El reich del fin del mundo En Expediente Santiso (2015), largometraje realizado con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, Brian Maya hace mayor hincapié en lo “fantástico” por sobre otras cuestiones propias del género y presenta una obra con un estilo pocas veces visto en el cine local. Santiso -interpretado por el veterano Carlos Belloso- es un periodista encargado de cubrir conflictos bélicos en medio oriente, quien decide viajar a hacer un cobertura con su pequeña hija, pero esta muere en medio de un extraño suceso en el extranjero. A su regreso Santiso no logra recuperarse de la pérdida y es recluído en una institución psiquiátrica por un largo tiempo. Al momento de regresar a su hogar y retomar la vida hogareña con su esposa (interpretada por Leonora Balcarce) vuelve sobre tras las pistas de la trágica desaparición de su hija y comienza a descubrir extrañas conexiones con el nazismo y los hombres del reich que se refugiaron en nuestro país a finales de la Segunda Guerra Mundial. Tal vez el problema más grande de la película de Maya sea intentar construir un relato con demasiadas ramificaciones, que entrega un argumento tan complejo que termina siendo una superposición de tropos: los nazis, el esoterismo, los poderes del más allá, la guerra, el trasfondo histórico, etc. Al contar con tantas aristas, el relato se toma demasiado tiempo para acomodar todas las piezas en su lugar y a raíz de esto la primera mitad del film sufre bastante. Las actuaciones de Belloso y Balcarce no terminan de cuajar del todo, al igual que las escenas de Viviana Saccone, quien interpreta a la suegra de Santiso. Todos los personajes parecen recitar exactamente lo que el expectador necesita oir para seguir el hilo de la trama, es poco lo que se cuenta a través de acciones y eso hace que todo se sienta mucho más mecánico. Una estética visual que no termina de definirse por completo y elecciones curiosas al momento de guiar al expectador secuencia tras secuencia, terminan entregando una producción con ideas interesantes que no terminan de plasmarse de la mejor forma en pantalla.
No puede negarse que la ópera prima de Brian Maya (conocido por actuar en Palermo Hollywood y Peligrosa obsesión) tiene características propias de un buen debut: innovación, ganas, desenfado, riesgos y, sobre todo, intención de sorprender. El problema es que Expediente Santiso no logra encauzar esos elementos, que deberían ser virtudes, lo que la convierte en una película más ampulosa que ambiciosa. Carlos Belloso es un actor de indudable talento, pero da la sensación de que últimamente está destinado solo a encarnar a outsiders y/o desequilibrados. Aquí interpreta a Salvador Santiso, un prestigioso corresponsal de un diario porteño que, en compañía de su mujer (Leonora Balcarce) y su hija, viaja a Irak para cubrir la invasión de Estados Unidos a ese país, en 2003. Producto de un confuso episodio en el que abundan las explosiones, la pequeña desaparece y es dada por muerta. Pero Santiso se niega a aceptarlo; es más, asegura verla. Como consecuencia, es encerrado en un neuropsiquiátrico, del que sale diez años después dispuesto a averiguar lo que pasó con su hija y recomponer su matrimonio. La película sorprende desde la disparidad de su forma. Hay un esforzado trabajo de montaje con vértigo de videoclip que sobrevuela todo el film (con especial atención en los planos de Buenos Aires y las "alucinaciones" de Santiso), estética que contrasta con los tradicionales fundidos a negro que separan algunas escenas. Pero esta cáscara dispersa no difiere de lo impreciso del contenido. La rocambolesca teoría que explica la desaparición de la chica (un entramado que incluye nazismo, ciencia y mucha, pero mucha fantasía), expuesta con propulsión a chorro, no consigue informar (ni empatizar), sino más bien confundir. Tampoco ayudan las actuaciones, cuyos diálogos recitados y sus cliches (algunos sobre el oficio del periodista, por ejemplo) hunden aun más las propuesta. En una época donde hay viento de cola para el cine de terror/fantastico/bizarrro en nuestro país, Expediente Santiso -que supo pasar por la Blood Window de Cannes y el criollo Buenos Aires Rojo Sangre- resulta un pastiche que no logra ordenar toda la información que despliega. Una pena.
