Un viaje en la búsqueda del placer más íntimo. La historia transcurre en Madrid y los protagonistas son cinco parejas. Cinco historias diferentes en búsqueda de algo en común. Personajes muy creíbles, un tanto border, pero creíbles, hablando de temas que no estamos acostumbrados a ver en pantalla. En tono de comedia pero detrás con algunas historias muy dramáticas. Jugando con muchísimos limites, donde el humor prevalece. Los vericuetos de la mente del ser humano y por donde pasan sus deseos más íntimos. Y la diferentes formas de afición al placer (Dacrifilia, Elifilia, Somnofilia, Harpaxofilia) “Kiki, el amor se hace” es un film con un bellísimo colorido fotográfico que confunde/entremezcla lo que es el amor, el sexo, el placer. Esta dirigida por Paco León, que también protagoniza el film. Con un gran trabajo de todo el elenco. Me quedo con el mensaje final, con la última escena que es un canto al amor y a la vida misma.
¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo? El amor se hace (titulada en España Kiki, que es una forma de definir el acto sexual de una manera harto costumbrista) es el tercer largometraje de Paco León, un director conocido por sus papeles cómicos en televisión y que sorprendió a propios y extraños en su debut en la dirección, y que ahora nos presenta más que una comedia erótico-festiva. Aunque Carmina y Amén se reveló como una de las comedias con más personalidad que se han filmado en los últimos años, esa etiqueta hizo que la presión ante su nuevo trabajo fuera bastante importante. Por suerte, el director sevillano demuestra que hay vida más allá de Carmina. Que la película sea de encargo no le resta un ápice de personalidad, pues León mantiene la esencia de la cinta australiana que remakea, The Little Death (Josh Lawson, 2014), pero añade algunas capas de profundidad a los personajes y a la propia historia, además de lograr un acabado visual mucho más sugerente que el de la película de 2014. Paco León hace suyo el material ajeno, con todo lo que ello conlleva (lo bueno, lo malo y lo regular). En la película conviven cinco historias distintas, las cuales se desarrollan durante un verano calenturiento en la ciudad de Madrid. El arco de personajes es amplio (cuatro parejas y dos jóvenes solteras), pero todos ellos tienen algo en común además del contexto: obtienen placer de formas bastante particulares. Más que un acercamiento a esas parafilias sobre las que sabemos tan poco (que también lo es), Kiki, El amor se hace (2016) pretende mostrar que todo lo malo, los problemas que surgen en una relación, pueden solventarse si los integramos de forma adecuada en nuestras vidas. La forma de tratarlo es mediante estos comportamientos sexuales tan inusuales, pero tras el evidente tono de comedia que predomina en la cinta se esconde una disección sorprendentemente certera de las relaciones de pareja. En este sentido, la resolución es mucho más coherente que la del filme original. Gran parte del éxito de la película se debe al trabajo de un reparto descomunal, tan espontáneo como natural. Paco León demuestra ser un director de actores estupendo, pues saca oro de todos los miembros del reparto. Alexandra Jiménez nunca había estado tan bien, ni en su vertiente dramática ni en la cómica. La mejor escena de la película (esta vez sí, deudora de la cinta de Josh Lawson) es suya, y seguro que será motivo suficiente para que sea una fuerte candidata en la temporada de premios del cine patrio. Por otra parte, debemos destacar a Belén Cuesta, que por fin puede demostrar su talento en una película que hace justicia a su capacidad interpretativa. Todos los demás están sensacionales, incluido el propio Paco León, que demuestra conocerse mucho mejor de lo que le conocen los directores con los que trabaja cuando le toca ponerse delante de las cámaras. La cohesión de las diferentes historias que se desarrollan en este tipo de películas es fundamental, y darle a cada una de ellas la misma importancia es un punto a su favor. Los personajes están tan bien definidos, y sus arcos dramáticos son tan ricos (en algunos casos más que en otros, por la particularidad de cada personaje o pareja), que genera inmediatamente un sentimiento de empatía en el espectador que trasciende los límites de la comedia ligera. Pero eso no quita que El amor se hace sea una comedia estupenda y una de las películas más graciosas que he visto en mucho tiempo; simplemente hace de ella algo imperecedero, mucho más que un cúmulo de chistes graciosos. No son pocos los momentos en que la película se acerca peligrosamente a la comedia romántica española de manual, de esas que llegan mensualmente a nuestras carteleras. Gran parte de la culpa la tiene el humor más vulgar y zafio de la cinta, que por suerte logra convertirse en un acierto -por su gracia, pero también porque en una historia de cierto contenido sexual es incluso bien recibido- y desmarcarse de ese tipo de producciones que tanto perjudican la salud del cine español.
