Reconocido en principio como actor, Taylor Sheridan se convirtió en el último lustro en uno de los guionistas más cotizados de Hollywood gracias a los éxitos de Sicario, Sin nada que perder (que le valió incluso una nominación al premio Oscar) y la reciente Sin remordimientos. Aquellos que desean mi muerte es su tercera incursión como director (cuarta si se incluye la serie Yellowstone) y primera protagonizada por una estrella como Angelina Jolie. Aunque no llega a las alturas de Viento salvaje, su anterior película como realizador, esta transposición de la novela de Michael Koryta trasciende sus lugares comunes a partir de una sólida narración que hace de esta historia de supervivencia una experiencia bastante intensa y por momentos extrema. El film tiene como protagonista a Hannah Faber (Jolie), una mujer que trabaja en el departamento de bomberos en un pueblo de Montana que sufre en carne propia la culpa por no haber podido salvar a tres preadolescentes durante uno de los tantos incendios forestales que ella y sus compañeros (todos hombres) suelen combatir y a los que llegan lanzándose en paracaídas desde aviones o helicópteros. Haciendo un paralelismo con su actividad laboral, la vida afectiva de Hannah también está en caída libre, pero la oportunidad de la redención en esos tiempos autodestructivos le llegará de la forma más inesperada, cuando al lugar arribe Connor (el expresivo Finn Little), un niño de 12 años que logra escapar de dos asesinos a sueldo (Aidan Gillen y Nicholas Hoult) que han acribillado a su padre (Jake Weber), un contador con información inconveniente para distintos grupos de poder. El chico tiene en su poder esos comprometedores datos y -en medio de la naturaleza salvaje y de un arrasador incendio- será ayudado por Hannah para escapar de esa cacería humana. Como buen guionista y narrador, Sheridan construye personajes con vuelo propio (allí están, por ejemplo, el sheriff local interpretado por Jon Bernthal y su esposa embarazada encarnada por Medina Senghore) y hace un excelente uso dramático de las locaciones boscosas envueltas en llamas, pero al mismo tiempo luce un poco dependiente de y hasta sometido por las fórmulas de géneros como el thriller de persecuciones, el western contemporáneo y el drama sobre personajes opuestos entre sí que deben unir fuerzas en circunstancias extraordinarias.
Aquellos que desean mi muerte me hizo acordar a las “películas evento” de la década del 90. Es decir, esas que sin ser de superhéroes y/o ciencia ficción venían con una gran campaña y hacían mucho ruido, tales como Twister (1996), Volcano (1997) o Dante´s Peak (1997). Y si bien aquí el desastre natural (intencional) no es lo principal, tal como lo fue en los ejemplos citados, sirve como excusa argumental y conflicto para su protagonista. Y aquí reside una linda interrogante para plantearse sobre este film, porque si bien -por razones obvias- el personaje principal es el que interpreta Angelina Jolie, queda claro que el verdadero protagonista e hilo conductor de la historia es el niño de 12 años (interpretado por Finn Little). Es a través de su personaje que todos los arcos interactúan (e importan). Acompaña un gran elenco compuesto por Jon Bernthal, Nicholas Hoult, Aidan Gillen, entre otros. La película tiene buen ritmo y entretiene. No pretende ser más de lo que es. El director Taylor Sheridan viene con una carrera interesante, su debut en la silla fue con la muy buena Wind River (2017), pero también se destaca como guionista en producciones tales como Hell on High Water (2016) y Sicario (2015).Y aquí vuelve a cumplir. En definitiva, es una buena opción dentro del maintream para escapar a las historias con capas e intergalácticas.
