Solomon Kane es una de las primeras creaciones de Robert E. Howard, el autor de Conan. Howard era un estudiante secundario que comenzó a despachar cuentos para revistas pulp de la época como Argosy y Weird Tales. Como sus trabajos eran regulares y populares entre los lectores de dichas publicaciones, Howard no tardaría en convertirse en escritor profesional, lo que ocurriría a la temprana edad de 18 años. Para tener una idea del talento de Howard, el escritor había creado a Solomon Kane a los 22 años, Kull el Conquistador (el personaje de Howard que fundaría el género de la Fantasía Heroica) a los 23, y Conan a los 26. Lamentablemente la situación económica y emocional de Howard se volverían muy inestables con el paso del tiempo, y el escritor se volaría los sesos al cumplir los 30 años. En sí Solomon Kane no difiere demasiado de Conan y otros personajes de Howard. Es un guerrero solitario y brutal que combate criaturas sobrenaturales, con la única diferencia que ahora está seteado en la edad media. El dato de que la aventura tiene lugar en el año 1600 y en Inglaterra es simplemente anecdótico; con la excepción de justificar la existencia de mosquetes, iglesias católicas y banderas inglesas, el resto podría calzar perfectamente en plena Tierra Media o en cualquier otro mundo de fantasía. La mayoría de los combates son a pura espada, los demonios acosan desde las sombras, y los castillos se ven más tétricos que nunca. Aún cuando Solomon Kane sea una producción modesta, la ambientación está muy bien hecha y transporta al espectador a una era en donde la existencia de la magia resulta creíble. Pero la gracia del filme pasa en realidad por la potencia del personaje central, que es una especie de Aragorn con mala actitud, decidido a patear traseros de cualquier criatura viviente - humana o sobrenatural - que se le cruce por su camino. Este es un tipo brutal, con un corazón negro sediento de sangre, que inspira terror a sus enemigos - en un momento le dice a uno de sus secuaces: ¿de qué te asustas? ¡Aquí el único demonio soy yo! -. Tras verse cara a cara con un súbdito del Diablo (que viene a reclamarle su oscura alma) y lograr escapar, Kane se refugia en un monasterio y se convierte en un hombre temeroso de Dios. Pero cuando las circunstancias lo ameritan, la bestia asesina que lleva adentro renace y provoca estragos entre sus enemigos. Quizás el aspecto más fascinante de Solomon Kane tenga que ver con su lucha interna entre el bien y el mal, en donde la naturaleza violenta del personaje termina por triunfar, sólo que ahora se ha encaminado por una buena causa. Este es un sicópata de nacimiento, que ama la violencia y sabe que ése es su mundo. Por ello es que Solomon Kane participa del mismo perfil que el personaje de Clint Eastwood en Los Imperdonables: otro asesino reformado en apariencia, que ha exterminado todo tipo de ser viviente que se le haya cruzado en el camino, y al cual su pasado lo condena a ejercer su único talento de la manera más brutal posible. A lo largo de los dos primeros tercios de Solomon Kane hay puñados de reflexiones fascinantes sobre la inexorabilidad del destino y la naturaleza del mal. En un momento Kane suplica ante las hordas de poseídos que no maten a un muchacho y, ante la sorda escucha de su pedido, termina maldiciendo a Dios por negarle la posibilidad de redención y condenarlo a ser un asesino... tras lo cual, comienza a desguazar esbirros del demonio con sus dos espadas como si fueran sandías maduras. visita los foros de discusion y descarga gratis de peliculas de SSSM - Arlequin Durante esos dos primeros tercios Solomon Kane transpira carácter. Oh sí, sin dudas es una de las mejores aventuras de fantasía de la era post El Señor de los Anillos, pero acá los méritos no pasan por lo espectacular de la historia ni por lo excéntrico de los efectos especiales, sino porque el personaje central tiene una dualidad contradictoria fascinante. A esto se suma la excelente perfomance de James Purefoy - un tipo que viene haciendo secundarios desde hace años, sin nada memorable a nivel internacional -, la que debería valerle merecidamente el estrellato. Cosa curiosa del destino, Solomon Kane fue estrenada en Europa en el 2009 y ya salió en video, mientras que los norteamericanos aún no la han visto en sus salas de cine (hay un estreno demorado para este 2010). Pero ni bien lo haga, Purefoy debería pasar a ser uno de los más solicitados de Hollywood. Su actuación es perfecta, intensa y radiante de carisma - uno realmente se emociona cuando Kane entra en una racha justiciera, o cuando las cosas le salen mal -. Ciertamente la energía de Purefoy permite obviar algunos detalles que tienen que ver con la modestia de la producción (como escenarios y efectos especiales); pero lo único que no puede esconder es el tercer acto, en donde Solomon Kane presenta algunos problemas narrativos y pareciera que le falta una pulida. Comenzando por el cameo extendido de Max Von Sydow, en donde un intérprete tan solvente como el actor sueco recita sus líneas con una falta de convicción sorprendente (y eso que le toca en suerte uno de los momentos más emotivos de la pelicula); y a esto le sigue un clímax resuelto de manera expeditiva y con algunos deux ex machina relativamente molestos. Es como si el presupuesto y la paciencia se hubieran agotado, y el director Michael J. Bassett hubiera apurado el tranco, omitiendo crear el clima épico de la confrontación final y procurando cerrar la historia de manera rápida y económica. De todos modos el final deja la puerta abierta para futuras secuelas (ya se habla de una trilogía si la película tiene éxito en USA), las cuales espero ansiosamente que haya y que cuenten con un presupuesto más holgado como para pulir los detalles que aquí terminan por quedar en evidencia. Solomon Kane es un gran filme. Es emotivo, vibrante, está bien actuado y bien dirigido. Que no lo engañe la sosa imagen de colono inglés del poster; ésta es una aventura al mejor estilo de El Señor de los Anillos, sólo que en una época y región más reales. Hay detalles aquí y allá - una música muy parecida a Batman Comienza, actitudes tomadas de Los Imperdonables, acción coreografiada como El Señor de los Anillos, un personaje central vestido a la usanza de V de Venganza y que maneja los cuchillos con igual destreza, sangrientas revanchas personales contra hechiceros de la región al estilo de Conan, etc - que a veces nos hace recordar a los originales en los que se inspira... hasta que James Purefoy abre la boca y nos encandila con su carismático sicópata que asesina a favor del bien.