Sobre gustos no hay nada escrito El mayor logro de esta pequeña comedia ligera es mostrar todo un submundo de fetiches sexuales extraños que (sabemos) existen en nuestro mundo. El humor proviene de lo extraño e incómodo de algunas situaciones. Una mujer se excita con las lágrimas de su marido, otra con los asaltos violentos, otra con las telas (y la seda en particular). Un tipo quiere que lo meen encima y otro sólo alcanza el orgasmo al ver a su mujer dormir. Lo complicado de este tipo de historias es encontrar un equilibrio donde las situaciones no suenen exageradas y uno pueda conectarse con los personajes. En este sentido, el director y protagonista Paco León alcanza la amalgama ideal entre drama y comedia, entre situaciones bizarras e historias tiernas. Su contraparte australiana: Me tomó unos minutos darme cuenta de que la historia es prácticamente igual a una película australiana independiente del 2014 llamada The Little Death. Una búsqueda rápida en Google me confirmó que la cinta española es una remake de la misma (esto aparece también en los créditos finales). Tengo un recuerdo muy grato de la película original, que me había sorprendido con pequeños momentos de genialidad y un humor más bien reflexivo. La versión española es un poco más jugada desde lo visual, pero nunca deja de ser una comedia ligera. Incluso cuando parece que las cosas van a subir de tono, se queda ahí. Creo que The Little Death es más arriesgada (las cosas salen un poco peor), mientras que en El amor se hace todo se siente un poco más natural, y el desenlace es más alegre. Humor y (algunas) buenas ideas: Al final del día, las extrañas parafilias sexuales (que sin duda generan buenos momentos de diversión) son una excusa para hablar del amor, y de la importancia de conocerse a uno mismo, de aceptarse, aunque eso no encaje del todo con lo que la sociedad impone. Los cinco relatos tienen una marcada autonomía, y eso para mi no fue un acierto. Por momentos parecen sketches separados sin un hilo narrativo que los una. En ese sentido, la película funciona más de forma antológica, como si los relatos –que comparten el tono y las extravagancias– no se atrevieran a unirse en una gran orgía. Como toda cinta antológica, algunas historias gustan más que otras. Personalmente disfruté mucha la de Paco León, Belén Cuesta y la argentina Ana Katz (Mi amiga del parque), y también son muy tiernos los últimos minutos con la pareja de sordos. Por el contrario, algunas de las tramas están menos logradas y hacen que el relato a veces decaiga. Conclusión: El amor se hace es una comedia pícara y fresca sobre los fetiches y los tabúes, un tema no tan común en el cine. Es una pena que las historias están tan pobremente ligadas, aunque sí se exploran temáticas sexuales interesantes. Una película española divertida y sencilla, como para pasar el rato.
Finalmente llega a los cines argentinos la última película de Paco León “Kiki: El amor se hace” (España, 2016), primer film del realizador que se estrena comercialmente en salas, una propuesta diferente que aborda la sexualidad de un grupo de personas sin ningún prejuicio. Tras las personalísimas “Carmina” y “Carmina o revienta”, el director adapta una película sueca oscura y moralmente compleja a su universo, pero para construir un catálogo de pasiones y filias de personas que no saben cómo relacionarse con los demás. Desde los títulos León revoluciona, con esa pareja batallándose en la cama mientras imágenes de animales se incorporan a los planos. Todo es dinámico, todo es colorido, así presenta “Kiki: El amor se hace” sus ideas, para involucrar al espectador en la temática desde el momento inicial. Hacer el “kiki” en España es hacer el amor, y León, verborrágico, transgresor, le pone ya en el título esa palabra para provocar, para que el espectador sepa que va a asistir e ingresar en su mundo, un mundo en el que no hay límites ni prejuicios, y en donde naturalmente esas pasiones o filias con las que encuentran placer. Una pareja que quiere perpetuarse incorporando a una tercera, un hombre que sólo puede excitarse con su mujer dormida, otra que se apasiona por las telas, una que en el arrebato le llega el placer y la última que sólo si alguien llora le pasa algo. Ese catálogo es presentado narrativamente de manera alternativa, la estructura episódica va y viene con cada relato, configurando un gran relato que finaliza con un baile final a lo Hollywood para unificar todo. Y ojo que esto no es un spoiler, al contrario, es mencionado el hecho para enfatizar el carácter de celebración que se presenta en todo el film, una propuesta que no juzga, que muestra y que involucra en cada una de sus historias. Y cuando uno conecta con una, la habilidad del guion es enviarnos a otra, en la que también rápidamente uno genera feedback, porque en ese ida y vuelta se va comprendiendo que aquello que el director quiere narrar es la posibilidad de amar desde otros lugares, no convencionales y en los que no hay espacio para la incomodidad, al contrario. Hay gags, hay situaciones dignas de una sitcom, porque en el fondo desde el humor es que el director también desea que los actores puedan disfrutar de la historia, y en eso de ver la alegría transmitida desde sus actuaciones, todo el combo de la película cierra aún más. Al igual que “Esa Sensación”, de Juan Cavestany, Julián Génisson, Pablo Hernando vista en el pasado BAFICI, el cine español sale de los cánones clásicos y se apasiona por historias de amor que involucran otros tipos de posibilidades de amar, y desde ese lugar, con respeto, sin estereotipos, con ingenio y disfrute, con vanguardia y con eclecticismo, con aciertos y algunos traspiés (imperceptibles) es desde donde la propuesta se puede apreciar y contextualizar, evitando que el prejuicio cercene las posibilidades expresivas del cine y sus historias.
