Escrito y dirigido por Oscar Mazú, El problema con los muertos es que son impuntuales resulta un documental atípico cargado de humor negro. Con la muerte en los talones El propio Oscar Mazú vivió una experiencia cercana a la muerte. Luego de sufrir un infarto del cual nunca se enteró, se ve obligado a someterse a una difícil operación donde corre riesgo su vida. Este es el punto de partida de El problema con los muertos es que son impuntuales, un documental que, con mucho humor negro, reflexiona sobre la muerte y sus ritos de la mano de Ricardo Péculo, uno de los tanatólogos mas importantes del país. Comedia= Tragedia + Tiempo Las luces se apagan. El proyector se enciende. La película comienza. Una de las primeras cosas que vemos en pantalla son algunos epígrafes, que sirven como una especie de introducción al tema que se va a tratar durante los próximos 80 minutos. Uno de ellos dice: “A todos nos persigue un ataúd desde que nacemos. Lo importante es que no nos preocupe”, firmado por Oscar Mazú. Podríamos discutir largo y tendido si comenzar un documental con una frase dicha por el propio director es algo pedante o no, pero lo cierto es que no está mal. El problema con los muertos es que son impuntuales nace de una difícil experiencia personal de Mazú y es justo que el relato se apegue a ello. Los documentales que parten de experiencias o hechos tan personales (como la muerte en este caso) suelen resultar un tanto difíciles. Esto se debe mayormente a que no siempre logran traspasar la historia individual a una escala más global, con la que todos nos podamos sentir identificados. Recuerdo hace algunos años haber visto un documental llamado Dear Zachary: A Letter to a Son About His Father, una película que relataba, a través de sus familiares y amigos, la historia de un hombre que había sido asesinado y todos contaban anécdotas personales para que su futuro hijo sepa quién era su padre. Aunque intimo y desgarrador, este logró con acierto tocar temas universales como la pérdida de un ser querido, el duelo y por último, nuestro legado. Desgraciadamente no sentí esto con El problema de…, Mazú hace un buen trabajo desde la dirección y la voz en off, el montaje es rápido y nunca se siente aburrido, la presencia de Ricardo Péculo sin lugar a dudas le aporta una interesante cuota de humor negro al relato, pero a pesar de todo esto nunca terminé por sentirme identificado, lo cual es extraño en un documental que trata sobre la muerte ya que todos vamos a parar ahí tarde o temprano. Quizás Mazú se sienta (con toda justicia) demasiado apegado a su trabajo. Tal como lo mencioné previamente, todo parte de una frase del mismo director, y de allí en más nos sumergimos en su mundo, en sus sentimientos y en sus miedos, y el problema aquí es que rara vez se conectan con los nuestros. Conclusión Lo mejor que puedo decir respecto a El problema con los muertos es que son impuntuales es que es un documental atípico, que retrata con humor un tema tabú como la muerte y termina saliendo airoso, aunque lamentablemente no logré conectarme con la película al nivel que me hubiera gustado. - See more at: http://altapeli.com/review-el-problema-con-los-muertos-es-que-son-impuntuales/#sthash.FZBaXZKJ.dpuf
Tanatología Como idea de exorcizar o quizás por necesidad de catarsis luego de atravesar el umbral entre la vida y la muerte, hecho provocado por una intervención quirúrgica compleja de corazón, el productor y realizador Oscar Mazú llegó a dos conclusiones: el tiempo nos determina que nos vamos a morir por un lado y por otro que la inmortalidad es una sensación que se acaba en un momento en que tomamos verdadera conciencia de que el paso por este lugar es efímero. Así, y tras una serie de entrevistas con Ricardo Péculo, el tanatólogo argentino que continúa la tradición familiar y es además una voz autorizada en la materia, el realizador pensó en el mejor vehículo para reflexionar sobre su propia muerte y en general, valiéndose de una mirada que busca desdramatizar a partir de dosis pequeñas de humor negro pero siempre respetuoso de los rituales y de todo aquello que gira alrededor del fenómeno funerario. El problema de los muertos es que son impuntuales, título sugestivo si los hay, obedece a una frase del propio Péculo, voz dominante de este documental, que entrelaza momentos íntimos y reflexivos del propio Mazú con voz en off –al final aparece en carne y hueso-, que compara a la muerte con el sexo como ese tabú del que nadie se atrevía a hablar pero que sin embargo estaba arraigado en la gente. De esta manera y con un montaje un tanto televisivo se van superponiendo diferentes aspectos siempre relacionados con el antes y el después de la muerte en sí misma, que comprende desde visitas a mausoleos; clases de maquillaje funerario; vidriera de ataúdes de distintos colores y tipos, así como un revelador documento que trae a colación el traslado de los restos del ex presidente Perón a cargo del propio Ricardo Péculo, para quien ese momento histórico es una marca indeleble dentro de su profesión. Tal como advierte el comienzo del documental, las imágenes y temáticas que se abordan no son aptas para personas impresionables o a quienes no les interese en lo más mínimo este paseo singular por los rituales de la muerte recomendamos abstenerse. A pesar de todo, se aferra a la vida y a una cámara para registrarlo desde un lugar muy personal y honesto pero que se agota en la experiencia del propio realizador.
