís perdón y se dan cuenta de que sos sensible”. Reglas que están a tono con las demás líneas de un film en el que con un simple “hola, cómo te llamás” el joven gigoló sin gracia es capaz de levantarse a una infernal Samantha (Anne Heche) –profesional exitosa, inteligente y dueña de una mansión en las montañas que “perteneció a Peter Bogdanovich”– porque, claro, ella es veterana y está sola. Teniendo en cuenta que la temática está bastante transitada en la historia del cine, la vuelta de tuerca que se le intenta imprimir con las escenas eróticas se vuelve totalmente artificial y vacía frente a la mirada retrógrada con la que se presenta a la mujer que acepta los servicios de Nikki. ¿Por qué un personaje como el de Heche se sometería a todas las humillaciones a las que se somete? ¿Por qué una mujer inteligente tendría fantasías de pareja con un joven todo bíceps/cero carisma? Todo esto no sería tan exasperante si no fuera porque se trata, además, de un cuento con moraleja: Nikki finalmente se cruzará con una chica que le pagará con la misma moneda (Margarita Levieva) y lo hará sufrir. Paradójicamente, es la maltratada Samantha la que da en la tecla cuando le dice a Nikki: “No sos gracioso, no sos interesante, no sos inteligente, sólo tenés una cara bonita y 15 centímetros”. “Dieciocho”, responde él. Y con eso, claro, no alcanza para una película.
Como si fuera la novela picaresca triste de un seductor, Amante a domicilio cuenta, primero, el ascenso de un joven que llega a Los Angeles con el sueño de ser un mantenido por las damas y, segundo, el derrotero moralizante de este personaje, cuando sus atributos físicos no tienen el encanto suficiente. Historia que, de diferentes maneras, ya nos contaron (y mejor) Perdidos en la noche, Gigoló americano o Mi mundo privado. En un sólo párrafo, de qué va la trama: Nikki (Ashton Kutcher) es un joven vividor que está dispuesto a intercambiar favores sexuales a cambio de techo, comida... auto descapotable, desayunos con champán y camisas Hugo Boss. Mientras lleva esa vida a costa de una abogada de 50 años (Anne Heche), conoce a una camarera de la que se enamora (Margarita Levieva) y que lleva la misma vida que él. En otro párrafo, algunas conclusiones. Aunque el trailer promete una película amable con imágenes de cuerpos femeninos, piletas de agua azul y cócteles de piña, el filme intenta contar el lado oscuro de esa vida de lujo. Lo intenta a través del personaje de Nikki, cuyo mayor encanto está en su estampa de Adonis para la mesa de luz de señoras con poca compañía y muchos ceros en sus cuentas bancarias. A diferencia del personaje de Jude Law en Alfie (otro ejemplo de un filme sobre un seductor nato), Nikki no tiene carisma o encantos extras, y su mayor talento puede fotografiarse: su cara. Lo mismo puede decirse del propio Kutcher y de su compañera, Margarita Levieva (la vimos como una chica hot en Adventureland). Con altibajos, una narración desganada y giros antojadizos en el guión, el filme intenta esbozar un drama íntimo sobre la vida vacua de un toy-boy que un día “recibe su propia medicina”. Sin embargo, la historia no sólo no conmueve, tampoco entretiene. La música intenta rescatar el interés en algunos momentos dramáticos, así como algunos instantes de Kutcher en los que su interpretación toca alguna expresión sensible. Pero no es suficiente, y el filme termina cayendo en el mismo lugar que su personaje: el vacío. Para que no digan que Ashton Kutcher no intenta autosuperarse: cuando parecía que no podía hacer una película peor que El efecto mariposa, con este filme lo logra.
