No vas a ver algo similar… Es la historia de Emilio (interpretado por Ezequiel Tronconi), un físico que durante la Guerra Fría desarrolla un programa espacial para que Argentina llegue a la luna, ganándole así la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia. Esta cautivadora trama cuenta con recursos geniales, como por ejemplo la forma en la que muestran el paso del tiempo, la repetición de ciertas acciones para acentuarlas y los novedosos encuadres, que parecen estar al revés. Se puede definir este film como “absurdo” y algo que posee el género absurdo es la frustración. Esto se produce en el publico al notar que la única persona que dice algo con sentido es Emilio, quien se frustra constantemente con nada racional comportamiento del mundo que lo rodea. La gran actuación de Ezequiel Tronconi es acentuada por soberbias actuaciones de los demás personajes, quienes marcan un tono de actuación totalmente diferente al del protagonista. Esto hace que todos los personajes brillen con mayor fuerza y se agrande el absurdo. A demás de ser una película atractiva es culturalmente relevante. Se cuenta una historia donde un hombre posee todas las cualidades para triunfar y hacer crecer a su país pero es el mismo país, el mismo gobierno quien pone un sin sentido de trabas para evitarlo. Se ilustra perfectamente aquella Argentina de 1966, donde el progreso parece haber quedado atrás y cuyas marcas todavía viven entre nosotros. Gran película. Verdadero cine de culto. Calificación: 9/10
Bienvenida la locura al cine argentino. Bienvenida la irreverencia de Matías Szulanski, un realizador que aborda el soporte como un lienzo y se anima a historias que otros directores descartarían. Aquí en el exceso y la impensada carrera de Argentina hacia la contienda espacial, se construye un estilizado y cuidado relato sobre un hombre que quiere cumplir sus sueños a pesar de los obstáculos que le aparecen. Ezequiel Tronconi y Luli Laprida encabezan con solidez, ironía y cintura, una historia que si se corriera medio milímetro no encajaría con el tono burlesco que construye. Destacado trabajo de arte de Sandra Iurcovich le pone el moño a la narración.
Nosotros los argentinos tenemos ya incorporado desde siempre el reirnos de nuestro horrible país para sobrevivir, por lo que la propuesta de “Astrogauchos” definitivamente suena tan natural como tentadora. Siguiendo las desventuras de un profesor universitario que, en medio de la Guerra Fría, lucha por conseguir los fondos necesarios para convertir a la Argentina en el primer país en llegar a la luna. Aunque por supuesto, como suele ser tradición en nuestro país, alcanzar sus objetivos va a traer inmediatamente problemas imprevistos. El programa espacial argento, después de todo, no podría avanzar más lento o de forma todavía más misteriosa, nuestro protagonista vive en la duda de si realmente se están construyendo los bocetos en los que pone tanto empeño. Por si fuera poco, esta nueva pero familiar infelicidad va a traer consigo consecuencias seguras en su matrimonio y en todas sus relaciones. Una comedia que lleva de gran manera la impronta de época desde un gran trabajo de producción, que es complementada con buenas actuaciones entre los tantos coloridos personajes que habitan un mundo que sirve como un tragicómico recordatorio del país en que vivimos. Lamentablemente, todo ese trabajo no está acompañado de lo más importante. Aunque el guion logra brillo en muy pocos momentos, es la dirección lo que termina de aguar de la peor manera a “Astrogauchos”, con varios recursos empleados de forma burda y simplona a la vez, además de lo peor de todo: una profunda incapacidad por llevar a la pantalla gags que claramente estaban ya a mitad de camino de la cocción entre las páginas y las actuaciones. Una verdadera lástima, pero son esas pequeñas y vitales fallas la que no dejan disfrutar tanto la película. Pero, afortunadamente, como nuestro país mismo, no le va a ser muy difícil a cualquier argentino encontrar la forma de sacarle jugo a una experiencia que aunque simpática no logra ser más que prometedora.
Ni yankees ni marxistas En plena guerra fría, un físico argentino hace una descarada declaración en un programa de televisión donde está invitado: no solo afirma que los soviéticos le robaron uno de sus diseños, sino que también está convencido de que el país tiene las condiciones para competir con las superpotencias en la carrera espacial y poner una persona en la luna por primera vez. Ni su mejor amigo lo toma muy en serio, pero logra una reunión con el gobierno. Los convence de crear un ministerio dedicado al desarrollo aeroespacial, uno con todos los recursos necesarios para continuar su investigación y construir el cohete al que dedicó su corta carrera. Aunque le ofrecen todo lo que pide, el cargo de ministro lo va a tener otra persona. En un principio lo ve como una ofensa a su ego, pero el tiempo le enseña que no tuvo en cuenta el verdadero significado de esa decisión, mientras va comprobando no tener tanto control sobre el proyecto como le habían prometido. Astrogauchos de la triple última frontera Desde el primer plano, Astrogauchos de Matías Szulanski(En Peligro, Recetas para Microondas), destaca por su imagen. Se sostiene a lo largo de todo su metraje con una muy sólida propuesta estética que, aunque reconstruye una época determinada, también se permite licencias al romper con el historicismo. Hay algo de artificial en esta versión de la década del sesenta donde todo es brillante y prolijo, como a la vanguardia de la época. Esto puede sonar a crítica negativa, sin embargo tiene mucho sentido para representar la pequeña burbuja de clase alta intelectual donde habita un protagonista que realmente se cree entre la élite del mundo. Dentro de ese círculo semi real se arma una historia dedicada a satirizar la burocracia estatal, ese mundo donde alguien alcanza un cargo no por capacidad sino por tener los contactos correctos. Ver cómo otro se lleva el crédito, aunque no tenga idea de lo que está haciendo, es la pesadilla de este joven brillante pero algo inocente, sin nada de humildad, que se considera el único inteligente pero todo el mundo le saca ventaja o se aprovecha de él sin que logre reaccionar. Es manipulado, denigrado y burlado por todos los que lo rodean, se va hundiendo cada vez más en una pesadilla de burocracia en la que mientras más gente aparece, menos se produce. La trama de Astrogauchos no necesita de grandes complejidades. Los hechos que cuenta son el marco para desarrollar su humor, con un estilo bastante ácido y sutil que resulta efectivo tanto cuando plantea gags instantáneos como cuando construye situaciones a lo largo de más de una escena, a veces con cierto discurso clasista o misógino que le quita un poco de brillo. Es cierto que no hay nadie realmente bueno en esta historia, pero cuando todos los trabajadores son vagos y todas las mujeres son objetos puestos para lucir bellos y jóvenes frente a cámara, se siente cierto patrón que no alcanza a contrarrestar un par de chistes para el otro lado. Tampoco cierran del todo algunos anacronismos que parecen más para justificar un discurso que alguna cuestión narrativa, dejando la sensación de que en los cuadros de las oficinas públicas el director imaginaba a otro General pero no le daban las fechas para ponerlo. Eso se sospecha porque no resulta muy coherente plantear un ministerio dedicado al avance científico lleno de empleados en el ´67, época donde estaban más de moda las reducciones de personal público y los bastones largos; esa neutral extranjerización de la estética que suma por un lado, se le va un poco de las manos y acaba restando.
