Es la película sobre el nacimiento de WikiLeaks y el quiebre que generó en el mundo de la información a través de internet, basada en dos libros sobre la organización, WikiLeaks: Inside Julian Assange’s War on Secrecy, (WikiLeaks: Dentro de la guerra secreta de Julian Assange), e Inside WikiLeaks: My Time with Julian Assange at the World’s Most Dangerous Website, (Dentro de WikiLeaks: Mi tiempo con Julian Assange en la página web más peligrosa del mundo). Y así es como uno llena espacio. Casi Famosos El quinto poder es algo así como la historia de cómo Julian Assange y Daniel Berg, (el progtagonista), llevan al sitio al siguiente nivel haciéndolo crecer y por lo tanto, enfrentándose a problemas aún mayores. La primera mitad es la típica historia de los dos amigos que forman una banda y salen de gira. Al principio todo es ilusión pero luego aparecen los problemas y la relación de ellos se desquebraja poco a poco. La segunda mitad pasa a ser una intriga de espías en relación a la situación de los documentos de guerra de Afganistán que se filtraron en el 2010. Siempre hay un bueno y otro malo ¿Por qué no pueden ser buenos los dos? Siempre hay que desconfiar de las películas biográficas o afines, especialmente de Holywood, porque responden a una necesidad externa con una línea generalmente bajada de una junta directiva. Esa desconfianza es necesaria en la medida en que una película en toda su potencia pareciera decir la verdad, pero acá está el truco, ¿qué verdad? Cumberbatch, (Alabado sea), hace una interpretación fenomenal del personaje de Assange en este sentido: un misántropo, manipulador, esquizofrénico y psicótico, (y eso que no estudié psicología) y (sí, algo así como Sherlock pero malo, malo). Pero del otro lado tenemos a su compañero, que siguiendo la idea de la película sobre la banda de rock podría bien ser el guitarrista, Daniel Berg quién es más sensible y cree en el proyecto sin impotarle su ego, tanto como así le sucede a Julian. La película termina yendo a un lugar en el que la opinión sobre WikiLeaks está dividida por sus propios personajes centrales en donde Assange no quiere límites y Berg cree que son necesarios para resguardar vidas humanas en peligro al liberar cierta información, (como espías, informantes, etc). Algo bueno y algo malo Hay algo que me sigue pasando con muchas de las películas que hacen un tiempo vienen desde Holywood que es que les falta desarrollo de trama y personaje. Entonces terminás viendo casi dos horas de tensión atrás de tensión de la que cinco minutos después te olvidaste de donde venía. Lo que quiero decir es que no hay respiros y es un golpe detrás de otro y eso hace que me pierda, al menos así lo veo yo. Quizá le sobra un rato al metraje, andá a saber. Por otra parte, Bill Condon, director de la saga de Crepúsculo, logró momentos muy interesantes. El comienzo de la peli es un raconto visual de las herramientas del hombre para transmitir información, pasando por la imprenta de Guttenberg, el desate del luteranismo, el periódico, la televisión, diarios que terminan siendo obsoletos ante la explosión informática virtual con las computadoras, celulares y tablets. Una buena entrada a la peli de don Condon. Conclusión El quinto poder abre las puertas a la discusión sobre el acceso a la información y las dificultades por parte de los estados de retener ciertos documentos que el mismo Assange puso en evidencia, (uno se explica mejor porqué pasan cosas luego como el cierre de Megaupload, The Pirate Bay, y leyes como SOPA). En principio creo que la mayoría va a estar de acuerdo con las bases de WikiLeaks y la máxima de que información es poder. Pero cuál es límite para hombres como Assange. David Thewlis, quien protagoniza al periodista de The Guardian, Nick Davies, reflexiona hacia el final diciendo que hombres como Julian no responden a nadie y ahí hay un problema siendo que si no lo hace entonces está por encima de todos. Un rato antes propuse dudar de películas como esta en donde se nos pinta un personaje histórico. Siguiendo la trama uno podría salir de la sala detestando a Assange, y quizá no tanto a WikiLeaks, pero también existen otras posturas como la del Parlamento Noruego que en 2011 lo nominó para el nobel de la paz. En definitiva, nada de esto es tan relevante como pensar en la idea de que existe un quinto poder y que está en internet, en el flujo de información virtual al alcance de todos con la posibilidad de dar una voz a casi cualquiera que sepa leer, escribir, usar una computadora, y así. Ah, y si entró para escuchar mi opinión sobre la peli o una respuesta a la siempre bien ponderada pregunta ¿Te gustó? yo diré que: Meh, zafa. Off the record, on the QT and very hush-hush… - See more at: http://altapeli.com/review-el-quinto-poder/#sthash.Occmiix3.dpuf
Cine virtual En algún momento de El quinto poder el personaje de Julian Assange (interpretado por el gran Benedict Cumberbach) dice: "La revolución es la lucha entre el pasado y el futuro. El futuro ya llegó". Con su vocación fuertemente comercial y pop, el cine mainstream contemporáneo trata de reflejar el presente, probablemente más como una estrategia comercial que como una verdadera vocación de quienes deciden qué películas se hacen y cómo. La estrategia de marketing parece bastante simple: atraer al espectador a las salas de cine con la promesa de contarle historias que lo involucran, escándalos actuales, conflictos que lo atraviesan. Casi como si el cine le siguiera el paso a las noticias. Fue así, por ejemplo, que -relativamente- pocos meses después de la muerte de Steve Jobs pudimos ver en la cartelera la floja Jobs y que ahora el "escándalo WikiLeaks" ya tenga su película. El problema de esta ecuación (más allá de los mejores o peores resultados que hayan tenido estas películas) es que el cine mainstream se sigue moviendo con los pesados pies de un arte del siglo XX cuando en el siglo XXI los problemas que nos atraviesan ya son otros. El futuro ya llegó. El quinto poder cuenta dos historias paralelas. Una es la de la relación entre Daniel Berg (interpretado por el gran Daniel Bruehl; verdadero protagonista de esta película basada en el libro que escribió Daniel Berg) y Julian Assange (una especie de profeta autista, que no sale del todo bien parado de todo esto). La otra es una película de la tecnología; la que se insinúa en cada minuto de El quinto poder, pero no logra desarrollarse. Assange es importante no porque tuviera el pelo blanco o porque sea un ególatra, sino porque supo hacer con la tecnología algo que nadie había hecho antes. ¿Qué es exactamente eso? Como espectadores, no lo sabemos. Regida por los códigos del