Un tropezón no es caída Daniel Auteuil es un gran actor. Y no sólo eso: es de esos intérpretes que brillan por igual en el drama "serio y adulto" como en la comedia "liviana y pasatista". Y no sólo eso: es de esas presencias (como la de su compatriota Mathieu Amalric) que logran que una película crezca aunque el resto de los rubros esté muy por debajo de su nivel. Algo de eso ocurre con Dos en uno, una comedia de fórmula, sin grandes hallazgos y con unos cuantos lugares comunes. Sin Auteuil sería un producto rápidamente descartable. Con él... bueno, se disfruta un poco. DA interpreta a Jean-Christian Ranu, un contador de poca monta, un solitario patológico, un ser traumado en todos sus poros, un típico perdedor que apela a la mentira y a la negación para poder sobrevivir. Su vida cambia -y cómo- cuando ingresa a su cabeza el espíritu de Gilles Gabriel (Alain Chabat), un cantante medianamente popular de la canción romántica de los años 80 que (supuestamente) ha muerto en un accidente automovilístico causado por Jean-Christian. Ambas personalidades -claramente opuestas entre sí- deberán aprender a convivir en un mismo cuerpo/cerebro. Y ese es el punto de partida para esta comedia no demasiado eficaz (la proporción de gags logrados sobre gags intentados es baja), pero que al mismo tiempo no llega a indignar. DA construye un personaje digno del patetismo de un Santiago Segura, pero esta combinación entre humor guarro "español", fórmula fantástica hollywoodense y costumbrismo francés no resulta gran cosa. De todas maneras, seguimos "bancando" a DA: un tropezón no es caída.
Fracaso a la francesa Escrita y dirigida por la dupla Nicolas Charlet y Bruno Lavaine, Dos en Uno (La personne aux deux personnes, 2008) remite inequívocamente a Hay una Chica en mi Cuerpo (All of Me, 1984) aquella comedia tan popular por los años ’80 que protagonizaran Steve Martin y Lily Tomlin. Hoy convertida en un clásico del género, la misma trataba sobre el compartir dos almas en un mismo cuerpo. Aquí la premisa es similar. En Dos en Uno se cruzan los destinos de un excéntrico cantante lejos de sus mejores días (Alain Chabat) quien en un accidente atropella con su auto a un rutinario, ultra formal y desesperanzado empleado de oficinas (Daniel Auteuil). El infortunado transeúnte si bien sobrevivirá milagrosamente al arrolle, deberá aprender a convivir con el alma del otrora estrella cantante en su cuerpo. Pareciera que la chispa que anticipaba el film a quienes recuerdan con nostalgia aquella joyita hollywodense de los ‘80 no se materializará en ningún momento. Un fortuito incidente que inspiraría una grata comedia no logra despegar de algún que otro pasaje meritorio, generando un resultado bastante pobre si se tiene en cuenta que su pareja protagónica son nada menos que el multitalentoso Daniel Auteuil y un probado comediante como Alain Chabat. Apenas un par de escenas sin demasiado esmero consiguen atraer algo de atractivo a una comedia pueril que boicotea a si mismo sus contados intentos por ser genuinamente graciosa. Dos en Uno intenta ser una buddy movie bastante poco ortodoxa a la hora de presentar una autentica pareja despareja. Si bien conviven en un mismo cuerpo, la dupla no puede ser más opuesta: uno un extravagante cantante de pop que vive de su gloria pasada, otro un solteron oficinista sin demasiada suerte. Presa de los clichés más habituales del género fantástico y con un constante recurrir a las resoluciones más habituales de este tipo de comedias, el film recurre al típico manotazo de ahogado al final para dar un giro inesperado y sorprender con un final que altera el curso de lo contado hasta entonces. Como gancho argumental, forma parte del limitado lenguaje narrativo que el film aborda. Sin brújula de orientación para llevar a buen puerto esta tambaleante historia, la dupla de directores convive con el film tan a disgusto como la pareja protagónica en un solo cuerpo.
