Como un John Hughes argento. Cinco empleados de un callcenter y la supervisora de área quedan sin actividad debido a una caída del sistema durante la noche. El impasse laboral se presta a que los empleados comiencen a interactuar y a entrar en confianza para hacerse confesiones personales y reconocer frustraciones y debilidades. El relato recuerda mucho al film norteamericano El club de los 5 (The Breakfast Club; John Hughes: 1985), al que este relato parece hacer algunas referencias de modo implícito. Y así como sucede en el film norteamericano, el cautiverio involuntario e imprevisto al que deben someterse los personajes finaliza cuando consiguen destrabar, resignificar y transformar sus problemas personales al modificar sus actitudes, como consecuencia de nuevos vínculos de solidaridad que establecen entre ellos. Esta transformación se les presenta como una liberación en varios niveles: liberación de un trabajo insignificante; de una vida solitaria; de una pareja sin amor, etc. Lo mejor de la película es la ambientación, la musicalización/sonorización y los diálogos, que generan en varios momentos del relato momentos lúcidos y eficaces. La musicalización merece un párrafo aparte. Apenas se cae el sistema, Dante, uno de los empleados, decide musicalizar desde un reproductor con un tema sonoro y rítmico, pero su jefa inmediatamente lo censura, y Dante debe resignarse a poner la horrible música que la empresa utiliza para las esperas telefónicas. Esta misma música será la que suene durante todo el film. La idea de musicalizar con ese material es en sí mismo un recurso narrativo y expresivo: narrativo porque connota la suspensión, ese limbo en el que están los personajes esperando mientras aguardan la llegada de unos técnicos que vendrán a resolver el problema técnico, y mientras ellos mismos resuelven sus dilemas existenciales. Expresivo también, porque el empleo del mismo material que utiliza la empresa hace que el sonido pase a constituir un elemento más del tedio, de la reiteración mecánica, sin sentido y sin meta. Los aspectos más flojos son la instrumentación del conflicto narrativo, y la perspectiva autoral humanizadora en torno al diseño de ese mundo psicológico de los habitantes del callcenter. En cuanto al asunto del conflicto, dadas las condiciones de encierro que padecen los empleados (no pueden irse por ser horario laboral) se esperaría o bien que el conflicto quedase plasmado en la densidad psicológica de un ambiente opresivo y humillante, o bien personificado en algún/os carácter/es psicológicos. Sin embargo, nada de ello ocurre, y el motor mismo del relato píerde impulso en varios momentos del film. En cuanto a la actitud contemporizadora de los autores pienso que la historia se ha propuesto una pulsión desmedida por hacer protagonizar la anagnorisis a cada uno de sus personajes que no se halla narrativamente justificada, ni produce tampoco un gran efecto aleccionador, como debiera. Da la impresión de que el guión necesita justificar las miserias de sus personajes, como si no pudiese tolerar la oscuridad de los caracteres. Creo que hubiese ganado mayor impacto de haberse dejado sin transformación a algunos de los personajes, incrementándose, al contrario, su actitud egoísta y miserable.
Una voz en el teléfono Como su título lo anuncia, esta es la historia de un call center o, mejor dicho, de lo que pasa en un call center la noche que cae el sistema y tanto los empleados como la supervisora deben abandonar sus tareas. A lo largo de la noche vemos a los personajes interactuar, rebelar sus secretos y entrar en su intimidad. El fuerte de Callcenter es mostrar cómo en un ambiente distendido pero al mismo tiempo tenso cada personaje reacciona de manera distinta. También logra mostrar varias de las realidades actuales que sufren muchos jóvenes argentinos, tanto laboral como personalmente. También se destaca en la producción y la elección de los sonidos y canciones que aparecen durante el film. El juego que se realiza con la música típica que suena al llamar a un call center le da otro nivel de realidad a la historia y más profundidad a la película. Tal vez algunos personajes y problemáticas sea lo peor de esta historia. El guion cae en algunos clichés y se nota que los escritores buscan reivindicar este tipo de trabajo de una forma exagerada. En resumen, Callcenter es una película entretenida que nos hace reír en algunos momentos y reflexionar en otros. No termina siendo más de lo que esperamos, pero tampoco menos.
