Un audaz thriller erótico con Renato Quattordio La ópera prima de Daniel Werner es un intenso thriller erótico donde se entrecruzan sexo, engaños, mentiras y secuestros con la supuesta historia de amor entre una profesora y su alumno. Joan (Renato Quattordio) es un adolescente de 16 años, hijo de un juez, que mantiene una relación secreta con Luciana (Romina Richi), profesora de arte en el colegio al que asiste. Una mañana al llegar a su clase se entera que ese será el último día de ella en la institución educativa. Crisis mediante, ella lo cita a una dirección equis y ambos terminan "huyendo" a Córdoba. Se instalan en una chacra y Joan vive esa experiencia como una luna de miel. Pero no todo es amor y sexo, sino que pronto descubrirá que está siendo víctima de una situación extorsiva que por razones obvias no vamos a revelar. Werner construye una película que comienza como una coming of age y que hace foco en la historia de amor prohibida entre un alumno y su profesora para, de manera lenta y paulatina, pasar al thriller erótico, con sexo y desnudos a raudales. La historia mantiene el punto de vista de Joan y toda la información que el espectador recibe es la misma que maneja el personaje. Pasados tres cuartos de hora, y con el ingreso del personaje de Rafael Ferro, la trama dará un vuelco y el thriller más puro se apoderará de un relato que poco a poco se tornará cada más intenso y siniestro. Uno de los grandes logros de la película es un guion que no deja cabos sueltos y si bien, en un principio, ciertas situaciones pueden resultar inverosímiles, basta con hacer memoria y detenerse en escenas a priori insignificantes: la de la pileta de natación, las fotos de él dormido en el auto, la mochila en el agua… para entenderlo todo. Joan y los espectadores manejan igual información, que no es la más importante de la historia, sino que la misma estará siempre fuera del campo visual y sonoro de ambos, y será recién en el final cuando la verdad se descubra y todo adquiera un nuevo sentido. Tanto para él como para los espectadores. Un minucioso y provocativo trabajo de guion del binomio integrado por Daniel Werner y Diego Avalos a la hora de decidir como querer contar la historia y que riesgos narrativos y estéticos asumir, un dispositivo de eslabones que de no estar bien encadenados podría haber derivado en un caos. Amor bandido (2021), que se complementa visualmente con la sugestiva fotografía de Manuel Rebella, es una grata sorpresa, por más de que al final descubramos que vimos una película que contaba una historia que no fue la que en realidad creímos ver.
Hay dos películas claramente demarcadas en Amor bandido. La ópera prima de Daniel Werner se presenta como un relato de iniciación erótico en el que un chico escapa con su profesora de arte del colegio secundario a una solitaria casa en Córdoba para vivir un romance tan tórrido como prohibido: Joan (Renato Quattordio) tiene 16 años y Luciana (Romina Richi), 35. Con las hormonas a flor de piel, el viaje asoma con momento de intimidad y altísimas dosis de sexo, escenas que Werner musicaliza con los inefables violines de fondo. Todo indica que Amor bandido será una película sobre el descubrimiento y la pasión irrefrenable, sobre una pérdida de inocencia voluntaria y anhelada por ese chico que no se lleva del todo bien con sus padres. Pero, sobre la mitad del film, la aparición de un supuesto hermano de Luciana (Rafael Ferro) hace que Amor bandido pegue un viraje hacia el thriller. No conviene adentrarse en las motivaciones detrás de su llegada, pues allí anida una de las sorpresas del film. Lo cierto es que Werner suma más capas de perversión y muchísima maldad, con torturas psicológicas y físicas hacia ese chico desorientado. El resultado es un film irregular pero impredecible, un curioso relato hecho de cursilería y sequedad, amor adolescente y crudeza.
Potente relato iniciático en el que un joven, deslumbrado por la belleza y pasión de una mujer mayor que él, se verá envuelto en un relato de traiciones, abusos, desconciertos, en el que sólo habrá una manera para escapar. Gran debut del productor Daniel Werner en la realización, transitando el cine de género con solvencia y profesionalismo.
