Tras su presentación en Pantalla Pinamar, se estrena esta valiosa película finlandesa. Dos noches hasta mañana, como describe su título, incursiona en el tópico del encuentro circunstancial entre dos seres que están de paso y han de separarse prontamente. Y, sin embargo, este film procura en todo momento apartarse del cliché, abordando otros temas adyacentes, aunque no siempre con éxito. Ella, una arquitecta francesa; él, un músico y DJ triunfador, finlandés. Ambos se alojan en el mismo hotel en Vilnuus o Vilna, la capital de Lituania donde han llegado por motivos de trabajo, y la acción transcurre en los espacios cerrados del lugar y algunas calles de esa ciudad desconocida, que convoca a la aventura. Lo que en principio parece un fácil encuentro sexual deviene en algo mucho más complejo: ambos tienen compromisos que los reclaman, ella se encuentra dubitativa entre su homosexualidad y la presencia de este hombre más joven, atractivo y potente, que la seduce de inmediato. También los tiempos se ven alterados, porque lo que iba a ser un encuentro de una noche, ha de prolongarse. La actriz canadiense Marie-Josée Croze, a quien viéramos en películas tan disímiles como Las invasiones bárbaras, La escafandra y la mariposa, Calvario y la reciente El secreto de Kalinka, cumple una excelente performance como esa mujer adicta al trabajo, aparentemente firme y segura que esconde una secreta vulnerabilidad que aflora por momentos. Mikko Nousiainen encarna a ese hombre que parece creerse irresistible. El primer tercio de la película es la parte más interesante, cuando se produce el encuentro y casi no median palabras entre ambos, comunicándose por miradas o gestos elocuentes. El resto reitera los temas con pocas variantes. Entre dos viajeros en el mundo globalizado, Skype es el tercer personaje, que se interpone entre ambos. Muy poderosa la tesis de que la tecnología no cesa de interferir en las relaciones en un mundo permanentemente comunicado, que la presencia virtual de otros personajes irrumpe en ese tiempo entre paréntesis y fuera del mundo cotidiano que ambos creen estar viviendo. Y sin embargo un gesto, una mirada, pueden más que la palabra.
Lo poco que se conoce del cine finlandés remite a los hermanos Aki y Mika Kaurismäki, figuras centrales dentro de la producción fílmica de la región escandinava. De Lituania, en cambio, no solo su actualidad cinematográfica es prácticamente una incógnita sino también su actualidad como nación en sí. Sin embargo, una vez avanzada Dos noches hasta mañana -coproducción entre estos dos países dirigida por Mikko Kuparinen- pueden advertirse rastros de dos propuestas bien populares como Perdidos en Tokio (Sofía Cóppola) y Antes del amanecer (Richard Linklater).
Una coproducción entre Finlandia y Lituania que transcurre en Vilna y que usa como excusa las cenizas volcánicas que años atrás pusieron en jaque al transporte aéreo en Europa. Usada como una metáfora para un romance que nació para ser un encuentro de sexo casual pero se transforma desbordado en un amor que logra la comunicación antes negada para dos seres perdidos. Ella una arquitecta que tiene una relación con una mujer que no la satisface. Y el un DJ famoso, rodeado de fans fiestas y música, cansado de tanta relación vacía. Ninguno de los dos encaja en las fantasías del otro ni en la elección para un encuentro pero sin embargo sucede. La actriz francesa Marie-Josée Croze entrega un gran trabajo de sutilezas y sentimientos a su director y también protagonista Mikko Nousiainen. Un inteligente y profundo director que en esa función ganó como el mejor en el festival de Montreal. Una película chica pero intensa donde pasan muchas cuestiones del mundo actual, profesionales que tapan su vida con compromisos laborales y viajes que los hacen vivir en hoteles y distintas ciudades para no asumir compromisos. La idea no es nueva, pero en la manera de contarla esta la clave para la atracción de este film DEL 2015.
