Bañeros hace agua Como si no hubiéramos tenido suficientes entregas de la saga, llega Bañeros 5: Lentos y cargosos (2018), una fórmula que pese a los intentos por sostenerla ya expiró. Gino Renni quiere terminar de comprar un balneario y solo le queda una cuota por pagar. Los villanos principales son Joaquín Berthold y Alex Caniggia, quienes intentarán sabotearlo para que incumpla el contrato y así estafarlo. El villano mayor es Matías Alé, alguien presentado desde el mismísimo tráiler pero que en la película juega el rol de personaje misterioso siempre de espaldas, ese es el primer paso en falso. Bajo el mismo formato y con los mismos recursos de siempre entran en escena Pachu Peña, Pablo Granados y Nazareno Mottola, guardias de seguridad ultra tontos que por cuestiones azarosas terminan en el balneario contratados como “bañeros”. Una vez allí se completa el cuadro con Pichu, un guardavidas que no sabe nadar y hace voces “graciosas”, no mucho más. Estos últimos son personajes que encontraron su línea humorística efectiva en el programa Sin Codificar y que no se entiende bien por qué se exponen a este tipo de papeles que no solo no les suma, sino que les resta. La saga en sí nunca fue más que un desfile de los famosos del momento sin más pretensiones que sobrevivir en la taquilla de las vacaciones de invierno. Pero lo que más molesta es el poco cuidado de su propio producto. Las inconsistencias no parecen errores o malas decisiones, sino que da la sensación de que detrás no hay ni un poco de esfuerzo ni compromiso en hacer algo decente. Entre lo más insólito está la aparición de un drone con cara que es demasiado difícil de explicar porque es complicado interpretar qué quisieron hacer: si era un intento del personaje típico de robot tierno esto falló. Con la aparición del drone con cara llamado “Bongo” y también la presencia de un tiburón en la orilla se puede decir que si algo les importó menos que hacer una película mediocre, eso fue incluir una serie de efectos especiales que dan hasta un poco de vergüenza ajena. Se nota, además, que a pesar de sostener el paisaje femenino en pequeñas bikinis, intentan cuidarse mucho más por cuestiones obvias de timing con la actualidad social. Por esta razón no vamos a ver ni un toqueteo de personajes, pero no van a faltar los planos detalle de colas, pechos y los chistes desubicados (es difícil para este formato prescindir de la cosificación). Pero como la esencia misma de la saga es machista, en varios momentos se les escapan escenas reprochables. Nunca faltan el par de hombres disfrazados de mujeres para engañar y manosear clientas con la excusa de la sesión de masajes. Agotadísimo. Finalmente, no se puede obviar el homenaje a Emilio Disi que al menos no desentona, porque mantiene la línea de una pobre franquicia.
Luego de 31 años en que se estrenó el primer film de esta serie de películas, en la que unos bañeros torpes viven una serie de locas aventuras veraniegas en las playas de Mar del Plata, estos personajes volvieron a la pantalla local en tres nuevas ediciones. Ahora llegó la quinta propuesta con la misma escueta receta cómica que en sus anteriores entregas. En este caso, los protagonistas son cuatro jóvenes que aspiran a convertirse en salvadores del propietario de un balneario quien está a punto de perder su titularidad y con ella, la fuente de trabajo de los protagonistas de esta película. De aquí en más la historia, o historieta, dirigida por Rodolfo Ledo, caerá en las más absurdas situaciones con eje playero, en las que gags tan antiguos como el cine mismo y un elenco carente de calidad (en esta entrega, a los ya tradicionales personajes de Pachu Peña , Pablo Granados y Gino Renni, como el propietario del parador, se suman los hermanos Alexander y Charlotte Caniggia, y también Mica Vicciconte y Sol Pérez) intentan reflotar la continuación de esta saga cinematográfica que, a pesar de sus buenos resultados en la taquilla, es de esperar tenga aquí su última entrega.