Hablar de lo que no se habla Dirigida por Oscar Mazú (La sombra de Segundo), El problema con los muertos es que son impuntuales (2012) plantea con naturalidad un tema que muchos prefieren evitar. La palabra del reconocido tanatólogo Ricardo Péculo es la base de un relato centrado en la muerte y el arte funerario, que también presenta pinceladas de humor negro. El punto de partida de este film es la historia personal de Mazú, quien se convierte en un director-narrador que cuenta su experiencia con la muerte tras sobrevivir a un infarto y posterior operación. Su voz en off es el prólogo de un documental que cuestiona la relación que los seres humanos tienen con la mortalidad. Con respeto y escazas intervenciones de humor negro, El problema con los muertos es que son impuntuales entrelaza diversos aspectos que le permiten al espectador acercarse a este fenómeno desde otro lugar. Los distintos rituales y el maquillaje que se les realiza a las personas fallecidas son algunos de los temas que explica con claridad el tanatólogo Ricardo Péculo. A través de su testimonio especializado, que hasta incluye la exposición del ataúd que utilizará cuando llegue el momento, se construye el hilo conductor del film. También aparecen las variantes del arte funerario, las cuales se ejemplifican con las distintitas posibilidades que existen de homenajear a los difuntos: desde cajones tallados en plata hasta bóvedas construidas especialmente. Sin caer en la morbosidad, el documental no es impresionable. Lo más desacertado son las imágenes de un ataúd que atraviesa bosques, mares y ciudades. Quizás con ellas se busque descontracturar un tema tan serio como la muerte; de ser así puede que se logre en ocasiones, pero no resultan demasiado efectivas. Además de ser llevadera e interesante, la película sirve como disparador para que el público se atreva a hablar sobre una cuestión que muchas veces se prefiere pasar por alto.