La sinopsis de Astrogauchos es prometedora, porque escapa a lo que suele ofrecer el cine argentino: es una comedia ambientada en los años ’60, sobre un científico que se propone convertir a la Argentina en una potencia aeroespacial y tiene como primer objetivo llegar a la Luna antes que estadounidenses y soviéticos. No se puede decir que Matías Szulanski (Pendeja, payasa y gorda, En peligro) no tome riesgos. Lo mejor es la ambientación. La dirección de arte se las rebuscó para exprimir el acotado presupuesto de modo de cumplir con el objetivo que Szulanski expresa en la gacetilla: mostrar “una Argentina pop y colorida, cercana a la Nouvelle Vague y a los Swinging Sixties de Londres”. Entonces, si hay algo para elogiar son las locaciones, la escenografía, el vestuario, los peinados y el maquillaje, rubros que le dan a la película un aspecto vibrante, juguetón, moderno. También es un acierto la elección de la banda de sonido -The Mamas & the Papas, Herbie Hancock, Vinicius de Moraes- para completar un panorama con perfume al Instituto Di Tella. La mesa de época está servida con mantel, cubertería y vajilla de buena calidad, pero lo que falla es lo más importante: la comida. La historia de Emilio Castillo, este porteño que asegura que los rusos le robaron la idea del satélite Sputnik, nunca termina de arrancar. Algo parecido a lo que le ocurre al personaje, que se encuentra atrapado en una típica telaraña burocrática argentina. Szulanski citó entre sus referencias a Barton Fink, y sembró su guión de personajes en la frecuencia absurda de los hermanos Coen. Pero además de que las situaciones no logran tener ni un poco de esa gracia, el prolífico director -éste es su quinto largometraje en tres años- no dio con el tono de las actuaciones. Son interpretaciones no naturalistas, que en su mayoría apuestan a la inexpresividad para generar un humor seco, sin subrayados. Pero el efecto, a lo sumo, es algo de irritación e incomodidad, porque lo cierto es que en Astrogauchos hay poco de qué reírse.
En un país donde cada vez se hace más difícil filmar, donde a los cineastas les cuesta construir una carrera, Matías Szulanski viene armando una filmografía silenciosa pero no por eso poco interesante. Reemplazo incompleto, Pendeja, payasa y gorda, Recetas para microondas y En peligro son sus películas como director (y en apenas tres años), a las que ahora se suma Astrogauchos. Estamos en 1966. Emilio Castillo (Ezequiel Tronconi) parece tenerlo todo. Es joven, da clases en una universidad, heredó una fortuna familiar que le permite vivir sin sobresaltos, lo acompaña una bella novia (Laura Laprida) y su ascendente carrera como científico incluye un plan ambicioso: desarrollar un programa espacial para que Argentina pueda llegar a la Luna. Un sueño que le permitiría ser un pionero, por encima de las propuestas estadounidenses y soviéticas. Emilio consigue apoyo de un político, y hasta se le ofrecen todos los recursos económicos a disposición. Acepta sabiendo que su cargo será inferior al que pretendía, en lo que será el comienzo de una interminable catarata de problemas. Esta comedia funciona a partir de situaciones absurdas que termina padeciendo Emilio (incluso desde el principio sostiene que los rusos le robaron la idea del satélite Sputnik). Un verdadero festival de malas decisiones y pésima suerte, donde el protagonista debe soportar que continuamente le impidan ingresar a las instalaciones donde construyen un cohete diseñado por él, y presenciar cómo los obreros dan vueltas por ahí o se pongan a hacer un asado, y escuchar cómo su superior planea utilizar buena parte del dinero para financiar películas con gauchos espaciales -atención al título que se le ocurrió- y descubrir secretos de su propio hogar. Szulanski logra complementar el tono de esta historia con una visión de los ’60 más propia de las películas pasatistas del momento, con colores y canciones pop. Ezequiel Tronconi sabe cómo componer antihéroes urbanos. Aquí le da cuerpo a un individuo de aspecto sencillo pero con su cuota de soberbia y de oscuridad, que aprende duras lecciones desde lo personal, lo sentimental y lo profesional. Por su parte, Laura Laprida (que lleva un parche en un ojo durante todo el tiempo) se luce en más de una escena, sintonizando con la búsqueda del film. Alberto Suárez se roba cada una de sus apariciones como el mecenas de Emilio, y también se destacan Alejandro Jovic (habitual compañero de Tronconi en otras películas y series) y la sensual María Eugenia Rigón como una científica. Astrogauchos garantiza carcajadas, pero también deja pensando sobre las consecuencias de la burocracia, la desidia, y también acerca de los merecimientos.