Película definida como "comedia sexual", protagonizada por Ashton Kutcher, quién hace el personaje de Nikki, un gigoló que se pasa la vida teniendo relaciones sexuales con mujeres bellas y ricas, apañado en su supuesta belleza facial y carisma. La primer parte del film nos muestra a Nikki involucrado con Samantha (Anne Heche), una bella y rica rubia de más de 40 con una lujosa casa. Pero resulta que Nikki no es el que pretende, ese galán sofisticado y culto, sino que es un vagabundo de los que los yankis llaman "homeless" (sin casa), no tiene trabajo ni se preocupa por tenerlo, solo se dedica a tener sexo con estas mujeres y que ellas le abran las puertas de su casa y lo mantengan económicamente a cambio de este "servicio" Y eso es lo que se ve al principio, Nikki y Samantha conviviendo y teniendo constantes escenas de sexo, en distintas posiciones como si fuera un pequeño Kamasutra ilustrado. Hasta que este muchachito es atacado repentinamente por ese mal necesario llamado “amor” y la “víctima” esta vez es una tal Heather (Margarita Leveiva) una moza de bar, de apariencia latina, que logra que este dandy de poca monta se enamore y deje sus andanzas sexuales. Pero lo que el no sabe es que Heather, juega su mismo juego, se acuesta con hombres de mucho dinero solo por esa razón en búsqueda de un futuro económico seguro. Si bien el final es pasable, y la película mal que mal entretiene, el desarrollo es muy simple, no hay nada que nos enganche o que sorprenda. Arranca bien, pero se diluye. La escenas de sexo, con las cuales intenta vender este film, no duran mas de 30 segundos cada una, o sea si en esta película no estuviera Ashton Kutcher hubiera sido una mas, desapercibida, que podría haber recalado en las trasmisiones nocturnas de películas porno soft de canales como Cosmopolitan o I-Sat.
Mucho roce, poca chispa Claramente una comedia sexual, pero a no imaginarse nada de otro mundo. Para las seguidoras de Ashton Kutcher (Nikky, en la ficción) seguramente aportará a la parte visual de la película, el verlo semi desnudo y haciendo posiciones de Kamasutra, en muchas ocasiones y con diferentes mujeres. Pero no sumó nada. La sensación que queda es algo negativa, si bien Ashton Kutcher en algunas comedias es hasta entretenido. La cinta tiene dos partes bien diferenciadas: una con la presentación del personaje central, donde se lo muestra como un chico que viaja a Los Ángeles para experimentar una buena vida. Y las imágenes lo respaldan, ya que el joven (sin casa, ni auto) pasa de fiesta en fiesta y aprovecha techo, comida y dinero de la amante de turno. En la segunda parte del film, mientras tiene una relación casi free con una chica de mediana edad (Anne Heche de John Q), conoce a una camarera llamada Header (Margarita Levieva de Invisible), quien definitivamente lo atrae por diferentes motivos. En esta parte, es cuando quizás la trama toma color y se torna más interesante, pero no logra conquistar demasiado la atención. Con un final bien resuelto, el director David Mackenzie (quien en el 2007, ganó el Oso de Plata del Festival de Berlín por su film Hallam Foe ) le da un cierre prolijo y casi inesperado. Una película recomendada para las miles de seguidoras de la red social del joven actor, los demás… paciencia.