Una comedia española que se mete con las distintas parafilias en que la fuente predominante del placer se desplaza: Dacrifilia (por las lágrimas), Elifilia (obsesión por los tejido), somnofilia (por quien que esta dormido), Hapaxofilia (una variedad de la sumisión violenta) Con todas estas perversiones, con un aire del Almodóvar de los primeros tiempos del destape español, esta comedia se mete en la región de atracción de público por las zonas oscuras que se alumbran en privado. Cinco historias que se muestras con desenfado, por el director y protagonista Paco de León, nuestra Ana Katz, Belén Cuesta, Natalia de Molina y Alex García entre otros. Comedia livianita, con supuestos toques audaces, con desenfado que solo provoca sonrisas y situaciones obvias., Entretenimiento de mediano interés.
Todo lo que a usted le gusta del sexo y no se anima a contar En El amor se hace (2016) el español Paco León no pretende educar ni aleccionar, pero sí reivindicar el sexo como realización personal, evolución gozosa, afianzamiento amoroso y magnífica manera de conocerse a uno mismo. Ése es el eje de El amor se hace, su tercera película como director tras los éxitos de Carmina o Revienta (2012) y Carmina y amén (2013). En esta nueva película, Paco León adapta la película australiana The Little Death, escrita, interpretada y dirigida por Josh Lawson, al espíritu, humor y sensibilidad del público hispano, con un elenco multiestelar que incluye nombres como el de Natalia de Molina, Ana Katz, Candela Peña, Álex García o Luis Bermejo. En El amor se hace cinco historias de personas con ciertos conflictos sexuales (les excitan situaciones que no son precisamente estándar) se terminan cruzando en la escena final que transcurre durante la colorida, veraniega y alegre verbena madrileña de la Paloma. De este modo, a una le excita ver cómo llora su hombre; a otra, la adrenalina de verse en peligro, y a una pareja probar cosas nuevas, incluida la visita a un concurrido club sexual. León, que ha demostrado que no conoce límites, transmite ese mismo mensaje al espectador y le invita a gozar de la pluralidad. Sus cinco historias, en las que se mezcla, en fino equilibrio, el drama con el humor (como sucede en la vida misma) y lo cruel con lo esperpéntico, presentan a personajes que se están buscando aún, luchan por mantener sus uniones amorosas o hacen lo indecible por cariño al otro. Porque el amor no sólo se siente, también se hace, y de mil maneras: las filias sexuales se cuentan por cientos y sólo un ramillete de ellas son mostradas con tolerancia y desenfado en El amor se hace. Desde unos títulos de crédito en forma de collage con animales en actitudes de retozo hasta la presencia constante de lo vegetal y las frutas en las escenas, además de una banda sonora repleta de canciones de reminiscencias tropicales y latinas, toda la película, epidérmica y blanca, derrocha sexo, pero poco turbio: la luz y el color inundan los fotogramas de una historia que intenta alegrar el alma al espectador, hacer que se sienta bien, que se acepte, queme los armarios, evite represiones y salga del cine con ganas de…
Kiki, la tercer película de Paco de León, es, es, a grandes rasgos, la versión de Relatos Salvajes sobre sexo. Basándose en cinco historias, nos adentramos en los fetiches que no nos animamos a blanquear con nuestras parejas y amigos, pero por los cuales haríamos cualquier cosa. En tono de comedia, esta remake española de la australiana “La Pequeña Muerte” (traducción de Le Petit Mort, nombre que le dan los franceses al orgasmo) vamos explorando que seriamos capaces de hacer por tener placer, siempre y cuando no sea contárselo a alguien. Sobre la línea de lo chabacano, pero nunca pasándose, pude ver esta película a sala llena en el festival de cine español que se presento en el Gaumont, y me sorprendió mas que gratamente. En profundidad, creo que la película se trata más sobre el amor, que sobre el sexo. Usando la comedia y lo sexual como el vehiculo, nos invita a una reflexión mas profunda, que simplemente es: que estaríamos dispuestos a soportar con tal de complacer a quien amamos, ya sea siendo parte de sus fetiches, como reprimiéndolos por miedo a que nos abandonen. Con grandes momentos, muy buenas actuaciones, y el dinamismo que le permite el reparto coral e ir y venir de una historia a otra, Kiki nos asegura que nos vamos a sentir representados por alguien, o todos, y que esta bien ser un bicho raro.
