Encontramos en esta película una historia siniestra que se nos va develando al mismo latir que el de su protagonista: Maximiliano, un personaje enmarcado en una personalidad ligada al intelecto. Tal como puede presumirse desde su título, la película desprende una atmósfera putrefacta y correcta para las aristas propias del género de terror, terror psicológico y suspenso. Sin fisuras en su narrativa, la película nos sumerge en la intimidad de una familia domesticada a la voluntad perversa de un padre recientemente fallecido. Conjuga, además, elementos propios de la cultura rural y patriarcal, con una serie de imágenes tan explícitas como metafóricas. Sembrada de interrogantes, el film se nutre muy bien de toda una carga simbólica, mortifica y punzante, puesta al servicio de una relación familiar que comprende conflictos generados a partir del retorno de Maximiliano al pueblo que lo vio crecer, y el posterior re encuentro con sus hermanos (Y sí, todo pueblo chico oculta bajo una alfombra pacífica el infierno de una familia). Totalmente destacables desde sus actuaciones, ningún personaje pareciera sobrar, sino que por el contrario, todos y cada uno de ellos le aportan una incógnita interesante al relato. Diría también que es una película de acción, pero de acción mental, ya que hay varios momentos de la misma en los que nuestra cabeza será puesta, literalmente, en jaque por lo que acabamos de mirar. El film resulta inquietante, entretenido y por demás, muy bien logrado. Sin clichés, lleva los condimentos mórbidos en un tono que incomoda en su porción justa. Una caricia enferma y sangrienta al espectador, que todo amante del género va a agradecer.
“El cadáver insepulto”, terrorífico film de Alejandro Cohen Arazi Fantasmas del pasado despertarán la verdadera esencia de uno. Para Maximiliano (Demián Salomón) el pasado se convirtió en presente. Los secretos que quisieron ser olvidados reaparecerán tras la imponente muerte de su figura paterna. “El cadáver insepulto”, debut de Alejandro Cohen Arazi, propone un viaje terrorífico por las oscuras tradiciones de un grupo de niños huérfanos y su crianza. Estrena hoy 20hs en Cinear TV. Por Lautaro Franchini. Sin opción, el psicólogo y escritor Maximiliano regresa al pequeño pueblo de su infancia por el fallecimiento de su padre adoptivo. Un respetado hombre, dueño de un importante matadero de la zona. Después de tantos años, el protagonista se reencuentra con sus hermanastros y el orfanato que lo acogió. Un retorno obligado que despertará fantasmas del pasado. La llegada al pueblo transformará el tono del film, y a cada minuto que pase, el escenario será cada vez más oscuro. El hogar que adoctrinó a un grupo de chicos, hoy adultos, guardó secretos horrorosos durante mucho tiempo. Recuerdos y tradiciones demoniacas volverán a la vida Maximiliano al ver el cuerpo insepultado del padre. La ópera de prima de Cohen Arazi, que repite el sábado 5 a las 20hs y estará de forma gratuita en Cinear Play del 4 al 10, no llega a etiquetarse como un largometraje de terror. Desembarca en el thriller y la fantasía, complementando un relato atrapante en el que predomina el suspenso y el temor. Donde la pavorosa presencia de un padre muerto hará que todo comience de nuevo. Como si el pasado sea presente… y el futuro. Puntaje 75/100.