A los pocos minutos de iniciada Aquellos que desean mi muerte (Those who wish me dead, 2021) sabremos del derrotero psicológico y emocional de Hannah (Angelina Jolie), una mujer que arrastra la culpa de no haber podido rescatar a tres adolescentes de un incendio en medio de la naturaleza. Ella es, claro, bombero forestal, y en medio de un grupo de hombres sabe cómo hacerse respetar y que la cuestión de género no sea un impedimento para avanzar en su carrera. Pero esa pérdida irreparable, esa imposibilidad de volver al pasado para transitar ese momento con un final feliz, le devuelven de una manera potente en pesadillas y pensamientos, la finitud de la vida en el rostro de esos tres niños atemorizados, sabiendo que sus últimos minutos se acercan. Rápidamente la narración se traslada hacia la ciudad, en donde un padre y su hijo (Jake Weber, Finn Little) comienzan a escapar de un grupo de asesinos a sueldo, que desean obtener una información clave que poseen. En el medio, Hannah se topará con ellos, y como el pasado la angustia, no quiere una vez más tener que cargar con la culpa de muertes de inocentes, por lo que decidirá acompañarlos en su derrotero para salir ilesos de la situación. Con trazos gruesos, muy gruesos, el guion plantea el mundo de los buenos y de los malos, desarrollando únicamente en dos bandos la posibilidad de identificación del espectador. Es que acaso ¿es obligatorio que tengamos que generar empatía con los más desprotegidos? o la habilidad de un buen guion es la de impulsar que ese reconocimiento pueda ir para cualquiera de los dos lugares sin forzar un sesgo que obligue a direccionar la mirada hacia algún lugar de manera imperante. Lamentablemente aquí está esa obligatoriedad de identificación, y excepto por la pareja que encarnan John Bernthal y Medina Senghore, él, el sheriff del lugar, ella, su compañera embarazada, que logra transmitir verdad en cada una de sus apariciones (incluyendo sorpresa hacia el final con el empoderamiento de la mujer), a diferencia del resto del elenco que intenta contar este relato sabiendo que nunca se termina de consolidar su propuesta. Sheridan una vez más revisita el western, y más en el contexto de escenarios naturales que utiliza para envolver a los personajes, pero a diferencia de sus propuestas anteriores, sólo se detiene en recuperar el duelo como parte de la estructura dramática de esta película de escape y alianzas. El bien y el mal enfrentados, el sacrificio latente como idea de brindarle al otro la posibilidad de seguir adelante, solo parte de una propuesta que posee algunos aciertos, pero que en su constante cambio de género, de película de fugitivos a cine de acción más visceral y explosivo, resiente su intenciones de mostrar a Jolie como líder de este equipo, una mujer de hielo en medio del fuego, y de fuegos cruzados.
Varios nombres importantes se reúnen en Aquellos que desean mi muerte, la nueva película protagonizada por Angelina Jolie. El primero es el del director y coguionista Taylor Sheridan, responsable de los guiones de las elogiadas Sin nada que perder, Sicario (1 y 2) y la reciente Sin remordimientos, y de haber escrito y dirigido Viento salvaje, un thriller nevado de alta tensión que se estrenó en 2017. Sheridan tiene una gran predilección por los thrillers contundentes, directos, en los que la efectividad se imponga sobre cualquier elemento que entorpezca el ritmo narrativo. Al igual que los grandes maestros del cine norteamericano, Sheridan cree que una película debe narrar un argumento capaz de mantener hechizado al espectador, y que ese argumento debe estar enmarcado en un género reconocible, llámese western, thriller, acción o drama. En cuanto a Angelina Jolie, el otro nombre importante, hay que decir que su papel la devuelve a las correrías desesperadas (y desesperantes) de las películas de acción que supo protagonizar alguna vez, con un resultado aceptable, aunque con momentos innecesariamente inverosímiles e involuntariamente cómicos. También están los nombres de Jon Bernthal, Nicholas Hoult y Aiden Gillen, cuyos personajes intentan llevar adelante dos subtramas que se unen al final. Aquellos que desean mi muerte tiene como protagonista a Hannah Faber (Jolie), una mujer que trabaja en el departamento de bomberos de un pueblo de Montana y que vive con culpa por no haber podido salvar a tres niños en uno de los tantos incendios forestales que se producen en la zona. De hecho, una de las características del cuerpo de bomberos es que se lanzan en paracaídas desde aviones para poder llegar al centro de los incendios y apaciguar las furiosas llamaradas. Por otro lado, hay dos asesinos a sueldo que matan a un hombre que tiene una información secreta. A su vez, aparece otro personaje, Owen (Jake Weber), una suerte de contador con acceso a esa misma información. Cuando Owen se entera del atentado al hombre poderoso, se da cuenta de que pronto lo buscarán a él también. Por lo tanto, decide huir en auto con su hijo de 12 años (Finn Little). Luego de que los asesinos acribillan al contador en una ruta, el pequeño logra escapar y se cruza con Hannah, quien se encuentra depresiva en el medio del bosque. Los primeros 40 minutos son verdaderamente vibrantes porque logran sostener el suspenso y que la historia marche a paso firme, tomándose el tiempo justo para desarrollar a los personajes y algunas escenas extremas. Pero al desplegar dos o tres historias distintas, el director tiene que hacer malabares para llegar en forma hasta el final, donde empieza a dar manotazos a los lugares comunes del género y a recurrir a soluciones rápidas y un tanto traídas de los pelos. La colaboración en el guion de Michael Koryta, autor de la novela en la que se basa el filme, nos deja la sensación de que Sheridan no puede tener el control total de la historia. A diferencia de Viento salvaje, en la que mantiene el tono y el pulso de manera pareja, acá se ven los esfuerzos que el director tiene que hacer para darle fin, como si se le quemaran los papeles a último momento. Sin embargo, Aquellos que desean mi muerte no deja de ser una película que se disfruta sin inconvenientes, sobre todo en una pantalla grande.
