En un terreno que bordea todo el tiempo al género fantástico, El día que resistía cuenta la historia de tres hermanos, Fan, Tino y Claa, que están solo en su casa rodeada por lo que podría ser un bosque. Sus padres no están, se han ido y nada se sabe de ellos al comienzo. Así, los tres niños van jugando, investigando, leyendo, comiendo y durmiendo en una soledad que se va volviendo cada vez más inquietante y sórdida. La película no da respuestas, el registro de los niños no es exactamente documental, pero la naturalidad de muchas de las escenas muestran que se los filmó con la libertad para que sean realmente niños, no niños todo el tiempo actuando. Por momentos la película recuerda a la reciente y contemporánea Vendrán lluvias suaves (2018) de Iván Fund, aunque allí los adultos estaban dormidos, mientras que acá directamente no están. La acumulación de misterio, la constante referencia a los cuentos de Hadas, en particular con la lectura de Hansel y Gretel, le dan a la película un interés que poco a poco se va apagando, solo las sospechas de algo siniestro y la sensación de deterioro del hogar consiguen los últimos instantes valiosos de la película. Luego la ambigüedad supero ampliamente a la fascinación y la película queda virtualmente en el medio de la nada. No por accidente, claro, sino en una clara intención de la realizadora. El resultado, a diferencia del otro film mencionado, terminando siendo decepcionante.
Se viene la noche Es interesante replantearse la infancia como ese espacio infinito y lúdico donde la creatividad frente a las conflictivas adultas encuentran en el terreno de la imaginación el territorio fértil para que la inocencia de los niños adopte otro tipo de color, no necesariamente cristalino sino que se revista de una pátina oscura. No siempre la imaginación es tan pura como la inocencia y de ahí la idea de los cuentos clásicos que ponen el límite a la libertad expansiva de los niños bajo premisas falsas de miedos y represión acumulada frente al desborde de energía y la necesidad perpetua de transgredir toda regla impuesta. En ese marco la historia de Hansel y Gretel más allá de la anécdota del bosque, la bruja y los caramelos, encierra una idea mucho más compleja y que hace al control de los niños, a la necesidad de reducir su espacio de acción y búsqueda de juego en pos de los límites de los propios adultos que inventan calamidades para que el miedo opere en consecuencia pero sin tener presente que el miedo también es el combustible de la imaginación de los niños y su capacidad de entrar y salir de un personaje es imperceptible y dinámica frente a un mundo propio de reglas distintas. Por eso la ópera prima de Alessia Chiesa reúne todas las características de un cuento fantástico donde la ausencia de papá y mamá sin justificativos aparentes deja a la intemperie a tres hermanos Fan, Tino y Claa (9, 7, 5 respectivamente). Entre juegos, charlas y la imposición de la hermana mayor frente a las demandas y caprichos de sus otros hermanos, el bosque y la noche que amenaza son el peligro y la entrada de la oscuridad para ingresar a una zona de la infancia poco habitada por el cine que se queda eclipsado con la mirada o punto de vista de los niños pero sin crear un mundo para ellos con autonomía de la realidad. La sutileza y una elección de casting justa genera distancia sostenida entre la directora y los personajes completamente naturales en ese juego de niños devenido tránsito hacia otro tipo de niñez no ligada necesariamente al abandono adulto pero sí a la ausencia de figuras paternales. Buenos climas hace que la trama fluya y no se estanque para que cada personaje deje una huella en este camino sinuoso acompañado de ingenuidad, vuelo imaginativo y crueldad que no conoce moral alguna.