Hay un cantante en mi cabeza! Las comedias francesas han alcanzado en los últimos años la popularidad y el éxito que necesitan y casi siempre están respaldadas por figuras de renombre. Dos en uno no escapa a la excepción, aunque el resultado quede a mitad del camino. Gilles Gabriel (Alain chabat) es una ex-estrella de la canción, un personaje parecido al Juan Peruggia de la tira Todos contra Juan. Vive del único éxito que le dejó un pasado glorioso y pocos lo recuerdan. Gilles muere en un accidente de auto causado por Jean-Christian (Daniel Auteuil), su espíritu se aloja en el cuerpo del conductor y ambos deberán aprender a compartir situaciones íntimas. Con toques de Hay una chica en mi cuerpo, la película no siempre resulta divertida a pesar de la correcta actuación de Daniel Auteuil y el ritmo musical que intentan plasmar los directores. Lo peor del film es que huele a viejo (la música cambia el estado de ánimo y las decisiones de sus superiores en medio de una convención, muy al estilo Enrique Carreras) y situaciones vistas hasta el hartazgo. La voz oculta que se refugia en la cabeza de Jean-Christian genera enredos y confusiones varias y, en ese sentido, se destaca la escena en la que es sometido a una prueba médica por un profesional o las tomas subjetivas que plagan el relato. El resto se limita a mostrar los rasgos esquizoides del personaje central y entrega un desenlace cícilico.
Jean-Christian (Daniel Auteuil) es contador y trabaja para una multinacional. Tiene una vida común, casi intrascendente para el resto de sus compañeros en la firma. Su rutina se ve alterada cuando de repente, luego de protagonizar un accidente, cambia para siempre su vida. El estresado contador descubre que en su cabeza habita alguien más; es Gilles Gabriel, un cantante que en los ’80 tuvo días de gloria, y que supuestamente acaba de fallecer en el mismo accidente que provocara Jean-Christian. Compartir el cuerpo es el primero de los obstáculos que ambos personajes deben sortear; el trabajo y una presentación fundamental para su carrera apremian y presionan a Jean-Christian, mientras que para el huésped que lleva consigo, estar adentro de otro es una sensación liberadora que se convierte en fuente de creatividad. Así, una serie de enredos van cambiando de a poco algunos hábitos cotidianos del contador, quien además, está enamorado de su jefa. Sin embargo, pronto descubren que ambos pueden convivir y complementarse, e incluso, ayudarse mutuamente. Con la ayuda del músico que lleva adentro, Christian descubre que además de ser capaz de convertirse en alguien importante frente a los demás, explotando todo su potencial puede tener todo lo que desea, incluso a la mujer que ama con desmedida obsesión. Con mucho humor Daniel Auteuil se luce en una historia que por momentos, aunque se vuelve algo tediosa y previsible, logra salir adelante gracias a las huellas inconfundibles del cine francés. Dos en uno es una comedia entretenida que no busca profundizar demasiado en temas trascendentales. Con final inesperado, permite pasar un buen rato.
Hay (otro) cerebro en mi cuerpo Aunque livianita, la comedia con Daniel Auteuil entretiene. Hay gente que oye voces y no por eso merece ser encerrada en un nosocomio. Jean-Christian Ranu (Daniel Auteuil) es atropellado en la calle por un auto que conduce una ex estrella de pop de los '80 (Alain Chabat, algeriano como Auteuil), y de buenas (o malas) a primeras el cerebro del conductor pasa a adosarse al suyo. OK: es una comedia. Como sucedía hace 25 años en Hay una chica en mi cuerpo (1984), en la que Steve Martin compartía el suyo con el de Lily Tomlin, el personaje de Auteuil debe lidiar dentro suyo con el cerebro de Gilles Gabriel. Ranu es un tipo solitario, enamorado de una compañera de trabajo a la que el espíritu más aventurero de Gilles bien podría ayudar. O no. Los gags son los imaginables a partir de la premisa de la trama: Ranu se habla a sí mismo en voz alta, lo que ocasiona(ría) la sorpresa y/o el la reprobación de quienes lo rodeen, sea en un mmeting laboral o en un baño público. Auteuil es de esos actores que despierta inmediata atención cuando aparecen. De los pocos capaces de encender una escena, por más que sus diálogos sean divertidos a medias. Dúctil en el drama como en la comedia, tanto como para que un personaje le pregunte la edad y diga "39" y uno le crea... aunque cuando filmó Dos en uno ya andaba por los 58. Que los realizadores de la película sean dos puede permitir cualquier tipo de asociación lícita (o no) en nuestro cerebro, pero lo mejor será pensar en positivo: si entre los dos escribieron y dirigieron esta comedia, qué hubiera hecho uno solo. O sea.