Joan (Renato Quattordio) es un adolescente de clase alta, hijo único que vive en una mansión con su severo padre, un juez de la nación con quien tiene una relación tirante, y con su indulgente madre la cual no tiene a la vista ninguna actividad productiva. Joan acude a un exclusivo colegio privado y es allí donde cumple una de las fantasías más recurrentes para un adolescente hormonalmente activo: tener un affaire amoroso con una profesora, en este caso su profesora de arte Luciana (Romina Richi). Una relación que obviamente debe mantenerse en la clandestinidad porque los treinta y pico de ella y los 16 años de él no solo convertirían a ese vínculo en una fuente segura de escándalo sino que la ponen a Luciana directamente fuera de la legalidad. El otro problema para Joan es que no está solamente caliente con la profesora como en la canción de Van Halen, sino que está legítimamente enamorado de Luciana y, con su irrefrenable e irreflexiva pasión adolescente, la considera el amor de su vida y sufre por no poder estar abiertamente con ella. Por eso, cuando se entera que Luciana renuncia a su puesto y se va de viaje, se le viene el mundo abajo. El mismo día de la noticia, en uno de sus encuentros clandestinos, conciben el plan de escaparse por unos días a una casona en el medio del campo perteneciente a la familia de ella. Como esta escapada debe lógicamente mantenerse en secreto, nadie sabe el paradero de ambos. A poco de llegar, Joan se va a enterar que Luciana no es quien dice ser, que no fue llevado allí para tener una vacación romántica, y que se verá obligado a crecer de golpe no solo para superar el desengaño sino para salvar su vida. La premisa del romance alumno profesora ha sido fuente habitual para comedias picantes en épocas menos preocupadas por la corrección. Recordar por ejemplo Lecciones privadas (1981) con Sylva Kristel (Emmanuelle) haciendo de tutora y amante en una película que en un contexto muy diferente guarda sin embargo con esta algunas similitudes argumentales. Amor bandido no toma sin embargo esta vertiente liviana y de hecho no hay casi nada de humor en toda la película. Se trata de un film de climas oscuros, con una puesta en escena fría y gris y con la idea de generar una sensación de amenaza. Los momentos luminosos, si se los puede considerar así, son los que conciernen a la pasión de Joan y son percibidos así por su mente enamorada, que es lo que termina también justificando los varios momentos cursis. El primer largometraje como director de Daniel Werner, quien cuenta con una amplia carrera como productor, no pierde el tiempo y nos ahorra los momentos previos de seducción para presentarnos la relación ya consumada y concentrar el relato en unos pocos días lo cual acentúa la sensación de urgencia, aunque ya desde temprano va presentando indicios de que Luciana tiene otros planes en mente y toda la situación dista de ser algo espontáneo. La historia lleva fatalmente al choque entre la inocencia del amante imberbe y la sordidez y crueldad de un mundo al cual hasta entonces no había tenido que enfrentarse en la seguridad de su hogar acomodado, con lo cual se convierte también en una suerte de coming of age acelerada y a la fuerza . El otro elemento que tiene que ver con esta pérdida de la inocencia es el sexo. En buena medida porque es lo que le permite a Luciana tener un control sobre su joven e ingenuo festejante. El film se presenta entonces también como un thriller erótico, con algunas escenas de sexo y desnudos, aunque en una medida más discreta, cuidando de no caer en el sexplotation, quizás porque el subgénero tan en boga en los 80 y 90 ya no está bien tan bien visto como entonces. El film se sostiene sobre todo en su elenco principal, en las convincentes actuaciones de Quattordio y Richi, su pareja protagónica, y en las del tercero en discordia interpretado por Rafael Ferro, quien viene a inyectar sordidez y violencia. Su problema mayor es que a partir de cierto punto se vuelve predecible y toma casi todas las decisiones más o menos esperables, además de un verosímil cuestionable. Werner hace un collage donde mezcla el erotismo y el film de crecimiento, pero sobre todo se trata de un thriller de manual que por momentos es tenso y atrapante y por otros bastante obvio. AMOR BANDIDO Amor bandido. 