Todo lo que usted siempre quiso saber sobre sexo Esta remake española de un film australiano tiene sus altibajos (habitual en obras corales) pero se ve con simpatía. El título original de esta comedia española es "Kiki, el amor se hace". Pero no hay nadie con ese nombre. Se trata de una expresión popular de aquellos lares, según la cual un kiki se echa, o se le viene a las afortunadas. Por ahí va la cosa. El asunto es cómo hacer para que se les venga. En especial si tienen harpaxofilia, dacrifilia, somnofilia, elifilia, dendrofilia, que es el amor exagerado por los potus, u otras parafilias que amablemente se ilustran. En esto anda Paco León, famoso autor de dos guarangadas sevillanas, "Carmina y revienta" y "Carmina y amén", con su propia madre como protagonista. Ambas obras tuvieron tal éxito entre los suyos, que unos productores le pidieron rehacer "a la española" una comedia sexual australiana con varias historias entremezcladas, "Little Deaths" (Josh Lawson, 2007), llamada así en referencia a esos momentos posteriores al orgasmo donde la gente baja la guardia y confiesa cositas inconfesables. Pero el humor de la australiana sólo podía gustarle a los canguros, y eso con reservas. León aplica a esas mismas historias un costumbrismo desenfadado, a lo García Berlanga, donde seres normales, dentro de lo que cabe, tratan de integrarse a los disparates de la vida posmoderna (por ejemplo, una pareja perdida en un bar sadomaso), o dicen las cosas más inesperadas (la médica: "me tengo que olvidar de operar con tacones"), o arman puestas en escena para lograr lo soñado y quedan al borde de la pesadilla, todo por amor. Porque en este caso no se trata del kiki solamente, sino del amor. Ahí está el detalle, como decía Cantinflas. Cierto que algunas historias, algunas criaturas, interesan más que otras (defecto habitual de este tipo de obras), además el ritmo inicial no se mantiene, pero el conjunto se ve con simpatía. Tiene frescura, aunque transcurra en el verano madrileño. Tiene intérpretes agradables, como el mismo director con la argentina Ana Katz (pareja que va a terapia), Belén Cuesta (la tercera "en concordia"), Natalia de Molina y Alex García (los primeros) o Alexandra Giménez (la loca por la seda). Y tiene el viejo "Eso es el amor" en versión instrumental de Frank Pourcel, lo que agrega un punto a favor. Claro que si hubiera sido en versión de Abbe Lane le agregaríamos cinco puntos.
EN LA GUERRA Y EN EL AMOR TODO SE VALE…Y EN EL SEXO TAMBIEN Se podrían hablar de diversas teorías que expliquen el por qué de los gustos y deseos sexuales. El psicoanálisis y la sexología, entre otros estudios, se ocupan de este campo… pero nada de eso importa en la película El amor se hace: allí lo único que importa es disfrutar. Sea como sea. El film nos muestra cinco parafilias principales que atañen al deseo sexual: dacrifilia, elifilia, herbofilia, somnofilia, harpaxofilia. Lejos de una mirada juzgadora, inquisidora, de extrañeza o burla, la película retrata estos patrones de comportamiento sexual de una manera inteligente, con un humor sutil pero sumamente efectivo, que permite describir de forma espontánea y natural cómo es convivir, aceptar y disfrutar de lo que nos genera placer. La película se centra en cinco parejas centrales, donde cada una representa una parafilia diferente. Algunas desde la vergüenza, otras desde el pudor, otras desde la tentación o de otra forma, cada dupla va experimentando, conociendo y experimentando las diversas prácticas sexuales de forma abierta y sin tabúes, demostrando que el sexo y las prácticas sexuales que se realizan para obtener placer, mientras sean consensuadas, son saludables realizarlas. La puesta en escena se lleva a cabo en diferentes ambientes, todos repletos de colores muy vivos. La película en general tiene una coloración muy alegre que, sumado a la correcta musicalización, a los diálogos repletos de una comicidad pícara (que le permiten abordar escenas pudorosas de forma airosa) y a las grandes interpretaciones, hacen del film una experiencia más que disfrutable. En este aspecto, vale destacar la actuación de Anna Katz, quien compone un personaje fresco y divertido, que en dupla con el director del film, Paco León, construyen una pareja eficaz tanto a nivel dramático como en el efecto de comicidad. El amor se hace se presenta como una comedia inusual, ya que toca un tema aún un tanto tabú en la sociedad, y sin embargo funciona perfectamente a la hora de ser mirada. La sexualidad es una parte constitutiva del ser humano, que siempre que sea con el aval del otro, proporciona placer al momento de la concreción de deseos y fantasías en este plano. Soda Stereo no diría lo mismo, ya que para ellos nada era más dulce que el deseo en cadenas, a lo que el film le respondería “¿Y quién te quita lo bailado?”.
