Jacinto, el insobornable En su último trabajo para cine (el filme es de 2008), Ulises Dumont compone a un hombre que no se deja corromper. El fin de la espera tiene elementos de cierto cine nacional de los ‘80: personajes maniqueos -con un protagonista noble, insobornable-, diálogos retóricos, música generadora de climas y tono políticamente correcto, con moraleja (bastante discutible) incluida. Lo más interesante es ver todavía en pantalla a Ulises Dumont: el único que se destaca en medio de actuaciones discretas. La historia, que nos alecciona sobre lo malos y corruptos que son los políticos y lo inocentes y éticos que son algunos ciudadanos que los votan, tiene como personaje central a Jacinto (Dumont), que maneja una granja-hogar para chicos desamparados. Alguna vez, él apoyó la candidatura de un viejo amigo, ahora devenido “ministro”. Media película muestra a Jacinto luchando contra distintas complicaciones, internas y externas; la otra mitad, lo que ocurre cuando al fin se encuentra con el ministro. El filme de D’Intino está ambientado en bellos paisajes rurales. La primera parte se centra en la tenacidad del héroe austero, tentado a abandonar el terreno por dinero. Ni se imagina lo que le espera cuando se encuentre con su viejo amigo, el que podría salvarlo. Dumont tiene una gran ternura contenida y un carácter díscolo, con justificación. Su personaje transmite, también, desolación, sobre todo al quedar solo con un niño muy pobre y una chica embarazada. Es lo mejor de un muy discreto filme.
Rebelión en la granja Un lugar que parece no tener nada, sólo unos cuántos chicos y un hombre que se ocupa de ellos, termina siendo escenario de múltiples conflictos en El fin de la espera (2008). Pero ninguno parece frenar a Jacinto (Ulises Dumont), el dueño de la granja, que está dispuesto a todo con tal de proteger a sus inquilinos. El protagonista es un hombre de 65 años cuya prioridad es el cuidado de un grupo de chicos con los que convive en una granja. Pero su tarea se hace aún más dificultosa cuando la fundación que los ayudaba económicamente los abandona, su cosecha no prospera, y varios de los chicos se fugan, quedando a su cargo sólo un nene y una embarazada. Es entonces cuando el ministro de Bienestar Social (Ricardo Bertone), amigo del anciano, llega al lugar. Pero su presencia en vez de mejorar la situación, la complica aún más, ya que es perseguido por un caso de corrupción. Desde el comienzo, y hasta una de las últimas escenas del film, se planta la duda de dónde está El Pulga (Alvin Astorga), el primer chico que se escapó del hogar. Pero éste es sólo uno de los problemas que logran abatir a Jacinto, que no sólo espera noticias sobre el paradero del adolescente, sino también ayuda económica para su proyecto, y la llegada de la lluvia que riegue sus tierras. Casi tres años después de su muerte, el público puede ver a Ulises Dumont encarnando un personaje que enternece en –casi- la totalidad del film, ya que su única preocupación es el cuidado de sus chicos. Su amor parece inagotable, y lo conduce a realizar hasta lo impensable, como por ejemplo cavar un pozo muy profundo en busca de agua, aunque termina utilizando el hoyo para un fin totalmente distinto. El ritmo que tiene la película se debe a que los conflictos se suceden uno tras otro, sin dar respiro a Jacinto, por lo que el espectador se mantiene en estado de alerta. Además, éste personaje sufre una transformación a lo largo del film, cuando se desborda ante los múltiples problemas que debe enfrentar, y llega a actuar de una forma que es impensable en el comienzo del film. Este es el tercer trabajo que el director Francisco D'Intino presenta en dos semanas, luego de dos estrenos simultáneos, Rita y Li (2010) y Caiçaras, los hombres que cantan (2011), el primero de ellos aún en cartelera. El fin de la espera se desarrolla en una granja enmarcada en las sierras de Tucumán, siempre presentes en el fondo de cada plano. Pero la tranquilidad del lugar será interrumpida, y Jacinto se mostrará invencible, ya que cuando se trata de sus chicos, está literalmente dispuesto a todo.