cine mainstream, esto es, del cine espectáculo, El quinto poder no logra narrar nunca aquello que está en el centro de toda esta historia: la tecnología, la información, el flujo de códigos, el nuevo poder que proclama su título. El corazón de todo esto está en la informática: computadoras, letritas en una pantalla, números y símbolos que no iba a entender casi ninguna de las personas que posiblemente iban a pagar una entrada para ver esta película. Frente a ese problema, El quinto poder opta por una opción clásica: la metáfora. Frente al problema de transformar en espectáculo aquello que es esencialmente antiespectacular (el mundo de las computadoras), la solución es "mostrar" las computadoras a través de imágenes poéticas que supuestamente transforman en imágenes el "sentido" de una escena. Es así, por ejemplo, que el mundo virtual de WikiLeaks de pronto se transforma en una especie de oficina cósmica infinita bajo cielos cambiantes, habitada por escritorios y tubos de luz innecesarios. Es así, por ejemplo, que dos personas chateando de pronto se convierten en la imagen de una persona sentada frente a una computadora con palabras de luz que le acarician la cara. Todo ese nudo, la historia en el corazón de esta historia, se resuelve con metáforas. Es decir: no se resuelve. La verdadera historia, la historia del futuro, no llega a contarse. Y se pierde una oportunidad. Es entonces que la otra historia cobra importancia: la de la relación entre Berg y Assange. Pero a diferencia de la gran Red Social (en la que Facebook es casi una excusa que no se representa en pantalla y los personajes se atacan entre ellos en una lucha de poder que se parece más a Shakespeare que a una empresa del siglo XXI), El quinto poder tampoco se decide a jugarse por entero a ser una historia de traiciones y luchas de poder. Divaga. Filtra noticias y hechos de actualidad para hablarnos de la importancia de lo que está pasando. Mete metáforas sobre la virtualidad para recordarnos que estos personajes, además de pelearse entre ellos, "hacen cosas con computadoras". Este miedo, este deseo tembloroso de cubrirlo todo (como si una película pudiera ser a la vez todos los canales de televisión), esta falta de definición es la que hace que lo que podría haber sido una película urgente se vuelva apenas una historia ilustrativa. Un síntoma claro de esta falta de definición, por ejemplo, es la inclusión (bastante inexplicable) de la historia de la agente Shaw (interpretada por Laura Liney, siempre solvente en sus papeles) y su fuente en Libia. ¿Por qué le interesa a El quinto poder la historia de una empleada del gobierno de Estados Unidos que pierde su trabajo por los escándalos de WikiLeaks? ¿Y por qué le interesa la historia de su fuente de información en Libia, que debe salir corriendo de su casa por miedo a una supuesta represalia de su gobierno, que nunca llega a concretarse? ¿Qué historia está contando El quinto poder? ¿Qué recursos cree que necesita usar para generar tensión? ¿Por qué no confía en la historia (compleja, nueva, ambigua) que supuestamente quiere contar? Lo que podría haber sido una película del futuro se queda atrás de su propio tema, transmite un contenido que debería estar en la agenda pública (y que en Argentina apenas si lo estuvo) y desaprovecha lo que podría haber sido una gran oportunidad a pesar del buen trabajo de todos sus actores.
Cuando Berg conoció a Assange Red Social (The Social Network, 2010) nos enseñó que “no se pueden hacer 500 millones de amigos sin hacer algunos enemigos”. En El quinto poder (The Fifth Estate, 2013), Julian Assange hace 500 millones de enemigos y ni un solo amigo. Es un personaje mentiroso, engreído y confeso esquizofrénico que despierta una fascinación anempática en el espectador. Incluso su gran victoria sobre la libertad de expresión (la publicación imparcial de secretos de estado mediante la fundación WikiLeaks) se ve teñida por su eminentemente desagradable personalidad. Assange es interpretado por Benedict Cumberbatch, Sherlock Holmes en la serie de la BBC. Como Holmes, Cumberbatch está acostumbrado a personajes con aires de superioridad y un grado de ineptitud social que raya el autismo. Pero mientras que Holmes es jovial y caprichosamente infantil, Assange es sombrío y sus caprichos parecen venir de una patología oscura e inexplicable. Cumberbatch; es una decisión de casting obvia y funciona perfectamente, le da a Assange un carisma que no poseería un personaje tan perturbado. Como Holmes, Assange también tiene un Watson a modo de colega y cronista, Daniel Berg (Daniel Brühl, el molesto nazi de Bastardos sin Gloria). De hecho la película se inspira parcialmente en un libro publicado por Berg, “Mi tiempo en WikiLeaks”. La película no posee mucho humor pero su mejor chiste es terminar con el Assange de Cumberbatch en una entrevista criticando tanto al libro como a la película (un tacle preventivo contra el Assange real, que tampoco le ha causado mucha gracia la película). La película nos muestra cuando Berg conoció a Assange – Berg asiste a una presentación y siente el genio en bruto de Assange, mientras que Assange ve en Berg a un apóstol de la informática que le ayudará a conectarse con el pueblo. Hasta quizás un amigo. Recordarán una fórmula similar en Red Social, con el insoportable autista de Zuckerberg como el mesías del “quinto estado” (la blogosfera) y con Eduardo Saverin como el simplón que le sigue a todos lados para que no enloquezca de genialidad. Una mezcla de parasitismo y comensalismo enfermizo: Holmes parasita a Watson, mientras que Watson languidece en un falso comensalismo. Me detengo sobre la relación prototípica entre estos dos hombres porque es por lejos lo más interesante de la película. Que Assange haya fundado WikiLeaks, que negociara su legitimidad con publicaciones prestigiosas, y que los secretos que difundiera hirieran la intimidad y la vida de cientos de miles de personas se da por hecho y no hay nada notable en la dramatización de estos hechos. Hay esbozos de thriller genérico – hombres de negro espiando, un par de asesinatos, una tensa defección de estado – pero nada nunca toma tanto vuelo como los engaños y las decepciones que sufren Assange y Berg entre sí. La película se interesa más en criticar la forma en la que accedemos a las noticias que en criticar las noticias de por sí (por ejemplo, la masacre norteamericana en Baghdad del 2007 siendo el meollo de la historia). Pero la verdadera pregunta que tienen que hacerse es: ¿cuánto me interesa el escándalo de WikiLeaks como para ver un docudrama unilateral acerca de hechos demasiado recientes como para que resulten objetivos?
