Lecciones del corazón Una vez que se anula la dosis de misterio y seducción en la pareja de Mecha (Claudia Cantero) y Ofelia (Mara Santucho), cualquier componenda pone al descubierto no sólo la naturaleza compleja de los sentimientos, sino también la interpretación que cada una asume en torno a la libertad. Mecha tiene otra, que se llama Ana Laura (Carolina Solari). Dos caminos se abren, como abismos, a partir de esa revelación. Así comienza Amar es bendito, con el conflicto bien arriba. Liliana Paolinelli es la directora de la película pensada para intérpretes en ambiente íntimo, foco que trasciende los elementos realistas del contexto. La pareja sobrevive por un pacto que la lleva a probar soluciones parciales, engañosas y, por momentos, patéticas. No se trata simplemente de un triángulo amoroso consentido. Amar es bendito ofrece los supuestos de la relación abierta y muestra las consecuencias en las protagonistas. La cuestión se complica con la presencia de Mario (Carlos Possentini), amante de Ofelia conseguido a fuerza de mucha voluntad. Las actrices están magníficas. Claudia Cantero afianza su capacidad para generar climas con economía de recursos. Junto a ella, Mara Santucho va creciendo en el rol de la mujer que no quiere terminar la relación después de siete años de convivencia. Carolina Solari aporta la sensualidad. En tanto Possentini reproduce el perfil de un hombre encontrado al voleo, que en el fondo desprecia el dilema de las mujeres y busca sacar provecho sin miramientos. Mario es torpe, indiferente y calculador, cae como peludo de regalo y la pasa estupendamente. Paolinelli se concentra en los rostros y en imágenes en el espejo, o mira desde lo alto a los personajes que se mueven en el tablero de las combinaciones amatorias. ¿Amor o deseo? Su comedia (para algunos es un drama) apuesta también al humor. Aquello que comienza como drama y mueca se transforma en sonrisa aun cuando Mecha y Ofelia sufren sin disimular. La película de Paolinelli se ocupa de la conmoción afectiva que supera el tema de la infidelidad, al mostrar hasta dónde pueden sostenerse las convicciones. No hay en el guión subrayados sexistas ni exposición sobre el amor homosexual. La directora se permite un título que queda a gusto del consumidor, irónico y elusivo. Además, resuelve la comedia con un final, débil en relación al desarrollo, pero efectivo, con la banda del Negro Videla a todo volumen. Las penas del corazón siempre quedan en el pasado. Y a llorar a otra parte.
Tercer largometraje de Liliana Paolinelli, una de las perlas que se suma a la muy buena producción del cine argentino de este 2013. Paolinelli, estrena en Buenos Aires Amor Bendito, que se suma a sus dos largos anteriores, Por sus Propios Ojos (2008) y Lengua Materna (2010). Vistos en perspectiva podemos pensar que uno de los temas recurrentes de esta directora es su foco en los vínculos afectivos y su mayor o menor distancia con los estereotipos y miedos, ajenos pero también, propios. Una vez más, como en Lengua Materna, se percibe el excelente trabajo de actrices que realiza Paolinelli, el trabajo previo que hay detrás de cada escena, que destaca en las actuaciones. Las actrices, en especial Mara Santucho y Claudia Contreras, presentes en el film anterior, tienen una comunicación entre ellas muy particular, que sostiene muy bien ese límite por el que transitan frente a la imposibilidad de la ruptura. El decir de Santucho y las caras de Contreras provocan un diálogo de alta teatralidad que hace al clima especial e íntimo de la película. Lo interesante de esta nueva película es la progresión que va adquiriendo, como si los personajes fueran tanteando hasta dónde se animan. El conflicto se plantea desde un comienzo y casi sin querer: el desgaste de una pareja de chicas que afirma a una tercera en cuestión, con cierta inercia que suma pero no corta, y así van en alegre montón, poniendo de relieve las contradicciones que encierra, me atrevo a decir en todos los casos, el amor y el compromiso con el/la otra. Hasta aquí la historia puede parecer pequeña, y lo es, pero no es para nada sencilla. Cómo la resuelvan será muy parecido a cómo se resuelven en la vida real los desamores, los poli amores y las fidelidades. La película acierta en el vuelo que toma, problematizando el encuentro y desencuentro que proponen las relaciones vinculares. Si en Con sus propios ojos y en Lengua Materna la marginalidad del amor era clave (en el primer caso en la relación entre un preso y una mujer libre frente a los prejuicios sociales y en el segundo en la relación de dos mujeres frente a la madre de una de ellas), aquí ya estamos frente a una historia donde el género de los personajes y la tipología amorosa no es problema: los celos, la posesión, el poliamor o la práctica swinger no provocan un conflicto extra en la historia de estas chicas por enmarcarse en relaciones lésbicas. En este sentido hay una superación de la matriz del conflicto desde la aplicación o ruptura de un mandato externo. En Amar es bendito las formas de ser ya no piden permiso, los personajes se mueven libremente, con el sólo límite de sus propios prejuicios, pasiones y negociaciones. Con un apenas melodramático que diluye toda posibilidad de castigos, culpas y vergüenzas, la película acierta a desnaturalizar el amor presentándolo en toda la irracionalidad de los deseos. El final a toda cumbia instala un gesto paródico que es un acierto total de la película, con la “engañadora engañada” y perdiendo las esperanzas, pero que en la escena final establece un guiño con nosotrxs lxs espectadores, el de las certezas que, como en la letra de Willy Colon, como en el amor y en el cine, siempre hay algo que aprender porque siempre faltará un texto por vivir.