Experimento Santiso Al protagonista de “Expediente Santiso” (Argentina, 2015) de Brian Maya (“Palermo Hollywood”) le pasan muchas cosas. Su hija desaparece en Irak, se ve envuelto en una conspiración neo nazi y su mujer cada día se aleja más de él. De profesión periodista, trabajado con la figura del honesto y buscador de la verdad reportero que no deja nada librado al azar y mucho menos se deja corromper por el dinero y los augurios, Santiso (Carlos Belloso) se encuentra sumido en una profunda depresión que le imposibilita recuperar el lugar que alguna vez supo tener en la prensa. Así, mientras recibe una propuesta por parte de su ex jefe (Edgardo Nieva) para volver al ruedo, los fantasmas del pasado lo acechan y le niegan el poder seguir adelante. En realidad lo que le traba esa continuidad necesaria es el recuerdo de su hija, a quien él cree secuestrada por una extraña organización neonazi que buscará re imponer al movimiento de la sociedad Vrill en la actualidad. Su mujer (Leonora Balcarce) ya no sabe qué hacer con él, y mientras se desvive por sacarlo adelante, también sufre con algunas imágenes del pasado que le recuerdan los problemas que siempre vivió con su madre (Viviana Saccone), una autoritaria dama con una fuerte impronta castrense. Entre la realidad de Santiso, y los sueños o pesadillas que acosan a él y su mujer “Expediente Santiso” se presenta como un arriesgado ejercicio fílmico sobre la trasposición de una idea disparadora interesante hacia un complicado laberinto del que muchas veces le cuesta salir. La puesta en escena, como así también la calidad de la imagen, juegan en contra al potente trabajo actoral que el protagonista excluyente del filme (Belloso) que termina desdibujándose al recaer en él todo el peso de la narración. En cada mueca desesperada que Santiso ofrece al intentar acercarse a la verdad, el intento de construir un verosímil dentro de lo inverosímil de la apresurada trama, termina por convertirse en espasmos de algo que se quiere ser y nunca se llega del todo. Hay buenas intenciones y una temática interesante, disparadora de la acción, pero en cuanto ésta se transforma en imágenes, se nota la falta de solidez para concretar un proyecto tan ambicioso que termina por convertirse en una propuesta bizarra y poco concreta. Pensada más como posibilidad de desarrollo de otro tipo de formato (tal vez una serie) es quizás “Expediene Santiso” el disparador de muchas ideas que en la funcionalidad no terminan por cuajar y ensamblarse correctamente. PUNTAJE: 2/10
Expediente trunco Mucho ya se ha hablado del crecimiento del cine de género y aunque hace unos años era impensado que un joven director realice su ópera prima, en este caso Brian Maya dirige Expediente Santiso. Salvador Santiso (Carlos Belloso) es un prestigioso corresponsal de un diario porteño que, en compañía de su mujer (Leonora Balcarce) y su hija (Lourdes Mansilla), viaja a Irak para cubrir la invasión de Estados Unidos a ese país en 2003. Luego de un confuso episodio la pequeña desaparece y es dada por muerta. Santiso se niega a aceptarlo y como consecuencia, es encerrado en un psiquiátrico, del que sale diez años después dispuesto a averiguar lo que pasó con su hija y recomponer su matrimonio. Esta trama se empieza a extender cuando unos sucesos históricos de la Segunda Guerra Mundial están relacionados con la desaparición de la niña, el único que cree ver una relación es el propio Santiso y su cordura será puesta a prueba cada vez más. A pesar de que tiene todos los elementos para crear una historia entretenida, falla y no logra mantener la historia en su cauce sino confundir más y más. Otro de los errores es que los personajes no logran transmitir nada, hacen evidente una falta de carisma y se hace imposible empatizar con ellos, poco usual en actores como Belloso, Balcarce y Saccone que siempre son correctos aunque no brillen. Tal vez sean los diálogos que no ayudaron a desacartonar a los personajes ya que son uno de los puntos más débiles del guion.