El tiempo pasa inexorablemente pero la saga de los “bañeros” sigue en pie y siempre con la misma impronta. En este caso con dos homenajes a Emilio Disi, con Gino Renni en el elenco, la participación de Pablo Granados, Pachu Peña, Nazareno Móttola, Alberto Navia, Joaquin Bertoldo, los hermanos Caniggia, Sol Pérez, Mica Viciconte, la efectiva Luisa Albinoni. El libro es de Salvador Valverde Calvo y su hijo Valverde Freire con la dirección de Rodolfo Ledo. ¿Qué tiene esta película además de remitir a un clásico del cine argentino de hace 31 años, que no cambia, ni en el tono, ni en los equívocos, ni en la trama livianita, ni los gags físicos? Se parece a sí misma y evidentemente tiene un público cautivo que la festejará.
En 1987, cuando llegó a los cines Los bañeros más locos del mundo, nadie hubiera imaginado que tres décadas más tarde seguirían estrenándose retoños de aquel éxito. Pero no por falta de visión: hoy también resulta difícil de concebir que esta franquicia siga viva. Por lo menos, que siga viva de este modo: sin argumento, con un humor que ya en los ’80 era antiguo, y actuaciones que no pueden ser calificadas como tales. La explicación de la supervivencia es simple: en 2014, casi un millón de personas vio Bañeros 4: Los rompeolas. Pocos ejemplos tan claros de que a menudo no existe relación entre calidad y éxito, y mucho menos en el pobre panorama de exhibición cinematográfica actual. Rodolfo Ledo -responsable de las últimas tres películas de la saga, después de que Carlos Galettini firmara las dos primeras- filmó aquí una seguidilla de sketches que abreva en el lenguaje televisivo más perimido. Podría interpretarse que eso responde a que los protagonistas son figuras surgidas de la televisión, como Pachu Peña, Pablo Granados, Nazareno Mottola y Pichu Straneo. Pero para dar una idea de lo que es Bañeros 5, hay que decir que lo que este cuarteto hace en Peligro: Sin codificar suele ser muy superior a su desempeño en malla y crocs. Pero sí: como en las comedias de la temporada teatral de verano, aquí el anclaje mediático es fundamental. De ahí surgen las -de otra manera injustificables- presencias de los hermanos Caniggia y de Mica Viciconte. Y del celebérrimo culo deSol Pérez, que se destaca entre unos cuantos pares de nalgas anónimas. El aporte retro quedó a cargo de Gino Renni, como único representante de los bañeros originales (la película está dedicada a Emilio Disi, fallecido en marzo), y de Luisa Albinoni, a quien hubiera sido mejor recordar sólo como la chica de “hola, mami”. El combo decadente lo completan unos cameos de El Mago Sin Dientes, Paolo El Rockero, Matías Alé y Migue Granados. Y también tiene cierto protagonismo un dron que, animación mediante, gesticula (¿?). El resultado es berreta a más no poder, a tal punto que Bañeros 5 ni siquiera califica para el consumo irónico. De todos modos, quizá haya que guardar un rinconcito de esperanza de redención: no hay que olvidar que en estas playas alguna vez también se enchastró Guillermo Francella.