CARGAR AL MENSAJE Tercera película dirigida por Taylor Sheridan, pero la segunda en la que también cubre su cargo como guionista. Con lo cual, casi automáticamente, Aquellos que desean mi muerte se catapulta como una potencial adquisición dentro del así considerado neo western americano de la década pasada, encabezado por obras como las del realizador en cuestión y S. Craig Zahler. Decíamos “así considerado” porque mayormente se habla de esta variante como si nunca hubieran existido películas como Arma mortal o la Asalto al precinto 13 de John Carpenter. De hecho, en este relato, como lo hizo Carpenter en el de 1976, Sheridan recurre al estilo y a la poética de Howard Hawks y no se demora en presentarnos a todos los personajes mucho antes de establecer los vínculos que hay entre ellos. A punto tal que mata a toda sorpresa posible en beneficio del suspenso: nos permite saber qué rol juega cada ser y lo que nos falta es saber cuándo y cómo van a converger los caminos entre cada uno de ellos. Contamos, así, con un hilo conductor a partir de la protagonista principal. Hannah Faber (Angelina Jolie) es una bombero paracaidista (o smokejumper) instalada como centinela en una torre de vigilancia, localizada en el medio de un bosque anónimo de Nuevo México. Solía salvar vidas arrojándose desde el cielo, hasta que por un error de cálculo tres jóvenes murieron durante un operativo liderado por ella. Atravesada por esta tragedia, Faber se priva de emplear sus recursos con finalidades ligadas a su formación, limitándose a realizar unos lúdicos saltos horizontales en paracaídas desde una camioneta en marcha, girando en el aire sobre su propio eje. Si se quiere sintetizar el argumento de la historia y compararlo al de un film de los últimos años, es como el de 1917. Un personaje traslada un mensaje desde un punto A hacia un punto B. En el medio -entre agua, fuego, madera y tiroteos- el mensaje transita por todo el recorrido y llega a su destino. Hay diferencias técnicas muy evidentes con el film de Sam Mendes (como la ausencia de un abundante plano secuencia) y otras de un orden más bien tácito (el hecho de que todos los protagonistas contemplan un descenso al infierno a lo largo del relato, ya sean forasteros o locales). Sheridan tampoco se abstiene de despojar a su figura heroica del uso efectivo de armas de fuego, como lo hiciera Brian De Palma en la ocasión que dirigió una Misión: Imposible. Ni de acercarla hacia el llamado al heroísmo con cierta reluctancia, causándole heridas simétricas a las que John McTiernan aplicó en el John McClane de aquella primera entrega en la que, al igual que Faber, nos lo presentan viniendo desde el cielo. Otra diferencia con la bélica de Mendes es que nos niegan la transmisión del mensaje una vez que se llega al punto B. En 1917, el personaje reposa sobre el tronco de un árbol porque ya transmitió el mensaje que le habían ordenado transmitir. Taylor Sheridan, en colaboración con Michael Koryta (autor de la novela referente), corta a los créditos finales antes de que los personajes sobrevivientes divulguen el mensaje con los noticieros destinatarios. Tranquila y libremente podemos tomar a este gesto como una burla a la supuestamente obligatoria necesidad moral de reflejar un mensaje en una película. Sin embargo, esto dista de ser un chiste vacío, ya que lo que más le vemos hacer a Faber –en diversos actos de supervivencia- es algo inherente al nombre de su oficio: ya sea en su sentido literal o criollo de nuestra región, ella cuenta con la destreza de saltearse el humo (recordemos, smoke–jumper). Nos reservamos el análisis de los rasgos del resto de los personajes. Ya había pasado con Viento salvaje y la aún vigente Yellowstone, en las que tenemos a un elenco con estrellas en papeles esperables, pero con leves curvas que les brindan un nuevo sabor sin alejarlos de lo conocido. Tal vez esta sea una definición más cercana a un casting perfecto, que la de hablar de rostros multifacéticos. Estamos ante todo lo que se puede esperar de una película de Taylor Sheridan, quien acaba de superar la prueba de fuego de compartir su crédito como guionista con otros dos colegas. Algo en lo que no terminó de triunfar en su anterior estreno de este año, pero sí en este y con la compañía de la mayoría del equipo técnico que lo siguió en la realización de su ópera prima simbólica.