Para aquellos que buscan "cosas nuevas" o argumentos que no sean muy previsibles, ya les aviso que se pueden desilusionar bastante ya que no hay nada en este film que no hayan visto antes, pero para los que...
Entre la culpa y la violencia Esta película está basada en el comic de Robert E. Howard (el creador de Conan) y cuenta con una producción generosa, escenarios majestuosos y música grandilocuente (Klaus Badelt). Cazador de demonios no es otra cosa que un batido entre Resident Evil y Van Helsing, con acción que no da tregua y un héroe oscuro de capa, espada y pistola en mano. Salomon Kane (tal el título original) es un guerrero sanguinario que lucha contra las fuerzas del mal desatadas por Malaquías y su despiadado ejército. Refugiado en un monasterio intenta redimirse de sus pecados, le da dinero a la Iglesia y arrastra la culpa de haber dejado morir a su hermano, heredero del trono. Como todo héroe que se precie de tal, permanece alejado por poco tiempo de las matanzas y de la violencia (se une a una familia) y es provocado para volver al ruedo. El film tiene algunos errores de continuidad, pero esto no opaca el vértigo de las luchas cuerpo a cuerpo, la sangre (digital) que sale disparada de las gargantas o la lograda escena del comienzo con demonios atrapados en espejos. El tono del relato apuesta en todo momento a la aventura, la fantasia y el terror (el sótano plagado de almas demoníacas) y sale airoso como entretenimiento. El personaje interpretado por James Purefoy (encarnó a Marco Antonio en la serie Roma) está condenado a regresar y aparece secundado por actores de lujo como Pete Postlethwaite y Max Von Sydow, en el rol de su padre.
La épica y el tedio En 1928 la revista Weird Tales publicó el primer número de Salomon Kane creado por Robert E. Howard. Más de 80 años después, y ante la evidente falta de originalidad dentro de la industria, Hollywood lanza su versión cinematográfica aprovechando el boom de la cultura cómic dentro del cine actual. El resultado es un aburrido cóctel de tiroteos y luchas de espadas que tan solo pretende hacer caja en taquilla. La película arranca con la presentación de Kane (James Purefoy), un capitán de formas poco ortodoxas que prefiere solucionar los problemas por la vía rápida (aunque esto conlleve acciones inmorales), en un enfrentamiento con el demonio. Tras esta escena, y apoyado por una elipsis paupérrima, volvemos a ver al héroe en un convento, lo que nos lleva a interpretar que, tras su lucha física contra el mal, está arrepentido de todos sus pecados y ha dejado para siempre las armas. Sin embargo, el guión no explica con claridad las motivaciones del personaje ni tampoco describe con certeza las razones por las que los clérigos le expulsan del convento. Simplemente podemos intuir la lectura de la que el guionista pretende hacerse eco: la necesidad de afrontar nuestros propios miedos exponiéndonos a la vida con valentía. Así pues, Kane emprende un camino de redención que le llevará al encuentro de diversos personajes. Entre ellos, y el más importante, el de Meredith (Rachel Hood-Wood), la hija de un campesino con la que establecerá una relación que el cineasta se esfuerza en remarcar para que cobre sentido el primer gran giro en la historia: el rapto de la chica a cargo de un enviado del demonio. Un tópico leiv motiv que provocará la vuelta de Kane a las armas y que situará el rescate de la joven como epicentro de la trama. Pero si el guión se presenta simplón y deslavazado, la realización no ayuda en absoluto a aligerar una película que, a pesar de durar alrededor de la hora y media, termina haciéndose eterna. Y es que el director británico parece no comprender que una secuencia y un plano tienen su propio ‘tempo’ y se les debe dejar fluir. El autor disecciona cada bloque narrativo en diversos planos que no aportan demasiado, ralentizan el tiempo y no permiten un lenguaje fluido. Esto es especialmente palpable (y preocupante) en las múltiples y cansinas escenas de acción que, por otra parte, son hipertrofiadas a través de innecesarias cámaras lentas, algún inoportuno ralentí y una machacona y repetitiva música. Es pues, Cazador de demonios (Salomón Kane, 2009), una película para los amantes del Blockbuster que busquen la ligereza en las tramas y renieguen de una elaborada puesta en escena. Algo que tampoco garantiza que no se vayan a aburrir.
Un héroe dual Filme de aventuras, con un guerrero feroz devenido puritano. El secreto para disfrutar de Cazador de demonios es no esperar de la película -un filme de aventuras, brujerías y algunos dilemas ético/religiosos- más de lo que la película ofrece. La historia, basada en Solomon Kane , vieja historieta de Robert E. Howard, autor de Conan , se centra en un héroe brutal (interpretado por James Purefoy) que, en 1600, defiende al imperio británico en medio de un mundo presentado como salvaje, siniestro, ajeno a cualquier precepto moral: con nula civilización y abundante barbarie. En una de las primeras secuencias, en medio de un fragoroso combate contra las fuerzas del Mal, Kane, guerrero impiadoso, les grita a sus soldados: “No teman. Acá el único demonio soy yo”. Más tarde quedará frente a un representante del diablo, quien le avisará que viene por su alma, cargada de muertos y culpas. Un año después, veremos a Kane volcado a la religión... pero las circunstancias lo obligarán a (volver a) matar; incluso a hacer una ampliación del campo de batalla. Y así tenemos una historia -que transcurre en un universo sórdido, con personajes que oscilan entre lo oscuro y lo tétrico- centrada en un protagonista que carga contradicciones y dualidades morales: no sólo presentes sino pasadas. Estas últimas irán siendo develadas a través de flashbacks, en los que se destacará la breve aunque vital aparición del mítico Max von Sydow, como padre de Solomon. Von Sydow no es la única estrella del fime. También aparece Pete Postlethwaite, en el papel de un puritano padre de familia que, atacado por saqueadores diabólicos (que responden a Malachi, encarnado por Jason Flemyng), termina rogándole a Solomon que vuelva a imponer la “justicia” de su espada. Los mandatos paternos y divinos atraviesan este filme, aunque sería erróneo analizar a Cazador..., de Michael Bassett, desde este prisma, ya que la película se postula como una mera historia de acción en tiempos antiguos. Un tema bastante trillado y vigente en el cine. Esta travesía beligerante propone, en definitiva, un modesto entretenimiento, más cercano al cómic ominoso que a una superproducción pretenciosa. Con final previsible, moraleja, y, claro, la promesa de continuidad en saga.