Es la opera prima de Alessia Chiesa que nos regala un film que comienza con una visión bucólica y lúdica que se enrarece y espesa, cambia climas y aporta misterios inquietantes. Lo que en los primeros minutos parece una mirada clara y alegre de tres niños jugando, pelando, compitiendo, desde “la escondida” a la “lluvia de caramelos” en un ambiente relajado y campestre se transforma poco a poco. Son tres chicos, una niña pequeña, un hermanito ligeramente más grande y la nena mayor, que debe hacerse cargo. De a poco el espectador cae en la cuenta que en esa casa espaciosa, rodeada de verde, circundada por un bosque, no hay adultos. Y la chiquita más grande hace todo lo posible por mantener una rutina, alimentar, bañar y leerles cuentos a sus hermanos para que se duerman. El clima alegre diurno se torna ominoso, amenazante en las noches. Y ese “reino” de niños comienza a chirriar. Es un ensayo sobre la soledad de los pequeños, la falta de contención del mundo adulto ausente. Pero también tensa las cuerdas de una convivencia que se nutre de los cuentos de hadas y malvados y busca soluciones mágicas, con reglas autoritarias. Una pequeña tiranía para sobrevivir. Algunos rastros de los mayores que no están, algunas situaciones que se intuyen violentas. Interesante el logro de la realizadora que trabaja muy bien con la pureza y espontaneidad de los chicos, algo tan difícil y aquí tan logrado. Y la intromisión de lo temido y amenazante a media que avanza este film lleno de secretos no revelados y atracción constante.
Alessia Chiesa presenta “El día que resistía”, primer largometraje, que ha transitado, antes de llegar al MALBA, por festivales como Berlín y Mar Del Plata, entre otros, proponiendo un viaje sensorial y emotivo hacia la infancia, desde el punto de vista de tres hermanos que quedan a la deriva en medio de un proceso de duelo, valiéndose de sí mismos para seguir adelante. Chiesa reposa la cámara en los espacios en los que, de manera natural, jerarquías delimitan funciones y acciones, construyendo un nuevo tiempo de relato, diegético y extradiegético, o no tiempo, en el que se cumplen funciones de alimentación, abrigo, descanso, pero también de ocio y dispersión, subrayando, desde la dirección, la idea de niñez como un lugar de disfrute total a pesar de todo. En ese tiempo intra y supra de la historia, hay una virtud de “El día que resistía” que es el recuperar la festividad y explosión de bailes y canciones que aúnan y sanan el dolor, asociadas a la libertad infantil, aún en condiciones complicadas. Una fotografía cuidada, escenarios naturales, y la impredecible interpretación del trío de niños (Lara Ragora, Mateo Baldasso, Mila Marchisio), verdaderos motores del relato, configuran una especie de fábula de los hermanos Andersen que avanza sobre sensaciones para repasar una época intensa, plagada de aventura y posibilidades, que se amenaza por un hecho que aún no se logra comprender. “El día que resistía” estrena en MALBA los domingos de febrero a las 19.30 horas.
La ópera prima de Alessia Chiesa comienza con una diáfana, encantadora y lúdica mirada a la intimidad de tres hermanos en el ámbito bucólico de una casa de campo. Fan (Lara Rógora), de 9 años; Tino (Mateo Baldasso), de 7; y Claa (Mila Marchisio), de 5, juegan a las escondidas, a la "lluvia" de caramelos, bailan, se disfrazan, pintan, se lavan los dientes, interectúan con el perro Coco... Pura inocencia. Sin embargo, ya a los pocos minutos descubrimos algo inesperado: el padre y la madre no están en el lugar. Los dos más pequeños, por lo tanto, están al cuidado de Fan, quien con sus corta edad se encarga de cocinarles, de preparles el baño y de contarles cuentos para que se duerman. Lo que Fan les lee es la clásica historia de Hansel y Gretel y algo de un perturbador cuento de hadas tiene El día que resistía, una enigmática película que se va enrareciendo a medida que avanza hasta volverse bastante ominosa. ¿Qué pasó con los adultos? ¿Dónde están? ¿Por qué los chicos están solos? Esa incógnita inicial envuelve el relato, mientras las condiciones de los niños y de la casa se va degradando de forma progresiva e inevitable. Los paseos de los chicos por el bosque lindante, una tormenta, algunos signos de violencia pasada, los secretos, mentiras y traiciones que cada uno de los tres exclusivos protagonistas va descubriendo (y sufriendo)... Chiesa construye con ductilidad, sensibilidad, criterio e inteligencia los climas y sostiene la tensión a partir de la frescura de sus tres pequeños y expresivos no-actores en una película que remite por momentos a Nadie sabe, del japonés Kore-eda Hirokazu, y en otros a Nana, de la francesa Valerie Massadian, para citar solo dos posibles referentes. El dispositivo visual (que exalta la ligereza de las anécdotas diurnas y cierta tensión que se va percibiendo cuando se acerca la noche) sintoniza con las búsquedas dramáticas de una fascinante y luego angustiante película sobre la ausencia, la falta de contención y la dinámica infantil en un micromundo que luce como atemporal, alejado de lo urbano y, claro, del universo de los adultos.