El amor y el desencanto Si bien se trata de películas distintas puede establecerse un nexo conceptual entre el segundo opus de la realizadora Liliana Paolinelli, Lengua materna (2010) y este tercer largometraje también protagonizado por las actrices Claudia Cantero y Mara Santucho, Amar es bendito porque a la conflictiva de la aceptación de la mirada ante una relación lésbica, que era el eje dramático de la segunda película, ahora se le superpone el desgaste de la convivencia de la pareja y las relaciones tóxicas que giran alrededor cuando no se puede romper un vínculo amoroso. El titulo que puede reinterpretarse desde un punto de vista irónico remite a todo lo contrario para el desarrollo de una trama que adopta cambios de registro abruptos y constantes como parte de un juego que la propia Paolinelli parece establecer con el espectador y en el que se subvierten a veces estereotipos en un relato por momentos anárquico, con altibajos, pero en el que se deja abierta la puerta a la reflexión sobre lo que acontece en pantalla y el efecto que eso pueda provocar en cada espectador. No estamos en presencia de lo que podría encasillarse apresuradamente como cine lésbico a pesar de que las protagonistas sean en definitiva dos lesbianas, Mecha y Ofelia, quienes apuestan a las relaciones casuales y al intercambio sexual con una tercera Ana Laura –Carolina Solari, amante de Mecha- y un hombre –Carlos Possentini, amante de Ofelia- porque los planteos exceden cuestiones de género, o no se limitan a los códigos de ese tipo de cine por lo general en la doble dirección de la culpa y la redención. Tal vez lo que a esta altura ya debería considerarse, superado el prejuicio de cierta mirada conservadora (como le ocurre a Claudia Lapacó en Lengua materna), como parte de una naturaleza diferente y singular pareciera que en el film de Paolinelli formara parte no de lo natural sino del artificio, algo así como un metadiscurso expuesto en la propia película que le juega en contra. Amar es bendito por momentos adopta un tono de teatralidad que se enfatiza quizás improductivamente en un guión que las actrices Claudia Cantero y Mara Santucho respetan a rajatabla y eso le resta dramaticidad además de generar interferencias con la apuesta a lo espontáneo con algunos diálogos que si bien son atractivos desde las palabras desentonan en ese contrapunto entre la coloquialidad y la altisonancia. Por un lado, el tercer largometraje de la directora cordobesa rompe moldes y estructuras establecidas para construir desde una mirada no complaciente del amor, intuitiva y entregada a los humores de sus actrices, un derrotero distinto para sus protagonistas, Mecha y Ofelia, pero por otro al avanzar en un terreno un tanto ambiguo, donde la incerteza domina la acción y el deseo explota, condiciona de cierta manera la chance de tomar una dirección que encause la historia para trascender la anécdota y así quedarse a medio camino entre la reflexión crítica de los convencionalismos y la transgresión de las formas cinematográficas.