Ritos fúnebres con respeto y bienvenido humor negro Contaba Susan Sarandon que, cuando el gran comediógrafo Billy Wilder yacía en su lecho final, su mujer se inclinó sobre él y le dijo: "Hay algo de lo que nunca hemos hablado. ¿Cómo quieres que sean tus funerales?". Se dibujó una sonrisita en los labios del moribundo, y con un hálito de vida respondió: "Sorpréndeme". El chiste pinta al hombre por completo, como algunos velorios pintan debidamente al finado, con flores del color de su cuadro favorito, brindis con champaña alrededor del cajón (el maestro del humor español García Berlanga), y entierros donde el ilustre se va al pozo rodeado de objetos queridos, como los carretes de películas en el caso de los viejos fotógrafos de la era analógica, o el carnet laboral en la regocijante sátira cubana "Muerte de un burócrata" (luego la viuda lo necesitaba para tramitar la pensión, pero sin el carnet tampoco podía hacer abrir la fosa), etcétera. La película que ahora vemos, suerte de exorcismo personal del productor y director Oscar Mazú, que en vísperas de una operación cardíaca empezó a pensar ciertas cosas, ofrece un buen paseo por lugares habituales de todo rito fúnebre, y también por otros no tan habituales. Al respecto, hay algunas imágenes poco indicadas para gente que acaba de almorzar (detalles cercanos de una incineración, succión de líquidos corporales antes de un embalsamamiento, no mucho más), pero por suerte predomina un tono respetuosa y amablemente humorístico. De humor un tantito negro, como cabe esperar, y se agradece. Así, las dudas y reflexiones del cineasta operado alternan con registros de una instructiva clase de maquillaje mortuorio, risueños antojos que incluyen el paseo de un ataúd por calle Florida, y, entre otras cosas, unas lindas charlas con una figura fundamental en estos temas: el licenciado Ricardo Peculo, que aparece con su agradable y comprensiva esposa. Los comentarios del licenciado son siempre memorables, y eso de comparar al cajón con un vestido de novia es de antología, así como lo de posar al lado del ataúd que ya tiene preparado para su propio entierro, destacando su espíritu tradicionalista. Tipo tan vital, sería una lástima que se muera, como es una pena que haya salido de la grilla su original programa sobre elaboración de pompas fúnebres "De aquí a la eternidad", que iba por "Utilísima". Suya es la frase del título, "El problema con los muertos es que son impuntuales", buen contrapunto de aquel verso de Emilio Carrere que culminaba diciendo "Y cual sarcasmo fatal, yo solo seré puntual / cuando me cite la muerte" ("La hora oportuna"). Coherentemente, la película se estrena ahora, antes del 2 de noviembre.
El director Oscar Mazú, se basa en su propia experiencia, sufrió un infarto, para indagar sobre la muerte, sus ritos y preparativos, ayudado por el tanatólogo mas conocido, Ricardo Péculo. El resultado es un documental con humor negro y gracia vital.
La ceremonia del adiós Documental con reflexiones, humor negro y fuertes imágenes en torno de la muerte. Con el tanatólogo Ricardo Péculo como centro. Ver El problema con los muertos...es como subirse a una montaña rusa. El documental de Oscar Mazú oscila entre los picos eufóricos y las caídas bruscas, casi sin llanuras, sin términos medios; puede provocar carcajadas -muchas veces nerviosas- y al mismo tiempo náuseas. No es apta para espectadores impresionables, lugar común en este caso cierto. Mazú decidió hacer El problema... cuando, a los 46 años, debió afrontar una muerte inconcebible: la propia. Al menos en el plano cinematográfico, encaró la situación con humor negro y naturalidad. Y sumó a un personaje, el tanatólogo Ricardo Péculo, que se devoraría el filme. Típica arma de doble filo: la película funciona, y muy bien, cuando Péculo y su entorno se apropian de las escenas. Pero decae cuando Mazú recorre, en primera persona, con un tono demasiado “leído”, deliberadamente gracioso, su experiencia. Como si se tratara de dos documentales unidos sólo por el tema. Péculo, empresario al fin, se queja de la falta de previsión de los clientes ante lo único seguro que les ocurrirá en la vida: morirse. Compara, como un sociólogo, a un ataúd con un vestido de novia: marcas distintivas en ceremonias de despedida. Aclara, cual experto en gramática, que la palabra cajón es para los escritorios, que ataúd no es lo mismo que féretro (ataúd + cadáver). Tiene agudeza de psicoanalista al decir: “A veces, en la elección de ataúd hay mucho sentimiento; a veces, mucho sentimiento de culpa”. Apenas unos pocos ejemplos. Y no se trata sólo de frases notables, sino de actitudes y situaciones casi surrealistas. En El problema...hay que estar dispuesto a verlo todo: desde una clase de maquillaje de cadáveres (en una suerte de Utilísima funeraria) hasta una cremación (inolvidable, en un sentido pesadillesco). Habrá que creerle a Péculo cuando dice: “Con la muerte pasó lo mismo que con el sexo: dejó de ser tabú. La gente empieza a hablar sin problemas”. Veremos si se anima, también, a mirarla en el cine.