Un físico argentino elabora un proyecto, con expectativas de ganarle la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia. Por Bruno Calabrese. “Astrogauchos” cuenta la historia de Emilio (Ezequiel Tronconi), un científico que, durante la Guerra Fría, (más exactamente 1966) desarrolla un programa espacial para que Argentina llegue a la luna. El joven emprendedor sostiene que el proyecto ruso Sputnik le fue robado por espías, es por ello que comienza a hacer campaña para ingresar en la competencia aeroespacial. A partir de su proyecto se promueve la creación de un ministerio (del cual el será viceministro). Lo que parecía ser un progreso para el país se convierte en un sinfín de situaciones que rayan lo bizarro. A modo de parodía exagerada y absurda, el film refleja lo peor de la burocracia argentina. Las esperanzas del universitario físico por llevar adelante de la mejor manera el proyecto comienzan a chocar con personajes que buscan sacar provecho del abultado presupuesto asignado. Así vemos como el ministro Luis Etchegoyen (muy bien interpretado por Alberto Suárez), comienza a hacer despilfarros con esos fondos, llegando a nombrar empleados en lugares absurdos y una gran cantidad de secretarias. La encargada de llevar adelante el proyecto será, Gregoria, (Eugenia Rigón), una seductora asistente que envuelve con su discurso a Emilio, evitando que tenga contacto con el cohete aeroespacial. El sostén emocional de Emilio es su novia, Laura Cooke de Castillo (Laura Laprida). Fría y calculadora, manipula a su pareja de acuerdo a sus intereses, tiene un parche en el ojo, lo que le otorga un rol siniestro y desopilante a la vez. Todos de alguna manera ningunean a Emilio, pero el no se queda atrás. Soberbio, altanero y pedante, actitud que hace que sus pares no empatícen con él. El director hace gala de variados recursos, como por ejemplo la forma en la que muestran el paso del tiempo dividido en cuatro capítulos, la repetición de ciertas acciones para acentuarlas (la escena de Emilio tomando whisky en el bar es perfecta). Sumado a los encuadres simétricos perfectos, muy similar al cine de Wes Anderson y Los Hermanos Coen, le otorgan dinamismo a la película. La música es otro de los puntos fuertes de la película; las canciones de The Mammas and The Pappas, Vinicious de Moraes le otorgan al film una estética beat colorida propia de la cultura pop de la época. Delirante, hilarante y completamente absurda. Esos son solo algunos de los adjetivos con los que podríamos denominar la nueva película de Matías Szulanski (Pendeja, payasa y gorda, 2017). Con una estética perfecta, el director nos entrega una película divertida, repleta de personajes absurdos y bizarros, en una crítica exagerada de la cultura Argentina. PUNTAJE: 85/100.
Astrogauchos, la quinta película de Matías Szulanski (Pendeja, payasa y gorda), se trata de una comedia extravagante ambientada en los años ’60. La película nos ubica en 1966. Emilio Castillo (Ezequiel Tronconi), un físico y docente universitario, hará todo lo que esté a su alcance para ubicar a Argentina como potencia en materia aeroespacial. El objetivo principal del protagonista está puesto en ganarle a Estados Unidos y a Rusia la carrera por ver quién consigue llegar antes a la luna. Luego de arduos días de trabajo, Emilio consigue un pequeño avance: la creación de un Ministerio especializado en el tema, aunque deberá conformarse con el simple puesto de viceministro. Astrogauchos se divide en tres capítulos; una decisión algo extraña si tenemos en cuenta que la trama es completamente lineal y no cuenta con grandes saltos temporales o un quiebre relevante. A lo largo de la historia, no sólo veremos a Emilio tratando de cumplir su objetivo en cuanto a lo profesional, sino que también se ahondará en su situación personal (en especial en lo que respecta a una relación amorosa). En ese punto es dónde la película comienza a hacer agua. Las escenas focalizadas en su situación amorosa no llevan a ningún lado; parecen agregadas a la fuerza. La trama trastabilla al intentar ahondar en ambas cuestiones. Finalmente, da la sensación de que se nos están contando dos historias completamente ajenas. Esto termina ocasionando que la trama principal pierda fuerza. Tanto las actuaciones como el arte en general (vestimenta, maquillaje, locaciones), resultan exageradas. Si bien está expuesta la intencionalidad de que estos puntos sean grotescos, terminan generando un contraste extraño con la trama. Estas cuestiones también parecen ser agregadas a la fuerza y, sin una finalidad puntual, parecen querer decir mucho, pero finalmente no expresan nada.
Astrogauchos es una película de época con aires parisinos, los años sesentas significaron para la Argentina el arribo de estéticas foráneas, entre ellas la francesa. Se nos endilgó así una cultura impropia y fuimos nombrados incluso como los parisinos de sud america. Un chiste de alta costura prét-á-porter. Ropa de etiqueta y el glamour de los cigarros finos. La película se presenta como una comedia en donde el héroe tropieza con un grupete de desbocados inexpertos y corruptos señores que habitan la orbe política. Todo es una gran incompetencia. Emilio, el protagonista (un soberbio Ezequiel Tronconi) es un científico que tiene bajo su brazo un proyecto para posicionar a la Argentina a la vanguardia en materia aeroespacial. La llegada a la luna es aún una proyección de las dos grandes potencias. - Publicidad - Como un relato contrafáctico, Argentina se vislumbra capacitada para clavar la bandera en la luna. Capacitada pero no. Casi como la realidad que nos acompaña y acontece perpetuamente. Un país que a veces sabe conferir ideas progresistas y que pocas veces logra progresar. Emilio ingresa al juego político, su afán para desarrollar su idea lo lleva a habitar un espacio absurdo. Un ministerio de la desidia, de la pérdida de tiempo. El proyecto es aprobado y él es designado a ocupar un cargo estatal para supervisar la construcción del cohete. El crédito, eso sí, se lo lleva un primo lejano de Onganía. Nada más y nada menos. Los personajes cargan un tono extraño. Incongruentes, exaltados y otras veces vaciados de emoción. Las situaciones irracionales abundan en ese ministerio, desde empleados que juegan al pinpong con mamelucos, hasta una veintena de secretarias que fuman empedernidamente sin hacer nada. El poder como objeto de corrupciones y corruptelas. Emilio parece ser el único digno en ese enchastre, aunque sus formas lucen inadecuadas y por momentos hasta pareciese que no sabe si quiera caminar. Es caprichoso y obsecuente y si bien reacciona y contesta tajante ante los delirios de terceros, parece que encuentra cierto regocijo en ser engañado. En definitiva, su condición de penante lo acompaña todo el tiempo, hasta el final. La cámara se articula en numerosos travellings ópticos y algunos paneos. El montaje juega con superposiciones y fundidos. Una película que de alguna manera rinde homenaje a esa herencia cultural y que asumiendo la forma de sátira busca reírse de ella. De la fachada chabacana. Ya sabemos que si raspamos un poquito, lo que parecía oro en realidad no lo es. Algunos decires y juegos remiten a Rejtman. Los escenarios y situaciones absurdas disparan a Jacques Tatí. Una comedia atiborrada de referencias estéticas, quizás excedida a conciencia. A secas, una nouvelle vague a la argentina. El problema puede que sea que Astrogauchos, más allá de sus juegos, sus escenarios, sus ropas y su pop, no logra generar tantas risas como las que uno como espectador espera de una comedia. El tono actoral no se consolida (a excepción de Tronconi) y algunas escenas resultan un tanto forzadas, sin embargo, lo destacable es el riesgo que asume Szulanski al atreverse a un género que en nuestro país vive maltratado por superproducciones que siguen apostando por un humor vetusto y maloliente. Aquí tenemos una película pequeña, estéticamente correcta y con un destacable protagonista. También encontramos algunas pinceladas narrativas interesantes. Algunos detalles históricos bien empleados. La fórmula no siempre encuentra su lugar. Claramente hacer una película no es fácil. Ardua tarea. Escribir sobre una es una tarea más accesible.