“Strangers in the night, two lonely people...” Producida con fondos lituanos y finlandeses, Dos noches hasta mañana es un film concentrado en tiempo y espacio: la acción transcurre en menos de 48 horas en la habitación de un hotel, con esporádicas salidas al exterior. La ambición, sin embargo, es tan amplia como que se propone el menudo objetivo de abordar una cuestión tan vasta como las relaciones humanas en un contexto globalizado y de comunicación instantánea. Y lo hace mediante la interacción entre sus dos protagonistas, un hombre y una mujer en apariencia fuertes pero que en su interior esconden las fragilidades generadas por el bagaje de una vida compleja. Ella es Caroline (la canadiense Marie-Josée Croze, recordada por Las invasiones bárbaras), una reputada arquitecta francesa a cargo del proyecto de remodelación del aeropuerto internacional de Lituania y enfrascada en una relación sentimental que atraviesa un momento no precisamente bueno. Su compañero de aventuras es Jaako (Mikko Nousiainen), un DJ en plena cúspide de su éxito, acostumbrado a conciertos multitudinarios y giras kilométricas, pero aquejado por el tedio de la soledad y la monotonía. Ambos se conocen en el restaurant del hotel en el que se hospedan después de que él, ni lento ni perezoso, se acerque a la mesa de ella con un par de copas en mano. Se seducen, van a tomar algo, pasan la noche juntos, y al otro día se despiden con la idea de no volver a verse, pero el azar hará de las suyas sometiéndolos a un nuevo encuentro a partir del cual desnudarán los dobleces de sus personalidades. Claro que ese azar es en realidad el primer indicio de un guion de hierro que evidencia sus costuras aun cuando no quiera, y que guardará para sus últimos tramos un par de situaciones con olor a moraleja que obturan las aspiraciones naturalistas del relato. El tiempo compartido pintaba para convertirse rápidamente en una anécdota de viaje, en una válvula de escape ante esa realidad poco venturosa, hasta que las cenizas desprendidas de un volcán en erupción –situación que es también síntoma del peso metafórico de los elementos dramáticos– obliga a cancelar todos los vuelos, dejando a Caroline varada en la ciudad y sin lugar en el hotel. Un segundo cruce en el lobby terminará con él invitándola a quedarse en su habitación primero y a compartir un par de paseos y su recital después. Esas caminatas serán el marco ideal para una serie de charlas que irán de lo general a lo particular, de lo banal e intrascendente a lo profundo y personal, parábola que marca una creciente confianza entre ambos y el descongelamiento de un vínculo finalmente íntimo y franco. O al menos a eso aspira el director y aquí también guionista finlandés Mikko Kuparinen, porque en realidad casi todas las situaciones que ellos revelan –y sobre todo el momento en que lo hacen– responden más a una búsqueda de impacto en el espectador antes que a la apertura voluntaria de sus personajes. Cosas que pasan cuando se piensa un film únicamente como un mecanismo destinado a puntear emociones.
La historia se repite Dos noches hasta mañana (2 yötä aamuun, 2015) es una de esas películas que, si bien no decepcionan, uno tiene la sensación de haber visto antes. Desde la trilogía de Richard Linklater hasta Lluvia (2008) de la argentina Paula Hernández, la fugaz historia de amor entre dos seres que se encuentran por azar vuelve a ser la columna vertebral de una película. Dos noches hasta mañana transcurre durante dos días y, en su mayor parte, entre las cuatro paredes de una habitación de hotel. La trama se ubica en Vilna, la capital de Lituania, y Caroline, una arquitecta francesa, que se encuentra en viaje de trabajo, debe quedarse una noche más por una extraña nube de cenizas que impide el despegue de cualquier vuelo. En el restaurant del hotel que se hospeda, su mirada se cruza con la del seductor Jaakko, un DJ finlandés que está en la ciudad para dar un concierto. Tras pasar la noche juntos, aunque literalmente sin entenderse una palabra, su vuelo de nuevo es cancelado y decide reencontrarse con él para mostrarse como realmente es. Mikko Kuparinen se nutre de referencias para su segunda película tras su debut con la comedia Rakkauden Rasvaprosentti en 2012. Cambia radicalmente de género y lo hace a modo de “homenaje”. En Dos noches hasta mañana transita por el cine intimista de Ingmar Bergman y Richard Linklater. Desde la Intimidad (Intimacy, 2001) de Patrice Chereau hasta Una relación pornográfica (Une liaison pornographique, 1999) de Frédéric Fonteyne. El universo que recorre es tan conocido que por momentos uno siente que está viendo Lluvia de Paula Hernández, aquella película en la que dos personajes se encontraban en cuartos de hoteles, o Dos días en París (2 days in Paris, 2007), donde Julie Delpy aprovechaba para reflexionar sobre las relaciones multiculturales en la pareja. Más allá de las citas, referencias y homenajes Dos noches hasta mañana se aleja del cine finlandés al que estamos acostumbrados como el de Mika y Aki Kaurismäki, para adentrarse en la historia de un amor que se sostiene gracias al ritmo narrativo y a las muy buenas dotes interpretativas del dúo protagonista, encabezado por Mikko Nousiainen y la canadiense Marie-Josée Croze. Aunque de original no tenga nada.