Espadas, demonios y un héroe atormentado Nada muy novedoso para este apurado film de acción Solomon Kane -sombrero de corona cilíndrica y alas anchas, enorme capa negra, botas altas, aceros varios y pistolas al alcance de la mano-, es un guerrero feroz, un mercenario, un pirata; pero también un hombre atormentado por su sombrío pasado. Uno de esos héroes de leyenda que participan al mismo tiempo de la historia y la fantasía: sus enemigos pueden ser de carne y hueso y luchar con él por la riqueza o por la fe, o seres poseídos por el demonio, zombis que se alimentan de carne humana y hasta el propio Satanás, que quiere cobrarle una vieja deuda. A Solomon, cuya aventura se desarrolla en la fangosa Inglaterra del 1600, lo acechan peligros por todas partes, sobre todo desde que, por razones que no conviene revelar, atraviesa una crisis de conciencia, rompe con el pasado y anda en busca de redención. El guión está basado en este personaje imaginado por Robert E. Howard, el creador de Conan , y responde al género de espada y hechicería que el autor norteamericano contribuyó a definir. Y aunque no trae mucho de novedoso y sigue muy de cerca modelos cinematográficos más famosos, contiene abundante acción y aventura para proporcionar algún entretenimiento. El problema reside en que el film quiere abarcar demasiado (incluidas las traumáticas situaciones vividas por el héroe en la infancia), con lo que la narración avanza a los saltos, quedan muchos cabos sueltos, las sanguinarias batallas resultan espectaculares, pero no siempre inteligibles y los personajes -salvo el protagonista- bastante desdibujados. Tampoco hay tiempo para atender los dilemas morales que acosan a Solomon: así, la conclusión que deja su conducta es, por lo menos, ambigua. Aun con su pretendido acento épico, el film se vuelve monótono y genera escasos picos de emoción. Visualmente, eso sí, la película es bastante llamativa, con su profusión de teas, hogueras e incendios y su variedad de ambientes: de colosales castillos a cuevas misérrimas y de sótanos atestados de zombis a bosques infestados de bandidos. Sorprende más el insólito (grotesco) remate de una escena de crucifixión que los convencionales efectos especiales. Incluido el enorme demonio que, como puede suponerse, también es de fuego.
Robert E. Howard es el gran padre de la literatura fantástica. Mucho antes que aparecieran autores como J.R.R Tolkien o Lloyd Alexander (Las crónicas de Prydain), este hombre fue el fundador de ese subgénero literario que se conoce popularmente como "Espada y Brujería" que se inició con la aparición de Conan, el bárbaro. Conan hizo de Howard un escritor famoso en todo el mundo y luego aparecieron otros personajes como Red Sonja, Rey Kull y Solomon Kane que influenciaron las carreras de muchos autores famosos que vinieron después. En materia de adaptaciones cinematográficas la obra de Howard nunca tuvo mucha suerte. La primera película de Conan, de John Millius, que estuvo muy buena, en realidad estuvo más inspirada en los cómics de Marvel (especialmente La espada salvaje de Conan) que en los relatos de Robert. Lo mismo ocurrió con los filmes de Kull con Kevin Sorbo y Red Sonja que se alejaron de las fuentes literarias. Ahora bien, Solomon Kane nunca fue demasiado popular. Es probable que más de un lector descubra a este personaje a raíz de este estreno. Lo cierto es que es un clásico de la literatura pulp que nació en 1928 en la famosa revista Weid Tales, donde hizo sus primeras armas en la literatura otro pibe llamado H.P.Lovecraft. Los cuentos de Kane se publicaron hasta 1932 y después el personaje quedó en el olvido absoluto hasta que la editorial Marvel lo resucitó con una serie de cómics en la década del ´70 y el año pasado el cazador de demonios volvió a las librerías con otra muy buena miniserie de cinco números editada por Dark Horse. Esta pelicula que trae a Solomon al cine es realmente fabulosa por el compromiso con el que el director Michael J. Bassett adaptó la obra de Howard. La película es totalmente fiel al espíritu de los cuentos de Kane y quienes nunca oyeron hablar de este personaje lo van a conocer con este estreno. Ningún otro personaje de este autor fue tratado con el respeto y la fidelidad que tuvo esta adaptación en el cine. Este es sin dudas el Solomon Kane de Robert Howard que el actor James Purefoy interpretó como los dioses. La película más allá de ser entretenida lo que tiene de bueno es que capturó a la perfección esos ambientes sombríos que presentaban los cuentos de Howard. Es gracioso porque mucha gente hoy mira el poster o el trailer de esta película y lo asocia con Van Hellsing, el personaje de Hugh Jackman que vimos hace unos años. Bueno, en realidad Van Hellsing fue un robo de Solomon Kane, sobre el look del personaje, que era muy similar. La diferencia es que esta es una película muy superior con secuencias de acción muy bien realizadas. Ya sea porque son fan de la literatura fantástica o simplemente querés disfrutar de una buena película de aventuras bien hecha, Solomon Kane es una gran recomendación entre las novedades de esta semana.