“El día que resistía”, de Alessia Chiesa Por Gustavo Castagna A puro formalismo y a pura fusión de imágenes y sonidos transcurre El día que resistía, la extraña opera prima de Alessia Chiesa. Tres niños protagonistas de 9, 7 y 5 años, Fan, Tino y Claa sus personajes (Lara Rógora, Mateo Baldasso, Mila Marchisio), una casa, un bosque, unos libros, unos espacios a descubrir y recorrer, una ausencia notoria relacionada las figuras de los padres. Con esos elementos en tensión y entre juegos infantiles al inicio, Hansel y Gretel como primera lectura referencial y las atmósferas y climas de los cuentos de hadas, la película de Chiesa elige tonos pausados y cansinos, nunca aferrados a una morosa letanía, con la intención – siempre bienvenida – de sostener el interés a través de la potencia de las imágenes en perfecta combinación con el uso de la luz y el sonido. Fan, la mayor, está al cuidado de los otros dos chicos y esta información no es menor. La voz principal es la de ella pero los temores invaden a los tres pequeños, o en todo caso, los movimientos en solitario del trío protagonista reflejarán los momentos más tensos e incómodos de la película. Por ejemplo, en los casi diez minutos donde Tino está solo y la naturaleza adquiere fuerza protagónica a través del sonido. Chiesa logra en varias zonas de su película transmitir los – supuestos – temores infantiles (enmarcados desde la inocencia de los púberes) hacia un espectador adulto. El chico, o cualquiera de los tres protagonistas de El día que resistía, van de acá para allá, invaden el bosque, miran sin comprender, escuchan sin decodificar los sonidos, juegan, preguntan y no reciben respuestas cuando están solos. Son chicos ocupando espacios nuevos y originales para ellos. Son chicos observando y descubriendo territorios desconocidos. Y la película, su directora y los impecables rubros técnicos consiguen comunicar ese pasaje: los temores se transfieren al espectador, como si cualquier de nosotros estuviéramos con los tres niños en ese bosque intangible, en esa vegetación, al mismo tiempo, protectora y agresiva. Sí, de alguna manera se está ante una relectura de Hansel y Gretel. Pero el mejor cine de terror, el de la elusión y el del fuera de campo, también se hace presente en más de una secuencia de El día que resistía. EL DÍA QUE RESISTÍA El día que resistía Argentina/Francia, 2018. Dirección y guión: Alessia Chiesa. Fotografía: Alejandro Bonilla. Edición: Maxime Cappello, Alessia Chiesa y Baptiste Petit-Gats. Dirección de arte: Jimena Gaillour. Sonido: Mercedes Tennina, Gonzalo Palmieri y Agathe Poche. Con: Lara Rógora, Mateo Baldasso, Mila Marchisio. Duración: 98 minutos. Se exhibe los domingos de febrero, a las 19.30, en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415).
Tres hermanitos con su perro pasan los días y las noches en una casa apartada. Los padres no aparecen. Hay algún parecido con “Vendrán lluvias suaves”, de Ivan Fund, pero aquélla era naif. La de ahora termina inquietando. Autora debutante, Alessia Chiesa.