LLAMADA DE AUXILIO Intentando reflexionar sobre las relaciones humanas y diferentes aspectos de la vida, el film nacional Callcenter presenta cómo es la rutina en un lugar donde trabajan muchas personas, pero que resulta ser la labor más solitaria de todas. Dante y sus compañeros trabajan en un callcenter en el turno noche, pero un problema técnico los obliga a conocerse, no sólo entre ellos sino también con los demás. Desde el comienzo, la película busca ser dinámica y fresca, pero su estructura demasiado esquemática le juega en contra en ese objetivo. Además, los personajes son muy estereotipados, sin aportar algún elemento que salga de esa forma, y a su vez los diálogos entre ellos resultan excesivamente guionados quitándole fluidez al relato. Tampoco ayuda la tarea actoral que no puede liberarse del esquemático relato y realiza pobres caracterizaciones de roles que podrían tener otro vuelo o más contrastes en su personalidad. Las situaciones que se muestran pretenden contar acontecimientos vividos o dar opinión sobre alguna circunstancia en particular, pero en todo momento esos relatos parecen estar cargados de mucha moralina y de querer dejar una moraleja a cada instante. A todo esto se suma que Callcenter fue realizada en 2014, lo que le juega negativamente, ya que muchos diálogos quedan atrasados. No obstante, la complejidad de estrenar una película nacional en la gran pantalla es algo con lo que esta producción no contaba. No es su culpa que se estrene cinco años después de su factura. En definitiva, Callcenter es un intento fallido sobre una probable buena premisa, que para funcionar debía ser muy precisa e inteligente. Aquí, todo se desmorona a los pocos minutos y nunca logra remontar de esa caída.
Callcenter, de Sergio Estilarte y Federico Velasco, podría ser un capítulo de una tira televisiva: tiene la estética, el estilo de actuación y las líneas argumentales de tono anecdótico que aparecen con frecuencia en ese tipo de ficciones, por lo general cargadas de lugares comunes. La película echa mano a unos cuantos estereotipos, tanto en los temas que aborda como en los personajes que construye -el encargado de vigilancia que se ratonea, la linda enamoradiza, la joven dark problematizada, la jefa que en el fondo es buena-, pero no logra resignificarlos. Simplemente los pone en juego como un recurso más de la narración, que se torna banal y previsible. Sin profundidad en los conflictos que plantea y confundiendo vulgaridad con osadía, el film naufraga sin remedio.
El planteo no es nuevo. Un lugar de trabajo donde por algún motivo el personal debe quedarse sin hacer nada y esa es la ocasión para interactuar por primera vez entre ellos. En el guión de los directores Sergio Estilarte y Federico Velasco la acción transcurre en un call center, el típico lugar de trabajo semiesclavo que durante la época menemista, en especial, se conseguía fácilmente. Un grupo de jóvenes en la treintena con problemas de conformismo, vocación, sueños olvidados, angustias existenciales que para variar se interesan por el otro. Una estructura demasiado vista, que entretiene medianamente con el aporte de un elenco empeñoso formado por Thelma Fardin, Demian Salomón, Vanina Balena, Alejandro Lifschitz, Emilio Addisi y Silvina Diez.