Una buena idea que se diluye pronto Dos en uno , mediocre comedia francesa La vida de Jean-Christian, un modesto empleado de un importante emporio comercial, es tan monótona como simple, pero todo cambia cuando, en un accidente que él presencia, muere Giller Gabriel, un ex astro de la canción de los 80. En realidad quien fuera mimado por la popularidad y la fortuna no ha muerto del todo, ya que su espíritu se ha refugiado en la cabeza de Jean-Christian quien, azorado, no sabe quién le habla. Giller, por su parte, se ve impedido de controlar los movimientos del huésped que lo aloja y así, entre alocadas y por momentos repetitivas situaciones, ambos, en la cabeza del simple empleado, comenzarán a vivir una extraña vida unida por los miedos, las contrariedades diarias y hasta por un romance que hará soñar con un bello porvenir a aquel individuo gris y triste. En un camino en el que lo inconcebible se vuelve tragicómico, los directores Nicolás y Bruno intentaron realizar una comedia liviana con un soporte gracioso, pero el resultado es, apenas, una trama con muy poca chispa, demasiada locuacidad y un trasfondo simple que no alcanzan nunca a elevar los decibeles de la anécdota. Daniel Auteuil, que siempre había demostrado una gran pericia para la comedia, aquí tuvo que esforzarse al máximo para llevar sobre sus hombros a un ser demasiado extravagante. El film, pues, va perdiendo de a poco el ingenio que prometía en sus escenas iniciales, hasta convertirse en una historieta que se resuelve con poca originalidad y con una pizca de gracia que emana por momentos de la locura del personaje central, convertido en alguien al que la vida lo compensa de su rutina y, al mismo tiempo, lo tortura a través de las voces de ese músico muerto revivido en su mente. Comedia típicamente francesa, Dos en uno recrea una vez más las travesuras de esos personajes alocados, aunque aquí apenas muestra que no siempre lo original puede ser gracioso y entretenido.
Un cuerpo, dos cerebros El recurso de vivir o de que migre el alma al cuerpo de otro ya ha sido explotado tanto por el género del terror- con las famosas posesiones- o por la comedia, cuyo mayor exponente no es otro que Hay una chica en mi cuerpo. Sin embargo, a diferencia de aquella gran película donde el humor físico de Steve Martin aportaba los mejores gags, en el caso de Dos en uno, esta comedia francesa liviana dirigida por Nicolas Charlet y Bruno Lavaine, todas las expectativas se depositan en la figura principal Daniel Auteuil y en su histrionismo. Claro que eso no alcanza y entonces nos quedamos como espectadores a medio camino y con ganas de más. Ese plus no llega a concretarse nunca porque el film en sí mismo desaprovecha una buena premisa a partir de un accidente automovilístico en el que el cuerpo, mejor dicho el cerebro del conductor, perteneciente a Gilles Gabriel (Alain Chabat), pasa a formar parte del cerebro del atropellado Jean Christian Ranu (Auteuil). Gabriel, otrora popular cantante pop de los 80, puede comunicarse con Ranu: un contador introvertido que trabaja para una gran corporación, que producto de la crisis económica busca reestructurarse y por lo tanto su puesto pende de un hilo. Pero lo que en un principio parece un problema sin solución para Ranu- al tener alojado en su cerebro a un intruso- termina facilitándole las cosas para ir modificando su personalidad. De introvertido a extrovertido, Ranu protagonizará diversas situaciones que le harán quedar como ridículo por hablar solo o generarán empatía en el entorno. Los directores no se lucen demasiado dejando toda la responsabilidad en el protagonista y lo que es peor no aciertan al introducir segmentos humorísticos durante la trama, que va desgastándose a medida que transcurren los minutos.