Dos noches hasta mañana: encuentro en Lituania Marie-Josée Croze, la actriz canadiense premiada en Cannes 2003 por su trabajo en Las invasiones bárbaras, es la protagonista y uno de los puntales -el otro es Mikko Nousiainen- de esta producción lituano-finlandesa. Ella es una arquitecta francesa que ha llegado a Vilna, capital de Lituania, para reciclar, con un criterio más acorde a las necesidades de los usuarios de hoy, los espacios comunes de un prestigioso hotel de la ciudad. A poco de llegar, su mirada se cruza con la de un desconocido algo más joven, con quien no tarda en intercambiar algunas palabras. Pocas, porque ella dice no hablar inglés y no hay aparentemente otra lengua en común con el muchacho. Sabremos después que tal engaño no es sino una primera barrera que ella levanta para proteger su intimidad, y sabremos también que será otro lenguaje, el de los cuerpos, el que tenderá el puente que las circunstancias favorecen. Un volcán en erupción con su lluvia de cenizas interrumpe el tránsito aéreo. No habrá vuelos, ni el de regreso a París que ella espera ni el que debería llevar a Dubai al muchacho, que es DJ y tiene allí un contrato que cumplir. La emergencia los obligará a compartir la misma habitación. Y permitirá al joven cineasta finlandés Miko Kuparien exhibir no sólo la delicadeza con que es capaz de describir el encuentro, sino también la que emplea para observar las pequeñas diferencias que irán destapándose a medida que la convivencia se prolonga.
Un final como los que gustan Un Antes del amanecer a la finlandesa, con giros en la trama y un romanticismo bien real. Finlandia produce y exporta a partir de la industria de la madera, los metales y la ingeniaría, y en cine se ve que no sólo tiene a Aki Kaurismäki. Y esto dicho por un devoto del realizador de El hombre sin pasado. Mikko Kuparinen, que recién va por su segundo largometraje, no se asemeja en nada al maestro finlandés, pero por eso mismo tiene su alto y propio valor calórico en términos cinematográficos. Menos cáustico y audaz, para nada desfachatado, Kuparinen se abstrae en una pareja de desconocidos en Dos noches hasta mañana. Mujer solitaria encuentra a un extraño, podría subtitularse. En Vilna, la capital de Lituania, Caroline, arquitecta francesa de cuarenta y pico en viaje de negocios, hace contacto visual con Jaakko, un DJ finlandés. Ella dice que no habla inglés. No se comunican con palabras. Los dos se entregan y pasan la noche juntos. A lo largo de las noches del título, se encuentran, se trenzan, se atraen, se repelan. Caroline está en una relación estable, o que lo era hasta cruzarse con Jaakko. Entre que sí, que no, que tal vez, cuentan con la ayuda extra de unas nubes de cenizas de un volcán que entra en erupción y que la imposibilita marcharse, dejar la ciudad. Necesita una noche extra en el hotel... que está a full. Alguien puede entrever que Kuparinen es fan de la trilogía de Richard Linklater (Antes del amanecer... su ruta). Lo del encuentro fugaz, pero fulminante, también se daba en El tiempo de los amantes, con Emmanuelle Devos y Gabriel Byrne, y tantas otras. Pero más que al realizador de Boyhood, Dos noches... se emparenta más con el cine de Susanne Bier (Corazones abiertos), la danesa que es una experta en desnudar sentimientos, almas y miserias. De todo eso hay en Dos noches hasta mañana. Aquí Kuparinen desde el guión va y viene, juguetea y nos desafía con la idea de que Caroline se aleja, se queda, larga todo al diablo, ¿qué hace? Hay algo que le hace titubear, que no adelantaremos, porque le plantea un doble enfrentamiento, no una provocación, pero casi. Marioe-Josée Croze, la quebequense ganadora como mejor actriz en Cannes por Las invasiones bárbaras (2003) y Mikko Nousiainen son todo piel, dudas y reproches y romance. Y el filme tiene esos finales que a uno más le gustan.