2021 Dirección: Daniel Werner. Intérprete: Renato Quattordio, Romina Richi, Rafael Ferro, Mónica Gonzaga, Sergio Prina, Santiago Stieben, Patricio Penna, Carlos Mena. Guión: Diego Avalos, Daniel Werner. Fotografía: Manuel Rebella. Montaje: JP Docampo. Dirección de Arte: Andrea Benitez. Dirección de sonido Nahuel Palenque. Música Mariana Aulicino. Producción ejecutiva: Daniel Werner. Duración: 80 minutos
Amor Bandido: Enamorarse de la persona equivocada puede ser doloroso Un joven y su despertar Amor bandido, de Daniel Werner, viene a rescatar un género algo olvidado en la cinematografía argentina: el thriller. Si a eso le sumás una relación tóxica, un menor de edad con una mayor de edad (que además es su profesora) y un tercero en discordia… nada puede salir bien. ¿De qué va? Joan (16) es un joven ingenuo y enamoradizo, hijo de un importante juez nacional muy adinerado. Ambos llevan una relación familiar conflictiva. Un día Joan decide escaparse junto a Luciana (35), una hermosa mujer que trabaja como profesora en su colegio. La pareja viaja hasta una casona en el campo para dar rienda suelta a su amor. Pero pronto él descubre con horror que ha caído en una trampa. Ahora Joan deberá luchar para salvar su vida, descubriendo en el camino el lado oscuro del amor. Joan (Renato Quattordio) vive en una burbuja. Dejó de vivir su vida cuando se enamoró. Pero no es cualquier amor, es uno prohibido, excitante y pecaminoso. Un alumno y su profesora. Un escape. El horror. Todo es extrañeza en el principio, Joan se entera que su amante se retira del colegio, renuncia. No le importa haber dejado su cotidianeidad, sus vicios y sus espacios de comfort (como es el caso del instrumento que toca, y que sus padres le reclaman haber dejado de hacerlo), está pensando con la otra cabeza. Con esa con la que se toman malas decisiones. Luciana (Romina Richi) es mayor de edad, se la ve algo triste y ansiosa. Aprovecha al máximo su sensualidad y la explota al máximo cuando está con su graduado. Pero no suena Mrs. Robinson, no… en este mundo él escucha Wos y ella Charly García. Esa diferencia generacional se vuelve relevante a la hora de la decisión. Ella tiene que huir. Alguien la persigue. Cual si fuese Garganta Profunda (el informante, no sean malpensadxs) deja en un departamento con algunos muebles y mala iluminación una serie de instrucciones para Joan. La única solución es huir, acompañadxs, juntxs, en pareja. Es dejarlo todo por el todo. Pero todo es mentira. Ya en el viaje, a una vieja casona en provincia de Buenos Aires, nos damos cuenta que las intenciones de Luciana son non-sanctas. Duerme a Joan sin que él sepa hasta donde viajó. Lo engatusa con sexo, con promesas vanas, lo encierra y lo hace sentir deseado. Hasta que llega Gustavo (Rafael Ferro). Él cae herido a la casona. Se presenta como hermano de Luciana. Pero a los minutos, el aire comienza a cambiar. Hay un tema de poder, de secreto, de venganza. Amor Bandido tiene una vuelta de tuerca más. Es una película muy física que juguetea con el erotismo, pero no es el eje de su trama. Termina siendo un thriller policial, con una historia de amor prohibido en el medio. La utilización de la casona permite explotar al máximo ese espacio, para convertirla en protagonista y prisión al mismo tiempo. La sorpresa aparece hacia el final, y tiene muy poca construcción. Lo que nos hace pensar “¿qué está sucediendo?” y para cuando uno entiende… la película terminó. Sin embargo, es un buen regreso a un género que supo engalanar las pantallas en los 90s, y que con las crisis siempre regresa. Y esperemos también revitalizar más al erotismo, que siempre es hipnótico al verlo en pantalla gigante.
