Yendo de la computadora al cinematógrafo. La industria de los juegos electrónicos no para de crecer y de incrementar su público. Ya no solo la franja etaria juvenil está interesada en este mercado y una de las consecuencias de este cambio es un proceso de transformación de los gustos estéticos del que el cine parece ya no estar exento. El Ciclo Infinito (Cycle, 2012) es una película de animación húngara en 3D, escrita y dirigida por Zoltan Sostai. La misma es la opera prima del director y ha recibido buenas críticas en los festivales internacionales. El film tiene la estructura y la estética de los mediometrajes o cortos introductorios de los nuevos juegos para PC, Playstation, X-Box, etc., que cada vez tienen una animación más avanzada y una trama más compleja que a veces introduce elementos de la física cuántica o de la filosofía. En El Ciclo Infinito, un astronauta perdido necesita encontrar la salida de un extraño laberinto que lo conduce por varias habitaciones con pequeñas claves para escapar y salvar la estación lunar de una destrucción inminente. La propia dinámica del ciclo interminable que se repite una y otra vez, volviendo al punto de partida, no permite la existencia de una trama. El orden remite a la estructura de los juegos con un eterno volver a empezar probando las distintas posibilidades que podrían ofrecer las variables finitas. En lugar de reemplazar la trama por una acción constante, El Ciclo Infinito elige una serie de conversaciones entre el astronauta y diversos personajes que aparecen y desaparecen en un aturdimiento constante, siempre ofreciendo pistas sobre un posible complot o la búsqueda de una cueva mágica que permitiría escapar de este eterno loop y de una niebla amenazante símil apocalipsis de arcade. En el comienzo de la película aparece el principio de Church-Turing-Deutsch como una nota al pie:"Todos los sistemas físicos finitos comprensibles pueden ser simulados por una máquina de computación universal que opere en pasos finitos". Estos lógicos-matemáticos, que inventaron la computadora y diversos lenguajes de programación, entre otras cosas, dedicaron gran parte de su vida a resolver algoritmos sobre sistemas simulados y participaron provocativamente en los debates sobre la inteligencia artificial. Esta nota introductoria funciona como una clave para interpretar la intención del autor y comenzar a pensar que todo es una simulación que nos va a conducir en círculos hacia un vacío existencial. El estreno de la película va a funcionar como una prueba piloto para evaluar la recepción del público argentino de este nuevo tipo de film, que de la mano de los juegos electrónicos, expande ahora su mercado hacía el terreno cinematográfico.
Metafísica de un videojuego Mezcla de RPG, fábula kafkiana y ciencia ficción tradicional, El ciclo infinito (Cycle, 2013) retoma la idea de Tron (1982), pero le agrega reflexión y enigma. Como en un videojuego de rol, Jack, el protagonista de El ciclo infinito, está atravesado por el enigma, por la falta de información: acaba de despertar en la terraza de un edificio desconocido y no sabe qué es lo que sucede a su alrededor. Para su bien, aparecen unos informantes: un hombre con una máscara y un viejo misterioso. Sin embargo, no parecen ayudarlo mucho, le hablan de una Niebla, de una Cueva, nada demasiado concreto. Como aclara el sitio web de la película, y el mismo Zoltan Sostai en todas las entrevistas, esta es una película para los que estén “más interesados en las preguntas que en las respuestas”. Al igual que los datos, los paisajes que atraviesa Jack son desconcertantes: una avenida interminable, una estación lunar, un campo con casas bajas, incluso una fiesta. Por suerte, a medida que la película avanza, las informaciones, los contextos, se van haciendo un poco más concretos. Entendemos que estamos en el fin del mundo, o al menos, de un mundo. Entendemos que la culpa la tiene una niebla, que devora todo lo