Realizada por el joven director finés Mikko Kuparinen (de breve filmografía, éste es su primer largo en inglés), Dos noches hasta mañana es una rara película de amor cuya arma inicial (pero no la última) es el diálogo, para dos personas que hablan distinta lengua. En el fondo –como casi todo en nuestras relaciones–, la película trata sobre la voluntad por la comunicación. Varados en la capital lituana de Vilna, una noche en que los aeropuertos permanecen cerrados debido a una espesa niebla, dos extraños con destinos dispares, un solitario DJ finés y una hosca arquitecta francesa, comparten una habitación y hablan sobre el sentido de la paternidad, el de las fiestas; hablan sobre aquello que los define y los separa, y logran que esas reflexiones, ajenas al desarrollo del film, trascienden la pantalla para instalarse en la mente del espectador. Antes de esa superficial intimidad hay que sortear obstáculos. Cuando Caroline (Marie-Josée Croze) es abordada por Jaakko (Mikko Nousiainen), le responde que no habla inglés, pero el finés logra romper el hielo con una frase iniciática traducida al francés por su SmartPhone. Cuando hay deseo, nada logra impedir el inicio de un vínculo; sostenerlo es el gran dilema, sobre todo cuando todos, pasados los veinte, traemos una historia a cuestas. En el caso de Caroline, su dilema es abrirse paso a la invitación y dejar atrás una relación homosexual, un vínculo que siente asfixiante pero que, curiosamente (o no tanto), empezó con la misma simpatía y laxitud que este brote amoroso con Jaakko. Mientras la niebla no se disipe y no se reanuden los vuelos, mientras el DJ contempla su libertad y la arquitecta su compromiso, los protagonistas tendrán tiempo de revertir su destino. Hay algo oblicuo en la narración, digno de Jim Jarmusch o del compatriota de Kuparinen, Aki Kaurismaki, pero la cinta es tierna y va cargándose de emotividad con el correr de los minutos. Con melancólicas vistas nocturnas de Vilna desde una ventana, con lánguidas tomas de la habitación de hotel, las imágenes de Dos noches hasta mañana son como el equivalente nórdico de las pinturas de Edward Hopper. Sería un riesgo dejarla pasar.
Se estrenan dos relatos sentimentales, y en ambos el personaje central es una arquitecta de mediana edad, en crisis con su pareja del mismo sexo, y en amorío pasajero con un hombre joven. Pero "Dos noches hasta mañana" es una pintura de soledades, y "Entre nosotras", en cambio, tiende a la pintura romántica. Ya deducirá el lector cuál película es italiana, y cuál finlandesa. Pero hay algo más. Ambas historias presentan la relación entre mujeres sin el menor clisé, con toda naturalidad, tal como si mostraran una relación heterosexual. Lo que importa son los sentimientos, y están bien expuestos. La diferencia es que en "Dos noches..." la arquitecta, una francesa, le cuenta al hombre, finlandés, su relación lésbica precisamente como lo más común del mundo y el otro así la entiende, mientras que la arquitecta italiana se cuida de difundir su relación con otra mujer, y ésta, una actriz, o sea, de un ambiente más permisivo, también tarda bastante en decir lo suyo. Sociedades distintas. También los finales son distintos. Marie-Josée Croze (que con unos pocos gestos parece más joven o más grande, según la escena) y Marguerita Buy son actrices de primera. Las acompañan Mikko Nousiainen, pintón de voz grave, y la madurita Sabrina Ferilli. En la dirección, María Sole Tognazzi, hija de Ugo, y el aquí desconocido Mikko Kuparinen, a quien conviene tener en cuenta.
Un encuentro amoroso, que se de prorroga por circunstancias externas, sirve de disparador en "Dos noches hasta mañana" para romper la coraza de dos almas solitarias que se auto impiden amar. Exhibida en el apartado "Últimas postales Nórdicas", del reciente Encuentro Cinematográfico Argentino -Europeo "Pantalla Pinamar", la película de origen Finlandés dirigida por Mikko Kuparinen y protagonizada por Marie-Josée Croze y Mikko Nousiainen, narra el encuentro casual en Vilna, capital de Lituania, entre un DJ finlandés que llego para dar un concierto y una arquitecta francesa que se encuentra en viaje de trabajo. Dos extraños en una aventura de una noche en un país extranjero, que da un giro inesperado cuando por inconveniencias climáticas quedan varados dos días mas en dicho lugar. Y es precisamente una nube de cenizas de un volcán en erupción el inconveniente climático que también sirve de metáfora para ilustrar un encuentro que dejara secuelas en sus protagonistas, un hombre y una mujer que se atraen y se repelen recíprocamente mostrándose mutuamente sus propias debilidades. Con ecos de Perdidos en Tokio -Sofía Coppola- y Antes del amanecer -Richard Linklater-, Dos noches hasta mañana aborda con sutileza, buen ritmo y las convincentes interpretaciones de Mikko Nousiainen y la estrella canadiense Marie-Josée Croze -Las invasiones bárbaras-, los sentimientos y verdades que florecerán del encuentro entre sus personajes sin ir, por lo demás, demasiado a fondo en la laceración de sus almas. Si bien Dos noches hasta mañana se desvincula del cine finlandés más conocido como el de Aki Kaurismäki o Mikko Niskanen, entre postales de la ciudad en cuestión y un gran sentido de contemporaneidad, logra la atención de estos personajes que deambulando en su soledad descubren a alguien por quien pensar y tal vez amar.
