Esperando al huemul Buscando al Huemul (2012) bien podría llamarse “Esperando al huemul”. Lo que se dice búsqueda es descorazonado y sin más progreso que el de unas cuantas vueltas en círculos. Hay algo de absurdo en el andar de sus protagonistas, los campechanos Ladislao y Naza: el primero sueña con ver un huemul, porque según él “las cosas originales de este mundo se están acabando”; el segundo acompaña, obediente y lacónico. Filmado en la Patagonia neuquina, el documental sigue a Ladislao y Naza a través de bosques y montañas. No tienen un plan muy claro por dónde empezar a buscar. Teorizan vagamente cada vez que encuentran algún indicio – huellas, ramas, bosta – sin ponerse muy de acuerdo en nada y sin fijar ningún curso en particular. Son más lectores que intérpretes y evidentemente este es el deseo del director Juan Diego Kantor – el ejercicio consta no en encontrar, sino en buscar. Ladislao lleva consigo dos libritos, de los cuales lee de a intervalos; uno sobre el huemul y otro sobre la dícese “Campaña del Desierto” y el exterminio del mapuche. El documental adquiere un tono elegíaco cuando la analogía se hace evidente, pero es una analogía imperfecta. Tanto el huemul como el mapuche han diezmado en número los últimos siglos, pero el documental sólo deja en claro la maquinaria tras la desaparición del mapuche. La extinción del huemul es un hecho sin causa, parece; a tratar como símbolo. El documental está bellamente fotografiado e iluminado, y es de temática envolvente y responsable, pero ni en su corta duración puede evitar ser aburrido de a momentos. El mensaje es puntual, y quizás demasiado puntual – funciona no como un complejo sistema de fuerzas que ponen en tensión una problemática, sino como un alegato bastante unidireccional y predecible al que no hay nada que oponer. Todo en él apunta hacia la futilidad de la premisa – “encontrar o no encontrar al huemul” – con lo que, al rato, no deja mucho más por agregar.
Una aventura extraordinaria. El intento noble de este film es el de presentar el peligro de extinción del huemul (un animal que habita la franja sur de la Cordillera de los Andes) como un símbolo de la pérdida de lo sagrado, en pos de un progreso más material. La resistencia a desaparecer es lo que mueve a Ladislao Orosco, un joven mapuche quien ve el futuro de su pueblo acechado por el avasallante avance del capitalismo salvaje. En este viaje de Ladislao y Nazareno (su mejor amigo) por encontrar al animal autóctono reposa la estrategia simbólica del director para elucubrar las reflexiones sobre un mundo que presiona, mientras se permite -por ejemplo- registrar la inmensidad de una montaña, la cual opera como sublime: pavorosa y deslumbrante a la vez, especialmente cuando vemos a los protagonistas (que no son más que puntos en el cuadro) caminar sobre esos riscos tan peligrosos, no para ellos sino para algún forastero. En el director Juan Diego Kantor no se explícita esta urgencia de la analogía entre el animal casi desaparecido y el avasallamiento artificial sino que se traza un manto de aventuras, codificado en el carácter expedicionario de Ladislao y Nazareno. También puede leerse como un viaje íntimo a la profundidad de esa relación de amistad entre ambos, que comparten esa resistencia a perder la identidad, a quedar en el anonimato. Esa profundidad parece calar hondo a medida que se adentran en las montañas (que aparentemente conocen a la perfección) mientras el tiempo invisible pasa y la línea del horizonte parece más lejana.