WikiLeaks para la generación Wikipedia La historia de WikiLeaks -el famoso website que desveló decenas de casos de corrupción, abusos, masacres y mentiras de gobiernos y corporaciones- es apasionante. La enigmática, contradictoria personalidad de su fundador, Julian Assange, también. Sin embargo, más allá del notable esfuerzo artístico y de producción a la hora de intentar retratar las múltiples facetas y alcances de semejante fenómeno político y mediático, El quinto poder no es una gran película y se queda bastante lejos de la intensidad e importancia de los hechos que reconstruye y de los personajes que retrata. El quinto poder va y viene en el tiempo, salta de una ciudad a otra, expone uno y otro caso (desde el vergonzoso accionar de Estados Unidos en Afganistán aniquilando civiles y periodistas, las matanzas en Kenia, los secretos de la poderosa banca suiza y así), pero no parece encontrar nunca el eje ni el tono (pendula entre la denuncia política y el drama íntimo, entre el thriller psicológico y el registro más documental, entre las internas del poder gubernamental y mediático, el romance y los celos más básicos). Bill Condon impone al relato un ritmo frenético, hiperkinético, apelando a un patchwork estético y estilístico en apariencia moderno, pero en definitva bastante grasa (ay, esas escenas oníricas en la supuesta redacción de WikiLeaks), derivativo y obvio. Las comparaciones casi inevitables son con las recientes Red Social (infinitamente superior a El quinto poder) y Jobs (tiene varios problemas similares). Ni siquiera un actor de moda como Benedict Cumberbatch puede hacer de su Assange un personaje que genere cierta fascinación, mientras que "la voz de la conciencia" está expuesta a través del personaje det Daniel Domscheit-Berg (Daniel Brühl), como un experto en informática y activista que fue hasta cirto punto el principal colaborador del despótico creador de WikiLeaks. El uso de los flashbacks, de las escenas fantásticas, de los editados sobre los medios (como la secuencia de créditos iniciales con los hitos del periodismo) son bastante torpes y banales. Es como si el film sobre WikiLeaks fuese pensado para la generación Wikipedia, esos internautas que quieren todo explicado de manera fácil y didáctica para hacer copy y paste en sus trabajos prácticos estudiantiles. Un caso como este merecía (exigía) un tratamiento más amplio, profundo e inteligente y una película más sólida y contundente.
Con el fresco antecedente de “Red Social” (USA, 2010) de David Fincher y Aaron Sorkin y “Jobs”(USA, 2013), el realizador Bil Condon, se aleja de los vampiros y hombres lobos de la saga Crepúsculo y se mete de lleno con un personaje polémico como Julian Assange en “El Quinto Poder”(USA, 2013). Apoyándose en las excelentes actuaciones de Benedicto Cumberbatch (Assange) y Daniel Bruhl (que de Niki Lauda en “Rush” aceleró a fondo hasta esta interpretación de Daniel Berg) y un reparto de estrellas secundarias como Laura Linney, Carice van Houten y Stanley Tucci (a no sorprenderse si estos nombres aparecen en las ternas de la próxima temporada de premiaciones) el director arma un dinámico y “moderno” relato sobre los orígenes de la red que desnudó miles de secretos políticos hasta convertirlo en una cuestión de estado Wikileaks. Este biopic, inspirado en los libros “Inside WikiLeaks” de Daniel Domscheit-Berg y WikiLeaks de David Leigh y Luke Harding, logra cumplir con el cometido de entretener e informar a aquellos que desconocían o sabían pero no tanto en profundidad las idas y venidas de este proyecto. Posee una secuencia inicial que transita la historia del periodismo y la circulación de la información de antología. En “El quinto poder” Julian Assange es presentado como el nerd que con una infancia infeliz encontró en la programación una vía de escape para su soledad y de grande entendió su capacidad de liderazgo nato basándose en su poder de persuasión y seducción. A lo largo del metraje frases como “la gente es leal hasta que no le conviene más” ó “sólo alguien obsesionado con sus propios secretos pudo obsesionarse con revelar los secretos de los demás” van perfilando a Assange como alguien extremadamente paranoico y desconfiado. Hasta polarizarlo y rivalizarlo con Daniel Berg. Berg es caracterizado como alguien con los pies en la tierra que entiende que más allá del “revelar” todo habrá consecuencias positivas y negativas y que algunas decisiones deben ser mejor pensadas. Este punto de quiebre entre ambos surge cuando acceden a los cientos de miles de documentos en un CD de “Lady Gaga” entre los que se encuentran irregularidades en fondos de campaña de Sarah Palin y en ataques aéreos a Bagdad en la guerra de Irak, para citar sólo 2 de las “filtraciones”. Condon podría haber escogido la tradicional película testimonial, pero en vez de eso construye un adrenalínico thriller en el que nada nunca es lo que parece, y además logra volar con algunas escenas y espacios que construye, como el “no espacio”, el back de “Wikileaks” en el que Assange y Berg desatarán una lucha de poder por controlarla. Película cosmopolita, de grandes ciudades (Berlín, Londres, Nueva York, París, etc.) y de defensa extrema de la apertura del derecho a la información y la revolución del periodismo como propulsor del fin del velamiento de la verdades “El quinto poder” es una nueva oportunidad de acercarnos a personalidades polémicas como la de Assange, alguien que ha utilizado sus conocimientos para promover la descentralización del poder y de la comunicación.