Una bombera forestal paracaidista (Angelina Jolie) trabaja en los bosques de Montana junto con su grupo. Arrastra un trauma del pasado por no haber podido rescatar a unos niños de un incendio tiempo atrás. Pero la vida le dará una nueva oportunidad cuando deba mantener con vida a un adolescente que huye de dos asesinos que han matado a su padre y ahora van detrás de él. La película tendrá, claro un incendio forestal descomunal para agregar más elementos a la cacería. Aunque en varios momentos la historia tiene tensión y algo de diversión, mayormente maneja un tono inverosímil sin humor que hace ruido en casi todas las escenas. Angelina Jolie no parece en ningún momento la heroína que la película propone y eso vuelve aun más ridícula a la película. Y la película también falla cuando intenta, al comienzo, mostrar la vida cotidiana de los que arriesgan su vida protegiendo los bosques.
Taylor Sheridan («Wind River») nos presenta su tercera película como director en la cual emplea algunos recursos y lugares conocidos de thrillers de acción de los ‘80/’90 para igualmente deleitarnos con su habilidad como narrador, presentando personajes fuertes con motivaciones claras y algunos tintes de neo western que tanto le gusta utilizar en sus relatos. Sheridan comenzó su carrera como actor, pero su ascenso meteórico en la industria se dio al incursionar como guionista de los interesantísimos largometrajes: «Sicario» (2015) y «Hell or High Water» (2016). Previamente había dirigido su ópera prima en 2011, titulada «Vile», la cual había pasado bastante desaparecida. No obstante, tras la nominación al Oscar que recibió a Mejor Guion Original por el film de David Mackenzie protagonizado por Chris Pine, Ben Foster y Jeff Bridges, volvió a la dirección de manera triunfal con «Wind River», un policial tremendo con el que obtuvo el reconocimiento a Mejor Director en el «Un Certain Regard» del prestigioso Festival de Cannes. Es por ello, que había cierta expectativa con su próximo trabajo y pese a que no logra alcanzar los niveles de aquella película, «Those Who Wish Me Dead» representa un relato entretenido, prolijo y con varias buenas ideas. Todo comienza con dos situaciones paralelas que van a converger en una sola de épicas proporciones. Por un lado, tenemos a la protagonista Hannah Faber (Angelina Jolie), una mujer que oficia como bombera/paracaidista que trabaja en un parque nacional y cuyo objetivo es el de prevenir incendios, salvar a las personas que se encuentran en las inmediaciones de la zona boscosa de Nuevo México ante un posible incidente y vigilar desde una torre los posibles cambios climáticos. El problema de Hannah es que lucha contra algunos fantasmas del pasado que tienen que ver con una actuación fallida durante un incendio forestal que provocó la muerte de tres jóvenes turistas. Asimismo, en otra parte, un niño (Finn Little) y su padre contador (Jake Weber) intentan escapar de dos asesinos a sueldo (Aidan Gillen y Nicholas Hoult) contratados para asesinar al hombre que posee una información que compromete a algunos funcionarios públicos o grupos de gran poder. El niño logra escapar, pero su padre no, y en el camino busca ayuda y se cruza con Hannah que encuentra en este pequeño la posibilidad de alcanzar la redención. El film que recuerda a ciertos relatos de acción/aventura con toques de thriller de los años ‘80/’90 encuentra ciertas reminiscencias a «Cliffhanger» (1993), donde un joven Stallone, alpinista retirado frente a un evento fatídico, debe volver a enfrentar la adversidad cuando una tras un accidente de avión, secuestrado por una banda criminal, lo obligará a salir del letargo para salvar el día. Cambiemos alpinista por bombera y accidente de avión por incendio forestal provocado por asesinos para desviar la atención de la verdadera misión y tendremos un film de la vieja escuela, con ciertos lugares comunes, pero con los mecanismos bien aceitados para ofrecer un buen divertimento sin pretensiones. Lo interesante está en como Sheridan lleva adelante la narración haciendo que las dos líneas argumentales converjan homogéneamente y balanceando bien tanto a los personajes principales como a los secundarios. Los asesinos son presentados como fuerzas implacables sin escrúpulos que solo siguen órdenes, pero en el medio se cruzan con Hannah que busca su liberación, un niño que quiere cumplir con los deseos de su padre que «hizo las cosas bien», y un Sheriff (Jon Bernthal) y su esposa embarazada (Medina Senghore), que además de proteger sus aparentemente idílicas vidas, buscarán defender su morada y al niño con el que guardan cierto vínculo. Los personajes, sus conflictos y motivaciones van llevando adelante el drama, por momentos hacia lugares esperables, pero brindando el entretenimiento que pretende la obra misma. «Those Who Wish Me Dead» podrá no ser una gran película pero sí cumple con lo que pretende, que es ser un pequeño thriller de acción con personajes atractivos, buenas interpretaciones y un desarrollo más que preciso por parte de Taylor Sheridan que demuestra ser más que hábil como narrador y guionista.