Unas patologías para ponerse bien cachondo. Conocido sobre todo por sus actuaciones en televisión, el sevillano Paco León ganó notoriedad con un documental, Carmina o revienta (2012), cuya protagonista era su mamá, y que recorrió buena cantidad de festivales, tanto como su secuela, Carmina y amén (2014). Con El amor se hace –que en España se llama Kiki, el amor se hace–, León pasa al cine de ficción. Estrenada un año atrás en su país, El amor se hace tuvo muy buena respuesta de público. Se trata de una remake, lo cual no es frecuente en el cine español. Remake de una película australiana de 2014, The Little Death. En ambos casos se trata de comedias sexuales, con cinco parejas por protagonistas, cuyas historias se intercalan en el curso del metraje. En cada caso la historia gira alrededor de una patología o filia sexual, y es posible que eso tiña el relato de un esquematismo que lo limita. A saber: durante un atraco en un 24 horas, Natalia (Natalia de Molina) descubre que goza si es tomada por sorpresa y con violencia (de ser posible, por un asaltante). Sufre de algo llamado harpaxofilia, por lo cual su marido Alex (Alex García) llegará al punto de contratar falsos chorros para hacerse pasar por ellos y elevarle la temperatura a su esposa. Paco (el propio Paco León) y Ana (Ana Katz, presencia argentina en la película) atraviesan una fase de escasa excitación, por lo cual buscarán novedades en fiestas fetish y S/M, para terminar encontrándola más cerca, en Belén, prima de Paco (la andaluza Belén Cuesta). Un cirujano padece de somnofilia: goza con su esposa sólo cuando está dormida, por lo cual se ocupa de suministrarle todas las noches un somnífero. A su turno, una instrumentadora le cuenta del negocio de su hija, que vende sus bombachas usadas por internet. Sandra (Alexandra Jiménez) padece de elefilia, consistente en el fetiche de las telas, que la lleva casi a desmayarse por una camisa de seda en el subte, mientras que Candela (la reaparecida Candela Peña) descubre que lo que “la pone” es el llanto ajeno. Tiene dacrifilia, por lo cual trata de hacerle ver a toda costa La lista de Schindler a su marido. Muy bien actuada y con los clásicos desbalances de todo film en episodios (aunque éste no es estrictamente en episodios), El amor se hace no carece de momentos muy divertidos (el intento de “secuestro” a Natalia en un garaje, el episodio de Paco con un fan de la “lluvia dorada”, la obsesión de la mucama del cirujano con la mastoplastia y la conversación telefónica triangular de Sandra entre un sordo y una chica de call center erótico son algunas de las que más alto rankean) y alguno bastante inquietante, como el del adormecimiento del cirujano a su esposa, un matrimonio casi muerto. El problema es el de toda patología: tiende a repetirse, igual a sí misma, de modo que una vez que se la diagnostica queda poco lugar para la sorpresa.
Hablemos de sexo Versión de una película australiana, esta simpática comedia española es una remake con valor propio. Es difícil hacer una comedia sobre sexo sin caer en lugares comunes, adoptar fórmulas preestablecidas, o recurrir, lisa y llanamente, a la chabacanería. Como el dinero, el sexo es una fuerza omnipresente en la vida cotidiana, de la que, sin embargo, no se habla. O se habla poco, mal, con eufemismos, pacatería, vergüenza. En su tercer largometraje, el sevillano Paco León consigue abordar el tema con una simpatía y liviandad regocijantes. Es cierto: quizás habría que adjudicarle estos méritos -sobre todo, la originalidad- a The Little Death ("La pequeña muerte"), película australiana de 2014 en la que está basada El amor se hace. En todo caso –y esta es otra rareza-, León filmó una remake con valor propio. Nos presentan cinco historias que hablan de la multiplicidad de variantes que ofrece la sexualidad humana. Cuatro de los episodios incluyen parafilias poco conocidas: placer obtenido por ver lágrimas, tocar alguna tela determinada, mantener relaciones con alguien dormido, ser asaltado con violencia, entrar en contacto con determinadas plantas o árboles. También, de refilón, nos muestran algunas alternativas más difundidas, como el sadomasoquismo. Pero a no asustarse, que esto no es la puesta en escena de las didácticas charlas de Alessandra Rampolla. En mayor o menor medida, todas las historias tienen su gracia, con algunos personajes notables. Los acentos –andaluz, madrileño, catalán, ¿filipino?-, una vez más juegan su papel: probablemente, las mismas líneas dichas en porteño no tendrían el mismo efecto cómico. Esto no se aplica a Ana Katz, la única argentina del elenco, que vuelve a mostrarse como una excelente comediante. Ella y el propio Paco León protagonizan la historia más divertida e interesante de todas. Que es la que quizás esté más cerca de la realidad de la mayoría de los espectadores: un matrimonio de ocho años, hija pequeña incluida, que intenta revitalizar su erosionada vida sexual y no sabe muy bien cómo. Y esto nos lleva a pensar que podría haberse logrado una buena comedia que abordara problemáticas sexuales usuales, sin necesidad de apelar a parafilias exóticas. Puede ser una idea para El amor se hace 2.