Una película que a pesar de tener mucho corazón no se le puede negar la existencia de sus falencias. Hacer una película es algo tremendamente complicado para los argentinos, y siendo una sociedad macrocéfala como la que somos, el esfuerzo es doble para los que eligen encarar una producción por fuera de Buenos Aires. Afortunadamente, esta es una tendencia que poco a poco está cambiando, con ejemplos rotundos como los de San Luis, Mendoza, y Córdoba ––el caso de la película que nos compete––. Ahora bien, aunque la existencia de estas películas es motivo de celebración por poner sobre la mesa una diversidad que mucha falta le hace a nuestro cine (por lo menos en el sentido de la locación), la cuestión narrativa sigue siendo un motivo de preocupación. ¿Cómo está en el papel? Amar es Bendito cuenta la historia de Mecha y Ofelia, dos mujeres que han estado en pareja durante los últimos siete años. El conflicto se presenta cuando Mecha incurre en una infidelidad y Ofelia, para equilibrar las cosas, sugiere tener su propio amante. La complicación surge cuando ese amante es un hombre. Gene Wilder decía que un buen guion es como construir una pared de ladrillo a la cual le tenés que dar un mazazo. Si se resquebraja, es porque tenés que reescribir. Este guion, desde lo estructural es un muro de ladrillo bien construido; se sabe y se siente donde vienen los puntos de giro. Pero las fallas ––el resquebrajamiento al que se refiere Wilder–– son principalmente diálogos acartonados y carentes de subtexto, sumados a acciones forzadas ––hay ocasiones en que no se entiende por que los personajes hacen lo que hacen–– y alguna que otra escena que no suma ni resta a la situación (como la de la banda de cuarteto al final de la película). A pesar de estos defectos, puede destacarse que la película no es para nada pretenciosa; por ejemplo, el tema de la orientación sexual de las protagonistas esta encarado con total naturalidad, sin hacer mención a la “caza de brujas” o a un “soy lo que soy”. Es un verosímil que el espectador lo toma o lo deja. Esta es una simple historia de enredos que perdió el camino. Esta es una película que fue incuestionablemente escrita con el corazón, pero no le supo, no le pudo o no le quiso dar lugar a la cabeza para que reescriba. ¿Cómo está en la pantalla? De lo técnico no hay mucho que criticar, pero tampoco mucho para elogiar. Puede entenderse; esta es una película donde es lógico que se luzca lo interpretativo mas que otra cosa. Se ve bien, hay coherencia en el montaje, los diálogos se oyen y son legibles, pero nada más que eso. No obstante, es mi penoso deber reseñar el aspecto interpretativo de la película. Y digo penoso, porque se siente que las intérpretes se pusieron la camiseta y lo dieron todo, pero tristemente el saldo final es mas que desparejo. Las actuaciones son poco creíbles y alcanzan ciertos niveles de exageración que uno puede darse cuenta que están calibradas mas para el teatro que para el cine. Hay habilidad pero falto exploración, de los personajes y de la puesta en escena. Conclusión Una propuesta nada pretenciosa, destacable por su sentido esfuerzo y una correcta factura técnica. Pero no se puede evitar señalar que esta historia pudo haber llegado más lejos con mas reescrituras y una puesta en escena más pensada.
Todo es cuestión de ver medio vaso lleno o medio vaso vacío, así parece que ven la vida Mecha y Ofelia, las protagonistas de Amar es Bendito, tercer largometraje de Liliana Paolinelli. Aceptar las cosas como son, y mirarlas a partir de ahí. Hablamos de las relaciones de pareja; pero también se puede tomar la misma actitud frente al film. Hay una tradición en el cine argentino de afrontar temáticas supuestamente tabú y explotarlas desde un ángulo que juega con lo zafado, lo liviano, y hasta la sátira, recordemos, por nombrar ejemplos relativamente recientes El Favor de Pablo Sofovich o Dos más Dos de Diego Kaplan. La realidad es que esa expresión rara vez suele dar resultados felices, y más en esta oportunidad en que la sociedad ha avanzado lo suficiente como para que la diversidad de sexo deje de ser tabú. Ahí están, Mecha (Claudia Cantero), recicladora, y Ofelia (Mara Santucho) que pareciera ejercer de ama de casa. Ambas forman pareja, pero en la primer escena ya vemos que las cosas están mal. Es el aniversario, y ante una inocente pregunta de Ofelia, Mecha confiesa una infidelidad; se está frecuentando con una maestra de jardín de infantes (Carolina Solari), y aparentemente, por más que llora y pide perdón, no hay intenciones de abandonarla... a ninguna de las dos. Ofelia acepta la realidad, perdona, pero ante la reiteración, corta por lo sano. No, no deja a su pareja, le anuncia que ella también saldrá a buscarse amante; y lo encuentra, en un empleado municipal (Carlos Possentini). Así las cosas, la historia sigue avanzando con una relación cada vez más distanciada entre Mecha y Ofelia, y los dos costados, que se van relacionando hasta formar una simbiosis de pareja de cuatro, o cruce de parejas permanente. Paolinelli, que también se encargo del guión, elige un registro diferente al de sus anteriores trabajos, Por sus propios Ojos y Lengua Materna, drama y comedia dramática respectivamente. Esta vez se inclina por una comedia de acciones (creemos) pretendidamente absurdas, hasta podríamos decir un grotesco medido, o una sátira. Mecha y Ofelia viven todo tipo de situaciones disparatadas, la historia a cada minuto se aleja más de hechos realistas para embarcarse en rumbos extraños. El principal problema, es que lo expresado en el párrafo anterior no es seguro que haya sido intencionalmente. Amar es Bendito es una película a todas luces fallida, los diálogos llevan a la risa, pero no por su comicidad sino por la incoherencia implícita, los errores de continuidad se suman a pasos agigantados, y hay situaciones que son imposibles de tomárselas seriamente. Hay momentos en que pareciera remar el género dramático, pero es tanto lo cargado que es imposible analizarla desde ese lado. Amar es Bendito se toma todo tipo de licencias, filmar gente caminando en cuatro patas por una plaza, otros que van y vuelven de Paraguay en pocas horas tras ser atropellados por una bicicleta, y hasta personajes que toman decisiones fuera de la lógica. El asunto es que en un momento, esto empieza a jugar a favor del resultado, cuando ya aceptamos lo que estamos viendo, cuando vemos el vaso medio lleno, podemos disfrutar de una película bizarra, no hay otra palabra que la exprese mejor. Cantero y Santucho han probado ser actrices de gran nivel, pero acá, al igual que el resto del escaso elenco, lucen deslucidas al tener que lidiar con tamañas situaciones y diálogos. Retomando el punto inicial, es una actitud de vida y una actitud frente a la pantalla, Amar es Bendito puede ser disfrutada como un gran disparate, o puede ser observada desde la seriedad y afrontar los resultados, lejos de ser los mejores.