El plano que abre la película -un plano aéreo, sobre un campo desolado y tétrico, apenas iluminado por la luz de la luna- no hace más que acentuar, bajo el siniestro sonido de la música, el clima opresivo que la obra forjará a mitad de relato. Amor bandido, de Daniel Werner, es un film engañoso, doloroso, sentido. Relato de iniciación, coming of age crudo, a su vez que uno de amor erótico, traición y muerte. Joan es un joven de 16 años, edad que forja el culto a la masturbación, los primeros amores, conflictos familiares y rebeldías varias. Mantiene en el anonimato un romance con Luciana, su profesora de Arte: una especie de Señora Robinson de El graduado, o del Oliver de Llámame por tu nombre, si se quiere. Claramente el secreto de dicha relación se basa en la diferencia de edad de ambos y la posición individual e institucional (alumno/profesor) a la que pertenecen. Joan, por lo que intuimos, no tiene una buena relación con los padres ni está contento con su vida escolar. Los deja atrás cuando se lo demandan las hormonas, disparadas por la edad, y la profesora-amante. Él está perdidamente enamorado. Ella al parecer también, aunque sus comportamientos distan en base a su edad. Joan es impulsivo, ansioso, torpe. Ella, todo lo contrario: relajada, dubitativa y experimentada. Cuando Joan lleva su incompleta maqueta de Poseidón a clase, ella hace un comentario que parece una toma de posición ante la mala construcción narrativa y estética de mucho cine: mira uno de los tantos trabajos y dice: “Deberían pensar en representarlo de una manera más metafórica, no tan directamente”, a su vez que observa al joven. Cuando se acerca a él para calificar su trabajo, se le ríe en la cara. Intuimos, entonces, sabe de representaciones simbólicas, y nosotros, de un posible metalenguaje bien ejecutado. Joan, ofendido, pero más conmocionado por saber que Luciana abandonará el recinto antes de lo previsto y su labor como profesora, huye dramático y furioso. Luego ambos se encuentran a escondidas y planean, dejándose llevar por las tripas, bien en caliente, escapar a la casa que ella posee en Córdoba y pasar un tiempo ahí sin que nadie los vea. Entre toqueteos, histeriqueos y dudas, se van nomás. La represión de liberar o expresar socialmente dicha relación sujeta a los individuos a sucumbir ante la adrenalina que despierta mentado comportamiento, en oposición ante la ética y la moral, pero también porque el cine los obliga a pecar ante la mirada del espectador, más preocupado por la suerte de los personajes y su amor prohibido que por lo ilícito del asunto. Amor bandido deja toda moralina de lado y centra su atención en un crudo relato de suspenso, que se va construyendo a la par que las sospechas sobre sus sórdidas vueltas de tuercas o revelaciones se manifiestan ante nuestros ojos. Los cuerpos desnudos, el sexo pasional, el erotismo, lo prohibido, lo oculto, son parte de un relato físico, sanguíneo, sudoroso. Sin ir más lejos, el cine es eso: cuerpos, materialización de ideas, símbolos, lecturas. Las imágenes que abren la película, por el uso del montaje, la cronología y la concatenación entre escenas, parecen una suerte de pesadilla premonitoria de la que Joan despertaba. Nada más alejado de la realidad -o de la construcción cinematográfica, mejor dicho-. Porque sin saberlo, el joven, una vez en la casa, en medio de la nada, alejado de todo, es víctima de un secuestro perpetrado por ese lobo disfrazado de Luciana y otros dos individuos, uno más animal, enfermo y violento que el otro. La pesadilla del inocente cordero comenzó. El giro que adquiere el film es sórdido, oscuro y un tanto desconcertante. El engaño está perfectamente planeado ya que el espectador obtiene la misma información que Joan: el film está visto desde su perspectiva inocente e inexperta. El cambio de escenario, de la ciudad al espacio rural, no hace más que crear un laberinto para un joven que debe hacerse hombre en circunstancias extraordinarias, como un relato de iniciación cuyo terrible sendero indican un destino funesto y tormentoso. El uso del agua en duchas, la maqueta de Poseidón, la pileta en la casa de Córdoba, acentúa mecanismos rituales interesantes, muy bien encastrados, sutiles e inteligentes. La película, como suele pasar en el cine clásico, pone en primer plano los procedimientos cinematográficos más significativos, clausurando las funciones discursivas innecesarias que pueda tenerlas de manera voluntaria o involuntaria, pero que no atentan en la composición visual total. No distraen del disfrute, del goce. En donde falla Amor bandido es en la falta de tensión en determinados momentos, como si algunas situaciones se resolvieran de manera rápida y fácil, sin alargar, tensionar las cuerdas del tiempo y su ejecución que pudieran hacer de la experiencia algo más intenso. Fuera de eso, la película es un viaje de ida y vuelta a un infierno demasiado real, reconocible y para nada aleccionador. Eso hoy en día es mucho.