que toca. Entendemos, sobre todo, que la trama de El ciclo infinito se maneja en varios niveles, y que cada uno de ellos transcurre en un paisaje diferente Heredera de la ciencia ficción filosófica, El ciclo infinito mira tanto a Stanley Kubrick como a Andrei Tarkovski; a Matrix (1999) pero también a Béla Tarr. Los diálogos, en todos los casos fragmentarios, erráticos, funcionan menos para hacer avanzar a la trama que como reflexiones generales. Como Despertando a la vida (Waking life, 2001), la animación es una excusa para poner en escena los textos reflexivos. Pero si en la película de Richard Linklater la reflexión apuntaba a la vida cotidiana, en El ciclo infinito los textos abordan la matemática, la virtualidad, la informática: entre los diálogos de los personajes encontramos ideas de Kurt Gödel y de Alan Turing, dos matemáticos considerados padres de la ciencia de la computación. La animación es atractiva, correcta. Sin embargo, por momentos pierde la verosimilitud, por ejemplo al momento de retratar a Jack, notablemente parecido a Quan Chi, personaje de Mortal Kombat. Los momentos en que el director apuesta al realismo (que incluyen, por ejemplo, la simulación de la cámara en mano siguiendo a los personajes, con sus movimientos bruscos) son mucho menos eficaces comparados con las escenas en las que construye su propio universo, en los que crea una atmósfera propia, alejada de la necesidad del realismo. Otro acierto es la música: además de los sonidos ambientales, la banda sonora incluye canciones de Jean-Michelle Jarre y Tangerine Dream. Con algunas fallas técnicas mínimas, El ciclo infinito hace del texto y de la reflexión sus puntos fuertes. Si Solaris (1972) fue, alguna vez, la respuesta soviética para 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odissey, 1969), El ciclo infinito puede verse como la respuesta de Europa del Este a Tron.
"Sigue girando" Si me ofrecieran ver nuevamente esta película lo pensaría dos veces antes de dar mi respuesta. Y esto lo digo desde un punto ambiguo que destaca tanto lo positivo como lo negativo de esta producción. Lo que vi no me convenció completamente, pero tampoco me arrepiento de haber disfrutado por momentos de un producto que visualmente es más poderoso que su argumento. “Cycle” (así a secas) es un film animado en 3-D realizado por Zoltán Sóstai que cuenta una historia que de tan compleja y ambiciosa que es solo termina por ofrecer un disfrutable y entretenido aspecto visual que difícilmente se compare con otras propuestas de este estilo que llegan a la cartelera local. Sóstai (quien viene de la industria de los videojuegos) cuenta por medio de una animación sin demasiados lujos, la historia de un astronauta que durante una misión que consiste en encontrar una extraña maquina termina dentro de un universo en donde escasean las pistas sobre el destino de su objetivo, sobran los personajes extraños y todas las situaciones se repiten una y otra vez adquiriendo sentidos completamente distintos en cada oportunidad. Por ese motivo “El ciclo infinito” no solo es una película para un público adulto, sino que también exige demasiada paciencia y predisposición por parte de la audiencia para comprender parte de su inentendible trama y no dejarse atrapar solamente por lo visual. En ese sentido también hay que decir que la película de Sóstai, con una calidad de animación más baja de lo normal, logra ofrecer algunas secuencias que son realmente muy llamativas y visualmente poderosas. De todas formas, repito, la complejidad de su trama y el modo en el que ésta se desenvuelve no favorece demasiado su ritmo y por ese motivo los escasos 78 minutos que dura el film se terminan haciendo pesados en su última parte. En definitiva, si tenes ganas de disfrutar de una propuesta bastante original y visualmente interesante, “El ciclo infinito” es un producto que está lejísimos de ser perfecto pero no por eso deberías dejar de tenerlo en cuenta.