El Cadáver Insepulto de Alejandro Cohen Aranzi. Crítica. Las torturas del patriarca. Bruno Calabrese Hace 23 horas 0 13 Este jueves el terror argentino se apodera de CineAr TV con el estreno del film que pasó por la Selección Oficial del Feratum 2020 de Michoacán, México. Por Bruno Calabrese. Maximiliano Espósito (Demián Salomón) es un psiquiatra que acaba de sacar un libro sobre jóvenes que crecen en orfanatos o reformatorios llamado La Educación Tribal. Por las noches sufre extrañas visiones de su pasado, él también se crió en un orfanato que abandonó para vivir en la gran ciudad, por eso mucho de su libro está basado en experiencias propias. Sorpresivamente recibe la llamada de un hermano donde le avisa que su padre adoptivo falleció, por lo cual debe viajar al pueblo de su infancia para realizar trámites de sucesión de las propiedades heredadas. Allí se reunirá con sus hermanos, pero descubre que su tutor aún no fue enterrado y se encuentra en la misma posición en la que falleció. Las razones de porque está así saldrán a la luz a medida que se vaya descubriendo un secreto que su familia guarda en la oscuridad. El paisaje rural es el ambiente elegido por el director para meternos en una historia de abusos y violencia familiar, pero principalmente de torturas patriarcales hacia los jóvenes en estado de vulnerabilidad por parte de un padre adoptivo. El pequeño pueblo funciona para representar los distintos factores de poder en los personajes, propios de un lugar donde las fuerzas vivas están más a la vista. El comisario, el cura, el director del diario, el gran empresario, el patrón de campo que en una comunidad chiquita son más reconocibles forman parte del pequeño microuniverso del film. Pero también la curandera, el viejo amor de la infancia que conecta a Máximo con su pasado. Con esos elementos, el director logra construir un hipnótico relato que gira alrededor de Maxi, el personaje principal, quien vuelve al pueblo para cerrar heridas del pasado que lo atormentan por las noches. Pero la muerte del padre adoptivo no parece ser suficiente para dejarlo atrás, es por eso que deberá sortear un par de viejas pruebas para poder sepultar de una buena vez por todas al fantasma de un padre terrateniente y potentado del campo. El Cadáver Insepulto no es solo terror, recoge elementos de diversos subgéneros como thriller psicológico y el suspenso. Es un film apto para vegetarianos que, al estar ambientado en un pueblo rural, utilizará escenas de matanza de ganado vacuno, cacerías y todo lo relacionado con la construcción de las masculinidades en ámbitos rurales. Actuación
A veces la familia puede ser el centro mismo del horror. La cantidad de historias que exploran esta premisa es inabarcable, y las mejores consiguen zambullirse en la mente para provocar un efecto perturbador duradero. El cadáver insepulto transita por ese terreno. Maximiliano Espósito (Demián Salomón), un psicólogo y escritor, recibe un llamado de su hermano: el padre de ambos acaba de morir y quieren que esté presente para el velorio. Esta noticia parece traerle recuerdos oscuros de su juventud, pero la posibilidad de obtener parte de la herencia (está ahogado por las deudas) lo llevan a regresar al pueblo donde nació. Al llegar hace un espantoso descubrimiento: los hermanos no enterraron al padre, que presenta un avanzado estado de putrefacción. Sólo la posibilidad de obtener algún rédito económico le impide escapar de allí, por lo que deberá permanecer unos días más. Unos días en donde tendrá más revelaciones. El director Alejandro Cohen Arazi plantea la historia como un thriller psicológico, que semeja un descenso a los infiernos de Maximiliano, aunque con una vuelta de tuerca sobre el verdadero destino del personaje. Predominan las escenas de tensión y suspenso, pero el realizador no le huye a las escenas extravagantes y truculentas. La más brutal involucra muertes reales de vacas, debido a que sucede en un matadero perteneciente al clan del difunto. Unos minutos que pueden afectar la susceptibilidad del espectador. La película puede ser incluida en el cine de sectas y cultos (conocido como folk horror), donde costumbres y ritos ancestrales cobran preponderancia en el presente, donde no faltan los sacrificios. Un subgénero que viene en pleno auge a nivel mundial y que, de alguna manera, siempre tuvo sus exponentes argentinos. Más allá de los aspectos tenebrosos, Cohen Arazi explora el funcionamiento de una comunidad cerrada, anacrónica, decididamente patriarcal. Demián Salomón, un actor cada vez más habitual del cine (sobre todo del fantástico y de terror) lleva el papel principal sin problemas, haciendo creíbles las dualidades de Maximiliano. El resto del elenco mezcla caras menos conocidas y figuras con más nombre, como Sergio Dioguardi, Diego Recalde y Mirta Busnelli en el rol de una sacerdotisa que podría haber sido más aprovechada. El cadáver insepulto sale ganando por su clima incómodo y mueve a pensar en la cara oculta de los mandatos familiares.