Una comedia coral, con un buen elenco y donde que cada uno resalta su conflicto, llena de situaciones alocadas, contiene mucho humor, diálogos ligeros, sin tabúes y audaz. Para disfrutar, distenderse, entretenerse y pasar un grato momento. Es sencilla y para nada pretenciosa. Este es el tercer largometraje del español Paco León.
Una comedia audaz, inteligente y chispeante. Hay que aprovecharla porque no hay muchas. El sexo y el amor son los protagonistas. Pero nada de mal gusto ni de audacias desbordantes ni de dilemas oscuros. Aquí todo se celebra, hasta las dudas. El tema son las parafilias sexuales, desviaciones que permiten alcanzar el goce por atajos extraños. Y la cosa se despliega en medio de cinco parejas que hacen lo que pueden para superar, no esa patología, sino la rutina, que enferma más que otra cosa. No hay gente tonta. No hay situaciones chocantes, no hay morbo. El dialogo es chispeante, las situaciones están bien redondeadas y los personajes transmiten naturalidad y vitalidad. Nada desentona en esta comedia erótica que a su turno valora lo diferente desde el costado más entrador. Porque aquí nadie se propone curarse de sus desvíos, sino sacarle jugo y tratar de gozar mejor. Así que si hay amor, no queda otro que aceptar y darle para adelante. El film retrata, con mucho ingenio y sin exhibicionismo, a unas parejas que andan extraviada en sus propias dudas. Aunque a su alrededor hay otros raros exponentes que subrayan el clima de época. El elenco está magnífico. Todos suenan naturales, vitales, muy metidos en sus papeles, frescos y punzantes. Divertido retrato sobre la vida sexual de la pareja y algunos de sus infinitos recovecos.
Un filme que va de menor a mayor, sin alcanzar algo superior a la bondad, posiblemente como en realidad es una adaptación de una producción anglo parlante, (el original es australiano), el director y guionistas hayan querido establecer diferencias de costumbre y formas de vida con su antecesora desde el inicio como para sustentar el verosímil, pero falló en la forma y contenido. En 1998 se estrenaba en muchos lugares del planeta, acá no, “Relajate, es sólo sexo” de P.J. Castellaneta, en tono de comedia, cuyo tema central era eso, sexo simple y llano. Pero a mitad de la narración un acto, una escena, fuera de contexto en principio, quiebra el relato, el estilo, el foco y pasa a construirse como un estudio de los distintos tipo de perversiones, fetichismos y prejuicios en torno a las libertades sexuales. La realización que nos convoca, cuyo título original es “Kiki”, una de las tantas formas que se puede recurrir sólo para mencionar el acto sexual en la “Madre Patria”, parece apuntar a lo mismo, pero usando el humor como vehículo, de eso se trata en principio, y en la apertura es que se ve lo más burdo del filme. La presentación de las cinco (por momentos seis) historias de parejas dando cuenta de distintos tipos de fetichismos sexuales. El otorgarle una gnoseología diferente a cada una intenta darle un acervo de profundidad que el texto y el desarrollo del mismo no posee, por lo que se podría suponer cierta licencia literaria. En algunos casos deberían ponerse a trabajar e investigar, dejando de lado tanta licencia. De esta manera nos presentan diversas fijaciones sobre objetos y situaciones con las que algunos de los personajes necesitan para excitarse sexualmente, el problema son las formas, por momentos cruzando la fina línea del humor, para caer en lo chabacano, pueril, obsceno, de manera innecesaria. Pero esto ocurre sólo en ese espacio de tiempo, a lo sumo 20 minutos de proyección, luego se transforma, para bien, en otra cosa, a contramano de muchos filmes que comienzan bien y luego se desbarrancan. El film termina por instalarse como una comedia costumbrista, pero que apela a la universalidad de los acontecimientos y relaciones humanas. El director, también actor, componiendo uno de los personajes, se instala como omnisciente narrador, quien conoce todos los detalles de las historias, de los personajes, y es así que pueda argumentar todas y cada una de las razones de sus acciones, pensamiento y emociones. Utiliza la cámara y el diseño de montaje con el fin de aunar criterios, de esa forma unir la perspectiva cercana, desde lo particular al plano general. Obra coral que tiene como motor para su desarrollo el sexo, pero que finalmente es un paneo por las muchas formas de entender el amor, logrando un filme entretenido, alegre, con su necesaria cuota de comedia dramática. Libre de todo prejuicio, hasta puede entenderse como turbulenta, impertinente, provocadora, políticamente incorrecta por momentos, para ello cuenta con un seleccionado de actores, empezando por el nombrado director, la argentina Ana katz, junto a Belén Cuesta, Candela Peña, entre otros. Relájese. Deje pasar los primeros minutos. Permita que lo lleven de paseo por las historias que le presentan,. Es divertida, no exija demasiado. Cinco historias que no tardan en ser presentadas que en el mismo inicio denotan diferencias estructurales, tonales, de construcción de personajes, de instalación de verosímil y semánticas, entre otras diferencias. En ese acontecer temprano es que se muestra como una comedia paródica de mal gusto, con humor efectista, chato, pero cuando empieza a desarrollar las mismas cambia el tono, los ajustes son certeros, simultáneos y significativamente desparejos para cada historia. Toda la estructura