Van a pasar muchos años hasta que el tema de Wikileaks pueda ser bien analizado en el cine. El caso de Julian Assange es histórico y revolucionó para siempre el mundo de la información y los medios de comunicación. Todavía está todo demasiado caliente para hacer una buena reflexión sobre el tema que permita evaluar bien sus consecuencias y mientras tanto llegan al cine este tipo de producciones oportunistas. Esta es la segunda película de ficción que se hace sobre esta cuestión. La primera fue la producción para televisión Undergound: The Julian Assange Story (2012) que es un poco mejor porque narraba los orígenes de este hombre sin el sensacionalismo hollywoodense. Aquella película, que la pueden encontrar en dvd, se centra en la camada de hackers de los años ´80 a la que perteneció Assange y es más interesante. El problema con El quinto poder es que está basada en dos libros que escribieron personas que seguramente no le mandarán una postal a Assange el día del amigo. Las fuentes del guión fueron "Inside Wikileaks", de Daniel Domscheit-Berg y "Wikileaks: Inside Julian Assage´s War on Secrecy", de David Leigh y Luke Harding. Son dos miradas muy tendenciosas donde queda afuera la voz de Assage que es la otra campana del tema. Desde lo cinematográfico es claro que el director Bill Condon tomó como referencia el cine de Alan Pakula y su obra maestra, Todos los hombres del presidente (1976). Condon intentó hacer un thriller de ese estilo pero la diferencia es que no contó con un gran guión como el que tuvo Pakula en su momento que laburó el caso Watergate de una manera brillante. El quinto poder se propone trabajar el tema Wikileaks como un thriller de periodistas pero derrapa cuando lo convierte a Assange en una especie de villano hollywoodense, que parece salido de un film de Joel Schumacher. La verdad que Bill Condon que venía de hacer los filmes de Crepúsculo no fue la mejor elección para hacer esta película. Wikileaks es un tema groso que tuvo un enorme impacto en el mundo y esta película no está para nada a la altura del conflicto que aborda. El film es demasiado superficial y nunca explora la complejidad de lo que ocasionó la aparición del sitio web de Assange que es un tema fundamental. Lo más rescatable de esta producción son las interpretaciones de los dos protagonistas Benedict Cumberbatch (Sherlock) y Daniel Brülh (Rush), quienes merecían que sus trabajos hubieran sido apoyados por un mejor guión. Ellos son la razón por la que vale la pena darle un visionado a este film que dificilmente sea recordada como "la gran película" del tema Wikileaks en el cine.
Indecisa mirada al caso Wikileaks Dirigido por Bill Condon (cuya carrera abarca de la recordada Dioses y monstruos a un par de episodios no tan memorables de la saga Crepúsculo o al irregular musical Dreamgirls ), El quinto poder buscaba, por lo menos en las intenciones, proporcionar una crónica equilibrada -aunque algo distorsionada en beneficio de la dramatización-sobre el controvertido caso de WikiLeaks, sobre la ambigua figura de su fundador, el australiano Julian Assange, y sobre el ruidoso impacto que produjo el website con la filtración de casi 250.000 cables confidenciales de la diplomacia estadounidense en 2010, y cuyo vertiginoso crecimiento destapó diferencias de criterio en el seno de la organización -en especial con el activista alemán Daniel Domscheit-Berg, que jugó un papel decisivo en la creación de la plataforma para divulgar los documentos reservados- y llevaron a la ruptura de la amistad. El film precisamente, está basado en dos libros, uno de los cuales pertenece al alemán, quien es encarnado en la película por el excelente Daniel Brühl (el Niki Lauda de Rush ). El retrato de Assange que se ofrece, responde, pues, a su visión. Es, no hace falta subrayarlo, una propuesta tan ambiciosa como difícil de concretar, considerando el volumen, la variedad y la importancia del material documental que debe integrarse a la reconstrucción de esta historia, que todavía no ha llegado a su desenlace y cuyas derivaciones siguen siendo motivo de controversia (Assange, actualmente prófugo de la justicia sueca, enfrenta otras causas judiciales y permanece desde hace 17 meses asilado en la embajada ecuatoriana en Londres). Sobre todo porque, como reconoció Condon, existen ya excelentes documentales sobre el tema a los que seguramente seguirán otros. "Por eso -ha dicho- queríamos hacer algo distinto, explorar alguna de las problemáticas principales que WikiLeaks ha puesto en evidencia, mientras llevábamos al público a vivir un viaje emocionante junto a un personaje fascinante de nuestra época. Un personaje cuyas revelaciones lo han convertido en enemigo de los principales gobiernos del planeta, pero otros juzgan defensor del derecho del ciudadano de conocer la verdad de las decisiones de sus gobernantes." Es la vieja discusión sobre el secreto de Estado, tan vieja como el Estado mismo. Y es la que en cierto modo termina por enfrentar a Assange con Domscheit-Berg. Para el alemán hay un límite más allá del cual el secreto de Estado prevalece sobre el derecho del ciudadano de conocer los comportamientos y decisiones de los gobernantes. Para Assange, tal límite no existe. El libretista Singer y el director Condon prefieren no adoptar una posición clara sobre el asunto. Por otra parte, es de suponer que con tantos temas que quieren abarcar, bastante complicación deben de haber tenido para encontrar la forma de exponerlos sin que tal amontonamiento condujera a la confusión o, lo que es más grave, al aburrimiento. En la primera parte, Condon elige el camino del vértigo, convencido como parece estar de que un ritmo acelerado, un montaje frenético y una música machacona ayudarán a inyectar el nervio del thriller que quiere para su film. No siempre lo logra. Tampoco ayuda demasiado el recurrir a imágenes tecno, páginas web o gráficos de computadora. La variedad de lenguajes sólo suma más caos a la sobredosis de información y deja a la intemperie el problema principal de la película: la indecisión del director entre un film de compromiso civil, con su correspondiente mensaje (Assange termina pareciéndose demasiado al villano clásico de cualquier película) y el thriller de acción, para el cual siempre es preferible contar con personajes por cuyo destino el espectador pueda sentir interés, lo que no es el caso del Assange de Benedict Cumberbatch. La personificación que ofrece el actor británico es muy cuidada en lo exterior, pero debajo del maquillaje no se perciben demasiadas señales de su compleja personalidad (quizá por una carencia del guión.) Mucho más convincente resulta Daniel Brühl. Laura Linney y Stanley Tucci, como dos funcionarios del Departamento de Estado, encabezan el prestigioso grupo de actores secundarios cuyos talentos han sido bastante desaprovechados por el film.
Reflejar la complejidad de la personalidad de Julian Assange y su website Wikileaks es de por sí complejo, y el filme, dirigido por Bill Condom, va saltando géneros, tiempo e informaciones, con momentos frenéticos y otros increíblemente obvios o moralistas. La importancia de esas filtraciones que dieron a conocer al mundo atrocidades de la guerra, secretos de la banca suiza, masacres en países africanos, todo amontonado con excesos de información. Comparados con otras películas de biografías, es imperfecta, pero tiene como atractivo el trabajo de Benedict Cumberbatch y el misterio de un personaje que sacudió al mundo. Con defectos, pero vale.