El frágil límite de lo real y lo virtual Aun con más fallas que aciertos, el director de origen húngaro Zoltan Sostai le propone al espectador un desafío, planteando una fantasía que basa su andamiaje en la teoría cuántica e incorpora referencias a la filosofía clásica. Grosso modo, El ciclo infinito, de Zoltan Sostai, asume el riesgo de probar un camino narrativo distinto, extraño, proponiendo al espectador un desafío, aunque el resultado final no sea del todo satisfactorio. Sin embargo, la búsqueda, el hecho de no conformarse con la repetición de simples fórmulas, es un mérito en sí mismo, más allá del éxito o el fracaso posterior. Para empezar, contar una historia de ciencia ficción intentando dialogar con películas como 2001: odisea del espacio, de Stanley Kubrick, o la primera Matrix de los hermanos Wachowski, planteando una fantasía que basa su andamiaje en la teoría cuántica e incorpora claras referencias a la filosofía clásica, ciertamente es una tarea riesgosa e interesante en los papeles. Y por ahí anda Sostai, quien comienza el relato citando el Principio de Church-Turing-Deutsch, que afirma que “Todos los sistemas físicos finitos comprensibles pueden ser simulados por una máquina de computación universal que opere en pasos finitos”. El director de origen húngaro intenta tomar al pie de la letra la teoría enunciada como excusa para la historia que cuenta en su ópera prima, una rara película animada de ciencia ficción. La acción comienza durante la noche en una terraza, donde un astronauta despierta aturdido y un hombre enmascarado lo alerta sobre una “niebla” que viene a llevarse todo. Sin entender, el astronauta corre y entra en el edificio. Pero ya dentro se encuentra dentro de un ciclo de infinitas realidades, en el que no termina de saber en dónde se encuentra el límite que separa lo virtual de lo real. De a poco irá enterándose de que se encuentra en una misión para desactivar una máquina cuántica que causó ese enredo de realidades. Así como el monolito representaba la brutal irrupción de un futuro inevitable para los primates de 2001, El ciclo infinito pretende imponer a su máquina como el final de un camino en el que las vidas virtuales van quitándole entidad a la vida física. De algún modo se pone en duda la humanidad de las existencias virtuales de la vida moderna, llevándolas al extremo de la alienación. Un nuevo futuro (y un nuevo horror) para la humanidad, del que en la película parece no haber salida. Salvo, tal vez, que el protagonista hubiera probado jugando al Ta Te Ti como Mathew Broderick en Juegos de Guerra, otra película en la que una máquina se volvía loca como en la de Kubrick, la de los Wachowski y la de Sostai. El ciclo infinito es una película animada cuyo tratamiento estético por momentos parece de avanzada y en otros realmente pobre. El rostro del protagonista, por ejemplo, carece de expresión, algo que parece consecuencia de un presupuesto bajo antes que un detalle de diseño. A favor puede decirse que se trata de la primera película que consigue replicar el estilo de narración de los videojuegos. Sin dudas El ciclo infinito tiene más fallas que aciertos, pero eso no significa que haya que meterla en la bolsa de las películas malas, caprichosas o realizadas con desidia por cineastas mediocres, para quienes el riesgo es un ítem que nunca entra en la lista de prioridades. Una experiencia que vale la pena atravesar.
Zoltan Sóstai es el director de esta película húngara que muestra la desesperación y la búsqueda en un mundo virtual donde todo parece repetirse y no hay manera de escapar de una niebla desintegradora. Hombres con máscaras de metal perdidos, tratando de encontrar un portal, una solución a un juego endemoniado, donde muchos se dan por vencidos. Cine fantástico con angustias reales.