se centra en distintas formas de fetichismo, llámenlas como quieran, que tienen un mismo origen: la necesidad de algo externo a los personajes y relaciones para lograr la excitación sexual. El desarrollo va dando cuenta de cada una de ellas, anunciándolas, todas tratadas con demasiada ligereza más que humor, pero sin juzgar a sus personajes y peculiaridades, que le agrega valor, salvo una demasiado lúgubre y perversa, hasta se podría calificar de violencia desde el poder, o más simplemente violación. Pero sería estar hilando demasiado fino y el producto no apunta a eso, sólo utiliza los elementos para lograr una comedia eficiente, entretenida y punto. El nivel de actuación es parejo, todos creíbles, naturales, lo que determina una buena dirección de actores, posiblemente sobresalga un poco del resto el personaje de Sandra (Alexandra Jimenez), ya que su personaje es el más rico en variaciones, desarrollo y modificaciones Todas las historias por marco Madrid, en pleno verano, espacio y lugar que juega en favor de un final de conjunto, donde todas las historias se cruzan, cercano a “Realmente amor” (2003), pero bastante más forzado y muy lejos en su calidad general.
El Amor se Hace (Kiki: El Amor se Hace, 2016) es una remake del film Australiano de 2014 llamado The Little Death. Muchas veces las remakes afrontan la problemática de no poder emular a su predecesora, y salvando un par de ejemplos, quedan en el olvido. La idea de “reinventar”, “rehacer” o “redescubrir” una obra no es más que la imposibilidad de afrontar que ciertos films existen gracias a demandas circunstanciales de la época. Es decir, si tomamos como ejemplo una película oscura y nihilista como Pecados Capitales (Se7en, 1995), de David Fincher, creada en los convulsionados ‘90, e intentáramos imaginarla en el presente sería casi imposible. En estos tiempos de dictadura políticamente correcta y buenismo progresista no hay lugar para un film de ese calibre. Por eso son pocas las remakes que logran transmitir al menos el espíritu de las versiones originales, pues muchas guardan una intertextualidad casi imposible de recrear, un simbolismo que se pierde en los lujos de la puesta en escena y por eso el peso que arrastra con ella desaparece. Por suerte El Amor se Hace es una sorpresa.: una película amable, entretenida, muy disfrutable. Entiende la tradición de la comedia española y hace gala de las formalidades narrativas en base a diálogos exquisitos por momentos y referencias a otras películas de corte comedia-sexual, si es que ese subgénero existe. El Amor se Hace es una película coral, cuyo nervio narrativo se centra en las extrañas inclinaciones sexuales de sus protagonistas. Varias historias tejen otra historia pequeña pero no por ello poco interesante. Esa “otra “historia es la que une las aristas y convergen así los personajes llevados por pulsiones sexuales en plano freaky. Acá lo que importa son los diálogos y situaciones, que encuentran un timing perfecto también por obra de los protagonistas, y cuyo casting es un gran acierto: un cirujano que padece somnofilia, una pareja que disfruta del poliamor, una mujer dacrifílica busca que su pareja llore para poder así sentir placer, y un largo etc. El film no cae en moralinas innecesarias, ni en conservadurismos engañosos. Acá la sexualidad goza de una libertad enorme, sin la mínima intención de juzgar a sus personajes y llevándolos, ya en el final (alerta de spoiler) hacia una fiesta carnavalesca donde todos encuentran su lugar en el mundo. Ese tramo final es la secuencia más significativa de todas: la que invita a la irresponsabilidad absoluta, a soltarse, a la fiesta, al carnaval. En Noche de Brujas (Halloween, 1978), John Carpenter utilizó la idea de que el caos total surge a partir de una fiesta “carnavalesca”; ese mismo mundo, aunque contrapuesto, es el que al final de El Amor se Hace o el de Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser Millonario? (Slumdog Millionaire, 2008), de Danny Boyle, nosotros queremos ser parte: un mundo donde solo importa la diversión perenne. Si bien hay mucho de A Dirty Shame (2004), y algo, por qué no, de aquella joyita llamada Shortbus (2006), la diferencia con estas dos últimas citadas es que el ritmo y los diálogos superan con creces a la de John Waters y no cae en alegorías mágicas y torpes como la de John Cameron Mitchell (aun cuando Shortbus es una muy buena película). Durante la secuencia inicial, donde se ve a una de las parejas protagonistas teniendo sexo, se superponen escenas de animales apareándose, en un uso del montaje inteligente y pícaro. Esa secuencia toma como analogía la libertad que la naturaleza despliega como principio de simetría en relación al final. Como comedia, hablando del género en particular, sobresale con creces porque se disfruta de manera amena, vinculando la génesis sexual con la experiencia al ojo por parte del espectador. En el film no hay melancolías básicas de manual, pero sí un costado sentimental que no deja lugar al cinismo rápido y si la película supera la forma terrenal es porque justamente la mayoría de los vínculos son afectivos. En ese sentido, El Amor se Hace es una película tierna: pasa del humor cínico al irónico mixturando su esencia lasciva con un romanticismo para nada pomposo. Mención aparte para Ana Katz, que se supera como actriz y logra acá una de sus mejores actuaciones sin desmerecer al resto del elenco.