Maximiliano (Demián Salomón) es un psiquiatra que sufre extrañas visiones de su pasado. El joven se crió en un orfanato que abandonó para vivir en la gran ciudad. Al morir su padre adoptivo regresa al pueblo de su infancia, donde se reunirá con sus hermanos y descubrirá un secreto que su familia guarda en la oscuridad. Lo que parece un drama familiar con un protagonista acosado por su pasado, se tuerce poco a poco para convertirse en un film de terror. La pesadilla de los pequeños pueblos que supo ser un espacio habitual en el cine de terror aquí es recuperada con el mismo espíritu. El género protege a la historia pero no logra cubrir las falencias narrativas y la siempre presente sensación del esfuerzo por generar los picos dramáticos de la narración. Al cine argentino de terror le falta fluir, verse natural, impactar sin que veamos al director en cada toma tratando de realizar la película. Esto desconcentra y culmina, como es habitual, con esa distancia que producen esta clase de películas nacionales. Nunca vemos una película de terror, sino un grupo de gente haciendo una película de terror. Las lecturas sociales o políticas que el film pueda tener, no pueden ser profundizadas porque nos quedamos luchando en la superficie de la realización.
Una de las tantas víctimas de este jueves infame para la distribución y exhibición de cine argentino es El cadáver insepulto, una gratísima sorpresa de género que pendula con seguridad entre el thriller psicológico, la exploración de los códigos de la “masculinidad” y los tópicos del cine de terror, pero de cuyo estreno, lamentablemente, se enterarán poquísimos (también compite por estos días en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre). La película de Alejandro Cohen Arazi presenta a Maximiliano, un psiquiatra que sufre extrañas visiones de un pasado traumático que intentó dejar atrás mudándose a la ciudad. La muerte de su padre adoptivo –Maxi se crió en un orfanato-, con quien se hablaba poco y nada, lo obliga a volver a su lugar de origen y reencontrarse con sus hermanos, la puesta en marcha de un perverso ritual con el cadáver y una dinámica social deforme, surrealista y por momentos aterradora digna de David Lynch. No es descabellado pensar en Maxi como un Agente Cooper llegando a un lugar desconocido y donde lo real convive con la fantasía y nada es lo que parece. “La vida no es fácil. La muerte, tampoco”, se dice cuando promedia el metraje. El cadáver insepulto es de esas películas que sortean la falta de recursos con ideas de puesta en escena, varias secuencias de altísimo impacto (la faena en el matadero), un tono seco y despojado que pone en primer plano una violencia simbólica y figurativa constante y una cadencia narrativa reposada que va corriendo el velo de una familia atravesada por los traumas, la perversión y el espiritismo. El cadáver insepulto, queda claro, merecía un estreno mejor.
PAPÁ ESTÁ MUERTO El cine de terror nacional tiene un gran problema que hasta ahora no parece poder resolver: salvo en contadas excepciones (una de ellas es Maxi Ghione en Aterrados), la calidad de las actuaciones nunca supera la media, y hasta podría decirse que apenas alcanzan ese nivel. Es algo que suele conspirar contra el resultado de las películas, que por otro lado (y de manera más evidente en el último tiempo) cuentan con directores capaces de combatir la falta de presupuesto con talento y creatividad. Quizás la culpa no sea entera de los intérpretes, quizás tenga que ver con una dirección de actores problemática, con guiones que no logran delinear personajes que integren las influencias externas con la idiosincrasia nacional, pero sin caer en el costumbrismo o en la exageración. Podríamos seguir pensando, pero lo cierto es que no llegaríamos a ningún lado, y la cuestión es otra: sería fácil pegarle a El cadáver insepulto por sus actuaciones, que siempre parecen desajustadas y son la primera barrera a la hora de adentrarse en la película (la excepción sería Mirta Busnelli, que también está mal, pero que después de su participación en Los olvidados continúa indagando un camino de ridiculez y falopa absolutamente querible). También sería injusto, porque lo cierto es que la película de Alejandro