Una pareja de mujeres entra en crisis cuando irrumpe la infidelidad. Las soluciones al dolor son las de abrir la relación. La engañada tendrá su relación heterosexual, intentarán confraternizar entre heridas e ironías, con una resolución que no sorprende. Buenas actrices, algunos momentos muy logrados.
La corrosión del amor. La construcción de la pareja es nuestra cultura es un proceso a largo plazo en el cual la rutina y el roce cotidiano corroen la tolerancia y merman de a poco la paciencia. En una sociedad donde todo lo solido se desvanece en el aire y el amor es un producto más, ofrecido por el mundo del espectáculo a todos en la forma de publicidad de una vida de resignación nihilista, una relación amorosa no es más que una ficción fugaz. Amar es Bendito es una producción independiente nacional cordobesa escrita y dirigida por Liliana Paolinelli que indaga en la crisis de una pareja a partir de la aparición de una tercera en discordia que trastoca la relación. El film cuestiona las formas de representación de las relaciones amorosas en el cine actual, pero no pone en tensión los significantes que construyen el discurso amoroso real.
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Todos con todos Liliana Paolinellii (Lengua Materna, 2010) propone una temática muy de moda: la pareja del mismo sexo que atraviesa un momento de crisis. Para resolverla, hay que experimentar, así que no faltarán las relaciones lésbicas, heterosexuales y tríos que aparecen porque sí y desaparecen del mismo modo. Situado en la provincia de Córdoba, el film narra la historia de Mecha (Carolina Solari, Verano Maldito, 2010) y Ofelia (Mara Santucho, Salsipuedes, 2008), una pareja que atraviesa un momento de crisis que comienza cuando Mecha revela que tiene una amante. Ahora tendrá que elegir entre Ofelia y Ana Laura (Claudia Cantero, La mujer sin cabeza, 2008). Desde que Mecha revela su infidelidad (confesión que se genera en la primer escena del film) las decisiones y reacciones de los personajes se van desarrollando de un modo insólito. Los personajes parecen títeres de una voz exterior que les indica que hacer y que decir. Ellos obedecen, hacen lo que esta voz invisible ordena, pero no parecieran comprender la razón de su accionar y ni hablar del espectador, a quien no se le ofrece ninguna herramienta que provea explicaciones. Los personajes de Ofelia y Mecha están correctamente construidos, siendo Ofelia (interpretada con mucha naturalidad por Mara Santucho) quien aporta los momentos más simpáticos del film. La dinámica de pareja que plantea Liliana Paolinelli, comienza siendo interesante, pero la aparición de los personajes de Ana Laura y Mario, que son quienes irrumpen en la cotidianeidad de su relación, contribuyen a la mediocridad de Amar es bendito (2013), ya que por un lado, Mario reúne todas las características del antagonista de un clásico melodrama de Hollywood, mientras que Ana Laura es sumisa y carente de personalidad, cambiando de amante como si se tratara de figuritas. Todo pareciera darle exactamente lo mismo. Técnicamente, Amar es bendito funciona, a través de planos secuencia que nos sumergen en las situaciones intimistas que la directora propone, pero las incongruencias en el relato son tantas, que solo pueden dar como resultado, un espectador que saldrá del cine confundido y molesto.