Astrogauchos: Delirio pop argento. Ezequiel Tronconi y Laura Laprida protagonizan “Astrogauchos”, la nueva película dirigida por Matías Szulanski, donde un físico desea ganarle la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia en los 60´s. Absurda. Ese es el adjetivo que le cabe a esta película. Puede que eso denote una connotación negativa, pero este no es el caso. Szulanski vuelve con una película divertida, delirante, con personajes ridículos y burlas a la Argentina de esos años de gobierno de facto. “Astrogauchos” narra la historia de Emilio (Ezequiel Tronconi), un científico que, en 1966, desarrolla un programa espacial para que Argentina llegue a la luna, ganándole la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia. Emilio cree que espías rusos robaron el proyecto Sputnik, por lo que, siendo vice-ministro de un Ministerio, hace campaña para poder participar de la competencia aeroespacial. A partir de ese momento, todo se convierte en un mundo de situaciones bizarras y exageradas sobre él mismo, sobre la política tan burocrática argentina, la gente que lo rodea, los negocios y la cultura. Como una parodia, aparecen personajes que quieren sacar provecho, como el ministro Etchegoyen (Alberto Suárez), que contrata muchísimas secretarias y empleados en puestos ridículos. Luego, surgirán nuevos interesados en el proyecto que harán todo más terrible para el protagonista y delirante para el espectador. Por otro lado, Emilio tiene una novia sin ningún sentimiento hacia él (Laura Laprida), con un parche siniestro en el ojo. Y sus amigos, que a veces, es mejor perderlos que encontrarlos. Todos destratan a Emilio, pero el ser tan pedante, no ayuda a que alguien genere empatía con él. Ezequiel Tronconi protagonizó las películas Congreso (2013), Veredas (2017), Ojalá vivas tiempos interesantes (2017), además de codirigir El encanto (2018), aun no estrenada. Su gran actuación se acentúa con el tono distinto de los demás personajes, lo que denota lo desopilante de las situaciones en las que se ve involucrado y cómo lo ven los demás. Laura Laprida participó en varias ficciones para TV como Millenials, Historia de un clan y Campanas en la noche. El elenco lo completan Alberto Suárez, Fabián Arenillas, María Eugenia Rigon, Alejandro Jovic y Débora Nishimoto, entre otros. Por su parte, el director Matías Szulanski dirigió y produjo los largometrajes Reemplazo incompleto (2016), Pendeja, payasa y gorda (2017), Recetas para microondas (2018) y En peligro (2018). La película se basa en ciertos recursos estéticos para lograr una historia surrealista y bella, al mismo tiempo, como la repetición de acciones para darle énfasis, los perfectos encuadres simétricos, a los Kubrick o Anderson, algunos planos que parecieran estar al revés. Además, la música y los colores son protagonistas en cuanto a que proporcionan datos de la época, haciendo de la Argentina de Onganía, una más pop. Como se mencionó al principio, es una película absurda, pero ello no le quita importancia a lo que tiene que decir. La frustración como sensación repetida en el protagonista, el no saber qué hacer, hace que el espectador se frustre con él y quiera encontrar una salida, ya que, dentro de todo, no todo lo que dice son sinsentidos. Es algo distinto el mostrar una Argentina colorida en esos años, cuando se estaba bajo un gobierno de facto. Acá todo es colorido y las preocupaciones son otras, aunque además es interesante en cuanto a lo cultural, la frustración de un joven que tiene todo para triunfar y hacer exitoso a su país, pero es el mismo gobierno quien le pone palos en la rueda, haciéndolo perderse en un laberinto, por lo menos, bizarro.
Del director Matías Szulansky (“Pedeja payasa y gorda “Recetas para microondas”, “En peligro”) responsable aquí del guión y el montaje, otra vez convoca al delirio para un tema apasionante. En plena Guerra Fría, con el enfrentamiento a muerte entre la URSS y EE.UU por la carrera espacial, en nuestro país, con Onganía como presidente, un científico argentino lo tiene todo para ganarles a esos dos gigantes en competencia por la conquista de la luna. La idea expresada por el director y muy bien lograda era transformar esos años sesenta en nuestro país, como una argentina Pop, colorida y brillante, con algo del swing ingles y otro poco del delirio y frescura de la nouvelle vague. Una atmósfera para resaltar con esa estética tan bien realizada en el film para enmascarar un gobierno militar y rígido, que ya había puesto en marcha la censura y un pensamiento que resaltaba los futuros logros del país. En esa superficie brillante, con actores que mantienen un estilo definido de ser los protagonistas de un mundo feliz e imperturbable, el desolado protagonista joven y sabio ve, actuando de manera naturalista por contraste, como todos sus sueños y saberes se reducen al fracaso por una burocracia implacable y una corrupción acorde. Con grandes actuaciones de Ezequiel Troncoso, Laura Laprida, Alberto Suarez, María Eugenia Rigon, y otros. Frescura y observación, humor delirante y verdades dolorosas.
En la línea de Diego Lublinsky o Martín Rejtman, el guionista y director Matías Szulanski (Reemplazo incompleto, Recetas para microondas, En peligro) apuesta a romper con el realismo imperante en el cine nacional con una tragicomedia absurda que propone una relectura bastante despiadada sobre la Argentina de la segunda mitad de la década del 60. Un joven científico argentino (Ezequiel Tronconi) intenta implementar un plan espacial para adelantarse a los Estados Unidos y la Unión Soviética en la llegada a la Luna. Típico antihéroe, genio incomprendido, se trata de un auténtico perdedor que sufre todo tipo de neurosis, es engañado por su esposa (Laura Laprida), es manipulado por su jefe (Alberto Suárez) y sufre a cada rato en carne propia los efectos de la burocracia que se ha instalado en el seno del gobierno militar de Juan Carlos Onganía. La película tiene un impecable despliegue visual (mérito de la fotografía con ínfulas pop de Sebastián Ferrari), una precisa reconstrucción de época (la dirección de arte es de Sandra Iurcovich) y algunos pasajes de humor negro (casi al borde de la crueldad hacia su atribulada criatura) que remiten por momentos a la filmografía de los hermanos Ethan y Joel Coen. No siempre la fórmula funciona, pero se agradecen la búsqueda, el riesgo y, claro, los no pocos hallazgos estéticos y narrativos.