La solidaridad de un hombre de campo La calidez, la comprensión y el amor al prójimo caracterizan la filmografía de Francisco D'Intino, plena de humanidad y de ternura. En El fin de la espera, el realizador posa su mirada en Jacinto, un hombre mayor que dejó atrás las comodidades de la gran ciudad en su intento de que los niños y los adolescentes faltos de calor hogareño puedan vivir en un mundo mejor, en una huerta casi perdida entre montañas, donde los chicos, callados y taciturnos, cultivan frutas y verduras. Por momentos la historia se tiñe de tristeza cuando la lluvia arruina la cosecha, cuando la fundación que los ayuda los deja sin dinero o cuando algunos muchachos se escapan. Pero Jacinto no se da por vencido, ya que pelear con pasión y honestidad es su mejor arma. Rodada en paisajes cordobeses, El fin de la espera muestra otra vez a un cineasta que deja de lado toda pretensión rebuscada para que los espectadores puedan entrar en ese juego cómplice teñido de íntimo amor. Inexplicablemente, el film llega a los cines locales con cierta demora, ya que éste fue uno de los últimos trabajos de Ulises Dumont para la pantalla grande. El resto del elenco, compuesto en su totalidad por actores del interior, logra el justo propósito de dotar de verdad a sus papeles, y así D'Intino y su equipo lograron moverse a través del delicado territorio del cine narrativo con sensibilidad, sin más pretensiones que contar un cuento moral sobre un tema que nos interroga a todos.
Humilde, emotiva y con Ulises Dumont Tercera película del cordobés Francisco DIntino en lo que va de septiembre, luego de las agradables «Rita y Li», rodada en Santa Fe, y «Caicaras, hombres que cantan», rodada en Ilhabella. Esta se rodó en zonas de Catamarca y Tucumán, y no es tan agradable. El drama que nos cuenta es bien serio, aunque por suerte tiene final feliz. Digamos asimismo que tiene la mejor fotografía de las tres, ostentando nubes, cerros y cielos, y también tiene lindos y abundantes aportes musicales de Marcelo Piazza, el mismo que trabajó en «Rita y Li». Pero hay algo más: el protagonista es Ulises Dumont, que sigue peleando aún después de muerto, lo cual se explica por la enorme cantidad de películas de bajo presupuesto que interpretó en sus últimos años, y que se van estrenando a medida que dicho presupuesto se los permite. Según dicen, quedan todavía unas cuatro en estado de postproducción, que algún día veremos, si Dios quiere. La que ahora vemos lo muestra en uno de sus típicos y queribles personajes de Quijote rezongón, luchando contra las inclemencias de la vida, la inercia de quienes esperan sentados su ayuda, y la mezquindad de quienes deberían ayudarlo y en cambio le caen con recriminaciones. Salvo, como siempre, unos pocos amigos y/o vecinos. Acá es el encargado de una granja para chicos en situación de riesgo, que prefieren escarbar basura en la ciudad antes que rastrillar cascotes para sembrar zapallos. Mientras, la Fundación a cargo prefiere cerrar la granja y aprovechar el terreno para algún negocio que compense los gastos. Y el amigo ministro provincial, que nunca está en su despacho, un día prefiere aparecerse, digamos, de incógnito. Cada uno tendrá sus razones, y nuestro héroe también las tiene y sabrá salir adelante, aunque en este asunto la resolución parece algo apresurada. Todo luce hecho en tres semanas, con poco dinero, pocos (pero dos buenos) actores de apoyo, reducido equipo técnico local, debidamente eficiente, y mucho corazón.
La corrupción política El director y guionista aborda el tema de la injusticia y el tejido social dañado a través de las corruptas gestiones llevadas a cabo por los distintos gobiernos locales. Como en "Rita y Li", su filme anterior estrenado hace un par de semanas atrás, Francisco D"Intino vuelve a elegir un tema social para llevar al cine. Si en la anterior trataba el tema de dos mujeres inmigrantes, explotadas por un policía corrupto, en "El fin de la espera", es un hombre de más de sesenta años, que se encarga de una granja-hogar para chicos de la calle. Esta es la última película en la que actuó Ulises Dumont, él que falleció pocos meses después de terminado el rodaje, que se realizó en la provincia de Tucumán. Jacinto, a cargo de Dumont, es la historia de un hombre que intenta creer en una justicia utópica. Una fundación primero le entrega las tierras para construir ese hogar para niños y luego se las quita, a la vez que es estafado por un funcionario público que le promete una suma de dinero y luego le entrega un mínimo de lo pautado. El director y guionista aborda el tema de la injusticia y el tejido social dañado a través de las corruptas gestiones llevadas a cabo por los distintos gobiernos locales. El director se apoya en los afectos y le otorga un final inesperado a este filme simple y directo, con una admirable actuación de Ulises Dumont.