Los vericuetos del deseo femenino En su tercer largometraje después de Por sus propios ojos (2008) y Lengua materna (2010), la cordobesa Paolinelli describe la crisis que se desata en una pareja de lesbianas (Mecha y Ofelia) que lleva siete años junta cuando una de las dos confiesa una infidelidad. La presencia de una tercera (Ana Laura) derrumba la aparente solidez del vínculo y allí es donde empiezan a surgir -cual efecto bola de nieve- rencores, resentimientos, despechos, fantasías y revanchas (¿venganzas?) que llevan a los personajes (cuatro en total, porque también aparece un hombre violento y abusivo) a vivir situaciones cada vez más extremas. Por su temática, por su narración y hasta por su tono, Amar es bendito es un film difícil y provocador. No es que pretenda ser un trabajo intelectual o su estructura sea impenetrable para el espectador común (tiene incluso varios momentos logrados de humor), pero la guionista y realizadora apela a actuaciones, diálogos y situaciones bastante oscuras, inquietantes y asfixiantes que lo alejan del realismo y que hasta pueden resultar un poco chocantes. Hay ciertos parlamentos y algunos aspectos de las interpretaciones que me resultaron un poco forzados y antinaturales, pero aun cuando me costó creerme del todo los vericuetos, derivaciones y alcances de la trama reconozco la convicción y la audacia (la narración bordea lo policial, lo fantástico y regala incluso una coda musical) que hay en Amar es bendito, película que ratifica a la prolífica Paolinelli como una de las directoras más sensibles -sobre todo en su exploración del deseo femenino- del panorama actual.
En la misma semana, llegaron a la cartelera porteña dos películas del llamado "nuevo cine cordobés". Y las dos con temáticas relativamente similares. Si El tercero aborda con sencillez y convicción el asunto de una sexualidad libre y vinculada sobre todo con el placer a través de una pequeña historia protagonizada por tres hombres, en Amar es bendito también hay un trío, pero aquí se trata de mujeres. Y la diferencia entre ambas no es sólo ésa: la de Liliana Paolinelli es una película mucho más convencional, por momentos desconcertante y cerca del final, decididamente disparatada. Aquí, el triángulo se arma entre una mujer de mediana edad que no se decide entre su pareja, con la que convive hace siete años, y su amante. Las tres se ven envueltas en una trama bastante bizarra que pendula entre la comedia y el policial, a partir de la aparición de un hombre antipático y machista que pondrá en evidencia tanto las grietas de una relación que entra en una crisis que parece terminal como algunos patrones de conducta que reproducen los peores vicios de la mayor parte de los vínculos amorosos desgastados: caprichos, sumisión, ocultamientos, pequeñas venganzas. Obligadas a lidiar con textos de notoria artificialidad, las actrices apelan a un registro plagado de subrayados, cercano al que es más habitual en las tiras televisivas, y pilotean como pueden las exigencias de un guión que no se caracteriza por la lógica. Directora de otros dos elogiados largometrajes, Por sus propios ojos (2008) y Lengua materna (2010), Paolinelli apuesta esta vez a un tono que no remite al cine independiente pensado para festivales ni tampoco al de las producciones de la industria. Esa inclinación por la anomalía es probablemente el mayor mérito de una película que, sin embargo, en más de una oportunidad queda presa de una anarquía que la hace trastabillar, perder el rumbo, antes que profundizar en una pretendida indagación en el lenguaje cinematográfico
Los sentimientos en la piel Mecha y Ofelia, pareja estable desde hace siete años, viven su propia comezón en la escena inicial de Amar es bendito. Ocurre que desde hace tiempo Mecha le es infiel a Ofelia con otra mujer, razón más que suficiente para que surjan recriminaciones, discusiones, planteos, en fin, aquello que pasa siempre en una pareja donde aflora semejante crisis de sinceridad. Pero sucede que Mecha quiere a Ofelia, pero también a Ana Laura, motivo por el que la mujer traicionada propondrá una estrategia para no quedarse sola. O sí, tal vez conozca a un hombre para que Mecha muera de celos. O acaso más adelante los cuatro tengan oportunidad de conocerse. Liliana Paolinelli apuesta fuerte por la búsqueda de la felicidad y por bucear en los afectos, encontrados o desencontrados, donde la incertidumbre triunfa ante la certeza y la inestabilidad emocional desnuda a los personajes de manera honesta, explorando en cada una de sus virtudes y, también, en sus defectos. Paolinelli cruza ejes de un culebrón televisivo con tópicos de la comedia de situaciones, más los excesos válidos que constituyen el melodrama, todo ello con una puesta en escena realista que elige los planos medios como imperiosa necesidad formal. Por eso, Amar es bendito es una más que interesante película no sólo por lo que muestra sino también por eludir esquemas fagocitados en esta clase de historias. En ese collage estético y temático, donde la narración aparece des-centrada para causar sorpresa en el espectador, el film gana puntos: nada es lo que parece ser en la historia que se cuenta, y por esa razón, son bienvenidos los constantes cambios de tonos, géneros y climas que conforman a la pareja constituida por Mecha y Ofelia con sus dos ocasionales parejas. ¿O acaso se trate de un juego entre näif y perverso? Lengua materna y Con sus propios ojos –diferentes una de la otra– ya mostraban a una directora preocupada por escarbar en los géneros, confirmación más que alentadora en las idas y vueltas afectivas de Mecha y Ofelia, personajes interpretados por Claudia Cantero y Mara Santucho, ambas extraordinarias a través de sus frágiles y queribles criaturas.