FUEGO AMIGO Guionista de Sin nada que perder y director de Viento salvaje, dos de las más atractivas películas del cine norteamericano de la última década, dos historias que juegan en algún sentido con la ética del western y sus criaturas, y que registran la actual América profunda como pocos autores lo han hecho, Taylor Sheridan parece haberse ganado bastante rápido una reputación. En las historias donde Sheridan tiene incumbencia (también es creador de la serie Yellowstone -y guionista de algunas películas que mejor no nombrar para no quebrar el hechizo-) lo que encontramos son personajes que se encuentran en los límites, que luchan contra sus demonios interiores mientras traban algún tipo de pacto con la geografía y la naturaleza. En su nueva película, Aquellos que desean mi muerte, el director y guionista parece haber tomado nota de todo esto que podríamos significar como rasgo autoral, pero se olvida de darle un subtexto, ese camino por el que sus historias suelen hallar múltiples capas, especialmente una mirada política. Como ocurre habitualmente en las historias de Sheridan, la película está urdida a partir de subtramas que en determinado momento se cruzan. Por un lado personajes profesionales y éticos, y por el otro, personajes que operan como hechos azarosos que impactan en los demás y los llevan a tomar decisiones fundamentales. Aquí tenemos al hijo de un contador que es asesinado por dos sicarios y que huye por un bosque y a una mujer que trabaja como bombero y paracaidista socorriendo incendios forestales. La mujer atraviesa un trauma del pasado y la oportunidad de proteger a aquel niño será una forma de definir su crisis existencial. Sheridan dispone alrededor de estos dos personajes a otros varios, que tienen en el fondo la utilidad de distracción mientras se construyendo el relato central, el juego de gato y ratón entre los fugitivos y los sicarios. Sheridan hace una maniobra inteligente, que es la de nunca profundizar demasiado en eso que los sicarios buscan proteger, va directo a la acción y demuestra en ese sentido un manejo excepcional para la puesta en escena de los tiroteos y para filmar la violencia sin el filtro de la corrección política que exuda el cine norteamericano actual. Hasta se podría decir que Aquellos que desean mi muerte es en sí una película de acción hecha y derecha (en los 90’s la podrían haber protagonizado Stallone o Schwarzenegger), pero a la que la ambición del director y guionista llevan por otros caminos: hay aquí algo sobre el destino y las decisiones personales que se va cocinando mientras un voraz incendio va elevando la tensión hacia el final. Esa última secuencia es verdaderamente espectacular, con el fuego tomando todo el bosque a su paso, aunque ese fuego lo que no puede ocultar son dos cosas: que más allá del genio del director para algunas secuencias, Aquellos que desean mi muerte no deja de ser un film demasiado convencional; y lo otro es que Angelina Jolie se mueve demasiado como una estrella y eso le resta verosímil a su personaje. Su presencia opera casi como un cortafuego, un elemento disruptivo que hace ruido dentro de una película que busca desesperadamente su costado humano entre tanta pericia técnica y formal.