En El Fin de la Espera, Jacinto está grande ya. Anda por los setenta y largos pero sigue siendo un idealista. Uno de esos pocos hombres que uno se encuentra en la vida y no queda sino admiración por la fidelidad incorruptible a sus convicciones. Una fundación le otorga desde hace tiempo un subsidio para llevar adelante una suerte de granja que alberga chicos carenciados. Pero… La fundación decide torcer el rumbo de su imagen a otro lado y quiere quedarse con los terrenos ante la negativa de Jacinto quién se declara inamovible del lugar hasta que no quede un solo chico sin tener una oportunidad de subsistir. (Tamaña gesta la del viejo en la Argentina de hoy). A todo esto, hay un político corrupto dando vueltas, un hombre acusado de fraude que eventualmente ayudó a Jacinto durante la campaña y ahora necesita un lugar para “desaparecer” por un tiempo hasta que la cosa se calme y el periodismo deje de preguntarse donde está la plata. Este es el contexto que rodea la historia de un hombre y su lucha por sacar adelante un proyecto de ayuda a los más necesitados. El Fin de la Espera es un film “hecho con dos pesos”. Proporcionalmente, Mi Primera Boda tendría el presupuesto de Transformers para que se de una idea de lo que estamos hablando. Por eso el director, eligió una historia simple, llevada a cabo con lo que hay sin caer en lo pretencioso. Son estos y no otros factores, los que hay que tener en cuenta para disfrutarla. No podemos como espectadores de cine en este siglo, exigirle lo mismo que a un tanque de Hollywood porque los millones en esta película solo están en la ficción de la misma. El personaje de Jacinto está interpretado por Ulises Dumont pero la película es de 2008. El propio productor Enrique Muzio, presente en la función de prensa, contó en exclusivo para A SALA LLENA, que decidieron no estrenarla entonces porque Ulises se fue de gira el 29 de Noviembre de ese año. Casi tres años después podemos verlo en la última película que filmó. Su actuación es de esas con características consagratorias. El Fin de la Espera no hubiera sido posible sin Dumont. Una entrega y un sacrificio por su profesión como pocas veces he visto porque Ulises estaba mal ya en ese momento y sin embargo lo vemos cargar piedras bajo el sol tucumano o levantar una batería de automóvil. Admirable y conmovedor. Su Jacinto se enoja con la coyuntura, protesta y se planta en su posición como nos gustaría a nosotros. Grita o putea cuando es necesario y desde esa rigidez se maneja con los chicos. Un papel que valdrá seguramente algún premio vernáculo aunque suba otro artista a recibirlo en su nombre. Desde la realización, el director Francisco D’intino presenta y estrena su tercera película en lo que va de 2011. Considerando lo que había, sale apenas airoso de una propuesta en la que hubiera sido fácil caer en vueltas de tuerca innecesarias. Por el mismo motivo (plata) los rubros técnicos como el sonido o el arte, llegan a hacer pie y por el lado del guión parece un poco precipitado el final. Uno se queda masticando si había antecedentes suficientes para este desenlace o algo quedó fuera de la edición definitiva. El Fin de la Espera es para ver a uno de los grandes actores argentinos en su máximo potencial haciendo lo que sabe. Sólo alguien con mucho talento puede hacer eso en el estado en que estaba. Levantar algunas piedras y levantar la película entera.
Un oscuro día de justicia La última película de Ulises Dumont dirigida por Francisco D'Intino y postergada 3 años, ya está en los cines porteños contando una historia tan posible como el país que la alberga. Cosas de la industria o de quién sabe qué obstáculo El fin de la espera, uno de los últimos trabajos del recordado y entrañable Ulises Dumont se filmó en 2008 y se estrenó el jueves próximo pasado. Aquí, Ulises compone a Jacinto, un hombre cuya solidaridad y esperanza en cambiar algo lo hacen sostener un espacio en un paraje rural donde los despojados cultiven y cosechen y logren así una mínima inserción en lo que conocemos tan bien. Un entramado social devastado por las sucesivas caídas y olvidos del Estado. Las tierras que una fundación le otorga para hacer funcionar su sueño luego tratan de serle arrebatadas y allí Jacinto se enfrenta con una verdad, los amigos de ayer, cuando devienen en sujetos con un mínimo poder, cambian. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos decía Don Pablo Neruda. Dumont que supo componer héroes que estando parados sobre una pirámide de naipes se convirtieron en justos buscadores de la equidad, tampoco falla aquí y es acompañado por un elenco elegido ex profeso en el interior para dotar de mayor realismo a una historia que sin data ni nombres de padrón puede y seguramente es real, varias veces. Niños que huyen ante el desbarranque de la situación, paraderos que preocupan al alma de la granja y que muestran su amor por la causa de los más necesitados y la responsabilidad de cuidar de una embarazada y un niño. Nada lo amedrenta y Jacinto saca a relucir una faceta impensable hasta el momento de mayor crisis. La cámara de D`Intino consigue el intimismo necesario para brindar esa calidez que sólo alguien con compromiso social y un gran amor al prójimo tiene dentro de sí. Bellos paisajes tucumanos en dónde lo bucólico corre siempre el peligro de ser velado por la corrupción son parte de una historia lamentablemente habitual, la del hombre timado en su utopía más querida. El final depara sorpresas en un buen film que nos da la oportunidad de volver a ver a Ulises y recordar porqué lo queremos tanto.