Infiel e infeliz Tomar riesgos, en este cine con cada vez menos ideas, es un mérito y una necesidad, pero también puede ser una trampa. Sobre todo en un tema tan caminado como el de la crisis de pareja, el eje de Amar es bendito, la última película de la cordobesa Liliana Paolinelli. Enrolado en el Nuevo cine cordobés (¿hay uno viejo?), el filme alterna buenas y malas en su elogiable búsqueda de lenguaje propio. Mecha (Claudia Cantero) y Ofelia (Mara Santucho), una pareja de lesbianas, atraviesan una crisis que no termina de aflorar tras siete años de convivencia. La manera que encuentra la realizadora de hacerla visible es a través de un rebuscado statement : “En el séptimo año la libido decae y empiezan las infidelidades”, declama Ofelia. Con la excusa desata la tormenta y se hace visible uno de los tropiezos de la película. Los diálogos. Superado ese golpe, el relato mejora mientras avanza. Resulta que Mecha estaba agazapada y revela de inmediato un amor infiel, donde las fortalezas y debilidades de ambas se van poniendo a prueba. El aburrimiento, el desgaste, las ataduras, ¿están en la pareja o en uno mismo? Las respuestas aparecen en las soluciones desesperadas, a veces inverosímiles, que ensayan los protagonistas. Los amantes de Mecha y Ofelia, espejos de su autoestima, son la llave para desatar angustias y culpas por vivir en un engaño. Para el público cordobés, hay más guiños. Mara Santucho es la cantante de Los cocineros y en escena también aparece El Negro Videla, uno de los cuarteteros famosos de la docta. Otra historia. La central es esta crisis de angustia, la de Mecha que, como la película, toma riesgos. Tensando el vínculo de pareja cualquiera sea el final.
Infidelidad y aburrimiento Mercedes y Ofelia (Claudia Cantero, Mara Santucho) llevan siete años de convivencia. Con el tiempo se fue perdiendo la magia, y una de ellas a salido a buscar otras experiencias, despertando los celos de la otra, como así también la curiosidad. Después de varias idas y venidas la pareja se da permiso para salir con otras personas, algo que con el tiempo se va poniendo cada vez más retorcido y un tanto perverso, y que lleva a la pareja a situaciones complicadas de las que les será difícil volver. El planteo no es malo, y muchas parejas se lo hacen cuando después de un tiempo todo se vuelve demasiado monótono, pero en la película la situación está llevada de modo poco creible y las actuaciones no ayudan a que el planteo sea interesante. Con buenas intenciones y malos resultados, esta comedia no hace reír demasiado, y si nos queremos poner serios tampoco hace una reflexión interesante sobre la pareja, la homosexualidad y la convivencia.
El dolor como un motor de aprendizaje La directora dibuja con justeza el desmoronamiento de una pareja de mujeres desde un punto en el que las mira y acompaña sin jamás enjuiciarlas. Las actrices Claudia Cantero y Mara Santucho se lucen entregando hasta sus ojos a los personajes. Ofelia se depila en el baño de su casa. El maquillaje resalta sus farolazos verdes y el rouge, un par de labios carnosos que dibujan una sonrisa pícara, dejando entrever que semejante esfuerzo de producción tiene como destinatario a su pareja desde hace siete años. La otra parte, sin embargo, responde a la seducción confesando un engaño con otra. La escena posterior es de un realismo desolador: son, al fin al cabo, dos seres que sienten la extinción progresiva del amor aun a su pesar, que procuran embarcarse en la aventura de poner en palabras los vericuetos insondables del corazón. Lo anterior bien podría corresponder al desenlace de cualquier película sobre el descascaramiento de una relación, pero se trata del inicio de Amar es bendito, sorprendente opus tres de la cordobesa Liliana Paolinelli. Sorprendente por la elección de su punto de partida, pero también porque debajo de esa premisa anida un compendio de particularidades que abarcan desde una narración libertaria e impredecible hasta la focalización naturalista en un tema que, todavía hoy, hace arrugar la nariz de aquellos portadores de idearios sociales decimonónicos. Porque la pareja de Ofelia se llama Mecha, y la otra, María Laura. El film propondrá una elipsis de seis meses para encontrar a Mecha (Claudia Cantero) trabajando en su taller textil. Ofelia (Mara Santucho, uno de los rostros emblemáticos del llamado Nuevo Cine Cordobés) la visita y le propone ir a dormir una siesta juntas, síntoma de que la infidelidad es un triste recuerdo relacional. Esto aunque ambas carguen en las miradas el peso de una herida. Punto a favor, entonces, para las actrices, quienes entregan hasta los ojos a sus personajes. Pero Mecha sigue viéndose con su amante. Todo indica que la separación es inminente. O no: a partir de ahí, Ofelia se obligará a acostarse con un hombre con el único fin de enrostrárselo a su pareja. Pareja con la cual, vale aclarar, sigue