Retrato de un anarquista Sobre el ambivalente líder de WikiLeaks, pendulando entre el thriller y el psicodrama. Mal que le pese a algunos, o muchos, el efecto que Julian Assange tuvo sobre el periodismo fue inmenso. No sólo por difundir información clasificada que hizo y hace más que cosquillas en la administración Obama, sino porque actualizó los planteos morales sobre la privacidad y la seguridad. Un personaje con tantas características ambivalentes es una fuente inagotable de ideas desde lo cinematográfico. El quinto poder también pendula entre el elogio y la defenestración, pero también, lo extraño, entre el thriller global y el psicodrama banal. Assange -pasar por Wikipedia para más datos- fue el hombre que casi solito desenmascaró las miserias de la guerra de Afganistán, los enjuagues bancarios en Europa y masacres en Africa. El director Bill Condon hace el retrato de un ciberanarquista. Ni tan héroe ni tan villano, Asange despierta entusiasmo y desencanto. Admiración, por su coraje e idealismo, pero también rechazo por sus puntos de vista morales, su egocentrismo. Ese personaje fluctuante es el que se apodera del relato, incluyendo hasta una falsa entrevista a Assange para que opine sobre la película. El encandilamiento nunca termina siendo positivo, porque oculta más que lo que ilumina. Condon muestra el culto a su personalidad desde que Daniel Domscheit-Berg (Daniel Brühl), un hacker alemán, lo conoce. La película se basa en el libro que Daniel escribió, por lo que es lógico que los sentimientos del amigo/traidor -según cómo se lo vea-, tiñan lo que se cuenta. La trama arranca en 2010, y va hacia atrás, cuando Julian y Daniel se conocen. El carisma del protagonista central es tan importante como la relación de amor/odio que se construye entre ambos. Y cuando el filme se centra en ellos y/o en difundir videos (el asesinato de periodistas de Reuters en Bagdad) o audios altamente comprometedores es una. Pero cuando se decide por subtramas -la interna en el Gobierno de EE.UU., por más que estén Stanley Tucci y Laura Linney- es otra. Y, como toda película que se cree que debe dejar mensaje, posición y moraleja, Condon y su guionista dejan frases más o menos celebérrimas como “Lo único que debemos temer es el miedo mismo”, “El coraje es contagioso”, “La gente es fiel hasta que no le conviene” o “El verdadero compromiso exige sacrificios”, todas en boca de Assange, el adalid de la libertad de expresión. Así, Benedict Cumberbatch y Daniel Brühl, Julian y Daniel, tienen un peso específico supremo. Más allá de que se parezcan o no a sus personajes, cuenta que lo que hacen los vuelvan creíbles, no queribles. En fin, es gente con valores que se atreve a hacer la historia, y no leerla. Se merecen una película.
El problema principal de El quinto poder es el no poseer una identidad de película de ficción propiamente dicha, porque si bien está basada en hechos reales al igual que muchas producciones, ésta tiene la particularidad de que la historia es muy reciente e incluso aún es noticia. Por lo cual a priori parecería prematuro un film sobre Wikileaks. Basándose en los libros Inside WikiLeaks: My Time with Julian Assange and the World's Most Dangerous Website (2011) de Domscheit-Berg y WikiLeaks: Inside Julian Assange's War on Secrecy (2011) de los periodistas del diario The Guardian David Leigh y Luke Harding, el director Bill Condon y el guionista Josh Singer fallan en mantener un ritmo atrapante y caen -claramente sin quererlo- en el pseudo género docu-ficción. Y aquí es donde surge la pregunta si a lo mejor no era conveniente (en términos narrativos) agregarle “más pimienta” a la trama porque la película aburre pero el concepto es buenísimo. Pero al respetar fielmente la realidad, aunque muchos expertos dicen que tampoco es así, se pierde el concepto cinematográfico y pasa a ser más que nada un documento periodístico y encima con fallas graves, siendo la más destacable que en muchos momentos se mencionan grandes cantidades de archivos secretos que se subieron online y que fueron importantísimos pero no se esclarece de qué se trataban ni por qué tanto alboroto salvo la parte de los informantes. Más allá de la historia y el vaivén de género, la película está muy bien protagonizada por Benedict Cumberbatch, quien se está consolidando como gran estrella, y secundado por otra de las grandes sorpresas del año: Daniel Brühl, que hace muy poco brilló en la genial (pero lamentablemente no popular) Rush. Bill Condon quiso pegarle un volantaso a su filmografía luego de las lamentables últimas dos partes de la Saga Crepúsculo que dirigió, pero entrega un producto con demasiados “peros” y pocos aciertos. El quinto poder es una película que se adelantó unos años y que tal vez con el tiempo pueda ganar pero ahora su resultado fílmico es inequívoco: aburrida y con identidad difusa. Solo apta para quienes estuvieron muy metidos en la polémica wikileaks.
El caso Assange con tibieza y ambigüedad El director Bill Condon tiene en su haber la gran película biográfica, "Dioses y monstruos", una excelente y muy creativa recreación de los conflictos alrededor del genial pero olvidado director de clásicos del cine de terror como "Frankenstein" y "El hombre invisible", James Whale, "El quinto poder" en un punto también es un film biográfico, pero le falta esa perspectiva que da el paso del tiempo y que lograba que "Dioses y monstruos" fuera un gran film. Un asunto tan contemporáneo y aún no resuelto del todo como es el del fenómeno de Julian Assange y sus Wikileaks, filmado en este momento, provoca cierta sensación de oportunismo más que de interés genuino, y eso da como resultado un film tibio y ambiguo que no aporta demasiado sobre los acontecimientos a narrar, ni tampoco sobre el personaje. El guión se centra sobre todo en la relación entre Assange (Benedict Cumberbatch) y su socio alemán Daniel Domscheit-Berg (Daniel Bruhl) en el momento del año 2010 en el que Wikileaks estaba por dar a conocer su dossier sobre el accionar de las fuerzas armadas estadounidenses en Irak. En estos momentos previos la película funciona un poco como una variación del nuevo género sobre orígenes de genios de Internet al estilo de "La red social", pero con un toque de thriller conspirativo y temas políticos, que de haber sido filmado con más tensión, realmente hubieran hecho la diferencia. Hay algunos detalles en los que el director intenta buscar un lenguaje cinematográfico que se relacione con el mundo virtual, y lo logra cuando encuentra un recurso que ilustra los chats entre los dos protagonistas. Por otro lado, todos los rubros técnicos son de primer nivel. Uno de los problemas de "El quinto poder" es la insatisfactoria intepretación protagónica de Cumberbatch, absolutamente exterior y tan ambigua como la línea general del todo el film. En papeles secundarios hay actores que realmente aportan al film, en especial David Thewlis y Stanley Tucci, como un agente gubernamental cuyo accionar podria haber otorgado más intensidad de haber ocupado un lugar más importante en la historia.