Lo primero que vemos en Bañeros 5 es el vetusto logo de Argentina Sono Film. No es un detalle menor: ese logo, tan feo como es, tan berreta y con esa música saturada hasta lo insoportable, sin siquiera un ápice de encanto vintage, hace pensar que lo que vamos a ver a continuación es una película de hace 30 años. Y el hecho es que, como bien sabemos los que vimos las producciones más recientes de Argentina Sono Film, y como se puede intuir desde el mero acto de ver el espantoso afiche de Bañeros 5 -que es idéntico a todos los afiches de comedias de Argentina Sono Film de los últimos años-, lo que viene después atrasa esa misma cantidad de años. A esta altura, año 2018, en plena lucha feminista, entre otras cosas, resulta increíble que este cine horrible no haya avanzado en nada, que no se haya aggiornado aunque sea un poco. Pero aquí estamos, con otra “comedia veraniega” para las vacaciones de invierno con actores gastados, otros nuevos que solo aportan razones para que uno se irrite un poco más (lo de Pichu Straneo es todo un desafío a la paciencia) y una cantidad interminable de culos mal fotografiados. Bañeros 5 es mala de la peor de las maneras posibles: no sorprende ni en su capacidad para hacer las cosas mal; no tiene siquiera el “mérito” de ser la peor película de Rodolfo Ledo (ese honor se lo sigue llevando su opera prima, Papá se volvió loco, una de las películas más nefastas que se hayan hecho jamás) y no varía demasiado de lo que ya vimos en las dos entregas anteriores de la “saga”. Y en lo que sí varía respecto a Bañeros 4 es en la ausencia de Karina Jelinek, cuya actuación en plan surrealista hacía que todo fuera un poquito menos execrable. El resto consiste en 86 interminables minutos de gags resueltos con un nivel de pereza que no genera otra cosa que fastidio. Porque lo que más molesta en las películas de Ledo es cómo en todo momento queda en evidencia el absoluto desinterés por lograr algo mínimamente potable. Hay más de un momento de Bañeros 5 donde todo parece a punto de descontrolarse hasta lo anárquico; incluso hay un par de chistes que en el recuerdo son mucho mejores de lo que eran en pantalla. Pero la desidia es tal que todo queda en la nada: Ledo no da la posibilidad de que la película respire, no da libertad a sus actores para que les salga algo gracioso aunque sea de casualidad. Las películas de la “Brigada Z” que hacía Carlos Galettini en los 80 eran decididamente malas, pero cada tanto había algún momento, generalmente improvisado por sus actores, de comedia genuina. Incluso, en la última media hora de Los pilotos más locos del mundo, de 1988, se les ocurrió robar a mansalva de ¿Y dónde está el piloto? del trío Zucker-Abrahams-Zucker y ocurrió el milagro: toda esa secuencia marca uno de los momentos más desquiciadamente inspirados de la historia de la comedia-argentina-industrial-berreta. A Ledo y sus secuaces nunca podría pasarles eso, porque no les importa.
Vacaciones de invierno. Hordas de niños plagando las salas. Padres que esperan que por al menos dos horas el cine les devuelva un poco de sosiego ante la falta de actividades escolares y extracurriculares. Películas de animación, de super héroes, de romance, de comedia, y la infaltable saga popular nacional serán parte de lo que promete ser un invierno con una masiva afluencia a las salas, porque más allá de todo, el cine, sigue siendo un entretenimiento barato en comparación a otras actividades y que funciona como el momento ideal de esparcimiento para la familia. Dentro de las anteriormente mencionadas propuestas, “Bañeros 5” viene a ocupar la cuota local con su fórmula probada de humor, incorreción, y estrellas televisivas que aportarán la principal atracción para convocar al público. No se puede pedir más que eso, porque sin dudas estamos ante un hecho que nada tiene que ver con lo cinematográfico, más allá de soporte que utilice y el lugar en donde se pueda ver su propuesta. Pensada como una entrega más de la saga, pero sin solucionar aún temas de narración, dirección y hasta actuación, “Bañeros 5” apuesta por lo seguro y evita profundizar demasiado en las mismas líneas argumentales que propone. Como un eterno sketch de televisión, en la película, y por acumulación, se va conformando el relato sin siquiera tener alguna conexión con la escena anterior. Por ejemplo, si la sobrina de Gino Renni (veterano de la saga), Sol Pérez, se incorpora como una de las nuevas figuras a la película, se la intentará dotar de alguna función dentro de la historia, pero tampoco se buscará demasiado que la cumpla. Hay guiños con el espectador, como ese gag, que funciona, y muy bien, entre Pablo y Migue Granados, aludiendo al mal momento que pasa el segundo por la exposición de su padre, que si bien sabemos que es un chiste dentro del relato, también puede organizar un subtexto relacionado a las figuras que trabajan en la película. Excepto Joaquín Berthold (el malo de turno), Matías Alé, Luisa Albinoni, Álvaro Navia y Renni, el resto de los personajes hacen de sí mismos, es decir, que Mica Viciconte, se esfuerza, pero es “la chica del momento”, la que los medios se disputan, y, en este caso, los dos bandos enfrentados del relato. Pichu ofrece su galería de transformaciones a la que nos tiene acostumbrados en “Sin Codificar”, Pachu Peña, una vez más recurre a su entrañable “alemán”, Granados guía al equipo, y Nazareno Mottola se cae una y mil veces, como en los programas de televisión en los que participa. La dupla de los hermanos Caniggia, hacen nuevamente de las suyas, y no hay mucho más por mencionar del resto de las participaciones que hacen lo que pueden con el endeble guion, puesta en escena y relato. Para “modernizar” la propuesta, además de las “chicas del momento”, se agrega un personaje “animado”, un drone, que tal vez ofrezca, no por su animación, las imágenes de una ciudad que siempre brilla, que siempre nos recibe, y que merecía, nuevamente, un mejor producto y trato.