Un producto que sabe generar buenos climas, pero no va más allá de la proeza técnica. Si a un estudio con todo el apoyo financiero le toma años concretar un proyecto animado, para una productora independiente es toda una batalla colina arriba. El presente titulo aunque débil en materia guion y rítmica narrativa, gana puntos por sumergir creíblemente al espectador dentro de un turbio universo. ¿Cómo está en el papel? CYCLE_REEL-2_F-019515LLa trama no es muy complicada: Un astronauta se encuentra en un mundo virtual y se encuentra huyendo de una peligrosa niebla que lo cubre todo. En su travesía tratando de encontrarle el sentido a donde está parado, conoce a varios personajes enmascarados, solo para repetir su experiencia una y otra vez. Aunque el guion despliega la suficiente información y los suficientes obstáculos para enganchar al espectador en la narración, muchas veces se siente que el timing de la misma es estirado innecesariamente –con reiteraciones y tiempos muertos— lo que contribuye a que el espectador, lenta pero seguramente, deje de preguntarse cómo va a terminar la película, sino cuando. ¿Cómo está en la pantalla? Claramente los realizadores estuvieron influenciados por 2001: Odisea del Espacio. Uno no puede evitar notar que sendos escenarios de la película están casi calcados de los de laCycle_2 película de Kubrick; hasta incluso con la misma composición de cuadro. Todo esto por no decir las luces psicodélicas vistas en el final de esa película, que aquí son utilizadas a modo de apertura y cierre. La gran mayoría de las escenas están en una cuasi oscuridad absoluta, lo que suma al clima de turbiedad que propone la película; objetivo que consigue con creces… aun a expensas de quedarte casi chicato. La película casi no tiene cortes; un don que en ocasiones se vuelve defecto. Ya que si bien muchas veces ayuda a subrayar la tensión de las escenas, muchas veces también contribuye a que estas adquieran un ritmo demasiado monótono para su bien. Pero cabe destacar que, a pesar de lo arriba mencionado, esta peli tiene una gran virtud y es que sumerge de inmediato al espectador en el universo de su historia. Sin comerla ni beberla, desde el primer minuto, el espectador ya siente que algo no está bien en este mundo, que hay peligro, ¿Qué es? No queda del todo claro, pero genera una atmosfera de modo tal que, al igual que el protagonista, no quieras quedarte a averiguarlo. Conclusión Un titulo que estira demasiado su narración al punto de hacer pensar que un cortometraje hubiera sido un formato más adecuado. Se propone generar un clima turbio, y lo consigue con creces. Pero una película es algo más que un clima, y si nos quedamos solo en eso el saldo final no es más que una apreciable proeza técnica.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Un astronauta que despierta completamente desorientado en la terraza de un edificio y un hombre con una máscara que le advierte sobre un peligro inminente: una niebla extraña, poderosa y destructiva de la que es preciso escapar. Así empieza El ciclo infinito , un inusual experimento cinematográfico en 3D que combina ciencia ficción y animación hiperrealista ideado por el húngaro Zoltán Sóstai, quien trabajó durante años en diferentes compañías de la industria de los videojuegos y trasladó parte del imaginario forjado allí a su ópera prima. Estrenada el año pasado en el London International Festival of Science Fiction and Fantastic Film, El ciclo infinito es una de las apuestas de la distribuidora Cinematiko, que ya había traído al país la película Ausencia , de Mike Flanagan, y planea estrenar en 2014 el film de terror El pacto , de Nicholas McCarthy, y Chained , un polémico thriller sobre un niño obligado a vivir en condiciones de esclavitud dirigido por Jennifer Lynch, hija del famoso David Lynch. En El ciclo infinito , Jack, el astronauta que se encuentra en problemas desde el minuto uno de la historia, queda atrapado en un mundo virtual que, para colmo de males, está a punto de desaparecer, amenazado por esa ominosa niebla. El trabajo de animación de la película es bueno, pero la historia es morosa, confusa y, en el fondo, en las partes donde es más transparente, bastante prototípica, como lo suelen ser los básicos argumentos de los videojuezgos, cuyo universo siempre estuvo lejos de la riqueza del cine. Con la mira puesta en lo visual, la película, a pesar del trabajo de cuatro guionistas, parece olvidarse de ajustar mejor la trama, un defecto que termina por agotar aun cuando su duración no llegue a los 80 minutos. Confeso admirador de Stanley Kubrick y Andrei Tarkovski, el director ha declarado que su primer film está orientado a los que estén más interesados en las preguntas que en las respuestas. Una buena coartada que sin embargo no alcanza para mitigar el agobio que por momentos provoca un caudal de información visual y discursiva cuya característica central no es precisamente la nitidez.