Los cuentos y novelas del escritor Robert E. Howard (todas pertenecientes al género de fantasía con elementos de horror) supieron nutrir bastante al cine. Por ejemplo, Conan, su personaje más famoso, inspiró las películas Conan, el bárbaro y Conan, el destructor, ambas con Arnold Schwartzenegger. Ahora llega otra de sus recordadas creaciones, y una de las que no había tenido versión cinematográfica: Solomon Kane. Al principio de la película —que está ambientada en el siglo XVI—, Solomon (James Purefoy) es un Capitán que sólo sabe robar y matar a quien se le cruce, como una máquina asesina. Cuando se cruza con Guadaña, un enviado del Infierno que pretende llevarse su alma, combate contra el ser y logra escapar. Pero ahora pasa a llevar una vida de paz y redención. El regreso a la violencia atraería a la criatura del Averno. Todo parece marchar bien para el protagonista, sobre todo cuando entabla amistad con una familia bondadosa, principalmente con Meredith (Rachel Hurd-Wood), la hija del clan. Pero el idilio no dura demasiado: casi toda la familia es asesinada, y la muchacha, secuestrada por unos saqueadores que responden a un misterioso y temible jinete de carácter sobrenatural. Entonces Solomon deberá recurrir a sus viejas técnicas de muerte para salvarla a ella... y a su propia alma. Una historia del subgénero Espada y Hechicería que no muestra nada nuevo, pero sale adelante gracias a un guión que abunda en tragedia, oscuridad, drama (no hay humor en todo el film, cosa que por momentos tal vez hubiera sido necesario), y gracias a escenas de acción espectaculares pero que tampoco se llevan por delante la película. Las secuencias de pelea, con mucha, monstruos y hombres violentos y feos, remite a la estética de Pacto de lobos, joyita de culto dirigida por Christophe Ganz, que mezclaba bestias asesinas, intrigas palaciegas y peleas de kickboxing. Esto se debe en parte a que ambas películas tienen el mismo productor (Samuel Hadida) y el mismo director de fotografía (Dan Laustsen). Tampoco hay que desmerecer el correcto trabajo del británico Michael J. Bassett, quién sabe de contar historias de fantasía y terror de época, ya que había dirigido la interesante Deathwatch, ambientada en la Primera Guerra Mundial. Con el sobretodo, el sombrero, el pelo largo y la cara de recio, James Purefoy luce igual a Hugh Jackman en Van Helsing: Cazador de monstruos. El actor que interpreta a Wolverine sigue teniendo más carisma y presencia, pero al menos Cazador de demonios no abusa de los efectos especiales por computadora. Volviendo a los actores, se lucen brevemente (porque no aparecen mucho en pantalla) Pete Postlethwaite, Alice Krige, Jason Flemyng y el inoxidable Max von Sydow. Una película que no será un clásico como las de Conan, pero que bien vale la pena verla para entretenerse un rato y conocer otro personajes del mismo creador.
Ambiciosa producción, pobres resultados Kane es un héroe oscuro, destinado al infierno, que busca la redención luchando contras las fuerzas del mal. Una historia que se diluye por un guión poco consistente y una dirección que no la hace atractiva desde lo visual. Hay películas desangeladas. Esto que parece un argumento un poco ambiguo y no muy fuerte para evaluar un film es, sin embargo, algo que cualquiera puede percibir a simple vista. Hay películas nacidas para ser apreciadas y recordadas, y otras que nacen con un destino efímero, irrelevante, con la única chance de generar un pequeño culto entre algunos pocos espectadores que conecten con la propuesta y se vuelvan fieles seguidores. Cazador de demonios está basada en un relato de Robert E. Howard, autor, entre otros personajes, de Conan, el bárbaro, que fuera llevado al cine en la década del 1980. Sus libros, paridos durante a las décadas del 1920 y 1930, son prácticamente claves del género de “espada y hechicería”, que hoy se ha diversificado y abierto por numerosos caminos: literatura, historieta, cine, televisión y videojuegos. Salomon Kane es un héroe oscuro, un condenado al infierno que busca la redención en una batalla contra las fuerzas del mal, que incluso habitan en él mismo. Interesante punto de partida que queda a mitad de camino por un guión poco consistente, pero sobre todo, por un trabajo de dirección que la convierte en una película poco atractiva desde lo visual. No es uno, sino muchos los motivos que hacen de la película una producción más cercana a las limitaciones de la televisión que a las posibilidades de la pantalla grande. Hollywood sabe cómo hacer estas producciones de acción, algunas son excelentes, otras son malas, pero todas son impactantes. Cazador de demonios no es una película de Hollywood, sino europea, de ambiciosa producción, pero de pobres resultados. Todo suena a barato –seguramente más de lo que es–: desde la fotografía hasta los decorados, pasando por los muy poco efectivos efectos especiales. El protagonista, James Purefoy, también adolece de las mismas limitaciones. Tan sólo la fugaz aparición del legendario actor sueco Max von Sydow y de Pete Postlehwaite elevan brevemente el nivel para luego volver a su fallida trama. Los temas acerca de la culpa y la redención, el heroísmo y el sacrificio que la película ofrece se terminan diluyendo en imágenes pobres, sin alto vuelo. Una verdadera pena, ya que las salas que ocupa una película como esta no permiten que se estrenen otros títulos superiores que se realizan en el cine mundial contemporáneo. <
Un hombre de paz... Resulta difícil no disfrutar de un producto “clase B” tan sincero y prolijo como Cazador de Demonios: Solomon Kane (Solomon Kane, 2009), adaptación libre de una saga creada en 1928 por el mítico Robert E. Howard, artífice principal de un subgénero muy transitado de la literatura fantástica denominado de “espada y hechicería”. A pesar de que Conan continúa siendo el personaje más conocido del estadounidense, a quien dio vida Arnold Schwarzenegger en Conan, el Bárbaro (Conan the Barbarian, 1982) y Conan, el Destructor (Conan the Destroyer, 1984), el que hoy nos ocupa también tiene sus adeptos. La trama comienza con el mercenario Solomon Kane (James Purefoy) y su séquito entrando salvajemente en un misterioso castillo del Norte de África en el 1600: en vez de tesoros encuentran una colección de “espejos encantados” que los irán asesinando uno a uno. El protagonista advierte que “alguien” vendió su alma al mismísimo Diablo y a duras penas consigue escapar del dilema, sólo para verse obligado -de allí en más- a renunciar a la violencia a condición de que los moradores del infierno no den con su paradero. Lástima que los obstáculos del camino demuestran ser un poco más encarnizados que lo esperado… Por supuesto que esto incluye una familia de puritanos que acude en su ayuda en el momento preciso, una damisela en peligro que pide a gritos ser rescatada y hasta un simpático villano cuyo único interés es esclavizar y masacrar. Vale aclarar que aquellos que estén buscando una catarata de brujas, nigromantes y criaturas del averno, saldrán algo defraudados de la sala porque éste es recién el capítulo inicial de lo que podría llegar a convertirse en una futura trilogía: la magia negra está bastante acotada y lo que prima es la batalla cuerpo a cuerpo y un desarrollo pausado de los avatares personales del pobre Kane. El director y guionista Michael J. Bassett mantiene con inteligencia un tono de tenebrosa seriedad aunque se muestra incapaz de aportar un gramo de originalidad a un convite en extremo previsible: si por un lado la narración avanza a paso firme y los CGI están bien administrados, la falta de sorpresas termina jugándole en contra a las aventuras de este “hombre de paz” que no teme decapitar a sus enemigos (si el contexto lo amerita). Más allá de las participaciones de Max von Sydow y Pete Postlethwaite, es James Purefoy quien saca adelante la película componiendo a un héroe ni tan glorioso ni prosaico como otros...