Vuelven los Bañeros con lo mismo de siempre y cada vez menos. La saga de Bañeros algunos dirán que es placer culposo, parte de su educación sentimental. Entonces habría que revisar esos “títulos” con los que varios se graduaron. Esto que no sabemos definir qué es, pero con seguridad no es cine -y por lo tanto no se puede analizar con las herramientas cinematográficas- pretende pasar como una comedia de humor popular cuando es populista y populachera: en términos de que ha sido construida por hacedores que sólo piensan en el dinero y en formatear, una y otra vez, aquello con lo que creen se debe reír el pueblo (a quien suponen masa), mirando “desde arriba” mientras revisan la cuenta corriente. De aquel comienzo en 1987 con comediantes televisivos en auge (Emilio Disi, Berugo Carámbula, Gino Renni, Alberto Fernández de Rosa y luego Guillermo Francella), se pasó a las huestes de Tinelli (Pachu Peña, Pablo Granados y Fredy Villareal) y ahora se busca renovar el reparto agregando algunos integrantes de Peligro sin Codificar (Pichu Straneo, Nazareno Móttola). Nada funciona. Ni el inexistente guion, ni las ausentes “actuaciones”, ni los chistes apolillados ni los gags avejentados. Y además, siguiendo el uso y costumbre de la franquicia y la ideología que la sustenta, hay que recurrir a chicas esculturales pero, para no desentonar con el hoy, sin cosificarlas. Y aunque lo intenten, se les nota que añoran otros tiempos. Es increíble que se sigan haciendo estos engendros que atrasan siglos. Pero siempre puede ser peor: que lleven público. Vergüenza es poco.
Bañeros 5 es pésima y no hace falta detenerse en sus fallas porque todo está descuidado: guión incoherente, gags repetitivos, actuaciones improvisadas, escenografía precaria, extras mirando a cámara, encuadres sin criterio, etcétera. Hasta el espectador más ingenuo sabrá las consecuencias de pagar una entrada para un producto infame. La operación del filme consiste en trasladar el timing televisivo a un formato cinematográfico. Será el elenco de Peligro: Sin codificar quien tome las riendas y recree los sketchs de las emisiones televisivas. Claro que hay un agravante: la televisión permite la flexibilidad de la conciencia, la dispersión a través del zapping o de actividades paralelas mientras de fondo se escuchan chistes dudosos. El cine, en cambio, es un dispositivo que predispone la concentración y te convierte en rehén durante 90 minutos. Esta falsificación de formato de por sí es una estafa, porque a Bañeros 5 se la podría fragmentar y dosificar en entregas televisivas de 10 minutos y el efecto de sentido permanecería intacto. Que la cinta acapare salas en complejos de cine acaba siendo una injusticia para otras producciones nacionales forzadas a mendigar una semana en cartel. La misoginia de la saga, camuflada en humor picaresco, se mantiene: los bañeros llegan a travestirse para manosear mujeres y las nalgas de Sol Pérez se convierten en un fetiche para la cámara. Charlotte Caniggia y Mica Viciconte quedan reducidas a McGuffins para que dos bandos masculinos se las disputen. La filósofa Hannah Arendt acuñó el término “banalidad del mal” tras descubrir que Eichmann no sufría dilema ético cuando se lo acusaba de ser un engranaje clave en la logística del holocausto. Sin desórdenes psiquiátricos, Eichmann simplemente creía estar haciendo lo correcto. No voy a comparar a Rodolfo Ledo, director de la saga de Los Bañeros, con Eichmann, pero sí me voy a permitir comparar el mecanismo. De seguro Ledo suponga estar filmando entretenimientos livianos o pasatiempos menores pero no puede reducir su tarea sólo a eso: el daño consiste en disfrazar valores socialmente aberrantes como aventuras simpáticas para toda la familia. Una irresponsabilidad firmada por Ledo y amparada por un entramado social que incluye a técnicos, actores, productores, distribuidores y a los mismos espectadores. De seguro Ledo suponga estar filmando entretenimientos livianos o pasatiempos menores pero no puede reducir su tarea sólo a eso: el daño consiste en disfrazar valores socialmente aberrantes como aventuras simpáticas para toda la familia. Una irresponsabilidad firmada por Ledo y amparada por un entramado social que incluye a técnicos, actores, productores, distribuidores y a los mismos espectadores. Grandeza ética es no consumir esta película, un mínimo compromiso para erradicar la banalidad del mal en el cine argentino.