Cuando un tema como la muerte y los rituales alrededor de ella son abordados en una conversación, pareciera siempre haber un manto de respetuoso temor mitigado por algún chiste oportuno seguido de reojo por los presentes. No vaya a ser que nos estemos riendo de algo fuera de lugar. Después de todo, todos tenemos algún pariente cercano o amigo que se puso el pijama de madera. Sin embargo, aún en conversaciones como estas hay temas que se pasan por alto. Tamaños y calidades de ataúdes, la preparación de los cuerpos para ser velados, maquillaje, cremación. “El problema con los muertos es que son impuntuales” propone ingresar al espectador en todos los aspectos circundantes al mundo sentimental (acaso también comercial) que gira alrededor de la muerte, las creencias de la gente o la perpetuación de imágenes y rituales. En los primeros veinte minutos se verá lo mejor de esta producción. También seremos testigos de una lenta caída de ritmo e interés. Oscar Mazú, luego de algunas frases alegóricas, comienza su película con una reflexión en off mientras vemos al experto en tanatología Ricardo Péculo iniciar su rutina diaria: “Luego de perder la inmortalidad a los 46 años, empecé a pensar en algunas cosas que no se piensan cuando se es inmortal”. Luego enumera todos los ítems no tenidos en cuenta cuando de la muerte se trata. El texto en off está claramente orientado al humor, digámoslo: desde el título intuimos eso. Algunos podrían decir humor negro por su utilización en la temática bromeando con la parca, pero quedará ahí. La propuesta es realmente interesante y el método de abordaje, tomando como centro su propia experiencia, le da a la producción un tono amable al que se suma Ricardo Péculo con algunas anécdotas sobre anécdotas y su impronta a lo Narciso Ibáñez Menta. En ese combo es donde esta realización gana en capacidad de generar interés. Inexplicablemente la propuesta se va diluyendo al alargar demasiado un par de momentos cuando la propuesta parecía ser la de ir picando un rato en cada tópico tomando como eje el humor y el singular personaje del experto. Así, la secuencia de una maquilladora dando clases estanca el ritmo y la dinámica que, por ejemplo, se potencia con la anécdota de las manos de Perón. Lo mejor, más allá del resultado final es la certeza de encontrar en Oscar Mazú a un escritor fino y agudo con grandes chances en el futuro. Este es sólo un paso leve.
Un adiós obligado, y bizarro El director Oscar Mazú, es un hombre que tuvo la suerte de volver a vivir, luego de sufrir un infarto, que le terminó costando cuatro by pass y cómo él confiesa ""estar muerto por algunos minutos"". Tal vez a modo de catarsis, o de enseñanza para los que tienen la felicidad de disfrutar de la vida y para aprender a perderle el miedo a la muerte, Mazú decidió hacer este filme de bien ubicado nivel de ironía y humor negro. Sin duda bien asesorado por especialistas, Mazú juega con las imágenes y no se ata a ningún estilo cinematográfico, aunque en esencia su filme tiene el formato de un documental. ¿Qué propone? Todas las variantes que a uno se le puedan ocurrir y algo más sobre los rituales afines a la muerte. Desde la elección del cajón para el difunto, que las funerarias ofrecen en lujosos folletos, aspirando a que quien está vivo se lleve el más caro por amor al difunto; hasta mostrar que para los fanáticos, existen cajones temáticos, como el dedicado al club Boca Juniors. EL MAQUILLAJE Oscar Mazú habla ante la cámara, incluye imágenes de cajones que parecen ir a la deriva sobre las olas de un mar espumoso, o muestra los trucos que se deben tomar en cuenta para maquillar a un difunto, para que cuando la familia los vea en el féretro parezcaa vivo. Pero el "plato más sustancioso", de esta divertida trama de humor negro, es la aparición del conocido tanatólogo Ricardo Péculo, quien explica, con entusiasmo el tratamiento que le hace a los cadáveres, desde aquellos que son donados para los estudiantes de medicina, hasta los que forman parte de casos curiosos y hay que desentrañar el origen de su muerte. Un apartado importante que incluye el director Oscar Mazú, es cuando detalla como él y su empresa se dedicaron a filmar y llevar adelante el traslado del cuerpo del ex general Juan Domingo Perón, del cementerio de la Chacarita, hasta su actual mausoleo en San Vicente. Documental curioso, interesante e inquietante, quizás resulte de un gran actractivo para los admiradores del humor negro, o los filmes de terror.