Cohen Arazi tiene algunos méritos que la vuelven atendible. La historia sigue a Maxi (Demián Salomón), un psiquiatra radicado en Buenos Aires que decide volver a su pueblo después de un llamado de su hermano, que le avisa de la muerte del padre. Claro que los lazos que unen a estos personajes no son de sangre, sino de un pasado común, en el que el hombre fallecido crió a un grupo de muchachos huérfanos en una casona en el campo. Los introdujo al negocio familiar (el matadero, con ecos de La masacre de Texas que luego se repetirán), y también a ciertas prácticas que provocaron la fuga de Maxi en su adolescencia. Acechado por alucinaciones, llega al pueblo para encontrarse con un escenario macabro: días después de la muerte, el cadáver de su padre adoptivo continúa sentado a la mesa, y sus hermanos (que con los años alcanzaron todos los puestos de poder de la región) parecen estar de acuerdo, le dicen que espere, que ya va a llegar el momento. Después, como corresponde, todo empieza a retorcerse. El film de Cohen Arazi busca hablar de las relaciones de poder y de los terribles mandatos familiares, y en ese sentido funciona a medias. Hay personajes que parecen puestos ahí para sumar a la idea de que todos son parte de una conspiración, pero que en verdad están apenas esbozados y es poco lo que aportan (como Anita, la ex novia de Maxi). Si bien es cierto que el grupo de hermanos cubre todos los estereotipos posibles del pueblo chico, se vuelve efectivo a partir de un espíritu caníbal, clase B y artesanal, que se alimenta de múltiples referencias y lugares conocidos. A mitad de camino entre el homenaje y la autoconsciencia (con momentos donde puede vislumbrase que los implicados se están divirtiendo), la película se desentiende de la quimera absurda de la originalidad, y avanza hacia un terror que genera climas y perdura con imágenes. Esa criatura entre lo humano y lo animal que agoniza en el bosque, la visita al matadero, el padre muerto sostenido por sus hijos al mejor estilo Fin de semana de locura. A pesar de sus problemas, y de un final que seguro funcionaba mejor en los papeles (y que los actores no logran sostener sin que el impacto se diluya), El cadáver insepulto cumple como un entretenimiento desvergonzado, incluso incorrecto, que hasta parece salido de otra época. Una más de la sección “Terror” del videoclub, o de las que aparecían en el cable a la noche; una de esas películas muy parecidas entre sí, que no necesitaban demasiado para divertirnos, pero hecha en Argentina.
Fallida propuesta de género en donde el pasado acecha a su protagonista, un hombre que al ser sorprendido por la muerte de su padre, debe regresar a su hogar natal en donde hay oscuras situaciones que lo esperan.
Maxi (Demián Salomón) es psiquiatra y acaba de publicar un libro acerca de los chicos criados en orfanatos y reformatorios. Este libro tendría también su impronta autobiográfica ya que en una entrevista radial lo escuchamos decir que el propio autor pasó su infancia y adolescencia en “un centro de crianza”. Sin embargo al poco tiempo lo vemos recibir la llamada de uno de sus hermanos avisándole de la muerte de su padre. Hay algo en su biografía, entre lo que declara y lo que recuerda, que tiene por lo menos algunos agujeros. El hermano lo convoca entonces para despedir al padre y arreglar temas referentes a la sucesión. Es evidente que Maxi no tiene ningún entusiasmo por volver pero las deudas lo acosan y lo fuerzan a tomar la decisión. Allí se dirige después de 15 años de ausencia a la casona familiar en las afueras de un pueblo en el interior de la provincia. Por su actitud y ciertos recuerdos confusos, intuimos que Maxi tenía todas las razones para haberse ido y para haber evitado hasta entonces el regreso. Al llegar, Maxi se encuentra con sus hermanos y amigos de juventud, todos ellos representantes de las “fuerzas vivas” del pueblo. Su hermano mayor es el dueño de la faenadora que es su empresa más importante, su hermano menor dirige el periódico local, sus amigos son uno comisario y otro presidente del club. Todos encaramados en algún puesto de poder económico, simbólico o fáctico, y todos lo reciben como el hijo pródigo, el que huyó, que quizás traicionó, que