Alessia Chiesa toma como punto de referencia Hansel y Gretel, de Engelbert Humperdinck, para contar la peculiar historia de tres niños ¿abandonados? en una casa del bosque, donde, como en la mayoría de los relatos clásicos infantiles, lo que empieza como un cuento de hadas irá mutando hasta convertirse en uno de terror. Fan (9 años), Tino (7) y Claa (5) son tres hermanitos que están instalados en una casita en medio del bosque. Sus padres no están y mientras esperan un regreso que nunca ocurre juegan, comen caramelos, leen cuentos, se sienten libres, junto a su perro Coco. Pero a medida que la ausencia de los adultos se empieza a notar cada uno comienza a ejercer un juego de poder y manipulación sobre el otro que funciona como un espejo de lo que ven en los mayores. Chiesa construye hábilmente un relato lúdico, como un cuento de hadas y brujas, sobre la lucha de poderes, para mostrar como también desde la ingenuidad e inocencia éste puede ser ejercido. La convivencia entre los tres hermanos se va volviendo tensa a medida que la ausencia de los padres es cada vez mayor y Fan, la mayor aprovecha, su liderazgo para comenzar a impartir órdenes sobre los más pequeños en base al miedo y la manipulación psicológica. En El día que resistía (2018) Chiesa solo trabaja con los tres niños, todo un riesgo del que sale airosa, y los filma como si fuera un juego, improvisando escenas con total naturalidad, colocando la cámara a sus alturas en un estado observacional, mezclando realidad y fantasía, para realizar un estudio antropológico sobre el comportamiento infantil a través de una dualidad con los padres, estableciendo jerarquías, luchas de poderío, y donde los mandatos entran en juego poniendo en juego la estabilidad reinante. Mutando de un comienzo encantador a un sutil terror mágico, El día que resistía bucea entre el mundo real y la fábula fantástica, donde, como en los cuentos, los sueños se convierten en pesadillas, las brujas engañan a los niños y las hadas, algunas veces, llegan para devolverles la inocencia perdida.
Tres chicos en un mundo sin adultos Con más de 200 películas estrenadas cada año, y aun siendo uno de los más variados en formas, formatos, estilos y abordajes temáticos del mundo, el cine argentino tiene sus predilecciones. Las historias centradas en niños y adolescentes son una de ellas, con Amor urgente o Mi mejor amigo como los mejores ejemplos vistos en los últimos meses. En esta corriente suelen predominar las historias de iniciación, de descubrimientos generalmente relacionados con el amor o los vínculos, que adoptan el punto de vista de sus protagonistas: películas donde los chicos recorren un arco madurativo en consonancia con el avance del relato. Sería muy sencillo encuadrar a El día que resistía en este corpus, en tanto los protagonistas son tres hermanitos de entre 7 y 9 años. Sin embargo, la ópera prima de Alessia Chiesa es un objeto cargado de particularidades que la convierten en una rareza absoluta. Estrenada en la Berlinale del año pasado y parte de la Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata, El día que resistía es igual de enigmática que su título. ¿A qué, o a quién, resisten esos chicos? Difícil saberlo en los primeros minutos, cuando la cámara observa a prudente distancia al trío –hermana mayor y menor, hermano del medio– jugando a las escondidas en medio de un bosque. Una distancia no sólo prudente sino también carente de cualquier cálculo, en tanto esa cámara parece sorprenderse con los movimientos de los chicos: a ellos persigue como si fuera un jugador más que no debe ser encontrado. El día es diáfano y la alegría, indisimulable. Lo mismo que cuando vuelven a la casa y Fan, la mayor, organiza una fiesta de caramelos que los otros celebran. “Lávense los dientes”, ordena Fan antes de que se vayan a dormir. El panorama es similar al otro día, cuando se levanten y se encuentren igual de solo que antes. Recién sobre la media hora de metraje uno de ellos pregunta lo mismo que el espectador viene preguntándose hace rato: “¿Y mamá y papá?”. “Ya van a volver”, tranquiliza Fan, a estas alturas ya convertida en lo más parecido a la líder del clan. Durante esta escena afloran los dos lineamientos principales del film. El primero es que se trata de un universo de información escamoteada, entregada a dosis justísimas, donde los adultos no participan. No participan porque no están. Literalmente no están: los padres se fueron y dejaron una carta –que se lee recién en la mitad de la película– notificando de la partida y avisando que pueden contactarlos escribiéndoles a una dirección postal. Esto le sirve a El día... para llevar el punto de vista infantil hasta su extremo, en tanto no se trata de chicos viviendo una experiencia en la que lo adulto es un factor condicionante, sino de chicos viviendo en un mundo de chicos. Difícil recordar otra película donde no haya ni un personaje mayor dando vueltas. La ausencia de miedo, la aceptación sin cuestionamientos de esa soledad y la soltura a la hora de moverse solos por el lugar son síntomas del segundo lineamiento de Chiesa, que es hacer de esa anomalía algo cotidiano, como si fuera lo más normal que tres sub-10 sean los únicos ocupantes de un caserón en medio de la nada durante días. Pero lentamente las cosas empiezan a enrarecerse, sobre todo cuando cae la noche, ese momento donde la oscuridad es capaz de despertar las fantasías más oscuras. En ese sentido, no es casual que la lectura de cabecera de los chicos sea Hansel y Gretel: igual que el clásico de los hermanos Grimm, aquí la luminosa aventura infantil dará paso a un incipiente terror basado en la deformación de lo rutinario y en un fuera de campo pleno de amenazas, con lo sonidos de la noche usados como elementos de enorme peso dramático. El día que resistía no sería lo que es sin sus tres actorcitos. Los tres están bárbaros y se llaman Mateo Baldasso, Mila Marchisio y Lara Rógora. Esta última se lleva los laureles como esa hermana mayor cuya autoridad coquetea peligrosamente con el autoritarismo, lo que le permite al film de Chiesa explorar la construcción de las dinámicas de poder en el mundo de los bajitos.