compartiendo el techo. La irrupción de María Laura y del flamante encame masculino completarán las coordenadas de un cuarteto amoroso cuyo derrotero será un crescendo de situaciones por momentos forzadas –habrá intercambio de parejas, robos e incluso un secuestro–, aunque siempre motorizadas por la preocupación de Paolinelli por la suerte de sus mujeres. Es coherente la decisión de la cineasta de ubicarse en un justísimo punto medio, mirándolas y acompañándolas sin jamás enjuiciarlas. “Me interesa explorar algún problema”, aseguró la directora en estas mismas páginas. En ese sentido, y si la distribución y exhibición de cine argentino no fuera un auténtico cocoliche de desprolijidades, podría pensarse el estreno simultáneo de El tercero y Amar es bendito como dos narraciones cuyos planteamientos son complementarios. Es que si en la primera Rodrigo Guerrero propone un universo plástico cuyas criaturas (una pareja homosexual y un adolescente al que conocieron en un chat) parecen moverse regidas por lo pulsional, el deseo y el juego, la realizadora de Lengua materna apuesta por otro mucho más desprolijo, cotidiano y auténtico, en el que lo físico es casi un aspecto secundario. Esto dicho no porque se esfume la viabilidad de una atracción, sino porque los comportamientos impulsivos de las chicas se cifran como anticuerpos ante la certeza del virus de la rutina y la rotura de un vínculo. Así, el “problema” que explora Paolinelli va mucho más allá del mero arrojamiento a los placeres carnales; el “problema” son los sentimientos contrapuestos, la incertidumbre ante lo no recíproco y, como bien remarca un justísimo y sorprendente desenlace, la certeza de que en la escuela de la vida, el dolor es el principal aprendizaje en cuestión de amores.
Ofelia & Mecha & Ana Laura & Mario Hace unos días murió Paul Mazursky, director y guionista que tuvo su pico de fama allá por los 70’s, especialmente con una película muy en clima de época como Bob & Carol & Ted & Alice (que en verdad es del 69). Aquella hablaba sobre cierta sexualidad libertaria que comenzaba a asomar y dejaba de ser tabú: dos parejas, cruces, dudas, placer, deseos, inseguridades. Casi medio siglo después, Amar es bendito pone en evidencia un poco eso mismo pero distinto: la heterosexualidad ha sido trastocada por una sexualidad menos acotada en géneros, y ahora dos lesbianas experimentan con sus emociones en un cruce que atraviesa el lesbianismo pero también la heterosexualidad. Al fin de cuentas, dice la directora Liliana Paolinelli, el horizonte sigue siendo el mismo: el dolor que genera la inseguridad y el no sentirse deseado. Ofelia y Mecha atraviesan su crisis del séptimo año. Mecha la engaña a Ofelia con Ana Laura. Pero a los lógicos trastornos que esto genera -y que la película deja inteligentemente en una charla inicial y en una elipsis de seis meses-, la directora no traspone el obvio triángulo amoroso con sus vértices entre la osadía de lo nuevo o la seguridad del hogar, sino que lo completa con un cuarto en discordia (Mario) para sumar profundidades y aristas de género, tanto sexuales como cinematográficas. Porque Amar es bendito mezcla con una coctelera gigante dosis iguales de melodrama, comedia neurótica y thriller. Y si bien el resultado no es todo lo satisfactorio que uno espera, la apuesta es lo bastante interesante como para no apreciar los riesgos que corre la directora. Paolinelli trabaja con esmero la angustia y el deseo femenino. Multiplicado y exacerbado, aquí, por tres personajes que luchan contra sus propios deseos. La película propone ese vínculo lésbico desde el primer minuto, por lo que en ese sentido nada luce demasiado forzado ni explicativo: en una sociedad donde el matrimonio entre personas del mismo sexo es algo que la propia Constitución habilita parece ya un poco tonto tener que explicarse. Mecha y Ofelia viven juntas, desde hace siete años. A lo que vamos a asistir es a su propio derrumbe como pareja. Y eso es importante aquí: Ofelia y Mecha no son una calentura, son una pareja constituida. Es verdad que Paolinelli toma varios caminos alternativos para llegar hasta ese final. Algunos son satisfactorios (una salida de “a cuatro”), pero otros resultan un tanto antojadizos y hasta faltos de timing (toda la subtrama policial): incluso parece haber una apuesta subterránea al disparate en su trama acumulativa y por capas, pero que no termina por definirse del todo y eso hace que Amar es bendito por momentos luzca bastante confusa en su tono (especialmente en la última media hora), con actuaciones que por momentos son desparejas o se salen de registro. De todos modos, la directora no se achica y dobla la apuesta en el final-final, donde aparece subrepticiamente lo musical para redondear de manera oral algunas ideas que andaban revoloteando por ahí sobre el amor, el desamor y diversas angustias existenciales.