¿Qué le habrá atraído realmente a Ashton Kutcher del guión de Amante a Domicilio? ¿Habrá sido la oportunidad de mostrar su faceta humorística de forma más sutil y al mismo tiempo un perfil dramático usualmente poco conocido, o el hecho de poder tener sexo desaforado con la primera “bomba” que se cruzaba en su camino, y hacer la gran vida en una de esas nuevas mansiones (Spread) de Los Angeles? Hay que admitirlo ¿quién no querría tener la vida fácil de Nikki (Kutcher) al menos por un día? Nikki es un vago, un vividor, un gigoló. Pero no como Richard Gere. Realmente, Nikki vive de las mujeres. No tiene hogar fijo. Seduce a la primera cuarentona atractiva, adinerada, adicta al sexo que encuentra en un boliche y se planta en su casa, al tiempo que tiene aventuras con jóvenes modelos que encuentra en el camino. Nada le falta a Nikki. Tiene labia, una cara bonita y estilo. Cerebro no necesita. Cuando su último “levante” Samantha (Anne Heche), deja su casa sola, Nikki no duda en hacer grandes fiestas y cosechar numerosas seguidoras. Todo funciona a la perfección. Lujos, comida, pileta. A cambio, solo debe “cumplir” sexualmente. El problema surge cuando se enamora de Heather (Levieva), una mesera de un cafetería, que, al principio lo rechaza, y después empieza a jugar con él de la misma forma que él juega con el resto de las mujeres, haciéndose desear, prometiendo que lo va a llamar y no lo hace, hasta que pronto ambos sucumben el uno por el otro, lo que le trae como consecuencia perder la “vida fácil”. La primera parte del film de Mackensie empieza “interesante”. El retrato de la vida sexual de Los Angeles es superficial, pero despiadado, misógino, satírico. Un poco más explícito de lo que generalmente suelen ser las películas hollywoodenses, aunque no tiene la sequedad ni frialdad de las anteriores películas de su director. Más bien, parecen postales sexuales de calendario, lidiando con una soft movie, un poco más divertida. Ya en El Joven Adam, especialmente, Mackensie ponía a un joven mujeriego y violento (Ewan MacGregor) que usaba a las mujeres como mejor le convenía. En ese sentido, Nikki cumple el mismo rol pero con una clase social elevada, en contraste con el protagonista de la anterior, que sucedía en la clase obrera y pesquera británica. Aún con similitudes con películas adolescentes cínicas similares como Las Reglas de la Atracción de Roger Avary, se nota que la mirada de Mackensie es alienígena. Entre la comedia y la crítica, aunque no demasiado mordaz, se pueden apreciar buenos momentos hasta que Nikki conoce a Heather, y la interpretación contenida de Kutcher ayuda a que esto suceda. Incluso hay que reconocerle dos planos secuencias (el primero en el que muestra el proceso de levante en un boliche, el segundo en una pileta) realmente inusuales en el cine estadounidense. El problema surge cuando encuentra a Heather. En este punto, la narración se vuelve completamente inverosímil, cuando muestran tan ingenuo a Nikki, y al tomar por tonto al protagonista parece que se está subestimando la inteligencia al espectador. Las situaciones toman un carácter previsible y de mediocrísima comedia romántica estadounidense. Como si en el medio se hubiese cambiado de director sin aviso. La estética se vuelve televisiva, y las escenas sexuales, poco riesgosas. Los pocos e interesantes logros de la primera mitad se vuelven olvidables ante cursis y estereotipados diálogos. A medida que se “normaliza” Nikki, sucede lo mismo con la película. El final agridulce, a lo Mujer Bonita u otra similar película ochentosa, no hacen más que confirmar la poca imaginación del guionista y realizador para terminar una historia, aun cuando el último plano, resulte interesante y simbólico, lo visto en los previos 45 minutos, no terminan de convencer. Kutcher, como productor y protagonista, intenta mejorar su promedio con respecto a anteriores interpretaciones. Pero no logra ser convincente todavía en su perfil más dramático / romántico. Puede mejorar, aunque le salía mucho mejor, el Kelso de la serie That’s 70s Show. Como le dice Samantha, “solo es un muchacho con cara bonita”. Por otro lado, decepcionan bastante el resto del elenco. Anne Heche demuestra, con el paso de los años, que solamente ha mejorado físicamente. Mientras que la prometedora Levieva (la bomba sexual de Adventureland) no puede sostener un protagonismo, ni siquiera como contraparte de Kutcher. A esta chica le falta mucho camino para transitar, y sin duda fue elegida por tener “otros” talentos. Al final, la película es un espejo de la vida lujosa de Los Angeles: superficialidad, buenos cuerpos (todos artificiales) y sexo fácil. Por lo menos las películas “soft” son más honestas en sus pretensiones.