Tiempos menos modernos Este documental aborda múltiples temas muy en boga por estos tiempos (la identidad y la memoria, la reivindicación de los pueblos originarios y la condena más explícita de la masacre de la Conquista del Desierto, el cuidado del medio ambiente y especialmente de aquellas especies animales en vías de extinción). No digo que se trate de un film oportunista, pero sí que su selección para la Competencia Argentina de un festival como el de Mar del Plata (estuvo allí en 2012) se debió más a su corrección política (y a que viene del interior y como resultado del concurso Raymundo Gleyzer) que a sus estrictos valores artísticos. No hay nada demasiado reprochable en este trabajo de Kantor (las imágenes son cuidadas; el sonido, impecable; el acabado técnico, inmejorable), pero también es cierto que este viaje por las montañas cercanas a Bariloche que emprende el joven mapuche Ladislao Orosco (acompañado por Nazareno Rodríguez) en busca del huemul del título no supera una medianía llevadera pero poco trascendente y con analogías un poco trilladas. Los protagonistas/”actores” caminan y andan a caballo, toman mate y leen libros sobre épicas indígenas, buscan rastros y huellas, cocinan con leña y escuchan la radio local. Algunas tomas parecen postales a-la-National Geographic y el uso de la música -sobria por suerte- resulta un poco abusivo.
Una historia de resistencia "En cuarenta años se va a extinguir" asegura el mapuche Ladislao parado en medio de un majestuoso paisaje del sur argentino mientras inicia la búsqueda del huemul, un ciervo autóctono del que sólo quedan dos mil ejemplares. Todos hablan de él pero casi nadie vio. Junto a su amigo, Ladislao se adentra en las montañas mientras afloran sus pensamientos y se resiste a desaparecer, al igual que el ejemplar que buscan. Entre falta de trabajo, fogones, huellas, paisajes nevados en Bariloche, y un marco escenográfico natural registrado con planos abiertos que muestran la pequeñez del hombre, la cámara de Juan Diego Kantor captura a manera de western la cabalgata de sus protagonistas en esta historia pequeña que habla sobre la resistencia. En definitiva, el huemul es sólo una excusa para deslizar otras historias y realizar la radiografía de un hombre en el sur argentino.
El huemul metafora de un mundo invadido Hace siete años, Juan Diego Kantor, director de este documental que ya fue exhibido en los festivales de Mar del Plata y Toulouse (Francia), estaba en Bariloche filmando un video institucional para una empresa de turismo de Rosario (el registro de las actividades que se llevaban a cabo en los viajes de egresados). Una de las excursiones previstas era la del famoso cerro Catedral. Llegó allí en una 4×4 que manejaba Ladislao Orozco, un descendiente de tehuelches que le habló por primera vez del huemul, un ciervo de alta montaña en peligro de extinción. De esa conversación nació el proyecto de viajar durante diez días para llegar a un punto desde el cual se pudiera observar a ese animal autóctono que fue desplazado por el hombre a una zona árida e inhóspita. Mediante una serie de flashbacks, conocemos la vida de Orozco en Bariloche y entendemos sus motivaciones para ir al encuentro de esa especie para la que ahora se planea la creación de una reserva que la proteja de la caza y de los ataques del ciervo colorado, otro enemigo palpable. "Al margen de la búsqueda del huemul, la película metaforiza el desplazamiento y la resistencia de las comunidades mapuches", dice el director. De factura técnica impecable, el film explota la belleza del imponente paisaje patagónico y las historias que narra Orozco, que exceden las peripecias del huemul y llegan incluso hasta las arbitrariedades en torno a la propiedad privada y la sangrienta Campaña del Desierto.