¿Por qué no organizar las cosas que sabemos que van a ocurrir?, se pregunta Ricardo Péculo en El problema con los muertos es que son impuntuales . Tanatólogo, profesor de la inusual materia "Ceremonial exequial" en la Universidad de Avellaneda, hermano de Alfredo, fundador de la famosa Cochería Paraná y partícipe activo de la inhumación de los restos de Juan Domingo Perón en 1974, Ricardo es el protagonista de este documental originado en un incidente de salud que sufrió el director, Oscar Mazú. El hilo conductor de la película es la voz en off del propio realizador, que nos cuenta primero las peripecias que vivió (un infarto, cuatro by pass, el corazón sin funcionar por horas) y luego se interna en el mundo de los servicios fúnebres, lleno de detalles escabrosos y sorprendentes. "Llevo una vida dedicada a los asuntos de la muerte", dice Péculo en un momento apelando al juego de palabras. Y después habla a lo largo del film de ataúdes con herrajes de bronce labrado o pintados con los colores de Boca, bóvedas decoradas con agudo sentido artístico y cadáveres maquillados (hay una clase especialmente divertida de este tipo tan particular de maquillaje que Péculo da a un grupo de mujeres). Y hay también revelaciones inesperadas, mitos populares derribados y un humor deliberada y necesariamente negro que recorre toda la película, antídoto que el director utiliza para atenuar su confesa misantropía: "Cuando veo el lujo de ciertos velorios o de un determinado ataúd, me parece algo absurdo. Es una vanidad que reafirma lo que pienso del ser humano, el animal que menos me gusta de todos los que conocemos", ha declarado Mazú, que en el final, muy a tono con esa gracia con la que equilibra el peso de un tema tan traumático y que recorre todo el documental, nos reserva un pequeño paso de comedia que puede arrancarnos una tensa sonrisa.
Eufemismos alrededor de la muerte Hay varias líneas, pero un tema central en El problema con los muertos es que son impuntuales, cuyo título deriva de una idea expresada en cámara por su principal protagonista, el reconocido empresario de pompas fúnebres y director del Instituto Argentino de Tanatología Exequial, Ricardo Péculo (hermano de Alfredo, el fundador de las famosas cocherías Paraná). Lo de “pompas fúnebres” es, de alguna manera, un eufemismo. Y de eufemismos se habla bastante en este documental que, según confiesa su autor Oscar Mazú, tiene su origen en un infarto que pudo haber acabado con su vida. El film mira de frente algunos aspectos ligados a la muerte, un tema tabú (en el sentido más freudiano del término) en esta y en cualquier sociedad, apostando a un tono entre irónico y ligero. O al menos poco solemne. La forma y el material con el que se construyen los “cajones” o el uso de tecnologías como el ploteado para la confección de ataúdes customizados ocupan una parte importante del metraje, y el carismático Péculo domina en ciertas instancias completamente la escena, a tal punto que la película corre el riesgo de transformarse en un largo comercial acerca de las virtudes de su empresa. Otros pasajes incluyen la visita a un cementerio de pueblo (el cuidado o descuido de las pequeñas necrópolis dan una pauta del grado de respeto de los vivos a sus antepasados muertos, dice Péculo, como si se tratara de un antropólogo consumado), el registro de una clase de maquillaje para el embellecimiento de los rostros post-mortem y la entrevista a un especialista en preparación de cadáveres para su uso por estudiantes de Medicina. Más allá de algún que otro momento revelador, como algunas esquivas imágenes del traslado del cuerpo de Juan Domingo Perón a su “morada final” definitiva o las razones detrás de algunos mitos del ambiente funebrero, el problema central del documental de Mazú parece ser la falta de un pivote fuerte alrededor del cual hacer girar sus ideas. No alcanza su relato en off, que hace las veces de vínculo entre las escenas con un fraseo que cruza el sarcasmo y la humorada negra con ínfulas pseudo poéticas. Hay, finalmente, algo antojadizo –pero no arbitrario en su acepción lúdica– en un documental que detiene el relato central para concentrarse durante un minuto, como quien no quiere la cosa, en la animación de una serie de dibujos realizados por el director durante su convalecencia.