Sin sistema En Callcenter, ópera prima de los realizadores Sergio Estilarte y Federico Velasco, ocurre lo mismo que cuando en un viaje largo el ómnibus o el tren se descomponen, y hay que esperar un auxilio que está como a 200 km. La “anormalidad” de la situación hace que las máscaras y la distancia empiecen a ceder, y si uno se descuida puede ser que durante la espera “se haya formado una pareja”, como decía Roberto Galán. Como esto es una película, esa posibilidad –que en la realidad no suele estar tan al alcance de la mano– no se vuelve tan remota. Sobre todo si ocurre, como en este caso, en el turno noche. La presentación de los personajes hace temer la tipificación. Está la rubia deseable a la que el novio trae en auto al trabajo, tal vez cuidando la proximidad de algún tiburón. El mala onda que no saluda al seguridad del edificio. El colgado que no se acuerda de dónde puso el pase. El que se quiere hacer el vivo y en lugar de pasar por el molinete lo salta. Durante más o menos el primer tercio de película, los tipos se ratifican. La chica rubia es un desparramo de onda. El que no saludaba se mete con el trabajo de los demás, como si fuera el jefe. El colgado ya está cansado en cuanto se pone los auriculares. El aprovechado ni está en la sala de atención: está sentado en el pasillo, junto a las máquinas de café y bebidas. Constricciones de una producción estrecha, éste debe ser el callcenter más despoblado del mundo: la encargada + cinco empleados. Tres varones y dos chicas. El universo humano se reduce. Salvo el lamebotas, Sebastián (Alejandro Lifschitz), los demás se quejan del trabajo: Laura (Thelma Fardin), Dante (Demián Salomón), Caro, estratégicamente sentada a su lado (Vanina Balena), el díscolo Sebastián (Emiliano Addisi) y hasta la encargada, Carla (Silvina Diez). Por lo menos cuando el whisky le afloje la lengua. A la inversa de las películas más recientes de Alex de la Iglesia, donde en situaciones de encierro los personajes se van volviendo cada vez más crueles y más ruines, aquí a partir del momento en que se cae el sistema y hay que esperar a los técnicos, podría decirse que se va constituyendo un grupo, con algunos problemas específicos (el caso de Laura, que necesita una mano) y otros comunes: la edad, la definición vocacional, la indolencia, la postergación. Ahora no son ellos los que atienden, sino los que llaman en busca de ayuda. Debe decirse que un poco el casting y otro poco las actuaciones son excelentes, ayudando a compensar las limitaciones de producción y cierta tosquedad en la puesta en escena. Lo otro loable de Callcenter es la ausencia de estereotipos con que está representada la homosexualidad, tan naturalizada e integrada como en pocas películas argentinas recientes.
Desgraciadamente el tema de la distribución y encontrar exhibidores para el material independiente de nuestros realizadores, lleva a veces que las producciones tarden muchos años en encontrar un estreno comercial. Esto sucedió con "Callcenter", la ópera prima de Sergio Estilarte y Federico Velazco, ganadora del concurso de largometraje digital del INCAA con este proyecto. Realizada en 2014, ha sentido el paso del tiempo en la ambientación y la escenografía (ya no hay callcenter que funcione así) pero conserva rasgos reflexivos interesantes, sobre todo para la generación de los adultos que dejan de ser jóvenes, y están expuestos a la complejidad laboral y de crecimiento profesional que ofrece Argentina. Este "Callcenter" es una muestra de lo que sucede cuando el dólar está alto y prestamos asistencia de productos y servicios a todo el mundo, por un bajo costo. El sistema de trabajo es muy sacrificado. Estás enclaustrado y con horarios que quitan mucho de tus mejores horas, siendo además la tarea del trato interpersonal, otro elemento que puede desgastar rápidamente a quienes no logren adaptarse al modelo de trabajo de la empresa. Aquí, la historia es la de 5 personas que van a trabajar, como siempre, al callcenter, pero en horario nocturno. Se reunen como siempre, en sus boxes, y comienzan una jornada más, como las que realizan todos los días. Sin embargo, algo sucede y el sistema "se cae". Los trabajadores toman sus bolsos e intentan buscar la salida pero la jefa dice que nadie se irá, y que en cuanto se solucione el problem técnico, volverán a la actividad. Esto produce que el ocio comience a tomar forma y los obligue a relacionarse y poner en juego, que cosas los atraviesan a cada uno. Vanina Balena, Alejandro Lifschitz, Demián Salomón, Thelma Fardín, Silvina Diez (la encargada) y Emiliano Adissi son el elenco completo de quienes vivirán ese encierro como una circunstancia fortuita, que impulsará una vinculación distinta entre ellos. Cada uno tiene un conflicto, una ambición, una carga que lo agobia, y la posibilidad de compartir eso, de visibilzarlo, de ponerlo en movimiento con otros. En ese sentido, Estilarte y Velazco comienzan su construcción de manera demasiado convencional, con muchos estereotipos para cada personaje, con los típicos perfiles que encajarían en una construcción que impulse la fricción. De hecho, el film parece hasta tener un origen teatral en su concepción, por lo cual siempre estamos esperando conflicto, cosa que sucede, pero no como lo anticipamos. Hay una visión de desesperanza e incertidumbre que atraviesa los personajes, pero por otro lado son jóvenes, y no pueden resignarse a que su futuro los encuentre en ese mismo lugar. Sí reconozco (y me gustó mucho), los diálogos que aparece en los últimos 20 minutos de metraje. Creo que ahí los directores logran establecer la visión necesaria para darle perspectiva a lo que vienen presentando y derraman humanidad, en la cantidad necesaria para obtener un buen cierre de propuesta. Más allá de los desniveles de narración, lo cierto es que "Callcenter" aporta algo que no debatimos en el cine argentino, que le pasa a los de 30 que están en trabajos precarios. Cómo viven esa realidad y cómo proyectan un futuro superador. No está en debate y las historias que la producción local trae, no elige este tema como un centro de interés. Los tópicos giran en torno a crímenes, ídolos populares y dramas coproducidos con otros países. Pero si lo piensan bien, hay poco de ficción que se centre en las historias de lo que sucede hoy, en el campo del trabajo. Solamente por eso, deberíamos probar la visita a este "Callcenter". Como ópera prima, cumple con creces como carta positiva de presentación para sus responsables.