Un bello paisaje sumado a una excelente factura técnica se imponen en un documental, donde se entrecruzan varios temas que giran alrededor de la búsqueda del Huemul, un animal en peligro de extinción. Enemigo natural del puma, afectado por los incendios forestales, víctima de la caza ilegal, o desplazado de su hábitat natural por el ciervo europeo introducido a comienzos del 20… este animal cuando es perseguido prefiere hundirse en las heladas aguas, antes que dejarse comer por los perros. Ladislao Orozco y su amigo Nazareno Rodríguez emprenden un viaje con la idea de encontrar a este representante de la cultura patagónica. Para ello apelan a las evidencias de su presencia, rastros… a través de sus huellas, bosteos, astas caídas, pelos o marcas en la vegetación. Mientras se recuestan o leen un libro sobre su naturaleza y contemplan ese paisaje que es uno con ellos. En 1996 el Huemul fue declarado de importancia nacional, y en el 2013, un año después de que se realizase este documental, se proyectó la creación de un Parque Nacional- Lago de la Plata- en la región Andina del Chubut, para proteger y recuperar a su población. La magia de la montaña, las palabras del Perito Moreno, la historia de Sayhueque el cacique araucano, o la historia de la masacre de Roca en el desierto son algunas de las puntas que se unen en la figura de Ladislao, su amigo y su familia. Todos oriundos de la Patagonia, que se resisten a la confirmación de la desaparición del huemul. Figuras recortadas en el horizonte con un gran sentido estético nos hacen pensar por momentos que estamos frente a un film con algo del western alimentado de una necesidad de refrendar una identidad, más que por las palabras, por imágenes de una inusual belleza. Juan Diego Kantor nació en Roma, Italia (1979). Estudió en la Escuela Provincial de Cine y Televisión de Rosario. En el 2007 codirige con Ricardo Robins el documental Gran Inundado, el Reality Show de Cristalería. Mención Especial 14º FLV Rosario. Mención Honorífica en el V Encuentro Contra el Silencio Todas las Voces, México. Premio Mirada sobre el Cine Argentino 10º Festival La Sudestada, Francia.
Documentar lo perdido. “- ¿Y por qué buscas al Huemul? / - Porque nunca lo conocí, nunca lo vi más que por foto y porque está desapareciendo como todo lo originario de acá, nuestro mundo.” Buscando al Huemul es un film que mezcla de manera inteligente el documental, el film familiar y la ficción, corriéndose de la clásica modalidad del documental para lograr a través de la historia real de Ladislao Orozco, un descendiente de mapuches, una relación afectiva especial con el espectador en términos de autenticidad. El enunciador es real, se mueve a través de índices creando un doble proceso de rememoración, tanto a nivel colectivo (la historia mítica de la Patagonia), como a nivel individual (todos somos hombres que compartimos la vida en una sociedad globalizada donde los orígenes de la historia están quebrados o a punto de desaparecer). El recurso de Juan Diego Kantor es eficiente en lo que respecta a recuperar los componentes raciales, étnicos, culturales y sociales de pueblos originarios que han sido marginados por la versión oficial de la historia. Este rescate desde la dimensión visual lo vemos también en los planos abiertos que confrontan la pequeñez del ser humano frente a la vasta naturaleza, paisajes que hablan por sí mismos en la búsqueda de Ladislao de ese Huemul que es también su propia búsqueda identitaria, la de la historia de su familia.