“Amor bandido” de Daniel Werner. Crítica. Tras un paso por el BAFICI y una larga espera a fin de ser estrenada en los cines, llega “Amor bandido”. La primera película de Daniel Werner, podrá verse, además de en los cines, en la plataforma Cine.ar, de manera gratuita por una semana. Protagonizada por Romina Richi y Renato Quattordio, y con la participación de Rafael Ferro. Una sinuosa trama, llena de sexo, crimen y buenas actuaciones. Joan pareciera ser un joven que lo tiene todo, una familia bien acomodada, asiste a un colegio importante y además está enamorado de su profesora de plástica. La relación es correspondida y durante el fin de semana largo de semana santa, ambos se escapan a la casa que ella tiene en Córdoba para dar rienda suelta a sus pasiones. Pero aquí nada es lo que parece y Joan pronto descubrirá que su vida se encuentra en peligro. En un comienzo parecemos habitar la fantasía idílica de un joven lleno de hormonas y una mujer con pocos escrúpulos. Pero poco a poco, el sueño erótico estudiantil, de encamarse con la profesora comienza a transformarse en una terrible pesadilla. El joven, papa caliente, a quien, su despertar sexual le tira más que una manada de caballos, cae en la trampa de su estuprosa profesora. Pues no podemos obviar que él sigue siendo un menor de edad. Tal vez parezca menos impresionante al tratarse de un joven viviendo el sueño o porque los actores son claramente mayores de edad. Por un lado la celebración de que vuelva a mostrarse el sexo en pantalla, que el cine moderno poco a poco comenzó a obviar y casi pareciera una autocensura. Por el otro, el tipo de relación estuporosa que se mantiene y pareciera atentar la desmantelación de un tema tabú. Empero al ser el personaje de Romina Richi tan ambiguo en sus deseos y utilizar el sexo como una herramienta de coerción, no se ve a la relacion como algo positivo. Si no más bien todo lo contrario, tenemos a un adulto en una situación de poder que no hace más que abusar del mismo una y otra vez. Así mismo la trama se desarrolla a fuego lento, hasta que hierve y al rebalsar se apaga el fuego. Durante poco más de la mitad del film no pareciera pasar nada más que romance para luego explotar el thriller que venía empollando. Encausando en un desenlace a la velocidad de la luz, que no se compara con su aletargado inicio. Nobleza obliga, todo fotografiado de una manera excepcional, con la aplicación de zooms que tan bien acompañan a la espesa atmósfera. La dupla protagonista de Quattordio y Richi generan una gran química y Rafael Ferro nos deja con muchas ganas de ver más de él. Tenemos aquí a un director que sabe tanto lo que quiere como lo que hace, y además es muy bueno eligiendo a sus intérpretes. Con “Amor Bandido” comienza a caminar una carrera que afinando el lápiz en el tratamiento de los temas, puede llegar a ser más que interesante.
Amor bandido Con título de telenovela y espíritu de cine clásico, la ópera prima de Daniel Werner, resulta una sólida propuesta que va ganando fuerza en el desarrollo de sus 80 minutos. Werner es un realizador que tiene amplia trayectoria en el área de producción de peliculas. Werner Cine es la productora que funda en 2008 (Showroom, Tacones amarillos, El gran simulador). En el guión de Amor bandido, Diego Avalos y el propio Werner se preocupan por remarcar aquellos datos a los cuales el espectador deberá prestar especial atención para no perder nada de la trama, y esa escritura la construyen sin caer en subrayados groseros. Amor bandido parece ser una pelicula ligera pero no lo es. Correcta en su estética y su montaje, inicia con una escena que se dirige imperceptiblemente hacia un flashback: la historia de un amor prohibido (existe a esta altura esta categoria?) entre una profesora de secundario, casada, y un adolescente que intenta huir del desamor de sus padres. Un viaje a Córdoba los lleva a a vivir su amor-pasión en un lugar alejado de todo. Pareja, aparentemente despareja, tras varios pasajes de escenas eróticas irán virando su problema hacia otro lado. La visita de dos franceses a esa quinta apartada, parece ser la bisagra que produce este cambio consumado finalmente con otra visita inesperada. Para no adelantar nada de lo que pasa luego, sólo decir que Amor bandido no está nada mal, es una pelicula cerebral que liga piezas y encaja partes con una minuciosa rigurosidad. Aún cuando también las peliculas necesitan contener algo de metáfora que las hagan respirar un poco más. En Cine Gaumont Av. Rivadavia 1635 Función estreno Jueves 7 a las 20hs con elenco y director Del Jueves 7 al Miércoles 13 de octubre FUNCIONES DIARIAS A LAS 15, 17.30 y 20hs Entradas $45 jubilados, $90 general En Cine.ar TV Jueves 7/10 y Sábado 9/10 a las 22hs Canal 22.4 de TDA (Televisión Digital Abierta) DirecTV — Canal 512 Cablevisión — Canal 60/300 Telecentro — Canal 400/1049 y diferentes cables de todo el país En la plataforma Cine.ar Play Desde el Viernes 8/10 al Jueves 14/10 en forma gratuita