El Ciclo Infinito es una producción independiente de Hungría que representa la ópera prima del director Zoltan Solstai. Argentina es el primer país donde este film se estrena comercialmente. La propuesta de Solstai presenta una historia de ciencia ficción desarrollada a través de la animacion computada y la captura de movimiento. La idea de la trama es bastante trillada y cursi pero con eso en lo personal no tengo problemas. Un astronauta queda atrapado en un mundo virtual y trata de encontrar una salida de ese lugar. Tron presentó una idea similar hace 30 años atrás, pero no hay drama, hasta ahí te remo la propuesta. El trabajo de animación es bastante humilde y esto también se puede entender porque es una producción independiente que no se hizo con un gran presupuesto como los que trabajan la películas de los grandes estudios de Hollywood. Me parece algo aceptable. Hasta ahí vamos bárbaro. El gran problema que tiene El Ciclo Infinito es el enfoque que abordó el director Solstai para narrar esta historia. Esta fue probablemente la película más aburrida, pretenciosa y snob que vi en mi vida dentro de la animación. Por momentos tenés la sensación de estar frente a la interminable presentación de un video juego que no comienza más. Gran parte de la trama se concentra en mostrar al protagonista corriendo de espaldas hacia la nada, mientras se encuentra con un personaje enmascarado con el que tiene numerosas charlas aburridas e intrascendentes. Desde lo argumental El Ciclo Infinito es un desastre. Me quedó la sensación que el director quedó embobado con los aspectos técnicos y visuales y se olvidó de hacer algo con cierto contenido. El misterio que envuelve al mundo virtual y al protagonita estuvo horriblemente trabajado y la trama carece por completo de tensión y suspenso. Solstai como narrador nunca logra envolverte en el conflicto que con el paso del tiempo se vuelve insufriblemente tedioso. Desde los aspectos visuales tampoco hubo un trabajo muy creativo y el mundo virtual es tan insulso como los personajes que integran la historia. Todo el diseño de los personajes y los escenarios son muy similares a los que podrías encontrar en cualquier video juego clase B para Playstation y desde ese aspecto el film tampoco ofrece ningún elemento interesante. Por otra parte, la reflexión existencialista en la que cae la historia es de un esnobismo aterrador y por eso no me sorprende que algunos críticos de cine alaben esta propuesta. Como película de animación me pareció pobre y lo peor de todo, aburridísima. Pretende ser una una historia experimental e inteligente y está muy lejos de serlo. Basta con compararla con las cosas que se vieron en este mismo género en los últimos años. ¿Querés disfrutar de buenas historias de ciencia ficción con neuronas y que te atrapen con un conflicto bien narrado? Dentro de la animación, en materia de producciones recientes, podés probar con Wonderful Days (Monn-saeng Kim), Paprika (Satoichi Kon), Renaissance (Christian Volckman), Cinco centímetros por segundos (Makoto Shinkai) y Una mirada a la oscuridad (Richard Linklater). Estas también fueron películas independientes con la diferencia que son apasionantes y por lo menos no te hacen bostezar como este estreno de Hungría.
De Hungría, con sorpresa Cuando uno podía pensar que ya todo estaba inventado, aparece un húngaro diseñador de videogames y saca de la galera una de las mejores y mas extrañas películas estrenadas este año. "El ciclo infinito" es, en parte, un homenaje barato a "2001 odisea del espacio" de Stanley Kubrick, y también una pesadilla metafísica que tiene mucho que ver con la tradición de ciencia ficción de Europa oriental, empezando por la literatura de Stanislav Lem. La película es realmente ingeniosa, hábil para armar un concepto ciento por ciento original contando con un presupuesto casi nulo. Un astronauta sufre el aviso de que algo muy raro está pasando, "hay lecturas extrañas" le dicen desde la base, señalando que también hay "una niebla nociva". La voz de la base repite que todo es "muy raro" y el astronauta aparece en una especie de techo, donde le habla un sujeto enmascarado, lo invitan a una fiesta tecno y luego nota que hay pobladores de un pueblo cercano que quieren matar a todo el mundo. La situación es incomprensible, tanto para el astronauta como para el espectador, pero entonces todo vuelve a cero, el protagonista vuelve a aparecer en el techo, le hablan los enmascarados aunque ahora le dicen otras cosas tan absurdas como las de antes, pero distintas. Y el ciclo se repite a lo largo de los vertiginosos 78 minutos de proyección con sutilezas cada vez más raras. Por ejemplo, en un momento alguien le dice a otro que la niebla los rodea y la gente está saliendo a matar, pero su interlocutor sólo desea que le conviden una cerveza. Las imágenes oscuras, bien kafkianas, se mezclan con multicolores tomas psicodélicas remedando el largo final de "2001", solo que con la mas alucinante música tecno del músico húngaro Kinga Szasbo el soundtrack es todo un descubrimiento, y justifica por si solo el precio de la entrada al cine. Las imágenes son bellas, y las ideas formales que desarrolla el director debutante Zoltan Sostai son únicas y dignas de ver más de una vez. Destinado a film de culto, ojalá sea el comienzo de una carrera cinematográfica con más delirios maravillososos como este "ciclo infinito".