Más allá de todos los lugares comunes, como el del asesino redimido que pretende abrazar la fe y purgar sus pecados, en el caso de este film de mediocre factura eso no sería tan grave. Sin embargo, si a semejante despropósito se le suman malas coreografías de batallas, efectos especiales de cuarta y una trama lineal y poco espectacular realmente estamos ante una de aventuras para el olvido que nos dispara la siguiente pregunta: ¿por qué se estrenan en pantalla grande estos bodrios?
A la caza de un público esquivo Hubo un tiempo en que el capitán Solomon Kane (James Purefoy) era un implacable mercenario, entrando a sangre y fuego en nombre de Inglaterra. Un auténtico asesino que no vacilaba en saquear y devastar, usando a su bandera como estandarte de muerte. Pero esto cambió el día en que su ejército fue diezmado y su alma víctima de una maldición demoníaca, que lo forzó a tomar el camino de la paz y la rectitud. De regreso en su país y sin atreverse a regresar a la casa paterna, de la que se exilió voluntariamente cuando adolescente, se cruza en el camino de una familia de cuáqueros que esperan viajar a América. Uniéndose a ellos para reforzar su cambio de conducta y de vida, Kane no tarda en ser alcanzado por un siniestro ejército que, persiguiendo su alma y un oscuro propósito, devastan a la familia que le alberga y secuestran a la hija (Rachel Hurd Wood). Atormentado, se propone salvar a la joven aunque le cueste dar su vida y resolver el enigma detrás de las fuerzas demoníacas que asolan la región. Con el estreno tardío de "Cazador de demonios" se prefigura ya el apático cierre de un año que ha tenido pobres exponentes en lo tocante a la acción comiquera. Esta cinta no será la excepción. Con atractivos escenarios, efectos especiales y fotografía, busca compensar un guión bastante endeble e insulso: la falta de nombres de fuste en el reparto no ayuda en ese sentido. En su favor, se podría decir que la hora y media, poco más, que la compone, se pasa bastante rápido gracias a la agilidad del relato. En síntesis, se trata de un producto pensado y diseñado para entretener a un público acostumbrado a la mitología rimbombante con estética comic, predigerida y sobreexplicada propia de estos tiempos donde el mainstream es ley. Pero como producto se revela insuficiente, dada la poca consistencia de una trama que abreva de diversas fuentes ya explotadas. Salvo los breves momentos de tensión y los clímax (sí, hay más de uno) dramáticos, no existe en este filme originalidad alguna. Al menos los actores se esfuerzan por ponerle un poco de esfuerzo a situaciones y diálogos que no tienen mucho brillo. Si no fuera por esto, se podría creer que estamos frente a un filme de la más rancia e ilustre clase B.
Vade retro Satán! Solomon Kane (James Purefoy) es un hombre que habiendo abandonado su familia de origen noble se ha convertido en un verdadero mercenario y el mejor guerrero, violento y cruel. Pero un día irrumpe en un oscuro castillo donde luego de perder a casi todos sus hombres se le revela lo peor: el mismísimo demonio reclama su alma. Solomon logra huir, en ese entonces, y promete enderezar su vida para remediar semejante persecución, pero la oscuridad ha tomado la Tierra y se expande ferozmente llamándolo a la lucha. Michael J. Basset se sirve de un personaje creado por Robert E. Howard, aquel que nos contara sobre Conan el bárbaro por ejemplo, y nos lleva con un presupuesto que dicen fue tan escaso como un film independiente por una historia que no será la más original del mundo pero es ciertamente entretenida y muy bien lograda. Son esos films oscuros que remedan un poco a lo más negro de El señor de los Anillos, con peleas que el mismo Van Helsing envidiaría y con una puesta en escena y unos efectos bastante bien logrados para un film de bajos recursos. La historia atrapa desde el primer momento, es dinámica y llevadera con escenas llenas de adrenalina y terror. Guarda momentos que a más de un desprevenido hará saltar de la butaca y no da descanso a la acción. En ningún momento se achata, no hay mesetas argumentales aunque sí algún que otro bache que se agradecería de haberse explicado mejor, como el supuesto trato que entabla con el demonio que luego lo reclama. También podría criticarsele algunas revelaciones finales un tanto previsibles y melodramáticas, pero lo cierto es que el espectador terminará pasando por alto estos detalles en servicio de una satisfactoria muestra de gran despliegue fantástico. Es que en Solomon Kane no hay lugar para haditas ni magos edulcorados, la historia se planta sólidamente oscura y violenta en un época post medieval donde la espada es un arma cotidiana y todo es a matar o morir. Cabe destacar que es un film que superó mis espectativas desde lo musical y desde la fotografía, cuestiones que salvo por alguna que otra trilogía evidente, no suele destacarse en este tipo de películas. Las actuaciones también son correctas y ya me asombra el parecido físico que en este film lleva Purefoy con Hackman, que hasta podría haberselo convocado y quizá el film hubiera sumado más puntos aún. Solomon Kane está pensada para formar por supuesto una trilogía, algo que el final nos adelanta de alguna manera. Después de todo los relatos de Kane originales son varios, aparecieron en las páginas de la revista Weird Tales. El primer relato que Howard dedicó al personaje llevaba por título Sombras rojas (Red Shadows), y fue publicado en agosto de 1928. El último relato protagonizado por Kane fue Alas en la noche (Wings in the Night), que Weird Tales incluyó en su número de julio de 1932. No hay que ahondar demasiado para encontrarle a la historia la típica dicotomía del bien y del mal en enterna lucha, pero lo bueno es el personaje principal, un tipo duro, carcomido por las culpas, peleado con Dios y por ende con una fuerte crisis existencial. No por ello diríamos que es un film profundo pero muchas de las líneas de diálogo poseen buenas referencias cristianas y planteamientos que agregan sensibilidad y algo de profundidad a algo que podría ser meramente "de acción". Uno podría encontrar algunas lecturas importantes como aquella obvia en que nos pone a pensar que el verdadero demonio se encuentra en uno mismo, que la expiación del alma se lleva a cabo desde casa, que todo acaba donde empezó. Pero ciertamente hay que recurrir a la sala de cine con la expectativa que ante todo se verá un film entretenido, pochoclero o palomitero, con buena dosis de acción, buenas peleas y un entorno visual bastante sólido. Para ver en pantalla grande sin dudas.