Un film que tiene como punto de vista el de uno de los protagonistas, un chico de 16 años que se deslumbra con la pasión que le despierta una profesora de arte que corresponde a sus ardores adolescentes. Ella lo invita a un fin de semana largo y él acepta entusiasmado sin pensarlo demasiado. Y lo que pinta como una suerte de “luna de miel” de una pasión prohibida, con escenas de sexo y algunos detalles llamativos, pronto se transformará en otra cosa. Para sorpresa del protagonista y el espectador. El guión del director en su opera prima, Daniel Werner, escrito junto a Diego Avalos es preciso y se abre como un rompecabezas de tomas y situaciones que encajan muy bien en el armado de lo siniestro, lo dual y lo violento. La película tiene climas muy bien logrados, escenas de género bien resueltas y sangrientas, así como osados momentos de pasión, con una gran fotografía de Manuel Rebella y buena dirección de arte. Renato Quattordio se luce como el adolescente atrapado en un conflicto peligroso y luego de gran riesgo, da muy bien su personaje aunque ya paso los veinte… Romina Ricci está perfecta en esa mujer inteligente, manipuladora, que no da puntada sin hilo pero que tambalea en sus pasiones. El resto del elenco responde con talento a un director que manejo muy seguro toda su creación.
"Amor bandido": algo más que un simple metejón. “Todos nos enamorados de la persona equivocada”, afirma con vehemencia la frase publicitaria de Amor bandido, ópera prima como realizador del experimentado productor Daniel Werner (La niña de tacones amarillos, Rerum Novarum, Boni Bonita). Hipótesis de difícil comprobación pero que, al menos en el caso de su protagonista, es absolutamente cierta. Joan -interpretado por el veinteañero Renato Quattordio, visto hace poco en Yo, adolescente– tiene dieciséis años y anda metido en una relación amorosa con su profesora de arte, quien lo dobla en edad y, como suele decirse, casi podría ser su madre. La película lo presenta en una típica situación cotidiana, en su cuarto, escuchando un tema de Wos mientras termina de armar una maqueta algo despareja. El padre del joven, un juez serio y severo, vestido de traje para leer el diario durante el desayuno, arranca el día con retos. Más tarde, en la escuela, la profesora Luciana (Romina Richi), que ese mismo día deja su cargo en la escuela, lo encuentra entre armarios y biblioratos, proponiendo un encuentro nocturno. Joan y Luciana se conocen hace tiempo y hace tiempo que sus cuerpos intiman. Eso es claro de entrada. También lo es que la propuesta de escape a una casa de campo en Córdoba, propiedad de la familia de la mujer, parece esconder algo más que una simple aventura. Ya instalados allí, ese amor prohibido por diferencias generacionales tendrá su correlato en un par de escenas de sexo jugadas a la vieja usanza del thriller erótico: movimientos corporales simulados, paneos lentos sobre las pieles, música de acompañamiento... su ruta. En paralelo, las suspicacias de Luciana ante la presencia de un par de turistas, la aparición de un arma de fuego, la preparación de un jugo de naranja señalan lo indefectible: Joan está allí por razones mucho más complejas que un simple metejón, situación que comenzará a confirmarse luego de la aparición de un familiar de la dueña de casa, un hombre rudo y misteriosamente herido en una pierna (Rafael Ferro). Werner maneja con cierto profesionalismo los hilos del suspenso y, a pesar de que Amor bandido se monta en gran medida sobre clichés vistos y oídos en millones de ocasiones previas, los ochenta minutos avanzan velozmente hacia el desenlace. Más que un thriller erótico, la película es una suerte de relectura del noir de viudas negras, aquellos relatos de mujeres peligrosas que, consciente o inconscientemente, llevan al borde del abismo a hombres (en este caso, un mozalbete) incautos y/o desprotegidos, desarmados ante el canto de sirena del deseo físico. Para cuando suena por segunda vez “La ruta del tentempié”, de Charly García, Joan ya aprendió que no todo lo que brilla es oro y que, a veces, es mejor concentrarse en esa yunta de bueyes llamada rutina.