La trama está ambientada en 1966, cuando un joven científico argentino intenta implementar un plan espacial para adelantarse a los Estados Unidos y la Unión Soviética en la llegada a la Luna. Este arranque absurdo está anunciado como tal por la puesta en escena, el tono de comedia pop con clara herencia de Wes Anderson, pero con un estilo actoral frío y distante, y toques de argentinidad en modo sátira. Muchas ideas, una estética muy marcada y algunos momentos de lectura política algo obvios se mezclan en una película original que sin embargo no consigue ser una verdadera comedia ni tampoco triunfar en su comentario sobre la sociedad argentina. Aun así, y a pesar de sus limitaciones, la película se diferencia de la casi totalidad del cine nacional de los últimos años. Dirección de arte, vestuario y fotografía ayudan a que eso pase, consiguiendo captar el espíritu y la estética de la década del sesenta.
La quinta película de Matías Szulanski, "Astrogauchos", es una eficaz comedia que acierta en su comicidad y en su subyugante estética; pero corroe su logros mediante una ideología como mínimo cuestionable. Desde el estreno en 2016 de "Remplazo incompleto", Matías Szulanski se convirtió en un fructífero realizador que ya se encuentra por su quinta película. Con "Astrogauchos" afronta su desafío más grande. Hasta ahora se manejaba dentro de un cine independiente, sucio, casi marginal, urbano, ácido, y muy actual. También hay algo que destacaba, sobre todo a partir de su segunda película, Pendeja, payasa, y gorda; los roles femeninos en un lugar de preponderancia. Todo esto presenta un quiebre en "Astrogauchos", una propuesta mucho más ambiciosa; con una impronta estética fuerte; marcada por la ambientación de época y su coyuntura; espacios más abiertos; una comicidad más amplia, ácida sí, pero más satírica; y un protagonista masculino, literalmente acorralado por personajes femeninos. El término ucronía supone un ¿Qué hubiese pasado si…? El concepto habla de “Reconstrucción histórica construida lógicamente, que se basa en hechos posibles pero que no ha sucedido realmente”. Una suerte de realidad paralela en donde los hechos verídicos son contados de otra forma, o en el que simplemente la realidad tal cual la conocemos es otra. Estas ucronías suelen ser utilizadas por algunas filmografías para trasladar las historias propias del cine de Hollywood, el cine del primer mundo, a la idiosincrasia del propio país de la realización. "Astrogauchos" entra en esta categoría. Luego de que EE.UU. ganara la carrera en la conquista del espacio a la U.R.S.S., hablar de astronautas, y viajes espaciales, es sinónimo de aquel país. Argentina ya lo hizo con "Adiós, querida Luna". Szulanski se anima quizás a ubicarse en el lugar del país soviético, coloca a Argentina como un país que pudo ganar la conquista al espacio. Pero claro, no contaba con un detalle, los argentinos. Año 1966, gobierno militar de Onganía. Emilio Castillo (Ezequiel Tronconi) es un astrofísico frustrado en su profesión en un país que no lo valora. Él sostiene que hace años, los Estados Unidos le robaron la idea del satélite Sputnik; y ahora tiene todo listo para un nuevo proyecto, pero nada será fácil. Emilio es un hombre sencillo casado con Laura Cooke (Laura Laprida), una mujer con una escala social más alta que la de él, con más ínfulas que él, y con un parche en el ojo que denota algún episodio del pasado. La relación entre ambos no es la mejor, y no solamente por pertenecer a mundos diferentes. Emilio es alguien frustrado que termina presentando al Estado su próximo proyecto en busca de financiamiento ¿Cuál es ese proyecto? Lanzar una nave tripulada al espacio, más precisamente, a la Luna. Ese es sólo el comienzo de un largo periplo para Emilio. La burocracia le arrebatará el proyecto. Se creará un instituto a tal fin, de cual él será nombrado subdirector, y pondrán como director a cargo a un militar interventor (Alberto Suarez en un rol que podría ser el mismo que interpretó en Rojo, unos años antes) que obviamente no sabe nada de la materia. Emilio debe manejar el proyecto desde las sombras, sin que ni siquiera lo dejen entrar al galpón en el que se está preparando la nave, y poco a poco todo se irá haciendo más difícil. Las mujeres son un centro en "Astrogauchos", además de su mujer, Emilio se verá rodeado cada vez de más secretarias, mujeres oficinistas, mujeres guardas de seguridad, mujeres burócratas, mujeres y más mujeres; todas usando su sensualidad para ocupar su rol, mujeres objeto que sacan provecho del ser objeto y hasta pueden llegar a pisar y pasar por arriba de un hombre como Emilio. Hasta una profesional avanzada que acepta trabajar como secretaria por el hecho de ser mujer, pero utiliza “sus armas femeninas” para posicionarse. Por un lado son las mujeres que lo cercan, y por el otro el modo en el que se trabaja, o no se trabaja, en el Estado, con el populismo dando vueltas permanentemente y como dificultad imposible de surcar. Un proyecto científico utilizado como propaganda; el marketing gubernamental en todo; el estado de bienestar como modelo idílico y como propaganda falsa; y el empleo y la contratación estatal como nido de todo tipo de vagancias, acomodos, chanchullos, operaciones, y sobreempleo innecesario. "Astrogauchos" no es una película que se ande con rodeos a la hora de plantear su ideología. Una comedia satírica que lleva al límite muchos preconceptos, y que resulta muy eficaz en su humor. Muchos tramos de esta realización están pensados para lanzar unas carcajadas, su comicidad es muy ocurrente y elocuente. Aunque toda esté basada en esta idea del Estado y las mujeres como enormes y aglutinadoras, predadoras, piedras en el camino que se devoran todo, y truncan los sueños más progresistas. Hay algo de la saga italiana de Fantozzi, algo de la argentina "Zenitram". El trabajador frustrado, y esa idea de que “hecho en Argentina” o “a la Argentina” significa hecho a los ponchazos y contra todo tipo de chantajes y situaciones burdas o pueriles. Estéticamente, "Astrogauchos" es una película enigmática, y muy lograda. Capta el estilo psicodélico, la onda beat. Los planos, el montaje, las secuencias, la ambientación que va desde los escenarios, el vestuario, o la música, hasta la estructura de los diálogos, es de un rigor corretísimo, casi de ensoñación. Todo este rigor de ambientación se pone en dudas en algunos detalles. La historia se ubica durante el gobierno militar que derrocó al segundo peronismo, pero es evidente, que toda su iconografía, y su ideología, hace referencia al peronismo y no a Onganía o la Libertadora. Todos los preconceptos e ideas que se tienen sobre el gobierno de Perón, son los que se plasman en "Astrogauchos". Durante un planteo sindical queda muy expuesto esta diferencia de años, en 1966, los sindicatos estaban intervenidos e inactivos. En un período actual en el que muchos parecen querer sumarse a una ola feminista, un mensaje de mujer voraz como el de Astrogauchos es como mínimo extraño. Ya se notaba algún mensaje ambiguo sobre la mujer en sus anteriores películas, casi como personajes que se aprovechaban de un rol minoritario; sólo que esta vez, es bastante menos ambiguo. Otra vez, en una escena clave, la bajada de línea se vuelve extrema, y se plantea una situación legal que no es tal cual como se dice en la película, la realidad del texto de legislativo es todo lo contrario. Los roles femeninos son los que más se destacan en "Astrogauchos". Laura Laprida le encuentra el tono a un personaje difícil. Lo mismo María Eugenia Rigón, sobresaliente, radiante, imponente. Entre los hombres, Alberto Suárez y una participación de Germán Baudino, son brillantes. Ezequiel Tronconi es un actor talentoso, y cumple su labor, pero Emilio quizás no sea el personaje más correcto para él; o él no sea el actor con el psique du rol más exacto para Emilio. De todos modos, lo saca a flote. "Astrogauchos", en definitiva, es una propuesta con muchos aciertos, graciosa, irónica, punzante, y lograda desde lo técnico y lo estético. Quizás una bajada de línea menos remarcada; o si se la refuerza, hacerlo con la valentía de ubicarla correctamente en tiempo, sin eludir posibles problemas; hubiesen conseguido un resultado mucho más acorde a los altos logros mencionados.