Cycle es una película que redefine el mote de "rara". Virtualmente inclasificable, a medio camino entre la animación experimental y la chatarra espacial, la ópera prima del húngaro Zoltan Sostai es una experiencia cinemática que divide aguas, ya que desde el minuto uno se decide si uno debe odiarla u amarla por sus extravagantes componentes técnicos. En el centro de este embrollo cibernético se encuentra Jack, un astronauta cuya misión no parece compleja pero que se irá tornando cada vez más peligrosa con el correr de los minutos. Perseguido por una niebla de origen desconocido y por humanos que no aportan ni la menor pizca de sentido a la búsqueda, él retoma el mismo camino una y otra vez, en búsqueda de una variable -el punto de fuga, según el guión de Sostai- que le permita volver a la base lunar, donde sus compañeros están siendo asediados por la niebla. Darle un contexto a Cycle es casi imposible, con su narrativa no-lineal y sus diálogos ampulosos y rellenos de teorías y frases filosóficas para enriquecer la trama. La misma tiene el estilo de una larga escena introductoria de un videojuego de hace quince años y la acción dentro del film también se siente de esa manera. Con una cámara que prácticamente nunca queda estática -quizás para que Sostai esconda varios errores técnicos de por medio, uno nunca sabe- y un héroe más perdido que turco en la neblina, cada pieza de información es vital para resolver de alguna manera este enigma en tres dimensiones que generará más de un quebradero de cabeza. Para quien les escribe, el rompecabezas fue demasiado abstracto como para construirlo en el camino, y eso es tanto la belleza como la perdición de la película de Sostai: o uno se ve inmerso de lleno en la propuesta o quedará categóricamente afuera del juego que propone el húngaro. Cycle tiene un margen de espectador muy pequeño, una rendija por la cual pocas personas se animarán a meterse para resolver el enigma cuántico planteado. Muchos pasarán de largo con su faceta artística al extremo y la odiarán por no tener respuestas claras y concisas, pero solo unos pocos podrán apreciar el salto de fe que representa una película de este estilo. Sólo para fanáticos del cine fuera de lo común.
Ajenos a la aventura incesante A veces leemos algunas críticas que definen de forma categórica qué es cine y qué no, o cuándo una película “tiene cine”. ¿Qué es eso? Quizás ni los que escriben entienden las dimensiones de semejante aseveración. En el caso de El Ciclo Infinito 3D, nos encontramos ante la exasperante e incómoda situación de tener que determinar esto. ¿Esta película tiene cine? ¿Es cine? En fin, una pavada, que dejaría completamente de lado lo sustancioso que puede llegar a ser el análisis en capas que propone este film de animación dirigido por el tipo con el nombre más cool de la industria: Zoltan Sóstai. Este realizador húngaro formado dentro del ambiente de los videojuegos debuta en el cine con esta ópera prima estrafalaria y sofocante, así como intensa pero soporífera. La ambigüedad a la hora de determinar si lo que tenemos en frente es algo que excede nuestra capacidad de asombro y nuestra paciencia o simplemente es una de las estupideces más grandes jamás hechas, no debe asustarlo, estimado lector. A todos nos pasa. De hecho, al llegar a la mitad de la película es difícil no pensar que uno está ante una pesadilla espantosa de la que no puede salir a menos que se quite los anteojos para el 3D y salga corriendo, atropellando a los demás que intentan abandonar también la sala. Si esta exagerada reacción es positiva o negativa, queda a criterio de cada uno. Convengamos que no cualquiera logra eso. Así de mala es la película. ¿O no? ¿O tal vez es un ejercicio experimental de imagen y sonido que propone alejarnos de lo que habitualmente propone el cine de animación en cuanto a estética y narrativa? Ahí vamos con ese esquivo y pretensioso interrogante de nuevo. Lo cierto es que estrictamente desde el lenguaje, El Ciclo Infinito tiene poco cine porque el montaje, casi en su totalidad en plano-secuencia, y el punto de vista desde el que se narra, no ayudan mucho a decir lo contrario. Nota para los cineastas que se inicien en el rubro: animación + 3D + cámara en mano frenética = mareo total. No-lo-hagan. Es horrible e imposible de ver. Si a eso se les ocurre agregar una banda sonora insufrible con techno y sonidos del Atari, tienen un combo