¿Hasta cuánto puede estirarse una idea? Esta es la pregunta a realizarse el novel realizador Brian Maya y los guionistas Omar Quiroga y Eduardo Marando. ¿Cuál es el límite para que algo no se transforme en demasiado? En su ópera prima, Maya (recordado por algunos por una participación actoral en Peligrosa Obsesión y sobre todo por esa ¿obra de culto? a descubrir, Palermo Hollywood) se inclina por un producto puramente de género fantástico del que se podrá escribir mucho pero no puede negársele una frondosa inventiva y originalidad. Magia, fantasía, esoterismo, guerras, conflictos sociales y familiares, alucinaciones psicóticas, y nazismo; todo eso y (mucho) más se conjuga en menos de una hora y media de relato. Carlos Belloso es Salvador Santiso, un periodista, cronista de guerra, que en 2003 tiene la posibilidad de viajar a Irak junto con su esposa e hija a cubrir la invasión estadounidense. En medio de la crónica se desata la tragedia, tras un confuso episodio su hija es dada por muerta. Salvador no puede recuperarse, entre en picos de depresión, alucina con la posibilidad de ver a su hija, y es internado en un neuropsiquiátrico del que saldrá diez años después. Cuando intente rearmar su vida, todo será más problemático aún, su mujer (Leonora Balcarce) lo rechaza, afloran rencores familiares, y el recuerdo de su hija continúa intacto. Aunque reciba ofertas laborales para volver a ser el gran periodista que era, su interés está focalizado en otras cuestiones; asegura que el secuestro de su hija forma parte de un extraño plan que tiene como finalidad imponer un nuevo régimen nazi a través de los refugiados de aquella organización en Argentina. Desandar el camino de aquel macabro plan requerirá del espectador tener la mente abierta, muy abierta. Ante la posibilidad de un guión que incluye aristas disparadas hacia muchísimos ángulos, Maya optó por una puesta que luce ampulosa, grandilocuente, quizás más grande desde las intenciones de lo que los recursos le permitían. Hay varios efectos, explosiones, un montaje que oscila entre la agilidad videoclipera y unos cortes o fundidos elípticos que llevan a un relato fragmentado. Todo pareciera ser enorme en Expediente Santiso, y las interpretaciones corren por el mismo carril. Belloso tiende normalmente a una suerte de sobreactuación, y aquí tiene todas las posibilidades y rienda suelta para entrar a ese juego; lo mismo sucede con Leonora Balcarce, Vivian Saconne, Lurdes Mansilla, Edgardo Nievas, y demás secundarios. El guión exige que todo sea expresado en palabras, verbalizado, y la dirección actoral lleva a un recitado esquemático que resalta la teatralidad. Pero atención. En medio de una propuesta que juega una apuesta más grande de lo que podría manejar, el resultado, en su conjunto, termina siendo mejor que en sus partes individuales. Sería extenso explicar las razones, pero Expediente Santiso termina creando un ambiente de por sí altamente entretenido y extrañamente divertido. Me arriesgaría a decir que tiene los elementos para alcanzar en un futuro (como es debido) un status de culto. Dejando volar nuestros recuerdos y nuestra imaginación, da la sensación de un niño jugando con sus juguetes, creándole un argumento cada vez mayor para que sus personajes entren en conflicto y todo explote. Dentro de ese contexto en el que la verosimilitud se hace a un lado y se impone el entretenimiento, hasta esas falencias (sobre todo las interpretativas) pasan a ser un visto bueno. Quizás – muy probablemente – este sea un efecto involuntario (más observando la seriedad con la que se trata de encarar todo), pero decididamente conseguido. Antes de su estreno comercial, la ópera prima de Brian Maya tuvo la posibilidad de proyectarse en las medianoches de Cannes y en el último Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Es en el contexto de este último dónde quizás se haya sentido más cómoda; una película que presenta un avance interesante en el trabajo de la imagen, con mucho vuelo argumental, y en el que la diversión hace que las falencias más que disimularse, se disfruten. En el desarrollado panorama actual del cine de género local, hay lugar para propuestas rigurosas e impecables; y también para pequeños deslices entretenidos como este; bienvenidos sean los polos.
La idea es original, pero su desarrollo irregular El prólogo de "El expediente Santiso" es inusitado y muy entretenido a todo nivel por animarse a algo imposible para el cine argentino: la película comienza en Irak bajo los bombardeos de la guerra, y hasta se ve a Carlos Belloso pasando en auto detrás del corresponsal de un noticiero internacional. Ahora, como la acción sigue de Irak hasta la Argentina, se transforma en un disparate que lamentablemente el director se toma demasiado en serio. El asunto es que el protagonista, un periodista llamado Santiso, pierde a su hija durante un bombardeo, se vuelve loco y es internado en un manicomio. EL pobre tipo asegura que su hija está viva y secuestrada por una secta de nazis que hacen experimentos con niños. Años más tarde, dado por cuerdo, el protagonista de todas maneras sigue convencido de que su hija vive, mientras su esposa descubre un oscuro secreto sobre su pasado que también la relaciona con la misma conspiración. El principal problema del film no es su carácter entre original y delirante, sino el escaso pulso narrativo con el que se intenta contar una historia que avanza de a trechos, fracturada por falshbacks permanentes que quitan fluidez y no aportan mucho. Salvo el personaje de Edgardo Nieva, realmente falta humor, y las cosas se repiten demasiado. Por otro lado. todo está bastante bien filmado, con efectos especiales razonablemente creativos y bien concebidos y esto junto a su carácter insólito ayudan a no desestimarla del todo.