Un par de cuestiones. “Amar es bendito” empieza bien. Parece teatro filmado pero los diálogos están ajustados, los personajes son verosímiles y queribles. La dinámica de las dos protagonistas contiene una película: el contrapunto de personalidades, el dolor y la alegría bajo un mismo techo, aún cuando se habla de terceros que no están en pantalla. Incluso, por lo despojado de la puesta en escena, el film tiene ecos de drama intimista. Sin embargo, cuando se introducen otros jugadores este componente se diluye. Las protagonistas son tan adorables que mantienen el relato a flore, pero en el transcurso hay una serie de elementos que no funcionan. Los actores que van apareciendo están más descuidados desde la dirección y no le aportan a “Amar es bendito” el ritmo que la película pretende. Es que una vez que dos nuevos personajes se introducen, se intenta ir hacia las formas de la comedia de enredos, con cruces constantes entre los jugadores. Pero se trata de una repetición de encuentros que francamente termina por cansar. En este punto, si la película de veras no pretendía ser cómica, tampoco llega a convencer el elemento dramático porque se pierde la verosimilitud. Desde el lugar de la realidad, las decisiones de los personajes dejan de ser creíbles o enteramente justificables, los diálogos se revelan como menos trabajados. Entonces, ¿qué queda? Al no estar claro un centro dramático que se diluyó, uno quisiera refugiarse en la comedia, pero los elementos no se disponen. Y la puesta, demasiado realista quizá, tampoco hace más comprensible la posibilidad de que el film esté intentando, previa decisión tomada, dirigirse hacia el completo disparate.
Hay en “Amar es Bendito” (Argentina, 2013) un intento por parte de su directora Liliana Paolinelli, de crear un clima romcom casi disparatado en medio de una trama de conflictos de amor entre mujeres. La naturalidad de la relación está muy lograda, pero lamentablemente con sólo eso no basta para llevar y cerrar de una manera coherente y limpia un filme. “Amar…” es una película que despierta risa y por momentos vergüenza ajena. Porque por los temas que plantea Paolinelli no es, por ejemplo: Woody Allen (y perdonen si soy muy ambicioso o exagerado con la comparación), y bien que podríamos estar dentro de una de sus neuróticas y dinámicas películas, y mucho menos sus intérpretes (Claudia Cantero, Mara Santucho, Carolina Solari, Carlos Possentini) son el dream team que Allen diseña para cada uno de sus filmes. En “Amar…” hay una pareja, Mecha (Cantero), más racional e instrumental, y Ofelia (Santucho), la afectiva y sentimental, que está atravesando la comezón del séptimo año. Para superar la “asfixia y la muerte” que siente en esa relación (según las palabras de una de ellas) Mecha le plantea a Ofelia la posibilidad de “abrir” la relación. Ofelia se vuelve loca y no quiere saber nada con el planteo, y mucho menos luego de enterarse que Mecha ya hace tiempo que la engaña con la bella Ana Laura (Solari). Elipsis mediante, al tiempo Ofelia engaña a Mecha con Mario (Possentini), sí, un hombre, y allí ambas comienzan a realizar un intercambio de parejas, como un intento de salvar lo suyo, que no terminará de la mejor manera. Quizás, y siendo benevolente, con más producción (escenarios, objetos, vestuario) y con una amplitud de los planos (muy cerrados todos, que generan claustrofobia) y de los espacios (todo sucede puertas adentro), como así también la generación de diálogos más interesantes (acá las palabras atrasan años y no coinciden con la idiosincrasia que presenta Paolinelli en la pantalla) el resultado de “Amar…” sería otro, porque en realidad ya estaríamos hablando de una película completamente diferente. Pese a todas las limitaciones anteriormente mencionadas, la naturalidad con la que construye el desparpajo y la libertad de Mecha en sus decisiones y su relación con Ofelia, se contrapone con la misoginia y violencia del personaje de Possentini (que hasta es descripto como un “conocedor” de las armas e hijo de policías). También llama la atención dentro de este exponente del cine queer el recato y el cuidado de las imágenes que muestra (besos y caricias solapadas). A esto hay que sumarle la “irrealidad” de algunas situaciones (Ana Laura es “atropellada” por una bicicleta en la ruta, cómo son atadas en determinado momento Mecha y Ofelia) que, sumado a los saltos de continuidad, de eje y las imágenes sucias van deconstruyendo el verosímil que en algún momento “Amar es Bendito” se propuso crear.
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