Este es el segundo largometraje del director Mikko Kuparinen. Resulta una narración agradable, una historia que vuelve a tocar el tema de las relaciones humanas, con situaciones bien intimistas, mostrando como dos personas pueden encontrarse sentimentalmente conociéndose muy poco y ante un hecho circunstancial. Cuenta con una exquisita fotografía. No existen muchos personajes, pero tiene las estupendas actuaciones de Marioe-Josée Croze, (“Las invasiones bárbaras” 2003, “Calvario”) y Mikko Nousiainen. Hay alguna referencia a la película “Antes del amanecer”.
Poco cine llega de Finlandia a Argentina, y en esta oportunidad, una producción hablada en inglés, francés y finlandés, de 2015, intenta acercarnos un costado no muchas veces mostrado de esa filmografía. La historia de amor instantánea de dos extraños (Mikko Nousiainien, Marie Jossie- Croze) que deciden pasar una noche juntos, pero que luego, por el destino, y el cierre de los aeropuertos, deberán compartir más tiempo, termina por generar el material para que el director Mikko Kuparinen revisite este tipo de relatos, ya trabajados en propuestas como la trilogía de Richard Lynklater. La solidez de las actuaciones, la belleza de algunos espacios, y el constante deambular de la cámara, mientras los protagonistas se aman, se pelean, se gritan, se vuelven a encontrar, hacen de “Dos Noches Hasta Mañana”, un gran relato.
UNA OPORTUNIDAD PERDIDA El cine lleva muchísimos años desarrollándose como arte, por lo que actualmente la sorpresa o lo novedoso resultan difícil de encontrar: lo que se busca en el presente es la efectividad o una realización que se distinga más allá de contar con elementos ya utilizados en innumerables ocasiones. En este sentido, Dos noches hasta mañana no contiene un universo original, sino que es una sucesión de rejuntes de dramas románticos que en su momento dieron resultado pero que aquí, la mezcla, termina siendo forzada y sin éxito. El film de origen finlandés narra el encuentro entre una arquitecta francesa y un DJ finlandés, que durante un viaje de negocios se conocen casualmente en Vilna, capital de Lituania, y terminan pasando la noche juntos. Al día siguiente, cada uno regresará a su ciudad de origen y nunca volverán a verse. Pero su relación toma un giro inesperado cuando una nube de ceniza volcánica obliga a cerrar los aeropuertos e impide que sus vuelos despeguen. Lamentablemente hay que decir que la principal falla de la película se observa en su pareja protagónica, que nunca logra transmitir una conexión. La relación emite sólo una tensión sexual que es interesante en la primera parte del relato, pero cuando el film intenta convertirse en algo más serio y profundo, las grietas entre ellos se vuelven abismales y muy notorias. Además, se agrega un personaje femenino completamente confuso, extraño, prejuicioso, que cambia de estado de ánimo de un segundo a otro y que se pisa constantemente en el decir con el hacer. Una protagonista que quizás busca ser real, pero que su construcción es inverosímil. Tal vez lo único atrayente de Dos noches hasta mañana sea su parte visual, con precisos planos y una cámara en mano que logra transmitir cierta frescura y naturalidad al relato, más una agradable fotografía. En definitiva, estamos ante un intento fallido de film romántico, que resulta distante y frío, pero que tampoco escandaliza ni indigna. Es sólo una oportunidad perdida.