“DONDE EL MUNDO ES UN CHOCOLATÍN” La infancia de tres niños nos acerca a un mundo de juegos en el que todo problema se pasa cantando “hay que llamar al lobo”. La espera de la llegada de los adultos está siempre presente, pero ellos se sostienen juntos hasta que llegue ese momento. No sabemos la causa por la que Fan, Tino y Claa están solos. Pasan los días y siguen sin tener contacto con un adulto. Entendemos que están en su casa, se nota la comodidad y se respetan ciertas reglas ya pactadas. Pero hay un gran silencio sobre esa ausencia. Los más chicos preguntan cuándo llegan mamá y papá, y la más grande les responde que pronto. Por los objetos y vestuario el film parece situarse entre los 70 y 80. Este periodo en conjunto con un motivo de desaparición desconocida provocará para algunos una línea directa con la última dictadura cívico militar. El cuarto prohibido de los padres también parece un móvil de sospecha. Otra de las causas que lleva a esa interpretación es la espera de los chicos, que no salen a buscar a algún adulto, aun cuando la comida ya es nula. Pero la película no hace aclaraciones, deja a libre interpretación del espectador. Jugar y mantener la rutina hasta que lleguen mamá y papá es lo que moviliza al film. Y, por supuesto, aquello que genera cierta incomodidad y suspenso. Pero la infancia está cuidada, los observamos a los tres jugar y hacer travesuras. Sólo en pocos momentos, los vemos mal. Ellos están siempre en busca de nuevos desafíos, como si el tiempo no existiera y los días no pasaran. Claa tiene el rol más difícil, una edad intermedia entre ser niña y adolescente. Es ella la figura adulta en esa casa, conmueve verla cuidar de sus hermanos, pero ese peso no es sostenible. La tensión es inevitable cuando se la ve a Claa siendo, como corresponde, una niña y por ende descuidando a sus hermanos. La visión a la que asistimos es la de los niños, por eso el tiempo pareciera estar trastocado. Lo mismo pasa con lo que vemos, hay planos generales, pero nunca se puede observar bien la dimensión que tiene el lugar en el que están. La casa que habitan junto al bosque, en el que se sitúa la historia, parece ser un laberinto en el que la inmensidad es una buena oportunidad para el juego, pero también para el miedo. El día que resistía trabaja con una interacción necesaria con el público. Al no estar los adultos, son los espectadores quienes mantienen en vilo la desesperación porque a ellos no les pase nada. Mientras que los chicos siguen jugando, sin notar gravedad de la situación. El film está apoyando especialmente en sus protagonistas, los tres con personalidades atractivas y diferentes. Llevan adelante la película arrasando con sus comentarios oportunos y sus peleas contra la rutina. Alessia Chiesa, la directora, logra mostrar con mucha naturalidad la niñez. Los juegos se entablan de una manera muy genuina.