Joan tiene dieciséis años y es el hijo de un importante juez nacional de clase alta. Los conflictos familiares generan una distancia entre él y sus padres. Con inocencia y lleno de deseo, Joan decide escaparse junto a Luciana, una profesora del colegio donde él estudia. Aislados de todo, en una casona, se lanzan a una apasionada relación sexual. La película narra esta relación entre un menor y una adulta, entre un alumno y una profesora, primero en el tono de una película erótica cargada de tensión, pero luego, vuelta de tuerca mediante, las cosas cambian en la historia y por lo tanto en el género del film. La primera parte no funciona de ninguna manera, en ningún nivel. La segunda, luego de la vuelta de tuerca, mejora un poco por la sorpresa y por complejizar lo que parecía una historia llena de lugares comunes. Esa mejora tampoco es tan notable ni hace que se vuelva una gran película. El resultado sigue estando muy lejos de ser satisfactorio.
Un romance prohibido mal resuelto Un romance entre una profesora sugerente y un pibe de 16 años ya trae consigo un buen augurio para una película que, además, se presenta como un thriller erótico. Bien, “Amor bandido” no cumple lo que promete y queda a mitad de camino entre la historia de amor, el thriller y, mucho más, entre el supuesto relato hot. Luciana (Romina Richi) es una docente que tiene enloquecido a Joan (Quattordio). Tanto que de la noche a la mañana se lo lleva un fin de semana largo a una casa de campo y el pibe desaparece de su casa como si nada. El director Daniel Werner estigmatiza demasiado a los padres de Joan, y los pinta como un juez distante y una madre inexistente para explicar los motivos por los cuales nadie se preocupa de buscar a un menor que desaparece de la faz de la tierra con el uniforme de la escuela y el tema ni sale en las redes. Pero el foco está puesto en el vínculo de Luciana y Joan, a los que le sobra química sexual, aunque no se muestre demasiado para que el filme sea “erótico”. Parece una luna de miel la estadía en la casa de campo hasta que entra en escena un amigo inesperado de Luciana (gran labor de Rafael Ferro) y ya nada será como antes. De a poco se irá descubriendo que detrás de aquel romance de la profesora y el alumno había un plan para secuestrar al hijo de un poderoso. Y la película empieza a perder consistensia a medida que los personajes se van desdibujando. El único que mantiene la esencia del tipo que le rompieron el corazón es Joan, en una composición lograda de Renato Quattordio. Pero eso sucede hasta que un giro del guión sobre el final le agrega otra arista a ese joven herido, más vinculada a la venganza y a la violencia, que no aparecía en el psique du rol de Joan, en otro paso en falso del guión que el director coescribió con Diego Avalos. En su ópera prima, Daniel Werner quiso contar la historia de un joven que se trasforma por amor. En ese proceso quizá le faltó sutileza para describir los desencantos del adolescente y expuso una mutación forzada en el cierre de la historia.
CONVIVENCIA FORZADA Como ocurre en muchas latitudes, hay un cine argentino que transita una medianía que se pretende ambiciosa o renovadora, pero que en los hechos se revela como un tanto conservadora. Es un cine que se sostiene en buena medida gracias a un sector de la crítica extremadamente complaciente, que mira para un costado cuando se trata de observar defectos muy obvios y que sobrevalora lo que a lo sumo son virtudes técnicas. A esa vertiente pertenece Amor bandido, ópera prima de Daniel Andrés Werner. Con lo erótico como paraguas estético y la iniciación como marco temático, el film es en su primera mitad una especie de drama romántico y -particularmente en su última media hora- un thriller policial y de escape. El relato se centra en Joan (Renato Quattordio), un joven de 16 años, hijo de un juez con el cual tiene un vínculo cuando menos conflictivo, que un día decide escaparse con Luciana (Romina Ricci), una profesora de su colegio con la cual tiene un romance clandestino. Ambos terminan arribando a una casona en el medio del campo, en la que se proponen amarse libremente y tratar de construir algo parecido a una existencia en pareja. Sin embargo, todo ese propósito entra en crisis y se revela como una trampa para Joan, cuando llega al lugar un familiar de Luciana, que tiene intenciones bastante más oscuras de lo que podría parecer al principio. Ya desde el comienzo se nota