Relaciones inesperadas ¿Qué pasa cuando el fulgor de una noche de pasión se prolonga más de lo pensado? ¿Qué pasa cuando, a raíz de un condicionante externo, te ves obligado a convivir con esa otra persona y conocerla? ¿Qué pasa si ese otro fugaz de repente resulta interesante, atractivo e irresistiblemente compatible con vos? ¿Y qué pasa si ese encuentro se da en un país extranjero entre dos personas de nacionalidades diferentes, con la vida ya armada, y que saben que nunca más volverán a verse? Todas estas preguntas subyacen en Dos noches hasta mañana (2015). El realizador Mikko Kuparinen (Body Fat Index of Love, 2012) explora la calidad de los vínculos y lo efímero de las relaciones humanas en una pequeña película, sostenida por diálogos incisivos y sólidas actuaciones. La acción comienza cuando dos extraños se cruzan en el restaurante de un hotel en Vilna, Lituania. Ella es Caroline (Marie-Josée Croze), una exitosa arquitecta francesa en un viaje de trabajo; y él es Jaako (Mikko Nousiainen), un DJ Finés en medio de una gira mundial. Flechazo de por medio, los dos comparten un encuentro sexual con la certeza de que no volverán a verse al día siguiente. Sin embargo, la inoportuna erupción de un volcán hace que todos los vuelos se cancelen y ambos terminen varados en el hotel por un día más. De manera forzada, Caroline y Jaako empiezan a conocerse, a compartir ideas sobre la vida y a abrirse el uno con el otro. Y en ese intercambio se revelará una química poderosa, motorizada por momentos de amor cristalino y, también, por algún que otro enojo injustificado. Al igual que otras propuestas como las de Richard Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del Anochecer), Dos noches hasta mañana pone el acento en esos encuentros trascendentes en los que se abre el espacio para reflexionar sobre cuestiones profundas de la vida: la pasión, la culpa, la infidelidad, los celos, los dilemas entre lo laboral y lo afectivo, lo fugaz de la existencia. Paradójicamente (y he ahí uno de los encantos de la película) esa apertura se da con dos personas introvertidas, frágiles y renuentes a exteriorizar lo que les pasa, por lo que constantemente se da una interesante tensión entre lo dicho y lo no dicho. Las excelentes actuaciones de Marie-Josée Croze y Mikko Nousiainen sostienen la película en todo momento, componiendo una dupla rica en matices y complicidades. No obstante, lo irresistible de esta pareja protagónica se contrapone con algunas falencias del guión, por momentos predecible y un tanto forzado, sobre todo en las discusiones que se van sucediendo a lo largo de la trama. Más allá de esto, el filme contiene indudables hallazgos y algunos momentos de buen cine, como la secuencia de seducción inicial, construida a partir de gestos y miradas cómplices, sin mediar palabra alguna. Dos noches hasta mañana se presenta como una propuesta más ambiciosa de lo que aparenta. Y si bien no logra emular la magia de la trilogía de Linklater (en cuanto a sustancia y planteos filosóficos), hay algo en la honestidad del vínculo entre Caroline y Jaako que la vuelve, por momentos, intensamente atractiva.
Los amantes pasajeros No es habitual ver cine finlandés en las salas locales. Por eso "Dos noches hasta mañana" es una buena excusa para incursionar en ese mundo. La segunda película del realizador Mikko Kuparinen en realidad no tiene nada de original, pero es ese tipo de película que se sostiene en los detalles. Caroline es una arquitecta francesa de cuarenta y pico de años que está en un viaje de trabajo en Vilna, la capital de Lituania. En el hotel donde se hospeda se cruza con Jaako, un DJ finlandés algo más joven que está en la ciudad para dar un show. La primera mirada los encandila y los dos terminan, borrachera mediante, pasando la noche juntos. Sin embargo, lo que parecía sólo sexo casual se transforma en algo más cuando los dos se ven obligados a quedarse unos días más en la ciudad porque sus vuelos fueron cancelados. La película tiene referencias obvias al cine de Ingmar Bergman o a la trilogía de Richard Linklater ("Antes del amanecer"). Sin embargo, Kuparinen describe la relación de estos personajes vulnerables y confundidos con una delicadeza poco habitual, buceando en miradas perdidas y dejando espacios para la reflexión del espectador. También se apoya en la gran actuación de la actriz canadiense Marie-Josée Croze ("Las invasiones bárbaras", "La escafandra y la mariposa"), que con pequeños gestos alcanza a reflejar las contradicciones de su personaje.
Caroline (Marie-Josée Croze), es una arquitecta parisina, que llega a Vilna, Lituania, por trabajo. Su plan es ir y volver de manera fugaz, pero eso se complica cuando la reunión -en la cual propone remodelar el aeropuerto de la ciudad a fin de cambiar el modo de interacción entre los pasajeros- se alarga obligándola a pasar esa noche en el hotel. Allí conoce a Jaakko (Mikko Nousiainen) , un famoso Dj finlandés que insiste en tomar algo con ella.