Menos de lo mismo A fines de los años '20 y comienzos de los '30, el escritor Robert E. Howard creó varios personajes de enorme popularidad dentro del género de espada y brujería. Uno de ellos, Conan el bárbaro, ya había tenido su paso por el cine y ahora es el turno de Solomon Kane, que debe enfrentar a fuerzas diabólicas, redimirse de su pasado violento y codicioso, y rescatar a una inocente joven. La historia de este peregrino (James Purefoy) lleno de traumas del pasado que busca sanar sus heridas resulta un solemne, estereotipado y previsible relato que combina elementos ya vistos en decenas de títulos, desde Van Helsing hasta El señor de los anillos. El despliegue visual (con muchas CGI para construir un mundo desolado por las guerras, la pobreza y, claro, las acciones de demonios, brujas y hechiceros) es digno y profesional, pero nada más. Tampoco es un film que luzca por encima de la media que hoy puede ofrecer el cine a gran escala. En definitiva, como sostiene el título, resulta menos de lo mismo.
Solomon Kane es un guerrero puritano del Siglo XVII cuya única finalidad y objetivo en la vida es terminar con la maldad en todas sus formas. No importa que lo obtenga con actos perversos. Sería algo así como sostiene la famosa frase de “Hagamos la guerra para lograr la paz”. En cuanto al desarrollo de éste personaje, sacado del genero del comic, se centra en como sus aventuras llevan a éste capitán desde los oscuros mundos dentro las principales capitales europeas hasta las frondosas y peligrosas junglas africanas. Es allí donde su vida cambia, una acción más, pero en el lugar equivocado en el momento menos preciso, lo coloca en la triste tarea de tener que hacerse cargo de la muerte de todos sus hombres. Pero como no encuentra ninguna forma de redención a través de sus actos, decide internarse en un convento. Pero si el pasado no sólo te condena sino que te persigue... en algún momento te alcanza. Lo más incomprensible de este producto ya no es las formas, la estructura, su construcción, es su origen. El sólo discurrir de las escenas lo colocan como un producto netamente hollywoodense, pero en realidad es europeo. Se podría decir que es uno de los filmes más yankees producidos en el viejo continente. Esto no sería del todo malo sino fuese porque el producto no tiene ninguna variable en su construcción que se pueda rescatar. Empezando por el guión, que al principio no da forma en ningún momento de nada que motive al héroe, sólo escenas de violencia excitante. Luego elipsis incomprensible y para nada justificada, nuestro personaje es lo más parecido a un monje tibetano, es en este momento que su vida anterior se le presentifica en forma de demonios que sólo buscan su sangre, pero cometen el error de secuestrar a una joven, muy bella por cierto, y por la cual el promete rescatarla. Para tal fin debe tomar nuevamente las armas y pelear. Originalidad cero. Los rubros técnicos son buenos, especialmente la fotografía, no así el abuso constante en las escenas de acción el uso del ralenti, con movimientos de cámara supuestamente extravagantes, pero ya visto mil veces, y además vuelve a fallar en lo narrativo, sobre todo cuando quieren enfatizar las escenas con música, empatica e insoportable. La frutilla del postre es no sólo la falta de instalación de un verosímil, (que no tiene que tener visos de verdad) que atrape al espectador, sino que la previsibilidad del texto es tan abrumadora como aburrido su resultado. Los amantes del género le podrán encontrar algo para redimir.
Redención de un antihéroe Basada en un libro de Robert E. Howard, conocido por ser el creador de Conan el bárbaro o de Kull de Atlantis, Cazador de demonios cuenta la historia de Salomon Kane, un hombre despiadado en su pasado que debe debatirse interiormente entre el bien y el mal para evitar perder su alma, precio a pagar por tantos pecados cometidos. Se trata de una historia ambientada en el siglo XVI pero con el agregado de monstruos y elementos fantásticos que servirán de catalizadores para que nuestro “héroe”, quien en un comienzo es una suerte de villano malvado, pueda redimirse y pagar por sus pecados. Desfilarán ante nuestros ojos imágenes seguramente inspiradas en los cuadros de Pieter Brueghel el viejo: cadáveres ahorcados, cuervos comiendo carroñas, muertos tirados en las calles, poblados destruidos, personajes con deformidades y mutilaciones, muchedumbres sobresaltadas, paisajes nevados y grises. Cabe destacar el excelente trabajo artístico de David Baxa, quien ha trabajado en películas como Calabozos y dragones, Desde el infierno, La liga extrordinaria, Wanted, Las crónicas de Narnia, Hostel, La pantera rosa, entre otros títulos. Esta coproducción entre Inglaterra, Francia y República Checa cuenta con las excelentes actuaciones de James Purefoy (en el rol protagónico), Pete Postlethwaite, Rachel Hurd-Wood, Alice Krige, Max Von Sydow, entre otros. Los personajes están muy bien construidos, aunque todo se centra obviamente en su protagonista y en sus conflictos de fe y en su evolución que se volverá bastante predecible. La historia transcurrirá lentamente en comparación a lo que el género de acción nos tiene acostumbrados en los últimos tiempos, y la música anacrónica de las grandes producciones de Hollywood será reemplazada por una música empática con la época que se quiere representar, como de “film de época”. Cazador de demonios aspiraba a ser la primera entrega de una trilogía, pero no sabemos si tendremos la suerte de ver realizadas las restantes partes que debían estar ambientadas la primera en Africa y la otra en Estados Unidos en la época de las colonias. Lo que nos queda claro en esta película es que Michael J. Bassett ha querido condensar una novela extensa en una hora y media, dejándonos la sensación de que detalles de la historia han sido omitidos y que el pasado de Salomon Kane ha sido resumido. El efecto positivo será probablemente que los amantes del género de aventuras irán a rescatar la obra de Howard para reconstruir esos detalles y continuar leyendo las secuelas u otras de las tantas obras que creó este fugaz escritor.