Historias mínimas en la Patagonia El film de Kantor ensaya un parentesco entre los mapuches y los huemules, ambos perseguidos y cazados, reducidos los primeros a la pobreza y la exclusión, los segundos a la subsistencia límite en bosques y valles escondidos. Dos hombres viajan a caballo entre lagos y montañas, buscando rastros –pisadas, pelos, heces– de un animal en vías de extinción. El más alto, de pelo largo y sombrero atado al cuello, es Ladislao, descendiente de los mapuches, uno de los pueblos originarios del sur del continente americano sometidos y masacrados por la civilización blanca. Mapuche significa “Gente de la tierra”, y tal vez no sea casual que el protagonista de Buscando al huemul intente, a través de esa búsqueda con escasas posibilidades de éxito, conectarse con la tierra de sus antepasados a través de un animal casi legendario, el ciervo austral, del cual se estima que no existen más de dos mil ejemplares con vida, en su mayoría en la Patagonia chilena. Resulta claro, desde un primer momento, que la ópera prima en solitario de Juan Diego Kantor ensaya un parentesco, por vía de la metáfora, entre los mapuches y los huemules; ambos perseguidos y cazados, reducidos los primeros a una generalidad de pobreza, exclusión y discriminación, los segundos a la subsistencia límite en bosques y valles escondidos entre quebradas. Presentada en la Competencia argentina en el Festival de Mar del Plata 2012, Buscando al huemul alterna algunos días de búsqueda en el Parque Nacional Nahuel Huapi, con el protagonista y su fiel compañero Nazareno siguiendo el rastro del esquivo animal –primero a caballo y luego a pie–, con algunos fragmentos de la vida familiar y laboral de Ladislao: una breve visita a San Carlos de Bariloche, una changa cortando árboles en el bosque cercano, la ronda vespertina de mate en su casa de piedras junto a su mujer e hijos. El realizador y su camarógrafo, Lucas Pérez, parecen encandilados por la belleza natural de los paisajes que rodean a los dos experimentados rastreadores. ¿Y quién podría no estarlo? Las imponentes imágenes hablan por sí mismas, al tiempo que plantean algunas discusiones sobre los supuestos deberes y derechos del documentalista a la hora de exponer el material. Porque Buscando al huemul, que parece participar activamente de ese grupo de documentales bautizado como “de observación”, desnuda al mismo tiempo, en muchos pasajes, su calidad de representación, con sus prolijos encuadres y los baquianos ingresando a cuadro en zonas vírgenes... en las cuales la cámara ya se encuentra cómodamente emplazada. Tampoco parece casual que Ladislao le lea a Nazareno pasajes de un libro acerca de la historia de su pueblo. En esas escenas –casi siempre nocturnas y al lado de un buen fuego, acompañados por el tabaco y algo de alcohol–, los hombres parecen comunicarse con la más lejana tradición del relato oral. En otro momento, los hombres escuchan en su radio a pilas una comparación entre la trama de Avatar, el film de James Cameron, y la búsqueda de agua subterránea en Villa La Angostura por parte de un terrateniente norteamericano. Es en esos momentos, más allá de la belleza formal de los planos, donde Kantor desnuda algunas de las flaquezas de su abordaje, forzando lecturas que quizá deberían poder llegarle al espectador de maneras menos evidentes. Hay en el documental un aire a corrección política (histórica, ecológica, sobre la identidad) que limita varios de sus logros y plantea algunos interrogantes: ¿es genuina esta búsqueda específica de los huemules o se trata de un dispositivo ficcional pergeñado para la ocasión? Sea cual fuere la respuesta, siempre queda el viaje, el camino.
Una película de viaje, por ver una especie en peligro de extinción, pero también con la preocupación por la ecología, por lo que ocurrió en la conquista del desierto. Todo en un tono susurrado, con buena factura técnica y momentos muy logrados.
Lección que se alarga demasiado Parcialmente documental, esta película desarrolla el largo viaje de dos jóvenes conocedores por la precordillera rionegrina, rastreando en esas inmensidades las huellas de la naturaleza y también de los ancestros. Siglo y medio atrás, los indios se replegaron a esas tierras semiáridas, desplazados por la arremetida del Ejército. Ahora se han replegado los huemules, empujados por el ganado, los ciervos colorados y la deforestación. En ambos casos, criaturas introducidas quitaron su espacio a las naturales del lugar, obligándolas a la paulatina extinción. Tal es lo que se infiere de las charlas entre los jóvenes, o de algún programa radial, en escenas que casi tienen carácter de adoctrinamiento del espectador. El inmenso paisaje de los cerros es otro atractivo, pero a cierta altura la obra se hace un tanto larga, y el animalito sigue sin aparecer. De hecho, se alerta sobre su extinción, ya que, pese a varias leyes que decretan su título de monumento natural nacional y monumento provincial de Rio Negro, Chubut y Santa Cruz, apenas existe un proyecto de hacer una reserva de huemules en las orillas del Lago de la Plata. Se trata del venado más austral del mundo, pero, si no se toman debidos recaudos, sólo vamos a verlo en dibujitos, o en el escudo de Chile, donde comparte espacio con el cóndor (dicho sea de paso, está en marcha una coproducción chileno-argentina, "Huemul, la sombra de una especie", de Diego Canut).