He leído suficientes críticas negativas sobre “Aquellos que desean mi muerte” por como el personaje de Jolie no cobraba cierto protagonismo o que la trama en sus minutos finales no se arriesgo y decidió ir por lugares comunes del género. Este de acuerdo o no, ¿Cuáles son esos lugares comunes de los géneros? Estas definiciones las considero un poco holgazanas porque no hay una determinación. Además, todo pelicula tiene un genero predominante, un problema sería el usar todas las escenas que uno podría esperar del genero en cuestión sin mezclar cosas de otros. Y no por rebeldía, sino para marcar una impronta. Aquí por ejemplo, lo que conocemos sobre Hannah es poco pero suficiente. Pero no para empatizar, sino para seguirla o llevarle un rastro. Lo mismo nos ocurre con Ethan y el personaje de su mujer. Sabemos que esperan un hijo y aparentan tener discusiones de vez en cuando; como si el director Taylor Sheridan no quisiera perder tiempo del film con el drama o introducciones de personajes para ya adentrarse en lo que va a ser la acción. Y esta decisión puede que guste menos o no, pero no nos impide seguir conectados con una historia que a simple vista es un Thriller convencional que arranca a los martillazos sin asimilar por completo el por que padre e hijo están escapando. Hannah la principal que tiene pesadillas y culpa, por un accidente sufrido gracias a un incendio que no pudo frenar y vidas que no pudo salvar. Y su final le da una nueva oportunidad no para ser una heroína, sino para rescatar a alguien. Sin dudas lo mas interesante del film llega al final, porque la historia y los elementos presentes mostrados anteriormente cobran un sentido distinto dándonos varias ideas. Por ejemplo: por un lado tenemos a Ethan y su mujer esperando su hijo y Hannah quedando como una figura materna para Connor, referenciando esta relacion madre/hijo con Terminator evidentemente por la similitud semántica en los nombres de las femeninas y del niño. Pero Hannah al principio es una mujer rodeada de hombres que sin embargo no desea a ninguno, no necesita a ninguno. Ella sola junto a su temible pesadilla (el fuego) lograra salvar a Connor. Luego de varios planos en helicóptero mostrándonos los bosques y montañas, uno logra entrar en el ambiente de la geografía y presenciar escenas que tienen aires al Terror y lo fantástico afectando levemente la credibilidad de la historia. Y esto mas que ser acertado, por momento genera sensaciones desencontradas. Por ejemplo: la escena de Hannah esquivando rayos con Connor enseñándole la supervivencia en un bosque que simbólicamente representa la vida. Y en cuanto al terror, algunos planos de la mujer de Ethan cabalgando en la noche junto a su tiroteo final con uno de los villanos. La iluminación de la escena me recuerda a algunos films de “Viernes 13” o “Get out”. Concuerdo con las opiniones que dicen no encontrar películas parecidas a esta a no ser que se trate de una secuela, precuela, remake, etc. Pero de alguna manera este estreno puede ser un indicio de una mediana recuperación del cine como práctica, es decir, el incentivar al publico a volver a las salas. Un film que a pesar de no ser brillante y tener un desarrollo conocido, notamos que tiene intenciones de querer decirnos algo mas. Y eso para los de la vieja generación de espectadores, es una palmada en la espalda.
La última película protagonizada por Angelina Jolie dirigida por Taylor Sheridan y distribuida por New Line Cinema y HBO Max no se encuentra disponible (aún) en las páginas de streaming habituales, aunque se puede ver en otros sitios non sanctos. En este drama, Jolie, siempre hermosa, interpreta a una bombero paracaidista experimentada que ha sufrido una experiencia traumatizante en su vida profesional que la ha dejado marcada. Lidia con ese dolor y su memoria le juega una mala pasada al recordarle aquello que sucedió con bastante frecuencia. No se sabe mucho más de su vida salvo ese hecho puntual. Por otro lado, un grupo de matones a sueldo tienen la misión de acabar con un hombre al que no pueden dejar vivo. Esto es algo que tampoco se explica demasiado y a lo cual no se le da demasiada entidad en este filme. El argumento un tanto endeble nos conduce a escenas de acción en los bosques de Montada, con tiroteos y violencia. Los matones se enfrentan al policía de pueblo de buen proceder, a su mujer, y por supuesto, a la mismísima Jolie. “Those who wish me dead” expone sangre y fuego por doquier. Tiene momentos bien logrados y escenas de acción entretenidas, pero la película falla cuando cae en el melodrama. La actuación de Jolie es correcta, la actriz interpreta un personaje intenso y trastornado que logra credibilidad en varios momentos, pero que no termina de convencer. Muy buena composición de personaje y trabajo de los actores Fin Little y Medina Senghore, que se destacan con valiosos trabajos actorales en sus respectivos roles. Sin dudas “Aquellos que desean mi muerte” entretiene y es fiel a su género, pero no logra destacarse ni transformarse en una película que valga la pena recordar.
El trabajo menos logrado de Taylor Sheridan hasta la fecha. Un thriller efectivo, sin demasiadas vueltas, y con una Angelina Jolie que no llega a destacarse. Algunas partes del entramado se quedan a mitad de camino. Tampoco es un desastre.