¿Es la muerte un tema tabú? De ser así el documentalista Oscar Mazú viene a romper con esos “prejuicios” a hablarnos abiertamente de eso, del momento final. Trabajo documental curioso, “El problema con los muertos es que son impuntuales” afronta una temática llamativa, los diferentes modos en que la sociedad afronta la muerte, o mejor dicho, qué hacen los vivos con los muertos o cómo se preparan para llegar al descanso eterno. Mazú toma también el rol de narrador conductor, y va llevando al espectador por diferentes experiencias, algunas más felices que otras, todas referidas a personas hablando de la muerte o realizando acciones que la rodean. El mayor atractivo, y el que ocupa gran parte del metraje, son las palabras de Ricardo Péculo, dueño de la famosa cochería emblemática, una figura reconocida en el mundo de la preparación para la muerte. Péculo contará cómo es su labor, anécdotas variadas, y se encargará de despertar la curiosidad del público, aunque quizás también sea la parte que más se asemeje a un típico programa de tv documental, digamos del Discovery Home &Healt. Para descontracturar un poco la cuestión y tratando de evitar el morbo de una y mil maneras posibles, Mazú elige centrarse en rituales, contar su propia experiencia personal como sobreviviente digno de emular a Victor Sueiro o a un personaje de Destino Final, y mechar aquí y allá algún rocío de humor negro inimputable. El problema con los muertos... es un documental entretenido de a ratos, en otros tramos pierde fuerza, y fluctúa entre lo curioso y lo reiterativo. No es cuestión de plantear el tema como algo incómodo o, como dijimos, tabú, pero sí hay cambios de registro constantes, que llevan de la seriedad y rigurosidad a la liviandad y el divertimento, a punto de cruzar límite de burlarse. Hay mucha exposición de ataúdes, muy variados ellos, coloridos, llamativos, o más elegantes, hasta el propio cajón que Péculo se guardo para su oportunidad. También hay cadáveres maquillados de diferentes maneras y gente haciendo rituales más convencionales, o más exóticos. En definitiva, habrá muerte para todos los gustos. De factura simple, "El problema con los muertos es que son impuntuales", resulta lejano al esperable morbo, se sigue con interés en casi todo el tiempo, y solo puede reprochársele algunas escenas que sirven de intermediario con un cajón ambulante que más que desagradable (eso es cuestión particular de cada uno) resulta inentendible. También hay que reconocerle que pese a airearse un poco y abrirse a experiencias, conserva aún un dejo televisivo, en donde quizás pudo haberse desarrollado más como una serie de programas; acá se nota acotado, cercano a lo pintoresco y anecdótico, interesante pero también no lo suficientemente profundo.