quizás le quepa algún reproche, pero es necesario que vuelva al redil. Y esa es quizás la parte más aterradora para el protagonista, el peligro de volver a pertenecer a aquello de lo que se quiso escapar, volver a ser eso que no se quiere reconocer como propio, un horror que está en la familia y sigue atrayendo como un agujero negro. En su primera película de ficción, tras el documental Cáncer de máquina (2015, dirigido junto a José Binetti), Alejandro Cohen Arazi entrega una opresiva mezcla de drama familiar y horror rural que procede no por la administración regular de sustos y sobresaltos sino por la progresiva construcción de una atmósfera enrarecida y enfermiza, con una tensión sostenida y una sensación de amenaza que pende continuamente sobre el protagonista. Cohen Arazi hace una original apropiación del Horror Rural incorporando el aspecto local, no porque acuda a los mitos y leyendas autóctonos, sino por el aprovechamiento de la locación de pueblo chico del campo argentino y por la idea de tradición en el sentido más rancio y siniestro, tanto en lo que tiene que ver con las costumbres que se reproducen y no se cuestionan, como en aquello que la relaciona con valores como familia y propiedad. En ese ambiente mórbido, donde algo huele a podrido, estos hermanos-amigos representantes del statu quo del pueblo al que dominan en lo formal y también en las sombras, van a hacer todo lo posible y hasta lo indecible para mantener sus posiciones y eso puede incluir la invocación a poderes más oscuros. La pertenencia a una sociedad secreta es también la pertenencia a la elite dominante y el sacrificio del más débil y vulnerable es siempre la opción a mano. El film hace también una crítica clara, aunque no subrayada, a la educación patriarcal. Estamos ante un ambiente de varones dominantes, que tejen complicidades, se desafían, se van de caza, contemplan el faenado de animales con fascinación de turistas y recuerdan jocosamente anécdotas acerca de cómo el padre los forzaba de maneras brutales a convertirse en hombres. Este padre es recordado explícitamente como “un patriarca”, dueño y señor de los destinos de sus hijos (hasta que uno decidió huir), y su muerte pone en marcha no solo los mecanismos legales de sucesión sino la competencia por quién va a ocupar su puesto y detentar sus privilegios. En este esquema las mujeres aparecen poco y en lugares específicos. El título del libro de Maxi, “La educación tribal”, bien puede referirse a lo que él y sus hermanos incorporaron y aparentemente sigue vigente. En El cadáver insepulto, Cohen Arazi hace una aproximación efectiva y personal al terror, desde la construcción de un universo asfixiante y opresivo hasta el uso de imágenes perturbadoras que pueden venir desde lo casi documental, como las imágenes crudas en la faenadora, hasta las más extrañas, en particular una al final de la escena de caza, que juega con la ambigüedad acerca de si es real o imaginada pero es igualmente potente. Se pueden percibir inquietudes similares a un film como El eslabón podrido (2015) de Valentín Javier Diment (quien aquí oficia de productor) que también exponía la sordidez y los secretos oscuros en la atmósfera malsana de un pueblo chico y un ambiente rural. El cine de género argentino tuvo algunos exponentes interesantes este año como La dosis y Los que vuelven (ambos estrenados en Cine.Ar) o Historia de lo oculto (exhibida en el Festival de Mar del Plata), que demuestran su vitalidad y la emergencia de autores a tener en cuenta. El cadáver insepulto es también un buen ejemplo de esta estimulante corriente. EL CADÁVER INSEPULTO El cadáver insepulto. Argentina, 2020. Dirección: Alejandro Cohen Arazi. Intérprets: Demián Salomón, Héctor Alba, Fernando Miasnik, Mirta Busnelli, Sergio Dioguardi, Sebastián Mogordoy, Pablo Palacio, Carolina Marcovsky, Diego Recalde. Guión: Alejandro Cohen Arazi. Fotografía: Leonel Pazos Scioli. Música: Gustavo Ariel Pomeranec, Jerónimo Naranjo. Montaje: Gabriela Jaime. Dirección de Arte: Fátima Gutiérrez. Diseño de Sonido: Adrián Gustavo Rodríguez, Gustavo Ariel Pomeranec. Producción: Hernán Virués. Producción Ejecutiva: Valentín Javier Diment, Vanesa Pagani, Alejandro Cohen Arazi. 84 minutos.