Casi 10 años pasaron desde que Angelina Jolie protagonizara su última película de acción allá por el año 2010. Habiendo interpretado a la agente Salt en el film titulado de forma homónima, la actriz californiana se dedicó a labores de dirección mientras alternaba su participación en la saga Maléfica. Lamentablemente, no siempre el retorno a los orígenes resulta en una experiencia grata, y ni siquiera un director reconocido como Taylor Sheridan es capaz de asegurarlo. "Aquellos que desean mi muerte" nos promete un thriller de supervivencia intenso y agobiante, pero no cumple con ninguna de esas premisas. Ante un escenario impresionante como lo es un bosque interminable que se consume en llamas, cuesta creer que el resultado final sea tan poco estimulante como el conseguido en este film. • Como anticipamos, es Angelina Jolie quien protagoniza esta historia, y quien se pone en la piel de Hannah, una bombera rescatista atravesada por la culpa de una tragedia que no pudo evitar. Tras una suerte de autoexilio en una torre como guarda forestal, el destino la cruza con un niño llamado Connor, quien es perseguido por dos asesinos a sangre fría. A partir de dos ejes que parecen no tener relación, la trama comienza a entrecruzarse, aunque desgraciadamente lo hace de forma forzada sin sutileza alguna. Nada de lo que sucede se siente auténtico, sino más bien exigido solamente porque así el guión lo requiere para avanzar en la historia. Por eso mismo, los personajes nunca alcanzan a desarrollarse y sus relaciones se sienten vacías, escasamente trabajadas. "Aquellos que desean mi muerte" tiene la particularidad de ser una película abúlica, que transmite muy poco. Ese ambiente sórdido que había creado Sheridan en "Viento Salvaje" no vuelve a repetirse en esta experiencia. Allí el frío traspasaba la pantalla, aquí el calor de las llamas no excede los límites del CGI. • Prescindible y poco memorable, esta propuesta no alcanza a ser salvada ni siquiera por el heroísmo virtuoso de la propia Angelina.
Reseña emitida al aire
La última década vio espaciar notablemente las apariciones de Angelina Jolie delante de la gran pantalla. Ocupada en desarrollar su carrera como realizadora y productora, la otrora heroína de acción de Hollywood se abocó a proyectos como “Unbroken” (2014), “By the Sea” (2015) y “Primero Mataron a mi Padre” (2017). Así es como prefirió elegir, cuidadosamente, los proyectos en donde se involucrara como intérprete. De tal forma, celebramos su reaparición en la reciente “Aquellos que Desean mi Muerte”, última incursión del interesante cineasta Taylor Sheridan. Prospecto convertido en realidad durante el reciente lustro, de su mano se firmaron los guiones de la cruda “Sicario” (2015) y del neo-western “Hell or High Water” (2016). También, dirigió la intrigante “Wind River” (2017) y la serie de TV “Yellowstone” (2018). Experto en abordar sociedades corrompidas, el tono sórdido de Sheridan invade el territorio de su flamante exploración, bajo el formato de thriller clásico que remite a cierto paradigma industrial perteneciente a la década del ’90. “Aquellos que Desean mi Muerte”, con guion de Charles Leavitt adaptando la novela de Michael Koryta, representa una experiencia visual atrapante. Indaga en relaciones humanas que buscan sanar un trauma pasado, mientras ofrece una entretenida carrera contrarreloj que potencia la ferocidad y la violencia que destilan los acontecimientos. Sin estar exenta de convencionalismos, propone su buena dosis de vértigo y una solidez narrativa que excede el tibio promedio hollywoodense de estos tiempos. Emplazada en una cautivante reserva forestal, el guiño del entorno natural nos remite a las montañas nevadas de la predecesora experiencia cinematográfica de Sheridan. Aquí, el abrasador fuego que actúa como elemento externo catastrófico adquiere forma de justicia divina para arrasar con toda acción pecaminosa que contamine el ecosistema. Para el cineasta, su primer mandamiento.