Voy a decir algo (y digamos que pensé mucho antes de traerlo), que todos han dicho de esta película... "Dos noches hasta mañana" comparte mucho (de alguna manera ) con el universo de "Before sunrise". Tiene su mayor acierto cuando comparte con acidez la mirada sobre las relaciones en los tiempos que corren, y flaquea cuando no ofrece demsiada originalidad ni respuesta emocional, merced a la escasa química de sus protagonistas. "Dos noches..." es la mirada de un finés en ascenso, Mikko Kuparinen (de quien no conocieramos aquí la simpática rom com "Body fat index of love"), un hombre que parece estar muy influido por el género dramático pero a la vez, inquieto y en búsqueda de un lenguaje más directo y contemporaneo. Intenta llevar una historia de las miles que nos representan, de encuentros ocasionales y aperturas amorosas, y logra parcialmente ofrecer un film entretenido, de a ratos agudo que pone en foco los problemas que trae hoy en día sostener parejas en el atribulado mundo que vivimos. La historia transcurre en Lituania, en ciudad capital, donde Caroline (Marie-Josée Croze), una arquitecta francesa, en la noche de cierre de un viaje de negocios se encontrará accidentalmennte con un DJ finés, Jaakko (Nikko Nousianen), quien está en la ciudad para dar un concierto. Ambos se comunican en inglés,y lo que al inicio parece una "one-stand night", se complica cuando en la segunda noche (hay una nube volcánica que impide que los vuelos salgan de la ciudad) el vínculo se vuelve raro y comienzan a aflorar frustraciones y expectativas, quizas desmedidas para la naturaleza real de lo que allí sucede. ¿Están ellos preparados para llevar a otro punto la relación?¿Cuáles son sus expectativas personales a la hora de articular el nacimiento de una relación? ¿Qué hay detrás del pasado de cada uno de ellos para la constitución de este nuevo lazo? Kuparinen instala cuestiones muy de esta Europa, clásica y a la vez transgresora. Acierta en las irónicas notas sobre lo que cada protagonista desea aunque no logra llevar a cabo, pero muestra debilidad al generar la tensión necesaria entre los amantes. La película se deja ver y si te gustó "Before sunrise", seguramente a pesar de sus desniveles es una interesante opción en cartelera. Más teniendo en cuenta que accedemos a realizadores poco conocidos para nuestro mercado (aquí sólo hay llegado Aki Kaurismaki, recordemos) y que representan nuevas corrientes que vale la pena explorar como espectadores.
Una historia vista una y mil veces, en este caso con referencias claras a esa joyita de “Antes del amanecer” (1995), de Richard Linklater, y en menor medida a “Perdidos en Tokio” (2003), de Sofia Coppola, y otras miles. Esta producción, la segunda de éste director finlandés, se aleja del estilo, estructura narrativa, y discurso de sus famosos coterráneos, los hermanos Aki y Mika Kaurismäki, para acercarse desde el guión al Hollywood nuestro de cada día. Claro que con ciertas diferencias, sobre todo desde la estética: el uso de colores en tono pasteles, cálidos, en la fría Lituania, los movimientos de cámara sobre los personajes, el foco puesto en las miradas, gestos, cuerpos. Casi toda la acción transcurre en la habitación de un hotel, muy pocos exteriores, bien incluidos, y otro par de interiores, más necesarios desde el relato, como excusa para la progresión casi lineal desde la historia. Sin embargo el ritmo establecido es casi de manual, no siendo este su mayor problema, el mismo se encuentra en el guión, tanto el literario como el técnico. No sólo lo que dicen los personajes, sino algunos planos elegidos para contar la historia, van del cliché exacerbado a la previsibilidad absoluta, sumándole la manipulación y la mentira que se establece desde algunos diálogos. La trama establece el encuentro por azar y no tanto, de dos personas en la ciudad de Vilna, capital de Lituania, ambos extranjeros, ella francesa, él finlandés. El filme abre con Caroline (Marie-Josée Croze), de profesión arquitecta, transitando su cuarta década de vida, contratada para realizar modificaciones en el aeropuerto de la ciudad. Luego nos presentan a Jaakko (Mikko Nousiainen). Antes del evidente y previsible encuentro entre ellos, nos muestran a ella en tres conversaciones telefónicas, celular en mano hablando con su pareja, presentando una situación de crisis, mintiéndole sobre que está haciendo cortando las comunicaciones de manera abrupta, y simultáneamente exponiendo al espectador a un engaño pueril. Ella se refiere a su pareja como “mon cheri” (mi querido), que