Todo gira en torno a un hombre de unos 65 años de nombre Jacinto (Ulises Dumont) que trabaja día y noche para llevar a delante una granja casi perdida en las montañas, que es el hogar de unos chicos desamparados y huérfanos, ellos son: El Pulga, La huesito, Nico y otros niños; viene muchos de ellos de sufrir el maltrato con problemas de riesgo social, y hay que brindarles cuidados, amor y formarlos para que puedan crecer y ser personas de bien para poder vivir en sociedad. Para poder vivir bien deben regar la tierra para que crezca la cosecha y para eso primero trabajan duramente para abrir una especie de canal, asi el río logra bañar el lugar, pero las cosas en la granja no funcionan del todo bien, empeoran; la lluvia arruina la cosecha, la fundación que los ayuda los abandona y la mayoría de los chicos se escapan. Ahora Jacinto sigue cuidando una niña embarazada y a un niño pequeñito. Con la llegada del ministro de bienestar social (Ricardo Bertone), amigo del anciano, que viene a conocer el lugar enciende una luz de esperanza; el amor de Jacinto es inagotable, y lo lleva a realizar hasta lo impensable, hasta cava un pozo muy profundo en busca de agua, aunque luego termine utilizándolo para un fin totalmente distinto. Pero rápidamente las cosas no suceden como ellos quieren, el ministro está huyendo perseguido por un caso de corrupción; uno de los niños El Pulga (Alvin Astorga), se escapó y es asesinado por la policía; ahora Jacinto intenta a través de una serie de hechos que finalmente cambiarán el estado de cosas. Este film llega bastante demorado, se estrena en una sola sala, este fue el último de los trabajos de Ulises Dumont (Buenos Aires, 7 de abril de 1937-29 de noviembre de 2008) para la pantalla grande, fue un destacado actor de teatro y el cine argentino; el resto del elenco está compuesto en su totalidad por actores del interior, refleja no sólo una historia pequeña sobre la solidaridad y la justicia, sino que también muestra la corrupción política y policial, todo rodeado de bellas locaciones, el personaje de Jacinto es creíble, tierno y admirable, no logra mantener el ritmo, se hace algo denso, los diálogos son convincentes por momentos, tiene moraleja para reflexionar y debatir.