¿Quieres ser Daniel Auteuil? A pesar del título, el afiche, el tráiler y todos los cálculos previos, Dos en uno tiene una única estrella: Daniel Auteuil. Cuando ya nos estábamos acostumbrando a verlo en comedias televisivas o policiales pomposos y anodinos, Auteuil nos sorprende con una perfecta mezcla de destreza y frescura en una película arriesgada y por momentos muy divertida. Un oficinista se encuentra, de la noche a la mañana, habitado por un cantante pasado de moda. Como era de esperar, los temperamentos son opuestos y deben aprender a convivir en el mismo cuerpo. La anécdota es simple y remite a comedias americanas recientes como Irene, yo y mi otro yo, pero en comparación, Dos en uno se revela más extraña y delirante. El desconcierto se produce porque la seducción que ejercen el ritmo de los gags y la eficacia de las réplicas, contrasta con los descarnados diálogos de la voz en off, que representan un desafío permanente y exaltan la figura de Daniel Auteuil. La cruda discusión con sí mismo, plasmada en una suerte de plano y contra plano invisible, puede resultar cansadora, pero la serena obstinación de Auteuil oculta las costuras de su actuación y genera un personaje cómico de una densidad poco habitual: burlesco, torpe, exasperante e irresistible a la vez. Las dos personalidades que ocupan su cuerpo están ancladas en la década del 80 pero, a diferencia de lo que ocurría en Disco (donde esta circunstancia se explotaba de manera demagógica), el sentido del humor retorcido y personal no deja lugar para el consenso. Dos en uno es una película incómoda, que ridiculiza como al pasar el mundo de la empresa, las oficinas funcionales y la arquitectura moderna. Cuando la comicidad flaquea, los directores apelan a lugares comunes escatológicos un tanto forzados que dispersan el relato y generan, sobre el final, la sensación de que la película quedó inconclusa. De todas maneras, la desenvoltura del epílogo logra disimular aquella impresión, y lo que permanece es la sorprendente visión de La Défense como una pesadilla climatizada por la que transita un héroe endemoniado que está en la vena de los personajes de culto.
Dos en Uno es el primer film escrito y dirigido por la dupla compuesta por Nicolas Charlet y Bruno Lavaine, que se hacen llamar simplemente Nicolas y Bruno. Y precisamente esta dualidad está vinculada a la trama de este film protagonizado por el excelente Daniel Auteuil, sin dudas el actor francés más versátil y requerido de los últimos años. Un retraído contador, tras ser atropellado por Gilles Gabriel (Alain Chabat), un cantante francés ídolo de la década de los ochenta, se verá obligado a convivir con él, introducido en su cuerpo –o en su cabeza-, forzado a aceptar una voz y personalidad ajenas. La solitaria existencia de este oficinista rutinario será alterada, cuestionada y hasta exaltada por este espíritu excéntrico, opuesto por completo a su carácter. Esto dará pié, claro está, a distintas situaciones disparatadas, quizás la más lograda aquella en la que el personaje transforma una presentación empresarial en un rítmico tema pop. Sin poder evitar comparaciones con Hay una Chica en mi Cuerpo, aquella exitosa comedia de le época de oro de Steve Martin, Dos en Uno tiene su propia impronta, con algunas escenas francamente divertidas y un Auteuil siempre eficaz y camaleónico.