La cortina se cae poco después del inicio de la película. Hasta ese momento, podíamos creer que Nikki es un bon vivant en el lugar ideal para darse la buena vida, Los Ángeles. Pero Nikki nos deja ver, muy a su pesar, que a la vida de fiestas y mujeres se accede únicamente actuando de la manera más hipócrita y falsa, que no todo es placer, y que él se vale de su propio cuerpo para sobrevivir en una jungla donde lo único que importa es el estatus social, y a nadie parece importarle nada del otro. Cuando se cae la cortina, y Nikki deja de ser (a los ojos del espectador) un sujeto híper seductor para pasar a ser un pobre tipo, la película revela su interés dramático. El problema es que Ashton Kutcher es un actor bastante limitado, que no puede salir de su rol de galán y del eterno adolescente que encarnó en la éxitosa serie That 70’s show y en las películas que le sucedieron. Aunque la película empieza siendo una suerte de comedia despreocupada con un vividor que se instala en la casa de la mujer que acaba de conocer y no le importa otra cosa que no sea organizar fiestas y conocer chicas, y rápidamente se muestra como un drama, con el mismo hombre tratando de redimirse apelando a sus sentimientos por primera vez, Kutcher carece de la ductilidad necesaria para pasar de un registro a otro con total naturalidad y verosimilitud. Para colmo, el aspecto romántico no ayuda demasiado. La historia de amor entre los dos tramposos, los dos adictos a mantener una vida falsa que les provee techo y comida, avanza a los saltos en medio del retrato de Nikki, mientras trata de ver de qué manera puede dejar de ser un mendigo sin volver a colocarse el cartel de “vividor”. Más allá de que hay un interés romántico concreto, y que este se enfrenta a la necesidad de ambos de aferrarse a un buen pasar, la historia romántica se pierde, y el dramatismo que conlleva este aspecto queda anulado, en gran parte por la pobre interpretación de Kutcher, que le quita sustento a todo. Spread es una interesante pintura del universo de hipocresía y superficialidad de Hollywood Hills, donde los “buscavidas” conviven con los ricos y famosos, y se camuflan entre ellos. Pero esta pintura pierde fuerza al optar por un viraje dramático terriblemente obvio, que se empeña en subrayar las miserias de ese mundo, cuando le bastan pocos trazos para hacernos entender la falsedad que se impone en la búsqueda del estatus social. Y finalmente, el relato se desorienta al intentar esbozar una historia de amor, y al darle al personaje protagónico el rostro de piedra de Kutcher, que le aporta cierta frescura a Nikki mientras este se muestra como un exitoso seductor, pero le pierde pisada al personaje cuando lo vemos intentando sobrevivir en un universo al que no pertenece.
Nikki (Ashton Kutcher) es un joven que quiere una vida fácil, vivir cómodamente en Hollywood y sin trabajar. Para alcanzar ello, apela a su atractivo sexual, que cautiva a todas las mujeres a su alrededor, logrando incluso, vivir de una cuarentona que le permite quedarse en su casa. Pero la vida sorprende a este joven cuando se enamora de Heather (Margarita Levieva) quien, curiosamente, utiliza la misma metodología que él. Que el sexo y el dinero son las dos grandes debilidades del hombre, y que se puede renunciar a todo cuando llega el amor parecen ser los dos claros mensajes de Amante a domicilio. Sin embargo, el argumento es débil, por no decir insignificante. Parecería ser que toda la película está sostenida sobre las escenas de alto voltaje que se transforman, de alguna manera, en la razón de ser de este film.
Divino decadente Una comedia con mucho, pero mucho, sexo. Ideal para tu piel de verano. “Este es el lugar donde sabía que iba a terminar, porque la verdad que soy un flaco muy lindo” nos cuenta Nikki (interpretado por el pirata de Ashton Kutcher, famoso por darle y darle a Demi Moore). El “lugar”, por supuesto, es Beverly Hills y Nikki vive de las minas. Sus días consisten, básicamente, en hacer nada y salir de gira por las discos caras de la ciudad para fornicar con todo lo que se cruza. De laburo, ni hablar. Duerme en la mansión de una cuarentona muy dable, que lo mantiene nada más que por el único atractivo que tiene: la tripa gorda. Claro que todo lo bueno algún día termina y para Nikki eso ocurre cuando se enamora de una moza de bar que resulta ser una versión femenina de él mismo. La peli es una sucesión de fiestas en casas carísimas donde Nikki se pasa por la piedra prácticamente a todo el elenco. La recomendamos por sus abundantes desnudos femeninos y derroche de dunga dunga, ideales para ver acompañado.