"El gran problema de 'El quinto poder' es no tomar la real dimensión y seriedad de lo que propone, e inclinarse por la liviandad y el entretenimiento. Es como si alguien hubiese querido filmar al estilo de Danny Boyle (mucho ritmo y música electrónica) una mezcla entre 'La supremacía Bourne' y 'Red Social'. Escuchá el comentario. (ver link).
Los secretos no existen más Nada volverá a ser lo mismo desde la aparición de los WikiLeaks, la web que, impunemente desnudó el mundo secreto de poderes políticos y económicos, hasta ese momento inexpugnables. De esto habla "El quinto poder", poniendo nombres y apellidos y presentando a su creador Julian Assange (Benedict Cumberbach), chico australiano universitario que abandonó la física y las matemáticas para orientar su propia carrera de programador, hacker y activista social. El que con desparpajo virtual ofrecía el secreto de la información como arma popular. Con Daniel Domscheit-Berg (Daniel Brühl), quien luego sería su socio y posteriormente detractor, dieron vida a una plataforma en internet que permitió acceso libre a documentos clasificados, desde los más elementales a los más complejos, capaces de hacer visible la corrupción bancaria (Banco suizo Julius Bar), la gubernamental africana, o el aquelarre afganistano provocado por cuestionables procederes de Estados Unidos. GENEROSO Y AMORAL Basado en el libro "Inside WikiLeaks" de Daniel Domscheit-Berg y "The Guardian WikiLeaks", de David Leigh y Luke Harding, "El quinto poder", es un filme desparejo, caótico, ambiguo, como el mismo Assange, esa suerte de Andy Warhol de la virtualidad, tan controversial como autoritario y democrático, generoso y amoral. El director Bill Condon ("Dioses y monstruos") logra imprimir en ciertos momentos de la narración, un ritmo virtual febril con mútiples secuencias de pantalla y duplicación al infinito de la imagen de Assange, más una serie de artilugios visuales que intensifican el ritmo general del relato. La película tiene actuaciones remarcables empezando con este Benedict Cumberbatch, como Assange, suerte de hermano gemelo del original, que en la realidad conjuga realidades opuestas como interpretaciones premiadas en el cine y el teatro británico, asumiendo desde papel del investigador Stephen Hawkins, o el detective Sherlock Holmes, pasando el período en la vida real en que enseñó inglés en un monasterio tibetano. A su lado el talentoso Daniel Brühl como Daniel Domscheit-Berg; David Thewlis como el periodista Davies y los veteranos Stanley Tucci y Laura Linney, representando el poder y la diplomacia de la Casa Blanca.
Un film de propaganda anti Assange Como sucede con Diana, la película sobre Lady Di que también se estrenó ayer, El quinto poder es otro retrato de un personaje real cuyo destino cinematográfico era inevitable. Aunque está basado en la figura de Julian Assange, creador del portal de información libre WikiLeaks, el film dirigido por Bill Condon hace pie en la versión que Daniel Domscheit-Berg, portavoz y número dos de WikiLeaks hasta la monumental filtración de documentos secretos de los Estados Unidos, dio de aquellos hechos en su libro Dentro de WikiLeaks. Assange y Domscheit-Berg se encuentran hoy en veredas no sólo opuestas, sino además enfrentadas, por lo cual no es extraño que El quinto poder dé una imagen muy negativa del fundador del famoso portal, describiéndolo como megalómano, paranoico, psicótico, mesiánico y manipulador. Tampoco es casual que Assange haya contraatacado con el documental Mediastan, donde ofrece su propia visión, distribuyéndolo de forma parcialmente gratuita a través de Internet, el mismo día en que la película con el relato de su ex compañero se estrenaba en EE.UU. El quinto poder tiene algo del espíritu de thriller hi-tech estilo Red social, de David Fincher, aunque carece de su gracia. Con ella comparte cierto diseño visual que puede definirse como post Matrix y la verborragia de sus protagonistas. Lo que cambia son algunas intenciones: El quinto poder es una película política que toma una posición muy clara respecto del affaire WikiLeaks. Tanto que por momentos obliga a preguntarse si no se está ante un film de propaganda anti Assange. Acá se plantea una oposición entre el manejo responsable de la información –entre cuyos cultores no sólo se encuentran Domscheit-Berg y los editores de los diarios The New York Times y The Guardian y el semanario alemán Der Spiegel, sino también los funcionarios del gobierno de los EE.UU., interpretados por Laura Linney y Stanley Tucci– y el modo irresponsable, promovido por A-ssange. Es sabido que el media system estadounidense resulta un arma eficaz a la hora de estigmatizar a los “enemigos del pueblo”: que lo diga Chelsea Manning, ex Bradley, el soldadito norteamericano responsable de la filtración a WikiLeaks, quien es obviado por completo en el relato de El quinto poder. Uno de los recursos más curiosos que la película utiliza para poner en duda el sano juicio de Assange es la revelación de que su familia fue parte de un extraño culto religioso, que obligaba a teñir de blanco el pelo de los niños. Oportuno trauma infantil, cuya lógica equivale a la de la afirmación de que todos los musulmanes son terroristas. Al final, el personaje de Domscheit-Berg, a cargo de Daniel Brühl, dictará la sentencia: “Sólo alguien preocupado por sus propios secretos podría dedicar su vida a revelar los ajenos”.
Con un teclado y banda ancha Desde siempre, la necesidad de atraer gente a las salas llevó a los tiburones de Hollywood a estar atentos a la más rabiosa actualidad para transformar en películas las historias que circulan masivamente. Sólo para dar un par de ejemplos, Hitchcock adaptaba novelitas baratas que se consumían como pan caliente, y más acá en el tiempo Red social hizo lo suyo con Facebook y un estudiante que se convirtió en millonario y se quedó sin amigos. El quinto poder, entonces, se sube a la fenomenal repercusión que tuvieron las revelaciones del sitio WikiLeaks sobre masacres varias, corrupción y sobre todo la manipulación de los gobiernos más poderosos del planeta. La película toma dos caminos predecibles: por un lado la guerra de guerrillas que encaró desde el principio el fundador del sitio con un teclado y banda ancha contra los poderes de turno, y por el otro la paranoia y megalomanía de un personaje tan fascinante como odioso. Pero además, el film de Bill Condon (responsable de la saga Crepúsculo) agrega otro elemento, la sociedad y amistad entre Assange (Cumberbatch) y Domscheit-Berg (Brühl), una relación maestro-alumno o si se quiere, mesías-creyente, que termina mal como era de suponerse. Demasiados hilos de relato en una madeja por momentos frenética, entretenida pero que inevitablemente se enreda en estilos narrativos y la ambición de dar un mensaje, que es algo así como que la información que circula no puede ser procesada por los medios tradicionales, que para eso está la fenomenal Internet, pero que al final de la jornada es difícil hacerle daño en serio al poder.