Dos amigos (Ladislao y Nazareno) buscan un huemul (especie en peligro de extinción) a través de bosques, montañas, lagos, en el bello paisaje del sur argentino. Hay en ellos una necesidad de dar con la criatura, porque para los mapuches, es el símbolo vivo de una nobleza que debería ser protegida y corre riesgos de ya no existir. Comprobar que sigue en su hábitat, sería señal de que la resistencia al avance depredador (del hombre blanco) todavía sigue en pie. Este huemul, no es sólo una curiosidad. Dice uno de los protagonistas (Orozco), "quiero conocer a un huemul porque está desapareciendo. Igual que los nativos de acá. Así como hicieron con la gente cuando hubo órdenes de Roca de matar y extinguir". El sentimiento que pone en juego, marca a las claras que la cultura aborigen está dispuesta a luchar por la permanencia de su identidad con las armas a su disposición. Dar con ese hermoso animal, es reecontrarse con la esperanza. Y en esa vuelta, pensaba, lo importante no es dar con ella (como las utopías) sino valorar el camino que uno realiza para acercarse a su meta. Es lo que realmente define la madera de la que estamos hechos. Juan Carlos Kantor elige que en su documental seamos acompañantes de este dúo en búsqueda, pero no al estilo veloz, impersonal o voraz con el que vivimos en nuestro día a día. Propone otro ritmo, enfoca desde un ángulo diferente, invita a seguir el trayecto, pausadamente. Apreciando el paisaje, bellamente fotografiado, escuchando los sonidos de las alturas, participando en las charlas que Ladislao y Nazareno tienen para dilucidar que camino seguir. Digamos que para encuadrarnos en este trabajo, debemos despojarnos de nuestro espíritu citadino. Y estar dispuesto a adentrarnos en esta cuestión de apreciar desde la observación curiosa y pura. Sin interferencias. ¿Importa si damos con el huemul? Supongo que no. El valor de esta búsqueda va más allá de llegar a obtener la recompensa fìsica. Lo que nos queda, es el recorrido y lo que en él hemos vivido. Kantor juega con una realidad difícil de abordar para el espectador corriente, ya que no hay camino prefijado ni parece haber indicios firmes para dar con el ejemplar buscado y eso hace que de a ratos, el documental pierda algo de interés y cueste llegar al final de la aventura. Su naturalismo es un poco árido si no tenés rodaje en la degustación de este tipo de material, pero es válida su propuesta y es un viaje interesante, para quienes estén dispuestos a esta búsqueda.
Postal patagónica Ladislao vive en las afueras de Bariloche y se obsesiona con la historia del huemul, un ejemplar autóctono de la zona en vías de extinción, al que le pone fichas para su supervivencia. Una noche de lluvia, prácticamente a la intemperie, entre mate y mate mezclado con ginebra, convence a su amigo Naza para salir a rastrillar el área en búsqueda de algún huemul. ¿Es Ladislao biólogo? ¿Participa en Greenpeace? No, pero leyó que los huemules son nómadas, así como sus antepasados mapuches. Digamos que el móvil es cierta identificación y los amigos (suerte de Quijote y Sancho, la idea más atinada del film) salen todas las tardes a recorrer los bellos paisajes patagónicos. ¿Encuentran algo? No, claro; nadie espera ver un huemul. El problema pasa por que la película no es documental ni ficción, nunca encuentra su propio ritmo, ni siquiera alguna secuencia climática; los diálogos son pobres, exasperantes, y los actores carecen de dirección. Todo está librado al azar. Buscando al huemul no se pretende más que como una bonita postal de exportación, con las culpas lavadas por un mensaje antiimperialista, proindígena, políticamente correcto.