Comedia espacial Con cinco películas en su haber, Matías Szulanski es todo un director a tener en cuenta. Sus films (Reemplazo incompleto, Pendeja, payasa y gorda, En peligro, Recetas para microondas) cuentan con un dotado sentido de la estética, un obsesivo detalle por el encuadre y un humor muy particular. Esta película no es la excepción, Astrogauchos (2019) presenta además una premisa potente: Argentina podría haber sido el primer país en llegar a la luna. Pero pasaron cosas, que la película describe con gracia. La historia de Emilio Castillo (Ezequiel Tronconi), el joven y brillante científico que tiene el proyecto para diseñar el cohete que cruce el cielo, y es embaucado por un Estado burocrático y corrupto en tiempos de Onganía, mientras sostiene una curiosa relación con su mujer tuerta Laura (Laura Laprida), podría ser la de cualquier talento frustrado nacido en estas tierras. Con ella se desliza la mordaz crítica social de la trama. El humor absurdo se apodera de manera explícita con la rareza e incomodidad de las relaciones humanas, extremadamente frías y calculadoras (otro de los tópicos del director) producto de personajes narcisistas e incapaces de pensar en el otro. Es lógico que en este contexto un proyecto como el de viajar al espacio se torne imposible más allá del talento del personaje principal. Astrogauchos quizás sea la película de mayor popularidad de Matías Szulanski desde su gestación (actor conocido, premisa concisa, estructura narrativa en episodios) sin embargo, no es perfecta. Su fascinación por la forma con múltiples guiños a la época tanto desde la moda como desde la música y el cine mismo, encuentra una adoración por quienes comprendan el código de referencia pero tal vez el resto, un público ávido de una experiencia directa y emocional, se quede afuera de la experiencia. Pero esto no le quita méritos al director, que asume riesgos y profundiza su visión más allá de las devoluciones. Dueño de un estilo único, su cine se cristaliza de película a película y quizás en esta propuesta, encuentre el modo de demostrar que puede manejar diferentes géneros sin perder nunca el eje de su mirada de mundo, cada vez más interesante.
Una extraña ucronía al borde de lo lisérgico A partir de un colorido diseño de arte que revive el espíritu de los ‘60, el film inventa una Argentina que no fue para retratar a la de siempre. Decir que Matías Szulanski encaja en la definición de director prolífico es estrictamente cierto. No se puede llamar de otro modo a quién debutó en el cine con Reemplazo incompleto en 2016 y que con Astrogauchos redondea una filmografía de cinco películas en menos de cuatro años. Algo inusual para una industria que en ese lapso sufrió importantes retrocesos en materia de financiamiento. Recursos que a Szulanski no parecen faltarle, si se lo juzga por la celeridad de su pródiga obra y por lo realizado en este último trabajo. Es que si se lo analiza con ojos de productor, Astrogauchos es un trabajo que a priori era muy difícil de llevar a cabo. Sobre todo porque se trata de una producción costosa para la realidad del cine argentino actual: una película de época con un importante despliegue de vestuario; con una inusual variedad de locaciones, muchas de ellas de gran envergadura; y puestas de cámara y composiciones de cuadro muy planificados. Claro que es posible que la película haya costado mucho menos de lo que aparenta y es entonces ahí donde hay un mérito que desde el principio se le debe reconocer a Szulanski. La película nace de una idea que al menos en los papeles resulta de interés. En 1966 Emilio Castillo, joven ingeniero y docente de la UBA, afirma en televisión que los rusos le robaron los planos que usaron para construir y poner en órbita el satélite Sputnik, y que la Argentina dispone de los medios para llevar una nave tripulada a la Luna antes que estadounidenses y soviéticos. Y se postula como titular de un hipotético Ministerio de Asuntos Espaciales. Como se sabe, lo peor de los deseos es que a veces se hacen realidad. Al menos de forma imperfecta: la cartera espacial se crea, pero a Emilio apenas lo nombran viceministro. A partir de ahí se convertirá en rehén de una burocracia delirante y en víctima de su propia candidez. Astrogauchos es una ucronía al filo de lo lisérgico que Szulanski usa no solo para esbozar un retrato ácido de la “argentinidad”, si no para realizar una crítica a una forma de hacer política. Según se desprende de ella, cada nueva gestión se empeña en hacer tabula rasa, proclamándose salvadores de la República, siempre con el acotado límite de su propio final. En las paredes de todas las dependencias públicas que imagina la película cuelga el retrato del general Onganía, pero la imagen podría reemplazarse por la de cualquiera de los que lo antecedieron o sucedieron (militares o civiles) y casi sería lo mismo. A partir de un colorido diseño de arte que busca revivir el espíritu de los años ‘60, Astrogauchos inventa una Argentina que no fue para retratar a la de siempre. O al menos para poner en escena esa fantasía pesimista en la que los argentinos le atribuyen todos los fracasos a un complot de terceros, que se empeñan en impedir que alcancemos el inevitable destino de mejor país del mundo. Algo de esa inocencia habita en Emilio, aunque a veces la película lo sobrecargue de castigos o se exceda en el tono elegido.