insostenible que obliga a cerrar los ojos porque todo ya es demasiado (malo). Ahora, resaltando lo bueno, porque lo tiene, El Ciclo Infinito posee momentos en donde la profundidad de campo realmente se disfruta, demostrando que el director quizás en un futuro pueda intentar filmar buenos thrillers desde lo estético. Hay momentos en donde la cámara nos permite perseguir al protagonista dentro de ese enigma que lo rodea, con personajes distantes y misteriosos, con un clima bien logrado a pesar de lo delirante que se puede tornar todo. A pesar de eso, en este caso se queda corto porque el surrealismo no queda bien con la temática que se propone. Y a su vez también por momentos se intenta un grado de realismo que escapa a lo que brinda la animación y la propuesta inicial (los humanos tienen unas caras con “gráficos” -digamos- de video-juego de fines de los 90) y, desde lo técnico, no hay un buen trabajo de sonido con los diálogos. Eso sí, la película no es mentirosa: realmente es un ciclo interminable, donde, si se uniera el final con el comienzo, tendríamos a la historia sucediendo una y otra vez hasta el fin de los tiempos (sólo que con el mismo pobre resultado). En definitiva, no es por ser básico, pero somos partícipes de una historia gélida, repetitiva (de ahí el título, como habrá notado), e interminable. Es como si estuviésemos ante un video-juego que puede llegar a ser atractivo, por lo intenso, pero Zoltan Sóstai no nos deja jugar porque no larga el joystick y le divierte repetir el nivel todo el tiempo.
Uno de los estrenos más extraños en mucho tiempo ocurre el último jueves de 2013, como si no hubiera alcanzado con todo lo que pasó en otros niveles de la vida argentina. Para empezar es Húngara. Difícil recodar cuando fue la última de ese país estrenada comercialmente entre nosotros. Para seguir, es distribuida por Cinemátiko, una empresa que promete hacer jugadas como ésta el año que viene. “El ciclo infinito”, filmada digitalmente casi en su totalidad, oscila finamente entre la nobleza de asumir riesgos y la presuntuosidad de querer ser deliberadamente conceptual. Como todo argumento, porque está lejos de la estructura narrativa convencional, podemos decir que Jack es una especie de astronauta que, luego de llegar a una terraza, busca completar una misión cuyo monitoreo e instrucciones va recibiendo a través de un intercomunicador. En ese recorrido se encuentra con “alguien” que lo va (des)orientando, además de avisarle que una niebla que lo cubre y destroza todo se está acercando a ellos y hay que correr. Corre (todo el tiempo se corre mucho) hasta el punto de partida. Todo vuelve a empezar como le pasaba a Sísifo con su piedra. La comparación no es casual porque es en ese momento en el que se produce el absurdo de estar corriendo en pos de una supuesta misión (de la que nunca nos enteraremos), a la vez que se huye de un peligro inminente y visible. La diferencia con Sísifo es que a medida que los ciclos se van cumpliendo pequeñas cosas se van modificando para llegar a construir una posible realidad paralela, cuando aparece un personaje antagónico que pretende una aniquilación total de la existencia. “El ciclo infinito” propone convertirse en una metáfora del ciclo de la vida en donde la niebla representaría los miedos latentes, la amenaza de colapso mental y, por qué no, el sistema fagocitándose todo a su paso. Acaso el antagónico podría ser el anti-sistema fracasando en cada intento de revolución. Todo enmarcado en una ausencia de luz casi total. Oscurísima. Este mundo está sumido en un negro constante en donde apenas se vislumbran luces lejanas de una ciudad (da la sensación que querían otra cosa, pero se nota), y alguna que otra lumbre que nunca sabemos de dónde viene. Además es en 3D con lo cual la experiencia visual se acrecienta porque el realizador no da tregua ni concesiones. En efecto, Zóltan Sóstai (hombre que proviene del mundo del diseño de videojuegos) plantea su película de animación desde un punto de vista por momentos en primera, y por otros en tercera persona, según qué parte del recorrido de Jack se esté retratando. Por cierto, esta interpretación de la obra va por cuenta de quién escribe. Es apenas un boceto de las diferentes lecturas posibles que ofrece la película, pero todas y cada una de ellas dependerá de la buena predisposición del espectador para ver algo conceptual, metafórico, y por qué no filosófico.