Apenas algunas huellas Es difícil decir que Buscando al huemul es mala o incluso fallida en su apuesta. Su verdadero problema es que es poca, escasa. Su propuesta se agota y da la sensación de quedar estirada a pesar poseer una duración de unos 75 minutos. No deja de ser paradójico que esto suceda, porque Buscando al huemul despliega varios tópicos de análisis a partir de su premisa, centrada en Nazareno, quien pretende encontrar al huemul, un animal de la Patagonia que está casi extinto, con la ayuda de un mapuche, Ladislao. En primera instancia, a través del paralelismo entre el huemul como un animal a punto de desaparecer y Ladislao, quien pertenece a una tribu, a una forma de vida que lucha por mantenerse viva. Luego también dejando entrever toda una serie de problemáticas referidas a la identidad, la relación histórica del hombre blanco con los pueblos originarios, el contraste entre el “desierto” y la “civilización” expresado a través de los paisajes, la perspectiva ecológica en nuestro país e incluso cómo se construye la representación en un documental que aparenta ser de pura observación pero que delata decisiones muy precisas de puesta en escena. Pero lo cierto es que todo lo anteriormente mencionado está puesto mucho más por el espectador que por la película. No se está pidiendo que se presente todo ya digerido pero Buscando al huemul no construye de manera sólida su estructura de sentido. Apenas si coloca los cimientos, correctamente dispuestos, sí, pero en los lugares más predecibles. El film amaga con decir muchas cosas, pero al final peca no por acumulación sino por sustracción, con lo que sus imágenes, diálogos y discursos no consiguen impactar de la manera adecuada. En consecuencia, Buscando al huemul es un poco como ese animal que le sirve de disparador argumental, pero en el mal sentido: nunca termina de hacer acto presencia, apenas si se intuye a través de algunas huellas cinematográficas y su carácter elusivo termina distanciando al potencial público.
Publicada en la edición impresa del diario.
Cultura en peligro de extinción Es claro el pretexto y el sentido simbólico de este documental para trazar un paralelismo entre un animal autóctono en peligro de extinción, el huemul, y una cultura aborigen con una ligazón sagrada con la naturaleza, también próxima a desaparecer y amenazada de manera constante por el cuestionable avance del progreso y su religioso capitalismo. Buscando al huemul es un documental de observación que hace foco en la travesía o anhelo de dos hombres, Ladislao Orosco y Nazareno, para recuperar su identidad antes de que sea demasiado tarde. Por eso, encontrarse cara a cara con un ejemplar de esta especie diezmada por el hombre no es otra cosa que mirarse en un espejo y reconocer en ese reflejo tal vez los aspectos constitutivos o esenciales de una identidad, una cultura y una particular relación con la naturaleza y su entorno no contaminado por el progreso. El camino ríspido entre las montañas, sin un rumbo definido y solamente trazado por la interpretación de rastros o huellas, marcan una trayectoria errante para estos buscadores pero también para el propio director Juan Diego Kantor, quien decide no sólo registrar ese devenir sino fluir en esa incerteza donde importa el proceso más que el resultado final. Es loable el trabajo con la cámara para encontrar un equilibrio entre la distancia y el registro de la realidad sin otro filtro que el recorte de la subjetividad, en un paisaje donde la inmensidad reduce a la mínima expresión la presencia del hombre y parece estar atravesado por un tiempo que se detiene y no avanza. Esa sensación de pérdida de rumbo se ve plasmada en la travesía para volverse en sí misma otra travesía menos visible y que obedece a la intimidad o a los aspectos internos de Ladislao y su fiel compañero de ruta. Elemento que se cristaliza pero a la vez fuga como esa huella que ya no se encuentra a pesar de haber estado allí, al igual que el huemul o la cultura mapuche en un tiempo donde el viento se sentía como una melodía de la montaña y no como el grito descarnado de aquello que tiende a extinguirse.