Sin la gracia de una película barata. Unos cuantos barcos se acercan a lo que parece ser un fortín endemoniado. La batalla es cruenta, ya que el capitán de esa flota, es un pirata despiadado y sádico. Arenga a las tropas diciéndo que el único demonio es él. Es Solomon Kane. Pronto penetrará la fortaleza, hasta llegar a encontrarse con la mismísima parca, un bicho CGI que no esconde sus orígenes cibernéticos. Luego de una breve escaramuza, tenemos que creer que ese encuentro fue un punto culminante en la vida de Kane. Y bueno, después sigue un festín de clichés donde uno se pregunta si los que hicieron la película no son realmente los demonios. James Purefoy es Kane, y sin dudas es lo más divertido de la película. El tipo es carismático, y si bien por momento parece un Aragorn devaluado (como la película, que está más cerca de la terrible Calabozos y dragones que de El señor de los anillos) por lo menos le pone ganas. Conoce eventualmente a una familia, y el resto es historia, pero con minúscula. Ya sabemos que esa familia lo hará cambiar, que recuperará la humanidad de su corazón, etcétera de la etcétera. No habría tanto problema si todo estuviera bien hecho. Pero cuando veo al tercer monstruo feo, hecho con malos efectos de computadora, todo se va al diablo y no solamente Kane. Cuando uno piensa que las cosas no pueden ir peor, los productores, supongo, metieron mano en el montaje para hacer la película más "digerible". Se nota en escenas totalmente inconexas, como aquella donde, de la nada, asistimos a una feroz resistencia por parte de los héroes, en medio de un castillo en llamas. Es casi como los saltos de missing reels de Grindhouse. Sólo que esta vez, este producto clase B es malo.
Hallmark Channel presenta Un año después de su estreno en Europa, llegó a la cartelera la película basada en un comic menos emocionante de la historia del cine. De este género (ya lo es, o casi) las hay buenas y malas, pero definitivamente esta es la más aburrida de todas, cuando “aburrido” debería ser el peor de los lugares adonde pueden caer estos estrenos. Cazador de demonios es una producción francesa, inglesa y checa parecida a ese otro adefesio que es Pacto de lobos, y termina por confirmar que ciertas cosas sólo le están legadas a Hollywood. Eso sí, debo reconocer que la vi en DVD; una sala de cine le podría haber sumado algunos puntos. No sé, tal vez la pantalla grande solamente agigantaría esa pátina visual de CGI barato que tiene la película. Pero que todo esté cubierto de un color naranja tirado desde un balde de pintura no es lo más aterrador; lo peor es que después de los primeros cinco minutos, la historia provoque menos interés que chupar un clavo. Al comienzo, cuando la película todavía puede prometer un poco, Solomon Kane aparece en el norte de África como un hombre vil, obsesionado con el dinero y el poder, que mata sin piedad a propios y extraños. Kane comanda la toma de una ciudad en la que quiere saquear un tesoro y cuando finalmente lo encuentra, el Diablo en persona se le aparece para anunciarle que llegó el momento de pagar por todos sus pecados. Fin de la curiosidad del espectador. El resto de la película sigue un camino eterno de redención que lo obliga a vagar por una Inglaterra llena de harapientos y barro, regida por un malvado hechicero. Atrás de todo eso hay un trasfondo histórico que intenta conceptualizar la fundación de los Estados Unidos por parte de las familias puritanas que emigraron desde Europa y su devenir histórico al otro lado del océano. Casi como los neocons de la era Bush, la idea de redención pasa por combatir el mal en todos los rincones de la tierra. De cualquier forma, a esa altura, todo esto ya dejó de interesar hace mucho tiempo. Ni la aparición de Max Von Sydow, ni la familia de puritanos con la que establece una relación, ni su pasado de nobleza que intenta reivindicar hacen sostener la mirada sobre la pantalla. Apuesto que ni a los fanáticos de las espadas y los hechiceros puede atrapar este guión errático y previsible que tiene aires de grandeza y ni siquiera provoca risas. Está claro que además del pobre trabajo visual, el problema de estas superproducciones europeas es que se lo toman todo demasiado en serio.
Diablo y castigo Los diablos vienen marchando, o algo así, debiera ser el lema desde el que se rotula tanto cine actual, decadente. Habrá que excluir de esta situación, y desde el contraste, a obras maestras que lejos de asumir un discurso maniqueo, lo supieron utilizar para ahondar en otras cuestiones: metafísicas, morales, sociales; tal el caso de films como El exorcista (1973, William Friedkin), Noche de brujas (1978, John Carpenter) o El bebé de Rosemary (1968, Roman Polanski). Quizá no sea algo que llame la atención, dado el acostumbramiento dogmático al que somete tanto cine -y tanta más televisión , pero que dos de los sólo tres estrenos de carácter comercial del jueves pasado tengan una coincidencia, más que temática, sobre todo ideológica, no deja de ser elemento que sobresalga. Cazador de demonios actualiza para la pantalla grande a uno de los varios personajes del escritor pulp Robert Howard (Conan, Cormac). La realización del film está bien, porque es acorde al escenario y verosímil desde el que transcurren las historias de Howard: moralismo, diablos y monstruos malísimos, paganismo y cristianismo. Solomon Kane es el héroe vengador, la espada celestial del siglo XVII. Lo que fuera alegoría del macarthysmo, en plena década de los '50 de la mano del gran Arthur Miller, en Solomon Kane la caza de brujas es ratificación de miedos religiosos que legitiman una misma y reaccionaria concepción de mundo. Kane se encuentra en la línea de Van Helsing, némesis de Drácula, perseguido por el diablo pero con una espada capaz de otorgar muerte divina. A la manera de un Cristo -que atraviesa todas y cada una de las tentaciones y estaciones de la Pasión bíblica , el personaje de Howard encarna la cruzada de Dios, la mano dura del Hacedor Supremo. Por otra parte, La reunión del diablo aborda la metáfora tonta -banal, tendenciosa de un ascensor como símil de mini infierno. Los pecados han conducido a quienes allí deben sobrellevar durante la insoportable hora y media del film los avatares de un demonio que, antes que divertirse con ellos, da cuenta del orden moral que debe regir al mundo. El diablo como castigo, como consecuencia del pecar. Arrepentimiento y Juicio Final. Eso, más un guión alicaído que pierde sustancia, atravesado por miradas de estupor de los propios intérpretes, quienes tampoco creen demasiado lo que les pasa. El guión de La reunión del diablo cuenta con la firma de M. Night Shyamalan, quien en otros films (Sexto sentido, El protegido) supo dar cuenta de cierta mirada de interés sobre la idea del destino, aquí reducida a "lo que te va a pasar por lo que hiciste", mientras el latino de turno se santigua y mira con cara de bobo asustado. Si a ambos films sumamos una de las series cinematográficas de éxito presente, como Crepúsculo, con vampiros redimidos y abstemios de dentellar la sangre de toda virgen, no resta mucho por decir para hacer aún más clara la dirección ideológica marchita -pero siempre latente que sigue detentando el cine más visto como también impuesto.