Se habla de la muerte con humor y mucho respeto. Este film intenta que se reflexione sobre la muerte, los temores, el dolor que ocasiona la falta de algún ser querido y el peor de los casos es la de uno mismo, este es el punto del Director y Guionista Mazú cuando, a los 46 años, debió enfrentar su muerte, cuando tuvo un infarto sin darse cuenta, debía operarse e ingresar al quirófano, y todo lo que sucedió después. Le hicieron cuatro baypass y estuvo varias horas muerto, a raíz de eso dice haber perdido la inmortalidad, por lo tanto luego de ese momento sintió la necesidad de conocer un poco más sobre la muerte, cosa que cuando vivía no le interesaba pero después que se encontró al borde de la muerte comenzó a pensar que quiere que pase con sus restos, si pide ser cremado o ir a nicho, el espectador lo va siguiendo porque él además cumple con el rol de narrador y mentor. Otro de los integrantes del film y protagonista y quien relata gran parte de la película es Ricardo Péculo, Profesión Tanatólogo Matricula 373 otorgada por el Instituto Internacional de Ciencias Tanatológicas en Diciembre de 1991 y reconocido como Idóneo Director Funeral por la F.I.A.T. e I.F.T.A. (Federación Internacional de Tanatólogos Asociados). Dueño de una de las cocherías más famosas, es un especialista en Ritos Funerales, Pompas Fúnebres y Ceremonial, él explica que todos vamos a morir en algún momento y si no lo pensamos comencemos a hacerlo porque sucederá, muestra la elección de los ataúdes, la preparación de los muertos, hay varias anécdotas (entre ellas lo que le causó ver el cuerpo del General Perón). Su relato es dinámico, respetuoso y divertido, tiene bastante de humor negro, en varios pasajes del film vemos un ataúd que nos persigue por la calles porque en algún momentos vamos a necesitarlo, pese al tema que trata no aburre y después de los créditos hay escenas extras.
“Estamos explorando”, pareciera decir el equipo de producción. La exploración es la base del documental de Oscar Mazú, que tiene su origen a partir de una experiencia cercana a la muerte. Mazú menciona a Víctor Sueiro, porque claro, Sueiro escribió mucho sobre su encuentro con la luz. Pero aquí la idea es otra. El dispositivo audiovisual permite otras posibilidades, y si bien hay un texto guía que tiene tono de reflexión en la voz en off del director, es ese el punto de partida hacia lo desconocido. Lo que la película decide explorar en relación a la muerte puede estar más o menos sabido por el espectador, incluso interesarle mucho o nada, pero el documental acierta transmitiendo fuertemente el interés por el tema y la audiencia se contagia de eso. Las imágenes tienen además un tono siempre juguetón y de predisposición a la sorpresa. La cámara, digamos, está lista para cualquier cosa. Otro factor que juega a favor de este documental amigable es su sentido del humor. El propio Mazú se ríe, los entrevistados hacen bromas y el divertimento va balanceando un tema que el film siempre trata con la seriedad justa. Porque es bueno acercarse desde la exploración. Puede percibirse que el documental se va moviendo hacia donde la investigación lo fue disparando. Y también queda claro que la película no quiera tener la última palabra. No conocemos la última palabra porque la última palabra de la muerte la tiene la propia muerte, que se aparece y lo dijo todo. No le corresponde a nadie más y, aunque algunos planos estén fabricados a modo de efecto -todo lo que tiene que ver con las penetrantes miradas a cámara de los entrevistados siempre que se están despidiendo- Mazú lo sabe y así procede. El equipo visita todo tipo de lugares (por ahí aparece una catedral que tenía un particular protagonismo en “Historias Extraordinarias” de Mariano Llinás; imposible pasarla por alto) y, como señalé antes, la cámara no se achica ante nada. Hay una fuerza fundamental en la película, tiene nombre y apellido y originó sin saberlo el nombre del film: Ricardo Péculo. Tanatólogo de título, encargado del traslado histórico del cuerpo de Juan Domingo Perón, un verdadero apasionado de su profesión, Péculo es el centro del documental. De su experiencia y a partir del camino que va marcando, se desprenden el resto de las líneas y Mazú nunca lo abandona. Es obvio que la participación de este hombre es fundamental para el resultado final, pero a partir de esto quiero ahondar brevemente en una particularidad del género documental. La magia de los documentales a veces tiene que ver con lo siguiente: encontrarse con personas que ya no son personajes sino directamente actores que siempre estuvieron llamados a la acción y pudieron concretar ese llamado recién con la aparición de una cámara que los quisiera filmar. Pueden comprobarlo viendo a Ricardo Péculo en este documental. Es muy fácil decir “qué personaje este”. Pero miren bien, miren de nuevo. Ya mismo puedo vislumbrar el epitafio: “Aquí yace Ricardo Péculo, amado esposo y padre, tanatólogo y actor”.