Argentina, divino tesoro. En su quinto opus y meritoriamente distinto a sus anteriores películas, Matías Szulanski se sumerge en un universo que pretende reinventar una Argentina de los 60 que no existió y lo hace a partir de la crítica y la ironía tanto del poder como de ese fenómeno llamado ser nacional. Astrogauchos se alimenta estéticamente hablando de distintas vertientes cinematográficas no en calidad de copia u homenaje sino como puente directo a una puesta en escena para retratar en clave liviana, jocosa y libre varios estereotipos. La premisa recupera por un lado el contexto de la dictadura pero no hace de ese elemento más que un apunte para situar la acción que involucra a la carrera aeroespacial antes que Rusia y Estados Unidos se disputen la conquista del espacio. El dato de color es que Argentina tenía la capacidad de construir un cohete, llegar a la luna antes, dar la vuelta y refregarle a la humanidad que éramos más que todos pero no nos dejaron. En ese sentido el protagonista es un intelectual, profesor de la UBA que asegura haber sido víctima del robo de su proyecto por parte de los rusos en la construcción del Sputnik, y ese es el primer indicio. La trama avanza entre algo de humor y personajes variopintos pero el punto fuerte de esta película es su estética, psicodélica que recuerda al Blow-up (1966) de Michelangelo Antonioni, entre otros referentes a la vista. Entretenida y con el plus de contar con el protagónico de Ezequiel Tronconi.
Emilio Castillo es un chico joven, que enseña en la Universidad y armó un proyecto espacial para llegar a la Luna antes que las superpotencias de turno. Estamos en la década de los "60, gobierna un militar, Juan Carlos Onganía, y parecen darse las condiciones para que Castillo cumpla su proyecto, integre un Ministerio de Asuntos Espaciales y, aunque resigne un cargo alto, pueda cumplir como viceministro su sueño de años. Dentro de una línea con la que Martín Rejtman ("Silvia Prieto"), Diego Lublinsky ("Hortensia") o July Massacesi ("Cabeza de pescado") desafiaron el realismo, Matías Szulanski se adscribe ya con títulos como "Pendeja, payasa y gorda", aquella comedia lunática y con locuras feministas La idea era buena. "Astrogauchos" se ubica también dentro de una línea extravagante y loca pero con un guion débil, flojo en los diálogos y que se desmorona con facilidad. Original en su forma, con un diseño visual, una estética que la destaca (Sandra Iurcovich), el filme hace agua por su falta de solidez en el desarrollo y concreción de los contenidos, que se pierden a medida que avanza el metraje y se repiten situaciones y conceptos. ABSURDO COMO GUIA Un elenco joven acompaña bien al protagonista, Ezequiel Tronconi, y a Laura Laprida ("Historia de un clan"), la pareja de Emilio Castillo, destinado a sufrir los devaneos de su patrón (Alberto Suárez) y las interminables vueltas de la burocracia. Con el absurdo como guía, mientras se construye un cohete que nunca va a despegar y su escritorio se llena de secretarias, el protagonista, influído por su jefe que divaga con películas de gauchos galácticos, sueña con nativas emplumadas que hablan en guaraní. "Astrogauchos" se va apagando luego de un comienzo brillante, con poco humor, bien elegidas locaciones, estupendas incursiones musicales y una troupe de señoritas mandonas que se aglutinan ante un semihéroe derrotado por la burocracia de su país.
UN TRAJE PRESTADO El nombre de Matías Szulanski es uno que viene circulando de manera profusa en el circuito del cine independiente argentino: con Astrogauchos, son cinco las películas que estrenó en apenas tres años (las otra son En peligro, Recetas para microondas, Pendeja, payasa y gorda y Reemplazo incompleto), cifra difícil de igualar en el complejo sistema de producción del cine argentino. Y si bien en sus películas se observa siempre una intensión de apostar por los géneros y hacerlo de manera lúdica, también asoman las limitaciones de la baja producción o de ideas que no terminan por fluir de la manera en que deberían hacerlo. Sin embargo, Astrogauchos es otra cosa, un film mucho más ambicioso que apuesta por una estética bien precisa y por una temática que no esquiva la necesidad de una ambientación de época. Ezequiel Tronconi interpreta Emilio Castillo, un científico que en la Argentina de 1966, y en plena lucha aeroespacial, asegura que los rusos le robaron los planos para poner en órbita al satélite Sputnik, y que de ponerse en marcha un plan que él creó el país estaría en condiciones de llegar a la Luna antes que lo soviéticos y los norteamericanos. Vistos los resultados y lo que sucede con el pobre Castillo, se podría decir que Szulanski sufre un poco las mismas consecuencias de la ambición formal y estética de su proyecto. Astrogauchos no es sólo una dirección de arte interesante y un trabajo destacado en vestuarios y peluquería, también desde lo fotográfico y desde los encuadres hay una intención de recrear el cine de los años 60’s y de darle forma por medio del humor absurdo. En la película de Szulanski se observan recursos que emulan el cine de Wes Anderson, tanto desde los movimientos de cámara y los encuadres como desde la introspección de los personajes, pero también a las películas de los hermanos Coen, con una mirada sardónica sobre la burocracia y un cinismo algo molesto. A Castillo las autoridades lo tienen de acá para allá, como también lo tiene de acá para allá su mujer, en una serie de situaciones absurdas y lunáticas que pretenden aprehender un espíritu de comedia que ya no se practica mucho. No se puede decir que Szulanski no tome riesgos y que en el contexto de la comedia argentina Astrogauchos no tome una distancia más que atendible. Si se apela a lo costumbrista, se lo hace por medio de una operación estética que suprime su costado más grosero para apostar por una risa contenida. Pero si algunos momentos funcionan y estéticamente la película se sostiene, hay algo en Astrogauchos que la vuelven absolutamente impersonal y dependiente de sus referencias. Los personajes nunca terminan de generar empatía y a cada segundo la película cae presa de las comparaciones. Y así como en Pendeja, payasa y gorda todo se veía como una tarantineada tardía, en Astrogauchos el espíritu de Wes Anderson y los Coen pesa tanto que más que un homenaje lo que vemos es un traje prestado que chinga por varios lados.
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Su desarrollo cuenta con una muy buena ambientación, el vestuario, peinados, maquillaje, locaciones, muy colorida, contiene otros elementos y una apropiada dirección de arte, además se encuentra muy bien interpretada por sus protagonistas los cuales logran tener buena química y juegan correctamente con el absurdo pero tiene ciertos gags no atraen demasiado, algunas acciones resultan reiterativas, le faltan matices y no termina de convencer.