En pocos días llegan las vacaciones de invierno, una vez más retorna este clásico del cine argentino y de “Argentina Sono Film”, con nuevos personajes. A 31 años de la primera “Bañeros” llega esta quinta entrega de la saga. A lo largo de su desarrollo Gino debe luchar contra los villanos que componen: Joaquín Berthold y Alex Caniggia, pero el jefe de estos es un personaje que se mantiene algunos minutos de incógnito, Matías Alé (no develo nada ya que se encuentra en el tráiler). Por otra parte como guardias de seguridad están: Pablo Granados, Pachu Peña y Nazareno Mottola, no sirven en su trabajo y son ineptos, les roban en sus narices, obviamente los despiden y como siempre los termina contratando Gino, como “bañeros” o “guardavidas”. Ellos tienen una particularidad y es que no saben nadar, en realidad son inútiles en todos los oficios. Le ponen un toque de humor similar al del programa “Sin Codificar”. En varias secuencias incorporan un drone llamado “Bongo” con carita que ayuda al guardavida Jessica (Sol Perez), sobrina de Gino. Lo que sigue es una serie de situaciones ridículas, (en humor no te sacan ni un ji) muchas chicas exhibiendo sus cuerpos, bikinis diminutas, plano detalle mostrando colas y pechos, hombres vestidos de mujer para masajear chicas, estas situaciones bastantes cuestionadas en la actualidad, varios personajes nuevos poco efectivos y un guión mediocre, vulgar y agotado. Cuenta con una importante cantidad de sponsor y la belleza típica de Mar del Plata. Se le hace un emotivo homenaje a Emilio Disi. Es posible que esta sea su última entrega.
¿Qué se puede decir de nuevo sobre la más reciente secuela de Bañeros? Una saga conocida por su machismo, su misoginia, la discriminación y por no tener ningún valor cinematográfico. Se hace difícil ya que se ha escrito y criticado innumerables veces este tipo de productos cuyos (i) responsables realizadores siguen insistiendo en sacar. Esta historia ya no tiene a ninguno de los clásicos actores que intervinieron en las dos primeras, las ochentosas y, más conocidas, de la saga, a excepción de Ginno Renni que junto a un montón de famosos del momento de la televisión argentina deben salvar el balneario de unos estafadores. El relato da pie a un serie de sketchs que demuestran que su director Rodolfo Ledo (quien ya había estado detrás de las anteriores secuelas) le importa un carajo lograr un mínimo gag que funcione (léase enojo). Y eso es lo que quizá más moleste de esta y las películas anteriores. Imaginemos por un momento, que hubiese ocurrido con otro director y productor, el germen de un potencial buen chiste está, pero a Ledo no le interesa explorar la comedia y la destroza. Hablar de cuestiones técnicas, como por ejemplo los extras que miran a la cámara o la pésima puesta en escena es obsoleto porque Bañeros 5 es también eso y no va a cambiar. La esperanza de que Ledo se aggiorne y se ajuste a los tiempos peca de ingenuidad, por más que se maquille, la película atrasa. No es para salir en su defensa, pero esto no pasa sólo en el cine nacional, sino también se puede ver en incontables películas norteamericanas, aunque a su favor logren que un algún que otro gag haga reír. Bañeros 5 está protagonizada por el dúo cómico Pablo y Pachu, quienes vivieron mejores momentos en su carrera (en mi opinión Granados es más talentoso de lo que se le reconoce), Micaela Viciconte quien es la única que dice sus líneas de manera convincente y por los hermanos Cannigia, en su debut en pantalla grande, que pobrecitos, no se sabe cuál es peor que el otro. También anda dando vuelta por ahí Sol Pérez cuyo único propósito es ser un objeto de conquista para el cómico Pichu Straneo. Y eso es todo lo nuevo. Bañeros 5 ofrece más de lo mismo y posiblemente nunca vaya a cambiar. Cada tanto sale una nueva producción de Argentina Sono Films para recordarnos que aunque por más actualizado que este su logo lo que vamos a ver pertenece a otra época que ya quedo pisada