Los empleados del turno noche aprovechan que el sistema se cayó para hacerse chanzas y confesiones. Leve relato con aire de teatro filmado, en el que se destacan la rubia Vanina Balena y Thelma Fardin como una veinteañera enganchada con un cuarentón irresponsable.
Seis empleados en busca de dirección Los cambios tecnológicos hacen que cierto tipo de cine envejezca en poco tiempo, sobre todo aquel donde celulares y computadoras adquieren un rol preponderante. Ese termina siendo el peor de todos los problemas a los que se enfrenta Callcenter (2014), una fallida comedia dirigida por los debutantes Federico Velasco y Sergio Estilarte. La historia se ambienta como su título lo indica en un callcenter durante una noche de verano y se desarrolla en tiempo real. Cinco empleados y su coordinadora se ven afectados cuando un problema técnico hace que el "sistema" se caiga. A partir de esa situación tendrán que interrelacionarse entre sí mientras aguardan una solución. Los que en un principio funcionaban como máquinas humanas que actuaban por inercia ante un estímulo telefónico deben entablar un diálogo con aquellos compañeros a los que ven a diario pero que en el fondo desconocen. En los títulos finales de Callcenter figura que es una película de 2014, pero seguramente su filmación es anterior a ese año. Los celulares utilizados y las computadoras que integran el decorado del casi único espacio donde se desarrolla la trama denotan otra temporalidad. Y ese termina siendo uno de los mayores problemas a los que se enfrenta una película que sucede en un mundo que gira sobre lo tecnológico. Pero no es el único. Desde el vamos un aire añejo sobrevuela una historia filmada como si se tratara del capítulo de una telenovela del viejo canal 9 en los años 80. Si el arte, el vestuario, la puesta de cámaras y los encuadres dan la sensación de otro tiempo también lo es la trama por la que transita. Una seguidilla de chistes, gags y planteos que tal vez hace diez años resultaban graciosos pero que hoy terminan causando más pena que risa. Si la idea era hacer una comedia inteligente el cambio de época hizo que el resultado fuera el contrario. Lo único destacable dentro de todas las decisiones incorrectas tomadas por el binomio de directores son las actuaciones alejadas de todo lugar común y la empatía que logran los personajes con el espectador. El resto totalmente olvidable.
Pese a su pobre realización y algunos problemas de interpretación, lo valioso de la es que desanda con conocimiento ese universo de jóvenes (y no tanto) que venden su fuerza laboral a un mercado que busca persuadir con mensajes y promociones por el teléfono. Su fuerza radica en involucrarse en el universo de los call centers y transitar un instante, el más temido para los supervisores, cuando el sistema se cae. Lo hace de manera simple y con una puesta acorde al espacio que registra.