Desde el título del film nos provoca una reflexión: ¿Por qué la Argentina que hace un siglo era potencia mundial, ahora se encuentra en esta situación? El director Matías Szulanski no tiene, ni pretende tener, la respuesta. Ni siquiera aproximarse a elucubrar una idea. Simplemente, recrea un momento clave del país en el que, una vez más, los "grandes intereses" de unos pocos conspiraron contra los de la ciudadanía toda, tiempos en que la Nación estaba bajo la dictadura de Onganía. El relato abarca los últimos meses de 1966 hasta julio de 1969, cuando una tripulación estadounidense llega a la luna. Descripto en cuatro capítulos vemos a un argentino entusiasta, Emilio (Ezequiel Tronconi), Director de Investigaciones Aeroespaciales de la UBA, intentar llevar a cabo un ambicioso proyecto personal, construir una nave espacial para competir contra los Estados Unidos y la Unión Soviética en la carrera para llegar al satélite de la Tierra. El científico está casado con Laura (Laura Laprida), no tienen hijos y aparenta ser un buen matrimonio. Ella lo acompaña y viven bien gracias a que él heredó un departamento y bastante dinero. Pero, para que haya un conflicto y que la historia avance, el protagonista irá encontrando en su derrotero una infinidad de obstáculos bien "argentos". Ambientado con mucho cuidado en la selección de las locaciones, muebles, accesorios, vestimenta, maquillaje y peinados, junto a un auto de colección que utilizan para trasladarse, todo acompañado por canciones en español y francés muy refinadas, nos trasladan efectivamente a los años ´60. Narrado en clave de comedia dramática, tiene un ritmo propio y un humor, que, al comienzo, cuesta comprender, porque los diálogos y las acciones están fuera de timming que, con el correr de los minutos, se acomodan perfectamente. Estamos hablando de las situaciones no resueltas con eficacia en el set de filmación y no en la sala de compaginación. Cabe destacar también, lo cuidadas y bellas escenas de transición, muy particulares, cuya elaboración y estética resalta aún más el estilo de vida en esa época de la clase media. Cuando Emilio presenta su proyecto al ministerio gubernamental, se lo aceptan pero con la condición de estar bajo la supervisión del ministro Luis Etchegoyen (Alberto Suárez). Pese a no estar de acuerdo, debe resignarse a depender de un jefe. Las ilusiones, motivaciones, energía van en aumento. Lo que no pudo presagiar fue que lo prometido era sólo eso. En el trabajo y la vida en pareja el espiral descendente va destruyéndolo emocionalmente reduciéndolo a la mínima expresión. La película es una irónica metáfora de lo que somos. Una sociedad egoísta que le cuesta mucho reconocer los méritos y valores del otro, donde siempre es más fácil ponerle palos en la rueda y aprovecharse de eso, que apoyarlo incondicionalmente.
Astrogauchos es uno de los estrenos nacionales de la semana dirigido por Matías Szulanski, quien apuesta a salir del patrón del cine costumbrista y autóctono hacia un a narrativa artificiosa que busca un lugar entre la comedia absurda y la tragedia de un antihéroe de manual. Para arribar a este discurso de artificios se apoya en una escenografía y un vestuario estridentes, de un retro pop algo obvio, una iluminación colorida y anti naturalista técnicamente solvente pero muy poco atractiva y un manejo de la cámara con marcados zoom in y encuadres de estilo setentosos sumados a un montaje con cortes duros y saltos temporo espaciales remarcados. Toda esta batería de recursos avanza sostenida por una trama alocada pero con intenciones simbólicas y un estilo distintivo en la actuación que en pos de alejarse de los lugares realistas se queda suspendida en el país de lo inverosímil. La trama propone con ingenio, aún con sus escasos logros narrativos arriesga una idea que en el marco político elegido, Argentina 1966 – plena guerra fría, podría haber dado como resultado una propuesta mucho más jugosa. El caso es que nuestro antihéroe protagónico, Ezequiel Tronconi, encarna el papel de un joven científico que diseña un plan espacial para llegar a la luna en un dispositivo que el mismo ha diseñado y es toda su obsesión. Manipulado por un contexto opresor y burocrático, en pleno gobierno de Onganía, sus intentos de llegar a buen puerto parecen cada vez más inviables y utópicos. A todo esto para que su condición de anti héroe no sea poca cosa, su mujer lo engaña sin pruritos tratándolo como a un pobre tipo, sus colegas y conocidos lo bastardean, lo traicionan o lo estafan de alguna forma. Y el plan del científico se hace cada vez más inalcanzable, cada vez más lejos de la luna. El disparador del filme como núcleo simbólico es atractivo, una utopía en el espacio planteada en el marco de un gobierno militar y de un mundo en plena lucha de poder territorial, plataforma que da para varias líneas de desarrollo que en el filme se asoman pero no se cristalizan. Volver a mirar esa etapa de la historia argentina a través de un género y un estilo no realistas es festejable por el riesgo mismo que eso conlleva, aún cuando en el intento haya muchos desaciertos o titubeos que dejan a la película en un camino impreciso. Si la intención de sostener este relato está focalizada en el uso de la cámara, la iluminación o el arte, por separado nos pueden parecer prolijos o correctos pero no hay sinergia que los ensamble. Un área casi vacía de trabajo estético es el sonido que no tiene un elaborado modelo de capas y texturas que puedan armar un buen clima audiovisual. La dirección de actores es una arista de notoria desventura, donde vemos a un Tronconi que conocemos por su capacidad compositiva y que aquí no luce nada de sus dotes actorales. Una ucronía con aspiraciones arriesgadas pero con muchos desaciertos. Ojalá aún con estos duros embates, estos intentos abran la puerta a revisar nuestra historia sociopolítica desde nuevos ámbitos y nuevos géneros que nos permitan repensar el cine y nuestro pasado a través de nuevas miradas. Por Victoria Leven @LevenVictoria
A primera vista, Astrogauchos es una verdadera curiosidad. Una comedia argentina ambientada en los años sesenta que parecen los swinging London, con colores, vestuario, diseño de una estilización inusual. En el medio, un joven científico argentino que quiere ir a la Luna antes que americanos y soviéticos. Empeñado en que le tomen en serio sus muy serios proyectos. Y acompañado por verdaderos personajes. Todos parecen jugar a ser "personajes" en este film tan extravagante como bastante vacuo, a medida que los minutos transcurren y con ellos la sensación de que la puesta no envuelve mucho más que lo expuesto. Tiene humor, y parece tomárselo todo con un velo de ironía, pero es un humor menos gracioso de lo que parece pretender.