Chistes viejos, para un contexto precámbrico, pegados con engrudo aguado. Pero eso sería pasable si al menos estuvieran bien filmados. No “bien filmados” en el sentido de pertinencia estética, sino que parezcan una película y no un sketch de TV con cámara fija de hace 40 años. El gran misterio es quién puede creer que una cosa así puede tener público, cuando su entrada vale lo mismo que para ver Los Increíbles 2.
Nunca me pareció interesante ni objeto de culto la serie de comedias de Brigada explosiva ni su transformación en Los bañeros más locos del mundo, ni todas las variables posteriores. Para ser más exacto diré que me parecieron todas malas películas de principio a fin, sin gracia, con un humor televisivo bastante ofensivo por momentos. Sin embargo, y de manera verdaderamente asombrosa, cada película ha logrado descender un escalón más en el infierno del mal cine. Las del siglo XX eran insufribles, las del siglo XXI deberían tener una advertencia antes de empezar por el daño que le pueden hacer a una persona que desperdicie su vida viendo algo así. A no equivocarse, no estamos frente a un objeto simpático o excesivo, a una obra cuya locura torpe termina generando interés. Al contrario, estamos frente a un exceso de pereza que se pasa de cínico y resulta insultante. Es divertido escribir chistes contra la película, seguramente es más gracioso leer un texto contra la película que verla. No lo duden, lo es. Pero Bañeros 5: Lentos y cargosos trae una buena noticia y es que ha fracasado en taquilla. ¿Con un título tan abiertamente desmotivador quién podría elegir pagar una entrada? La película se burla de sí misma desde el título, pero cuando uno sufre la desgracia de verla confirma que la película es lenta, muy lenta y que todo avanza a golpes de escenas pegoteadas como se puede, con los pedazos de un rodaje a las apuradas, con actuaciones imposibles, con un guión que está por debajo de lo más bajo que ha visto incluso en estas películas. La desesperación por aprovechar éxitos coyunturales incluye esta vez un dron y a Sol Pérez. Según los que hicieron la película las dos cosas nuevas que vale la pena incluir. También están los hermanos Caniggia, hijos del famoso jugador de fútbol. Entre Charlotte y Alexander hay algunas líneas de amenaza de incesto que por el apuro de poner a ambos en la película termina siendo lo único asombroso que el guión tiene pero solo tiene sentido para quienes los conozcan fuera de la pantalla. Hay muchas chicas y chicos en traje de baño, aunque obviamente con el énfasis en docenas de colas femeninas para que no solo se diviertan los niños sino los adolescentes y los hombres adultos. El mundo cambia, los bañeros de esta serie, no. Si van a hacer películas para niños deberían al menos tener en cuenta algún tipo de progreso cultural, como si el mundo ya hubiera entrado en el siglo XXI o como si la gente ya no fuera tan estúpida como para pagar para ver un producto por debajo de cualquier estándar aceptable. Es ofensivo un cine tan malo, siempre lo fue, pero hoy por hoy no hay motivo alguno para insistir con esto.