Ellos son tres y juegan a "la Mancha". Fan, Tino y Clara (nueve la mayor, cinco la menor, siete el del medio) viven en una casona en el campo. Coco es su perro fiel y vamos viéndolos cantando, bailando, jugando, bañándose y durmiendo. El día siguiente será más o menos así. A su alrededor, el bosque. Por las noches la hermana mayor que les lee "Hansel y Gretel", el clásico cuento infantil con bruja caníbal incluída. Cuando los juegos se suceden y los padres no aparecen, pensamos que algo se viene. Pero lo único que acompañará a los chicos será la ausencia, y poco a poco el deterioro anímico. La casa se cubre de premisas extrañas "No abrir a extraños. No ir al bosque" las mismas consignas que, seguramente, la madre les indicaba. A medida que el tiempo pasa, se multiplican las actitudes intolerantes de los chicos, rebeldías inexplicables ante la figurita mínima que ejerce el poder, la hermana mayor. Pero no le hacen caso por más que quiera imitar a la madre y endurezca la voz y la mirada. Tendrá que hacerse fuerte y autoritaria para que la respeten. Ni siquiera esa Fiesta de Caramelo que propone (inspirada por la casita de la Bruja de "Hansel y Gretel"), tiene el deseado efecto. LOGRADA ATMOSFERA Alessia Chiesa logra construir una historia casi mágica, donde la naturaleza asume planos de belleza pero también de amenaza, donde el fuera de campo es el misterio y la pintura de atmósferas se convierte en el mayor hallazgo junto a la increíble actuación de los niños. En ningún momento podemos dudar de esa realidad y de las actitudes de los chicos, tan espontáneas son. Canturreos, rimas antiguas e imágenes que recuerdan filmes como "Nadie sabe" del mismo director o "Todas las noches a las 9" de Jack Clayton. Un filme de cuidada elegancia formal y donde todos los rubros se dan la mano. "El día que resistía" es la primera película de una interesante directora que crea atmósferas y climax con misterio y delicadeza y que se llevó el premio a la mejor ópera en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Un cuento infantil (con todo lo que eso significa) de tres hermanos pequeños sobreviviendo a la ausencia de sus padres, en una trama cada vez más oscura, es El día que resistía, la ópera prima de Alessia Chiesa. Tres hermanos (dos niñas y un niño pequeños) se quedan solos en la casa familiar. Sus progenitores no están, se han ido como quien sale de apuro, y lo que en un principio resulta un tiempo libre en el que no hay reglas, ni límites y todo es un juego interminable, a medida de que pasan los días se va volviendo más difícil y complicado para la subsistencia y para los roles asumidos. Cada noche Fan, la mayor, les narra un cuento a Tino y a Claa y pareciera estar relatando la vida que están transitando en esa casona enorme con la habitación vedada de los padres, el bosque próximo y peligroso y la acumulación de vajilla sucia, los alimentos que escasean y los servicios que se cortan. Cada noche entre ruidos fantasmales y caminatas nocturnas y/o desapariciones de algunos de ellos -que ya no se sabe si son ciertas o soñadas-, el realismo comienza a fundirse entre el terror y el tono de las fábulas infantiles con esos miedos ancestrales de la infancia de la humanidad. El trabajo con el sonido es de una potencia indudable y de un trabajo destacadísimo creando climas y ambientes y realzando lo que la imagen sugiere. El desempeño actoral de los tres protagonistas (Lara Rógora, Mateo Baldasso y Mila Marchisio) impresiona porque son sólo ellos toda la película y transmiten con naturalidad los sentimientos por los que transitan sus personajes desde la alegría, la tristeza, el miedo, los enojos y peleas generando una total empatía.
Participante de la competencia oficial del último Festival de Cine de Mar del Plata, “El Día que Resistía” es la ópera prima de su autora, Alessia Chiesa. La película aborda la mirada infantil de tres hermanos (Fan, Clara y Tino) durante horas en soledad. A medida que una espera prolongada y misteriosa toma dimensión, el hecho transforma el universo de dos hermanos, evento que trastocará la percepción que tenemos del mundo de los más chicos. Partiendo de un mundo infantil habitado por la imaginación, la directora construye una fábula que se apoya en un concepto estético primordial. En este caso la autora se propone, según sus palabras, ‘contar la experiencia sensorial a través de la imagen y el sonido, dejando la palabra en un segundo plano’. Con la sensibilidad y la profundidad necesarias para explorar la paleta estética, Chiesa consigue contar sin decir aquello implícito que el sonido construye desde dicha composición narrativa aquello que está pasando, sin enunciarlo. ‘El dia que resistia’ es una película que retrata el paso del tiempo y la transformación del mundo infantil durante la ausencia paterna. Basándose en recuerdos de su propia infancia y en un trabajo propio de investigación, la autora retrata una historia contada por niños, hecho que constituye todo un desafío personal, llevado a cabo con autenticidad y originalidad.