Otra pseudobiografía carente de cine Las biografías cinematográficas se convirtieron en el nuevo género fetiche de las productoras y bien sabe el asiduo espectador de cine que esto deriva inevitablemente en cantidad de films que repiterirán una estructura (no siempre funcional) cambiando los personajes y las circunstancias y de esta manera, llegar a resultados diferentes. El Quinto Poder tiene elementos que la emparentar con la reciente jOBS, con una estructura que si bien tiene más ritmo se basa de la manera de aquella en flashbacks que realizarán recortes de la temporalidad del personaje retratado más por bajada ideológica que por entusiasmo cinematográfico. La ventaja de El Quinto Poder por sobre la ya mencionada jOBS e incluso por sobre otras ofertas de este calibre es Benedict Cumberbatch, uno de los actores del momento. Cumberbatch es capaz de llevar adelante a un Julian Assange con el perfil psicológico que le da la película con la poco inspirada construcción que el guión hace de su personaje y salir airoso. Al correr el metraje, se pone cada vez más en evidencia que se busca de todas las maneras posibles emparentar al creador de WikiLeaks con la figura del villano abandonando progresivamente las medias tintas. La película propone un modo simplista de analizar el caso WikiLeaks porque reduciéndolo a un retrato maquetado de héroes y traidores encuentra un lugar de seguridad para desarrollar su postura política. El problema principal de El Quinto Poder es creer que un excelente actor y una historia “picante” necesariamente dan como resultado un buen film. En este sentido se convierte en un exponente clarificador de lo errónea que es esta postura. Apartándonos de la bajada de línea de la cinta y de lo tendenciosa que es la propuesta no hay tampoco nada destacable en ninguno de los apartados técnicos, en la narración o en el guión. La mixtura de registros y lenguajes lejos de contribuir a la creación de la estética de la película, evidencia su falta de decisión formal. El Quinto Poder es como retrato biográfico y como construcción cinematográfica mucho menos interesante que los documentales que se han hecho sobre WikiLeaks y Julian Assange sumándose al grupo de films en los cuales la figura o hecho retratados resultan demasiado grandes para la propuesta.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
El problema principal del filme radica sobre la razón de realizar esta producción. Si la respuesta va en la dirección de la denuncia, el estilo narrativo, sobre todo desde el montaje a velocidad supersónica, produce lo contrario de lo que desea. Nada es posible de asir, es tanta la información y tan rápida su entregada, una atrás de otra sin solución de continuidad, que uno se pierde. Si en cambio intenta ser una biopic sobre el personaje más buscado por los servicios de los EEUU, no profundiza respecto de él e interpela mayormente a su amigo, socio y colega. La ultima vuelta de tuerca sobre empatia o distanciamiento es interesante, pero como lo anterior aparece confuso, no sabemos si es en realidad un genio misántropo o un narcisista, psicópata cibernético, o ambas cosas. La leyenda se inicia cuando el fundador de WikiLeaks, Julian Assange (Benedict Cumberbatch) y su colega Daniel Domscheit-Berg (Daniel Brühl) se conectan para convertirse en una especie de vigilantes ocultos sobre los privilegiados y los poderosos. Por un lado, crean una plataforma que permite introducirse, obtener información y difundirla en forma anónima, información que está directamente relacionada con los secretos de Estado y los crímenes corporativos. Pronto logran difundir mayor cantidad de noticias que los medios de comunicación más reconocidos del planeta. Cuando estos dos colegas acceden a documentos confidenciales de la historia de los Estados Unidos, entran en conflicto. ¿Cuál es el costo de mantener un secreto en una sociedad libre? ¿Y cuál es el costo de exponerlas? Entrecruzamientos temporales, del presente al pasado, hasta podría pensarse también del futuro, espaciales, de ciudades a ciudades, casi como si fuesen dos subtramas de una trama que nunca aparece demasiado justificado, desde la denuncia sobre las acciones del gobierno de los Estados Unidos en Afganistán, el accionar de Estados Unidos en Afganistán aniquilando civiles y periodistas, o los estragos en Kenia, hasta intenta exponer los ocultos manejos espurios del gobierno suizo y su paraíso bancario, pero nunca se define por un eje narrativo diluyéndose entre uno y otro, pasando de lo político como imputación al drama intimista o a la construcción psicológica del personaje ¿Loco y/o genio? A la relaciones de amor, fraternal o de pareja, le da lo mismo tratamiento. El director le aplica a la fábula un ritmo extremadamente acelerado, imposible de seguir, con frases altisonantes, pero sin pausa desde las imágenes, con entrecruzamientos de distintos dispositivos aplicados a un mismo lenguaje, léase, computación, Internet, con un diseño estético que intenta ser pos- moderno, pero que termina siendo sólo borroso. Recuerdo una película de 1992 protagonizada por Robert Redford, “Héroes por azar”, cuyo lema era “no hay más secretos”, ahora lo confirman, pero nada más.
Escuchá el comentario. (ver link).
Las películas, en este caso sobre un tema actual, tienen un punto de vista -del director, del guionista, de los productores- que puede inclinar la opinión del espectador. “El quinto poder” es sobre la idea con la cual Julian Assange entró a la historia. Este australiano, junto a su socio Daniel Berg, fue el creador de WikiLeaks, una fabulosa herramienta de internet a través de la cual revelaron datos e información confidencial que afectó intereses de varios gobiernos y poderes económicos y corporativos. El director Bill Condon dejó así la saga “Crepúsculo” y el amor adolescente entre humanos y vampiros, y se metió de lleno en el derecho a la información. El acierto está dado por el enfoque y las controversias sobre el efecto social y político de WikiLeaks. Después de la coincidencia de los dos personajes centrales en que estaban haciendo lo correcto, y a pesar del perfil opuesto que el director les imprime -uno más decidido y audaz (Assange) y el otro más prudente (Berg)- aparece el conflicto entre ellos. Se trata de si revelar cierta información puede poner en peligro la vida de terceros, en oposición al concepto de seguridad nacional, de verdad, de libertad y de justicia. Con un montaje y una producción impecables, actuaciones verosímiles y un ritmo intenso que a veces conspira contra el suspenso, Condon toma la decisión acertada y deja que el espectador decida sobre la magnitud y alcance de WikiLeaks.