Dacrifilia (excitarse con el llanto), Elifilia (obsesión por distintos tipos de telas) y Somnofilia (alcanzar un orgasmo al ver una persona en estado de sueño) son algunas de las filias sexuales -inclinaciones o aflicciones patológicas relacionadas al sexo- que cruzan las cinco historias que componen El amor se hace, el film dirigido, escrito y co-protagonizado por el español Paco León. A diferencia de los que varios mortales podrían imaginar, el film no es sobre sexo, sin que, por el contrario, es una comedia pícara, divertida y naif que busca mostrar a la sexualidad como algo natural. Lejos de segundas intenciones, como la de intentar realizar una crítica o aleccionar al espectador, El amor se hace es una película sobre los vaivenes de las relaciones de pareja y el amor libre, pero con una vuelta de rosca completamente diferente. En la historia cinco parejas deben aprender a convivir y a aceptar las diferentes formas que tienen de obtener placer. Con buenos antecedentes como La vuelta a la tortilla (2013) y Vaca Paloma (2015), León vuelve a ratificar su buen momento detrás de cámara. A través de un lenguaje terrenal, cotidiano, el realizador confirma la particular forma que tiene para recrear situaciones diarias de la vida real, con sus virtudes y defectos y, además, con sus momentos de alegría, dolor e incomodidad. El español impone en su tercer proyecto su propia identidad como director. Si bien la temática pareciera ser compleja, el film es bastante ingenuo. Aunque el humor se vuelve en algunos momentos innecesariamente escatológico, las buenas actuaciones logran, junto con la musicalización, un clima de festividad y alegría permanente que entona y pone al público bien arriba. Se destaca el trabajo de las españolas Belén Cuesta, Natalia De molina, Candela Peña y el de la argentina Ana Katz. Los que vayan a ver El amor se hace se encontrarán con una comedia que, sin demasiadas pretensiones, intenta derribar prejuicios. Una película para nada escandalosa. Cinco historias que demuestran que cada persona es un mundo y que, para disfrutar del sexo, no hay recetas mágicas ni nada escrito. ¿Por qué? porque el amor de hace.
FESTEJANDO AL KIKI ¿Cuál sería la fantasía sexual más descabellada, el fetiche más insólito o la obsesión más extraña de todas? Cualquiera de estas preguntas bien podría funcionar como disparador de la última película de Paco León pero limitarse a contestarlas sería restringir su campo de acción. Porque la premisa de El amor se hace (o Kiki, el amor se hace en su versión original) no es otra que la liberación y vivencia del goce, en todas sus expresiones. Un disfrute que viene dado no sólo por la experimentación, sino también por el reconocimiento de cada parafilia, la capacidad individual para llevarlo a cabo y cierta necesidad de ponerlo en común con otro. De esta forma, el filme basado en la australiana The Little Death gira alrededor de cinco historias desarrollas en torno a uno o, quizás, dos patrones de comportamiento sexual en episodios intercalados. Por ejemplo, Natalia que tiene harpaxofilia, es decir, se excita cuando la asaltan, la hija de una médica que vende bombachas usadas por internet o Sara, una mujer a la que le atrae los tejidos (elifilia). De hecho, su personaje realiza una de las escenas más cómicas del filme cuando ella debe traducir los deseos de un joven a una chica de la línea hot en el servicio de videointerpretación de llamadas para personas sordas (Sara es sorda pero usa audífono, que regula para escuchar el afuera o silencia para abstraerse). Descontracturada, a veces reiterativa y con un final bastante previsible, El amor se hace ahonda en cuestiones que continúan siendo tabú o generan pudor, incluso con aquel más cercano, tanto desde lo cómico como de la celebración de uno mismo. Porque, a final de cuentas y como expresa la canción de los créditos, lo que importa es la liberación para alcanzar el goce y, sobre todo, el Kiki. “Disfruta bomba está preparada De golosina y sabe a guayaba Lo tengo rico, trabajo duro Si quiere KIKI, súbelo, súbelo Cuidado nene que hoy cené fuerte Cuidado nena que está caliente Ay, que me viene y no controlo Me viene el KIKI, súbelo!” Por Brenda Caletti @117brenn