que Werner tiene una pericia apropiada para manejar el encuadre, la luz y el montaje, pero que eso no va a la par de un guión con unos cuantos diálogos impostados y actuaciones a las cuales les cuesta encontrar el tono pertinente. De hecho, la puesta en escena muestra mayor preocupación por la belleza en los planos que por darle una verdadera carnadura a los protagonistas y los conflictos que llevan adelante. Si en el film conviven elementos del relato de crecimiento, el cine noir, el erotismo y hasta algo de la feminidad confrontada con el machismo, lo cierto es que le cuesta una enormidad amalgamar todas esas vertientes. A tal punto que hay entre media hora y cuarenta minutos donde la película se muestra estancada, girando en el vacío y sin contar algo realmente relevante. Esa indecisión narrativa lleva a que, cuando la narración incorpora al personaje de Ferro como una barrera entre Joan y Luciana, asomándose a lo trágico, ya sea demasiado tarde, porque la empatía con los protagonistas está prácticamente perdida. Para colmo, el film suma en sus últimos minutos unas cuantas decisiones antojadizas y hasta inverosímiles, para terminar arribando a un cierre forzadamente poético y melancólico. En Amor bandido se pueden intuir algunos aspectos que podían haber permitido una película mucho más redonda e interesante, pero lo que prevalece es una acumulación de lugares comunes y decisiones fallidas.
Más allá de su título, que parece vender una novela de Cris Morena o un best seller romántico, la ópera prima de Daniel Werner, Amor bandido, es un curioso thriller erótico en el que nada es lo que parece. Joan (Renato Quattordio) es un adolescente de 16 años hijo de un poderoso juez y por lo tanto miembro de una familia adinerada. Soporta las exigencias de su recto padre, intenta llegar con los deberes de su escuela, toca el violonchelo… y tiene un affaire con una profesora. Con Luciana (Romina Richi) siente toda la intensidad del despertar sexual y se expone a su primera decepción romántica. Aunque sea extraño, polémico, peligroso incluso él se deja llevar por la situación sin planteárselo demasiado, dominado más que nada por las hormonas tan propias de le edad. Cuando Luciana amenaza con desaparecer, él la busca, la encuentra y deciden escaparse al menos durante un fin de semana largo a una casa familiar que ella tiene en las afueras. Pero lo que parecía algo idílico pronto empieza a tornarse cada vez más extraño hasta que otro personaje irrumpe entre ellos y revela lo que Joan no podía ver. La primera mitad de la película podría parecer la historia de un tórrido amor prohibido entre el adolescente y la profesora aunque Werner va dejando indicios en el camino, como si el hecho de que una mujer adulta se fuese con un adolescente no fuese suficiente, para que, cuando se revele la verdad oculta, ésta no resulte tan sorpresiva. Escaparse, esconderse, dos cuerpos que se desean y se entregan con seguridad al otro. Y la ingenua ilusión del adolescente enamorado que no concibe esto como mera calentura. Quizás porque, como dice una de las tías de Sabrina, la bruja adolescente, «cuando tenés dieciséis años, siempre es amor verdadero». Cuando la película termina de dar el volantazo y se convierte en un thriller más convencional pierde un poco lo atrapante y el tercer acto resulta bastante decepcionante para su propuesta inicial que se presentaba tan atractiva como osada. A esta altura todo se resuelve de manera apresurada y por momentos ridícula. El trío de actores principal cumple cada uno muy bien su rol, destacándose Romina Richi como esa mujer seductora y fatal, tan deseada como deseante, con bailecito a lo To Die For de Gus Van Sant incluido, esta vez con Charly García de fondo. Quattordio tiene la difícil tarea de pasar por estadios muy opuestos e intensos. Y Rafael Ferro con su irrupción entrega algunos momentos realmente incómodos. Werner rueda sus escenas de una manera muy prolija, desde los planos más abiertos hasta la intimidad de los cuerpos. La música es otro componente que, con una acotada pero potente selección, se queda con una al salir de la sala. La propuesta de Amor bandido es interesante y llamativa, en especial teniendo en cuenta lo poco que lo erótico se explora en el cine actualmente. Pero no se queda en eso y despliega una trama más oscura que pone en foco la pérdida de la inocencia. Aunque decaiga bastante en su último tramo, es una audaz ópera prima.