La herencia de sangre. El cadáver insepulto, de Alejandro Cohen Arazi, es una película que integra (junto con otros films) la 21ra. edición del “Buenos Aires Rojo Sangre”; el festival de cine fantástico y de terror el cual tendrá lugar a partir de este 3 de diciembre y finalizará el domingo 13. Por supuesto que, bajo el marco de la pandemia, este mismo se llevará a cabo de forma virtual y gratuita. El cadáver insepulto cuenta la historia de Maximiliano Espósito: un psiquiatra y escritor que a pesar de su exitoso presente sufre ocasionalmente delirios y visiones relacionadas a su vida en el orfanato, lugar donde pasó su infancia. Tras la muerte de su padre adoptivo, Maximiliano regresa al pueblo tras 25 años de ausencia, y allí no solo se encuentra con sus hermanos y su primer amor sino que también descubrirá, a medida que avanza la película, un secreto que su familia guarda en la oscuridad. Este film dirigido por Alejandro Cohen Arazi se sumerge plenamente en la secreta perversión de la familia de Maximiliano. Pareciera que cada reencuentro con sus familiares despierta en el personaje principal visiones terroríficas y escenarios oscuros. Y sin ir más lejos, la presencia del cadáver putrefacto de su padre aÚn en el sitio de su muerte (sentado en la mesa cual patriarca) nos dice automáticamente que algo no marcha bien en la familia Espósito. Es así como, sin más preámbulos, este film comienza a navegar en aguas de suspenso en donde nos vemos un poco intrigados por el proceder de la familia. Si a este accionar dudoso sumamos también las visiones de Maximiliano, pareciera que el film podría ser un clásico thriller en donde las respuestas llegarán con la finalización del tercer acto. Pero no. El cadáver insepulto es un film al cual le cuesta generar un ritmo necesario (y adecuado). El pesado guion que posee termina siendo bastante abrumador teniendo en cuenta la poca información que da sobre la premisa principal. La atmósfera de terror en ningún momento llega a su clímax debido al ritmo de la película, el cual llegando al desenlace se pierde increíblemente en una marea de gore y violencia que poco dice; poco importa. Pareciera que los minutos fueran escasos, o que las decisiones no fueran completamente las correctas. Aun así, El cadáver insepulto termina redondeando en una película medianamente atractiva que tranquilamente podría atraer a los amantes de este tipo de cine. Personalmente, debo reconocer que me ha dejado un tanto disconforme.
Suspenso nacido de la psiquis En un viaje de introspección, saldrán a la luz los traumas y daños del pasado. El cadáver insepulto (2020) Maximiliano es un psiquiatra que sufre extrañas visiones de su pasado. Él se crió en un orfanato que abandonó para vivir en la gran ciudad. Al morir su padre adoptivo regresa al pueblo de su infancia, donde se reunirá con sus hermanos y descubrirá un secreto que su familia guarda en la oscuridad. Sin embargo, el punto más flojo de la película es el ritmo. Pese a remontar en el final y lograr que la historia avance, la película intenta generar suspenso mediante escenas lentas, sin embargo son pocos los momentos donde esto logra generar suspenso. Esta carencia en el ritmo es un buen intento de generar suspenso que quedó a medio camino, pero que al final es solucionado. "El cadáver insepulto es una muy buena película con grandes imágenes psicológicas que lograran llegar al espectador de forma directa. Pese a sus errores, cumple su cometido."
El pasado huele mal La película producida por Valentín Javier Diment, Vanesa Pagani y el director y guionista, Alejandro Cohen Arazi, sorprende por el nivel de detalle en la elaboración de un guion que habla del peso de una herencia ligada a la carne vacuna. Maximiliano (Demian Salomón) es un intelectual que vive en la ciudad y acaba de publicar un libro. Un día recibe un llamado: su padre acaba de fallecer y debe viajar a su pueblo natal (un pequeño pueblo rural del interior) y enfrentarse al pasado con el fin de resolver trámites ligados a la herencia. Lo interesante de esta película de terror psicológico es la astucia del director para incluir temáticas locales en el armado del relato. Por un lado tenemos la pluralidad de sentidos puestos sobre la carne vacuna, su padre era un terrateniente ganadero que denota poder económico pero también placer en el hecho de apuñalar la carne, deglutirla cruda, dejarla pudrir. A nivel simbólico el film configura varias capas de significado sobre el tema: El patriarca de la familia, el asado como ritual masculino y machista, el trofeo adquirido por dominar la bestia. Algo similar sucede con la herencia familiar: por un lado es una bendición económica pero por el otro es una condena, según desde dónde se la mire. El peso del pasado condiciona la libertad de elección del protagonista, esconde un costado tenebroso ligado a instintos primitivos. Siempre la metáfora es sobre el poder, oscuro y prepotente del cual es difícil librarse, sobre todo si está anclado a la tradición, y por ende naturalizado. Elementos que se articulan uno a uno en una trama que avanza de manera cansina hacia un final demoledor. El cadáver insepulto (2020) demuestra pasión por el género, pero también por construir un relato cuidadosamente elaborado que sutura tópicos criollos, a través de un arco dramático creíble y un cierre tan siniestro como contundente.
Un psicólogo regresa al pueblo que abandonó en su adolescencia tras conocer la noticia del fallecimiento de su padre. Un misterio familiar en el que un cadáver todavía por sepultar no es más que el comienzo.