¿Con qué frecuencia podemos ver en nuestra pantalla un film proveniente de Hungría? ¿Y si les digo que se trata de un film de Ciencia-Ficción que maneja la técnica de captura de Movimiento? Eso es "El Ciclo Infinito", aunque no lo crean, un acontecimiento muy particular de cartelera. En los años ’60, durante plena Guerra Fría y con la candente carrera por la conquista del espacio, pulularon varios títulos, que algunos llamarían Clase B, provenientes de países del otro lado de la cortina de hierro, incursionando en argumentos de Ciencia-Ficción pero mucho más experimentales y arriesgados que los provenientes de Hollywood, hasta algunos se animaban a algún meta-mensaje político en medio de aliens y naves espaciales. "El ciclo infinito" responde a ese esquema experimental, remozándolo a la época actual, ofreciéndonos algo que, sin dudas, no se ve todos los días. La historia es más sencilla de lo que a primeras parece, un astronauta llega a un lugar que desconoce, cree haber aterrizado en la Luna o en otro Planeta; pero pronto las cosas se ponen confusas para él, un hombre le advierte sobre una niebla, una oscuridad que lo consume todo y de la que deben huir. Nuestro protagonista emprende una carrera contra el tiempo, intenta mantener comunicación con su base de operaciones, y continúa cruzándose con más y más personajes extraños, mensajes crípticos, y lugares tan exóticos como familiares. En descifrar este acertijo estará el asunto, porque, de pronto, las cosas comienzan a repetirse una y otra y otra vez. El novel director Zoltan Sostai creo un plano de irrealidad, en donde ni siquiera los humanos parecen serlo, y a su vez lo embebió de elementos comunes, asimilables para cualquiera. Como un viaje alucinógeno en donde uno es otra persona, hay aquí luces psicodélicas, ritmo frenético, y ambiente de rave con fiesta y música electrónica incluída. El mayor desafío de Sostai es “disimular” un presupuesto que en nada se parece al del Motion Capture de Zemeckis, y aquí es donde "El Ciclo Infinito" luce más experimental. Con un tono azulado permanente y escenas que parecen oníricas, el director logra algo interesante que otros directores hasta ahora no habían logrado, hacer que las limitaciones de esta técnica de “animación” le jueguen a su favor. Los personajes no tienen movimientos naturales, tienen miradas perdidas, y se desarrollan en un tiempo extraño... pero todo le es funcional en su argumento que plantea problemas y teorías físicas varias. Por el contrario, las limitaciones de la técnica no se notan en un 3D muy pulido y en su cuota justa. No es "El Ciclo Infinito 3D" una película convencional, para los que buscan el típico pasatiempo de aventuras. Es un film que va más allá, que se anima a un terreno que parecía exclusivo y lo hace con armas propias. Si el resultado no es maravilloso, por lo menos es innegable su frescura y originalidad. Quienes quieran adentrarse a algo nuevo y distinto, esta, sin dudas, puede ser su película para finalizar el año.