Un relato caótico e inverosímil Si los detractores de lo que fue el Nuevo Cine Argentino cuestionaron tantas veces la experimentalidad y la falta de una narrativa clásica en pos de un minimalismo y un ascetismo alejados de los cánones del entretenimiento con aspiraciones masivas, Expediente Santiso podría funcionar como ejemplo opuesto: un film que incursiona en muy diversos géneros (el thriller psicológico, el drama familiar, la variante fantástica con elementos esotéricos y sobrenaturales y hasta el falso documental) con tantas ambiciones y ramificaciones que termina perdiéndose en el caos y la confusión. La ópera prima como director del hasta aquí actor y guionista Brian Maya tiene como antihéroe a Salvador Santiso (Carlos Belloso), un corresponsal de guerra que en pleno conflicto en Irak en 2003 pierde a su hija durante un bombardeo. Tras pasar casi una década encerrado en un hospital neuropsiquiátrico, es dado de alta e intenta reconstruir la relación con su esposa (Eleonora Balcarce) y volver de a poco a su trabajo por iniciativa de su ex jefe (Edgardo Nieva). Pero el protagonista está convencido de que su hija sigue con viva y -sin que nadie lo tome demasiado en serio- se obsesiona con investigar una conspiración ligada a los experimentos genéticos de los nazis que escaparon de la Segunda Guerra Mundial. Con una estructura poco fluida (no ayudan varios segmentos editados a puro vértigo), un trabajo visual con más tropiezos que hallazgos en la creación de climas pesadillescos y un entramado dramático caótico e inverosímil, Expediente Santiso desperdicia un buen elenco que intenta sobrellevar de la manera más digna posible los diálogos y conflictos que se le presentan.
Esta la primera película que dirige Brian Maya. Su trama comienza acercarse con el suspenso y la intriga, imágenes inquietantes y por momentos se va conectando con el nazismo, el cine fantástico y con toques de thriller psicológico. Es mejor no adelantar demasiado para no quitarle sorpresa.
Llega a los cines, Expediente Santiso, ambiciosa ópera prima de Brian Maya, que se toma demasiado en serio un guión muy bizarro. Talismanes perdidos en medio oriente, sectas neonazis clandestinas que hacen experimentos genéticos, un personaje paranoico, gente con superpoderes. La combinación de todos estos tópicos podría brindar un espectacular thriller fantástico clase B de los años ´80 producida por Canon Films o Roger Corman. Expediente Santiso es todo esto y más. Es un viaje hacia el pasado, a un cine argentino que mezcla ciencia ficción con pretencioso drama conspirativo, efectos pobremente realizados e interpretaciones poco verosímiles. Por supuesto, que nada de culpa tienen los actores cuando las escenas son completamente absurdas, los diálogos carecen de cualquier tipo de credibilidad y el tono que los realizadores proponen es, increíblemente, serio y oscuro. Salvador Santiso es un periodista encargado de cubrir descubrimientos arqueológicos a un museo en Medio Oriente, en medio de la guerra. Por alguna razón decide llevar con él a su pequeña hija. Cuando Santiso comienza a visualizar una conspiración que involucra creyentes del nazismo con piezas arqueológicas egipcias, su hija desaparece y el edificio es bombardeado. A partir de entonces, enloquece y lo internan en un hospital psiquiátrico. Pasan varios años y a la salida del instituto intenta reincorporarse a la sociedad, volviendo a su vida normal junto a su mujer e intentando regresar al periodismo con la creación de un blog esotérico. Pero Santiso sigue convencido que su hija sigue viva en algún lugar. Entre sustos paranormales y sueños propios de un film explotation, Expediente Santiso, podría convertirse en un producto de culto y divertido sino adoptara un tono tan solemne y dramático, que transmite la sensación que el debutante Brian Maya –que también interpreta a un guerrero nazi con el aspecto físico de Lisbeth Salander- quiere dejar un mensaje o comenzar una especie de saga. No ayudan demasiado las interpretaciones, aún cuando Carlos Belloso –un gran actor- se pone la película sobre los hombros, intentando hacer creíble a este personaje que sufre paranoia y esquizofrenia. Pero los problemas de Santiso no terminan en las pretensiones y ambiciones que sobrepasan los resultados y el presupuesto, sino que continúan en serios problemas, más técnicos de la puesta en escena, como falta de raccord –continuidad- entre planos, transiciones temporales absurdas que muestran planos “turísticos” de Buenos Aires, cuando la ciudad carece completamente de protagonismo y demasiadas incongruencias narrativas.