Lo primero que tengo para decirte es... 2 HORAS... 2 horas dura esta película en la que no paran de hablar. Te recomendaría leerte un buen libro, pero estamos hablando de cine, así que vamos a por ella. Si ves el poster de "El Quinto Poder" o lees el título entre las películas en cartel en el cine, sabé que no tenés que entrar a verla. Si tengo que resaltar algo, es la buena actuación de Benedict Cumberbatch, quien interpreta a Julian Assange, pero solo por subrayar algo. A mi parecer, la película es demasiado fría, con personajes que solo tiran letra y donde te cuentan la historia de forma "incompleta", y eso, ya te aleja. No vale la pena señores.
Una revolución conveniente Tal vez en El quinto poder el director Bill Condon y su guionista Josh Singer se confundieron y pensaron que la historia de Julian Assange y la invención de WikiLeaks era una historieta de Marvel. Algún despistado puede esperar la aparición de Batman o imaginar que este filme es la genealogía de un oscuro y rebelde superhéroe menos conocido: “El albino voluntario”. La primera revelación pasa por el misterioso pasado de este paladín australiano de la libre circulación de la información: ha crecido en el seno de una comunidad denominada “La familia” cuyos miembros se tiñen el pelo de blanco, y como Steve Jobs es hijo (tardío) de la contracultura. He aquí la profundidad psicológica del filme. La exposición narrativa es circular. Arranca con una breve enunciación del mayor escándalo protagonizado por Assange y su organización: el famoso video "Asesinato colateral" y la publicación en 2010 de cientos de documentos secretos de la "Guerra contra el Terrorismo" iniciada en Afganistán por parte del gobierno de Estados Unidos. Inmediatamente, el filme retoma los inicios de WikiLeaks, apenas unos tres años atrás, en el momento en que la intuición esencial de Assange sobre la viralización de la información secreta a través de la web opera como una desestabilización del poder de las élites mundiales. ¿Cómo conseguir el secreto? Siempre existen individuos en las organizaciones que están dispuestos a decir la verdad. La clave es sostener el anonimato del informante, y Assange no tardará en citar a Oscar Wilde: "Dale una máscara a un hombre y dirá la verdad". Hasta llegar al momento de la publicación de los "Diarios de la Guerra de Afganistán", cuando mejora sustancialmente como un presunto thriller político, la película trasunta, entre clips de viajes de Assange por todo el mundo, los vericuetos de su relación con su principal socio, Daniel Domscheit-Berg (amigo y traidor), y hay una ridícula tendencia a mostrar en forma de metáfora el concepto revolucionario del dúo justiciero: cada vez que se los ve con sus computadoras tramando una denuncia en una oficina vacía, la película parece la introducción a un videojuego. La gran paradoja de El quinto poder, cuyo punto de vista es más reaccionario que revolucionario, no reside sólo en su extraordinario poder para descafeinar el costado político de su historia sino en sugerir un problema que excede al filme: lo que se revela no rebela. La famosa revolución de la información no lleva a la rebelión. Saber con pruebas lo que ya se sabía no atenta contra un sistema empeñado en persistir hasta el infinito. La información indigna por un rato.
El quinto poder es una película fallida que no logra convencer ni entretener. A los pocos minutos de comenzar ya se la siente pesada y lamentablemente sigue de la misma forma hasta su desenlace, por eso a pesar de lo que cuenta se torna aburrida. En definitiva de thriller tiene poco y nada ya que le falta ritmo, suspenso, intensidad y vitalidad. Tampoco está tratado profundamente...
Juliancito el hacker loco "The fifth estate" es una de esas películas épicas sobre un hecho real que no supo encontrarle la vuelta para atraer al espectador y mantenerlo interesado en lo que tiene para ofrecer. Y es que mientras la miraba en la gran pantalla me iba dando cuenta de qué tan poco me interesaba este tema de Wikileaks y la vida de Julian Assange... ¿Realmente daba para armar un film sobre este acontecimiento? O al menos, ¿era necesario armar un producción cinematográfica sobre un hecho tan reciente? La figura de Assange no es tan atractiva como se nos intentó vender durante el conflicto de las filtraciones de archivos secretos de las naciones, de hecho, hay mucha gente en el mundo que todavía no tiene idea de quien es. Para darnos una idea, el australiano Assange es un hacker groso y medio loco que encontró la forma de acceder a información secreta de los estados y el poder político y empresarial. A partir del robo y publicación sin filtro de esta información compuesta por más de 250.000 escuchas, videos y documentos clasificados, es que salta a la "fama", una fama tan efímera como la de un ganador del certamen de Gran Hermano. Esta cuestión creo que pudo ser bastante responsable del fiasco de taquilla que significó su estreno. La gente, teniendo un trailer interesante y las fuertes promociones que se hicieron, no se motivó para ir a disfrutarla en cine, de hecho prefirió otras opciones de cartelera. Para que se den una idea, en su primera semana recaudó menos que las horrorosas "Movie 43" y "Escape Plan". Personalmente la encontré un tanto aburrida, con tanta solemnidad densa que terminaba por cansar en vez de generar sensaciones de estrés, ansiedad y empatía con los personajes como debería hacer un buen drama. Creo que tenía muy buenos recursos que fueron desaprovechados, como por ejemplo la presencia de actores grosos como Benedict Cumberbatch y Daniel Brühl. Su interpretaciones están bastante bien, pero lamentablemente no fueron acompañadas por un buen guión. Nunca nos muestran bien como funciona Wikileaks, no se sabe mucho del pasado del protagonista, los secundarios aparecen y desaparecen en pantalla sin generar mayores sensaciones, los hechos que generaron escándalos sólo se muestran en pequeños flshbacks. El director Bill Condon ("Saga Crepúsculo: Amanecer 1 y 2", "Dreamgirls", "Gods and Monsters"), una vez más le pifia con un producto que podría haber sido muchísimo mejor de lo que finalmente fue. Me gustaría que vuelva el Bill de "Gods..." y se vaya esta nueva versión crepusculera.