El último y gran trabajo de Ulises Dumont en El fin de la espera de Francisco D´Intino El director y guionista Francisco D´Intino estrenó la película que realizara en el año 2008 titulada El fin de la espera, que es anterior a Rita y Li (filmada en 2010 y estrenada en 2011) y al documental Caiçaras, los hombres que cantan que es una producción de 2011. D´Intino también tiene otras realizaciones anteriores en la mayoría de las cuales participó Ulises Dumont, cuyo trabajo en El fin de la espera fue el último que realizó el consagrado actor. Sinopsis de “El fin de la espera” Un hombre de 65 años, Jacinto, trabaja al frente de una granja-hogar para niños desamparados en medio de innumerables dificultades que, sin embargo, no quiebran su ánimo sino que lo empujan a seguir luchando mientras “espera” que quienes tienen que tomar decisiones que lo ayuden, se dispongan a cambiar su angustiante situación. Pero las cosas empeoran cuando un fenómeno climático arruina los cultivos de la granja, la fundación que ayudaba a la institución decide no proporcionarle más fondos y los niños internos se fugan. Jacinto se queda con la única compañía de una jovencita embarazada y un niño, los tres seguirán en la “espera” de que las cosas mejoren. Jacinto cree que por fin su espera ha terminado y todo mejorará cuando llega a la granja el ministro de Bienestar Social, pero pronto descubre que no será así y se da cuenta que él ya no está dispuesto a seguir esperando que las cosas las arreglen los demás y actúa impulsivamente para lograr los medios que lo ayuden a cumplir el único propósito que tiene en su vida: que todo funcione sin problemas. Análisis y crítica de la película “El fin de la espera” D´Intino, también guionista de esta película, muestra la vida de un hombre muy idealista que espera que sus buenas acciones sean reconocidas por los demás y que éstos lo ayuden para que él pueda seguir con la misión que se autoimpuso. A estas personas quizá les resulte muy difícil ver que la realidad les muestra que hay quienes ven la beneficencia otro modo de enriquecerse o al menos de lucirse como si estuvieran en una vidriera en una exposición que “esperan” les reditúe algún beneficio en el futuro. El guión también se ocupa de la corrupción de los políticos que “esperan” llegar al poder para enriquecerse y sólo ayudan a los necesitados “esperando” que ese hecho se vea y les reporte votos, aunque esta subtrama ha quedado poco desarrollada para ocuparse más en destacar los escollos administrativos que a cada paso encuentra Jacinto. La fuga de los niños hace suponer al espectador que se trata de delincuentes juveniles y que quienes se quedan a su lado lo hacen porque “esperan” algo, la muchacha espera un hijo y el niño espera ser mayor. Jacinto y el ministro son los únicos personajes que tienen un desarrollo activo en la trama, los demás sólo son roles de soporte necesario con una personalidad “fija” para que no alteren el hilo conductor, sin embargo esto implicó que las subtramas se resuelvan demasiado rápido luego de algunas reiteraciones que atentan contra la atención del espectador. El último y gran trabajo de Ulises Dumont En medio de una película que cuenta lo que pasa pero sólo entrega un mensaje que puede ser muy discutido por el espectador, se destaca la labor de Ulises Dumont como Jacinto, el protagonista de la historia. Dumont, demuestra en este filme todo el oficio que tenía y no compuso sino que se respaldó en su “physique du rol” (muy apropiado) dándole transformaciones muy sutiles a su personaje, algo difícil de lograr en cine, donde el actor debe mantener una línea de construcción en medio de cortes y a veces con tomas alternadas. El haber logrado un armado perfecto de un personaje que tiene un protagonismo exclusivo hizo que el resto del elenco realizara una labor homogénea, algo que, llamativamente, no logró D´Intino en su filme posterior (Rita y Li), donde ya no estaba Ulises Dumont. No puede clasificarse a esta película como de denuncia sino como testimonial de situaciones que todos “esperamos” que dejen de suceder.
El director y guionista Francisco D´Intino estrenó la película que realizara en el año 2008 titulada “El fin de la espera”. La trama cuenta sobre un hombre de 65 años, Jacinto, que trabaja al frente de una granja-hogar para niños desamparados con innumerables dificultades que, sin embargo, no quiebran su ánimo sino que lo empujan a seguir luchando mientras “espera” que quienes tienen que tomar decisiones que lo ayuden, se dispongan a cambiar su angustiante situación. Pero las cosas empeoran cuando un fenómeno climático arruina los cultivos de la granja, la fundación que ayudaba a la institución decide no seguir proporcionándole asistencia y los niños internos se fugan. Jacinto se queda con la única compañía de una jovencita embarazada y un niño, los tres seguirán en la “espera” de que las cosas mejoren. Jacinto cree que por fin su espera ha terminado y todo mejorará cuando llega a la granja el ministro de Bienestar Social, pero pronto descubre que no será así y se da cuenta que él ya no está dispuesto a seguir esperando que las cosas las arreglen los demás, y actúa impulsivamente para lograr los medios que lo ayuden a cumplir el único propósito que tiene en su vida: que todo funcione sin problemas. D´Intino, también guionista de esta película, muestra la vida de un hombre muy idealista que espera que sus buenas acciones sean reconocidas por los demás y que éstos lo ayuden para que él pueda seguir con la misión que se autoimpuso. El guión también se ocupa de la corrupción de los políticos que “esperan” llegar al poder para enriquecerse, y sólo ayudan a los necesitados “esperando” que ese hecho se vea y les reporte votos, aunque esta subtrama ha quedado poco desarrollada para ocuparse más en destacar los escollos administrativos que a cada paso encuentra Jacinto. Jacinto y el ministro son los únicos personajes que tienen un desarrollo activo en la trama, los demás sólo son roles de soporte necesario con una personalidad “fija” para que no alteren el hilo conductor, sin embargo esto implicó que las subtramas se resuelvan demasiado rápido luego de algunas reiteraciones que atentan contra la atención del espectador. En medio de una película que cuenta lo que pasa pero sólo entrega un mensaje que puede ser muy discutido por el espectador, se destaca la labor de Ulises Dumont como Jacinto, el protagonista de la historia. Dumont demuestra en éste filme todo el oficio que tenía y no compuso sino que se respaldó en su “physique du rol” (muy apropiado), dándole transformaciones muy sutiles a su personaje, algo difícil de lograr en cine, donde el actor debe mantener una línea de construcción en medio de cortes y a veces con tomas alternadas. El haber logrado un armado perfecto de un personaje que tiene un protagonismo exclusivo hizo que el resto del elenco realizara una labor homogénea, algo que, llamativamente, no logró D´Intino en su filme posterior (“Rita y Li”, 2011), donde ya no estaba Ulises Dumont. No puede clasificarse a esta película como de denuncia, sino como testimonial de situaciones que todos “esperamos” dejen de suceder.
Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Una de las últimas apariciones de Ulises Dumont en la pantalla grande viene de la mano de Francisco D’ Intino en la película El fin de la espera que, a tres años de su filmación, finalmente fue estrenada este mes. Estrictamente narrativa, sin tiempos muertos y con gran fluidez nos traslada a un ámbito rural librado a la pobreza y al desamparo de la ley. Dumont encarna a Jacinto, un hombre que vive en las sierras para administrar y cuidar una granja que sirve de hogar a chicos desprotegidos y sin recursos. Mientras la vida diaria de los personajes se va desarrollando, la cámara los acompaña y, por momentos, queda hipnotizada por el vasto paisaje que los envuelve y que, lejos de ser un decorado, exalta una tranquilidad citadinamente desconocida. La película empieza con una sequía que amenaza con echar a perder la cosecha y lo interesante es ver cómo este hecho que parece ínfimo se conecta estrechamente con los diversos grados de las maquinarias de poder que D’Intino exhibe a lo largo de su película. Frente a la posibilidad de perder todas sus provisiones, Jacinto con su astucia logra dominar a la naturaleza y no perder la plantación; éste sería el primer mecanismo de poder: el dominio del hombre hacia la naturaleza. Sin embargo, el desenlace no culmina felizmente ya que los propietarios de un terreno aledaño destruyen el dique que él y los chicos construyeron dejando en relieve el segundo engranaje de poderío que es el hilo conductor de la historia: el sometimiento de los hombres por ellos mismos. En el film la dicotomía entre la abundancia desenfrenada y la carencia absoluta no es arbitraria sino que se revela como producto de las relaciones constitutivas entre el poder político, sus beneficios y la forma en que son repartidos dentro de la sociedad. Burocracias corruptas, cada vez más rollizas y egoístas junto con instituciones que sólo generan neurosis de abandono forman parte del maquiavélico panorama que rodea a Jacinto y a sus chicos. La fauna gubernamental y administrativa se transfigura en la lógica del logo: posar para la foto con los carenciados, elaborar una imagen institucional favorable; el fin justifica los medios, aunque estos sean vacua impostura. Jacinto resiste fuera de la ley y toma una decisión que condensa las paradojas insalvables de su tiempo: sólo a través de la supresión de sí mismo, de la moralidad y eticidad que lo caracterizan, puede encontrar la salida del laberinto. Cabe preguntarse si esta evasión de nosotros mismos es lo que actualmente nos exige la sociedad. La mímesis con su contrafigura (Rulo, el personaje interpretado por Ricardo Bertone) y el pasaje de víctima a victimario se presentan como un mal necesario de naturaleza contradictoria pero que, al parecer, es la única vía de escape factible para el protagonista. Entre los muros que constriñen cada vez más al ser humano las posibilidades no existen y la solución se vuelve algo inevitablemente violento. Forzado a alejarse de lo racional, lo pasional copta a Jacinto y la justicia por mano propia se hace carne él. Por casualidad (o causalidad) el estreno de la película viene a situarse en un contexto que le calza a la perfección. Que este sea un año de elecciones implica que la sensibilidad relacionada con todas estas temáticas está más a flor de piel que nunca. La larga espera por el debut terminó siendo completamente acertada: el debate sobre toda la maquinaria política se encuentra abierto.