Angelina Jolie debe proteger a un niño de las manos de dos asesinos profesionales en este thriller con tintes ecologistas del guionista de «Hell or High Water». Crítica publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires. Uno de los nombres más interesantes –y, quizás, hasta sorprendentes– en surgir en los últimos años en el cine estadounidense es el de Taylor Sheridan. Este hombre de hoy 51 años se dedicó casi toda su vida a la actuación, aunque sin demasiada suerte, apareciendo en roles secundarios en series como “Veronica Mars”, “Sons of Anarchy” y no mucho más. Recién a los 40, cansado de la dificultad para conseguir papeles, Taylor empezó a escribir guiones. Y mal no le fue. Su primer guión se transformó en la celebrada película “Hell or High Water” (estrenada en Argentina como “Sin nada que perder” aunque figura con distintos títulos en las plataformas de streaming) y el segundo, que en realidad se filmó antes, fue “Sicario”, seguido por su secuela, “Día del soldado”. Poco después debutó en la dirección con “Wind River” y también hizo pie en el mundo de las series como creador, guionista de casi todos sus episodios y director de toda la primera temporada de “Yellowstone”, neo-western protagonizado por Kevin Costner que es muy popular en los Estados Unidos y ya lleva tres temporadas. “Aquellos que desean mi muerte”, su segundo film como realizador –coescrito también por él y basado en una novela de Michael Koryta— se inspira en similares modelos que los anteriores. Se trata de un thriller violento con elementos de western que posee una estructura orgullosamente clásica. Heredero de la línea Clint Eastwood –y de sus propios maestros, como Don Siegel o Robert Aldrich–, Sheridan es un cineasta que trabaja tanto los guiones como la realización a partir de una aparente simpleza que bordea con lo tradicional. Son tramas directas y efectivas con personajes y conflictos que pueden parecer casi de manual pero que se sostienen gracias a la firmeza de sus sólidos pilares dramáticos y narrativos, a personajes bien construidos y –en las películas dirigidas por él– a un estilo que no llama (demasiado) la atención sobre sí mismo. De todas sus películas –tanto las escritas como las dirigidas–, “Aquellos que desean…” es la más simple y lineal. Claramente no es la mejor, pero pese a su conflicto algo tradicional funciona muy bien dentro de su estructura de thriller “noventoso” con apuntes ecológicos. Angelina Jolie (en una de las pocas películas para mayores de 13 años que ha hecho en la última década) encarna a Hannah Faber, una smokebomber, un tipo de bombero que se dedica a apagar incendios forestales, muchas veces lanzándose desde paracaídas. La mujer ha vivido una experiencia traumática hace poco cuando no pudo salvar a una familia del fuego y ahora está apostada en una solitaria torre desde la que trata de controlar ese tipo de incendios en una zona boscosa en Montana. En paralelo Sheridan presenta, mientras destrozan una casa con una familia adentro sin pestañear, a dos asesinos contratados para liquidar a todas las personas involucradas en una investigación federal. Interpretados por Aidan Gillen (“Game of Thrones”) y Nicholas Hoult (“X-Men”), son dos violentos y muy profesionales criminales que ahora tienen en la mira a Owen (Jake Weber), un contador que logra escaparse en su auto con su hijo Connor (Finn Little), antes de su llegada. Pero los tipos saben que padre e hijo van hacia ese bosque de Montana ya que el cuñado de Owen, Ethan (Jon Bernthal), es el asistente del sheriff del lugar. Y ahí están todas las piezas en juego para lo que se presenta como una cacería brutal que empezará involucrando solo a los humanos y luego se extenderá a los escenarios naturales. La simpleza de la trama es sorprendente en estos tiempos de “multi-universos” interconectados. No hay giros narrativos ni grandes vueltas de tuerca más que las previsibles en esta serie de anunciados enfrentamientos entre dos criminales profesionales armados hasta los dientes y un grupo de personas (además de Hannah y Ethan, está la mujer de este y el veterano sheriff) que están en inferioridad de condiciones ante ellos aunque corren con la ventaja de conocer el territorio y sus particularidades. Hannah deberá tratar de proteger al pequeño Connor –los asesinos no tienen piedad con los niños tampoco—mientras el mundo alrededor de ambos parece, literalmente, desmoronarse entre las balas y el fuego. Más allá de que su look de action hero por momentos hace un poco de ruido en el tono realista que Sheridan plantea acá, Jolie se maneja muy bien con un personaje claramente superado por los acontecimientos que usa su talento, experiencia e ingenio para tratar de escapar de la muerte y salvar al niño. De todos sus colegas, la que termina siendo su principal aliada es Allison (Medina Senghore), la embarazada esposa de Ethan, agregándole a la película un costado de violenta “batalla de los sexos” en la que las dos mujeres tienen que demostrar si son capaces de lidiar con estos dos elegantes pero clínicos matones. Más allá de su simpleza, se trata de una película muy efectiva que tiene puntos de contacto con “Un mundo perfecto”, aquel film de Clint Eastwood de 1993, u otros films de acción a escala humana de esa época. Quizás lo que le falte para igualar a ese clásico es una cuota de emotividad que esta película no logra transmitir. Sin eso, claro, la potencia de “Aquellos que desean mi muerte” se resiente un poco y su mecánica queda más al desnudo. Quizás a Sheridan todavía le falte un poco, como director, para llegar a la altura del maestro Clint, pero no hay dudas que está recorriendo el mejor camino posible para acercársele.