En éste país ingresar al mundo laboral formal es muy difícil. Si uno no tiene familiares, amigos, conocidos, contactos, influencias, etc., conseguir un trabajo es una quimera. Por eso existen otras alternativas para los jóvenes que recién comienzan. Algo que no todos quieren hacerlo, o duran poco tiempo y el recambio es continuo, porque está considerada una de las actividades más estresantes que existen. El callcenter es un ámbito muy especial porque el plantel de atención recibe todo tipo de presiones, críticas, quejas, insultos a los que ellos tienen la obligación de responder con cortesía. En ese sitio ocurren las acciones de este film y que sus directores, Sergio Estilarte y Federico Velasco, cuentan una jornada de trabajo de cinco empleados y su supervisora. Dentro de una pequeña oficina con algunos cubículos y computadoras se desarrolla la historia. Todo va en los carriles normales hasta que, por un error técnico, se quedan sin sistema. No pueden trabajar y tampoco irse. Deben cumplir el horario asignado, que es el nocturno. Durante la noche los compañeros charlan, se conocen un poco mejor, se cuentan los problemas laborales y los conflictos sentimentales, con algunos diálogos bien construidos, y con otros en el que se repiten dichos con otras palabras en boca de distintos personajes, que no funcionan como debiera. Por otro lado, la música incidental está presente en muchos pasajes de la narración para resaltar la importancia de ciertas situaciones que los realizadores consideran importantes. Con un presupuesto modesto y luego de varios años de luchas, consiguieron filmarla y después, mucho más tarde, exhibirla en algunos cines. Los actores, casi todos de poco recorrido cinematográfico, excepto Thelma Fardín, que actúa desde chica y el año pasado se volvió mucho más popular luego de su resonante denuncia, cumplen con los papeles asignados, bien disímiles unos de otros. Mientras pasan las horas se revelan ciertas características personales de los integrantes. Se ayudan, aconsejan. El problema no es entre ellos, sino con ellos mismos y sus afectos. El fuera de campo está bien logrado. Lo que sucede afuera los afecta y le modifica la vida. Pese a estar encerrados, la narración es dinámica, aunque, en ciertos momentos cae en baches innecesarios. Los sueños, frustraciones, esperanzas, miedos, en fin, las emociones que un ser humano es capaz de transitar son contadas por un grupo de veinteañeros que, en su mayoría, aspira a algo mejor, pero no sabe, no puede o no se anima a pegar el salto a la felicidad, por propia voluntad
De todos los trabajos mundanos y banales que existen, el ser empleado en un callcenter debe ser una de las tareas más arduas y desagradecidas de toda la industria. Aparte de ser un trabajo reconocido con infamia por ser mal pago, los encargados de atender las líneas deben soportar la toxicidad de la gente del otro lado del teléfono, quienes no quieren ser molestados o, en algunos casos, molestan con preguntas extremadamente vacuas. La película de Sergio Estilarte y Federico Velasco toma forma alrededor del turno noche de uno de estos lugares para desarrollar una comedia que se encasilla dentro del subgénero workplace (enredos en oficinas y otros lugares de faena), pero que no aporta demasiado a dicho género en materia de observaciones mordaces y, más que nada, humor en general.
Su desarrollo transcurre en una única noche en una oficina de Callcenter, donde trabajan un grupo de jóvenes que apenas se conocen. Pero esa madrugada ante un imprevisto todos se irán relacionando, Carla (Silvina Diez, “Conversaciones”) es la coordinadora que tiene a cargo estos cinco jóvenes: Dante (Demian Salomón, “Aterrados”) estudia fotografía y no está pasando una buena situación con su novia Adriana; Álvaro (Emilio Addisi) tiene 28 años, no tiene una buena relación con su padre y para mantenerse tiene dos trabajos; Carolina (Vanina Balena, “Mis amigos de siempre”) aspira ser modelo; Sebastián (Alejandro Lifschitz, “Vete más lejos, Alicia”) se vive escapando de sus tareas para fumar, es el consejero de Dante y esconde un secreto y Laura (Thelma Fardin, “Patito feo”, “Soy luna”) que es la más joven de grupo, tiene veinte años se enamoró de un profesor de la facultad que le lleva varios años, es casado y algo quiere esconder. En un principio entretiene, pero su argumento va resultando bastante lineal y convencional, no profundiza los conflictos que intenta mostrar, a medida que van pasando los minutos se torna previsible, las ideas comienzan a agotarse y todo se va sumergido en la nada.