La sangre de dios La apuesta al cine de género o a la mezcla de elementos genéricos resulta más que evidente en el debut del guionista de Palermo Hollywood -2004- Brian Maya que cuenta con un elenco aceptable para intentar la misión imposible de hacer verosímil una trama inverosímil. Expediente Santiso -2015- por la complejidad de su historia hubiese sido mucho más eficaz en el formato de serie que en lo que termina siendo una película fallida y que a pesar de sus buenas intenciones no se decide por el estilo bizarro o de mayor factura técnica.
Blanco fácil Tras una introducción con una charla telefónica accidentada e inexplicable que anuncia que algo malo sin duda ocurrirá, se nos prepara para lo que será Expediente Santiso: esencialmente, una mala película llena de pésimas decisiones, con un guión que nunca parece decidirse qué tipo de película pretende hacer. Más allá de esto, que luego se termina confirmando en los más diversos sentidos hasta su disparatado final -con pelea de superpoderes incluida-, ocurre que las intenciones que subyacen y la necesidad de contar historias de otra forma en el cine nacional no deja de dar cierta simpatía, algo que difícilmente suceda con otras producciones fallidas como Los dioses del agua, a la que se cargaba de una solemnidad kitsch. Y esto no ocurre porque Expediente Santiso tiene las intenciones de incluir elementos fantásticos con un tono lúdico que se diluye pero que, al fin y al cabo, no deja de ser reconocible. El relato tiene a un renombrado periodista, Salvador Santiso (interpretado por Carlos Belloso), volviéndose loco luego de perder a su hija en un incidente en Basora. Tras estar internado por siete años en un hospital psiquiátrico, debe recomponer su matrimonio y su carrera, intentando olvidar el incidente. Sin embargo, las conexiones que había establecido con personajes oscuros del nazismo y experimentos genéticos, lo llevan a sospechar que lo ocurrido con su hija está conectado y no está en verdad muerta. Esto es lo que le lleva a cuestionar su sanidad y el foco de conflicto que sobrevuela toda la película, esa línea entre la cordura y la locura. La cuestión suena bien, incluso se puede destacar su audacia, pero llevado a la pantalla es por momentos de una pobreza alarmante. El intenso drama sobre la ausencia no congenia jamás con la búsqueda detectivesca del protagonista y la brusquedad con la cual se resuelven todas las incógnitas en el desenlace demuestra falencias para cerrar la historia, que ya de por sí en su final ofrece una secuencia absurda de combate súper humano que se encuentra (como el asunto del “vril”) completamente fuera del registro. En cierto sentido el problema radica en la estructura que sostiene a la narración y los personajes: no hay una historia que nos prepare en ningún momento para todo lo que sucede en el desenlace, y esto lleva a diálogos forzados, inverosímiles, como el del personaje interpretado por Leonora Balcarce en un auto, recibiendo todas las revelaciones del film por teléfono (y luego, a través de su madre). Al confuso relato deberíamos sumarle las decisiones formales sobre las cuales se construye el film. Entre un tono que recuerda a un videoclip noventoso, insertado toscamente con desplazamientos y zooms alienantes destinados a impactar visualmente, no hay por momentos perspectiva del punto de vista ni parece existir algún tipo de idea para un recurso visual anacrónico que desvirtúa completamente los segmentos más dramáticos, que se llevan a cabo con una estética televisiva de puesta en escena clásica. Las interpretaciones actorales hacen lo que pueden con un guión que ya de por sí esta colmado de problemas: Belloso se mueve entre la sobreactuación y reacciones inexplicables (en particular hacia el final, cuando apenas se sorprende del disparate que está ocurriendo), mientras que Balcarce se mantiene moderada entre los tumbos de la película. El resto del elenco conserva un tono por momentos paródico que no en todos los segmentos ayuda a movilizar la narración. ¿Rescatar algo? Hay una secuencia onírica llena de elementos simbólicos y respuestas sobre las incógnitas de la película que tiene una estética de videoclip, pero que se sostiene con coherencia y una elegancia que debería haber sido el tono general del film en su conjunto, más allá de algunos efectos especiales que no fluyen de la mejor forma con la imagen. Por lo demás, hay muy poco que Expediente Santiso pueda ofrecer, salvo las intenciones.
La opera prima de Bryan Maya que parte de una buena idea que se desmadra. Carlos Belloso es un periodista que debe afrontar la muerte de su hija. Por eso se desbarranca en la locura de sus propias sospechas en conspiraciones extrañas. Con una vuelta de tuerca especial, pero el relato es reiterado.