luego sea en realidad una mujer no tiene peso significativo sobre el relato, pero es una mujer como establecen las pautas de venta en la actualidad. En contrapartida, Jaakko es un DJ, de sonidos electrónicos, circundando los 30 años, que está en la ciudad para una presentación de eso que hace. (Aguante Pappo) El primer cruce de ambos, solo miradas, ella entrando y él saliendo del ascensor del hotel, en medio de casi una docena de personas. El segundo cruce de miradas se establece en el bar del hotel, ella conectada a su notebook, Jaakko en pleno festejo anterior al evento que lo tiene como protagonista. Cuando se está retirando decide, copas en mano, acercarse a la bella mujer, para recibir por respuesta: ¡No english!. Él finlandes. Ella francesa.. En 1977, en uno de los 14 cortos que conforman el filme “Los nuevos mounstruos” (lo recomiendo), titulado “Sin palabras”, Ornella Muti en el papel de una azafata, era seducida por un apuesto joven, Yorgo Voyagis, que no hablaba ni un idioma occidental, conocido o no, sin embargo la noche de pasión sucede. Al día siguiente en el aeropuerto, antes que ella embarque, el seductor le regala un casete con la música con la que ambos transitaron por el cielo y más allá. gt;En la escena siguiente se escucha, en idioma italiano, que hubo un atentado en el avión que iba nuestra heroína. El objetivo era un político, la bomba en un casete de música, y el seductor escuchando la noticia, se para y se retira. Ergo, en nuestro caso, con las situaciones establecidas con anterioridad, cuando Caroline dice que no habla inglés, no le cree ni Heidi. Pero bien, ella continua sosteniendo la farsa, le gusto el muchacho y se nota, cuando están yendo a sus habitaciones, subiendo al mismo ascensor, se cruzan con una parejita de viejos saliendo del mismo. (Uff!). Todo esto transcurre en los primeros 20 minutos de la narración, todo el resto del metraje repite esta misma estructura. Luego de esa noche de “pasión, gracia y fuego” se enteran que, por efectos de las cenizas de un volcán en erupción, todos los vuelos han sido cancelados. La historia continua. Jaakko se entera, de mala manera, que ella habla inglés mejor que Sir Laurence Olivier. No importa. Seguimos con “amor, devoción y entrega”. No se sustenta desde el encuentro de soledades en un país extraño como en la realización de Sofía Coppola, no hay una necesidad imperiosa de conocer al otro sin nombres ni nada, sólo el deseo de construir un futuro posible sin más que una promesa, como en el filme protagonizado por Ethan Hawke y Julie Delpi en 1995. En este caso todo es un gran catalogo de lugares comunes, sembrando clichés, cosechando aburrimiento, a pesar de las muy buenas intenciones, desde lo estético e intentando sostenerlo desde las actuaciones, lo mejor del filme. Pero no alcanza.
En tránsito “La idea de viajar no sólo implica moverse o trasladarse, sino también esperar”. En un primer momento, el concepto expuesto por Caroline, una arquitecta francesa, tiene como único fin explicarle a Jaako cuál es la base de su proyecto para refaccionar el aeropuerto de Vilna. Pero si se piensa con detenimiento, la reflexión no hace más que poner en evidencia la lógica de la película, es decir, la puesta en escena de la espera que, en este caso particular, se aleja del espacio de trasbordo aéreo propiamente dicho pero no de la manera de habitarlo. Porque lo que manifiestan tanto la protagonista como el director finlandés Mikko Kuparinen, es la primacía de la individualidad o la poca socialización en lugares de gran intercambio; la primera lo ejemplifica con los huecos o sitios vacios que dejan los pasajeros cuando se sientan en los aeropuertos, mientras que el segundo lo plasma con la cierta resistencia entre Caroline y Jaako, dos personas que se cruzan inesperadamente en un hotel, al principio, con una supuesta dificultad de idioma y, más tarde, con los modos de pensar y concebir la vida. Si bien es cierto que Dos noches hasta mañana plantea una relación pasajera, fugaz y hasta de anécdota, también propone un conocimiento más íntimo de los protagonistas, un intento que se vuelve monótono, previsible y bastante forzado. Por tal motivo, se contrapone a esa primera impresión descontracturada y espontánea y termina por convertirse en un círculo tedioso repetitivo. Las cenizas que produjeron la cancelación de todos los vuelos se disipan y la suerte de hechizo de detención del tiempo se quiebra. Entonces, sólo resta una pregunta: ¿moverse y esperar conservan su esencia? Por Brenda Caletti @117brenn