La redención del noble Los que gusten del género fantástico, pero también los que disfruten del cine como gran espectáculo, pueden sentirse habilitados para ver este filme coproducido por capitales y dirigido por un europeo, pero con una fuerte impronta hollywoodense en su entraña, dicho esto como un mérito. El protagonista de Cazador de demonios se llama Solomon Kane y es un noble desterrado cuando niño, al que el destino llevó a vivir en la clandestinidad. Así fue como Kane se convirtió en un mercenario a tal punto despiadado que, para escapar del llamado del diablo, decidió entregarse a una existencia pía alejada de su hogar, y encontrar la redención a sus pecados. Pero en el año 1600 (la acción comienza en África pero rápidamente se traslada al Reino Unido) la violencia es moneda corriente en una sociedad todavía en estado medieval, sumida en la superstición, la conquista y la esclavización de los hombres. Sumado a esto, el llamado de la sangre. Las comarcas que pertenecieron a su familia cayeron en manos de espíritus realmente malignos, y el indicado para acabar con esa tiranía es justamente él. Para los que lo conozcan pero también para los que deseen descubrir a uno de los grandes del género, hay que mencionar en este momento a Robert E. Howard, escritor de destino trágico (se quitó la vida a los 30 años) cuya imaginación engendró nada más ni menos que sagas como la de Conan el Bárbaro (encarnado por Arnold Schwarzenegger para la pantalla grande). También Solomon Kane es de su autoría, y para de un pincelazo retratarlo, baste esta cita acerca de la concepción de este tipo de criaturas literarias: “Conan fue el personaje más realista que jamás desarrollé. Es simplemente la combinación de una variedad de hombres que conocí. Cierto mecanismo de mi inconsciente tomo algunas de las características de boxeadores, pistoleros, contrabandistas, matones de pozos petroleros, apostadores y trabajadores honestos que conocí”. Mucha y buena producción se ve en Cazador de demonios: fotografías aéreas de paisajes, escenas finamente captadas bajo la nieve, la lluvia y en el barro, algunas con buen despliegue de extras; excelente tarea de maquillaje, vestuario y utilería de arte (especialmente en armas); coreografías de luchas; montaje de sonido; proliferación de efectos visuales. Una propuesta con gran despliegue al servicio del entretenimiento, al que tal vez no esté de más abrocharle un aviso de precaución para personas impresionables.
El Bien contra el Mal, en medio del barro La acción transcurre en la Gran Bretaña lluviosa y enlodada del 1.600. En ese entorno inhóspito y brutal se desarrolla la vida del protagonista a quien, luego de ser mostrado en toda su capacidad guerrera en las primeras escenas, se lo ve decidido a impregnar su vida de paz y de virtudes. Sin embargo, las fuerzas del mal lo empujan a volver a convertirse en una máquina de matar, en este caso, animado por un objetivo noble y elevado. Como puede verse, no hay en la historia elementos novedosos; tampoco los hay en el tratamiento visual, ya que abundan las escenas de acción en las que vuelan por toda la pantalla pedazos de cuerpos mutilados y brotan chorros de sangre que, a veces, hasta salpican a la cámara. El capitán Solomon Kane (un héroe de historieta creado por Robert E. Howard, autor de "Conan") quiere olvidar su oscuro pasado y ha jurado no volver a matar a nadie, pero tendrá que vérselas con criaturas malignas y, de paso, resolver el drama familiar que perturba sus sueños. El director y guionista Michael Bassett resuelve la historia por carriles convencionales, si bien hay que señalar que logra mantener el interés por la narración y que las escenas de acción están técnicamente muy bien logradas. Los efectos especiales, fundamentalmente referidos a la aparición de las criaturas diabólicas, lucen visualmente muy efectivos. El apoyo musical resulta, en cambio, demasiado obvio y grandilocuente, y el abuso de gruñidos, aullidos y choques de aceros ensucia por momentos la banda sonora. En cuanto a las actuaciones, resulta demasiado convencional la interpretación del protagonista James Purefoy; sus previsibles recursos dramáticos contrastan con la solvencia que siguen mostrando (aún en breves intervenciones) los veteranos Max von Sydow y Pete Postlethwaite (aquel que conmovió a todos los espectadores en "En el nombre del padre"). Sin embargo, la película propone una cuota de genuino entretenimiento si lo que se busca es pasar el rato en la sala de un cine.
La película esta basada en el mítico personaje elaborado por el escritor americano, Robert Howard, quien también creo a “Conan El bárbaro” allá por la década del ’30. Dicho escritor fue uno de los creadores del subgénero “espada y brujería”, ya sabiendo esto de antemano uno sabe a que se expone. No debe haber muchas cosas peores para un personaje que ser asociado automáticamente con otro personaje. Eso le pasa el pobre Solomon Kane quién a primera vista trae reminiscencias totales al querido Hugh Jackman en “Van Helsing”, con sombrero y pelos largos va por la Edad Media matando gentes y demonios. La historia nos cuenta que Solomon Kane era un gran guerrero ingles que no tenia ni el menor escrúpulo en ir asesinando a sus enemigos y a cualquiera que se interpusiera en su camino, al ser individuo tan desinteresado por la vida humana y ya haberse cargado tantas muertes en sus espaldas, un día el Diablo envía un mensajero a decirle que su alma no le corresponde mas, se desquicio con tanta gente que ahora su alma paso a ser propiedad del Diablo. El pobre Sr. Kane, logra escapar y promete nunca más matar a nadie con el mero fin de conservar su alma. En uno de esos momentos zen de Solomon el resulta golpeado hasta el hartazgo y ahí es donde aparece una modesta familia a salvarlo; familia que luego es atacada por el malo de la película y he aquí donde Kane se debate que hacer y se origina el conflicto del film. La película que dirigió Michael Basset, quien estrenará el año próximo “Silent Hill 3D”, fue interpretada por el actor ingles James Purefoy quien tomo sin inconvenientes el papel de Kane, inclusive asumiendo riesgos al interpretar las escenas más complicadas sin problema de salir herido. Purefoy logra un héroe de gran clase que resuelve con facilidad (quizás demasiada) el conflicto de su ser o no ser espiritual; físicamente consigue un gran parecido al personaje que idea Howard, ya que parece haberse pasado un año entrenando. Es un film divertido sobretodo si gustan de películas de época y peleas, el argumento es solido y esta bien sostenido durante todo el film, que para cerrar nos da un final con vuelta de tuerca.